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martes, 13 de diciembre de 2016

MIRANDO AL FUTURO DE CHILE y revisando lo que pasa en el continente...

 En las elecciones de la UDI fue electa la Senador
Jacqueline van Rysselberghe como Presidente de
la colectividad gremialista.
 Jaime Campos, Ministro de Justicia, demostró
que en el Gobierno de Bachelet también hay
gente consecuente y honesta.
Parece que los actuales habitantes de La
Moneda son los únicos que no se dan cuenta
del desastre al que han llevado al país.




 
Dignidad y Justicia Social",
por Hernán Büchi.



La mayoría de los políticos están legítimamente interesados en lograr que los ciudadanos mejoren sus condiciones de vida. En ocasiones, sin embargo, lo que proponen termina generando resultados contrarios a lo esperado, a pesar de lo cual suelen persistir obcecadamente, ello es especialmente cierto en Latinoamérica, donde reina un endémico populismo.


Durante el actual período Presidencial, Chile ha detenido su progreso. El Imacec de octubre muestra un retroceso de 0,4% en doce meses lo que no sucedía desde 2009, año particular castigado por los efectos de la crisis subprime. Un mes no marca tendencia, pero aunque se corrija por los menores días hábiles y se elimine el efecto de una abrupta caída de la producción minera como irrepetible, el crecimiento desestacionalizado no minero en 12 meses a octubre es solo de 1%. Probablemente con ello el año 2016 cierre con un crecimiento en torno a 1,6%, confirmando el pobre desempeño del actual Gobierno. Dadas las elevadas expectativas de la población, fruto del progreso logrado en el pasado, el riesgo de entrar al círculo vicioso de la demagogia latinoamericana del que Chile había escapado, es así cada vez mayor.


Sin embargo, la Presidente insiste con tenacidad en mantener la impronta de su gestión y arrastra al país por el camino que ella eligió. El pésame que dirigió a Raúl Castro por la muerte de su hermano Fidel ilustra sobre lo que hay en su mente. Calificó al difunto dictador como un líder "por la dignidad y justicia social". Se requiere una visión muy particular para estimar de ese modo a una dictadura que duró más de medio siglo, fue personalizada y heredada, logró que un país de gran potencial retrocediera en el tiempo y del que sus habitantes escapaban flotando en neumáticos. Solo podemos concluir que nuestra Presidente considera aceptable sacrificar muchas generaciones por un objetivo que la inmensa mayoría no comprende o no comparte.


En medio de las malas cifras de Chile, las expectativas económicas muestran un leve repunte, probablemente fruto del nuevo aire que trajo la elección Municipal, reforzando la esperanza de un eventual retorno al pragmatismo perdido.


Pero en el mundo, en estas semanas, sucedió mucho más que la muerte de Castro. En materia económica quedó claro que los Estados Unidos aceleraron su crecimiento durante el segundo semestre. Es casi una certeza que la Reserva Federal subirá sus tasas este mes y el mercado ya actuó -las tasas del pagaré del tesoro a 10 años subieron 60 puntos y el dólar se apreció-.


También en Chile, las tasas del bono del Central a 10 años en UF treparon 30 puntos. El rápido aumento del precio del cobre -en parte por expectativas de mayor demanda- compensó el efecto negativo de estas alzas y nuestra moneda no se depreció tanto como otras. En este escenario, el Banco Central con su nuevo Presidente deberá decidir qué hacer con la tasa de política monetaria. La inflación contenida y el pobre crecimiento apuntarían a una disminución, pero las mayores restricciones financieras externas y el posible impacto en el valor del dólar y con ello en los precios, indican que esa decisión debiera ser pausada y cautelosa.


Es el plano político mundial, sin embargo, el que trajo las noticias más relevantes. En la Europa post Brexit, Italia votó por un rechazo contundente al referéndum llamado por el Premier Matteo Renzi para una reforma Constitucional y que lo obliga a dimitir. En Austria, la postura escéptica respecto a Europa fue derrotada, pero tuvo un respaldo superior al 46% y la derecha conservadora francesa eligió en primarias al liberal y católico François Fillon, el líder con más opciones de convertirse en el próximo Presidente.


Con todo el mayor impacto en todos los planos es el que se producirá a partir de la inesperada elección de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos. Por el momento, no es fácil discernir cuáles de sus dichos son intrínsecos a su carácter mediático y contestatario y cuáles serán transformados en políticas. La mejor guía es recordar que fue elegido como candidato republicano, partido que controla ambas Cámaras y que desde el Senado deberá aprobar sus nominaciones a la Corte Suprema, donde hay una vacante luego de la muerte del conservador Juez Scalia el pasado febrero. Los Estados Unidos, con sus bemoles, han sido siempre y seguramente seguirán siendo una economía abierta; los temores de cierre de fronteras debieran pronto disiparse, y el Gabinete que se está formando da cuenta de ello. Por lo mismo, existe la oportunidad para revertir las asfixiantes regulaciones de la época de Obama, que en parte explican la lenta recuperación económica de 2008 en adelante. El saliente Presidente, quien perdió la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes en 2010 y en el Senado en 2014, acuñó la frase "tengo una lapicera y tengo un teléfono" y en base a ella dictó más de 250 executive orders, 230 executive memoranda e instruyó a las agencias Federales a generar múltiples guidances. Todas estas acciones podrían ser moderadas por Trump y, conjuntamente con las rebajas de impuestos planteadas, deberían acelerar la actual recuperación americana. La lógica política para hacerlo es clara: en el margen fue elegido por los votantes descontentos con el desempeño económico.


Si se materializa el escenario anterior, lo que parece probable, Chile tiene una buena oportunidad para relanzar su progreso. Basta recomponer sus políticas, ya que nuestras empresas siguen siendo competitivas y el sistema financiero y el fisco solventes. Desafortunadamente, de los dichos de la Presidenta se desprende que habrá que esperar a un próximo gobierno.



La Presidencial avanza, aún no construye,
por Sergio Melick.



La Presidencial fue lanzada unilateralmente por Lagos y se equivocó; leyó mal las señales de los partidos. Estos últimos están totalmente confundidos entre las buenas ideas y lo que dicen las encuestas. Entre los Estadistas y los populistas. Sin duda ganarán las probabilidades sobre la calidad, ya que el poder es lo único que aparentemente importa, con escasas excepciones, por ejemplo José Antonio Kast. De los 20 candidatos que mostraron hasta aquí su interés directa o indirectamente ya han caído varios. Allende fue rápidamente apartada por Lagos en una maniobra que tomó al PS por sorpresa. Igual no prendía, pero el partido quedó resentido y se enojó con Lagos. Su maniobra era astuta si lograba asegurar de entrada el apoyo PPD-PS, con lo que tenía ganada las primarias, ya que cuenta con un gran apoyo dentro de la DC. Pero no le resultó, se sobre estimó a sí mismo y leyó mal la situación. El ego lo traicionó y pensaba que lo iban a aclamar. De ahí en adelante todo se le hace cuesta arriba y el tiempo juega en su contra por desgaste inevitable. Lo más probable es que se baje. Eso abre la posibilidad a Burgos, que también es una buena carta como Lagos, a quien la CEP esta semana podría darle el golpe de gracia final. También se bajó Velasco, L. Pérez e I. Walker que promocionaron mucho sus propias candidaturas pero a todas luces ilusorias. Con eso se suman cuatro bajas menores para la ecología electoral.


Entre los que quedan hay algunos que solo son testimoniales como Chahuán, Atria, Tarud, Canelo y Claude, o la curiosa autoinsinuación de Luis Riveros. Probablemente también lo es ME-O, Sichel o Santa Cruz y J.A. Kast. Eso suma otros siete, lo que hasta aquí nos deja por un lado con Lagos, Guiller, Insulza y algún DC que puede ser solo Goic, Aylwin, o Burgos. Por el otro quedan Piñera, Ossandón y F. Kast, que dependen de lo que ocurra con Piñera, en cuyo caso salen del banquillo de reserva Espina y Allamand. Nada nuevo bajo el puente.


Guillier se vendió como un político diferente, pero ya sabemos que es más de lo mismo. Hasta aquí no ha presentado ninguna idea propia de peso y las que le conocemos están muy obsoletas. El verso de que va a escuchar a la gente es pura demagogia: lo inventó Lavín y lo usó Bachelet. También hay que acordarse de su afirmación populista “todos contra Uber” o la propuesta de reindustrializar a Chile más o menos como en la época de Aguirre Cerda. Ha aprobado ciegamente todas y cada una de las malas iniciativas del Gobierno, y hasta ha reconocido no leer las Leyes. María de los Ángeles Fernández crudamente acotó: “Guillier no es Uber en política”.


La oferta de Insulza es “ser un hombre de Estado” con “liderazgo seguro”, una vaguedad que no admite mucho análisis. Como Vicepresidente de Lagos carga además con todas las mochilas de éste, le guste o no.


Hasta aquí entonces aún no hay nuevas ideas en el debate. Solo están concentrados en demostrar lo malos que son los otros, más que lo bueno que son ellos mismos. Varios esperan en las sombras a que se caigan las cartas principales para emerger.


La gran interrogante hasta aquí es si se mantiene unida la Nueva Mayoría, lo que es absolutamente determinante. En mi opinión, se desbanda. En función de lo anterior es clave lo que va a decidir la DC: si va a primarias, a la primera vuelta o a nada y, en tercer lugar, la decisión de Piñera en marzo. En la contienda Lagos e Insulza son básicamente lo mismo, lo que favorece a Guillier que, siendo una gran persona, es un candidato plumavit para la Presidencia aunque las encuestas claramente favorecen su aparición. Con todo, aún está lejos de Piñera. Así empiezan a delinearse algunos escenarios. Por ejemplo, el más nombrado y avalado por el propio Gobierno (Fernández) es la final que sería Lagos-Piñera, lo que a estas alturas es cada día menos probable. Otro escenario alternativo podría ser Guillier-Ossandón (los estadistas y los populistas). No podemos descartar que otro escenario, si Piñera no va, sea Insulza-Ossandón. En todos estos casos depende de lo que haga la DC, que puede inclinar la balanza a su voluntad, si la tuviese.


Lo más probable es que el escenario cambie radicalmente de aquí a abril. A partir de entonces sabremos quiénes van de verdad. Cualquier cosa puede pasar, en particular con este gobierno del que todos se quieren distanciar. No olvidemos que en nuestro país hay un buen número de ciudadanos que juegan a ganador. Por eso las encuestas cuentan mucho y cada semana merece ser analizada.



La curiosa muerte de Ricardo Lagos,
por Joaquín García-Huidobro.



Lagos está muriendo. Los últimos exámenes de Adimark le arrojan apenas un 7% de probabilidades de sobrevivencia. Muchos piensan que él mismo se quitó la vida cuando, en vez de insistir en los grandes temas y reivindicar su legado, comenzó a coquetear con las ideas novomayoritarias. De pronto, se olvidó de su Constitución; dejó de amar a los empresarios; despreció a las AFP, y le dio la espalda al Chile de la Concertación. Pero ese nuevo engendro político no es Lagos, no al menos el que pasará a la historia y que suscita el respeto y admiración de muchos.


Si sigue ese camino le espera el destino de Buffalo Bill, que, de héroe del Oeste, terminó armando un circo del Far West.


Las pistas, sin embargo, parecen indicar que la causa de la defunción de Lagos es un homicidio. Ha sido víctima de una serie de puñaladas.


La primera estocada provino de Michelle Bachelet, su hija política: quería resarcirse de la humillación que le significó haber tenido que Gobernar con la lógica de la Concertación. Ella, la estudiante de Medicina en la República Democrática Alemana, tuvo que dejar la economía en manos de Andrés Velasco, y la política a cargo de un hijo de Pérez Zujovic, el enemigo mortal de la izquierda.


Era demasiado. Michelle se tomó su tiempo, pero finalmente decidió castigar a Lagos. ¿Cómo? Armando la Nueva Mayoría, que significa la negación de la seriedad, los consensos, el sentido de autoridad y todos los atributos que habían caracterizado a Ricardo Lagos durante su Presidencia. Fue un parricidio.


Pero en este crimen Bachelet no actuó sola. Millones de chilenos se sumaron a su aventura, apoyándola. Hoy, unos bailan frenéticos en torno al cuerpo moribundo de Lagos, asestándole golpes, mientras otros pasan indiferentes ante ese cuerpo que se desangra.


No se crea que el problema es la edad. Para ellos Fidel Castro seguía siendo una fuente de inspiración aunque estuviera repleto de años.


¿Por qué ese odio contra el ex Presidente? ¿Por qué la necesidad de la izquierda chilena de deshacerse de la figura más grande de su propia historia, más allá de lo que digan los mitos?


La explicación es muy antigua y también tiene que ver con un asesinato. En efecto, en el año 2000 Lagos tuvo que matar a Allende para asegurar un futuro político para el socialismo. Había que mostrar que los socialistas eran capaces de Gobernar e incluso de hacerlo bien. Se trataba de culminar el intento de Salvador Allende, pero sin reventar la economía, dividir el país y conducir a una tragedia. Por eso Lagos apostó su vida política al éxito de la Concertación, que fue la negación de la Unidad Popular.


Ricardo Lagos no puso a obreros sin experiencia como Ministros, sino a personas muy preparadas. En el segundo piso no estaban los jóvenes que, metralleta en mano, defendieron a la Unidad Popular el 11 de septiembre de 1973, sino Ernesto Ottone y un equipo dotado de sofisticadas herramientas conceptuales de la sociología y la comunicación. El socialismo de Lagos no tenía sabor a empanadas y vino tinto, sino que estaba preparado por chefs muy refinados y dirigido a los paladares internacionales más exigentes.


Allende reconocía su filiación marxista-leninista y estuvo en el Congreso del PS en Chillán, donde se reivindicó la legitimidad de la lucha armada. Lagos Gobernó como un socialdemócrata.


Si la izquierda radical quería vengar la muerte del proyecto de Allende y hacer trizas el ideal representado por la Concertación, tenía que ajusticiar a Lagos.


Ahora somos testigos del desquite de la izquierda, pero añade la ignominia a los efectos propios del delito. No solo mata a Lagos, sino que empieza a irse detrás de Guillier. La humillación para el ex Presidente es grande.


Se dice que el Senador es una nueva versión de la primitiva Michelle Bachelet. Pero Bachelet 1.0 era una creación de Lagos y administraba su herencia política. Guillier, en cambio, sale de la nada y lleva a la nada. Hasta ahora, es el candidato nihilista.


Lagos aceptaría resignado ser derrotado por la derecha, o caer víctima de una compleja conjuración. Uno puede tolerar la guillotina, el veneno, el fusilamiento o una puñalada, pero ninguna cosa puede haber más dura para un político que ser reemplazado por la nada. Aunque sea una nada sonriente y repleta de buenas intenciones. Este es el homicidio político más cruel que quepa imaginar.



La izquierda a la deriva,
por Héctor Soto.



Pareciera que la izquierda chilena todavía no se hace cargo del lastimoso estado en que se encuentra  después de tres años de Gobierno de la Presidenta Bachelet. Sus principales banderas de lucha -la desigualdad y la falta de legitimidad de las instituciones- están desgastadas. Carece de liderazgos claros. Está desanimada, aparte de dividida. El gran temor de La Moneda, en orden a que surgiera otra izquierda a la zurda de la Nueva Mayoría, ya es un hecho. Tampoco el sector tiene un diagnóstico certero de su fracaso. No solo eso: ni siquiera ha tomado nota del portazo que recibió de la ciudadanía en la última elección Municipal.


Sin embargo, cuando uno escucha a sus dirigentes y precandidatos -el Presidente Lagos, el ex Ministro Insulza, el Senador Alejandro Guillier- pareciera que la izquierda sigue creyendo que el actual escenario político es el mismo del 2013, cuando el país venía creciendo a tasas superiores al 4% anual, cuando la economía había creado un millón de nuevos empleos, cuando el Fisco aún tenía holguras y cuando Chile estaba dando pasos importante en todos los indicadores de desarrollo e integración social.


Pasaron solo tres años y el actual panorama parece ser el de otro país. La reforma tributaria cumplió con el propósito de proveer mayores recursos al Estado, pero frenó completamente la inversión. Lo que se dijo que no iba a pasar ocurrió: la economía está paralizada. Está claro que la reforma laboral que se aprobó no va a facilitar la expansión de la fuerza de trabajo ni tampoco va a dejar a la estructura productiva en mejores condiciones para responder a los desafíos de productividad e innovación que el país tiene pendientes. La reforma educacional del Ministro Eyzaguirre y Revolución Democrática se tradujo en un inmenso operativo inmobiliario y contable que, tras haber consumido gran cantidad de recursos, dejó a los colegios subvencionados donde mismo y a los públicos en una posición todavía más desmedrada y menos competitiva que antes. A pesar del gasto, la educación sigue siendo mala. El país está embarcado en un costoso programa de gratuidad para la educación superior que seguirá consumiendo muchos recursos por varios años antes de estabilizarse, y eso significa que el país tendrá que seguir postergando a los que más apoyo necesitan -los niños que no tienen educación preescolar o que van a malas escuelas- en favor de quienes tuvieron la suerte de llegar más lejos y no siempre pertenecen a los estratos más vulnerables.


Si a lo anterior se agregan las incógnitas que plantea el proceso Constituyente abierto por el Gobierno -cumplidas ya dos etapas, con bajísima convocatoria, de la hoja de ruta establecida-, lo que se obtiene es un cuadro que ya era malo, y ahora podría volverse incluso más deprimente.


En este contexto, la izquierda, que debería estar dando explicaciones, sigue tratando de dar con las huidizas causas del malestar que observa en la sociedad chilena. Es su obsesión y salta de una hipótesis a otra con destreza de trapecista. Da por descontado que fenómenos tales como la abstención electoral, el desprestigio de los partidos políticos, el aumento de la conflictividad social o el cuestionamiento de las élites dirigentes son parte de una misma cadena tóxica que hay que romper y presume que no bien el país apruebe esta o aquella reforma, o se dé una nueva Constitución -no importa lo que diga-, el malestar se va a transformar en bienestar como por arte magia. Obviamente, es un despropósito. En el voluntarismo envuelto en estas percepciones no sólo hay candor, sino también pertinacia. Lo que la izquierda no toma en cuenta es que todos los procesos modernizadores conllevan de suyo decepciones y desacomodos, conflictos y malestares. Nada es simple, lineal y ecuménicamente exitoso cuando las sociedades crecen. El desarrollo deja con frecuencia heridos en el camino, y lo que corresponde hacer no es detener la modernización -tampoco refundar el país desde cero, como lo quiso hacer esta administración-, sino operar en los márgenes para acompañar y aliviar las tensiones o cargas que las nuevas circunstancias van imponiendo a los grupos más débiles o más afectados. La desafección, el malestar, la sensación de soledad y ruptura -debiéramos haberlo aprendido- es parte del paisaje contemporáneo. Eso no significa que sean manifestaciones irrelevantes o que haya que desatender; significa solo que es completamente ilusorio pretender disiparlas a punta de reformas o de una nueva Constitución.



¡Que sigan los fiascos!,
por Sergio Urzua.



La reforma al sistema de educación superior ha sido improvisada, vergonzosa, hasta penosa. Es que el Estado simplemente no ha estado a la altura de las circunstancias. Hizo caso omiso de las alertas, equivocando ideas y acciones. Los ejemplos sobran: La gratuidad, la antojadiza eliminación del AFI, la premura por fundar más universidades y la discriminación en contra de la educación técnica, entre otras. Y esta semana se sumó el caso de la Arcis. Un día la autoridad anuncia su cierre, se dice que la Universidad de Chile recibirá a sus alumnos. Al otro que no se cierra, que está en condiciones de continuar educando su diminuto número de estudiantes. ¿Quién entiende?


Sin embargo, y consistente con su porfiada miopía, esta administración no ha reparado en las oportunidades que cada uno de sus fiascos brinda a las instituciones privadas. Piénselo por un segundo. El debate en torno a la propuesta de gratuidad, por ejemplo, no solo dejó en evidencia la precariedad con que se gestionan las universidades del Estado, sino que además reveló que la idea vendría con un recorte de recursos y un fuerte apretón de la camisa de fuerza que es la burocracia Estatal. Así, si antes no querían competir, en el futuro las Estatales sencillamente no podrán hacerlo. Para todos sus competidores, ¡tremenda noticia!


Entonces, el tema es cómo aprovechar la ocasión. Aquí, una miniguía para las privadas que apuesten por distinguirse.


Primero, cortar grasa y ordenar la casa. El Estado despilfarra recursos, pero no los privados. La eficiencia será clave para lo que viene y la incorporación de tecnología en el proceso educativo puede ser un gran aliado. Segundo, innovar en el financiamiento. Sí, no es fácil, pero hay opciones: desde campañas de retribución de ex alumnos hasta el desarrollo de posgrados. Ojo, que aquí la internacionalización puede ser clave. Tercero, es el momento de levantar buenos profesores de las universidades Estatales. No lo dirán, pero muchos, sobre todo los jóvenes, están cansados de la burocracia, los apitutados y las vacas sagradas. Y las grúas deben mover a varios a la vez, pues los buenos no se mueven solos. Cuarto, atraer buenos estudiantes. Eso significará recursos, pero es inversión, no gasto. Los talentosos demandan proyectos sustentables y serios, ahí la oportunidad. Quinto, las familias intuyen correctamente que lo que ha hecho el Estado generará mayor segregación. Así que esfuerzos reales por promover la inclusión serán bienvenidos. Planes que apunten a buenos colegios públicos pueden ser valorados. Sexto, parar el lloriqueo. La bajada de los patines es real, es un dato. Llegó la hora de actuar.


Chile necesita universidades competitivas, dinámicas, modernas y que apuesten por la calidad. Hubiese sido ideal que las del Estado tiraran ese carro, pero no se le puede pedir eso a un tanque a pedales. Así que no queda otra. A aprovechar la oportunidad que brindan los fiascos del dueño de todos esos tanques.



Sincerar el debate,
por Axel Buchheister.



La inmigración se tomó el debate público de manera súbita e inesperada, pero no artificial, porque ha sido evidente que ahí había una preocupación ciudadana real que terminó aflorando.


La respuesta ha sido típicamente chilena: hay que cambiar la Ley. Necesidad obvia, pues la norma vigente data de 1975. Argumento dudoso, pues que una Ley sea antigua no la torna inadecuada. En cambio, brillan por su ausencia precisiones en qué estaría mal y qué cambios hay que hacerle. El gobierno dice que pronto enviará un proyecto de Ley para sustituir la legislación vigente, pero no aclara en qué sentido. En simple, ¿será más restrictiva con la inmigración? Porque la actual es liberal, cuando ha permitido que llegue una gran cantidad de extranjeros a radicarse, lo que constituye el motivo de preocupación.


Quien lea la Ley actual, concluirá que entrega facultades razonables para enfrentar todas las situaciones que se han mencionado como irregularidades existentes, ya sean casos de ingresos de personas con antecedentes criminales, de quienes delinquen en Chile (una vez cumplida la condena), para perseguir tráfico de personas (mafias que proveen de contratos de trabajo falsos), turistas que no son tales, pues no tienen como subsistir cuando entran al país, etc. Es materia de voluntad de aplicar la Ley, no de modificarla.


Es que se elude el debate real. Para algunos la cuestión de la inmigración esconde un sentimiento nacional de clasismo y racismo, porque no nos da lo mismo que los que llegan sean suizos o haitianos. Puede ser, pero lo cierto es que el ambiente políticamente correcto impide decir que efectivamente no da lo mismo y, entonces, se inventan pretextos para lograr restricciones.



Veamos el caso concreto de los haitianos -que gatilló el tema-, que debe preocupar por su creciente número (decenas de miles al año), lo que evidencia una situación que dista de una emigración normal, y porque no se advierte que tengan reales oportunidades de integración y progreso en Chile. Se vienen porque la situación en su país es tan precaria que cualquiera sea su destino aquí estarán mejor que allá. Pero con el costo para nosotros de la formación de núcleos de pobreza dura y marginación, con las consiguientes tensiones sociales. La posibilidad de que ello suceda es muy alta.


Se clama por solidaridad con ellos porque sufren, pero lo que nos están pidiendo es que nos hagamos cargo de los problemas insolubles que hay en otro país. Ya suficiente hemos gastado durante 10 años enviando militares a Haití y nada se ha resuelto. ¿Y qué pasará cuando tengamos centenares de miles?


Chile, como todos los países del nuevo mundo, se construyó con inmigrantes, cuyo aporte a la nación es incalculable. Pero negarse a ver lo que sucede puede provocar reacciones más fuertes cuando el problema sea mayor, creando limitaciones severas a la inmigración, lo que sería muy negativo. Para hacer frente al problema, bastaría con hacer cumplir la Ley vigente. Así se aventurarían básicamente los que cumplen con los requisitos establecidos, que son razonables, y bajaría la tensión en torno al tema.



Cuba,
por Adolfo Ibáñez.



Cuba era el tercer país de Hispanoamérica cuando cayó en manos de Castro, un aventurero audaz. En aquella época predominaba Argentina, que era como de otro mundo. La seguía Uruguay, afirmando la primacía del mundo rioplatense. Luego venía Cuba, completando el podio. Nosotros en cuarto lugar. Y no se trataba de que los dólares del turismo norteamericano hicieran ese milagro. No. Cuba era el tercero en salud (mortalidad y médicos), en alimentación (calorías y proteínas) y en medios de comunicación (lectura y escucha de diarios y radios por habitante). Era el cuarto en educación y tenía el tercer PIB per cápita.


Se trataba de un país muy asentado y coherente en su conformación general. Hoy la vemos en el fondo de la tabla, más allá de sus estadísticas. No es el único país destruido por la violencia de iluminados y terroristas, pero se ha tenido que tragar la revolución en su forma más cruda y prolongada. En su apogeo practicaron la violencia y la derramaron por el continente, denigrando a los populistas. Hoy, en la derrota de sus ideas, se han unido a ellos y, más aún, se ocultan tras ellos, prestándoles un contenido pseudoideológico para disfrazar engaños y abusos de poder.


En esa red se confundió Argentina, que viene cayendo desde el primer Perón. Brasil ha recaído cada vez que parecía levantarse. México se equilibra en una precaria medianía. Bolivia, Ecuador, Venezuela y Nicaragua sufren sus frustraciones. Centroamérica no sale del fondo. Perú y Colombia tratan de ser más, sin poder zafarse del peso del continente. Y estamos nosotros, pretendiendo alejarnos sin captar que, más allá de lo material, nos pesa la intrincada red que tejen los tenaces iluminados y totalitarios maquinistas que alegan haber descubierto las soluciones finales para todas las sociedades.


¿Estamos condenados a este sino fatal? ¿Será nuestro destino luchar incesantemente y sin triunfar solo para evitar la ruina?, ¿o solo para continuar gritando contra los poderosos del mundo? Parece que necesitamos de una épica para vivir, como droga adictiva, ya sea para liquidar lo logrado, para retomar el camino a no sé dónde, o para gritar contra los poderes mundiales, pero siempre revolviéndonos en espirales bien barrocas. Vivir calladamente y manteniendo un esfuerzo tenaz a través del tiempo parece no estar en el ADN nuestro. Antes que la ruta larga y serpenteante que nos lleva a las cumbres cordilleranas, preferimos el hoyo que tenemos al lado pensando que es una mina de felicidad infinita.



Decisiones peligrosas,
por Jorge Navarrete.



Todo indica que la Senador Carolina Goic seguirá al mando del partido Demócrata Cristiano. Después de una abrupta asunción con motivo de la renuncia del Senador Jorge Pizarro, el escenario comienza a decantarse en las huestes falangistas. Será en la Junta Nacional de enero donde se adoptarán las definiciones más fundamentales, en lo que podría constituir un punto de inflexión para la trayectoria que hasta ahora ha tenido el partido más grande de la coalición oficialista.


En efecto, más allá de la continuidad en la conducción de dicha tienda política, lo que verdaderamente deberá discutirse ahí tiene que ver con algo mucho más relevante, que se refiere a la identidad de un partido de centroizquierda y a la estrategia que éste debe implementar a la luz del actual y probable futuro escenario. Después de muchas declaraciones, matices o rabietas, las que poco y nada eran después acompañadas con hechos o actos concretos que sustentaran su relevancia o significado, parece que esta vez las cosas van en serio.


Desde el año 1990 que la DC viene cayendo en su representación electoral, siéndole cada vez más difícil distinguirse y diferenciarse en el marco de una coalición que abandonó esa vocación articuladora, aquella que tiende puentes y que busca mayores acuerdos para dar sustentabilidad a las políticas públicas; desdibujándose el rol y aporte que partidos como la Falange deben hacer en una coalición de centroizquierda. Pero como la política es esencialmente una actividad de ritos y símbolos, es que una parte significativa de ese debate se resumirá en la decisión de contar o no con un candidato Presidencial propio para las próximas elecciones; pero, sobre todo, a la posibilidad de concurrir con este abanderado directamente a la primera vuelta.


Lo que ya parece evidente, es que cada día resulta más difícil que la DC renuncie a la alternativa de competir con un representante de sus filas, más aún cuando es probable que la Nueva Mayoría pudiera perder las próximas elecciones. Pero participar en un procedimiento interno en la coalición, supone atacar los resultados y apoyar a quien resulte elegido, cuestión a la que no todos los dirigentes y militantes de la Falange parecen estar dispuestos, en especial si dicha opción profundiza el derrotero adoptado por el oficialismo en los últimos años.


La otra alternativa, aquella de llegar a primera vuelta, en los hechos significa que la DC abandona la Nueva Mayoría. Y más allá de la ingenua retórica que supone declarar apoyos de segunda vuelta, el principal problema estriba en la negociación Parlamentaria. De persistir la actual coalición y conformar ésta una lista sin la DC, deja en un muy complejo escenario a una Falange que, especialmente ante la posibilidad de perder el gobierno, debe intentar refugiarse en el Congreso.


Puestas así las cosas, la tensión y el debate serán muy duros. Al punto incluso, que la propia DC resulte irremediablemente dividida con motivo de la decisión que finalmente adopte.



El desastre educativo de las Américas,
por Andrés Oppenheimer.


Los malos resultados en la prueba PISA son un recordatorio de que la educación debería convertirse en un tema central de la agenda política.

Los resultados de las nuevas pruebas internacionales PISA de estudiantes de 15 años de edad deberían hacer sonar campanas de alarma en toda América Latina: muestran que el 63% de los estudiantes de la región carece de habilidades básicas en matemáticas y en algunos países ese porcentaje llega al 91%.


Estos nuevos datos son un recordatorio de que la educación debería convertirse en el tema central de la agenda política latinoamericana. En una economía global impulsada por la innovación en la que las matemáticas, las ciencias y la ingeniería son claves para la prosperidad, el triste rendimiento académico de la región es uno de los mayores obstáculos para el progreso económico.


La prueba PISA , un test estandarizado que fue tomado por más de medio millón de estudiantes en 70 países y ciudades importantes, es considerada como el principal medidor internacional de la educación. Mide las habilidades de los estudiantes en ciencia, matemáticas y comprensión de lectura.


En la prueba de matemáticas, Singapur salió en primer lugar este año, seguido por Hong Kong, Macao, Taiwán y Japón. Estados Unidos salió en un vergonzoso lugar número 40 en matemáticas, aunque le fue mejor en las pruebas de ciencia (25) y lectura (24.) La mayoría de los países latinoamericanos, con excepción de la Ciudad de Buenos Aires en Argentina (42) y Chile (48), está cerca de los últimos lugares en matemáticas, incluyendo México (56), Colombia (61), Perú (62), Brasil (65) y la República Dominicana (70).


El 70% de los estudiantes en Brasil y el 91% en la República Dominicana carecen de destrezas básicas en matemáticas, según el estudio.


Lo que es aún peor, Cuba, Bolivia, Venezuela y Panamá ni siquiera tuvieron la valentía de participar en la prueba PISA, lo que genera dudas sobre sus estándares educativos. Cuba, en particular, se ufana de tener un buen sistema educativo, pero su falta de participación en la prueba PISA genera escepticismo sobre las estadísticas educativas de la isla.


No me sorprende que los países asiáticos hayan salido en los primeros puestos. Una de las cosas que más me impresionó en Singapur, China y otros países asiáticos que visité en años recientes es su obsesión nacional por la educación.


En Singapur y Beijing visité los institutos privados nocturnos que enseñan matemáticas, ciencias e inglés, y me sorprendió verlos repletos de estudiantes hasta altas horas de la noche. A las 9 de la noche, vi a estudiantes sentados en sus pupitres con los mismos uniformes escolares con los que habían salido de sus casas a las 6:30 de la mañana.


Lo que es más, sus padres y abuelos estaban sentados en la parte de atrás del aula, matando el tiempo leyendo revistas, para luego llevarlos a sus casas. Una parte considerable de la población de estos países tiene una cultura familiar de educación: los padres y los abuelos invierten gran parte de su tiempo y dinero en la educación de sus hijos.


La principal ambición de muchos padres asiáticos es que sus hijos logren entrar en una buena universidad en Estados Unidos o Gran Bretaña. No es sorprendente que más del 31% de los estudiantes extranjeros en las universidades estadounidenses sean de China, y que incluso pequeños países asiáticos como Vietnam y Taiwán tengan más estudiantes en las universidades estadounidenses que Brasil (1.9%) y México (1.6%), según el Instituto de Educación Internacional.


Mi opinión: Es hora de que América Latina ponga la educación de calidad -y no solo la educación cuantitativa- en el centro de su agenda política.


Y es una tarea que no debe ser dejada únicamente a los Gobiernos. Los empresarios, los dueños de los medios de comunicación y los académicos deberían, entre otras cosas, lanzar campañas mediáticas para crear una cultura familiar de obsesión por la educación, como lo están haciendo grupos como Todos Pela Educação en Brasil y Mexicanos Primero en México.


Las pruebas de PISA deberían ser una llamada de atención para América Latina, y también para los Estados Unidos. A menos que mejoremos nuestro nivel académico, nos vamos a quedar cada vez más atrás.




La muerte de Fidel,
por Mario Vargas Llosa.



El 1 de enero de 1959, al enterarme de que Fulgencio Batista había huido de Cuba, salí con unos amigos latinoamericanos a celebrarlo en las calles de París. El triunfo de Fidel Castro y los barbudos del Movimiento 26 de Julio contra la dictadura parecía un acto de absoluta justicia y una aventura comparable a la de Robin Hood. El líder cubano había prometido una nueva era de libertad para su país y para América Latina y su conversión de los cuarteles de la isla en escuelas para los hijos de los guajiros parecía un excelente comienzo.


En noviembre de 1962 fui por primera vez a Cuba, enviado por la Radio-Televisión francesa en plena crisis de los misiles. Lo que vi y oí en la semana que pasé allí -los Sabres norteamericanos sobrevolando el Malecón de la Habana y los adolescentes que manejaban los cañones antiaéreos llamados “bocachicas” apuntándolos, la gigantesca movilización popular contra la invasión que parecía inminente, el estribillo que los milicianos coreaban por las calles (“Nikita, mariquita, lo que se da no se quita”) protestando por la devolución de los cohetes- redobló mi entusiasmo y  solidaridad con la Revolución. Hice una larga cola para donar sangre e Hilda Gadea, la primera mujer del Che Guevara, que era peruana, me presentó a Haydée Santamaría, que dirigía la Casa de las Américas. Esta me incorporó a un Comité de Escritores con el que, en la década de los sesenta, me reuní cinco veces en la capital cubana. A lo largo de esos 10 años mis ilusiones con Fidel y la Revolución se fueron apagando hasta convertirse en críticas abiertas y, luego, la ruptura final,  cuando el “caso Padilla”.


Mi primera decepción, las primeras dudas (“¿no me habré equivocado?”) ocurrieron a mediados de los sesenta, cuando se crearon las UMAP, un eufemismo -las Unidades Militares de Ayuda a la Producción- para lo que eran, en verdad, campos de concentración donde el Gobierno cubano encerró, mezclados, a disidentes, delincuentes comunes y homosexuales. Entre estos últimos cayeron varios muchachos y muchachas de un grupo literario y artístico llamado El Puente, dirigido por el poeta José Mario, a quien yo conocía. Era una injusticia flagrante, porque estos jóvenes eran todos revolucionarios, confiados en que la Revolución no sólo haría justicia social con los obreros y los campesinos sino también con las minorías sexuales discriminadas. Víctima todavía del célebre chantaje -“no dar armas al enemigo”-me tragué mis dudas y escribí una carta privada a Fidel, pormenorizándole mi perplejidad sobre lo que ocurría. No me contestó pero al poco tiempo recibí una invitación para entrevistarme con él.


Fue la única vez que estuve con Fidel Castro; no conversamos, pues no era una persona que admitiera interlocutores, sólo oyentes. Pero las 12 horas que lo escuchamos, de ocho de la noche a las ocho de la mañana del día siguiente, la decena de escritores que participamos de aquel encuentro nos quedamos muy impresionados con esa fuerza de la naturaleza, ese mito viviente, que era el gigante cubano. Hablaba sin parar y sin escuchar, contaba anécdotas de la Sierra Maestra saltando sobre la mesa, y hacía adivinanzas sobre el Che, que estaba aún desaparecido, y no se sabía en qué lugar de América reaparecería, al frente de la nueva guerrilla. Reconoció que se habían cometido algunas injusticias con las UMAP -que se corregirían- y explicó que había que comprender a las familias guajiras, cuyos hijos, becados en las nuevas escuelas, se veían a veces molestados por “los enfermitos”Me impresionó, pero no me convenció. Desde entonces, aunque en el silencio, fui advirtiendo que la realidad estaba muy por debajo del mito en que se había convertido Cuba.


La ruptura sobrevino cuando estalló el caso del poeta Heberto Padilla, a comienzos de los 70. Era uno de los mejores poetas cubanos, que había dejado la poesía para trabajar por la Revolución, en la que creía con pasión. Llegó a ser Viceministro de Comercio Exterior. Un día comenzó a hacer críticas -muy tenues- a la política cultural del Gobierno. Entonces se desató una campaña durísima contra él en toda la prensa y fue arrestado. Quienes lo conocíamos y sabíamos de su lealtad con la Revolución escribimos una carta -muy respetuosa- a Fidel expresando nuestra solidaridad con Padilla. Entonces, este reapareció en un acto público, en la Unión de Escritores, confesando que era agente de la CIA y acusándonos también a nosotros, los que lo habíamos defendido, de servir al imperialismo y de traicionar a la Revolución, etcétera. Pocos días después firmamos una carta muy crítica a la Revolución cubana (que yo redacté) en que muchos escritores no comunistas, como Jean Paul Sartre, Susan Sontag, Carlos Fuentes y Alberto Moravia tomamos distancia con la Revolución que habíamos hasta entonces defendido.


Este fue un pequeño episodio en la historia de la Revolución cubana que para algunos, como yo, significó mucho. La revaluación de la cultura democrática, la idea de que las instituciones son más importantes que las personas para que una sociedad sea libre, que sin elecciones, ni periodismo independiente, ni derechos humanos, la dictadura se instala y va convirtiendo a los ciudadanos en autómatas, y se eterniza en el poder hasta coparlo todo, hundiendo en el desánimo y la asfixia a quienes no forman parte de la privilegiada nomenclatura.


¿Está Cuba mejor ahora, luego de los 57 años que estuvo Fidel Castro en el poder? Es un país más pobre que la horrenda sociedad de la que huyó Batista aquel 31 de diciembre de 1958 y tiene el triste privilegio de ser la dictadura más larga que ha padecido el continente americano. Los progresos en los campos de la educación y la salud pueden ser reales, pero no deben haber convencido al pueblo cubano en general, pues, en su inmensa mayoría, aspira a huir a los Estados Unidos, aunque sea desafiando a los tiburones. Y el sueño de la nomenclatura es que, ahora que ya no puede vivir de las dádivas de la quebrada Venezuela, venga el dinero de Estados Unidos a salvar a la isla de la ruina económica en que se debate. Hace tiempo que la Revolución dejó de ser el modelo que fue en sus comienzos. De todo ello sólo queda el penoso saldo de los miles de jóvenes que se hicieron matar por todas las montañas de América tratando de repetir la hazaña de los barbudos del Movimiento 26 de Julio. ¿Para qué sirvió tanto sueño y sacrifico? Para reforzar a las dictaduras militares y atrasar varias décadas la modernización y democratización de América Latina.


Eligiendo el modelo soviético, Fidel Castro se aseguró en el poder absoluto por más de medio siglo; pero deja un país en ruinas y un fracaso social, económico y cultural que parece haber vacunado de las utopías sociales a una mayoría de latinoamericanos que, por fin, luego de sangrientas revoluciones y feroces represiones, parece estar entendiendo que el único progreso verdadero es el que hace avanzar la libertad al mismo tiempo que la justicia, pues sin aquella este no es más un fugitivo fuego fatuo.


Aunque estoy seguro de que la historia no absolverá a Fidel Castro, no dejo de sentir que con él se va un sueño que conmovió mi juventud, como la de tantos jóvenes de mi generación, impacientes e impetuosos, que creíamos que los fusiles podían hacernos quemar etapas y bajar más pronto el cielo hasta confundirlo con la tierra. Ahora sabemos que aquello sólo ocurre en el sueño y en las fantasías de la literatura, y que en la realidad, más áspera y más cruda, el progreso verdadero resulta del esfuerzo compartido y debe estar signado siempre por el avance de la libertad y los derechos humanos, sin los cuales no es el paraíso sino el infierno el que se instala en este mundo que nos tocó.



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Letra Marcha: Soldados del 73

Letra Marcha Soldados del 73

Autor: Rosabella Liniers
Compositor Gianfranco



Son hermanos los Infantes,
todas las armas y soldados del ayer
Carabineros, Marinos y Aviadores
Combatientes del 73.

Un sólo cuerpo, un sólo corazón,
noble misión, proteger a la Nación,
la frente en alto saliendo del cuartel,
los soldados del 73.

Ya dió la orden mi General,
para vencer tenemos que luchar,
no ha sido arriada jamás nuestra bandera,
orgullo eterno de nuestra libertad.

En el recuento se hace el silencio,
por los heridos, los caídos que no están,
lo lamento mi Capitán,
mi Sargento no le puede contestar.

La Patria es libre, llegó la paz,
en el desierto, el cielo, azul el mar,
ya nuestros hombres cantan victoria
Combatientes del 73

Ya dió la orden mi General,
para vencer tenemos que luchar,
no ha sido arriada jamás nuestra bandera,
orgullo eterno de nuestra libertad.

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