Creemos que la
imagen de Evelyn Matthei, festejando junto al ex Presidente
Piñera, es la
imagen más representativa del triunfo de la oposición y del
desastre cosechado
por el oficialismo. |
La
Nueva Minoría,
por Max Colodro.
Una
derrota dura e inobjetable, que dejó a la centroderecha en una
posición expectante y al oficialismo al borde del precipicio. En
rigor, contra todos los pronósticos Gubernamentales, Chile Vamos
obtuvo al final más votos en Alcaldes, así como también un mayor
porcentaje de población Gobernada por autoridades del sector. A su
vez, la Nueva Mayoría perdió las principales disputas emblemáticas
de la Región Metropolitana, entre ellas, Santiago, Providencia,
Maipú y La Reina. En paralelo, RN y la UDI se mantuvieron al frente
como las colectividades más votadas, en un escenario global donde la
abstención se alzó sobre un preocupante 65%.
El
Gobierno y la Nueva Mayoría fueron, sin duda, los grandes derrotados
de la jornada, un día negro que se vio reflejado en el abatido
semblante con que el ex Presidente Ricardo Lagos decidió ser el
primero en salir a reconocer el fracaso. Un gesto que, de algún
modo, resumió la proyección política de los números plasmados en
las urnas y, sobre los cuales, se deberá empezar ahora a intentar
recomponer un proyecto, una coalición y un estado de ánimo para
encarar los desafíos que se inician, precisamente, a partir de estos
resultados. Ricardo Lagos puso el rostro a una derrota en el mismo
instante en que el ex Presidente Piñera vestía con su sonrisa la
victoria de su coalición; dos gestos que fueron la simbología
profunda de las condiciones en que los principales bloques políticos
comenzarán a desplegarse hacia las elecciones Presidencial y
Parlamentaria del próximo año.
La
lógica indicaba que un Gobierno cuya popularidad se ha movido
durante este año en torno al 15-20% no podía salir airoso en una
batalla electoral, pero dicha proyección fue constantemente
desestimada por las autoridades y personeros del oficialismo. En los
hechos, eso fue exactamente lo que ocurrió: la Nueva Mayoría
terminó obteniendo una cifra cercana al 47% en Concejales, de la
población que fue a votar (un 35%), es decir, en torno a un 13% del
total. Una cifra aún menor al 15% de apoyo que el Gobierno tuvo en
la última encuesta del CEP, y que fue desestimada y ridiculizada por
el actual Ministro del Interior.
En definitiva, el Gobierno y la Nueva Mayoría vieron confirmadas en las urnas las altas cifras de rechazo a su gestión, que mes a mes y semana a semana el país viene constatando. Una impopularidad a la que se buscó negar relevancia, para insistir en un camino de reformas mal pensadas y peor implementadas. Al final del día, el oficialismo terminó de cosechar ayer las consecuencias de una larga y lenta siembra política, de su soberbia ideológica y el desprecio por el sentido común de los ciudadanos. Un resultado que tendrá poco tiempo para intentar revertir y, quizás lo más grave, para el que no parece tener ni el diseño ni la convicción unitaria que urgentemente necesita.
La
derrota de Bachelet, el triunfo de Piñera,
por Carlos Peña.
No
es posible revisar los resultados de esta elección Municipal sin que
salte a la vista una obvia conclusión: la Nueva Mayoría -es decir,
la Presidente Bachelet- es la derrotada.
Y Sebastián Piñera, el gran triunfador.
La derrota de Josefa Errázuriz en Providencia; el fracaso de Helia Molina, en Ñuñoa; la caída de Carolina Tohá en Santiago, tienen ese obvio significado. Se trata de Comunas en extremo simbólicas, lugares que tienen el raro valor de una bandera, donde habita desde la vieja clase media a los sectores profesionales ascendentes. En todas ellas ganó la derecha.
A la misma conclusión debe arribarse cuando se miran los resultados de las Comunas, las más grandes del país, donde habita la nueva clase media: Maipú, Puente Alto, La Florida. En todas estas Comunas, que han crecido al ritmo de la modernización, y donde habitan esos miles de familias que han accedido al consumo, a la expansión educacional y al crédito, Gobernará la derecha.
¿Qué puede significar todo eso, sino que lo más probable es que Bachelet acabe, de nuevo, entregando el poder a Sebastián Piñera?
El fenómeno no deja de ser notable si se atiende al hecho de que, desde la recuperación de la democracia, nunca hubo un Gobierno que presumiera, como este, de haber sido capaz de detectar y luego interpretar, antes que nadie, los latidos de un nuevo ciclo histórico y político. Ese ciclo se habría desenvuelto al compás de un malestar creciente y extendido que la Presidente Bachelet interpretaba; pero si es así, ¿por qué las figuras asociadas simbólica y mediáticamente a ese proyecto e inspiradas en ese diagnóstico perdieron en las urnas? ¿A qué se debe entonces que el electorado de los nuevos grupos medios haya rehusado el apoyo?
Esta elección Municipal muestra lo obvio, algo que solo echándose tierra a los ojos se podía escapar. La clave de la siguiente elección Presidencial, en lo que pueda modificarse el panorama en los meses que restan, depende de la capacidad de los grupos y las candidaturas para interpretar a esos nuevos grupos medios del tipo de los que se manifestaron en Maipú, la Florida, Puente Alto, Santiago, Maipú. La explicación, tan socorrida, pero falsa a la luz de la experiencia histórica, según la cual las elecciones Municipales son elecciones locales, donde pesa la personalidad y la gestión más que las preferencias políticas globales, no son más que racionalizaciones para postergar el duelo.
Uno de los que comprende lo anterior es, por supuesto, el ex Presidente Lagos.
Al asistir a saludar a Carolina Tohá, de algún modo el ex Presidente confesó que esa derrota era también suya. Y no suya porque Carolina Tohá se identificara con él, sino que se trataba de una derrota que prefiguraba la suya si -como con torpeza inexplicable proclamó Máximo Pacheco- su futura candidatura Presidencial pretende ser la continuación, solo que por otros medios, de la política impulsada por Bachelet.
¿Qué nos está diciendo este resultado? -preguntó el ex Presidente Lagos con el rostro y el ademán sombrío.
La respuesta es más o menos sencilla y solo la inevitable cautela del político le impide al ex Presidente reconocerlo de manera explícita.
Lo que este resultado afirma es que en democracia -es decir, cuando tarde o temprano la gente se pronuncia- no se puede hacer política a contracorriente, pretendiendo que se sabe mejor que la gente lo que la gente quiere; creyendo, con porfía inexplicable, que si la realidad social no se ajusta al diagnóstico, tendrá tarde o temprano que ajustarse a él. Una política a contracorriente, sabe el ex Presidente Lagos, lo sabe pero no puede decirlo de manera explícita y por eso solo dijo que había que oír a la gente, acaba en el resultado de esta elección: permite triunfar al adversario.
Entre todas las virtudes del político, quizá la más importante es la de saber interpretar las derrotas.
Y Lagos cuenta con ella.
Al oír a la Presidente Bachelet en su discurso de ayer por la noche, en cambio, y escuchar los lugares comunes que pronunció (hacer mejor las cosas, hacer la política más transparente, apropiémonos de Chile, etcétera), no cabe duda que entre sus abundantes virtudes no se encuentra esa.
Debacle
total,
por Jorge Navarrete.
Cual
profecía autocumplida, se confirmaron varios de los miedos que se
tenían para esta elección Municipal. El nivel de abstención
bordeó el 65% de los electores, lo que marcó otra importante
disminución respecto de los comicios pasados. Traer a colación las
cifras de participación electoral de otros países, como intentando
argumentar que la situación local no es tan grave, resulta
metodológicamente erróneo y políticamente mediocre. La
comparación ha de hacerse con nuestra propia realidad y cómo se han
deteriorado brutalmente las expectativas que tienen los ciudadanos
sobre su propia democracia, y también de las bondades y
posibilidades de nuestra institucionalidad. Así, por ejemplo,
¿consuela a quienes se han visto amenazados en su intimidad, y
que perciben una mayor impunidad e indolencia por parte de la
delincuencia, el seguir afirmando que Santiago es una de las
capitales más seguras de América Latina?
Quizás
ese poco interés por participar de este proceso fue lo que también
salvó al Gobierno de un escándalo mayor por el episodio de los
cambios en la inscripción electoral. Aunque hubo varios reclamos, la
mayoría de ese medio millón de personas afectadas no concurrió a
sufragar, sabiendo, o no, la situación en la cual se encontraba. Es
de esperar que en el transcurso de las horas esta irregularidad
electoral no contribuya a cuestionar los resultados de las
elecciones, cuestión que tal vez sí ocurrirá con la legitimidad de
este y futuros procesos electorales, habida cuenta la cada vez más
baja participación. ¡Nuestra democracia se va a la mierda y
seguimos haciendo poco y nada para evitarlo!
Y sobre los resultados, nada menos que un knock out para la Nueva Mayoría.
Aunque
se esperaba que el oficialismo obtuviera más votos, Alcaldes y
Concejales que la oposición, la derecha también debía mejorar el
desempeño que tuvo en la elección anterior, recuperando algunas
comunas importantes. Lo primero se relativizó y lo segundo
ocurrió con inusitada contundencia. Así, por ejemplo, la oposición
recuperó Maipú, Providencia y La Reina, por nombrar algunas de la
Región Metropolitana. Pero por su carácter emblemático, sumado a
la apuesta que las coaliciones y sus principales precandidatos habían
realizado, es en Santiago donde se concentraba toda la atención.
Mucho se especuló en torno al real daño que el episodio SQM había
producido en el PPD en general y en la candidatura de Carolina Tohá
en particular. Su derrota es el símbolo de la debacle total del
oficialismo y el inicio del fin de la Nueva Mayoría tal cual hoy la
conocemos.
Tres cosas ocurrirán ahora.
Primero,
se abrirá nuevamente un debate por la voluntariedad del voto,
cuestión que resulta especialmente irritante si es que recordamos
que fue transversal el apoyo a tan miope reforma, oscureciendo de
paso que nuestros problemas no tienen sólo que ver con la baja
demanda electoral, sino con la paupérrima oferta que hace nuestra
política a los ciudadanos. Segundo, junto con la
consolidación del fracaso de este Gobierno, se inicia la noche de
los cuchillos largos en las huestes oficialistas y habrá todo tipo
de recriminaciones al interior de la Nueva Mayoría, dando paso a un
debate sobre el futuro de la centroizquierda y la política de
alianzas bajo la cual resulta plausible refundar esta coalición.
Tercero, se incrementarán el entusiasmo y las expectativas en la
derecha, que, de no mediar un evento extraordinario de carácter
político o judicial, se acerca cada vez más a La Moneda.
¿El
comienzo del cambio?,
por Harald Beyer.
Estos
resultados habrá que masticarlos por varios días para tener una
mejor interpretación del mensaje que los ciudadanos quisieron
transmitirles a nuestros políticos. Hay, evidentemente, un
castigo al oficialismo, expresado no solo en los resultados de
algunas Comunas emblemáticas -Santiago y Providencia tienen
indudablemente ese carácter-, sino también en la votación de las
coaliciones, particularmente de Alcaldes. En términos generales, la
coalición opositora se ha beneficiado de ese castigo. No solo ha
obtenido Comunas emblemáticas, sino muchos de sus Alcaldes titulares
han aumentado su votación. Podrán sostener que ha comenzado un
cambio de signo político. Por cierto, también hay Alcaldes
oficialistas que han obtenido buenos resultados, lo que sugiere
que el castigo no ha sido completo. No es aventurado sostener que
este se ha concentrado con más fuerza en figuras cercanas a la
Presidente Bachelet y con un carácter nacional. Pero la
interpretación política en esta coyuntura parece clara.
Por supuesto, es difícil concluir que aquí exista algo definitivo, sobre todo en un escenario político tan fluido. Hay resultados sorpresivos como los de Valparaíso, que sugieren que las dos coaliciones principales pueden ser, en algunas circunstancias, desafiadas exitosamente. Pero, claro, aún no parece existir suficiente fuerza en el país para lograr un impacto significativo. Algunas nuevas caras de esas dos coaliciones, que incursionaron por primera vez en estas lides, tuvieron buenos resultados. Así, ambas coaliciones siguen dominando claramente los resultados agregados y en algunas Comunas mostraron capacidad de renovación. Ello sugiere que logran representar a un grupo amplio de sensibilidades en el país.
La abstención fue la convidada de piedra a esta elección. Hay una caída importante en la participación que va a ser interpretada como una muestra del gran descontento ciudadano que existiría en el país. Sin embargo, ahí donde hubo una oferta amplia, incluso de grupos muy críticos de ambas coaliciones y de las instituciones y políticas públicas que el país ha desarrollado, la participación no fue muy distinta de otros lugares donde ello no era el caso. No se puede hacer, por tanto, una lectura tan clara de esta situación. Las razones para no votar son muchas, pero el panorama global no permite concluir que a la base de este fenómeno exista un cuestionamiento profundo al funcionamiento de nuestra democracia. Hay otros países que en este tipo de elecciones tienen tasas de participación aun menores a las observadas ayer. Por supuesto, hay problemas que deben y, en alguna medida, se están enfrentando. En todo caso, es un llamado de atención que las distintas fuerzas políticas no pueden desconocer.
El Gobierno queda en una posición aun más debilitada. Sus candidatos Presidenciales seguramente fortalecerán sus recorridos por Chile. Intentarán recuperar un voto que parece esquivo. La oposición, en cambio, tiene más espacio para pensar adecuadamente su estrategia. Ha logrado una plataforma interesante para proyectar su candidatura Presidencial para el próximo año, pero tampoco tiene demasiada libertad para cometer errores. La unidad en esta coalición no ha sido fácil, pero en esta elección mostró las ventajas que ella tiene. La competencia recién comienza y si bien la oposición parte con alguna ventaja, ambas coaliciones tienen el deber de convocar el próximo año a los electores con propuestas que logren atraerlos a las urnas. El desafío es mayor, pero no imposible.
El
sentido político de un triunfo,
por Gonzalo Cordero.
La
victoria de la oposición en la elección de ayer fue tan sorpresiva
como arrolladora. El mejor resultado histórico de la centroderecha
en este tipo de elecciones. Visto una vez pasado, es consistente con
todas las debilidades y falencias de este Gobierno y de la coalición
que lo sustenta: reformas que han decepcionado por su contenido y por
sus resultados. Un Gobierno sin coherencia, una agenda cargada de
mesianismo y carente de solidez técnica han pasado la cuenta.
¿Quiénes
han sido derrotados? Desde luego, la Presidente, que termina su
segundo período viendo desaparecer todo el capital ganado en el
primero. La derrota de la Nueva Mayoría es su derrota, a fin de
cuentas es el pacto que se formó al alero de su proyecto y para dar
sustento a su regreso. De su programa, que prometió cambios de fondo
en beneficio de los chilenos “de a pie”. Ayer esos mismos
chilenos le expresaron su rechazo a los resultados de ese plan
reformista.
El
otro gran derrotado es el equipo político, que esperaba esta
elección para validar su trabajo y echar por tierra los números de
las encuestas. El Ministro del Interior aguardaba un triunfo
arrollador y nada de eso hubo. El 15% que él decía no encontrar se
contabilizó uno a uno en la elección, puesto que si se contabilizan
los sufragios obtenidos, en relación con el universo electoral, es
el guarismo de las encuestas casi con precisión milimétrica.
El
pacto surgido tras la derrota de la Concertación a manos del ex
Presidente Piñera alcanzó a vivir menos de un período
Presidencial, esa es la verdad. ¿Qué viene ahora? Es difícil
anticiparlo, porque la izquierda emergente se convierte en una
fuerza imprescindible que demostró su capacidad de hacer naufragar
al conglomerado Gobernante. No podrán prescindir de ellos en las
elecciones del próximo año y ese es el final de la permanencia de
la DC en ese pacto y coloca la lápida a la opción del ex Presidente
Lagos, que le puso su rostro a la derrota, en un gesto que lo
ennoblece, pero lo deja sin ningún espacio.
La otra cara de la medalla está en Chile Vamos, que obtiene una victoria en toda la línea: gana en votos de Alcaldes, gana en población Gobernada; y triunfa por varios cargos en el recuento de Alcaldes. Todos los pronósticos optimistas desde la Nueva Mayoría se estrellaron en el suelo.
El
ex Presidente Piñera se convierte en la figura de la noche. Los
triunfos emblemáticos se asociaron a él, mientras su principal
competidor en el pacto opositor no se vio. Así como el ex Presidente
Lagos le puso su rostro a la derrota, el ex Presidente Piñera se lo
puso a la victoria.
Para
los partidos de oposición fue una victoria por partida doble: RN
obtiene una gran votación en Concejales que lo coloca en el sitial
del partido más grande de Chile, pero la UDI supera un período en
que se puso en duda su supervivencia y se instala como el segundo
partido más votado y obtiene triunfos resonantes como Providencia,
Maipú, La Florida y La Reina. Cuando se terminen los cómputos, se
hará la estadística final, pero esto ya es extraordinario para
ambas colectividades.
Esta
elección parece ser la antesala de muchos cambios: el mapa político
se empieza a redibujar, ME-O se extingue, nuevos liderazgos a la
izquierda de la Nueva Mayoría aparecen, el destino de la DC es
incierto. La Concertación paga el precio de carecer de renovación.
Noche dulce y noche amarga es el sino de la política. Es el instante que se desvanece y perdura.
Tsunami,
por Eugenio Tironi.
Que
votó poca gente? Sí, es cierto. ¿Que se castigó a los
incumbentes? Sí, tal vez, aunque no en todos los casos. ¿Que se
premió a los candidatos que venían de abajo? Sí, hay algo de eso,
pero tampoco es un patrón, como lo prueba el caso de Matthei en
Providencia. ¿Que los votantes se liberaron de la camisa de fuerza
del binominalismo, y no tuvieron complejos en elegir a figuras
independientes? Sí, también es cierto, y esto puede tener enormes
consecuencias para lo que viene, pues augura que la construcción de
mayorías será una tarea mucho más difícil que en el pasado. ¿Que
la centroizquierda pagó caro su fragmentación? Sí, no hay duda,
pero a estas alturas ya es un hecho de la causa, que revela la
extinción de la dicotomía dictadura-democracia, Sí-No. ¿Que hubo
sorpresas enormes, como Sharp en Valparaíso? Sí, ciertamente. Pero
nada de esto oscurece lo fundamental: que la centroderecha obtuvo un
triunfo resonante en estas elecciones Municipales. Ganó en
porcentaje de votos; ganó en todos lados, en Comunas pudientes y
populares, en Santiago y Regiones, en el norte y el sur; ganó en las
batallas más emblemáticas; consiguió las más altas mayorías
nacionales. Negar este hecho sería como ocultar el sol con un dedo.
La conclusión que se deriva de estos resultados es clara. Tal cual están las cosas en el día de hoy, las chilenas y chilenos, en su mayoría, prefieren ser Gobernados por autoridades que no provengan de la centroizquierda, menos aún de la izquierda más radical, sino de la centroderecha. ¿Es esto, acaso, un castigo al Gobierno actual? Sí, claro que sí. Este les ha dejado un mal sabor, y todo lo que se le aproxime es motivo de rechazo. Pero hay seguramente algo más: la manera que tiene la centroizquierda de aproximarse al Gobierno de la cosa pública, esa que gusta invocar la inclusión, el cambio cultural, las reformas estructurales, el respeto a los procesos y otras cosas de este estilo, parece haber dejado de hacer sentido a una ciudadanía que hoy por hoy está más ansiosa por respuestas y resultados inmediatos.
El panorama para Chile Vamos no puede ser más auspicioso. Ganó en todos los ámbitos. Sorteó exitosamente la amenaza de la fragmentación. Dispuso de una figura, el Presidente Piñera, que ostensiblemente agregó valor a los candidatos. Si sumamos a esto la debilidad del Gobierno y los debates que atraviesan a la coalición oficialista, que seguramente se agudizarán con los resultados de ayer, la probabilidad que Michelle Bachelet entregue nuevamente la banda Presidencial al campo adversario -y no sería raro, al propio Sebastián Piñera- se acrecienta día a día.
Esto plantea, no cabe duda, un punto de interrogación sobre la vigencia de la Nueva Mayoría. Ya no son solo las encuestas - a las cuales las máximas figuras del Gobierno han declarado no tenerles mucha fe- las que lo anticipan: son ahora los propios electores los que han hecho sonar la diana. La mera proyección de la coalición Gobernante es el anticipo de una derrota en las elecciones de 2017.
Ricardo Lagos lo dijo anoche sin anestesia: llegó la hora de rectificar. No de proyectar, no de asegurar la continuidad, sino de corregir, aunque esto resulte desgarrador y doloroso. Corrección que no va en la dirección que plantean los viudos del reformismo, esos que estiman que la hemorragia del Gobierno y la Nueva Mayoría tiene su origen en la timidez de sus reformas, no en su orientación y precipitación. Después de ayer ya no hay dudas al respecto: los electores están mirando hacia la derecha, no hacia la izquierda. La Nueva Mayoría no puede obviarlo, salvo que prefiera -lo que puede ser- su inmolación.
Chile
pidió un cambio,
por Cristián Larroulet.
A
partir de la elección de anoche, más chilenos serán liderados y
atendidos por Alcaldes de Chile Vamos que de la Nueva Mayoría,
recuperando así la posición que se había perdido en 2012. El
triunfo de Chile Vamos en más de 140 municipios del país y en
Comunas tan emblemáticas de la Región Metropolitana como Santiago,
Maipú, Providencia, Puente Alto, La Florida y Ñuñoa confirman lo
que todas las encuestas han mostrado sostenidamente en el tiempo: la
gran mayoría de los chilenos rechaza el empeño de la Nueva Mayoría
y su Gobierno por refundar Chile dejando atrás el diálogo cívico y
la búsqueda de consensos amplios y transversales al momento de
diseñar e implementar las políticas públicas que explican el
progreso social de Chile en las últimas décadas.
Sin
embargo, la derrota del oficialismo no se debe únicamente a un voto
de castigo a la gestión deficiente, también obedece al buen juicio
que la ciudadanía se ha ido formando respecto del Gobierno del
expresidente Sebastián Piñera, como lo demuestran la elección como
Alcaldesa de la ex Ministro Evelyn Matthei, el triunfo en Santiago de
Felipe Alessandri y de Claudio Radonich en Punta Arenas, entre otros
exintegrantes de la administración anterior.
Si
bien resulta preocupante el aumento de la abstención en esta
elección, no debemos perder de vista que ella es un fenómeno
también presente en democracias tan sólidas como la de Estados
Unidos, donde se registró una participación del 20,9% en 2011 y la
del Reino Unido con un 33,7% en 2016.
Con todo, culpar al voto voluntario de la abstención es una equivocación y proponer el regreso del voto obligatorio como solución sería un error fatal porque ello equivaldría a romper el termómetro que marca la fiebre del paciente, en lugar de tratar directamente la causa de la enfermedad: la abstención solo es un síntoma de la desconfianza ciudadana en sus representantes e instituciones y del desprestigio de la actividad política, entre otros factores.
Asimismo,
en la abstención también pesa la débil presencia pública que
tuvieron los candidatos nuevos frente a quienes repostularon al
cargo. Las restricciones impuestas al despliegue de la propaganda
electoral y a los aportes económicos privados, en algunos casos
exageradas, significaron por un lado la ausencia en las calles de
ambiente electoral y por otro una zancadilla para la renovación de
la política Municipal, pues en muchos casos imposibilitó que
postulantes nuevos lograran ser conocidos por la mayoría de sus
electores, favoreciendo así la reelección de varios Ediles.
En
definitiva, el camino para disminuir la abstención es estimular y
facilitar la participación libre y voluntaria de las personas,
introduciendo reformas claves como el voto electrónico y el voto
anticipado, y por sobre todo, mejorando la política, desterrando las
malas prácticas y los viejos estilos causantes de su descrédito.
Estos son los cambios capaces de revertir la abstención en lugar de
forzar el sufragio bajo la amenaza de sanciones.
La
elección Municipal muestra un claro deseo de cambio por parte de la
mayoría de los chilenos. Chile no quiere más retroexcavadora ni
el otro modelo, sino unidad y políticas que confíen en las
personas, respeten su dignidad, valoren su libertad y que pongan al
Estado a su servicio con especial preferencia por los más
vulnerables. No hay duda, el cambio se inició anoche y la tarea
de Chile Vamos es trabajar con unidad, responsabilidad e intensamente
para responder a la voluntad que los chilenos expresaron ayer.
Pueblos
bien informados
difícilmente
son engañados.