En
las elecciones de la UDI fue electa la Senador
Jacqueline van Rysselberghe
como Presidente de
la
colectividad gremialista.
Jaime
Campos, Ministro de Justicia,
demostró
que
en el Gobierno de Bachelet también hay
gente
consecuente y honesta.
Parece
que los actuales habitantes de La
Moneda
son los únicos que no se dan cuenta
del
desastre al que han llevado al país.
Dignidad
y Justicia Social",
por Hernán Büchi.
La
mayoría de los políticos están legítimamente interesados en
lograr que los ciudadanos mejoren sus condiciones de vida. En
ocasiones, sin embargo, lo que proponen termina generando resultados
contrarios a lo esperado, a pesar de lo cual suelen persistir
obcecadamente, ello es especialmente cierto en Latinoamérica, donde
reina un endémico populismo.
Durante el actual período Presidencial, Chile ha detenido su progreso. El Imacec de octubre muestra un retroceso de 0,4% en doce meses lo que no sucedía desde 2009, año particular castigado por los efectos de la crisis subprime. Un mes no marca tendencia, pero aunque se corrija por los menores días hábiles y se elimine el efecto de una abrupta caída de la producción minera como irrepetible, el crecimiento desestacionalizado no minero en 12 meses a octubre es solo de 1%. Probablemente con ello el año 2016 cierre con un crecimiento en torno a 1,6%, confirmando el pobre desempeño del actual Gobierno. Dadas las elevadas expectativas de la población, fruto del progreso logrado en el pasado, el riesgo de entrar al círculo vicioso de la demagogia latinoamericana del que Chile había escapado, es así cada vez mayor.
Sin embargo, la Presidente insiste con tenacidad en mantener la impronta de su gestión y arrastra al país por el camino que ella eligió. El pésame que dirigió a Raúl Castro por la muerte de su hermano Fidel ilustra sobre lo que hay en su mente. Calificó al difunto dictador como un líder "por la dignidad y justicia social". Se requiere una visión muy particular para estimar de ese modo a una dictadura que duró más de medio siglo, fue personalizada y heredada, logró que un país de gran potencial retrocediera en el tiempo y del que sus habitantes escapaban flotando en neumáticos. Solo podemos concluir que nuestra Presidente considera aceptable sacrificar muchas generaciones por un objetivo que la inmensa mayoría no comprende o no comparte.
En medio de las malas cifras de Chile, las expectativas económicas muestran un leve repunte, probablemente fruto del nuevo aire que trajo la elección Municipal, reforzando la esperanza de un eventual retorno al pragmatismo perdido.
Pero en el mundo, en estas semanas, sucedió mucho más que la muerte de Castro. En materia económica quedó claro que los Estados Unidos aceleraron su crecimiento durante el segundo semestre. Es casi una certeza que la Reserva Federal subirá sus tasas este mes y el mercado ya actuó -las tasas del pagaré del tesoro a 10 años subieron 60 puntos y el dólar se apreció-.
También en Chile, las tasas del bono del Central a 10 años en UF treparon 30 puntos. El rápido aumento del precio del cobre -en parte por expectativas de mayor demanda- compensó el efecto negativo de estas alzas y nuestra moneda no se depreció tanto como otras. En este escenario, el Banco Central con su nuevo Presidente deberá decidir qué hacer con la tasa de política monetaria. La inflación contenida y el pobre crecimiento apuntarían a una disminución, pero las mayores restricciones financieras externas y el posible impacto en el valor del dólar y con ello en los precios, indican que esa decisión debiera ser pausada y cautelosa.
Es el plano político mundial, sin embargo, el que trajo las noticias más relevantes. En la Europa post Brexit, Italia votó por un rechazo contundente al referéndum llamado por el Premier Matteo Renzi para una reforma Constitucional y que lo obliga a dimitir. En Austria, la postura escéptica respecto a Europa fue derrotada, pero tuvo un respaldo superior al 46% y la derecha conservadora francesa eligió en primarias al liberal y católico François Fillon, el líder con más opciones de convertirse en el próximo Presidente.
Con todo el mayor impacto en todos los planos es el que se producirá a partir de la inesperada elección de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos. Por el momento, no es fácil discernir cuáles de sus dichos son intrínsecos a su carácter mediático y contestatario y cuáles serán transformados en políticas. La mejor guía es recordar que fue elegido como candidato republicano, partido que controla ambas Cámaras y que desde el Senado deberá aprobar sus nominaciones a la Corte Suprema, donde hay una vacante luego de la muerte del conservador Juez Scalia el pasado febrero. Los Estados Unidos, con sus bemoles, han sido siempre y seguramente seguirán siendo una economía abierta; los temores de cierre de fronteras debieran pronto disiparse, y el Gabinete que se está formando da cuenta de ello. Por lo mismo, existe la oportunidad para revertir las asfixiantes regulaciones de la época de Obama, que en parte explican la lenta recuperación económica de 2008 en adelante. El saliente Presidente, quien perdió la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes en 2010 y en el Senado en 2014, acuñó la frase "tengo una lapicera y tengo un teléfono" y en base a ella dictó más de 250 executive orders, 230 executive memoranda e instruyó a las agencias Federales a generar múltiples guidances. Todas estas acciones podrían ser moderadas por Trump y, conjuntamente con las rebajas de impuestos planteadas, deberían acelerar la actual recuperación americana. La lógica política para hacerlo es clara: en el margen fue elegido por los votantes descontentos con el desempeño económico.
Si se materializa el escenario anterior, lo que parece probable, Chile tiene una buena oportunidad para relanzar su progreso. Basta recomponer sus políticas, ya que nuestras empresas siguen siendo competitivas y el sistema financiero y el fisco solventes. Desafortunadamente, de los dichos de la Presidenta se desprende que habrá que esperar a un próximo gobierno.
La
Presidencial avanza, aún no construye,
por
Sergio Melick.
La
Presidencial fue lanzada unilateralmente por Lagos y se equivocó;
leyó mal las señales de los partidos. Estos últimos están
totalmente confundidos entre las buenas ideas y lo que dicen las
encuestas. Entre los Estadistas y los populistas. Sin duda
ganarán las probabilidades sobre la calidad, ya que el poder es lo
único que aparentemente importa, con escasas excepciones, por
ejemplo José Antonio Kast. De los 20 candidatos que mostraron
hasta aquí su interés directa o indirectamente ya han caído
varios. Allende fue rápidamente apartada por Lagos en una
maniobra que tomó al PS por sorpresa. Igual no prendía, pero el
partido quedó resentido y se enojó con Lagos. Su maniobra era
astuta si lograba asegurar de entrada el apoyo PPD-PS, con lo que
tenía ganada las primarias, ya que cuenta con un gran apoyo dentro
de la DC. Pero no le resultó, se sobre estimó a sí mismo y leyó
mal la situación. El ego lo traicionó y pensaba que lo iban a
aclamar. De ahí en adelante todo se le hace cuesta arriba y
el tiempo juega en su contra por desgaste inevitable. Lo más
probable es que se baje. Eso abre la posibilidad a Burgos, que
también es una buena carta como Lagos, a quien la CEP esta semana
podría darle el golpe de gracia final. También se bajó Velasco, L.
Pérez e I. Walker que promocionaron mucho sus propias candidaturas
pero a todas luces ilusorias. Con eso se suman cuatro bajas menores
para la ecología electoral.
Entre
los que quedan hay algunos que solo son testimoniales como Chahuán,
Atria, Tarud, Canelo y Claude, o la curiosa autoinsinuación de Luis
Riveros. Probablemente también lo es ME-O, Sichel o Santa Cruz y
J.A. Kast. Eso suma otros siete, lo que hasta aquí nos deja por un
lado con Lagos, Guiller, Insulza y algún DC que puede ser solo Goic,
Aylwin, o Burgos. Por el otro quedan Piñera, Ossandón y F. Kast,
que dependen de lo que ocurra con Piñera, en cuyo caso salen del
banquillo de reserva Espina y Allamand. Nada nuevo bajo el puente.
Guillier
se vendió como un político diferente, pero ya sabemos que es más
de lo mismo. Hasta aquí no ha presentado ninguna idea propia de peso
y las que le conocemos están muy obsoletas. El verso de que
va a escuchar a la gente es pura demagogia: lo inventó Lavín y lo
usó Bachelet. También hay que acordarse de su afirmación populista
“todos contra Uber” o la propuesta de reindustrializar a Chile
más o menos como en la época de Aguirre Cerda. Ha aprobado
ciegamente todas y cada una de las malas iniciativas del Gobierno, y
hasta ha reconocido no leer las Leyes. María
de los Ángeles Fernández crudamente acotó: “Guillier no es Uber
en política”.
La
oferta de Insulza es “ser un hombre de Estado” con “liderazgo
seguro”, una vaguedad que no admite mucho análisis. Como
Vicepresidente de Lagos carga además con todas las mochilas de éste,
le guste o no.
Hasta
aquí entonces aún no hay nuevas ideas en el debate. Solo están
concentrados en demostrar lo malos que son los otros, más que lo
bueno que son ellos mismos. Varios esperan en las sombras a que se
caigan las cartas principales para emerger.
La
gran interrogante hasta aquí es si se mantiene unida la Nueva
Mayoría, lo que es absolutamente determinante. En mi opinión, se
desbanda. En función de lo anterior es clave lo que va a
decidir la DC: si va a primarias, a la primera vuelta o a nada y, en
tercer lugar, la decisión de Piñera en marzo. En la contienda Lagos
e Insulza son básicamente lo mismo, lo que favorece a Guillier que,
siendo una gran persona, es un candidato plumavit para la Presidencia
aunque las encuestas claramente favorecen su aparición. Con todo,
aún está lejos de Piñera. Así empiezan a delinearse algunos
escenarios. Por ejemplo, el más nombrado y avalado por el propio
Gobierno (Fernández) es la final que sería Lagos-Piñera, lo que a
estas alturas es cada día menos probable. Otro escenario alternativo
podría ser Guillier-Ossandón (los estadistas y los populistas). No
podemos descartar que otro escenario, si Piñera no va, sea
Insulza-Ossandón. En todos estos casos depende de lo que haga la DC,
que puede inclinar la balanza a su voluntad, si la tuviese.
Lo
más probable es que el escenario cambie radicalmente de aquí a
abril. A partir de entonces sabremos quiénes van de verdad.
Cualquier cosa puede pasar, en particular con este gobierno del que
todos se quieren distanciar. No olvidemos que en nuestro país
hay un buen número de ciudadanos que juegan a ganador. Por eso las
encuestas cuentan mucho y cada semana merece ser analizada.
La
curiosa muerte de Ricardo Lagos,
por
Joaquín García-Huidobro.
Lagos
está muriendo. Los últimos exámenes de Adimark le arrojan apenas
un 7% de probabilidades de sobrevivencia. Muchos piensan que él
mismo se quitó la vida cuando, en vez de insistir en los grandes
temas y reivindicar su legado, comenzó a coquetear con las ideas
novomayoritarias. De pronto, se olvidó de su Constitución; dejó de
amar a los empresarios; despreció a las AFP, y le dio la espalda al
Chile de la Concertación. Pero ese nuevo engendro político no es
Lagos, no al menos el que pasará a la historia y que suscita el
respeto y admiración de muchos.
Si sigue ese camino le espera el destino de Buffalo Bill, que, de héroe del Oeste, terminó armando un circo del Far West.
Las pistas, sin embargo, parecen indicar que la causa de la defunción de Lagos es un homicidio. Ha sido víctima de una serie de puñaladas.
La primera estocada provino de Michelle Bachelet, su hija política: quería resarcirse de la humillación que le significó haber tenido que Gobernar con la lógica de la Concertación. Ella, la estudiante de Medicina en la República Democrática Alemana, tuvo que dejar la economía en manos de Andrés Velasco, y la política a cargo de un hijo de Pérez Zujovic, el enemigo mortal de la izquierda.
Era demasiado. Michelle se tomó su tiempo, pero finalmente decidió castigar a Lagos. ¿Cómo? Armando la Nueva Mayoría, que significa la negación de la seriedad, los consensos, el sentido de autoridad y todos los atributos que habían caracterizado a Ricardo Lagos durante su Presidencia. Fue un parricidio.
Pero en este crimen Bachelet no actuó sola. Millones de chilenos se sumaron a su aventura, apoyándola. Hoy, unos bailan frenéticos en torno al cuerpo moribundo de Lagos, asestándole golpes, mientras otros pasan indiferentes ante ese cuerpo que se desangra.
No se crea que el problema es la edad. Para ellos Fidel Castro seguía siendo una fuente de inspiración aunque estuviera repleto de años.
¿Por qué ese odio contra el ex Presidente? ¿Por qué la necesidad de la izquierda chilena de deshacerse de la figura más grande de su propia historia, más allá de lo que digan los mitos?
La explicación es muy antigua y también tiene que ver con un asesinato. En efecto, en el año 2000 Lagos tuvo que matar a Allende para asegurar un futuro político para el socialismo. Había que mostrar que los socialistas eran capaces de Gobernar e incluso de hacerlo bien. Se trataba de culminar el intento de Salvador Allende, pero sin reventar la economía, dividir el país y conducir a una tragedia. Por eso Lagos apostó su vida política al éxito de la Concertación, que fue la negación de la Unidad Popular.
Ricardo Lagos no puso a obreros sin experiencia como Ministros, sino a personas muy preparadas. En el segundo piso no estaban los jóvenes que, metralleta en mano, defendieron a la Unidad Popular el 11 de septiembre de 1973, sino Ernesto Ottone y un equipo dotado de sofisticadas herramientas conceptuales de la sociología y la comunicación. El socialismo de Lagos no tenía sabor a empanadas y vino tinto, sino que estaba preparado por chefs muy refinados y dirigido a los paladares internacionales más exigentes.
Allende reconocía su filiación marxista-leninista y estuvo en el Congreso del PS en Chillán, donde se reivindicó la legitimidad de la lucha armada. Lagos Gobernó como un socialdemócrata.
Si la izquierda radical quería vengar la muerte del proyecto de Allende y hacer trizas el ideal representado por la Concertación, tenía que ajusticiar a Lagos.
Ahora somos testigos del desquite de la izquierda, pero añade la ignominia a los efectos propios del delito. No solo mata a Lagos, sino que empieza a irse detrás de Guillier. La humillación para el ex Presidente es grande.
Se dice que el Senador es una nueva versión de la primitiva Michelle Bachelet. Pero Bachelet 1.0 era una creación de Lagos y administraba su herencia política. Guillier, en cambio, sale de la nada y lleva a la nada. Hasta ahora, es el candidato nihilista.
Lagos aceptaría resignado ser derrotado por la derecha, o caer víctima de una compleja conjuración. Uno puede tolerar la guillotina, el veneno, el fusilamiento o una puñalada, pero ninguna cosa puede haber más dura para un político que ser reemplazado por la nada. Aunque sea una nada sonriente y repleta de buenas intenciones. Este es el homicidio político más cruel que quepa imaginar.
La
izquierda a la deriva,
por
Héctor Soto.
Pareciera
que la izquierda chilena todavía no se hace cargo del lastimoso
estado en que se encuentra después de tres años de Gobierno
de la Presidenta Bachelet. Sus principales banderas de lucha
-la desigualdad y la falta de legitimidad de las instituciones- están
desgastadas. Carece de liderazgos claros. Está desanimada, aparte
de dividida. El gran temor de La Moneda, en orden a que surgiera otra
izquierda a la zurda de la Nueva Mayoría, ya es un hecho. Tampoco el
sector tiene un diagnóstico certero de su fracaso. No solo eso: ni
siquiera ha tomado nota del portazo que recibió de la ciudadanía en
la última elección Municipal.
Sin
embargo, cuando uno escucha a sus dirigentes y precandidatos -el
Presidente Lagos, el ex Ministro Insulza, el Senador Alejandro
Guillier- pareciera que la izquierda sigue creyendo que el actual
escenario político es el mismo del 2013, cuando el país venía
creciendo a tasas superiores al 4% anual, cuando la economía había
creado un millón de nuevos empleos, cuando el Fisco aún tenía
holguras y cuando Chile estaba dando pasos importante en todos los
indicadores de desarrollo e integración social.
Pasaron
solo tres años y el actual panorama parece ser el de otro país. La
reforma tributaria cumplió con el propósito de proveer mayores
recursos al Estado, pero frenó completamente la inversión. Lo que
se dijo que no iba a pasar ocurrió: la economía está
paralizada. Está claro que la reforma laboral que se aprobó no
va a facilitar la expansión de la fuerza de trabajo ni tampoco va a
dejar a la estructura productiva en mejores condiciones para
responder a los desafíos de productividad e innovación que el país
tiene pendientes. La reforma educacional del Ministro Eyzaguirre y
Revolución Democrática se tradujo en un inmenso operativo
inmobiliario y contable que, tras haber consumido gran cantidad de
recursos, dejó a los colegios subvencionados donde mismo y a los
públicos en una posición todavía más desmedrada y menos
competitiva que antes. A pesar del gasto, la educación sigue siendo
mala. El país está embarcado en un costoso programa de
gratuidad para la educación superior que seguirá consumiendo muchos
recursos por varios años antes de estabilizarse, y eso significa
que el país tendrá que seguir postergando a los que más apoyo
necesitan -los niños que no tienen educación preescolar o que van a
malas escuelas- en favor de quienes tuvieron la suerte de llegar más
lejos y no siempre pertenecen a los estratos más vulnerables.
Si
a lo anterior se agregan las incógnitas que plantea el proceso
Constituyente abierto por el Gobierno -cumplidas ya dos etapas, con
bajísima convocatoria, de la hoja de ruta establecida-, lo que se
obtiene es un cuadro que ya era malo, y ahora podría volverse
incluso más deprimente.
En
este contexto, la izquierda, que debería estar dando explicaciones,
sigue tratando de dar con las huidizas causas del malestar que
observa en la sociedad chilena. Es su obsesión y salta de una
hipótesis a otra con destreza de trapecista. Da por descontado que
fenómenos tales como la abstención electoral, el desprestigio de
los partidos políticos, el aumento de la conflictividad social o el
cuestionamiento de las élites dirigentes son parte de una misma
cadena tóxica que hay que romper y presume que no bien el país
apruebe esta o aquella reforma, o se dé una nueva Constitución -no
importa lo que diga-, el malestar se va a transformar en bienestar
como por arte magia. Obviamente, es un despropósito. En el
voluntarismo envuelto en estas percepciones no sólo hay candor, sino
también pertinacia. Lo que la izquierda no toma en cuenta es
que todos los procesos modernizadores conllevan de suyo decepciones y
desacomodos, conflictos y malestares. Nada es simple, lineal y
ecuménicamente exitoso cuando las sociedades crecen. El desarrollo
deja con frecuencia heridos en el camino, y lo que corresponde hacer
no es detener la modernización -tampoco refundar el país desde
cero, como lo quiso hacer esta administración-, sino operar en los
márgenes para acompañar y aliviar las tensiones o cargas que las
nuevas circunstancias van imponiendo a los grupos más débiles o más
afectados. La desafección, el malestar, la sensación de soledad
y ruptura -debiéramos haberlo aprendido- es parte del paisaje
contemporáneo. Eso no significa que sean manifestaciones
irrelevantes o que haya que desatender; significa solo que es
completamente ilusorio pretender disiparlas a punta de reformas o de
una nueva Constitución.
¡Que
sigan los fiascos!,
por
Sergio Urzua.
La
reforma al sistema de educación superior ha sido improvisada,
vergonzosa, hasta penosa. Es que el Estado simplemente no ha estado a
la altura de las circunstancias. Hizo caso omiso de las alertas,
equivocando ideas y acciones. Los ejemplos sobran: La gratuidad,
la antojadiza eliminación del AFI, la premura por fundar más
universidades y la discriminación en contra de la educación
técnica, entre otras. Y esta semana se sumó el caso de la Arcis. Un
día la autoridad anuncia su cierre, se dice que la Universidad de
Chile recibirá a sus alumnos. Al otro que no se cierra, que está en
condiciones de continuar educando su diminuto número de estudiantes.
¿Quién entiende?
Sin embargo, y consistente con su porfiada miopía, esta administración no ha reparado en las oportunidades que cada uno de sus fiascos brinda a las instituciones privadas. Piénselo por un segundo. El debate en torno a la propuesta de gratuidad, por ejemplo, no solo dejó en evidencia la precariedad con que se gestionan las universidades del Estado, sino que además reveló que la idea vendría con un recorte de recursos y un fuerte apretón de la camisa de fuerza que es la burocracia Estatal. Así, si antes no querían competir, en el futuro las Estatales sencillamente no podrán hacerlo. Para todos sus competidores, ¡tremenda noticia!
Entonces, el tema es cómo aprovechar la ocasión. Aquí, una miniguía para las privadas que apuesten por distinguirse.
Primero, cortar grasa y ordenar la casa. El Estado despilfarra recursos, pero no los privados. La eficiencia será clave para lo que viene y la incorporación de tecnología en el proceso educativo puede ser un gran aliado. Segundo, innovar en el financiamiento. Sí, no es fácil, pero hay opciones: desde campañas de retribución de ex alumnos hasta el desarrollo de posgrados. Ojo, que aquí la internacionalización puede ser clave. Tercero, es el momento de levantar buenos profesores de las universidades Estatales. No lo dirán, pero muchos, sobre todo los jóvenes, están cansados de la burocracia, los apitutados y las vacas sagradas. Y las grúas deben mover a varios a la vez, pues los buenos no se mueven solos. Cuarto, atraer buenos estudiantes. Eso significará recursos, pero es inversión, no gasto. Los talentosos demandan proyectos sustentables y serios, ahí la oportunidad. Quinto, las familias intuyen correctamente que lo que ha hecho el Estado generará mayor segregación. Así que esfuerzos reales por promover la inclusión serán bienvenidos. Planes que apunten a buenos colegios públicos pueden ser valorados. Sexto, parar el lloriqueo. La bajada de los patines es real, es un dato. Llegó la hora de actuar.
Chile necesita universidades competitivas, dinámicas, modernas y que apuesten por la calidad. Hubiese sido ideal que las del Estado tiraran ese carro, pero no se le puede pedir eso a un tanque a pedales. Así que no queda otra. A aprovechar la oportunidad que brindan los fiascos del dueño de todos esos tanques.
Sincerar
el debate,
por
Axel Buchheister.
La
inmigración se tomó el debate público de manera súbita e
inesperada, pero no artificial, porque ha sido evidente que ahí
había una preocupación ciudadana real que terminó aflorando.
La
respuesta ha sido típicamente chilena: hay que cambiar la Ley.
Necesidad obvia, pues la norma vigente data de 1975. Argumento
dudoso, pues que una Ley sea antigua no la torna inadecuada. En
cambio, brillan por su ausencia precisiones en qué estaría mal y
qué cambios hay que hacerle. El gobierno dice que pronto
enviará un proyecto de Ley para sustituir la legislación vigente,
pero no aclara en qué sentido. En simple, ¿será más restrictiva
con la inmigración? Porque la actual es liberal, cuando ha
permitido que llegue una gran cantidad de extranjeros a radicarse, lo
que constituye el motivo de preocupación.
Quien
lea la Ley actual, concluirá que entrega facultades razonables para
enfrentar todas las situaciones que se han mencionado como
irregularidades existentes, ya sean casos de ingresos de personas con
antecedentes criminales, de quienes delinquen en Chile (una vez
cumplida la condena), para perseguir tráfico de personas (mafias que
proveen de contratos de trabajo falsos), turistas que no son tales,
pues no tienen como subsistir cuando entran al país, etc. Es materia
de voluntad de aplicar la Ley, no de modificarla.
Es
que se elude el debate real. Para algunos la cuestión de la
inmigración esconde un sentimiento nacional de clasismo y racismo,
porque no nos da lo mismo que los que llegan sean suizos o haitianos.
Puede ser, pero lo cierto es que el ambiente políticamente correcto
impide decir que efectivamente no da lo mismo y, entonces,
se inventan pretextos para lograr restricciones.
Veamos
el caso concreto de los haitianos -que gatilló el tema-, que debe
preocupar por su creciente número (decenas de miles al año), lo que
evidencia una situación que dista de una emigración normal, y
porque no se advierte que tengan reales oportunidades de integración
y progreso en Chile. Se vienen porque la situación en su país es
tan precaria que cualquiera sea su destino aquí estarán mejor que
allá. Pero con el costo para nosotros de la formación de núcleos
de pobreza dura y marginación, con las consiguientes tensiones
sociales. La posibilidad de que ello suceda es muy alta.
Se
clama por solidaridad con ellos porque sufren, pero lo que nos están
pidiendo es que nos hagamos cargo de los problemas insolubles que hay
en otro país. Ya suficiente hemos gastado durante 10 años enviando
militares a Haití y nada se ha resuelto. ¿Y qué pasará cuando
tengamos centenares de miles?
Chile,
como todos los países del nuevo mundo, se construyó con
inmigrantes, cuyo aporte a la nación es incalculable. Pero negarse a
ver lo que sucede puede provocar reacciones más fuertes cuando el
problema sea mayor, creando limitaciones severas a la inmigración,
lo que sería muy negativo. Para hacer frente al problema, bastaría
con hacer cumplir la Ley vigente. Así se aventurarían básicamente
los que cumplen con los requisitos establecidos, que son razonables,
y bajaría la tensión en torno al tema.
Cuba,
por Adolfo Ibáñez.
Cuba
era el tercer país de Hispanoamérica cuando cayó en manos de
Castro, un aventurero audaz. En aquella época predominaba
Argentina, que era como de otro mundo. La seguía Uruguay, afirmando
la primacía del mundo rioplatense. Luego venía Cuba, completando
el podio. Nosotros en cuarto lugar. Y no se trataba de que los
dólares del turismo norteamericano hicieran ese milagro. No. Cuba
era el tercero en salud (mortalidad y médicos), en alimentación
(calorías y proteínas) y en medios de comunicación (lectura y
escucha de diarios y radios por habitante). Era el cuarto en
educación y tenía el tercer PIB per cápita.
Se trataba de un país muy asentado y coherente en su conformación general. Hoy la vemos en el fondo de la tabla, más allá de sus estadísticas. No es el único país destruido por la violencia de iluminados y terroristas, pero se ha tenido que tragar la revolución en su forma más cruda y prolongada. En su apogeo practicaron la violencia y la derramaron por el continente, denigrando a los populistas. Hoy, en la derrota de sus ideas, se han unido a ellos y, más aún, se ocultan tras ellos, prestándoles un contenido pseudoideológico para disfrazar engaños y abusos de poder.
En esa red se confundió Argentina, que viene cayendo desde el primer Perón. Brasil ha recaído cada vez que parecía levantarse. México se equilibra en una precaria medianía. Bolivia, Ecuador, Venezuela y Nicaragua sufren sus frustraciones. Centroamérica no sale del fondo. Perú y Colombia tratan de ser más, sin poder zafarse del peso del continente. Y estamos nosotros, pretendiendo alejarnos sin captar que, más allá de lo material, nos pesa la intrincada red que tejen los tenaces iluminados y totalitarios maquinistas que alegan haber descubierto las soluciones finales para todas las sociedades.
¿Estamos condenados a este sino fatal? ¿Será nuestro destino luchar incesantemente y sin triunfar solo para evitar la ruina?, ¿o solo para continuar gritando contra los poderosos del mundo? Parece que necesitamos de una épica para vivir, como droga adictiva, ya sea para liquidar lo logrado, para retomar el camino a no sé dónde, o para gritar contra los poderes mundiales, pero siempre revolviéndonos en espirales bien barrocas. Vivir calladamente y manteniendo un esfuerzo tenaz a través del tiempo parece no estar en el ADN nuestro. Antes que la ruta larga y serpenteante que nos lleva a las cumbres cordilleranas, preferimos el hoyo que tenemos al lado pensando que es una mina de felicidad infinita.
Decisiones
peligrosas,
por
Jorge Navarrete.
Todo
indica que la Senador Carolina Goic seguirá al mando del partido
Demócrata Cristiano. Después de una abrupta asunción con motivo de
la renuncia del Senador Jorge Pizarro, el escenario comienza a
decantarse en las huestes falangistas. Será en la Junta Nacional de
enero donde se adoptarán las definiciones más fundamentales, en lo
que podría constituir un punto de inflexión para la trayectoria que
hasta ahora ha tenido el partido más grande de la coalición
oficialista.
En
efecto, más allá de la continuidad en la conducción de dicha
tienda política, lo que verdaderamente deberá discutirse ahí tiene
que ver con algo mucho más relevante, que se refiere a la identidad
de un partido de centroizquierda y a la estrategia que éste debe
implementar a la luz del actual y probable futuro escenario. Después
de muchas declaraciones, matices o rabietas, las que poco y nada eran
después acompañadas con hechos o actos concretos que sustentaran su
relevancia o significado, parece que esta vez las cosas van en serio.
Desde
el año 1990 que la DC viene cayendo en su representación electoral,
siéndole cada vez más difícil distinguirse y diferenciarse en el
marco de una coalición que abandonó esa vocación articuladora,
aquella que tiende puentes y que busca mayores acuerdos para dar
sustentabilidad a las políticas públicas; desdibujándose el rol y
aporte que partidos como la Falange deben hacer en una coalición de
centroizquierda. Pero como la política es esencialmente una
actividad de ritos y símbolos, es que una parte significativa de ese
debate se resumirá en la decisión de contar o no con un candidato
Presidencial propio para las próximas elecciones; pero, sobre todo,
a la posibilidad de concurrir con este abanderado directamente a la
primera vuelta.
Lo
que ya parece evidente, es que cada día resulta más difícil que la
DC renuncie a la alternativa de competir con un representante de sus
filas, más aún cuando es probable que la Nueva Mayoría pudiera
perder las próximas elecciones. Pero participar en un
procedimiento interno en la coalición, supone atacar los resultados
y apoyar a quien resulte elegido, cuestión a la que no todos los
dirigentes y militantes de la Falange parecen estar dispuestos, en
especial si dicha opción profundiza el derrotero adoptado por el
oficialismo en los últimos años.
La
otra alternativa, aquella de llegar a primera vuelta, en los hechos
significa que la DC abandona la Nueva Mayoría. Y más allá de la
ingenua retórica que supone declarar apoyos de segunda vuelta, el
principal problema estriba en la negociación Parlamentaria. De
persistir la actual coalición y conformar ésta una lista sin la DC,
deja en un muy complejo escenario a una Falange que, especialmente
ante la posibilidad de perder el gobierno, debe intentar refugiarse
en el Congreso.
Puestas
así las cosas, la tensión y el debate serán muy duros. Al punto
incluso, que la propia DC resulte irremediablemente dividida con
motivo de la decisión que finalmente adopte.
El
desastre educativo de las Américas,
por
Andrés Oppenheimer.
Los
malos resultados en la prueba PISA son un recordatorio de que la
educación debería convertirse en un tema central de la agenda
política.
Los
resultados de las nuevas pruebas internacionales PISA de estudiantes
de 15 años de edad deberían hacer sonar campanas de alarma en toda
América Latina: muestran que el 63% de los estudiantes de la región
carece de habilidades básicas en matemáticas y en algunos países
ese porcentaje llega al 91%.
Estos nuevos datos son un recordatorio de que la educación debería convertirse en el tema central de la agenda política latinoamericana. En una economía global impulsada por la innovación en la que las matemáticas, las ciencias y la ingeniería son claves para la prosperidad, el triste rendimiento académico de la región es uno de los mayores obstáculos para el progreso económico.
La prueba PISA , un test estandarizado que fue tomado por más de medio millón de estudiantes en 70 países y ciudades importantes, es considerada como el principal medidor internacional de la educación. Mide las habilidades de los estudiantes en ciencia, matemáticas y comprensión de lectura.
En la prueba de matemáticas, Singapur salió en primer lugar este año, seguido por Hong Kong, Macao, Taiwán y Japón. Estados Unidos salió en un vergonzoso lugar número 40 en matemáticas, aunque le fue mejor en las pruebas de ciencia (25) y lectura (24.) La mayoría de los países latinoamericanos, con excepción de la Ciudad de Buenos Aires en Argentina (42) y Chile (48), está cerca de los últimos lugares en matemáticas, incluyendo México (56), Colombia (61), Perú (62), Brasil (65) y la República Dominicana (70).
El 70% de los estudiantes en Brasil y el 91% en la República Dominicana carecen de destrezas básicas en matemáticas, según el estudio.
Lo que es aún peor, Cuba, Bolivia, Venezuela y Panamá ni siquiera tuvieron la valentía de participar en la prueba PISA, lo que genera dudas sobre sus estándares educativos. Cuba, en particular, se ufana de tener un buen sistema educativo, pero su falta de participación en la prueba PISA genera escepticismo sobre las estadísticas educativas de la isla.
No me sorprende que los países asiáticos hayan salido en los primeros puestos. Una de las cosas que más me impresionó en Singapur, China y otros países asiáticos que visité en años recientes es su obsesión nacional por la educación.
En Singapur y Beijing visité los institutos privados nocturnos que enseñan matemáticas, ciencias e inglés, y me sorprendió verlos repletos de estudiantes hasta altas horas de la noche. A las 9 de la noche, vi a estudiantes sentados en sus pupitres con los mismos uniformes escolares con los que habían salido de sus casas a las 6:30 de la mañana.
Lo que es más, sus padres y abuelos estaban sentados en la parte de atrás del aula, matando el tiempo leyendo revistas, para luego llevarlos a sus casas. Una parte considerable de la población de estos países tiene una cultura familiar de educación: los padres y los abuelos invierten gran parte de su tiempo y dinero en la educación de sus hijos.
La principal ambición de muchos padres asiáticos es que sus hijos logren entrar en una buena universidad en Estados Unidos o Gran Bretaña. No es sorprendente que más del 31% de los estudiantes extranjeros en las universidades estadounidenses sean de China, y que incluso pequeños países asiáticos como Vietnam y Taiwán tengan más estudiantes en las universidades estadounidenses que Brasil (1.9%) y México (1.6%), según el Instituto de Educación Internacional.
Mi opinión: Es hora de que América Latina ponga la educación de calidad -y no solo la educación cuantitativa- en el centro de su agenda política.
Y es una tarea que no debe ser dejada únicamente a los Gobiernos. Los empresarios, los dueños de los medios de comunicación y los académicos deberían, entre otras cosas, lanzar campañas mediáticas para crear una cultura familiar de obsesión por la educación, como lo están haciendo grupos como Todos Pela Educação en Brasil y Mexicanos Primero en México.
Las pruebas de PISA deberían ser una llamada de atención para América Latina, y también para los Estados Unidos. A menos que mejoremos nuestro nivel académico, nos vamos a quedar cada vez más atrás.
La
muerte de Fidel,
por
Mario Vargas Llosa.
El
1 de enero de 1959, al enterarme de que Fulgencio Batista había
huido de Cuba, salí con unos amigos latinoamericanos a celebrarlo en
las calles de París. El triunfo de Fidel Castro y los barbudos del
Movimiento 26 de Julio contra la dictadura parecía un acto de
absoluta justicia y una aventura comparable a la de Robin Hood. El
líder cubano había prometido una nueva era de libertad para su país
y para América Latina y su conversión de los cuarteles de la isla
en escuelas para los hijos de los guajiros parecía un excelente
comienzo.
En
noviembre de 1962 fui por primera vez a Cuba, enviado por la
Radio-Televisión francesa en plena crisis de los misiles. Lo que vi
y oí en la semana que pasé allí -los Sabres norteamericanos
sobrevolando el Malecón de la Habana y los adolescentes que
manejaban los cañones antiaéreos llamados “bocachicas”
apuntándolos, la gigantesca movilización popular contra la invasión
que parecía inminente, el estribillo que los milicianos coreaban por
las calles (“Nikita, mariquita, lo que se da no se quita”)
protestando por la devolución de los cohetes- redobló mi entusiasmo
y solidaridad con la Revolución. Hice una larga cola para
donar sangre e Hilda Gadea, la primera mujer del Che Guevara, que era
peruana, me presentó a Haydée Santamaría, que dirigía la Casa de
las Américas. Esta me incorporó a un Comité de Escritores con el
que, en la década de los sesenta, me reuní cinco veces en la
capital cubana. A lo largo de esos 10 años mis ilusiones con Fidel y
la Revolución se fueron apagando hasta convertirse en críticas
abiertas y, luego, la ruptura final, cuando el “caso
Padilla”.
Mi
primera decepción, las primeras dudas (“¿no me habré
equivocado?”) ocurrieron a mediados de los sesenta, cuando se
crearon las UMAP, un eufemismo -las Unidades Militares de Ayuda a la
Producción- para lo que eran, en verdad, campos de concentración
donde el Gobierno cubano encerró, mezclados, a disidentes,
delincuentes comunes y homosexuales. Entre estos últimos
cayeron varios muchachos y muchachas de un grupo literario y
artístico llamado El Puente, dirigido por el poeta José Mario, a
quien yo conocía. Era una injusticia flagrante, porque estos jóvenes
eran todos revolucionarios, confiados en que la Revolución no sólo
haría justicia social con los obreros y los campesinos sino también
con las minorías sexuales discriminadas. Víctima todavía del
célebre chantaje -“no dar armas al enemigo”-me tragué mis dudas
y escribí una carta privada a Fidel, pormenorizándole mi
perplejidad sobre lo que ocurría. No me contestó pero al poco
tiempo recibí una invitación para entrevistarme con él.
Fue
la única vez que estuve con Fidel Castro; no conversamos, pues no
era una persona que admitiera interlocutores, sólo oyentes. Pero las
12 horas que lo escuchamos, de ocho de la noche a las ocho de la
mañana del día siguiente, la decena de escritores que participamos
de aquel encuentro nos quedamos muy impresionados con esa fuerza de
la naturaleza, ese mito viviente, que era el gigante cubano. Hablaba
sin parar y sin escuchar, contaba anécdotas de la Sierra Maestra
saltando sobre la mesa, y hacía adivinanzas sobre el Che, que estaba
aún desaparecido, y no se sabía en qué lugar de América
reaparecería, al frente de la nueva guerrilla. Reconoció que se
habían cometido algunas injusticias con las UMAP -que se
corregirían- y explicó que había que comprender a las familias
guajiras, cuyos hijos, becados en las nuevas escuelas, se veían a
veces molestados por “los enfermitos”Me impresionó, pero no me
convenció. Desde entonces, aunque en el silencio, fui advirtiendo
que la realidad estaba muy por debajo del mito en que se había
convertido Cuba.
La
ruptura sobrevino cuando estalló el caso del poeta Heberto Padilla,
a comienzos de los 70. Era uno de los mejores poetas cubanos, que
había dejado la poesía para trabajar por la Revolución, en la que
creía con pasión. Llegó a ser Viceministro de Comercio Exterior.
Un día comenzó a hacer críticas -muy tenues- a la política
cultural del Gobierno. Entonces se desató una campaña durísima
contra él en toda la prensa y fue arrestado. Quienes lo conocíamos
y sabíamos de su lealtad con la Revolución escribimos una carta
-muy respetuosa- a Fidel expresando nuestra solidaridad con Padilla.
Entonces, este reapareció en un acto público, en la Unión de
Escritores, confesando que era agente de la CIA y acusándonos
también a nosotros, los que lo habíamos defendido, de servir al
imperialismo y de traicionar a la Revolución, etcétera. Pocos días
después firmamos una carta muy crítica a la Revolución cubana (que
yo redacté) en que muchos escritores no comunistas, como Jean Paul
Sartre, Susan Sontag, Carlos Fuentes y Alberto Moravia tomamos
distancia con la Revolución que habíamos hasta entonces defendido.
Este
fue un pequeño episodio en la historia de la Revolución cubana que
para algunos, como yo, significó mucho. La revaluación de la
cultura democrática, la idea de que las instituciones son más
importantes que las personas para que una sociedad sea libre, que sin
elecciones, ni periodismo independiente, ni derechos humanos, la
dictadura se instala y va convirtiendo a los ciudadanos en autómatas,
y se eterniza en el poder hasta coparlo todo, hundiendo en el
desánimo y la asfixia a quienes no forman parte de la privilegiada
nomenclatura.
¿Está
Cuba mejor ahora, luego de los 57 años que estuvo Fidel Castro en el
poder? Es un país más pobre que la horrenda sociedad de la que huyó
Batista aquel 31 de diciembre de 1958 y tiene el triste privilegio de
ser la dictadura más larga que ha padecido el continente
americano. Los progresos en los campos de la educación y la
salud pueden ser reales, pero no deben haber convencido al pueblo
cubano en general, pues, en su inmensa mayoría, aspira a huir a los
Estados Unidos, aunque sea desafiando a los tiburones. Y el sueño de
la nomenclatura es que, ahora que ya no puede vivir de las dádivas
de la quebrada Venezuela, venga el dinero de Estados Unidos a salvar
a la isla de la ruina económica en que se debate. Hace tiempo que la
Revolución dejó de ser el modelo que fue en sus comienzos. De todo
ello sólo queda el penoso saldo de los miles de jóvenes que se
hicieron matar por todas las montañas de América tratando de
repetir la hazaña de los barbudos del Movimiento 26 de Julio. ¿Para
qué sirvió tanto sueño y sacrifico? Para reforzar a las dictaduras
militares y atrasar varias décadas la modernización y
democratización de América Latina.
Eligiendo
el modelo soviético, Fidel Castro se aseguró en el poder absoluto
por más de medio siglo; pero deja un país en ruinas y un fracaso
social, económico y cultural que parece haber vacunado de las
utopías sociales a una mayoría de latinoamericanos que, por fin,
luego de sangrientas revoluciones y feroces represiones, parece estar
entendiendo que el único progreso verdadero es el que hace avanzar
la libertad al mismo tiempo que la justicia, pues sin aquella este no
es más un fugitivo fuego fatuo.
Aunque
estoy seguro de que la historia no absolverá a Fidel Castro, no dejo
de sentir que con él se va un sueño que conmovió mi juventud, como
la de tantos jóvenes de mi generación, impacientes e impetuosos,
que creíamos que los fusiles podían hacernos quemar etapas y bajar
más pronto el cielo hasta confundirlo con la tierra. Ahora
sabemos que aquello sólo ocurre en el sueño y en las fantasías de
la literatura, y que en la realidad, más áspera y más cruda, el
progreso verdadero resulta del esfuerzo compartido y debe estar
signado siempre por el avance de la libertad y los derechos humanos,
sin los cuales no es el paraíso sino el infierno el que se instala
en este mundo que nos tocó.
Pueblos
bien informados
difícilmente
son engañados.