El
ex Presidente Ricardo Lagos es el candidato Presidencial que
está
pagando el más alto precio, seguido por MEO, luego de
la
debacle electoral de la nueva mayoría. (encuesta CADEM) |
Transantiago,
creación de escritorio del Presidente Lagos e implementado
por
la inepta actual Gobernante, ha costado Bachelet al erario nacional
la
friolera de más de US$ 6 mil millones. |
Incomprensible
proyecto del Ministerio de Transportes, supuestamente
para
regular las aplicaciones de transporte privado, que condena a los
usuarios
al monopolio de un gremio histórico. |
La
corrupta ex Presidente de Argentina, Cristina Fernández, a la
salida
de Tribunales intento victimizarse por una supuesta
persecución política en
investigaciones Judiciales. |
Evo
Morales, Presidente de Bolivia, ya tiene hastiados a los chilenos
con
las absurdas diatribas con que quiere tapar los problemas
de
su mal Gobierno en el país altiplánico. |
Vaticinan
estrecho resultado en elecciones de USA: muestreos del diario
The
Washington Post y la cadena ABC News, elaborado del 25 al 28 de
indican
queClinton lograría un 46%, versus un 45% de Trump. |
Mariano
Rajoy juró ayer como Presidente del Gobierno español,
terminando así una especie de limbo político que
mantuvo a
España
paralizado por 10 meses.
|
Esta
vez, es la política la que nos trae noticias,
por
Hernán Büchi.
Dado
el enorme flujo de información en que estamos inmersos, en estas
semanas no han faltado notas llamativas sobre la economía. A nivel
mundial destacan las dudas sobre la solidez del Deutsche Bank y la
depreciación de la libra esterlina ante rumores de un Brexit "duro",
pero en esencia el desempeño de la economía global se mantiene: el
crecimiento para el año estará marginalmente sobre el 3% y
levemente mejor en el 2017. Estos últimos meses indican una suave
aceleración -el dato reciente de 2,9% del crecimiento en el 3 {+e}
{+r} trimestre en EE.UU. lo confirma. Ello, unido a una normalización
de la inflación mundial de niveles que bordeaban la deflación,
augura un mejor panorama para las posibilidades y deseos de invertir
de las empresas, reforzando así el ciclo.
A pesar de que el crecimiento de tendencia de la economía norteamericana parece haber disminuido, Estados Unidos está en una etapa de recuperación y es muy probable que en diciembre la Reserva Federal inicie un proceso, pausado pero definido, de alza de tasas. Ante ello, hay riesgo de que se genere un período de volatilidad en los mercados, pues las tasas a 10 o 30 años están en niveles históricamente bajos, lo que indicaría que los agentes no creen que la Fed actúe luego.
La economía europea sigue marchando lento, mientras China ha logrado desacelerarse sin sobresaltos, superando simultáneamente las inquietudes gatilladas cuando inició la depreciación de su moneda. Finalmente, el ambiente en Latinoamérica mejora desde los deprimidos niveles en que cayó junto con el desplome de los commodities . Los mercados de valores y las monedas han rebotado con fuerza -el real brasileño pasó de un nivel mínimo de 4,12 R/US a 3,15 R/US hoy-. Sin duda, el proceso ha sido facilitado por la estabilización del precio de las materias primas. Y en lo local las cifras sobre la economía chilena obsesionan a nuestros analistas que intentan detectar cambios de tendencia en la realidad económica del país.
Sin embargo, es en el plano político donde se dan noticias y episodios que pueden tener un fuerte impacto.
En pocos días más EE.UU. elige Presidente, renueva la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. El resultado también determinará el equilibrio en la Corte Suprema, donde existe una vacante luego de la muerte del Juez Scalia en febrero pasado. La presencia de Bernie Sanders en las primarias demócratas y el particular carácter del candidato republicano han dado gran dramatismo a esta elección y podrían tener un impacto relevante para el futuro del país del norte.
Dado que las encuestas le dan una ventaja a la señora Clinton, será clave que los resultados electorales permitan que el Congreso siga haciendo de contrapeso del Poder Ejecutivo. En el momento actual, en que la tecnología permite que la ebullición de ideas haya alcanzado un nivel global e instantáneo, es importantísimo que EE.UU. siga siendo un baluarte de libertad y creatividad para facilitar que energías innovadoras se canalicen para catapultar el progreso y el bienestar a nivel global.
Las negociaciones políticas sobre el Brexit también marcarán un hito, aunque el tiempo en que ocurrirán no se cuenta en días sino en meses. Si el alma de la Unión Europea es de libertad, incluida la de circulación de bienes y capitales, debiera ser relativamente fácil lograr un acuerdo. Lenguajes como "negociar el acceso a sus mercados" son disonantes y tienen reminiscencias por nosotros conocidas en el Pacto Andino o el Mercosur, y de triste evolución. Es posible llegar a un acuerdo en que todos ganen, requiriendo del Reino Unido un razonable comportamiento sobre el libre flujo de personas, pero permitiendo limitaciones a los movimientos irrestrictos en que primen las conveniencias de aprovecharse y arbitrar entre beneficios sociales. Pero si la discusión se enrarece para dar un escarmiento a quienes desean escapar de la burocracia de Bruselas, el costo para el continente y el mundo será grande.
Volviendo a Chile -ya lo dijimos-, el flujo de datos es cuantioso. Las recientes cifras del crecimiento del comercio de 7,4% el mes pasado según el INE alimentan a los optimistas. La caída de 24,4% de la importación de bienes de capital en el mismo mes refuerza la opinión de los que no detectan los brotes verdes que la autoridad añora. Las últimas cifras de desempleo del INE para el 3 {+e} {+r} trimestre, de 6,8%, no justifican la esperanza de ver un quiebre de tendencia favorable en nuestro magro desempeño. El empleo asalariado respecto a igual fecha del año 2015 disminuye.
La realidad es que la primavera en materias económicas aún no llega, y el país sigue languideciendo en torno al 2% de avance. El peligro adicional es que la frustración de quienes desean ir más rápido -potenciada por lo ciclos políticos como la campaña Presidencial ya lanzada- termine empujándonos por el camino del populismo. La intolerancia de los funcionarios públicos que rechazan el reajuste, castigando a la ciudadanía con sus huelgas, ciudadanía a la que ellos mismos multarán con severidad cuando no pueda cumplir alguna obligación, es un símbolo de descontrol. Tampoco son alentadoras las cifras entregadas por la autoridad con motivo de la presentación del Presupuesto 2017, ya que considerando los gastos comprometidos el déficit estructural que se impuso se excede en forma creciente hasta superar los US$ 700 millones el año 2020.
Pero si la economía y los políticos no permiten alentar esperanzas, los resultados de la elección del domingo pasado sí. Sea absteniéndose o votando por alternativas, la ciudadanía no respaldó a un Gobierno que se ha propuesto refundar el país con inspiraciones equivocadas y peor ejecución. Ello permite avizorar un camino para corregir desaciertos y liberar nuevamente las energías creativas latentes. Es solo una luz de esperanza, pues falta la difícil tarea de aunar voluntades y aclarar las ideas para volver a la ruta de progreso. Pero ello basta para ilusionarse.
Afortunadamente estamos todavía en mucho mejor pie que países como Argentina, Brasil o Venezuela,, que quieren partir de nuevo o deberán hacerlo. Solo falta confiar otra vez en la creatividad y capacidad de emprender de nuestro pueblo, como lo hicimos en los 90, cuando avanzamos a grandes pasos en todo orden -incremento del bienestar, reducción de la pobreza y aumento en el volumen de ingresos Fiscales.
Para ello, el Gobierno debe volver a tener un rol de cooperación y no de desconfianza y castigo frente a los ciudadanos. La paradoja de ideólogos y funcionarios que se creen superiores y amedrentan a los emprendedores -pero que, como en el caso del Servel, el Registro Civil y el padrón electoral, muestran su incompetencia- debe ser sustituida por una cabal comprensión de sus propias limitaciones y un esfuerzo por facilitar el progreso. Si ese cambio se produce, el quiebre de tendencia será realidad y sin darnos cuenta entraremos en un nuevo círculo virtuoso. Los argumentos de esperanza de un futuro mejor, como lo anhela el Gobierno, no los encontramos hoy en los datos económicos sino, paradójicamente, en el bajo apoyo de los electores a ese mismo Gobierno.
La paradoja de ideólogos y funcionarios que se creen superiores y amedrentan a los emprendedores -pero que, como en el caso del Servel, el Registro Civil y el padrón electoral, muestran su incompetencia- debe ser sustituida por una cabal comprensión de sus propias limitaciones y un esfuerzo por facilitar el progreso. Si ese cambio se produce, el quiebre de tendencia será realidad y sin darnos cuenta entraremos en un nuevo círculo virtuoso".
Uberizar
vs. Taxear,
por Pablo Allard.
La
semana pasada el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones
(MTT), presentó un proyecto de Ley que pretende regular las diversas
aplicaciones que permiten coordinar y acordar servicios de transporte
entre privados. Muchos identifican este tipo de servicios con la
aplicación Uber, la cual hace un par de meses se masificó gracias a
la notoriedad que le dieron las polémicas declaraciones del Ministro
y protestas del gremio de los taxistas, atizada además por la
creciente tasa de desempleo en las clases medias. Pero más allá de
Uber, también existen otras aplicaciones como Cabify, otras de uso
exclusivo para taxis de techo amarillo como SaferTaxi, e incluso
varias plataformas de estudiantes universitarios para compartir
viajes.
Como
era de esperarse, nuestra Legislación no estaba preparada para estas
tecnologías disruptivas que cambiaron el paradigma de una industria
regulada y fueron rápidamente adaptadas por miles de usuarios antes
que el regulador siquiera lo previera. En
este sentido, se entiende la urgencia de legalizar y regular su
funcionamiento, de manera de garantizar un mínimo de seguridad y
control, al tiempo de recaudar los impuestos que cualquier
transacción así lo justifique. El problema radica en que un
Ministerio que debiera estar atento a los rápidos avances de las
tecnologías, ha optado por limitar con criterios de siglo XX una
industria que ya cambió para siempre.
Para
explicar en corto el problema, el MTT en lugar de “Uberizar” a
los taxis, tal como lo han hecho exitosamente en Nueva York y otras
grandes ciudades, ha optado por solidarizar con el gremio monopólico
de los techos amarillos y “taxear” a los Uber. Por taxear no sólo
me refiero a exigir que los choferes de Uber cuenten con licencias
adecuadas para transporte de pasajeros, vehículos de cierta
cilindrada o prestaciones, sino además
incluir nuevos impuestos como tarifas por km recorrido, cuotas de km
e impuestos que irían directamente a los taxistas tradicionales,
algo que bordea lo inconstitucional.
Las
contradicciones del MTT son mayores cuando eliminan la posibilidad
que dos o más usuarios compartan el mismo viaje, conocido
internacionalmente como
car-sharing,
opción vigente en servicios como Uber-pool
y que el regulador ahora limitaría solo al uso exclusivo de taxis
colectivos. En
otras palabras, un Ministerio que debería desincentivar el uso del
automóvil regula en contra de un sistema que opera en base a la
demanda y que permitiría que varios usuarios vecinos compartan el
viaje en un mismo vehículo.
El
proyecto de Ley exige que todas las aplicaciones que consideren
servicios de transporte de pasajeros entre privados estén
debidamente inscritas en un registro, y pongan a disposición del
regulador la data de viajes y usuarios. Aquellos que no lo hagan
serán penalizados e incluso se amenaza con bloquear el acceso a
estas aplicaciones en la web. ¿Estamos en
Chile o China? Esto ya no es intervenir o regular un mercado
imperfecto, sino la amenaza de restringir libertades constitucionales
y terminar censurando aplicaciones que han probado generar grandes
beneficios sociales y ambientales.
Nuevamente
un Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones que debería
adelantar tendencias y preparar a nuestro país para los desafíos
del futuro termina regulando en contra de sus propias convicciones y
en favor de los gremios del pasado. ¿Falta
de agallas o negligencia? Eso está por verse, pero de lo que estoy
seguro es que estas fuerzas de cambio son inevitables, y es mejor
conducirlas con creatividad y sumando a todos los actores, taxistas y
uberistas, antes que pretender oponerse a un futuro que ya es
presente.
Invitación
al optipesimismo,
por Joaquín García-Huidobro.
Muchos
chilenos despertaron el lunes pasado con la misma sensación
placentera que experimentaron después de que Chile ganó la Copa
América: "¡Se puede!", dijeron. "No estamos
condenados a la mediocridad". En pocas horas, el optimismo, un
bien que parecía haberse esfumado, volvió a la centroderecha:
"Damos por terminada la crisis de nuestro partido", dijeron
otros.
¿Se justifica este optimismo? Por supuesto que sí. En muchos casos, lo ocurrido en la elección Municipal fue una auténtica hazaña, donde fuimos testigos de actos de gran generosidad política, con personas que salieron adelante remando contra viento y marea. Pero es necesario que le agreguemos unas sanas gotas de pesimismo, porque de lo contrario puede suceder algo semejante al desempeño de la selección nacional de fútbol en los últimos meses: tras haber alcanzado la gloria, hoy nos tiene a todos con el estómago apretado.
Hay que tener presente que, aunque la centroderecha corre el grave riesgo de ganar la próxima elección Presidencial, esta no es carrera corrida. En efecto, muchos ciudadanos de sensibilidad izquierdista castigaron al Gobierno con la abstención. Sin embargo, nada asegura que el año próximo vuelvan a quedarse en su casa, cuando les entre miedo ante unas elecciones Presidenciales y Parlamentarias simultáneas, donde la competencia será especialmente reñida. Por otra parte, es cierto que La Moneda anda a los tumbos, pero ¿qué pasa si, de pronto, Bachelet decide tragarse su orgullo y llama a Insulza, Escalona, Vidal u otras grandes figuras de la centroizquierda? El solo pensarlo le produce una risita nerviosa a la gente de oposición.
El optimismo de los últimos días quizá era necesario para alentar a las propias filas, que estaban bastante desanimadas. Muestra que un trabajo bien hecho rinde frutos. Con todo, puede ser letal si los dirigentes de Chile Vamos se sienten dispensados de la necesaria autocrítica; si empiezan las disputas internas, y no se pone todo el empeño posible para obtener una mayoría Parlamentaria, con listas unitarias y buenos candidatos. Bien sabe el ex Presidente Piñera lo difícil que es Gobernar con un Congreso que le niega la sal y el agua.
La Nueva Mayoría ha sufrido unas magulladuras, pero está bien vivita y coleando. Basta con ver sus resultados en la elección de Concejales. Además, en estos años ha logrado la aprobación de reformas muy importantes, unas transformaciones que aunque causen daño al país no será fácil enmendar. Por otra parte, la NM ha conseguido un objetivo impensable hace unos años: inclinar claramente al país entero hacia la izquierda. Los chilenos ciertamente se han puesto más individualistas y son menos conscientes de sus deberes que antes, pero al mismo tiempo nunca en los últimos 40 años han sido tan Estatistas como ahora. Y este es un panorama muy propicio para la centroizquierda.
Hoy sucede lo contrario que con el Gobierno de Sebastián Piñera, que hizo muchas cosas buenas, pero no logró cambiar el país. La Nueva Mayoría es desprolija, carece de cuerpos técnicos competentes y ha desatendido los grandes problemas nacionales, pero ha logrado cambiarle la cara a Chile. Ha conseguido lo que quería: Bachelet es una triunfadora.
Si la centroderecha gana las próximas elecciones, la suya será una tarea titánica. Requerirá de enorme habilidad política, que debe mostrarse desde ahora, pues tendrá que hacer un trabajo muy incómodo y difícil: desinflar las expectativas de la gente, sobredimensionadas tras varios años de fantasías. Si la oposición no logra hacerlo ahora, la suya será una victoria pírrica, porque solo cosechará decepciones. Además, tendrá que enfrentar el desafío de la calle, porque la izquierda no sabe perder y necesita demostrar que solo ella es capaz de Gobernar; es decir, buscará convencer al electorado de que la centroderecha es incapaz de mantener en orden el país que ellos, al mismo tiempo, desordenan.
Habrá que tomarse en serio el problema de La Araucanía, alentar una economía estancada, poner coto a la delincuencia y comenzar a resolver nuestro caos educacional. Semejantes desafíos son capaces de desanimar a cualquiera, a menos que sea un auténtico patriota. La buena noticia es que en Chile todavía contamos con esas personas, si bien no conviene perder de vista que la tarea de reconstruir el país después del terremoto de la Nueva Mayoría no será fácil. Bienvenido entonces el optipesimismo.
De
rehenes,
por
Max Colodro.
Estuvieron
dispuestos a respaldar un programa de Gobierno sin siquiera leerlo
-como lo reconoció el Senador Ignacio Walker-, porque en ese
entonces la popularidad de Michelle Bachelet les aseguraba un camino
expedito de retorno al poder. Se sumaron a un diagnóstico, a decir
lo menos, ‘cándido’ sobre el malestar y los desafíos de la
sociedad chilena, sin intentar poner sobre la mesa un mínimo del
realismo y la gradualidad que ahora reclaman. Han
apoyado todas y cada una de las reformas impulsadas por la actual
administración, proyectos de escasa densidad técnica y mal
enfocados, que terminaron abriendo un abismo con la clase media que
dicen representar. Y cuando llegó la hora inexorable de pagar los
costos electorales de sus decisiones, la DC termina esta semana en
una insólita pataleta, ‘congelando’ los nexos con su propio
Gobierno.
En
las actuales circunstancias, le exigen rectificación y ‘nuevo
trato’ a una Presidente que ni siquiera está dispuesta a reconocer
que el domingo pasado su Gobierno y su coalición sufrieron una
derrota electoral. Quieren modificar el comité político y sacar,
entre otros, al Ministro Fernández -nada menos que su representante
en Palacio-, quien al llegar al cargo les dejó clarito que en su
opinión la DC no era más que el ‘arroz graneado’ de la Nueva
Mayoría. Y ahora también amenazan con ir a la primera vuelta
Presidencial, cuando no tienen un candidato que en las encuestas
llegue siquiera al 1%.
“Con
la DC no se juega”, dijo esta semana la Presidente del partido,
cuando en verdad los únicos que han jugado con su historia, su
identidad y su consistencia política son ellos mismos. Mientras
la popularidad de Bachelet les fue útil para reinstalar a su base
militante en el sector público no hubo concesión que no aceptaran,
pero hoy que esa popularidad ya no existe y que empiezan a vivir la
sangría de votos, no saben qué hacer. O más bien, tienen
absolutamente claro que no están en condiciones de hacer nada más
que una rabieta para la galería, porque no les queda autonomía
política ninguna, y no pueden dejar a medio partido cesante.
En
el fondo, saben que son y seguirán siendo rehenes de su propia
precariedad, prisioneros de una situación imposible en la cual
continuarán pagando el próximo año los principales costos.
Apostaron todo su capital a una aventura refundacional ajena y ahora
observan cómo la clase media simplemente se les escapa hacia la
derecha.
Juegan al póquer con el Gobierno, pero la Mandatario también sabe
que no tienen margen de acción, salvo para quedarse donde están, y
por eso es bien difícil que termine cediendo a presiones que
considera indebidas.
En
rigor, la DC no fue la única que el domingo pasado pagó el precio
de la impopularidad y del rechazo a las reformas Gubernamentales; sin
ir más lejos, el PC vio esfumarse casi un tercio de su votación en
Concejales, pero ha tenido al menos la dignidad de guardar silencio y
no intentar transferir a La Moneda sus propias responsabilidades.
Quizás, la gran diferencia es que los comunistas están dispuestos a
asumir los costos de sus convicciones, y la DC hoy vislumbra que su
nueva baja electoral sólo fue el resultado de un frío oportunismo,
que la está llevando al límite de su sobrevivencia como partido de
centro.
Como
sea, no hay vuelta atrás ni puerta de salida. La DC tendrá que
recorrer hasta el fin esta travesía sin poder desembarcarse y sin
contar con un liderazgo que pueda contrarrestar la evidente hegemonía
de sus socios. Por decisión propia se está quedando sin identidad y
sin proyecto político en una apuesta que, inevitablemente, la tiene
ahora de rehén de su voluntaria irrelevancia.
Por
qué triunfan las naciones,
por Sergio Urzua.
Si
bien no hay receta exacta para alcanzar el desarrollo, sí existen
ingredientes que deben ser evitados si se quiere avanzar en esa
dirección. Así que me voy a ir por lo seguro. ¿Por
qué triunfan las naciones? Porque evitan ingerir lo que Chile se ha
tragado una y otra vez desde el 2014: reformas institucionales
contrarias a su cultura.
Es poco común que los economistas prestemos gran atención al concepto de "cultura". De hecho, el gran Robert Solow, Nobel de Economía 1987, dijo alguna vez que todo intento por utilizar la cultura para explicar diferencias en crecimiento entre países termina siendo simplemente sociología barata. Una visión extrema, probablemente motivada por la fascinación de la profesión con el rol de las instituciones como motores del desarrollo. Es que desde allí, pensamos, se alinean los incentivos, se impulsa la innovación, se premia el esfuerzo y se generan las confianzas.
Pero ¿de dónde vienen las instituciones? ¿Cuán importante en su desarrollo es el conjunto de creencias, valores y preferencias que determinan nuestro comportamiento diario y que se transmiten socialmente? En otras palabras, ¿cuál es el rol de la cultura en la formación de instituciones y, en último término, en el desarrollo de un país?
En su más reciente libro, "A Culture of Growth", el genial economista Joel Mokyr se hace cargo de estas preguntas, entregando una innovadora perspectiva de los factores clave tras el éxito de las naciones. Muy en su estilo, basado en un impresionante análisis histórico del proceso de desarrollo económico europeo, Mokyr demuestra un punto tan obvio como fundamental: el éxito del Viejo Continente fue el resultado de un virtuoso alineamiento de cultura e instituciones. En breve, desde la Ilustración, la cultura evolucionó sustentada en la búsqueda del progreso social y avances prácticos. Las instituciones, por su parte, tuvieron que ajustarse constantemente a los nuevos tiempos. ¿El resultado? A través de los años, la cultura legitimó a las instituciones. Luego, el mismo proceso facilitó los cambios culturales necesarios para alcanzar la meta del desarrollo. Voilà!
¿Por qué es esto relevante para Chile? Porque hasta el 2014 la misma conversación entre cultura e instituciones se escuchaba en el país. Sin embargo, sorpresivamente fue reemplazada por el griterío de un proceso transformador desconectado de nuestra realidad. Y su costo ha sido alto: el país no solo retrasó su arribo al desarrollo, sino que también tendrá que trabajar más duro para alcanzarlo. Por eso el desafío para el próximo Presidente será titánico: reencauzar la conversación entre cultura e intuiciones y, al mismo tiempo, apaciguar las desbocadas expectativas resultantes de un proceso transformador errado. En este sentido, las próximas elecciones Parlamentarias y Presidenciales no serán elecciones cualquiera. Sus resultados determinarán si Chile finalmente entrará a la pequeña liga de naciones triunfantes.
Continuidad
vs. Cambio,
por Andrés Chadwick.
“La
única encuesta que sirve verdaderamente son las elecciones”. La
frase la pronunció hace meses el Ministro del Interior, Mario
Fernández, y el domingo 23 de octubre la ciudadanía se expresó en
forma fuerte y clara en las urnas. El resultado fue rotundo.
Un
gran triunfo para Chile Vamos y una clara derrota para el Gobierno y
la Nueva Mayoría, en parámetros muy concretos e indiscutibles, que
inclinaron significativamente la balanza (3-2) a favor de la
centroderecha. CHV hoy tiene más Alcaldes que la NM (144 versus
141), más votos (38,45% versus 37,05%) y vuelve a Gobernar a la
mayoría de los chilenos (más de 8 millones de personas). A
ello hay que agregar nuestros triunfos emblemáticos -Santiago y
Providencia- y en significativas Comunas que representan a la clase
media de nuestro país, como Maipú, Puente Alto, Estación Central,
La Florida, La Reina o Ñuñoa. O en un histórico bastión de la
izquierda, como Punta Arenas. En ello un factor clave fue la unidad,
la mística y la motivación de todos los partidos de la coalición y
de nuestros candidatos.
Pero
tan significativo como los números es la tendencia nacional que
marcaron estos comicios locales.
En
ello, la voz de la ciudadanía fue también muy potente -y hay que
escucharla-: se marcó claramente la necesidad de un cambio, de una
rectificación profunda, frente a un muy mal Gobierno. Un voto
castigo que plasmó lo mismo que las encuestas venían diciendo hace
dos años: el rechazo a la política de la retroexcavadora, a
reformas estructurales mal diseñadas y peor implementadas, que
llevaron a nuestro país por una senda de deterioro económico y
político evidente.
La
interrogante abierta es si la administración Bachelet será capaz de
escuchar finalmente este mensaje de la ciudadanía y si habrá
voluntad de cambio de rumbo que hoy piden todos los partidos de la
NM, todo ello en medio de un quiebre profundo entre La Moneda y su
coalición, de insospechadas consecuencias.
Más
allá de ello, el resultado Municipal instala el eje en que se dará
la batalla decisiva para el país en 2017: continuidad versus cambio.
En este cuadro, como símbolo de continuidad de la actual
administración, la NM y cualquier eventual candidato Presidencial
tiene un duro camino y se estrellará contra el sentir ciudadano de
cambio expresado en las elecciones Municipales. Y ya al menos una de
las cartas en carrera del oficialismo ha fijado postura: el proyecto
del ex Presidente Ricardo Lagos es de “continuidad” con Bachelet,
como acaba de confirmar su generalísimo, el ex Ministro Pacheco. Un
rumbo que -al igual que el Gobierno- parece no escuchar los vientos
de cambio que se viven en el país.
En
cualquier caso y de cara a los desafíos del próximo año, hay un
llamado de alerta que tenemos que atender: la alta abstención es
preocupante y no se puede desoír esa voz ciudadana, más aún cuando
hoy dos de cada tres chilenos optaron por no votar. Esas cifras
imponen la exigencia de mejorar la calidad de la política y buscar
alternativas modernas que faciliten el sufragio, como el voto
electrónico. Pero, por sobre todo, hay que saber escuchar de
mejor manera a los ciudadanos. Ese es el tiempo que se nos viene
ahora: saber escuchar.
Dificultades
para hacer negocios.
En
los discursos económicos y políticos vuelve a ponerse el acento en
la importancia del crecimiento económico. Es necesario fomentar el
emprendimiento y la innovación, pero los rankings
internacionales sobre la materia, como el Doing Business del Banco
Mundial, sugieren que -en lugar de avanzar- Chile retrocede en la
tabla de posiciones.
El recién publicado informe muestra a Chile en el puesto 57 de entre 190 países, cayendo dos lugares respecto de lo obtenido -con igual metodología- en el año anterior. A nivel latinoamericano, ya fuimos destronados en 2015 y ahora figuramos cuartos, detrás de México, Colombia y Perú. Somos entonces el país peor calificado de la Alianza del Pacífico, que antes liderábamos orgullosamente.
El Banco Mundial compara, a partir de datos objetivos, cuán amigables para hacer negocios son las regulaciones de los diferentes países. Durante el Gobierno del ex Presidente Piñera, con la llamada "Agenda Impulso Competitivo" y otras iniciativas, el país avanzó fuertemente en algunos campos; por ejemplo, reduciendo los trámites y costos para crear empresas y modernizando la Ley de quiebras. Esas reformas siguen rindiendo frutos y nos ayudan en el ranking. Pero últimamente hay un grave retroceso en lo tributario -ocupamos el puesto 120- debido al alza de los impuestos corporativos y a las dificultades que les presenta a las empresas el cumplimiento de sus obligaciones tributarias (que el estudio hoy mira con más atención que antes). Se destaca, por ejemplo, que hay que destinar 291 horas anuales a ello, 79% más de lo exigido, en promedio, en los países de la OCDE.
En comparación con nuestros aliados del Pacífico, perdemos competitividad porque -según el Banco Mundial- no ejecutamos ninguna mejoría regulatoria relevante en el último año, mientras que ellos están abocados a aliviar trámites e impuestos. Hay que agregar, sí, que el estudio no alcanza a captar dos recientes iniciativas chilenas que, aunque de limitado alcance, son positivas: la eliminación de ciertos impuestos sobre las exportaciones de servicios y la nueva Ley de tarjetas de prepago. Por otra parte, las rigideces introducidas por la reforma laboral tampoco están registradas.
El deterioro del clima de negocios en el país perjudica nuestra competitividad. No es extraño que las dificultades para hacer negocios en Chile lleven a nuestras empresas más ágiles -muchas de las cuales son ya líderes mundiales o regionales en sus respectivos rubros- a instalar sus nuevas operaciones en el exterior. Por ejemplo, una importante compañía forestal ha anunciado recientemente una inversión de US$ 1.000 millones. Desde luego, la internacionalización de nuestras empresas presenta ventajas para la competitividad del país, integrándonos, por ejemplo, a las llamadas "cadenas de valor" o permitiéndonos injerencia en la distribución de nuestras exportaciones. Pero la salida de capitales nacionales es inquietante cuando ocurre en un ambiente de desilusión sobre el futuro de la economía nacional y hay una sostenida postergación de inversiones debido a los engorrosos y politizados trámites a que las sometemos. Urge hacer que el discurso procrecimiento cobre realidad.
Crisis
del PT en Brasil.
La
ciudadanía está exigiendo a los políticos que cumplan estándares
más altos antes de entregarle su apoyo y condenan con claridad en
las urnas la corrupción y la mala gestión política.
El caso del Partido de los Trabajadores en Brasil es probablemente el
mejor ejemplo de lo anterior. En las recientes elecciones Municipales
la colectividad -que había virtualmente copado el escenario político
en Brasil desde hace casi 14 años- sufrió una verdadera debacle
electoral. No sólo perdió más de la mitad del caudal de votos
obtenidos en los comicios locales hace cuatro años, sino que en
número de Alcaldías también cayó desde el récord de 2012 -644
municipios- a sólo 256.
Consciente
del golpe sufrido por la destitución de la Presidente Dilma Rousseff
a principios de septiembre, el PT había concentrado todos sus
esfuerzos en evitar una dura derrota en los comicios de principios de
octubre. Sin embargo, no fue suficiente. La
ciudadanía brasileña demostró con su voto una clara condena al PT
y a las prácticas de corrupción denunciadas en los últimos meses.
Si bien la red de sobornos y manejo irregular
de fondos públicos va más allá del partido del ex Presidente Lula
da Silva -como demuestra la detención del ex titular de la Cámara
Baja Eduardo Cunha, del PMDB- es esa colectividad la que es vista
como la principal responsable.
Pero
junto con ello, el PT sufrió también las consecuencias de un manejo
errático de la economía que sumió al país en la peor recesión de
los últimos 25 años. El fin del ciclo de los commodities demostró
la fragilidad del crecimiento experimentado por Brasil en la década
pasada y los costos de no haber avanzado en reformas estructurales.
Un panorama que afecta directamente a los brasileños y que obligará
al PT a impulsar una profunda renovación interna.
Pueblos
bien informados
difícilmente
son engañados.