Sin
duda alguna la noticia de la semana ha sido la muerte de Fidel
Castro
Ruz, algunos lo deifican ocultando su Gobierno totalitario,
liberticida,
el retraso y sufrimiento provocado a los isleños.
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Mundos
paralelos,
por Fernando Villegas.
Tal
vez no existan universos paralelos como lo proclaman algunos físicos
y metafísicos, pero es indudable la existencia a veces de Gobiernos
paralelos y en otras quizás fantasmales, como lo comprueba la
entrevista concedida durante un vuelo -uno en avión- por la
Presidente, durante el cual afirmó que su equipo político “es de
excelencia”. Dejaremos a la discreción de los historiadores,
tratadistas y astrólogos del futuro dirimir cuál es la dimensión
correcta, si la que habita la Presidente o aquella donde moran los
columnistas, comentaristas y políticos, estos últimos tanto de la
NM como de la oposición, quienes criticaron o se lamentaron, la
semana pasada, del cambio de Gabinete por no haberse celebrado una
“corrección” del rumbo sustituyendo el equipo político actual
por otra gente y además “de peso”.
Sin
embargo y si en verdad tenemos un caso de coexistencia de
dimensiones, entonces la pregunta pierde sentido y los reproches
carecen de asidero; no lo tienen, aunque no por la razón dada por el
Ministro del Interior, el venerable Padre Fernández, para quien la
ausencia de cambios demostró que no eran necesarios; lo son porque
esas críticas corresponden a un universo irrelevante para la
Presidente.
En
efecto, la esperanza y demanda de un “cambio de rumbo” tendría
sentido si ella viviera, como nosotros, en el pedestre cosmos en el
que interesan el PGB, el IPC, la inflación, colegios y servicios
Estatales que funcionen y algún decente grado de orden público, en
breve, si ella habitara el universo de los Gobiernos de
administración en los que importan esas cosas, pero, no siendo así,
pedirle eso es como solicitarle a una beata que abandone a Cristo y
se convierta al Islam debido a los curas pedófilos o a la sórdida
historia del Papado en los siglos previos a la Contrarreforma. La
señora Presidente cree devotamente en la validez absoluta de lo que
predica y nada la va a apartar de dicha convicción y, por tanto, de
la ruta que le parece conduce a la Tierra Prometida; en breve, sus
fines escapan a la fuerza de gravitación del juicio de gestión
normal y a los detalles de la convivencia política diaria y por eso
su criterio de “excelencia” difiere tanto del nuestro.
Dicho
sea de paso, ella no está sola en dicha fe. Los miembros de la
entera coalición de Gobierno pertenecen a la misma feligresía que
Su Excelencia. Lo que los aparta y los hace al menos reconocer que
las cosas “no se han hecho bien” -un notorio eufemismo- y se
requieren ciertos cambios es la siguiente cuestión vital,
trascendental: la señora Bachelet ya no tiene más camino que
recorrer y sus compañeros de ruta Sí. No hay cargo más alto al que
ella pueda aspirar ni tampoco le es posible repetirse el plato, pero
Sí, Sí los demás. Aunque desde su elevada posición doña Michelle
puede avizorar dicha Tierra Prometida, sus camaradas, en cambio,
moran en un árido y chato valle desde el cual nada se ve sino la
desmoralizadora perspectiva de tener que irse para la casa. De
ahí que se retuerzan en un singular enredo de contradicciones: piden
un cambio de rumbo, pero definido como un cambio de conductores para
seguir en el mismo rumbo que los deje en el mismo lugar. Lo esencial
es conservar sus cargos y privilegios, esta vez camuflados bajo un
nuevo relato épico.
Pero,
¿cuáles conductores? ¿Hay alguien “de peso”, esto es con
capital político por invertir en un rentable emprendimiento futuro
en el servicio público, que vaya a ponerlo en una empresa en
quiebra? ¿Quién desearía abordar el Titanic después de haber
embestido el iceberg?
Al
garete…
Lo
del Titanic viene a cuento porque el abismo que separa a Su
Excelencia de su coalición tiene a Chile suspendido entre dos
estados incompatibles, el flotar-y-navegar y el
estar-al-garete-haciendo-agua. En esa condición ya no cabe hablar de
estar el país siendo conducido por un mal o un mediocre Gobierno, de
uno que equivocó el rumbo o vacilante, de un Gobierno que sabe poco
o nada de gestión o de un Gobierno metedor de pata, de uno repleto
de medianías insubsanables y/o de combatientes parasitarios que
agobian al Estado; todos esos posibles juicios, que no se excluyen
sino a menudo complementan, pertenecen a una etapa previa que desde
la perspectiva del presente casi parece gloriosa, a saber, cuando
había un Gobierno que pudiera recibir esos calificativos.
Hoy
sencillamente NO LO HAY. Miremos de frente la espeluznante realidad:
NO HAY GOBIERNO DIGNO DE ESE NOMBRE. Como un barco que hace agua y se
está hundiendo, hace rato que la nave del Estado ha sido abandonada
por buena parte de su tripulación y lo está siendo con premura por
la que aun resta a bordo. Es más, la señora Bachelet, como el
Capitán del Costa Concordia, fue de los primeros en abandonarlo.
Lo ha abandonado política y psicologicamente porque nunca pudo
conectar su universo con el nuestro, sus ideas con las nuestras, sus
percepciones con las del país. No se ha librado de la perenne e
insoluble antinomia entre sueño y realidad que vive todo movimiento
progresista desde los albores de la historia. De eso son expresión
anecdótica sus viajes surtidos, los cuales son como otras tantas
escapatorias, sus “no saber”, sus ausencias, su fenomenal autismo
político respecto a ESTE universo. Otros tripulantes de la nave,
viendo venir la hora 25, se arrojan por la borda a las aguas de la
competencia electoral para ver modo de preservar, en alguna carrera
Parlamentaria, lo que quede de su credibilidad. El último en hacerlo
y con ya varios salvavidas previsionales de otras tantas pegas al
cuello es J.M. Insulza. Ya lo hizo la señora Rincón, quien viajó a
Alemania en busca de solidaridad contante y sonante. Otros vienen en
camino. Es como una nutrida romería de dolientes a la Virgen de Lo
Vásquez. ¿Cómo no? La
tripulación de la NM sabe que la nave naufraga y no queda sino
aferrarse a ese palo repleto de clavos ardientes que puede ser la
candidatura Guillier.
Un
ejemplo
De
que el Gobierno “no es de este mundo”, del ramplón universo
burgués no iluminado por una “épica”, lo señalan innumerables
hechos. Concentrémonos en el más importante; ¿hay o ha habido en
el mundo, en cualquier época, un régimen que guarde silencio y
completa pasividad cuando un grupo armado anuncia la constitución de
un Estado dentro del Estado, como virtualmente hizo la CAM hace un
par de semanas?
¿Existe o ha existido un Gobierno que ante ese cuadro insurreccional
se limite a anunciar querellas contra “quienes resulten
responsables”? Y cuando en el Congreso se convoca una urgente
comisión para abocarse a ese tema, ¿qué estamos viendo sino una
tácita, balbuceante y posiblemente inconsciente tentativa de paliar
el vacío dejado por un Gobierno que ya no existe?
Repitamos:
NO HAY GOBIERNO. No, al menos, como lo entienden los ciudadanos que
aún no han visto la luz según nos informó e insistió la señora
Narváez, la nueva vocera, aludiendo, como su antecesor, a la
insuficiente “comunicación”. ¡Si seremos brutos los chilenos
que todavía no nos pegamos la palmada! Tal vez, entonces, estamos
confundidos y no se trate de un barco que se hunde, sino de uno
difícil de ver, de un Caleuche político que solo a veces se divisa
en medio de las brumas y nosotros, simples y miopes ciudadanos, no
podemos fijar ni su posición ni su rumbo.
Debiéramos en subsidio y mientras tanto aceptar lo que
se nos dice, que la fantasmal embarcación navega hacia un océano
más justo, equitativo y acogedor.
Ya
no vale la pena…
O
tal vez ya no valga la pena nada de eso, ni hacer esfuerzos para ver
espectros ni tampoco para hacerle reproches al Gobierno, ni para
pedirle cambios de rumbo ni que instaure mesas de diálogo o
reconsidere sus iniciativas, en fin, que deje de ser lo que es y sea
lo que NO es. El
“H.M.S Michelle Bachelet” flota y surca en mares ideológicos
situados en una dimensión donde ni siquiera llega el eco de esas
demandas. Quizás en nuestra dimensión dicha nave sea lo que en
jerga marinera se llama un “pecio”, pero, una vez más, no hay
espacio común para determinarlo. Navegamos o flotamos o naufragamos
en océanos paralelos.
El
osito rosado,
por
Joaquín García-Huidobro.
"El
Partido Comunista no se equivoca", me decían de niño. Hasta
sus más enconados enemigos veían al comunismo como una maquinaria
perfecta, que avanzaba inexorable conquistando un país tras otro.
Quién habría imaginado entonces que hasta un militante del modesto
Partido Humanista iba a conseguir derrotarlos en la elección del
Colegio de Profesores. Y lo hizo, en parte, con un discurso que
parecía copiado de un folleto gremialista de los tiempos de Jaime
Guzmán, porque Mario Aguilar y los suyos reivindican la autonomía
del Colegio y su independencia respecto de los partidos políticos.
De ahora en adelante, los profesores saldrán a la calle y harán huelgas cuando se les antoje, y no cuando el Sr. Teillier lo ordene.
Al PC le ha llovido sobre mojado, porque su estrella Bárbara Figueroa lleva unos meses sin acertar una: su honorabilidad no quedó muy bien parada en la última elección de la CUT; su imagen pública se resintió con sus insultos al Ministro Valdés, y ahora integraba la mesa del derrotado Jaime Gajardo, es decir, ha perdido en su propia casa. Pero lo mejor de todo fue el análisis que hizo Bárbara de la situación: la culpa la tiene el "fuerte anticomunismo" que existe en el país. Aguilar les estaría haciendo el juego a los sectores que no quieren que haya cambios en Chile, y por eso alentaría esas bajas pasiones anticomunistas. ¡Ya se nos había olvidado ese vocabulario!
De pronto, los fantasmas de Gabriel González Videla, Marcos Chamudes y el macarthismo han aparecido para promover una siniestra conspiración contra nuestro pobre PC.
¿Qué debería hacer el Partido Comunista para enfrentar esta campaña orquestada en contra suya, que hace cada vez más incómoda su presencia en la Nueva Mayoría, donde ya nadie reconoce los costos que ha debido pagar con su entrada en La Moneda? En efecto, aquí y allá el PC es criticado por el hecho de aparecer como un partido burgués, que ha terminado por venderse al sistema. Su imagen se ha venido abajo por su lealtad inconmovible para con el proyecto de la Nueva Mayoría, y los ingratos de la DC y los partidos de izquierda insisten en arrinconarlos.
No seré yo quien le dé consejos al PC, pero una cosa parece clara: los comunistas podrán rezongar todo lo que quieran y dar toda suerte de explicaciones para el mal momento que están pasando, pero no creo que se vayan a retirar voluntariamente de la Nueva Mayoría. Sin ella, la tienda de Teillier no tendría todos los asientos que hoy posee en la Cámara de Diputados ni podría soñar, como lo está haciendo, con una Senaduría.
Además, ha conseguido unas prebendas suculentas, como la de Marcos Barraza en el Ministerio de Desarrollo Social. Ellas le permiten al PC administrar más de mil millones de dólares anuales y dirigir a más de 3.000 funcionarios públicos. Ningún político renuncia a un poder semejante, y mucho menos un comunista. El PC ha probado el poder y se ha vuelto adicto al mismo.
Pero las adicciones tienen costos. Aunque en estos años hayamos visto que el PC determina el ritmo al que se mueve La Moneda, la verdad es que dicha agrupación es la más vulnerable entre los partidos de la coalición, porque si la echan de la Nueva Mayoría le habrán dado un golpe muy serio (cosa que no ocurre con su rival, la Democracia Cristiana, que puede sacar ventajas dentro y fuera de la NM).
Lo suyo es puro bluf. Su gran carta de presentación consistía en que podía controlar los movimientos sociales, pero hoy constatamos que no es así: su relevancia en las organizaciones estudiantiles es bastante escasa, y ahora ha perdido el poderoso gremio de los profesores. Sigue siendo capaz de causar molestias, pero en ningún caso puede impedirlas si son otros los que agitan la marea.
Es posible que, en esas condiciones, todavía sea rentable para la Nueva Mayoría mantener al Partido Comunista en sus filas, y proyectarse con él para la próxima elección Parlamentaria y Presidencial. Pero ya no tendrán consigo al oso temible que muestra sus dientes y garras a sus adversarios, sino apenas un osito de peluche rosado que permite a la minoría que nos Gobierna tener asegurada la patente de progresista. Además, por mucho que los ositos parezcan más simpáticos que los osos, quienes hayan visto "Toy Story 3" sabrán que un osito rosado despechado puede ser muy peligroso.
Pensiones
secuestradas,
por
Sebastián Edwards.
Las
pensiones continúan siendo un tema explosivo. Todos los
pre-pre-candidatos Presidenciales -incluso aquellos de mentirita- han
planteado su posición al respecto.
Desafortunadamente,
el debate ha sido pobre y destemplado; repleto de aseveraciones
falsas, incompletas y apresuradas.
Esto
es grave y debe cambiar. Es necesario que en los próximos meses la
calidad de la conversación mejore y que el problema sea tratado con
seriedad. A toda costa debemos evitar un nuevo Transantiago.
No
cabe duda de que para un enorme porcentaje de personas -especialmente
mujeres- las pensiones son extremadamente bajas. La pregunta es qué
hacer para que estas pensiones mejoren, cómo financiar los aumentos
sin introducir grandes distorsiones en la economía. La reforma no
debe generar un desequilibrio Fiscal, ni contribuir al desempleo y a
una caída de salarios. Esos dos requisitos nunca deben olvidarse.
Un
primer paso en una discusión seria es describir adecuadamente el
sistema existente y compararlo con el de otros países.
Mis
pobres pensiones globales
Durante
los últimos meses he recibido una serie de cartas relacionadas con
mi jubilación. La más importante es de la Seguridad Social de los
EE.UU., el sistema de reparto manejado por el Gobierno. Me informan
que en tres años podría jubilarme con beneficios plenos. Después
de contribuir durante 40 años, mi pensión será de 2.671 dólares
por mes. Mi salario imponible es de 10 mil dólares, por lo que mi
tasa de reemplazo será casi 27%. Si bien en dólares la pensión
puede parecer adecuada, en términos relativos al salario es muy
baja. Mi pensión californiana es menos de la mitad de lo que hubiera
sido en Chile bajo el sistema actual; en Chile, mi tasa de reemplazo
sería superior al 70%. En ambos países las tasas de contribución
son similares.
También
he recibido cartas desde Alemania, Suecia y Argentina, países en los
que trabajé por períodos cortos y en cuyos sistemas contribuí a
través de los años. En Suecia me informan que si no me mudo a ese
país, mis contribuciones se perderán. Solo reciben una jubilación
-por más mínima que sea- quienes han residido en el país durante
tres años. Los alemanes me explican que como no contribuí durante
cinco años, no tengo derecho a pensión alguna. El Estado se quedará
con mis contribuciones. En Argentina -donde dicté clases durante
tres años- me informan que el mínimo de contribuciones es de 30
años para optar a una jubilación.
Mis
contribuciones han sido “secuestradas”. Pero, desde luego, no soy
el único. Millones de personas que han contribuido durante años en
estas naciones no reciben ni un solo peso.
Sus contribuciones son tragadas por un hoyo negro, entran en un
socavón sin fin. Esto también pasa en Austria, Italia, Corea del
Sur, la República Checa, Estados Unidos y muchos otros países donde
se requiere un mínimo de años de contribuciones para recibir una
pensión.
Esto
no sucede en Chile. Mi administradora me informa que dentro de dos
años mi jubilación chilensis será de aproximadamente 65 mil pesos
mensuales. Cuando se lo conté a un colega quedó pasmado. “Pero
cómo -dijo-, si tú casi no has vivido en Chile”. Le expliqué que
en el sistema chileno los ahorros le pertenecen al individuo, y que
basta que se contribuya por un mes para eventualmente recibir algo.
Luego le dije que, sumando una cosa con otra, yo había trabajado
cerca de 30 meses en Chile durante los años 70. Casi siempre a
tiempo parcial en distintas universidades. Mi colega -un economista
de fuste, permanente candidato al Nobel- quedó impresionado y se
alejó mascullando por lo bajo.
Esta
característica del sistema chileno actual -las contribuciones son
mías y no me las pueden quitar- es, desde luego, positiva.
Contrasta fuertemente con el sistema de reparto antiguo, donde los
afiliados al Seguro Social debían contribuir por un mínimo de 800
semanas (poco más de 15 años) para optar a una pensión. Si
usted contribuía por solo 780 semanas, el Estado secuestraba sus
contribuciones y usted se fregaba.
Pero
junto con ser una característica positiva, este atributo le juega en
contra a Chile desde un punto de vista estadístico. Cuando se
calculan las pensiones promedio, mis 65 mil pesos entran como una
pensión más y tiran el promedio para abajo.
Lo mismo sucede con los 12 mil pesos que recibe una prima que vive en
Miami y que trabajó tan solo un año.
Ni
mi prima ni yo estamos en el 60% más pobre, por lo que no
calificamos para el Pilar Solidario. Personas bajo esta línea de
pobreza reciben su pensión autofinanciada, más el suplemento
solidario.
No
estoy seguro sobre cuál sea la mejor manera de enfrentar este
problema, pero una posibilidad es que a quienes han hecho muy pocas
contribuciones (menos de 10 años, por ejemplo) se les devuelva su
fondo acumulado (con sus intereses, desde luego) en un solo pago, al
cumplir 65 años. Si están en el tramo más pobre, recibirían,
además de este pago por una vez, su pensión solidaria todos los
meses.
Secuestro
a la chilena
Durante
los últimos meses, las pensiones en Chile han sido víctima de otro
tipo de secuestro. Un grupo de dirigentes populistas y vociferantes
se ha aprovechado del genuino descontento de la gente para hacer
propuestas demagógicas, estridentes e intelectualmente deshonestas:
han secuestrado la discusión y el debate.
Digamos
las cosas con claridad: en Chile el sistema de reparto no es viable
por razones demográficas y Fiscales.
La
verdad es esta: si hoy día tuviéramos un sistema de “reparto
puro”, en el que las pensiones de todos los jubilados se financian
con las contribuciones de todos los trabajadores que cotizan, las
pensiones promedio serían un poco más bajas que las actuales.
Las matemáticas son simples y no mienten. Hay 5,16 millones de
cotizantes, con un salario promedio de 708 mil pesos mensuales. Esto
significa que con la tasa de contribución del 10%, se recaudan 365
mil millones de pesos por mes, o aproximadamente 6.700 millones de
dólares al año. Esos son los ingresos.
En
Chile hay 1,8 millones de pensionados. De estos, 1,15 millones son
del sistema de ahorro individual, y 661 mil del sistema antiguo o
IPS. Si se usara todo el dinero recaudado (365 mil millones por mes)
para pagar pensiones a todos los jubilados, la pensión promedio
sería de 202 mil pesos mensuales.
¿Cómo
se compara esta cifra de un sistema de “reparto puro” (en
régimen) con las pensiones promedio actuales? Pues, el reparto
genera pensiones algo más bajas: la pensión promedio del sistema de
ahorro fue este mes de 209 mil pesos; el promedio del sistema antiguo
fue de 204 mil pesos.
A
usted le dirán que estos cálculos son falsos, mezquinos y
tendenciosos. Los dirigentes populistas le asegurarán que ellos
aumentarán las pensiones a casi el doble sin tocar las
contribuciones ni afectar la economía real. No les crea ni por un
segundo.
Lo
que pasa es esto: los vociferantes quieren comerse el fondo
acumulado, los 178 mil millones de dólares de ahorro, detrás de los
cuales hay capital productivo que crea empleos, genera exportaciones
y producción. Y, desde luego, si nos comemos las fábricas, los
bosques, las minas, las carreteras, los árboles, los estadios, las
computadoras, los museos, los futbolistas, el pasto y todo lo demás,
durante un tiempo podemos tener jubilaciones más altas. Pero esta
bonanza temporal terminaría en una enorme penuria una vez que nos
hayamos comido todos los recursos. Lo que los populistas estridentes
ofrecen no es un sistema de reparto puro, en el que toda la
recaudación se usa para financiar a todos los jubilados, lo que
ofrecen es reparto+desahorro. Y eso es una irresponsabilidad.
Peor
aún, los populistas no dicen que las tendencias demográficas le
juegan en contra al sistema de reparto. Los demógrafos estiman que
dentro de una generación el número de trabajadores activos en
relación a los jubilados bajará de aproximadamente cinco a 2,5.
Hace
unos meses la Presidente llamó a un gran dialogo nacional sobre la
reforma de pensiones, un diálogo serio y responsable. Tengámoslo.
El primer paso es hablar con la verdad.
Resistir
tentaciones,
por
Sergio Urzua.
Imagine
el siguiente experimento. Lo dejan solo en una habitación. En el
medio de esta se encuentra una mesa y sobre ella se posa un exquisito
chocolate. Las instrucciones son sencillas: Si Ud. soporta quince
minutos sin comerse el bombón, recibirá un segundo dulce. ¿Aguanta
la tentación o se come el chocolate?
Resistir tal instigación no es tarea fácil para el ser humano. En la práctica, el ejercicio genera tensiones entre dos zonas del cerebro. Una parte, dominada por una estructura llamada la amígdala, le dice: "No esperes, ¡cómetelo ya!". Es la parte instintiva, más emocional, aquella que por miles de años nos permitió sobrevivir como especie bajo condiciones primitivas. Por el contrario, otra parte, la corteza prefrontal, genera estímulos que contradicen la reacción instintiva y le susurra: "Dos es mejor que uno, mejor esperar". Es la parte racional, la función ejecutiva, clave para aplazar la gratificación instantánea. Entonces, frente al chocolate, ¿quién manda, su parte emocional o racional?
La pregunta puede parecer irrelevante, pero no se engañe. En los 60, un equipo liderado por el psicólogo y académico Walter Mischel comenzó a realizar el experimento antes descrito, pero en niños de 4 y 5 años. Como era de esperar, en muchos dominaron los instintos: se devoraron el chocolate. Sin embargo, lo fascinante vino después. Durante los siguientes cuarenta años, los menores fueron entrevistados múltiples veces por los investigadores. Para sorpresa de todos, en promedio, quienes evitaron comer el chocolate de chicos no solo mostraron mayores niveles de educación y mejores empleos de grandes, sino también menor sobrepeso, menor consumo de drogas, mejores habilidades sociales, entre otras muchas cosas. Notable poder de la racionalidad, del control de los impulsos.
Las implicancias sociales y económicas del resultado son mayúsculas. Sugiere, por ejemplo, lo vital de inculcar tempranamente -tanto en la casa como en el colegio- el valor del esfuerzo, el autocontrol y el difícil aplazamiento de la gratificación inmediata. Ilustra además lo difícil que es para cualquier sociedad avanzar hacia el desarrollo sin promover la confianza, la constancia y el planeamiento futuro entre sus miembros. Y, por cierto, explica la natural inclinación de los políticos por "vender" soluciones que gratifican hoy, pero que no aportan e incluso dañan mañana. El Chile reciente ofrece dos buenos ejemplos: reparto en pensiones y gratuidad en educación superior.
Pero vamos más lejos: ¿Por qué Chile tuvo éxito en su camino al desarrollo? Porque en su infantil democracia evitó comerse varias veces el chocolate. ¿Lo ve así el chileno promedio? Creo que sí, y si no lo hacía, aprendió con los errores e improvisaciones de una administración afectada de un problema de salud evidente: una amígdala de tamaño monumental. Por eso, me declaro optimista. A pesar de las tentaciones, vengan de derecha o de izquierda, la mayoría de los chilenos no pisará "el palito" en más experimentos.
Enjambre
Presidencial,
por
Max Colodro.
La
irrupción de José Miguel Insulza en la contienda Presidencial tiene
una sola explicación: la indesmentible debilidad que ostenta la
candidatura del ex Presidente Lagos.
En rigor, a más de tres meses de haber anunciado su decisión de
competir, el ex mandatario no ha logrado moverse de un respaldo en
torno al 5%, lo que tiene incluso a su principal base de apoyo -el
PPD- sin condiciones ni acuerdo interno para proclamarlo.
Así
las cosas, el ex Ministro Insulza entendió que dicha ‘debilidad’
le abría una opción inesperada, en la medida en que su candidatura
obligaría a una primaria interna en el PS, colectividad donde las
resistencias a Ricardo Lagos se han mostrado fuertes y transversales.
En este escenario, esa eventual primaria socialista pasa a ser un
complicado dilema político, una instancia que incluso pone hoy al
PPD ante la disyuntiva de anticipar el apoyo a un candidato, que
puede luego terminar perdiendo la elección interna de otro partido.
En
los hechos, esa es la razón por la cual el PPD se ha apurado en
plantear la necesidad de una primaria conjunta entre ambas
colectividades, circunstancia que mejoraría las posibilidades de
Lagos frente a Insulza, y evitaría que el PPD quede prisionero de lo
que ocurra en la primaria de su partido aliado.
El problema es que se ve muy improbable que el PS acepte una primaria
conjunta, dado que hoy tiene una privilegiada autonomía para optar
por Lagos o Insulza, sin depender de otro factor que no sea su propia
correlación interna.
José
Miguel Insulza supo ‘leer’ correctamente el asunto de fondo: el
ex Presidente Lagos inició su despliegue Presidencial buscando el
apoyo de sus partidos, pero no ha logrado conseguirlo debido, entre
otras cosas, a su escaso respaldo en las encuestas.
Y es ahí donde entra a jugar un papel relevante la candidatura del
Senador Alejandro Guillier: su crecimiento a nivel de opinión
pública paralizó a los partidos y abrió una opción para que el
espacio que debía ocupar Ricardo Lagos pueda ser llenado por otro
candidato, que pueda competirle al Senador independiente en mejores
condiciones. Dado que la DC no tiene una candidatura viable, si
Insulza logra ganar la interna PS tiene no pocas posibilidades de
llegar a la primaria de la Nueva Mayoría, como referente aglutinador
de los diversos sectores que se resisten a respaldar la opción de
Guillier.
A
Ricardo Lagos la carrera Presidencial se le ha puesto cada vez más
cuesta arriba. En la fase inicial apostó por una ‘microcirugía’
para obtener el apoyo de sus partidos y no lo consiguió; ahora tiene
por delante una primaria socialista y cometió el error de criticar a
Michelle Bachelet, lo que con seguridad ahondará su distancia con la
militancia del PS, precisamente, aquella que deberán resolver entre
él e Insulza. En tanto, el PPD quedó en una incómoda posición,
sometido al riesgo de proclamar ahora al ex Mandatario, para verlo
después eventualmente derrotado en una interna socialista.
En
síntesis, que a tres meses de anunciar su candidatura Ricardo Lagos
todavía no tenga el respaldo de sus partidos es la mejor evidencia
de las debilidades estructurales que su candidatura encontró en el
camino. El avance de Alejandro Guillier en las encuestas sólo vino a
confirmar ese escenario, haciendo aún más visible el nicho que
Lagos no ha podido llenar. Y esa es la razón por la cual José
Miguel Insulza decidió salir a probar fortuna.
Ideología
ciega frente a hechos positivos,
por
José Joaquín Brunner.
Durante
los últimos días, dos fuentes de reconocida independencia -una
internacional, la otra local- ofrecen datos que confirman el
dinamismo de la educación superior chilena y su favorable
comparación dentro de América Latina y en el mundo.
La revista inglesa Times Higher Education, en conjunto con un prestigioso centro de educación global del University College de Londres, concluyen que hay un grupo de naciones cuyos sistemas nacionales de educación superior poseen un interesante desarrollo y potencial. Se trata de los países que forman el grupo que allí se denomina TACTICS: Tailandia, Argentina, Chile, Turquía, Irán, Colombia y Serbia. Todos muestran un fuerte crecimiento de sus tasas de participación en este nivel de la educación y significativos avances en el número e impacto de sus publicaciones científicas y técnicas.
Chile destaca especialmente dentro de este grupo. A su turno, el informe subraya la superioridad relativa de este grupo respecto de los países BRICS -Brasil, Rusia, India, China y África del Sur-, en este ámbito crucial para el futuro de las naciones.
No debe extrañar que un estudio independiente externo valore positivamente el desempeño del sistema chileno. Anualmente, el ranking internacional de Universitas 21, un consorcio integrado por igual número de prestigiosas universidades de investigación del mundo, ubica a Chile en una posición expectante. En 2016 aparece justo debajo de Hungría y Polonia y a la cabeza de los cuatro países latinoamericanos evaluados; esto es, delante de Brasil, Argentina y México, además de una serie de otros países, como Grecia, Serbia, Rumania, Tailandia, Turquía, Croacia e Irán.
Este ranking incluye variables de recursos, medio ambiente regulatorio, resultados de la docencia e investigación, y de vinculación con el medio local e internacional.
A su turno, el jueves pasado se publicó el Ranking de Calidad de las Universidades Chilenas 2016, elaborado por el Grupo de Estudios Avanzados Universitas y "El Mercurio". Este estudio compara la trayectoria de nuestro sistema durante el último lustro. Confirma su dinamismo, un gradual mejoramiento de su calidad y un número cada vez mayor de universidades preocupadas por la investigación académica, la enseñanza de posgrado y la acreditación institucional y de carreras.
Más allá de las limitaciones que poseen estos tipos de rankings, resulta sorprendente observar qué tan positivos análisis de nuestro sistema no forman parte del diagnóstico del Gobierno y se hallan ausentes del debate sobre la reforma universitaria. ¿Se debe esto a que el dinamismo registrado por estos estudios y las alentadoras comparaciones serían muy recientes y, por ende, no se conocen suficientemente?
¡Para nada! Reportes similares vienen apareciendo desde hace un buen tiempo. Y pueden corroborarse con una amplia batería de datos provenientes del Sistema de Información de la Educación Superior (SIES), las estadísticas de Índices -ambas fuentes nacionales oficiales- y de organismos internacionales, como la OCDE y la Unesco.
Más bien, la ceguera frente a este tipo de información y análisis procede de una resistencia ideológica, en el sentido de una falsa conciencia, de prejuicios infundados y de una preferencia por diagnósticos negativos que justifiquen medidas ya adoptadas o por adoptar.
Exactamente así ha procedido la autoridad educacional y sus técnicos asesores. Los documentos Ministeriales y propuestas legales -proyectos de Ley y glosas- carecen de una justificación racional, no se basan en la evidencia disponible y no consideran los análisis locales e internacionales que contradicen dicha ideología.
Los resultados de haber aplicado este sesgado enfoque son conocidos. El sistema está confundido y comienza a perder dinamismo, según muestra el ranking local citado anteriormente, cuyos indicadores más recientes retroceden o se estancan tras cuatro años de progresiva alza. A su turno, esto podría explicar por qué en 2016 Chile desciende dos lugares en la tabla de posiciones del ranking internacional Universitas 21, aunque mantiene el liderazgo regional.
Además de frenado y perplejo, nuestro sistema se halla dividido en torno a los intereses corporativos de los diferentes grupos de instituciones; la colaboración para la Gobernanza del sistema ha retrocedido y este arriesga perder el rumbo.
En efecto, los complejos desafíos surgidos como producto del crecimiento y el mejoramiento del sistema se encuentran desatendidos. El modelo de enseñanza, rígido y costoso, no se ha renovado. La política y administración de las ciencias se desordenó y da señales de una aguda fatiga burocrática. El régimen de acreditación necesita ponerse al día. La enseñanza técnica debe vincularse con los sectores productivos. El esquema de financiamiento ha perdido coherencia con efectos desestabilizadores. La gratuidad implementada adolece de problemas de diseño y financiamiento. La gestión Ministerial parece estar completamente desbordada. El proyecto de educación superior -pieza vital de la reforma- se ha convertido en una tragicomedia de improvisaciones.
Llega, pues, la hora de reponer un diagnóstico realista y de trabajar en un proyecto serio de reforma.
Será necesario rectificar la política de la actual administración que tensiona al sistema y daña su dinamismo y potencial de desarrollo. Y reemplazarla por una estrategia sustentable de mediano plazo, que haga frente a los nuevos desafíos.
Fidel,
la biología y la calle,
por
Roberto Ampuero.
¿Debo
alegrarme por la muerte del dictador al cual admiré en la
adolescencia y con el cual rompí en términos ideológicos, con 23
años de edad, después de conocer en profundidad el régimen
económico y político que impuso a los alegres y sensuales
habitantes de la mayor de las Antillas? En
verdad, es contrario a la visión liberal y humanista que tengo de la
vida alegrarme por la muerte de una persona. Da lo mismo si ha sido
dictador. No me alegré con la muerte del General Augusto Pinochet y
tampoco me alegro por la muerte del Comandante Fidel Castro. No, ni
la muerte de dictadores me alegra. Es más, tanto rechazo me causaron
quienes se burlaron del cadáver del militar chileno como quienes se
burlan hoy del cadáver del cubano. La vida y los sueños de
justicia, libertad y de un país mejor y una América Latina mejor no
pasan por el odio ni el resentimiento. Ni el odio ni el resentimiento
lavan las heridas.
Con la desaparición física de Fidel Castro, fundador de la dictadura personal más prolongada del mundo, no desaparece la dictadura burocrático-militar cubana. Su hermano la continúa. Pero sí emergió ahora, como un sable de buen acero, y eso me alegra, un rayo de esperanza para los cubanos de la isla y del exilio. Fidel ya no será un freno para las supuestas aspiraciones reformistas de Raúl ni tampoco podrá otorgarle el peso de su autoridad moral comunista para fortalecerlo ante los demás generales que conforman la élite económica, política y militar de Cuba.
Tampoco estará ya Fidel para sugerirle cómo negociar con Estados Unidos, con un Estados Unidos que ahora encabeza Donald Trump, quien tiene mucho que agradecer al exilio cubano por su triunfo sobre Hillary Clinton en Florida, y será más exigente que Barack Obama ante La Habana. Y tampoco estará ya Fidel para asesorar al hermano respecto del trato que ha de brindar al pueblo cubano, un pueblo libre hoy del principal símbolo que le infundía terror, extenuado tras décadas de penurias económicas y aventuras militares, pueblo al cual se le acaba ya la paciencia. Para cualquier pueblo, 57 años de dictadura totalitaria es un exceso. A los 85 años, y por primera vez en su vida, Raúl no será un segundón, sino el mayor de la familia, y el que deberá adoptar las decisiones de envergadura para el destino de Cuba y de la clase dominante comunista, y de él mismo y de sus familiares.
La noticia de la muerte de Fidel Castro me sorprendió en Chile, en medio del sueño. Un llamado de Estados Unidos me alertó. Yo acababa de regresar de Miami, donde hubiese querido estar para reflexionar con los exiliados sobre la desaparición del máximo símbolo del comunismo y la represión en la isla, y averiguar qué viene ahora.
En mi reciente novela "Sonada del Olvido", Fidel Castro y Augusto Pinochet comparten habitación en los dominios de Mefistófeles, ubicados bajo el Congreso Nacional. Cuando el protagonista los descubre en ese ámbito, le reclama a Mefistófeles: Fidel no puede habitar aquí, pues aún está vivo. El diablo le responde que Fidel murió hace mucho y que en verdad hay un doble arriba que lo sustituye. Aunque huela a ficción, muchos cubanos creen que un doble suplantaba a Fidel para que Raúl pudiera gobernar. Muchos creían que Fidel tenía un pacto con el diablo para vivir eternamente. ¿Santería, realismo mágico? Ni tanto: Cuba tuvo un dictador que hizo anunciar su supuesta muerte y dio la orden de disparar sobre quienes salieron a celebrarla. Aquel relato circulaba en la Cuba de los setenta y nunca dejó de circular, y por eso no me extraña que aún nadie se atreva en la isla a salir a expresar su alegría por la muerte del Comandante en Jefe. Y, algo a no descuidar, Fidel muere "casualmente" el 25 de noviembre, justo 60 años después de zarpar en el yate "Granma" hacia Cuba a iniciar la revolución. Sin embargo, a alguien se le escapó un detalle: Fidel murió el mismo día en que Pinochet nació. Pese a su modernización, América Latina sigue estando en el reino del realismo mágico.
La gran pregunta es, ¿cómo se libra una nación de la influencia de un dictador totalitario que le impuso durante 57 años su voluntad personal? Cuba obtuvo su independencia el 20 de mayo de 1902, es decir, hace más de 114 años. Si Castro fue su "máximo líder" durante 57 años, eso implica que la mitad de su historia como país independiente la isla ha estado sometida al yugo de un hombre, que diseñó a su medida un Estado-partido, la economía, la política y la cultura, las Fuerzas Armadas y de seguridad, la educación y la "justicia", las relaciones exteriores y la vida cotidiana, y la (escasa) alimentación de los cubanos. ¿Cómo se reduce esa gigantesca influencia basada en discursos maratónicos, la intolerancia, el marxismo-leninismo, el rechazo al diálogo cívico y la falta de respeto a los derechos humanos, una influencia que reprimió cualquier asomo de partido opositor y que jamás convocó a elecciones libres? ¿Y cómo se libera un país de esa nociva influencia cuando el hermano, aún en el poder, convoca a los cubanos no solo a homenajear a Fidel, sino también a firmar al mismo tiempo un juramento de lealtad hacia el concepto de revolución definido por el Comandante en Jefe? Raúl enterrará al hermano y desenterrará un plebiscito para demostrar a los demás Generales que el pueblo lo apoya.
Nosotros vivimos 17 años de dictadura, una que terminó porque el dictador consultó al pueblo y obedeció su exigencia de ceder el poder. Fidel jamás creyó en transición política alguna, porque consideró siempre que el poder le pertenecía y que la democracia liberal es un accidente que le ocurre al déspota débil. Raúl debería imitar a Augusto, consultar a los cubanos, permitir elecciones y tolerar que la sociedad civil busque una salida a la crisis profunda en que se halla la isla. Ni China, ni Rusia, ni el turismo lo salvarán, y ya tiene demasiados años para esperar los resultados de un modelo vietnamita. Así les ahorrará nuevas cuotas de sacrificio, dolor, represión y muerte a los cubanos.
No hay duda: Fidel dejó sumergido en el fango a su país, a su hermano y a sus familias. Dejó fortunas a los más cercanos, pero en una situación inmanejable sin la autoridad que exhibía, la unidad que lograba y el miedo que infundía el Comandante en Jefe. La muerte biológica de Fidel es la muerte del Raúl actual. Fidel jamás pensó en la transición, sino en su sucesión. Raúl tendrá que mostrar una transición, porque la situación económica, social y política de la isla no da para más; Venezuela ya no la puede sostener, y Donald Trump exigirá algo a cambio por las concesiones hechas por Estados Unidos. Esas concesiones pueden significar importantes espacios de acción para los opositores en la isla y la comunidad del exilio.
No hay motivo para celebrar la muerte del dictador. Como muchos dictadores, Fidel no enfrentó nunca Tribunal alguno por sus decenios de Gobierno unipersonal. Además, Cuba enfrenta a partir de ahora una etapa de mayor incertidumbre. Es triste: fue la biología, no la calle quien lo derrotó.
Nota
de la Redacción: No compartimos la comparación entre la dictadura
cubana de los Castro y el Gobierno del General Pinochet en Chile, ni
algunas de la situaciones de ficción del autor, pero creemos
importante su visión de ex comunista desengañado de las utopías
que los rojos venden a las juventudes.
Fidel
Castro y el poder inmenso de las utopías,
por
Nicolás Ibáñez.
Los
hermanos Castro han demostrado que lo moralmente reprochable e
ineficaz en materia de gobierno puede llegar a ser, no solo
aceptable, sino además admirable. Para muestra un botón: Nuestra
Presidente, democráticamente electa y representante de todos
nosotros, declara que Fidel ha sido "...un líder por la
dignidad y la justicia social en Cuba y América Latina".
No es un juicio ideológico, sino cosa de hechos y evidencia. Cuba pasó de ser una de las sociedades más promisorias y de mejor nivel de vida de la región -eso sí, con las carencias propias de un país que nunca consolidó una democracia- a lo que ha sido durante las últimas casi seis décadas: una prisión en el Caribe, arruinada y dependiente, primero de la URSS y luego de Venezuela. Además de eso, la dictadura ha azotado sin piedad a los cubanos y los ha subyugado, llegando hasta cierto punto a habituarlos a la resignación y la mediocridad.
Para mantenerse en el poder, los Castro han ideado y practicado atrocidades espeluznantes. Crearon un aparato estatal represivo, con su policía secreta y Comités de la Defensa de la Revolución, maestros de la vigilancia, la delación y el tráfico de suspicacias. La maquinaria propagandística es digna del Ministerio de la Verdad de George Orwell, y el diseño de las instituciones es un sistema de cadenas y muros que asfixia la libertad y la dignidad de las personas. Cualquiera más o menos informado y sensato sabe que, por esto y más, los cubanos no simplemente emigran, sino que escapan. Es cuestión de visitar la isla -mejor aún, de vivirla como un ciudadano corriente- para entender lo que oculta la versión romántica de esta historia.
Para colmo, dado que no se ha producido una transición a la democracia, como en Chile, no ha habido Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación. Tampoco procesos para los responsables de atentar contra los derechos humanos.
Lo cierto es, pues, que Castro muere tras décadas de dominio totalitario y se da el lujo de recibir los halagos post mortem de tantos líderes, entre los cuales figura nuestra Presidente.
¿Qué hay detrás de este doble estándar? ¿Dónde quedan la racionalidad y el sentido común? ¿Por qué la complicidad de tantos líderes, supuestamente promotores de valores morales sólidos, que además no estarían dispuestos a vivir bajo un régimen oprobioso?
El ser humano, con alma, corazón e inteligencia, tiene cualidades únicas, pero no es perfecto ni enteramente racional. Es contradictorio. Y lidia cada día entre las pasiones, los prejuicios morales y la razón. Busca la felicidad y al mismo tiempo puede recrear las más terribles barbaridades. Esto lo sabemos desde la antigüedad y los grandes pensadores lo han advertido. Algo de esto trata Jonathan Haidt en su libro "The Happiness Hypothesis: Finding Modern Truth in Ancient Wisdom". En el camino, los seres humanos hemos concebido utopías, algunas de consecuencias apocalípticas. Pensemos en cómo hemos progresado y creado maravillas al mismo tiempo que conocido, solo en el siglo XX, dos guerras mundiales, la China de Mao, la Rusia de Stalin, la Alemania de Hitler, la Corea del Norte de la dinastía actualmente gobernante... o la Cuba castrista. Esto por mencionar un puñado de casos conocidos.
La idea liberal de sociedad de Adam Smith, Locke o Tocqueville, puesta en práctica, por ejemplo, por los Padres Fundadores de los Estados Unidos para reivindicar al individuo y reconocerlo como ser digno y libre, ha debido luchar contra las utopías y la pretensión de crear el paraíso en la Tierra, que termina irremediablemente, como dice Karl Popper, en un infierno.
Volviendo a las preguntas planteadas más arriba, las utopías tienen un poder inmenso, a veces superior al de cualquier argumento racional o de lo que la evidencia contundentemente demuestra. Los prejuicios morales y las pasiones hacen lo suyo, y frecuentemente nos enamoramos de los discursos y de las "buenas intenciones", como las de Fidel Castro, redentor de los desposeídos, luchador contra el imperialismo, héroe de los oprimidos y liberador de América Latina. Que haya sido todo lo contrario o que haya destrozado a su país y causado tantos males a la región, pues se niega o se olvida deliberadamente. O inconscientemente, en el mejor de los casos, por presión de las pasiones sobre la razón y el pensamiento crítico característico de la actitud liberal.
La simpatía de nuestra Presidente hacia la figura, obra y legado de Fidel, tiene mucho de esto. Contra los hechos y los resultados del proyecto totalitario, de lo que Cuba no es más que un ejemplo vivo, la primera representante de la nación valida lo que parece creer es -ojalá que no- una alternativa al "neoliberalismo", que desde su perspectiva favorece a los ricos y "apitutados", promueve el lucro en calidad de crimen y fomenta un individualismo egoísta y perverso. Esto contrariando la historia y el mapa del mundo, donde los países más prósperos son los de instituciones políticas y económicas liberales. ¿Se puede hacer más daño a la cultura democrática? ¿Se puede despreciar más la dignidad de las personas y su derecho a ser libres? ¿Se puede insultar más a las víctimas del despotismo?
La muerte de Castro y la declaración de la Presidente, como la de tantos que hoy elevan a héroe y santo a un tirano, nos brindan una oportunidad para entender que en la arena de las ideas y de los sentimientos es donde se está jugando el futuro de nuestro país.
Pueblos
bien informados
difícilmente
son engañados.