El Ministerio de Educación anunció el cierre de la Universidad Arcis, por que
“no es sustentable en el tiempo”, los alumnos del plantel serían reubicados en
la Universidad de Chile. Los alumnos deben estar agradecidos del PC.
La Teletón 2016 llegó y sobrepasó la meta programada, confirmándose que
los chilenos somos un pueblo solidario que financiamos una obra que debía
ser financiada por el Estado.
Terminado el show del funeral del chacal caribeno, Fidel Castro, el pueblo de Cuba
puede comenzar a soñar con que algún día recuperará las libertades y sueños que
les fueron robados por la miserable tiranìa comunista.
Los
temas del 2017 y la campaña,
por
Sergio Melnick.
De
este Gobierno ya no se espera mucho, quizás solo que no siga
cometiendo errores. Desde el punto de vista de la izquierda dura son
grandes logros aumentar el tamaño del Estado, sacarle los patines a
los colegios privados subvencionados, pasar la Ley de aborto, el
debilitamiento sistemático de los colegios y universidades privadas,
el fortalecimiento de los sindicatos (no tanto como quiso), aumento
de los impuestos y debilitamiento general del mundo empresarial, “los
poderosos de siempre”. También es un logro para la izquierda el
término de las concesiones hospitalarias, o un impuesto al trabajo
adicional de 50% a las cotizaciones previsionales. Para el Gobierno,
son solo los “costos necesarios de las grandes transformaciones”.
Efectivamente,
el costo presente ha sido enorme, pero también el costo futuro es
inconmensurable. La Presidente ha dicho que sin crecimiento económico
no hay desarrollo social. Esto es absolutamente verdad, como también
lo es que absolutamente todas las medidas que han implementado van
exactamente en el sentido contrario. El Gobierno dice una cosa, pero
hace otra. Es solo retórica.
La
economía en efecto claramente se desplomó y no por razones
externas. Al menos un 70% de las causas del deterioro son internas.
El irresponsable déficit Fiscal es agudo y creciente, lo que
significa que la deuda nacional sube aceleradamente. Esa mochila es
grave para nuestro futuro.
Para
las Presidenciales que ya se iniciaron formalmente con Lagos,
lo que yo esperaría en propuestas es: primero, cómo lograr un
mínimo de tolerancia y respeto, para construir grandes acuerdos y
eliminar las ideologías de retroexcavadora. Sin esa convivencia
básica el país no tiene futuro. La clave es fortalecer el centro
político. Lo segundo es cómo recuperar el crecimiento económico,
para lo que se requiere fuerte estímulo al ahorro e inversión, a la
productividad que depende de la educación y la tecnología. También
para el crecimiento se requieren reglas claras y de largo plazo,
disminuir la burocracia agobiante, y tener regulaciones adecuadas.
Una muy difícil tarea es eliminar el déficit Fiscal y reducir la
deuda pública. El gasto Fiscal ya comprometido para muchos años lo
hace crítico.
El
Estado no puede seguir siendo Juez y parte en una gran cantidad de
actividades que realiza, porque deja de ser fiscalizador efectivo.
Así ocurre en salud, educación y muchas actividades productivas.
También
necesitamos un sindicalismo moderno orientado a la productividad
y beneficios mutuos más que a la lucha de poder.
Todo
esto requiere una real modernización del Estado que no se alcanza en
cuatro años y requiere grandes consensos. Parte de ello es la
descentralización, pero no retórica ni con Leyes a medias.
Es fundamental mejorar en serio la salud pública. La brecha digital
debe ser encarada urgentemente como política social, ya que ésta
será la base de las grandes desigualdades del siglo XXI.
Tenemos una urgencia por actualizar la infraestructura, en un monto no menor a unos US$ 100 mil millones, que solo es factible en base a las concesiones. Hay que partir ya.
Toda
la necesaria reforma educacional debe partir por un gran acuerdo
sobre qué es la calidad de educación en el siglo XXI, tema que a
la izquierda no le interesa ya que su visión de educación es más
bien de control y de adoctrinamiento. Debemos terminar el cartel
del Cruch, mejorar radicalmente la educación pública sin sacarle
los patines a la otra. La clave son los Directores. En la era del
conocimiento, la diversidad es clave en la calidad. El sistema de
títulos y grados universitarios es absolutamente inadecuado, igual
que la PSU. Parte de ello es una verdadera política de ciencia y
tecnología aumentando la inversión en estos temas unas 10 veces en
el tiempo.
Necesitamos
resolver el tema de las jubilaciones desde donde se origina el
problema: las lagunas, la evasión, los años de cotización, entre
otros.
En
otra perspectiva, las Leyes que se hacen en el Congreso son de mala
calidad, improvisadas, y reaccionarias. La Justicia es de mala
calidad. La Araucanía es una bomba de tiempo que debemos desactivar,
y en la delincuencia es clave empoderar realmente a Carabineros, no
solo socialmente, sino con frontera tecnológica y mayor trabajo en
inteligencia, en vez de personal. Los campamentos dejaron de ser un
tema relevante para el Gobierno y deben ser erradicados.
En fin, queremos soluciones, no retórica y menos populismo.
Esos
son algunos de los temas reales, el resto es luchas ideológicas de
poder a costa del progreso de la población.
¿Mal
momento?,
por
Juan Andrés Fontaine.
Bajo
el intrigante nombre de "Momentum", se celebró el
principal encuentro empresarial del país. Asistió el Presidente
del Perú, quien -educadamente- abrió su exposición comentando que
"siempre los de la casa son más pesimistas que los que la
miran desde afuera".
Es verdad que hay desaliento entre los empresarios. Nuestra acelerada carrera al desarrollo está prácticamente detenida. Las expectativas recogidas en el evento hablan de un crecimiento de 2% o menos para el próximo año. La promesa que llevó a la Nueva Mayoría al Gobierno -construir una sociedad más equitativa- se ha desvanecido por falta de recursos. Las reformas anunciadas o implementadas adolecieron de graves fallas de concepción y ejecución. Pero, además, se pensaron para tiempos de abundancia que el viento ya se llevó. Solo tardía y muy parcialmente el Gobierno ha reaccionado al fin de la bonanza del cobre. En las últimas semanas -aunque matizado por un repunte del cobre inesperado y posiblemente pasajero-, el escenario económico mundial se ha ensombrecido: suben los intereses en Estados Unidos, cae el peso ante el dólar y la amenaza proteccionista cobra fuerza.
El contraste entre las palabras de los Presidentes de Perú y Chile explica en parte la desazón reinante en la Enade. El Presidente Kuczynski no desconoció las dificultades que ambos países enfrentamos, pero esbozó un programa de acción que procura crecer al menos al 4% (con un buen pisco dijo soñar en 5%) y elevar la inversión al 30% (hoy allá es 27%; acá 22%), destrabando las grandes inversiones e impulsando el emprendimiento, por ejemplo, mediante la formalización y el acceso al crédito de la pequeña empresa. En cambio, la Presidente Bachelet una vez más justificó sus reformas con el argumento de que ellas aportarían cohesión social al país, sin reparar en que el socavón económico en que hemos caído puede agravar la desigualdad y minar la Gobernabilidad. Sonó realista al admitir posibles rectificaciones, pero en cambio su alusión a que "buscamos empujar la transición de Chile hacia una economía post-cobre" pareció desconectada de la realidad.
Sin embargo, tiene razón el Presidente del Perú en que la situación chilena es más auspiciosa de lo que el debate público hace suponer. Aunque la economía marcha lento, hay una bullente ola de emprendimiento capaz de reimpulsar el crecimiento. Contamos con grandes empresas, sólidas y muy competitivas, con atractivos planes de expansión en Chile y en el mundo. El deterioro de la calidad de la política -al que aludió el Presidente de la CPC, Alberto Salas- sin duda es algo que se debe considerar. Pero es significativo que tanto la Presidente Bachelet como los demás líderes políticos presentes en el evento hayan refrendado su compromiso con la responsabilidad Fiscal y su rechazo al proteccionismo, piedras angulares de nuestro modelo de desarrollo.
Partimos
mal,
por
Jorge Navarrete.
El
reciente debate sobre la inmigración sorprendió a muchos por su
oportunidad y contenido. Algunos han querido ver el intento por
emular la campaña de Trump, donde un provocador tono, sumado a un
desdén en las formas, pudo haber conectado con los miedos de un
considerable porcentaje de estadounidenses que por fin sentían que
alguien decía lo que ellos no podían publicamente sostener.
Otros han visto una maniobra distractora por parte de un sector de
la derecha, la que algo preocupada por los agobios de su principal
candidato, quisieron salir al paso cambiando el eje de la agenda
política.
Pero
más allá de las elucubraciones, lo primero que me parece
importante es constatar que se trata de una problemática real, que
no solo se limita a los emblemáticos casos que habitualmente se
ponen sobre la mesa -pienso en la inmigración colombiana en
Antofagasta, por ejemplo- sino que también se extiende a las otras
grandes ciudades del país. Varios datos vienen mostrando cómo hace
un buen tiempo se están generando focos de tensión en el ámbito
laboral o en la prestación y provisión de servicios básicos, como
es el caso de salud, vivienda o educación. Sin embargo, del hecho
que estemos en presencia de una situación que debemos abordar -con
calma, rigor y responsabilidad- no se sigue el caótico cuadro con
que algunos han querido revestir el hecho, y mucho menos el
populismo que subyace a los argumentos vertidos por estos días, lo
que resulta especialmente grave para quienes ya han tenido la
responsabilidad de gobernar.
En
efecto, relacionar la inmigración con la delincuencia es un acto de
ignorancia y clasismo superlativos. Ignorante, ya que solo el 1% de
los extranjeros en Chile ha sido detenido por cometer algún delito,
cifra que no evidencia nada y menos permite sacar conclusiones ni
remotamente cercanas a las expresadas por tanto descendiente de
inmigrante que, como queriendo olvidar o diferenciar su origen, hoy
intentan criminalizar el esfuerzo que otrora hicieron sus padres o
abuelos. Clasista, porque lo que pareciera molestar es la condición
social de dichos extranjeros, sugiriendo una suerte de clasificación
de los inmigrantes entre “gente decente” y delincuentes.
Casualmente
los segundos siempre coinciden con esas personas de menores
recursos, que requieren de los beneficios del Estado y aceptan
puestos de trabajos que muchos compatriotas miran con desdén,
acrecentando ese estigma de que “no son un real aporte para el
país”.
De
hecho, es tan arraigado este clasismo, que nos felicitamos por el
ingreso de ese “otro tipo de extranjeros”, aquellos de tez
blanca y bien vestidos, a los cuales extendemos sin más un
certificado de protección y honorabilidad, incluso al punto de
cuestionar la persecución que se hizo de verdaderos y terribles
delincuentes, como eran los jerarcas de colonia dignidad; o, para no
ir tan lejos en el tiempo, baste recordar la escandalera de una
parte de nuestra élite por la condena de ese ilustre evangelizador
conocido como John O’Reilly.
Nota
de la Redacción:
Reproducimos
este comentario de Don Jorge Navarrete porque creemos que el tema
debe ser discutido, básicamente para evitar un estallido social
contra los inmigrantes. Consideramos abusivo y falso lo que sostiene
el autor, nadie ha intentado identificar la inmigración con la
delincuencia, pero es claro que mezclados con la llegada de
ilegales, que no cumplen con los requisitos legales vigentes en
Chile, llega también gente indeseable, que claramente no deben ser
legalizados e inmediatamente deportados a sus países de origen.
Respecto
a su clasista afirmación de que “nos felicitamos por el ingreso
de ese “otro tipo de extranjeros”, aquellos de tez blanca y bien
vestidos, a los cuales extendemos sin más un certificado de
protección y honorabilidad”, nos parece falaz y que la realidad
contraría de manera evidente lo sostenido por el articulista, la
prueba de ello es que tanto los jerarcas de Colonia Dignidad han
sido duramente sancionados por nuestras Leyes y al Cura O’Reilly
ha sido condenado por nuestra Legislación.
Creemos
que es imperioso modernizar nuestras Leyes de Extranjería, pero que
a la vez es necesario que las autoridades administrativas hagan
cumplir con la Legislación vigente, obligación a la que claramente
han abdicado, la que se establezcan de manera clara los requisitos
para optar a la residencia en nuestro país, los derechos de los
emigrantes, así como las causales por las que se exponen a ser
expulsados del territorio nacional.
Tres
problemas fundamentales,
por
Pablo Rodríguez.
Es
curioso observar que ninguno de los numerosos personeros
"disponibles" para Gobernar nuestro país se haya referido
a los tres problemas que agobian a los chilenos y que deberíamos
encarar con resolución y realismo. El debate público se ocupa de
cosas intrascendentes y no de lo sustancial.
Centralismo.
La distribución territorial de nuestra población es absolutamente
incompatible con un desarrollo estable y compartido entre los
diversos sectores sociales. Más del 40% de los habitantes se
concentra en Santiago, que se extiende inorgánicamente, cada vez
más, impidiendo la remoción de los obstáculos que genera la
saturación de un área determinada. Lo anterior ha hecho que la
institucionalidad privilegie la inversión en una ciudad (Santiago),
en desmedro de otros centros de mayor productividad y mejores
condiciones de vida. Lo ocurrido con el transporte público es
elocuente. El fracaso del Transantiago y las enormes inversiones que
demanda el Ferrocarril Metropolitano revelan hasta dónde puede
llegarse como consecuencia de este fenómeno. Nuestros
Gobernantes, salvo expresar preocupación de tiempo en tiempo y
adoptar algunas medidas siempre aisladas e insuficientes, no han
encarado este problema con decisión. Se trata, es cierto, de una
materia que demanda planes de largo plazo, que no rinde dividendos
electorales inmediatos o en períodos políticamente razonables y
que, lamentablemente, no se soluciona con declaraciones
grandilocuentes. La elección de los Intendentes, que se ha
exhibido como un triunfo del regionalismo, puede operar en sentido
inverso, al paralizar o limitar las facultades del representante del
poder central, enfrentándolo a la autoridad local elegida por voto
popular. No ha habido, hasta este momento, una sola proposición
seria para salvar esta eventual contradicción. No pasará mucho
tiempo antes de que los chilenos terminemos ahogados en el tumulto,
abandonando lugares altamente atractivos que pueden mejorar nuestro
estándar de vida.
Estructura
del Estado. Chile cuenta con una administración pública de
proporciones desmesuradas (los asalariados dependientes del Estado
alcanzan a 890 mil personas, que representan el 11% de la masa
laboral). Su crecimiento es el resultado de la llamada "política
del botín"; esto es, la apropiación de beneficios para
retribuir los servicios prestados por los militantes luego de un
éxito electoral. Tanto se ha extendido esta deformación que
existen organismos públicos cooptados por un partido, como si
fueran una hijuela pagadora de favores políticos. Esta lacra se
arrastra desde hace largos años y se seguirá profundizando en la
medida que el país crezca. Para que una nación progrese
efectivamente, se requiere de una administración pública reducida,
profesionalizada, transparente y estable. Nada daña más a un
Gobierno que la manipulación de estos servicios por cambios y
recambios de los funcionarios públicos. Por desgracia, la tendencia
que predomina es la inversa, como ha quedado de manifiesto con los
últimos acontecimientos en el ámbito previsional.
Redistribución
del ingreso. Es un hecho indiscutible que Chile ha crecido las tres
últimas décadas por sobre los índices de los países emergentes
del continente americano. Al cabo de estos años, exhibimos un
ingreso per cápita que nos ubica entre los que aspiran
legítimamente a una economía desarrollada (US$ 23.564 en 2015).
Es cierto que las cosas no se ven fáciles en este momento, pero
todavía es posible una rectificación. Inevitablemente, como lo
demuestra la experiencia, el crecimiento, en una primera etapa,
tiende a concentrar el ingreso, desatando el descontento social.
Para enfrentar este problema, hay que ceñirse a una premisa
esencial: la redistribución debe hacerse sobre la base del
crecimiento y estrechamente ligada con él. De lo contrario, se
resiente la confianza y, con ella, se frena la inversión, afectando
a todos los grupos sociales, como sucede en este momento. La
consigna debe ser "crecimiento con redistribución" para
no malograr la situación de los más desvalidos.
Los
graves problemas de Chile (seguridad, salud, previsión social,
educación) tienen un trasfondo que los "candidatos
disponibles" deben encarar. Las políticas de escasos
dividendos electorales y de largo plazo, por cierto, no incentivan a
los votantes. Pero hay que hacer conciencia sobre ellas e impedir
que se mantengan soterradas, como ha sucedido hasta hoy. En caso
contario, se agudizarán las tensiones, aumentará el descontento y
perderemos toda posibilidad de avanzar.
Al
margen de las encuestas,
por
Héctor Soto.
Digamos
las cosas como son: encuestas más, encuestas menos, el verdadero
problema de la izquierda no es que Alejandro Guillier triplique el
rating de Ricardo Lagos o que el ex Presidente no consiga remontar
pese a su trabajoso despliegue en terreno. Esto es anécdota. El
tema de fondo es que este Gobierno va a dejar al sector en un estado
deplorable, dividido, con una agenda pública desgastada, sin
liderazgos claros y con cero energía para proyectar la continuidad
de un programa de reformas cuyo balance es más bien desastroso.
Esa
es la realidad. Lagos ha estado tratando de posicionar su nombre en
un borde imposible. Por un lado, trata de asumir ante su partido, el
PPD, y ante el PS, su compromiso con las reformas, puesto que la
orgánica de ambas colectividades necesita saber que lo que hicieron
en los últimos tres años no fue un despropósito. Se entiende que
el ex mandatario tenga que izquierdizarse: necesita ser nominado por
esos partidos.
Pero,
en la misma medida que se identifica con la actual administración,
se desdibuja como candidato, pierde los atributos que lo diferencian
-de hecho, su liderazgo no tiene no tiene nada que ver con el de
Michelle Bachelet- y queda convertido en una dudosa opción de
continuidad. Dudosa porque -con su historia, con su carácter, con
su discurso de futuro- no convence a los que efectivamente están
por profundizar las reformas y tampoco moviliza a los sectores
moderados que saben que llegó la hora de corregirlas. Atrapado en
esa disyuntiva, hasta ahora el ex Presidente no ha podido encontrar
un camino de salida.
En
realidad, al día de hoy ninguno de los candidatos Presidenciales
que se perfilan en el horizonte político tiene la suerte comprada.
La cátedra dice que el escenario está muy líquido y en eso no
se equivoca. Como las encuestas, ahora más que nunca, le han
introducido un factor de vértigo, pero también de inestabilidad a
las decisiones que los partidos deberán adoptar, porque,
efectivamente, las percepciones ciudadanas se han vuelto
veleidosas en medio mundo, al punto de poner contra las cuerdas
a la propia industria de los sondeos de opinión, lo más
probable es que en los próximos meses asistamos a un mano a mano
entre la reserva de prudencia que exista en los partidos y el riesgo
de apostar a Guillier, un candidato desconfiable para muchos y
políticamente borroso, pero que tiene en la actualidad un evidente
perfil ganador.
El
Senador Guillier, con mucho menos despliegue y aparato, se ha
manejado con destreza en los últimos meses, desde que su nombre
comenzó a aparecer en los sondeos. Su gran secreto es arriesgar
poco, pasar de largo en las discusiones de política chica que les
encantan a los partidos y plantearse desde el mundo ciudadano
-expresión que si algo significa, la verdad es que sirve para un
barrido y un fregado-. Ahí, en esa suerte de vaguedad, radica la
fuerza de su postulación. Lo más probable es que si el Senador
comenzara a despejar dudas, a explicitar sus opciones de políticas
públicas, a recortar con qué tanto de la historia de este Gobierno
quiere quedarse y
qué preferiría tirar a la basura, su buena estrella podría
eclipsarse. Es lo que ocurre con los liderazgos más bien
emocionales que emergen de un día para otro.
Pueden
crecer con mucha rapidez, pero también pueden desfondarse en cosa
de semanas. Eso lo sabe el Senador y lo saben también las
dirigencias de la Nueva Mayoría. Hay que descartar, en todo caso,
una maniobra oscura detrás de las indefiniciones. Esta no es una
conspiración. Así son las lógicas de la política y cualquiera
que se hubiera encontrado con un capital electoral inesperado o
caído del cielo, como le ha ocurrido a Alejandro Guillier, no
habría actuado probablemente muy distinto.
En
pocos meses más, la izquierda tendrá que definirse y decidir con
quién dará la pelea. Lo que haga o deje de hacer la DC, de nuevo,
volverá a ser secundario.
En las definiciones de la alianza oficialista la DC pesa cada vez
menos.
Ninguna de sus opciones como partido de momento es muy brillante. O
se resigna a volver a ser comparsa o se aventura a un camino propio,
que por ahora tiene el riesgo de dejarla en un lugar humillante.
La
debilidad con que la izquierda entrará el próximo año a la
campaña Presidencial es, por la inversa, la gran fortaleza con que
hasta ahora se perfila la centroderecha. Es cierto que no está
dicha la última palabra y que la ventaja que tiene Sebastián
Piñera en las encuestas se ha estado acortando. Es natural que se
acorte. Nadie pone en duda que la próxima elección va a ser
reñida. Lo importante para él, o para quien sea el candidato del
sector, es que Chile Vamos sea capaz de mantener la unidad que ha
estado proyectando, sea capaz de capitalizar la decepción generada
por esa administración y -más importante que todo lo anterior- sea
también capaz de ofrecer un programa de Gobierno realista y de
convocatoria a los sectores medios que se sintieron traicionados por
esta administración.
El
lugar común por estos días es decir que cualquier cosa puede
pasar, que la política se ha gasificado y que, como más de la
mitad de los ciudadanos no está votando, cualquiera que logre
interpretar a esa mayoría ausente podría dar vuelta de campana el
tablero. Se ha especulado mucho a este respecto, porque
efectivamente da pie para imaginar hundimientos, rarezas y
liderazgos de última hora. Pero ese imaginario desbocado, por así
decirlo, que puede entretener a los que les gustan las emociones
fuertes, choca con dos factores que tienen cierta consistencia en
nuestro país. El primero lo aportan los estudios que indican que el
Chile que no va a votar no es tan distinto del que va.
El
segundo es que el país tiene un escenario político bastante
estable, donde todavía quedan partidos que representan algo y,
además, una ciudadanía finalmente más sensata de lo que muchos
creen.
Insultos
bárbaros y coprolalia política,
por
Gerardo Varela.
Parece
que después de la elección de Trump se ha puesto de moda el
insulto y la vulgaridad. Ha dejado de ser políticamente
correcto hacer uso adecuado del lenguaje. En lo que nos evoca los
peores períodos de nuestra convivencia democrática, como fue el
70-73, el respeto y buenas maneras parecen haberse perdido.
Una
cosa es la salida de micrófono del vicepresidente de Codelco,
cuando nos iluminó con su famosa frase "no hay un p... peso"
-que fue muy aclaratoria para todos los chilenos sobre el destino de
una empresa que, siguiendo los vientos Gobernantes, ha renunciado al
fin de lucro-, y otra cosa la sarta de garabatos que se mandó la
cada vez menos flamante Presidente de la CUT. Ella, que ha denostado
el lucro a diestra y siniestra, pierde toda compostura por un 0,8%
de reajuste. Se le olvidó que ella defendió la reforma tributaria
que subió a perpetuidad en un 30% los impuestos a las empresas,
porque había que hacer un esfuerzo por el país. Sin embargo,
cuando a los empleados públicos se les pide un esfuerzo de 0,8% por
un año, ella despliega una codicia impúdica y un lenguaje que
sonrojaría a la "Garra Blanca".
Olvidándose del fair play que enseña que la madre es sagrada, trató al Ministro de Hacienda de "hijo de p...". Su desprecio por la profesión más antigua del mundo no deriva, sin embargo, de un reproche moral (que no sería progre), sino económico. Esas profesionales no se sindicalizan; sus precios los fija el mercado; sus remuneraciones se asocian a su productividad y como empresarias, procuran extraer completo el excedente del consumidor.
Pero eso no es todo. Ella, además, mostró sus verdaderos sentimientos hacia la comunidad gay tratando al Ministro de "mar...ón de m...", olvidándose que hemos aprendido que la homosexualidad es una orientación sexual y no una debilidad de carácter. Sin embargo, echa por tierra años de educación y asimila esa condición a la de tacaño, miserable y traicionero.
La historia destaca a grandes políticos que dominaron el arte de insultar con ingenio y elegancia. Sir Winston Churchill describía a su archirrival socialista Clement Attlee como "un hombre modesto con buenas razones para serlo". Y con respecto a Sir Stafford Cripps, dijo: "Tiene todas las virtudes que desprecio y ninguno de los vicios que admiro". Golda Meir, por su parte, bajaba a tierra al héroe Moshe Dayan con un certero: "No seas tan modesto, si no eres tan fantástico".
La verdad sea dicha, al Ministro Valdés le faltó oficio para defenderse de las invectivas de la sindicalista. En la historia de los insultos políticos hay muchos fajadores que salían contraatacando frente a un improperio de mal gusto. Don José Victorino Lastarria, cuando un rival le imputa ser hijo bastardo, contestó: "Soy hijo del amor y no del deber como su señoría". Al León de Tarapacá le cuelgan que frente al grito desaforado de una dama diciendo: "¡Abajo Alessandri!", él la habría mirado con detención y le habría respondido: "Con usted arriba o abajo me da igual". El mismo sir Winston, un maestro del contragolpe, frente al insulto de Lady Astor, de que si fuera su esposa le serviría té envenenado, él le contesto: "Y si yo fuera su marido me lo tomaría". En nuestro Chile querido, un ministro apremiado majaderamente en el Congreso por la Senador María de la Cruz para que respondiera sobre un tema, le disparó: "No tengo por costumbre contestar a tontas y a locas".
Pero ahora que se inicia la campaña, y con ello la temporada de insultos, un nuevo integrante se ha sumado a esta galería. Está por verse si él honrará la tosca y vulgar coprolalia de la sindicalista o el sutil ingenio de Sir Winston. El Senador Guillier debutó mofándose del ex Presidente Lagos, tratándolo con ironía de Bernardo O'Higgins. Acto seguido insultó al Ministro del Interior preguntándole si tenía alzhéimer, ofendiendo a miles de personas que padecen esa enfermedad. Hasta el momento, el Senador está al debe en ingenio, ironía y sutileza. Le tengo fe, sin embargo, porque, la verdad sea dicha, sería el primer radical sin ingenio.
Caja
de Pandora,
por
Max Colodro.
El
mismo día en que se conocía la encuesta Adimark de noviembre, el
Ministro del Interior solicitó a los partidos de gobierno anticipar
la designación de sus candidatos Presidenciales. La autoridad
argumentó que la demora en dicho proceso contribuía al desorden en
el oficialismo, pero lo relevante en realidad fue lo que prefirió
no decir: existe una tensión creciente en sectores del Ejecutivo y
de la Nueva Mayoría, provocada por el sorprendente avance del
Senador Alejandro Guillier en las encuestas.
Cabe
recordar que el mismo Mario Fernández había anticipado hace un par
de semanas que -a su juicio- la contienda Presidencial sería en
definitiva entre los ex presidentes Lagos y Piñera. Hoy, en
cambio, las cosas parecen moverse velozmente en una dirección
distinta: un escenario donde el Parlamentario independiente está
logrando canalizar para sí mismo una cuota importante de la
desafección hacia el Gobierno y la política tradicional.
Sin
duda, adelantar los tiempos de los partidos resultaría del todo
inoficioso, ya que, a estas alturas, es muy difícil evitar la
realización de primarias legales recién el 2 de julio del próximo
año. En efecto, nada podrá impedir que en los siete meses que
restan el posicionamiento de los candidatos genere una tensión
importante al interior del Ejecutivo y de la Nueva Mayoría.
Durante
enero el PPD debería proclamar a Ricardo Lagos, lo que de
concretarse hará muy improbable que el ex Mandatario opte por el
riesgo de competir, además, en la primaria interna del PS. Eso
puede despejar el camino para que José Miguel Insulza se quede con
la nominación de su partido, pero inevitablemente obligará a
competir entre sí a dos candidatos que representan más o menos lo
mismo. En paralelo, los radicales ungirán al Senador Guillier y la
DC quedará en el peor de los mundos: forzada a designar un
candidato propio que hoy no existe para competir en la primaria de
julio, arriesgarse a ir sola a la primera vuelta o escoger entre
Guillier, Lagos e Insulza.
En
síntesis, el impresionante crecimiento de Alejandro Guillier en las
encuestas terminó de complicarlo todo, ya que de mantenerse la
tendencia actual, a los partidos se les hará cada vez más cuesta
arriba optar por otro candidato. La
única alternativa es que el Senador independiente a la larga
decaiga o que alguno de los otros competidores puede tener un
repunte enorme, que hoy no se ve por dónde.
Así las cosas, si en los próximos meses no hay un evidente cambio
de escenario, apostar a que el peso de las máquinas partidarias
logre imponer en la primaria de julio a un candidato con escaso
respaldo en la opinión pública, puede terminar siendo simplemente
suicida.
Es
cierto: el Senador Guillier no ha tenido hasta ahora la necesidad de
mostrar equipos ni programa. Y lo singular es que las encuestas
dicen que no los necesita o, más delicado aún, quizás ese factor
sea una de las razones de su éxito. Tal como ocurrió con Michelle
Bachelet, hoy un sector del electorado está optando otra vez por la
empatía y la conexión emocional, por la distancia con los
liderazgos tradicionales y por el rechazo a la elite. Los partidos
se ven forzados a subirse al carro de una victoria eventualmente
posible, pero donde de nuevo serán ‘vagones de cola’ o deberán
apostar por candidatos de otro tiempo que pueden terminar siendo,
paradójicamente, testimoniales.
En
la elección pasada los partidos de la Nueva Mayoría optaron por
entregarse sin reservas en los brazos de una candidata popular,
asumiendo un diagnóstico completamente errado de la realidad. Con
la pretensión de volver al poder a cualquier precio, ni leyeron el
programa de Gobierno y estuvieron dispuestos a apoyar después
proyectos carentes de rigor y densidad técnica. Abrieron así una
‘caja de Pandora’ para la que ahora, carentes de toda confianza
pública, no tienen la fuerza ni la legitimidad para intentar
cerrar.
CEPAL
celebra al dictador,
por
Roberto Ampuero.
Puedo
entender que las Diputados Karol Cariola y Camila Vallejo manifiesten
su congoja por el deceso de Fidel Castro y su admiración por él y
la dictadura, pues se trata de militantes comunistas. Puedo entender
también el elogio de Castro por parte de la Presidente Bachelet,
porque su corazón está atado al socialismo real, pero me cuesta
comprender la apología del "máximo líder" de Alicia
Bárcena, directora ejecutiva de CEPAL, por cuanto ella dirige una de
las 5 comisiones regionales de la ONU, a la que uno supone
identificada con derechos humanos, progreso, libertad y democracia.
Quiero imaginar que esta apología cepaliana causó escozor e irritación en algunos sectores de Naciones Unidas. Una cosa es expresar luto oficial entre países u organizaciones por el fallecimiento de figuras políticas, pero otra muy diferente es que una institución financiada con fondos internacionales celebre a un dictador sin mostrar el más mínimo respeto, pudor o sensibilidad hacia sus millones de víctimas.
Y no hablo solo del drama de Cuba, que ha pasado más de la mitad de su vida independiente bajo los Castro. Chile -CEPAL tiene sede en Santiago- también exhibe un historial de violencia, dolor y muertes debido al castrismo. Como sabemos, el dictador instigó y financió la vía armada en Chile desde la década del 60, cuando éramos una democracia ejemplar, y entre 1971 y 73 hostigó la vía pacífica del Gobierno de Salvador Allende a través de las acciones de la ultraizquierda. El dictador caribeño contribuyó así también al surgimiento de un dictador en nuestra patria. Es lamentable que una representante de mi querido México muestre esta falta de sensibilidad hacia cubanos, chilenos y latinoamericanos.
La laudatio de Bárcena es deplorable e impresentable: define al dictador como "uno de los gigantes de nuestra historia compartida". Afirma que América Latina "lleva impreso en sus rasgos la huella de su presencia, el timbre de su voz, los colores de los sueños que animó". Y añade que el siglo XX del continente no se comprende "sin ubicar a Fidel como protagonista de primer orden". Como si no bastara, sostiene que ante la América Latina actual "la figura de Fidel se constituyó, en palabra y acción, en una demostración tangible de que otro camino era posible".
El director para las Américas del Human Rights Watch (HRW), José Miguel Vivanco, dijo que esta desmesura en favor del totalitarismo constituye "un homenaje objetivamente inmerecido... un panfleto ideológico", "un escándalo". Y tiene razón: "Es una vergüenza" que Cepal "coloque en entredicho su credibilidad con un pronunciamiento que más bien parece haber sido redactado por (Nicolás) Maduro o por el propio Fidel Castro".
Pero más allá de las loas a Castro provenientes del PC, la Presidencia, CEPAL o la izquierda, lo que no debe olvidarse es el saldo humano hasta la fecha: al menos 5.700 ejecutados, cientos de miles de torturados, detenidos o presos políticos, un número indeterminado de balseros ahogados o devorados por tiburones mientras intentaban escapar de la miseria y tiranía, y la existencia de un exilio de 2,5 millones de personas. Hay más: el castrismo prohibió a los cubanos dejar el país, y hasta hoy necesitan una visa de entrada a su patria y autorización para mudarse a La Habana u otros puntos. Hay mucho más: Cuba lleva 58 años sin elecciones libres y sin un solo partido político, periódico, radio o canal de tv de oposición, y los isleños reciben un salario mensual promedio de US$ 20, es decir, 14.000 pesos chilenos.
Puedo entender que para el PC "las reflexiones de Fidel son luz y esperanza para Chile" porque entre los 17 y 23 años también fui comunista y porque su monolítica visión de mundo se basa en cinco convicciones esenciales: 1) la democracia liberal es una fachada, y el Partido Comunista debe utilizarla para avanzar hacia el socialismo, sea por la vía electoral o las armas; 2) las leyes de la historia, descubiertas por Carlos Marx, conducen inexorablemente al comunismo a escala mundial; 3) al partido comunista, "vanguardia del pueblo", le corresponde dirigir la construcción del socialismo; 4) no importan los medios ni los costos que exija la causa porque ella -como creían Marx, Lenin, Stalin y Castro (también Kim Il Sung, Honecker, Ceaucescu, etc.)- permite instaurar igualdad, justicia, paz, prosperidad, felicidad y la auténtica democracia, tras eliminar la propiedad privada y a la burguesía. ¿Quién puede oponerse a esta idea de establecer el paraíso sobre la Tierra? Solo vendepatrias, agentes de la CIA, ingratos y traidores.
Celebrar hoy a Fidel Castro no es solo celebrarlo a él. Implica también aprobar la sucesión al poder que estableció e identificarse con la visión que el "máximo líder" trazó para el futuro de la isla. Siguiendo las instrucciones de su hermano, Raúl ya comenzó a materializar ese sueño de eternidad megalomaníaca: no solo llamó a los cubanos a despedir los restos de su hermano sino a suscribir al mismo tiempo "el solemne juramento de lealtad al concepto de revolución de Fidel".
La dictadura debe ser eterna. Y para ello necesita aliados eternos.
Milagro
cubano,
por
Fernando Villegas.
En
un punto de la baranda que recorre el angosto jardín central de
avenida Los Leones alguien -un “espontáneo” dirían los
aficionados a la tauromaquia- instaló, el martes o miércoles
pasado, un letrero hecho a mano resaltando las bondades del régimen
cubano. Nos recordaba, entre otros ítems, que en Cuba no hay niños
botados en la calle y todos reciben educación. Probablemente al
muralista le faltó espacio para agregar el precio que dichos logros
les costaron a los cubanos, a saber, 57 años de gran pobreza,
sofocamiento ideológico, mazmorras para los disidentes (miles de
ellos sepultados en más de 200 cárceles), paredones (miles de
ejecutados), promoción de guerras subversivas en América Latina y
Africa (otros muchos miles de muertos) etc. Para cualquier
persona razonable eso sería suficiente no sólo para relativizar,
sino evaporar dicho beneficio, pero no es así para la feligresía
del culto a Cuba y a Fidel.
El
universo mental de los feligreses no abunda tanto en razón como en
fidelidad, credulidad, rabiosidad y obsesa y obsecuente pleitesía y
culto a la personalidad. Es, el suyo, el cosmos de los prodigios y
los milagros.
Milagro
es la palabra adecuada para el examen de tan pegajoso fenómeno.
Siendo un hecho extraordinario, en los credos teístas
paradójicamente el milagro suele ser cosa de todos los días, prueba
puntual pero no infrecuente de la existencia de una voluntad
todopoderosa capaz de torcer el curso normal de los acontecimientos;
en los credos ateos, al contrario, lo milagroso es lo duradero y
permanente de la voluntad de las masas deseosas de creer a pesar de
las derrotas, los desastres, las salvajadas y los fracasos.
La
creencia en milagros no es cuestión baladí; es el combustible que
echa a andar la maquinaria de ilusiones necesaria para todo
movimiento que pretenda tener éxito. Sin las demoledoras trompetas
de Jericó, ya sea que en verdad sonaran o no, ¿cómo hubieran
podido ganar sus guerras los israelitas? Sin maná cayendo del cielo
o no, ¿cómo hubieran alimentado su esperanza? Sin la creencia de
que reliquias de santos y mártires devolvían la vista a los ciegos,
echaban a andar a los paralíticos y resucitaban a los muertos, ¿cómo
hubiera podido sostenerse y prosperar la cristiandad? La religiosidad
del medioevo descansó en gran parte en el culto de reliquias capaces
de hacer milagros. Los interesados en examinarlo con detalle pueden
consultar Holy
Bones, Holy Dust
del historiador Charles Freeman.
¿Son
posibles los milagros? ¿Alguna vez realmente se han producido? Al
menos en la esfera política se producen todos los días; los
ignorantes se convierten en sabios, los mediocres en lumbreras, los
deshonestos lucen transparencia, los charlatanes devienen en
ideólogos y los renovados milagrosamente repiten fórmulas
decimonónicas. Por su parte, los electorados los vuelven a elegir
una y otra vez, posiblemente el milagro más grande de todos.
¿Quién
dijo que la era de los milagros terminó hace siglos? Nunca ha habido
más. Después de todo satisfacen una sentida aspiración de las
multitudes, más numerosas, visibles y empoderadas que nunca. Hoy
como ayer don Juan y doña Juanita necesitan la SALVACION. En el caso
de las religiones con Dios incluido, se trata de salvarse de los
pesares de esta vida; en el de los credos terrenales es salvarse de
los exitosos y/o afortunados de este mundo que nos han pasado por
encima. Para esto último la primera versión inventó el infierno y
la segunda, los campos de concentración.
Casilla
inicial
Nada
de raro entonces que hubiera nutridas romerías de dolientes
acudiendo a Cuba a rendirles homenaje a las cenizas de Fidel. Las
doctrinas de izquierda, herederas seculares del cristianismo, siempre
han manifestado una fuerte inclinación a la debida parafernalia de
mártires, ídolos, reliquias, cuerpos momificados y una ardiente
veneración de todo eso. De ahí la apoteosis del personaje al Alto
Cielo del panteón progresista. De ahí que en su hagiografía se
hable de “legado” aunque la revolución cubana se haya limitado a
ser una revolución en el sentido geométrico del término, la
trayectoria que conduce en círculo al punto de partida. Si
acaso la Cuba de Fulgencio Batista era un paraíso para mafiosos,
millonarios y celebridades deseosas de degustar los placeres de la
carne ofrecidos en casinos y prostíbulos, 57 años después gran
parte de su subsistencia -a duras penas- radica en haberse convertido
por largos años en mendigo dependiente de la URSS y hoy en un resort
turístico donde muchos van a buscar exactamente lo mismo que sus
abuelos buscaban el año 1959 y anteriores. Es el gran legado del
régimen fidelista, pero eso importa poco o nada a la feligresía.
Los estudiantes que dan saltitos proclamando ser hijos del Che y de
Fidel,
los sesentones y setentones del PC y otras sensibilidades que van en
procesión a Cuba y la dama o caballero que instaló ese cartel en
avenida Los Leones están más allá de esas minucias; dichas
carencias no les interesan más de lo que a los cristianos del
medioevo pudiera haberles interesado saber que había dos o tres
cabezas de San Juan Bautista en otras tantas capillas o sido testigos
-y clientes- de la venta de indulgencias. La creencia, la fe, la
necesidad de salvarse, de escapar de la pequeñez de la condición
humana y/o los sinsabores extras de una posición social subordinada
y perdedora pueden mucho más que esos frívolos detalles empíricos.
En
los 60..
La
transformación de Cuba en un Más Allá donde serían eliminadas las
iniquidades se inició en los años 60, cuando la isla se instaló en
el imaginario socialista como la Tierra Prometida donde habría de
nacer el “hombre nuevo” tal como en Belén nació, para
redimirnos, NSJC. Los que ya vivíamos en esos años recordamos muy
bien cómo se construyó ese mito y el paralelo culto a Fidel y al
Che, vigentes hasta el día de hoy tal como en Italia se sigue
adorando a Santa Cecilia o a San Genaro. Recordamos el pasmoso
espectáculo de los corrillos de emocionados estudiantes oyendo un
disco del discurso de Fidel para explicar el enésimo fracaso de la
zafra de ese año y recordamos la hipnótica y lujosa panfletería en
papel couché que evacuaba el régimen cubano a borbotones, como
también las glamorosas revistas literarias, el premio “Casa de las
Américas” codiciado por todo escritor progresista, en breve, la
onda literatosa y cantinflera que les daba una pátina de
intelectualidad a los barbudos.
Cuba
era el lugar donde el socialismo tendría “un rostro humano”.
Allí nacería el “hombre comunista”, ser completo
que no cae en la picantería de competir por las pegas, el éxito y
la notoriedad porque eso, naturalmente, está superado. Cuando todos
somos iguales, hacemos cola por igual la completa semana frente a la
panadería.
El
socialismo y/o comunismo y su empobrecido heredero del presente, el
“progresismo”, el cual no sabe bien en qué cree pero aun así lo
cree a pie juntillas, son sistemas de ideas que comparten por igual
la condición de aparatos ideológicos de carácter religioso.
Recuérdese el sentido original del término, nacido de la expresión
latina “religare”, la cual significa juntar, unir. Un sistema de
ideas puede cumplir esa función de “religare” con o sin una
divinidad; lo esencial es que haya axiomas y principios
inconmovibles, absolutos, dotados de su propia moralidad y su propio
estándar -doble estándar- de Verdad; así es como se crea la
comunidad de fieles y una tradición en la Fe que va de padres a
hijos; todos están ligados por y en la misma burbuja de emociones y
pensamientos, ideas y eslóganes.
Es
burbuja de tal solidez que perdura a pesar de los fracasos. De ahí
que Cuba inspire procesiones y carteles colgados en un jardín
público. Cuba nunca ha sido simplemente un lugar donde se inició un
experimento casi totalmente fallido, sino sigue siendo el equivalente
de lo que para los cristianos de los siglos I y II después de Cristo
fue la esperanza del segundo advenimiento. El milenarismo
escatológico, no la lógica, es lo que da durabilidad coriácea a
esas máquinas de milagros.
Pueblos
bien informados
difícilmente
son engañados.