Las
razones de un resultado inesperado,
por Juan Pablo Toro.
"UNA DE LAS COSAS que
la gente olvida de las guerras es que terminan mal para, al menos,
el cincuenta por ciento de las partes", dice el escritor
argentino Patricio Pron en su libro "Nosotros caminamos en
sueños", sobre el conflicto por las Malvinas.
Eso quedo bastante claro ayer, cuando por un margen muy, pero muy estrecho, ganó el "No" al acuerdo de paz firmado entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC.
Acá, las razones que pueden ayudar a entender un resultado inesperado.
EL FACTOR URIBE: Fue presentado como un hombre obsesionado con la guerra. Sordo a los clamores de paz. Pero la caricatura hizo olvidar al Gobierno de Santos que el ex Presidente Álvaro Uribe es el político más popular de Colombia, el Senador más votado en la pasada elección y, sobre todo, alguien que representa una sensibilidad muy amplia y arraigada.
Uribe encarna el profundo rechazo que producen las FARC en un sector de la población que sufrió secuestros, extorsiones, atentados explosivos y hostigamientos. Por más que la paz en sí misma es un argumento sumamente atractivo, los colombianos probaron estar divididos sobre los costos que quieren pagar por el fin de la guerra.
CONCESIONES EXCESIVAS: Diez escaños garantizados en el Senado y la Cámara Baja, amnistía para quienes confiesen sus delitos, subsidios monetarios para los desmovilizados y ninguna palabra sobre el destino de los bienes ilegales de las FARC. Para los críticos del acuerdo de paz, una guerrilla responsable de delitos de lesa humanidad iba a ser premiada con concesiones excesivas en la medida en que ya no representaba la amenaza real para la democracia.
Es más, la semana pasada, los rebeldes entregaron la lista oficial de sus 5.700 combatientes, lo que mostró que su número es aún menor al estimado. Con lo cual su sobrerrepresentación política es más evidente aún. Aunque siempre su conversión en un partido ha estado en el centro de toda la negociación, para mucha gente la presencia de las FARC en el Congreso podía abrir la puerta a propuestas que cambiarán la naturaleza del modelo económico y político.
Si bien la historia muestra que en Colombia nadie negocia para ir a la cárcel, en el caso de las FARC, los castigos de reclusión en zonas especiales parecen demasiados tenues. La impunidad es inaceptable para la mitad del país. Hasta dónde se debe perdonar es la pregunta hoy.
AMENAZA VACÍA: El Presidente Juan Manuel Santos advirtió en varias oportunidades que de fracasar el "Sí", la guerra volvería de una forma más cruenta y con una cara urbana. Pero por otro lado, los jefes y guerrilleros de las FARC expresaban su cansancio con el largo conflicto y trazaban planes futuros. Producto del cese del fuego, la guerra se encuentra técnicamente suspendida por más de un año y nada indica que los rebeldes tengan un plan para volver a la batalla frente a unas fuerzas militares y policiales muy superiores. La campaña del miedo no rindió.
El jefe máximo de las FARC, Rodrigo Londoño, alias "Timochenko" proclamó el lunes 26 de septiembre el fin de la guerra y dio la orden para que sus tropas avancen a las zonas de concentración donde debe empezar su desmovilización. El calendario está corriendo y los rebeldes, incluso, están entregando explosivos. Pareciera que la insurgencia necesita más la paz que ninguno de los otros actores.
PERCEPCIÓN URBANA: Las FARC son una guerrilla rural, que se aventuró sin éxito en las grandes ciudades, y cuando lo hizo fue para asediarlas. De los 48 millones de colombianos, el 75% vive en las ciudades donde el conflicto armado comenzó hace años a ser cada vez más invisible. La baja en los homicidios y secuestros lleva una década, a la par que prosperan en materia económica. Por lo tanto, es relativa la percepción de que poner fin a la guerra es una tarea urgente. Las FARC existen cuando disparan, y si no disparan, da lo mismo. La realidad actual es que los militares han vuelto el conflicto en una situación manejable. De las siete principales ciudades, Medellín, Bucaramanga, Cúcuta y Pereira votaron masivamente "No". En las zonas costeras y limítrofes del país ganó mayoritariamente el "Sí", mientras que el interior, en donde se concentra el mayor censo electoral, votó mayoritariamente por el "No".
INTERVENCIONISMO IRRITANTE: Los ex Presidentes Uribe y Andrés Pastrana se quejaron que los dados estaban cargados. El Congreso no asignó fondos para financiar las campañas del "Sí" y del "No", pero los funcionarios públicos fueron autorizados a hacer proselitismo. También 15 Presidentes de América Latina, funcionarios internacionales, el Papa Francisco, celebridades y futbolistas apoyaron el "Sí". El Presidente se dedicó a inaugurar obras y a participar en seminarios donde el eje siempre fue el mismo, la paz como meta. La campaña del "Sí" tenía razones, propuestas y recursos. Fue evidente que el "No" corrió con desventajas, y ese desbalance solo potenció a los detractores de Santos.
PERDÓN TARDÍO: Las FARC rompieron con su tradicional arrogancia e incluso con el hecho de considerarse víctimas del conflicto. Han pedido perdón como nunca lo hicieron Algunos les creen, aunque sea tarde. Pero llevan 52 años siendo muy impopulares. Y cambiar la historia de la noche a la mañana no era fácil.
Las grandes ciudades no se tragaron el discurso binario de paz o guerra. Apuestan a que se puede renegociar en términos más aceptables, con menos concesiones para la guerrilla en materia de justicia y participación política.
Puras
cuñas,
por Axel Buchheister.
No
hay día en que no aparezca algún nuevo antecedente que contradiga
la imagen del “gurú financiero” Rafael Garay. Un aura
absolutamente injustificada para cualquiera que se hubiere detenido
un momento a analizar lo que decía y hacía.
Se
destacaba por las simplezas sin mucho rigor económico y con un
evidente oportunismo para enganchar ante el ambiente contestatario y
simplista que impera en Chile (y no es el único). Pero el asunto
llegó a niveles sorprendentes, cuando anunció que sufría de
cáncer al cerebro. Porque en los meses siguientes continuó dando
entrevistas sin evidenciar ningún cambio físico o signo de
impedimento, propios de esa grave dolencia y de los tratamientos de
quimioterapia a los que decía estar siendo sometido.
La
situación adquirió un nivel delirante, cuando en una entrevista
televisiva atribuyó el posible origen del mal a que tuvo que
adentrarse en la siniestrada central nuclear de Fukushima para
rescatar a dos amigos. A nadie le llamó la atención este cuento
inverosímil, a pesar que él mismo advirtió que “voy a ser súper
irracional con lo que voy a contar”.
En
la promoción sin fundamento de Garay hay medios de prensa, sobre
todo radio y televisión, que tienen una evidente responsabilidad:
le daban tribuna y lo presentaban como experto sin cuestionarse
nada. Es que, como explicó un periodista, “era un buen cuñero”.
Tanto, que no importó a un programa de televisión ponerlo al aire
cuando para muchos fue evidente que estaba bajo la influencia del
alcohol. Que tenía este problema no era nuevo: en 2007 protagonizó
un bullado accidente de tránsito en estado de total ebriedad, con
grave daño a personas.
En
los países serios, un programa de televisión en que se presenta a
una persona que asevera tener un cáncer, que la evidencia palmaria
muestra que no es tal, sin hacer cuestionamiento alguno y que luego
se comprueba la falsedad, debe empezar a dar explicaciones. Lo mismo
cuando un entrevistado entrega una versión fantástica, como la de
Fukushima, sin que el entrevistador exprese alguna duda. Porque el
rol de los presentadores no es sólo sonreír a la cámara y
“echarle para adelante”.
Hay
una responsabilidad de verificar y comprobar previamente (cuando se
emitieron esos programas ya se habían presentado querellas por
fraude contra el entrevistado), y de contra preguntar en la
entrevista; no es sólo seguirle el “amén” al personaje, aunque
eso no sea simpático. Lo demás es defraudar la confianza de la
gente.
Los
políticos también deben una explicación: el PRO presentó a Garay
como candidato a Senador en la VIII Región. La coincidencia con los
postulados políticos (¿los había?) y la trayectoria que tuviera
daban lo mismo. No averiguaron nada, pues aparecía útil para
juntar votos. Y no sólo el PRO tiene responsabilidad, pues
Renovación Nacional también le ofreció esa candidatura, lo que
Garay desestimó, seguramente porque se sintió más cómodo con el
estilo de ME-O.
El
Chile que cambió y ahora hace las cosas distinto, queda
interpelado. Ningún nuevo estilo puede sustituir la trayectoria de
un político construida con seriedad y el debate fundado, ajeno a
las consignas y facilismos.
¿Se
justifican el pesimismo y el desaliento?,
por
Hernán Büchi.
"El
gobierno actual no solo no actuó en el sentido requerido, sino que
profundizó más aún el daño. Sus políticas emblemáticas son las
que más destacan en este sentido y pesan en las expectativas...".
Cada
cierto tiempo, la Presidente Bachelet expresa opiniones que a primera
vista son disonantes, pero que no pueden tomarse como dichas sin
pensar. No tiene el carácter de otros políticos en quienes no
sorprenden los sinsentidos. Cuando hace ya un tiempo expresó que
cada día puede ser peor, probablemente es lo que realmente pensaba y
lo que objetivamente sucedió para el común de los ciudadanos.
Durante las Fiestas Patrias indicó que el desaliento y el pesimismo no se justificaban y lo unió a que el resultado de las reformas de su Gobierno será positivo. Reconoce que paulatinamente el pesimismo se ha extendido cada vez más en la ciudadanía, pero a la par nos expresa que el costo se justifica por lo que ella estima serán los beneficios de los cambios que la mayoría no ve.
Vale la pena entonces analizar si hay razones para el desaliento y cuál puede ser la perspectiva diferente de la Presidente, que le permite aseverar que los cambios que ha precipitado serán, finalmente, positivos, ya que mientras ella piensa así, la mayoría percibe como más negativo el futuro en la medida que conoce detalles de la implementación de dichos cambios.
Al iniciarse el Gobierno actual estaba claro que el ambiente especialmente favorable para Chile iniciado en su mandato anterior no duraría. El cobre volvía a niveles parecidos a los históricos, un poco más de US$ 2/lb y dejaba atrás los US$ 4/lb.
Pero a su vez, y con muy pocos períodos fuera de la tendencia, la productividad llevaba años perdiendo vigor. El esfuerzo debía ser doble si se quería generar condiciones para que el bienestar siquiera aumentando para todos, más aún en un ambiente de demandas crecientes.
Se tildó entonces de pesimistas a quienes comprendiendo lo anterior, y observando el empecinamiento del Gobierno en un programa contraproducente para el crecimiento, pronosticaron que era probable que este Gobierno se empinara apenas al 2% de progreso durante su mandato. Pero esos pesimistas tenían razón. El crecimiento del año 2014 y 2015 fue de 1,9% y 2,3% respectivamente; la proyección para el 2016, ya jugado el año, es de 1,6 y las estimaciones para el 2017 rondan el 2%.
Los datos económicos de mayor frecuencia - ciertamente volátiles- no entregan luces de esperanza respecto de que esta tendencia cambiará. Las últimas cifras de evolución de la producción industrial para el mes de julio fueron -9,8% según Sofofa, y el INE destaca -1,8% en julio y 2,4% en agosto. Por su parte, las ventas reales del comercio del último trimestre móvil crecen 1,9% según el INE.
Es cierto que el país no ha entrado en una crisis macroeconómica, pero ninguno de los así llamados pesimistas lo planteaba, ni hoy ni hace un tiempo. La razón es simple. Tras largo esfuerzo, el país estableció un ordenamiento Fiscal y monetario sólido, el sistema financiero, luego de la reconstrucción que sufrió a mediados de los 80, ha probado su solvencia y las empresas, fruto de años de trabajo de empleadores y empleados, son competitivas a nivel mundial. Estas bases impiden crisis como en el pasado, pero no son inmutables.
La historia muestra cómo, cuando el progreso es poco y las expectativas muchas, el sistema político termina erosionando dichas bases. El peligro de deslizarse por ese camino está hoy más cerca, tras los años de cuasi estancamiento que legará este Gobierno.
Es importante para comprender a quienes sienten desaliento hoy que los efectos de la falta de progreso son paulatinos y tienen inercia, y por ello no se ven en tiempo presente. La encuesta Casen se diseñó en los 80 y su serie se inicia el 1987. El propósito principal era tener datos que ayudaran a una política de Estado que, superando visiones ideológicas, permitiera sostener esfuerzos para vencer la pobreza.
Más allá de las diferencias por los cambios metodológicos y de la introducción reciente de conceptos no compartidos por las distintas visiones que tienen opción de alternarse en el poder, los resultados no son lo optimistas que el Gobierno pretende sean o parezcan. En definitiva, nos prende luces, pues con menor crecimiento la tasa a la cual se reduce la pobreza también cae.
Es efectivo que a noviembre del 2015 el resultado entregado muestra una mejoría respecto 2013, de 14,4 a 11,7. Pero es una disminución menor que la de los años anteriores. Salvo cuando hay una crisis macroeconómica profunda, los procesos económicos sociales son de lenta maduración. Hoy todavía se están midiendo los efectos del crecimiento y del mayor empleo de los años anteriores a este Gobierno. El cuasi estancamiento que este ha generado mostrará sus efectos en las mediciones que vienen y les corresponderá a los próximos Gobiernos enfrentarlo.
Pero el pesimismo se justifica hoy no solo porque el progreso es bajo y se mantendrá así en el horizonte mediato. Si el país estuviera cambiando de rumbo y con ello se visualizara una reversión en la actual tendencia, otro sería el ánimo, y el desaliento desaparecería.
Como dijimos, el sector público y privado se han ganado -después de décadas- una posición sólida que aún no pierden, y que les permitiría responder rápido a un mejor ambiente. Sin embargo, no solo el Gobierno no rectifica en su empeño inicial, sino que mientras más se conoce el detalle de las Leyes propuestas y su implementación, su impacto aparece agravado por su defectuoso y vacilante diseño.
No se ve fácil, entonces, que el pesimismo y desaliento que percibe la Presidente cambien. Es preciso reconocer que existen muchas áreas que es necesario modificar para cambiar el rumbo y relanzar el crecimiento.
El ambiente antiprogreso se vino acumulando por años y por ello la productividad ha languidecido paulatinamente. El Gobierno actual no solo no actuó en el sentido requerido, sino que profundizó más aún el daño. Sus políticas emblemáticas son las que más destacan en este sentido y pesan en las expectativas.
A pesar de sus múltiples cambios, la reforma tributaria sigue dificultando más que antes la labor de los emprendedores y presenta un campo minado para ellos por la discrecionalidad y facultades de la autoridad.
Los cambios en educación no permiten avizorar ninguna mejora en la calidad. Los primeros síntomas van en el sentido opuesto y basta ver la lamentable evolución del Instituto Nacional. Lo que sí subyace, en educación básica o media y se esboza en educación superior, es un camino para que aumente el poder administrativo del Estado con limitaciones crecientes a las opciones de los ciudadanos de elegir su destino. Ello, en un mundo en que la tecnología permitiría probar experiencias educativas nuevas, muy efectivas y de bajo costo.
Las normas laborales todavía no se aplican, pero es claro que en vez de facilitar la flexibilidad para el cambio que la vorágine tecnológica exige, crearán más rigideces, menor productividad y darán menor libertad a los trabajadores, generando un monopolio creciente para sus autoproclamados líderes.
Con lo que hoy vive la economía -y con las tendencias descritas en las políticas de Gobierno-, no es fácil ver cómo cambiar de desaliento a esperanza.
Pero quizás en el breve resumen de sus decisiones emblemáticas está el germen de la seguridad de la Presidente. Todas ellas significan un cambio de poder desde las personas, sean trabajadores, emprendedores o simplemente ciudadanos, al Estado, representado por los líderes políticos de turno o por cúpulas sindicales o estudiantiles.
Si ello lo ponemos en la perspectiva de varios representantes del oficialismo que han expresado que el propósito final de su Gobierno es un cambio en las estructuras de poder de la sociedad como preludio a un futuro mejor, se entiende su seguridad y satisfacción, lo estarían logrando.
Los costos, según esta visión, valen la pena. Pero esta dialéctica ya la conocemos de sobra por experiencias pasadas nuestras o externas. Las consecuencias negativas son múltiples y con más razón, de ser así, es difícil que el desaliento y el pesimismo desaparezcan. Ser un país pobre es fácil y muchos lo saben hacer. No puede dejar de ser desalentador ver cómo de a poco volvemos a esa senda.
Democracia
y futuro,
por Sergio Melnick.
El
poder total de una sociedad es un juego de suma cero, es decir, es un
tema relativo. La sociedad como tal puede tener más poder sólo en
relación a otras sociedades, pero en su interior siempre será de
suma cero. Por ello, en sus orígenes, el poder del más fuerte fue
la base del sistema. Eso es el instinto propio de la naturaleza. Esa
lógica tiene siempre la tendencia a la concentración excesiva del
poder y el poder es la base del abuso.
La
democracia surge como un modelo de diseño humano de administración
del poder. Viene de las ideas, no de la fuerza. La democracia no es
un fin en sí mismo, y hay muchas variaciones de diseño. Es el
fundamento de un Estado de derecho, un administrador de las
libertades, derechos, responsabilidades, limitaciones del poder.
Una manera de armonizar lo personal y lo colectivo. Uno de los más
grandes desafíos de un sistema democrático es lograr que no se
produzcan concentraciones excesivas del poder en todos sus ámbitos.
El
mundo ha cambiado de manera radical y seguirá haciéndolo aún más
velozmente en este siglo. Pero la democracia se ha quedado atrás.
La clave es entender que la mayoría no es igual a verdad ¿o sí?
¿Cuáles son los desafíos que el nuevo diseño de la democracia como sistema de administración del poder debe enfrentar? Son muchos y variados. En primer lugar está el aumento enorme de las expectativas, que favorece los populismos que apreciamos crecer por doquier. En segundo lugar está la tremenda amplitud de intereses y diversidad. Esto hace muy difícil lograr las mayorías, y que para cada solución haya demasiados oponentes críticos, que protestan airados aunque no tengan soluciones mejores.
El
segundo problema esencial, es la abstención del voto. La política
se mueve hoy a un ritmo diferente de las personas y organizaciones.
Las regulaciones son tardías e inadecuadas. La burocracia agobia a
las personas y empresas. La corrupción emana por todos lados. Los
ciudadanos no se sienten adecuadamente representados. Si los
ciudadanos ya no se interesan mucho en votar, las autoridades no son
realmente legítimas (sí legales) lo que es un ciclo vicioso. Todo
esto se materializa en la pérdida de confianza en las instituciones
políticas, en los gobiernos y autoridades electas. Los partidos
políticos parecen obsoletos.
Frente
a estos problemas estructurales del diseño actual de la democracia
han aparecido nuevos tipos de problemas, para los cuales el sistema
no parece preparado para enfrentar. La civilización es ahora global
más allá de si nos gusta o no. Hay problemas que superan el
alcance de los países, como terrorismo, clima, impuestos, la
necesidad de operar 7×24, la red global integrada de valor,
delincuencia, los movimientos migratorios, la multiculturalidad,
ciertos problemas de salud, el conocimiento, la privacidad, una nueva
ecología comunicacional, el espacio exterior, los nuevos dineros, la
tecnología. Se viene el transhumanismo, la inteligencia artificial,
la mente tecnológica colectiva, la realidad virtual, que requieren
decisiones políticas complejas y políticos que las entiendan.
Hoy
la democracia navega a un sistema de administración de la
desconfianza, lo que no es un generador de progreso, sino de
recriminaciones mutuas y polarización. La complejidad no admite
populismo y requiere cada vez mayor conocimiento especializado. La
necesidad de funcionar de manera global 7×24 impone reglas propias.
Las formas convencionales de
participación democrática como votar, parecen muy lentas. Las
formas no convencionales como boicots, tomas, manifestaciones, toman
preponderancia, pero finalmente hacen peor la situación ya que
vuelven a la fuerza arcaica como sistema de administración del
poder.
La
democracia está siendo atacada por el populismo, el fundamentalismo,
la desconfianza, y básicamente por la incapacidad que ella misma
tiene para evolucionar. Hoy los viejos políticos se aferran a lo que
manejan y no permiten esa evolución.
Lo
mismo pasaba con los monarcas. La pregunta es si puede haber cambio
sin revolución. En mi opinión la revolución que cambiará esta
situación es la tecnológica. Tecnologías como el Blockchain ya
permiten nuevas formas de participación que resuelven problemas
directamente, sin gobierno, sin autoridades individuales, sin
intermediarios. Permitirá sistemas de archivos públicos que no
dependen de las autoridades. Incluso permitirá nuevas maneras de
votar, con resultados inmediatos y tan frecuentes como sea necesario,
sin posibilidad alguna de fraudes.
La
clave como siempre son los liderazgos, la educación, el
accountability. En Chile desde el 2014 vamos en el sentido contrario.
El
sexo de la Municipalidad,
por Joaquín García Huidobro.
¿Se
justifica la polémica en torno al libro "100 preguntas sobre
la sexualidad adolescente"? Desde el punto de vista político
hay al menos cuatro razones que me hacen pensar que está
completamente justificada.
La primera, porque los progresistas llevan años convenciéndonos de que no es tarea del Estado imponer ni proponer una determinada imagen del hombre. Y aquí están borrando con el codo lo que escribieron con la mano, porque quien lea las 160 páginas del libro verá que chorrea por todos lados una filosofía muy determinada: la de ellos. ¿O alguien puede ser tan ingenuo como para creer que está amparado por la neutralidad de la ciencia un manual que transpira una antropología hedonista, y que entiende al sexo como una actividad mecánica sin vínculo con la afectividad permanente?
Por supuesto que la postura contraria está también llena de filosofía, pero por favor digamos las cosas por su nombre: no hay neutralidad en materias educativas, y el que piense lo contrario está pasando de contrabando unas ideas que en una sociedad democrática deben someterse a discusión. Quien, en nombre de una pedagogía no contaminada por la moral, pretenda que lo liberemos de esa discusión, está haciendo mala política. Otro tanto sucede cuando habla de los componentes nutricionales del semen, o su papel rejuvenecedor de la piel de la cara, con la misma tranquilidad con que hablaría de las propiedades de la mostaza francesa.
En segundo lugar, esta discusión tiene importancia política porque aquí los padres no aparecen por ningún lado (salvo donde explican qué significa ser papá o mamá antes de los 18 años, o se habla de las causales de aborto). Y vaya si no constituye una medida política importante la de omitir su papel esencial en la educación sexual de los hijos. Ellos los engendran, pero otros les enseñarán cuándo iniciarse sexualmente.
Pero hay más: sucede que los papás y mamás que han confiado la educación de sus hijos a la enseñanza pública de Santiago no tendrán derecho a pataleo ante lo que el psiquiatra Ricardo Capponi ha descrito como una "educación aberrante", agregando que "incluso algunas personas podrían decir que perversa, en el sentido de que se muestra algo malo como si fuera bueno". De ahora en adelante, solo los padres pudientes gozarán del lujo de que sus hijos reciban una educación según sus convicciones. El resto aprenderá que el sexo anal y el oral están al mismo nivel que aquel que nos trajo al mundo.
En tercer lugar, tiene importancia política el modo en que se elaboró el manual: se basa en un elenco de preguntas formuladas por jóvenes y seleccionadas por un grupo de adolescentes, lo que, en opinión de las autoridades, es su logro mayor. Con esto nos dan una importante lección política a quienes pensábamos que la educación tenía algo que ver con la orientación y formación de las personas más jóvenes. Confío en que las autoridades edilicias no empleen el mismo procedimiento a la hora de definir la forma de enseñar matemáticas o química.
Hay una última razón por la que toda esta discusión tiene relevancia política. Sin perjuicio de que reconozco que este libro contiene aciertos, él nos muestra de modo clarísimo qué hay detrás de una parte de nuestra izquierda, esa que ha aparecido con gran fuerza con el experimento de la Nueva Mayoría: una mezcla muy curiosa que podríamos llamar "estatismo individualista". Es estatismo, porque vemos que en este campo (como en el laboral, universitario, las pensiones, la educación escolar, etc.), el Estado nos aparece hasta en la sopa: todo lo controla, todo lo regula, todo lo determina. Este no es un sexo cualquiera, es un sexo socialista (con perdón de los socialistas respetables, que, aunque arrinconados, aún no han desaparecido del mapa político nacional).
Pero es también individualista, porque lo que sale de un libro como este no es un ciudadano solidario, amante de su patria, atento a sus responsabilidades y a las necesidades de sus semejantes. Aquí, las categorías relevantes son "me gusta/no me gusta", "me da placer/no me da placer", "tengo ganas/no tengo ganas". Los criterios de juicio son siempre autorreferentes.
Este individualismo es la consecuencia de enfrentar la sexualidad humana con los mismos parámetros con que se mira la reproducción animal. Quizá les habría salido más barato si hubiesen bajado de internet el magnífico "Manual de Prácticas de Reproducción Animal", de A. Porras y R. M. Páramo, publicado por la UNAM. Les recomiendo el capítulo 12, dedicado al manejo reproductivo en porcinos.
¿Manual
de sexualidad?,
por Andrés Chadwick.
Es
indispensable que en el currículum educacional se contemple
la educación sexual de nuestros niños y jóvenes. Ojalá se
pueda crear e impartir bajo el círculo virtuoso de colaboración
padres – colegio. Ello porque nunca se debe olvidar que el derecho
preferente a la educación de los hijos le corresponde a los padres
y el Estado tiene la inmensa responsabilidad de complementar este
deber.
Por
consiguiente, la opinión de los padres sobre un programa
educacional, cualquiera que sea éste, es indispensable, más aún
si estamos hablando de un tema tan complejo como la educación
sexual de los hijos, que puede marcarlos en sus vidas afectivas para
toda la vida.
¿Qué
indicaría el sentido común que un padre de familia podría esperar
de un programa de educación sexual?
En
primer lugar, ser consultado y poder participar previamente en su
elaboración. Luego, que se elaboren los “manuales” con
diferenciación de las edades de los niños. No
tengo ninguna especialidad en la materia, pero soy padre y abuelo, y
no es lo mismo niños entre ocho, 10 o 14 años de aquellos
que inician su plena adolescencia y su vida sexual activa.
Además
se esperaría que a los jóvenes se les enseñe sobre las relaciones
sexuales como un todo integral en sus vidas: como expresión de amor
y afecto; como expresión de libertad y responsabilidad; como
sentido de placer y plenitud; como proyección de personalidad y no
de automicidad. Y sin duda alguna, con las distintas alternativas de
cuidado de salud, higiene y especialmente de no generar embarazos no
deseados.
Y
junto a estos temas de fondo, también el sentido común indica, que
dada la sensibilidad del tema y su relevancia, se realice esta
educación con inteligencia, prudencia, con lenguajes e imágenes
llamadas a enseñar y no a provocar o a transmitir visiones
culturales o ideológicas propias de los autores de los manuales,
pasando a llevar el derecho de los padres, en donde materias de esta
significación naturalmente existen diversas miradas.
El
“Manual de Educación Sexual” que conocimos la semana
pasada elaborado por la Municipalidad de Santiago, contradice
directamente todo lo que creo que debe hacerse en esta educación y
que a mi juicio responde al sentido común: no aparecen los padres
por ninguna parte; no existe ninguna visión integral de la
sexualidad en la vida de una persona; prácticamente no se habla de
amor ni plenitud.
Es
más bien un manual de prácticas sexuales, explicando la forma de
realizarlas y de cómo evitar en su ejercicio los riesgos de
salubridad. Aportando además como novedad (al menos para mí) las
bondades nutricionales y cosméticas del semen. En su lectura
va quedando una sensación de cierta “vulgaridad” expresamente
buscada, que lleva a pensar que uno no quisiera que sus hijos
o nietos fueran educados en sus vidas sexuales bajo este tipo
de manuales. Seguramente sus autores o la alcaldesa no tendrán
estos problemas con sus hijos, porque lo más probable es que los
eduquen en colegios particulares donde estos “manuales” no se
utilizan. ¿Por qué hacer mal las cosas para los niños de mayor
vulnerabilidad que estudian en colegios municipales?
Centralismo:
El cautiverio de las Comunas,
por
Francisco De la Maza.
Hace algunos días, el Centro de
Políticas Públicas de la Universidad Católica de Chile dio a
conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Percepciones
Ciudadanas sobre Municipios. Como suele ocurrir con este tipo de
estudios, algunas de sus conclusiones resultan novedosas y otras
confirman lo que ya se sabe o intuye, como por ejemplo que existe un
desconocimiento de las funciones de una Municipalidad, la mayoría
dice que hay un exceso de burocracia y ocho de cada 10 personas
creen erróneamente que la seguridad ciudadana es responsabilidad de
los Alcaldes. Como datos sorprendentes figuran una buena
valoración promedio del trabajo Municipal (es "bueno" que
sea un 4,8 dadas las lúgubres evaluaciones que tienen todos los
otros organismos actualmente), que en las próximas elecciones el 52%
afirma que no eludirá la responsabilidad de votar y que el
principal atributo de un Alcalde, por sobre su acción realizadora,
es la honestidad.
Este trabajo académico resulta interesante porque se publica a pocos días de una elección donde los chilenos deberán pronunciarse en torno a sus futuros Alcaldes y Concejales. Sin embargo, la encuesta es más valiosa aún porque las falencias aquí denunciadas y las frustraciones de la ciudadanía -que muchas veces son las mismas de los Alcaldes- tienen su raíz en la falta de preocupación Gubernamental por los Municipios y el exceso de centralismo que ahoga, castiga y subyuga a las Comunas.
Lo anterior, en nuestro país es una verdad palpable, al igual que la falta de voluntad que han tenido los Gobiernos para modificar esa realidad, que sin duda frena el desarrollo y se contrapone abiertamente con la concepción de una democracia moderna. Y esa falta de voluntad proviene no solo del Gobierno, sino también de la totalidad del mundo político, pues ambos advierten que una mayor autonomía para las Comunas les restará el poder que hoy administran y cuotean para mantener una permanente clientela electoral.
El Chile de las últimas décadas ha tenido éxito en la derrota de la pobreza extrema, lo que no significa que no persistan focos de ella. Y esta elevación del nivel social también ha aumentado las aspiraciones de las personas, las que se diversifican de acuerdo a las características propias del entorno. De esta realidad, el Gobierno no se hace cargo y planifica la entrega de los aportes a las Comunas como si el país fuera un todo homogéneo, de manera inconsulta y desconociendo la forma de focalizar las carencias y de abordar los desafíos locales. Por decirlo de otra manera, la más clara expresión de un estatismo burocrático y autoritario.
Frente a esa realidad, cualquier iniciativa de la comunidad local tendiente a mejorar la calidad de la educación o los servicios de salud chocará con el implacable poder central, que tiene un claro desconocimiento de las necesidades particulares de las comunidades locales. El proyecto de Ley que pretende elegir a los Intendentes Regionales por votación directa es un claro ejemplo de que definitivamente en este país hay sectores que nada entienden de las aspiraciones de las Regiones y Comunas. Lamentablemente esa ignorancia prevalece en el Gobierno y en muchos de sus seguidores, aunque hay que reconocer que destacados partidarios del oficialismo han alzado su voz para anticipar que esta falsa acción descentralizadora puede tener dramáticas consecuencias para la estabilidad institucional del país. En ese sentido, bien vale la pena poner atención en el mensaje del ex Presidente español Felipe González en su reciente visita a Chile: "Me parece buena la descentralización política y peligrosísima la centrifugación del poder", aludiendo a la grave crisis territorial que hoy vive su país.
Entre las muchas obligaciones del Estado y de sus representantes, está la de fortalecer los organismos públicos, especialmente aquellos que tienen directa relación con la vida diaria de las personas. La Municipalidad es sin duda el ente que se conecta en primera instancia para la solución de sus problemas más básicos y esenciales. Por esa razón, el Gobierno que sea capaz de terminar con las barreras que impiden una acción expedita de las Municipalidades para satisfacer las necesidades de la ciudadanía entrará a la historia por su capacidad para encarar la desigualdad, por aportar al desarrollo y por ponderar en su justa medida el valor de la democracia.
Competitividad
del país.
El deterioro de la dimensión
institucional pública y comportamiento ético de las empresas del
país, que registra el último informe sobre Competitividad Global
del Foro Económico Mundial, es una señal de alerta a la que
debemos prestar atención.
El pasado miércoles se dio a conocer el estudio correspondiente a 2016-2017 elaborado por el Foro Económico Mundial junto con -en lo concerniente a Chile- la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI) y el apoyo de la Confederación de la Producción y del Comercio. Sobre una base que compara 138 países, en el ranking de este año los tres primeros lugares fueron mantenidos por Suiza, Singapur y Estados Unidos. Por su parte, Chile se ubicó 33, registrando un alza de dos posiciones respecto de la medición del año pasado, lo que le permite seguir liderando en Latinoamérica por delante de Panamá, que registró un avance de 8 posiciones.
Lo que a primera vista parece una situación satisfactoria, vista con más perspectiva en realidad evidencia una decepción. Primero, porque la actual posición del país queda a buena distancia de su mejor ubicación histórica, alcanzada en la edición 2004-2005, cuando ocupó el puesto 22. Segundo, porque, en esta edición, Chile obtuvo el mismo puntaje que en la versión anterior (4,6 puntos en un rango de 1 a 7). Dado este hecho, su progreso en el ranking se debe en realidad al descenso de otros países, señal de un estancamiento en lugar de un avance, tal como lo expresó el decano de la Escuela de Gobierno de la UAI, al puntualizar que "seguimos mostrando los mismos cuellos de botella de siempre: en el mercado laboral, en nuestro sistema educativo y en nuestra capacidad para innovar". El resultado obtenido en este último pilar muestra en específico un retroceso de 13 puestos respecto de 2015.
Aunque por sí solos estos antecedentes deben llamar a preocupación, existe otro que resulta especialmente inquietante si se consideran sus amplias repercusiones sobre el conjunto del sistema político-económico. Se trata del pilar de las instituciones. En esta edición, Chile bajó tres posiciones, quedando en el lugar 35. De los 21 subindicadores que componen este pilar, 15 mostraron deterioro. Entre ellos, los peores fueron: desvíos de fondos públicos, confianza pública en los políticos, favoritismo en decisiones de funcionarios de Gobierno, carga de regulación Estatal, confianza en los servicios de la policía, y comportamiento ético de las empresas.
Como cualquier organización, un país se sostiene sobre una red de confianza entre sus miembros. Si las instituciones son, en razón de ello, el cimiento del edificio nacional, lo que se haga en su favor beneficia a todo el conjunto. He aquí una responsabilidad política de primera urgencia y sobre la cual mucho se ha dicho y poco se ha hecho.
Cifras
de desempleo.
Una
vez conocidos los datos de empleo del trimestre junio-agosto, la
ministra del Trabajo valoró que la tasa de desempleo se mantenga
acotada y que el país siga generando puestos de trabajo, a la vez
que destacó las políticas activas que está implementando el
gobierno en materia laboral.
Un
análisis riguroso y técnico de las cifras no permite, sin embargo,
tal optimismo. A pesar de que los datos registran un crecimiento del
empleo de 90 mil personas en un año, el empleo asalariado crece sólo
0,2% o el equivalente a 12 mil puestos de trabajo. Más aún, el
empleo asalariado que más crece es el por acuerdo de palabra (22 mil
nuevos empleos) mientras los asalariados con contrato escrito
muestran una caída interanual de 10 mil puestos de trabajo. Por su
parte, el mayor crecimiento por categoría lo registra el empleo por
cuenta propia, con un incremento en doce meses de 5,5% (equivalentes
a 95 mil personas).
¿Qué
está detrás de esta menor generación de empleo? Tanto la cantidad
como la calidad de la ocupación están íntimamente ligadas al
crecimiento del PIB. Esto puede verse con mayor claridad en el
aumento de la masa salarial -el incremento combinado de empleo y
remuneraciones reales-, que se mueven en línea con el crecimiento de
la economía.
Es
evidente que el afán reformista llevado al extremo de este gobierno
explica en buena medida el bajo nivel de crecimiento que ha mostrado
el país en estos años. Lamentablemente, diversos analistas
anticipan que este mediocre desempeño seguirá en los próximos
periodos, por lo que no debería sorprender que en las
siguientes lecturas de las cifras de empleo se acentúe su bajo nivel
de crecimiento o su progresiva precarización. Cuando cambie la
trayectoria de desaceleración de la economía y, como producto de
ello se creen más y mejores empleos, habrá razones reales para
celebrar.
Estadísticas
oficiales en Argentina.
Argentina
fue remecida al conocer las nuevas cifras oficiales de pobreza, según
las cuales hay 8,8 millones de pobres -1,7 millones de los cuales son
indigentes-, esto es, el 32% de la población. La última vez que se
entregó esta estimación por parte del Instituto Nacional de
Estadísticas y Censos -Indec- fue en abril de 2014, que alcanzó un
inverosímil 4,7%. A partir de ahí el entonces gobierno kirchnerista
determinó no seguir publicando la estimación de la pobreza, por
considerar que era una “estigmatización”.
El
Indec había sido intervenido por el gobierno en 2007, lo que
derivó en una constante manipulación de las estadísticas
oficiales, que permitió ocultar las desastrosas cifras económicas
como resultado de las políticas populistas de la era Kirchner.
El Presidente Macri tomó el acertado compromiso de terminar con esta
intervención estadística y recuperar la confiabilidad de las cifras
oficiales. Con ello no sólo fue posible sincerar la realidad de
la pobreza, sino también de la inflación, la que tal como
anticipaban distintas mediciones privadas, está muy por encima de lo
que indicaba el Indec.
El
falseamiento de las estadísticas oficiales provocó graves daños en
Argentina. Su pérdida de credibilidad en los mercados
internacionales, y la subestimación artificial de la pobreza e
inflación hicieron incurrir en altos costos a los propios
argentinos, al privar de asistencia a personas que necesitando ayuda,
no la recibieron porque “oficialmente” aparecían con un mayor
nivel de bienestar. Sin datos confiables las políticas públicas
actuaron a ciegas, y en el afán de manipular los precios se cayó en
controles de cambio y el surgimiento de mercados “negros”.
Con
la llegada del Presidente Macri Argentina está dando valiosos pasos
para volver a insertarse en los mercados externos, acceder a
financiamiento y creando condiciones para que la inversión retorne y
la economía vuelva gradualmente a funcionar con normalidad.
Pueblos
bien informados
difícilmente
son engañados.