Premio
injusto,
por
Axel Buchheister.
Los
colombianos han dado una muestra de sensatez y valor al sobreponerse
a las manipulaciones y presiones que sufrieron en el plebiscito del
domingo pasado.
Un
referendo convocado para que el pueblo se pronunciara sobre el
acuerdo de paz con las Farc. Pero la realidad fue que se pretendió
utilizar a la gente, no que pudiera discernir libremente. Desde la
pregunta en el voto: “¿Apoya usted el acuerdo final para la
terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y
duradera?”. Tendenciosa, porque transformaba el acuerdo en sinónimo
de la paz duradera y votar en contra de él, era optar por la guerra
eterna.
La
democracia supone un voto informado, fruto del debate. Éste no sólo
no existió, sino que se llegó a montar un show a nivel
internacional para firmar el acuerdo, que incluyó hasta al
Secretario General de la ONU, en vísperas de la votación. El mundo
le vino a decir a los colombianos cómo debían votar. Un acto que
además dejó en evidencia otra manipulación: los colombianos no
conocían el texto final y fidedigno del acuerdo que estaban llamados
a aprobar.
Se
ha dicho que el No ganó por la abstención, ya que votó un tercio
del electorado. Pero si el Gobierno rebajó el umbral de validez del
plebiscito del 50% al 13%, con lo que contaba con una alta abstención
y apostó a ella.
El
“apremio internacional” incluyó a Chile. Mientras la izquierda
aquí promueve que no haya “ni perdón ni olvido”, el Gobierno de
la Nueva Mayoría atizó lo contrario en Colombia. El Canciller
chileno dijo allá que el triunfo del No sería como “un desastre,
porque implicaría el retorno a la lógica de las balas, de la
confrontación y la muerte”. Un menosprecio al juicio de los
colombianos. Si era así, ¿para qué se los llamó a votar? Por lo
demás, los hechos posteriores están demostrando que no era cierto.
Pero
la intervención continúa: ahora le dieron el premio Nobel de la Paz
al Presidente Santos por el fallido intento. Para los que creen que
el discernimiento del Nobel de la Paz es sacrosanto, cabe recordarles
que también se lo otorgaron a Barack Obama y por el solo hecho de
ser electo. ¿Se lo darían hoy, después de siete años de Gobierno?
Y, sobre todo, la paz que se logre en Colombia se deberá realmente a
lo que hizo Álvaro Uribe.
Asumió la Presidencia de un país que se catalogaba de fallido y
luego que su antecesor, intentando conversaciones de paz, cediera
parte del territorio a las Farc, gesto que fue aprovechado por los
guerrilleros para intensificar su actividad subversiva y delictiva.
Uribe,
en cambio, bajo la tesis de la seguridad democrática -mano firme,
pero con las armas del Estado de derecho- los hizo retroceder. Fruto
de ello y de otros logros suyos, es que hoy la gran mayoría de los
colombianos gozan de tranquilidad y progreso.
Este ambiente es el que ha hecho factible una negociación de paz,
aunque mal llevada por Santos, con todo tipo de concesiones
irritantes, cuando no había por qué entregarlas, puesto que las
Farc -gracias a Uribe- no son ni la sombra de lo que fueron.
Entonces, ¿quién se merece realmente el Nobel de la Paz en
Colombia?
Elecciones
Municipales, una gran oportunidad,
por José Antonio Kast.
En las próximas semanas
enfrentaremos una nueva elección Municipal. En tiempos de apatía y
desafección con la política, mucha gente no se siente convocada y
motivada a participar en esta elección. ¿De qué sirve mi voto?
¿Qué va a cambiar?, se preguntan muchos.
No existe una respuesta única, pero sí tengo una proposición: usemos esta oportunidad para cambiar Chile desde nuestros Municipios. La corrupción se combate con transparencia; la desigualdad con más oportunidades; los abusos con más responsabilidad y con más sanciones.
Los políticos no hemos estado a la altura y tenemos que elevar el estándar con que nos medimos y con el que somos medidos, tema que no pasa solo por cambios Legales, sino por el compromiso y voluntad de cada candidato. El ciudadano, con su voto, tiene el poder para lograr estos cambios y exigir la probidad, la transparencia y la vocación de servicio a sus representantes.
Partamos por el Municipio. Votemos por aquellos Alcaldes y Concejales que se comprometan con cosas sencillas, claras y efectivas como: (a) No estar más de 3 períodos en el cargo; (b) No viajar al extranjero con fondos públicos y (c) No "apitutar" a familiares y amigos en el Municipio.
La ONG Influyamos les ha enviado a todos los candidatos que van a esta elección Municipal un e-mail con un documento denominado Compromiso Ético Municipal. El fin del mail es que los candidatos firmen el documento que se les remite y se comprometan con 11 puntos que son claros, directos y permitirían, en alguna medida, generar un cambio profundo en la administración municipal y en el uso de los fondos públicos.
Nuevos líderes para los nuevos tiempos y demandas que tienen los chilenos.
Durante décadas avanzamos de manera veloz en búsqueda del desarrollo, pero nos olvidamos de las personas y de sus condiciones de vida. Los Municipios del siglo XXI tienen que impulsar Comunas integrales que equilibren las necesidades del desarrollo con los desafíos que estos proponen.
La Comuna tiene que ser el reflejo de lo que queremos para el país y junto con ello tenemos que promover la coordinación y la solidaridad entre las Comunas que más tienen y aquellas que menos tienen.
El cambio cultural que este país requiere para superar la crisis de confianza en sus representantes parte por exigir lo mínimo. Hay muchas ideas de gestión y de innovación que se pueden aplicar en los Municipios. Hay muchos técnicos y profesionales que están dispuestos a trabajar esas ideas y mejorar sus Comunas. Pero como nunca, hoy lo que necesitamos son nuevos liderazgos en las Municipalidades, en el Congreso y en La Moneda, que saquen al país del barro y reconstruyan el sentido profundo de la política en nuestro país.
El nuevo ciclo de la política parte en las elecciones Municipales. Si somos capaces de salir a la calle y votar; si somos capaces de elegir a líderes y no a los mismos de siempre; si somos capaces de anteponer estos valores transversales a los intereses políticos, el futuro de Chile será más auspicioso para todos. Esta elección Municipal puede ser decisiva para influir en el cambio que necesita el país. Solo tienes que ir a votar y hacerlo no por quienes prometen más soluciones, sino por aquellos candidatos que se han comprometido a cumplir exigencias mínimas como las que se plantean en el Compromiso Ético Municipal que plantea la ONG Influyamos.
¿Es mucho pedir?
¿La
hora del repunte?,
por Héctor Soto.
Podrá
ser aventurado hablar de signos primaverales a raíz del Imacec de
agosto, algo superior al que los analistas esperaban, pero La Moneda
sí puede tener buenas razones para celebrar -con cautela, es cierto,
con gran cautela- los brotes verdes que en el plano político dejó
ver la última encuesta Adimark, donde la evaluación de la
Presidente mejora cuatro puntos en relación al sondeo anterior.
Para
un Gobierno que lleva ya demasiado tiempo castigado por tasas de
aprobación humillantes, cuatro puntos se parecen mucho a una botella
de agua mineral en medio de una sedienta travesía por el desierto.
No será un manantial, pero vaya qué alivia.
Si
este rebote es o no el punto de inflexión que La Moneda estaba
esperando desde hace tiempo es un asunto que todavía está por
verse. Alguna masa crítica existe en cuanto a que los Gobiernos
logran mejorar su rating cuando se acercan al final y este podría
ser el caso. Lo
que sí es cierto es que las cifras de alivio llegan en un momento en
que el Gobierno parece estar moderándose en varios frentes,
reflejando un cambio, tal vez más de estilo que de otra cosa, que la
ciudadanía valora y aprecia.
La señal más evidente en este sentido la dio la propia Presidente
semanas atrás, cuando se refirió al problema de las pensiones y
donde, lejos de prometer que por aquí también pasarían las
consignas y aplanadoras, llamó al país a tomar en serio los cambios
en la estructura demográfica de Chile, a desconfiar del populismo, a
proponer una cotización adicional de cargo de los empleadores y a
constituir un fondo para mejorar el Pilar Solidario del sistema.
Parecida moderación fue la que mostró Hacienda al enviar una Ley de
presupuestos que contempla la menor tasa de expansión del gasto
público de los últimos años.
Tal
vez sea lo que el país quiere ver. En relación al que soplaba hace
tres o cuatro años, el cambio en la dirección del viento en la
sociedad chilena es tan pronunciado que la clase política pareciera
no haber encontrado todavía en su catálogo de reacciones las
palabras y los gestos para asumir y procesar el fenómeno. Aquí sí
que hay brechas. Tan profundas, tan incómodas como las que separan a
los pobres de los ricos o a la gente de a pie de los apitutados. El
problema se origina en gran parte porque el oficialismo aún no hace
el cambio de switch y sigue con la idea de administrar al país una
medicina que la mayoría ciudadana rechaza por los múltiples efectos
colaterales que ese fármaco ha estado generando.
No
hay sondeo, no hay estudio serio de las percepciones de la gente en
estos momentos que no describa un sostenido fortalecimiento del
centro político. Los únicos que no se han dado cuenta del fenómeno
parecieran ser los DC, que andan más confundidos que nunca.
Va a ser en esa cancha, en el centro, donde se van a dirimir las
opciones que el país habrá de tomar el próximo año y es el peso
de ese escenario el que tiene a Sebastián Piñera con muy altas
probabilidades de volver a La Moneda y a Ricardo Lagos como una carta
que la centroizquierda, de momento al menos, no puede darse el lujo
de botar, por mucho que las encuestas hasta ahora le hayan sido
esquivas. Tanto como las manifestaciones de respaldo a su eventual
postulación por parte de los partidos oficialistas.
La
amenaza de que el divorcio entre la clase política y el país real
se siga profundizando volvió a cobrar sentido esta semana, a raíz
de la reforma Constitucional que permitirá la elección directa de
Gobernadores Regionales, la figura que reemplazará, en parte, a los
actuales Intendentes. Nadie tiene muy claro qué diablos se aprobó.
El asunto es que, después de muchas negociaciones, la reforma salió
con un quórum que superó hasta los cálculos más optimistas. No
deja de ser significativo que tanto Piñera como Lagos e Insulza
habían planteado reparos de fondo a la iniciativa.
La erótica de una elección popular, unida a las fantasías de la
descentralización, pudo más para los Senadores, aunque sea todavía
una gran incógnita qué harán estos señores, cómo se relacionarán
con el Gobierno central y en qué momento serán elegidos. No es la
primera vez que el Congreso legisla a ciegas y a lo mejor el hecho en
sí mismo esta vez no es muy grave.
Sin embargo, el episodio habla de un clima Parlamentario muy asociado
a espasmos circunstanciales o -como lo dijo el Presidente Lagos el
domingo pasado a este diario- al mundo de Bilz y Pap.
Sin
duda que para el futuro Gobierno serenar estos desbordes será
difícil, cualquiera sea el signo de esa administración. Es más:
con toda seguridad el sistema proporcional va a desordenar mucho más
las piezas del juego Parlamentario.
Lo que ya parece una chacra bien podría transformarse, si la suerte
no nos acompaña, en gallinero.
Este
factor es el que precisamente hará de la elección Presidencial un
momento crucial. Puesto que los partidos están muy débiles y
desacreditados, puesto que los incentivos en el Parlamento están
colocados en dirección a cualquier cosa menos a ordenarse en función
de políticas públicas serias y de largo plazo, la figura, el
carácter y la brújula de quien llegue La Moneda serán
fundamentales. Solemos decir que el Presidencialismo chileno es
excesivo y, efectivamente, lo es. Tal como están las cosas, sin
embargo, más nos valga.
por Juan Andrés Fontaine.
Bienvenida
sea la austeridad del presupuesto Fiscal 2017. Crea confianza y abona
así el terreno de la reactivación. Hay quienes hubieran preferido
un presupuesto con mayor gasto anticíclico, pero esa estrategia solo
surte efecto si no compromete la salud financiera del Fisco. Las
proyecciones de mediano plazo dadas a conocer por la Dipres esta
semana despejan toda duda al respecto: de aquí al 2020 viviremos en
la economía de las vacas flacas. En esas circunstancias, la
expansión Fiscal es contraindicada.
La austeridad presupuestaria no es sino admitir una ingrata realidad, es el fin de una ilusión. Devela el fracaso de un programa de Gobierno que se propuso curar nuestros males sociales simplemente aumentando el gasto público, los impuestos y las regulaciones. Esa estrategia torpedeó el sistema de incentivos sobre los que se basa el dinamismo económico, paralizó los reflejos que nos habrían permitido reaccionar con prontitud a la caída del cobre y -pese al alza tributaria- terminó erosionando los ingresos estatales, porque es poco lo que puede recaudarse de una economía famélica.
El escenario que pinta la referida proyección oficial es descorazonador. Los mayores ingresos "permanentes" del Fisco, que financiarían "derechos sociales garantizados" y supuestamente permitirían una sociedad más justa, se nos hacen sal y agua. Por efecto de la corrección de las perspectivas del cobre y de nuestro debilitado potencial de crecimiento, se estima ahora que el Fisco contará hacia fines de la década con US$ 4.300 millones menos de lo previsto un año atrás. Si en los últimos diez años el gasto público creció al 7% real por año, en 2017-2020 habrá que resignarse a un 3% anual. Mientras tanto, el déficit se mantendría en torno al 3% del PIB hasta 2018, con el correspondiente endeudamiento. La deuda pública, que al término del Gobierno del ex Presidente Piñera era de 13% del PIB, ya ha trepado al 20%, y se estima se acercaría a 30% en 2020. Es cierto que otros países serios tienen un endeudamiento mayor, pero su fortaleza económica y Fiscal se los permite.
No hay mal que por bien no venga, dice el refrán. Los años de vacas gordas nos acostumbraron a buscar equivocadamente en el Estado la solución a todos nuestros problemas. En diez años, duplicamos el gasto Fiscal, en términos reales, y no se aprecia que la cobertura o calidad de sus servicios haya mejorado proporcionalmente. Al 2017, el gasto público abarcará un 26%, incluyendo Municipios y sin considerar el 9% adicional que gastan las empresas públicas. La hipertrofia Estatal suele incubar ineficiencia, burocracia, parasitismo y despilfarro. Explica en parte el decaimiento de nuestro potencial de crecimiento. Ahora que los presupuestos serán flacos, habrá que poner mucho más cuidado en qué y cómo gastar. Asumir la postergada modernización del sector público nos permitiría, además de mejorar su calidad de servicio, impulsar la productividad del país y volver a encaminarlo al desarrollo.
Intendentes:
ilusión perdida,
por Sergio Melnick.
Otra
mala Ley, así reconocida por casi todos los Parlamentarios, pero que
se debe tramitar con extremado apuro para que haya elecciones de un
Gobernador eunuco el 2017. ¿Por qué? Básicamente por dos motivos.
El primero es tratar de usar la Ley para la escuálida campaña
Municipal, que como ha dicho el Ministro del Interior, será la
contracara de las encuestas. Ello denota la clara intención de
manipular a la opinión pública al comparar lo incomparable. Ya lo
hizo una vez la Concertación en una elección Presidencial en el
tema del empleo.
En
la segunda razón, voy directo al grano. Si las elecciones del
Gobernador castrado se hacen el 2017, adivine quiénes tendrán la
mejor opción de ser elegidos. Sí, adivinó, los incumbentes, los
que sean Intendentes en ese momento, tal como ocurre en casi todas
las elecciones. Eso se agrava con la Ley de financiamiento que hace
casi invisibles a los que llegan, más aún en un nuevo cargo.
En
suma, es una muy oscura maniobra política, en que el bien común y
la descentralización en realidad importan un comino. De hecho, esto
fue casi literalmente señalado por el Senador Pizarro, cuyo
argumento para votar no era la calidad de la Ley sino la señal al
país de otro fracaso del Gobierno ya muy débil. Los Senadores
Harboe y Castro, así como el Senador Espina y tantos otros,
mostraron una y otra vez la mala calidad técnica de la Ley y el
enorme engaño a la población. El argumento de todos quienes lo
aprobaron fue que el tema se arreglaba en el camino. Que las
atribuciones se definirían “a la brevedad”. Pero todos sabemos
que eso no será así. A
la hora de acordar el traspaso de funciones será muy difícil llegar
a acuerdos y la Ley al respecto pasará años en el Congreso. El
populismo está entrando lentamente ahora por el Congreso, además
del Gobierno. Es fundamental que los actuales Intendentes no puedan
postularse a las primeras elecciones.
La
intervención de Girardi fue especialmente interesante, a pesar de
haber aprobado la iniciativa. Se cuestionó la manera de hacer el
cambio y la necesaria consideración de las peculiaridades de cada
Región al momento de hacerlo, incluso considerando elementos de
ecosistemas. En efecto, el norte es muy diferente al centro, y muy
diferente al sur, y ni hablar de las zonas extremas. Probablemente
una buena regionalización parte por entender el punto de vista de
las Regiones, pero acá es un voluntarismo central que se impondrá a
las Regiones. Un contrasentido.
Otro
aspecto lamentable del proyecto es que sigue agregando capas de
agencias públicas sin un previo diseño inteligente de la
organización, tal como lo señaló la Senador Von Baer. Es
improvisación para objetivos políticos.
Yo agrego la falta de consideración alguna a los temas que impone el
siglo 21 con la tecnología, la globalización, y otras variables.
Seguimos construyendo burocracia propia del siglo 19. Ahora hay nada
menos que cuatro capas de administración, desde el Gobernador
Regional al Alcalde, que pasa por el delegado Presidencial, y los
Gobernadores Provinciales. Estas últimas son absolutamente
obsoletas, es sólo carga Fiscal y cargos políticos. ¿Cómo será
la organización del Gobernador castrado? Nadie lo sabe, ya que no se
saben las atribuciones, pero es evidente que tendrá instalaciones,
staff, presupuesto. ¿Cuánto cuesta el proyecto? ¿Cómo serán los
procesos de decisiones? ¿Cómo será la relación con el Gobierno
central? En fin.
En
este proyecto vimos la increíble liviandad del Senador Guillier, el
odio fundamentalista con que vive Navarro, la hipocresía de muchos,
las mañas de Zaldívar, el doble estándar de varios DC, el claro
oportunismo de Senadores de la derecha. En fin, lo peor de la
política. Vimos cómo se improvisaron cosas durante la votación en
negociaciones a medias con el Gobierno.
Como
lo señaló un Senador, esta no fue una solución para la
descentralización, para las Regiones y menos para el desarrollo de
éstas. Fue una solución política para los políticos, y todos nos
hemos dado cuenta.
Ya
lo vimos de igual manera en el cambio del binominal, el voto
voluntario, el aumento de cupos del Congreso y la Ley de partidos,
entre otras. ¿Será por eso que está tan desprestigiado el
Congreso? Es cosa de ver la última Adimark.
Los
años del Presidente Lagos,
por
Roberto Ampuero.
Injusta
la odiosa campaña levantada tanto por sectores de la izquierda
renovada como jacobina en contra de Ricardo Lagos por su decisión de
repostular a la Presidencia de la República. Entre los golpes bajo
el cinturón que le propinan, destaca uno: su edad. Cuando
cosechamos hoy los ácidos frutos de una administración elegida más
por carisma que por programa, alarma la descalificación de un ex
Presidente que, más allá de que se discrepe o no de él, se ha
caracterizado por plantear contenidos y una visión de futuro del
país.
Con su administración, Lagos hizo un aporte significativo a la izquierda: probó, tras el malogrado Gobierno de Salvador Allende, que un socialista era capaz de Presidir Chile sin polarizarlo ni hundirlo en una crisis económica. Con su primer Gobierno, Michelle Bachelet consolidó esa visión sobre la capacidad de los socialistas (en rigor, socialdemócratas) para dirigir de forma adecuada el país, algo que se ve hoy cuestionado por los altos índices de desaprobación a su gestión. Sin embargo, al anunciar en la repostulación su "compromiso" de continuar las reformas estructurales de Bachelet, Lagos se internó por una vía riesgosa: su continuismo no convence a la izquierda jacobina y genera inquietud en el centro y la derecha.
Tal vez una convicción importante que los chilenos deberíamos compartir a estas alturas es que la carrera a la Presidencia no es una competencia de juventud, generosidad, simpatía, popularidad o histrionismo. En esta época de desconfianza hacia la clase política (y todas las instituciones), los ciudadanos tenemos una responsabilidad mayor: examinar con lupa y sentido crítico las propuestas de los candidatos. ¿Cuál programa es el más beneficioso y factible para el país? Del escepticismo generalizado hacia los políticos también es responsable aquel ciudadano que entrega su voto a cambio de una "once", una sonrisa, un billete, un bono o una selfie.
Muchos de quienes consideran a Lagos "viejo" para postular a la Presidencia, no tienen reparos en celebrar a Fidel Castro (90) y a su hermano Raúl, de 88 años. Otros promueven una nueva beatería con respecto a la juventud, la que carecería de apetitos materiales y sería infalible. La juventud no garantiza de por sí los buenos resultados en política. Tampoco los garantizan la madurez o la vejez. Hace falta mucho más. Jean-Claude Duvalier llegó al poder con 19 años, Muamar el Gadaffi con 27, Kim Jong-un con 28, Fidel Castro con 33. No es la fecha del carnet lo decisivo en el candidato, sino tal vez su formación y trayectoria, honestidad y conocimientos, las metas que promete y la posibilidad de concretarlas. Descalificar a un candidato por sus años busca eludir el debate sobre ideas y propuestas.
Hay otro dato interesante para la izquierda que censura a Lagos y admira a Salvador Allende: cuando este entró a La Moneda tenía 62 años, la esperanza de vida en Chile entonces. Si Lagos asumiera en 2018, tendría 80 años; es mayor, indudablemente, pero está dos años por debajo de la esperanza de vida del país, la más alta de América Latina, lo que también dice mucho sobre el "modelo" chileno.
La descalificación de un candidato por su edad trae a la memoria a la izquierda de 1970. Entonces, junto con atacar al ex Presidente y candidato de derecha, Jorge Alessandri (74 años), la Unidad Popular lanzó una campaña sórdida. A través de sus medios se refería a Alessandri como "La Señora", aludiendo a su edad y soltería. En un Chile más machista y homofóbico que el de hoy, el mensaje apuntaba a denigrar al ex Presidente y eludir el debate programático.
Ahora la izquierda tendrá que decidir si seguirá atacando a Lagos por su edad y el respaldo que recibe de sectores empresariales, o si optará por una actitud republicana, vale decir, por fundamentar la crítica a los planteamientos del ex Mandatario. Y este, a su vez, deberá resolver la disyuntiva fundamental que le lega Bachelet: seguir presentando al "modelo" como extenuado y desechable, o admitir que ha sido el que posibilitó la aparición del Chile más próspero y celebrado de su historia, y que de lo que se trata hoy es de impulsar, sobre la base del diálogo transversal, los cambios bien pensados y gestionados que permitan construir una patria mejor para todos.
Las
risitas de La Moneda,
por Fernando Villegas.
Reírse
abierta y públicamente de las malas cifras es, al parecer, la nueva
estrategia comunicacional del Gobierno. Es el modo de decir sin
pronunciar palabra que les importa un comino el “qué dirán” y
seguirán cascando con su programa de “transformaciones profundas”.
Inauguraron el procedimiento la semana pasada, en jovial reunión de
Gabinete, comentando los bajos niveles de apoyo. Fue de ese modo, en
medio de un alegre jolgorio, que esa festiva mañana las más altas
autoridades del país dieron inicio a sus labores de Gobierno. Habrá
que esperar un poco más para constatar cuánto y cómo se reirá la
ciudadanía de Provincias a la vista del proyecto de
“Regionalización” sin Regionalización aprobado por el Gobierno
con los votos a regañadientes de su coalición. Es una broma aun más
divertida que la de las malas cifras, pero tal vez no la consideren
tan graciosa.
La
Moneda, que ha pasado ya por varias fases para encarar sus fracasos,
ahora insinúa haber escogido el camino de las terapias de grupo,
recurso psiquiátrico a la moda; puede también ser fruto de otro
guión mediático evacuado por los deslumbrantes genios del segundo
piso. Sin embargo y cualquiera sea su origen esas risas han tenido el
mérito de inclinar a muchos ciudadanos a una seria reflexión acerca
de cuáles son, en estos difíciles tiempos, no sólo los límites de
la incompetencia sino también de la inconsciencia política, pero
además dónde se encuentra la “barrera psicológica” -para usar
el lenguaje de los periodistas- del desatino.
La
respuesta tal vez sea que la inconsciencia y el desatino son tales
precisamente porque no se dan cuenta de nada y por tanto no entienden
de límites. No hay entonces barreras para las chambonadas. Y es de
temerse, aunque no sea ya para asombrarse, que la inclinación a
cometerlas aqueja con gran severidad y pésimo diagnóstico a la
actual administración. No se trata principalmente de un problema de
carencia de talento de tal o cual persona como algunos creen con a
veces excelentes razones, porque, en verdad, esa penosa condición,
la de haber siempre un insuficiente stock de IQ, es tan universal en
los asuntos humanos de toda índole que por lo mismo no sirve para
explicar los desaciertos particulares de tal o cual organización
privada o pública.
Se trata, aquí, de un caso de torpeza, arrogancia y “hubris”
institucional, de los frutos de una eficaz organización cooperativa
de la incompetencia forjada a lo largo de muchos años de militancia,
de la avasalladora presencia de una ineptitud manifestándose en una
escala grandiosa como nunca se había visto antes, tanta en verdad
que está a punto de alcanzar el carácter de lo sublime.
Si
en su origen hubieran sido efecto de simples fallas personales, como
algunos insisten, podríamos darnos por satisfechos y sentirnos
afortunados; las fallas puramente personales pueden, en el campo de
la política, ser corregidas mediante el expediente de no elegir o
siquiera no reelegir a quienes suelen compensar los excesos de su
mucho activismo y excesiva verbosidad con las escaseces de su poca
inteligencia o inexistente tino, pero cuando impone su férula un
entero sistema de ideas y comportamientos más cercanos a la necedad
que al sentido común, entonces el problema se hace masivo y en dicha
condición aun quienes están levemente por encima del promedio
terminan siendo hipnotizados y capturados por el cantinfleo
imperante. La moda, sea del vestuario, las posturas o las ideas, es
pegajosa y suele arrastrar en su alud a casi todo ser humano del
montón, pero lo hace aun con más facilidad y fuerza cuando el
seguir esa tumultuosa corriente resulta útil para sostener
identidades en peligro y/o dejar de ver nuestras limitaciones. De ahí
viene el popular y santificado “vox populi, vox dei”.
Morfina….
Es
justamente eso, un caso fundacional de necedad colectiva, la
enfermedad transversal y “ciudadana” que afecta al Gobierno. Aun
sus personeros mentalmente más sanos son hoy sus víctimas, pero,
como ocurre con las plagas mortales, los contagiados no quieren saber
que lo están y caen en la negación neurótica.
Los menos reacios al ejercicio de pensar se dan cuenta de cómo el
camino que transitan no es bueno y llevan las suelas de sus zapatos
repletas de bostas, pero sospechan que no tienen un “Exit” a la
mano y sólo les resta ponerles buena cara o mejor aun cara de risa a
los malos tiempos y seguir adelante.
A
veces uno se pregunta ¿cómo lo sobrellevan?, ¿cómo resisten ese
pesado fardo? Desde la semana pasada ya tenemos conocimiento acerca
de la muleta de turno, esta vez la función curativa de la risa,
remedio infalible según aseguraba el Reader’s Digest. Luego de
tantos traspiés nuestros Gobernantes han ido superando una fase tras
otra: primero anunciar “auditorías” para implícitamente
endosarle todo desperfecto al anterior Gobierno, luego ponerse
colorados y/o negar sus patéticas hazañas, enseguida acudir en
romería a ofrecer solidaridad a los o las ineptos (as) y hoy están
desembocando, como los enfermos terminales, en la etapa en que no
habiendo remedio se recurre al alivio que procura una gran dosis de
morfina. Es entendible que nuestras autoridades al menos deseen que
la crítica no los hagan sufrir. Es la razón por la cual el
hilarante episodio de La Moneda fuera protagonizado no en cualquier
circunstancia, sino como reacción a la enésima muestra de cuán
bajas son sus cifras de aprobación. La inoculación de anestésicos
y el endurecimiento del rostro suelen ser el modo de encarar muchos
fracasos consecutivos. La desgracia en exceso a veces tiene la gracia
de operar como milagrosa pócima transformando la vergüenza en
desvergüenza y la hipocresía en cinismo. Por eso hemos visto llegar
el día cuando la Presidente y su Gabinete inician su jornada
haciendo comentarios desdeñosos acerca de las cifras que señalan su
fracaso. Ojalá los náufragos del Titanic hubiera tenido la
oportunidad de hundirse así, anestesiados y muertos de la risa.
El
fenómeno no es tan raro: en el campo de batalla se ha visto a tipos
destripados por el shrapnel riéndose a gritos de su desgracia. Ni en
esto, entonces, nos han ofrecido algo que valga la pena. Mientras
tanto márquese en el calendario cómo aquí, en Chile, en el Palacio
de Gobierno, a comienzos de octubre de 2016 las autoridades de la
República se dijeron en medio del desastre: “A mí me saludan
afectuosamente en todas partes” o “¡Por Dios que es amplio el
15%…” mientras algunos acotaban que les pasaba lo mismo en los
supermercados.
El
refrán
Si
todo quedara en la anécdota de una mañana de jolgorio en La Moneda
sería un asunto irrelevante. El incidente, sin embargo, aunque menor
en sí mismo, refleja cuestiones más graves y serias porque se
agrega a otras situaciones para configurar al final un cuadro
consistente, a saber, el de un régimen que habiendo perdido toda
esperanza de hacer las cosas bien junta filas y aprieta los dientes o
suelta la risa para simplemente seguir avanzando con la esperanza de
un milagro y/o por el imperio de una obsesión cada vez más cerrada
-y cerril- de que el error es el de quienes no las entienden. En el
trasfondo asoma su feo rostro la ambición de seguir a bordo como
sea, navegando adonde sea, siquiera flotando como sea.
Es
de lamentar que dicha alegría forzada y al borde de la histeria no
rebase los muros de La Moneda. Y quizás la ciudadanía no esté de
ánimo para esas bromas.
Más aun, la puesta en escena de dicho desdén carcajeante se parece
demasiado al espectáculo que suelen brindar en cualquier lugar
público esas patotas de mocetones que no le han ganado a nadie,
seres de pequeñas cabezas, pantalones a medio poto y gorras de
béisbol con la visera hacia la nuca, tan iguales unos a otros en su
aplastante mediocridad y tan notoriamente encaminándose a la nada
que suelen inspirar lástima, aunque ellos creen, al contrario, que
están impresionando y proyectando una imagen de Másters de la
galaxia.
Es
el momento cuando uno recuerda ese viejo refrán acerca de en qué
clase de boca abunda la risa.
por Joe Black.
"Chile
está irreconocible", me dijo un amigo gringo que vivió varios
años en Chile en los 90, que luego volvió a su país de origen, y
que ahora está de regreso por algunas semanas en Santiago. "Ya
no se entiende cuál es su estrategia, desapareció el talento, todos
están peleados con todos y están perdiendo su liderazgo regional",
agregó mientras se terminaba de tomar su segunda cerveza en mi casa.
"Es
una vergüenza lo que nos pasa", le dije yo. "No tiene
explicación ni justificación; es que cuando uno se farrea lo que se
construyó por tanta gente, con tanto esfuerzo, durante años, no hay
argumento que valga", complementé.
"¿Y
de quién o quiénes es la culpa, crees tú?", preguntó mi
amigo mirando hacia el comedor, tratando de adivinar si pasaríamos
luego a la mesa para cenar.
-Es controvertido lo que te voy a decir y seguramente si
lo dijera en público me ganaría muchos adversarios, pero yo creo
que en esto una sola persona es responsable, y creo que es difícil
perdonarla.
-Qué duro. ¿Y quién es esa persona? -Pizzi. -¿Pizzi?
¿Quién es Pizzi? -¿Cómo que quién es Pizzi?
¡El
entrenador de la selección chilena! -¿Que no era Sampaoli el
entrenador?
-Se
fue hace mucho rato. Llevamos más de diez partidos con Pizzi en la
banca. Jugamos la Copa América Centenario con Pizzi ya al mando. Y
aunque fuimos campeones a mí nunca me ha convencido.
Ha hecho que Chile esté irreconocible, no tiene
estrategia, hizo desaparecer el talento, ahora están todos peleados
y pasamos de ser los número uno de América al séptimo lugar.
Tú
tienes toda la razón. Capaz que ni clasifiquemos al mundial de
Rusia.
-Terrible lo que me cuentas, pero yo estaba hablando de
política...
-Cómo...
Bueno, pero es que si haces ese comentario cuando estamos terminando
de ver este desastre de partido contra Ecuador, es imposible que
interprete otra cosa...
-¿Pero
no crees que lo que le pasa a Chile en el fútbol le está pasando
también en otros ámbitos?
-Es
una manera de verlo. Pero creo que hay una gran diferencia. En lo que
le ocurre a Chile en los "otros ámbitos" que mencionas, a
mi juicio no hay un, o una, solo o sola responsable, y perdona que
hable así, pero así hay que hablar ahora en Chile, usando todo el
tiempo masculino y femenino para todos y todas los cosos y cosas.
Pero a mí no me resulta.
-¿A
qué te refieres?
-A
que en la política y en la economía al menos hay "cómplices
pasivos", como diría el ex Presidente. En la DC, en la derecha,
en parte del empresariado, entre las personas comunes y corrientes ha
habido gente que no ha hecho nada, ha mirado para el cielo o para el
suelo. Hay personas que no se han molestado ni para ir a votar. Por
flojera o frivolidad.
-Excúsame
que te lleve la contra, pero ¿no te parece que los jugadores de la
Roja fueron también al menos "cómplices pasivos" en este
partido en Quito? ¿O los viste muy "activos" y diligentes?
Yo no sé si por flojera o frivolidad, pero yo los vi más
preocupados del corte de pelo o del teñido que de jugar bien al
fútbol.
-De acuerdo. En verdad todos, siempre, en todos los
temas, podemos ser "cómplices pasivos".
El
régimen de lo público,
por Max Colodro.
Cabe
preguntar cuál sería la reacción del Gobierno, de la Nueva Mayoría
y de buena parte de la opinión pública si los dantescos resultados
que hoy exhibe el Sename se hubieran producido en una organización
privada con fines de lucro. Con seguridad, estaríamos en otro
escenario, en un ambiente de escándalo y condena generalizado, con
las autoridades poniendo el grito en el cielo, exigiendo con justa
razón las penas del infierno y con partidos políticos convocando a
la gente a manifestarse en las calles.
Pero
este drama de centenares de niños muertos ocurrió bajo el alero del
Estado y de servicios públicos, por lo que la reacción ha sido muy
diferente. En vastos sectores ha existido un silencio impúdico y
se ha buscado diluir el horror con frasecitas para el bronce: ‘como
Estado hemos fallado’, ‘la sociedad tiene una deuda’, mientras
ninguna autoridad, de este Gobierno o de los anteriores, ha tenido la
valentía de asumir responsabilidad alguna.
El
Estado, el ‘régimen de lo público’, eso que no pocos han
buscado consagrar en los últimos años como garantía incuestionable
del bien común y la gestión desinteresada, terminó convertido
en el Sename en un verdadero ‘campo de exterminio’: cerca de mil
menores conducidos de manera sistemática a la muerte en un lapso de
apenas diez años. Una realidad brutal que hubiera dejado en ascuas a
cualquier país civilizado y hecho caer Gobiernos en pleno, aquí dio
apenas para una rápida conferencia de prensa de la Presidente de la
República, y el anuncio de recursos extraordinarios por una cantidad
equivalente al 1% del presupuesto de la entidad en cuestión.
Terminada la ceremonia, las autoridades se dieron incluso tiempo de
posar juntas y entre risas para las cámaras.
No
hay nada que permita suponer que la precariedad y los graves
problemas de gestión del Sename no se replican en muchas otras
reparticiones públicas. La única diferencia es que aquí esa
precariedad y esos problemas se cuentan en cadáveres, en centenares
y centenares de niños muertos. Pero para el fundamentalismo
ideológico que hoy nos Gobierna ni aún ahora habrá espacio ni
margen para la duda: el régimen de lo público deberá ser absuelto,
de la misma manera como hace décadas atrás los fundamentalistas de
lo privado se absolvían a sí mismos en un Chile también regado de
cadáveres.
Frente
a la realidad de estos días, resulta ciertamente espeluznante la
manera cómo el país ha estado encarando sus problemas, el orden de
sus prioridades y la lógica de sus soluciones. La agenda se ha
definido en marchas callejeras; llevamos años discutiendo si se debe
o no evitar el lucro con recursos públicos, si es el Estado o los
privados los que, por definición, hacen bien o mal la pega. La
discusión fundamental se ha centrado en cuestiones ‘de
principios’, no en la eficacia de los medios y la urgencia de los
resultados.
En
rigor, la Presidente se equivoca: no es el Estado el que ha fallado,
somos todos. En primer lugar, las autoridades que han tenido la
responsabilidad de conducir el debate sobre cómo debemos abordar
nuestros problemas y los que no hemos tenido la fuerza para cambiar
el eje de la controversia. El actual Gobierno ha procurado
llenarnos la cabeza de simplificaciones maniqueas, sembrando y
cosechando un ideologismo verdaderamente lunático. Ahora, de
súbito, ‘el régimen de lo público’ nos terminó por mostrar
uno de sus peores rostros, pero ni aún así es probable que
finalmente logremos encausar la discusión hacia lo único realmente
importante.
El
rol de las familias en la educación.
El
manual de educación sexual para adolescentes publicado recientemente
por la Municipalidad de Santiago, ha sido motivo de controversia no
sólo porque sus contenidos parecen ir más allá de las inquietudes
propias de un menor de edad, sino también porque se muestra poco
respetuoso con las distintas miradas valóricas que puede haber sobre
esta materia, debilitando el rol que las propias familias están
llamadas a desempeñar en la formación de sus hijos.
Ello parece plenamente consistente con la
inspiración que cruza la actual reforma educacional impulsada por el
Gobierno, donde aspectos como el fin de la selección y la
centralización de la gestión de la educación pública refuerzan la
noción de que las familias pasan a un segundo plano y es el Estado
el que comienza a asumir un rol protagónico.
Desde
el año 2009 la Ley General de Educación impedía seleccionar por
características socioeconómicas y rendimiento académico, esto
último hasta 6° básico. Sin embargo, permitía la selección
por proyecto educativo de modo de asegurar que las familias
compartieran la visión del establecimiento respecto a ciertos
aspectos religiosos, morales y de enfoque pedagógico, entre otros.
Con la actual reforma, sin embargo, se introduce aleatoriedad en el
proceso de selección y es posible que familias con determinados
valores terminen asignadas a establecimientos cuyo proyecto
educativo, aunque legítimo, sea muy diferente a sus preferencias. De
esta forma, puede darse el caso de familias que, deseosas de una
educación laica, deban no obstante enviar a sus hijos a
establecimientos religiosos, o viceversa. Hay voces que
desestiman estas inquietudes, pues plantean que bajo el antiguo
sistema igualmente las familias podían no ser aceptadas en los
colegios de su preferencia. Sin embargo, resignarse a una segunda o
tercera alternativa conocida parece preferible a una asignación
aleatoria por parte de la autoridad central.
Respecto
a la nueva propuesta sobre desmunicipalización de la gestión
educacional – reemplazando el rol más cercano de un Alcalde por
Servicios Locales de Educación, que administrarán a los actuales
colegios Municipales- el proyecto restringirá fuertemente la
diversidad de la educación pública. Actualmente
las familias que optan por la educación Municipal tienen, además de
la Comuna donde residen, la opción de escoger Municipios cercanos
que ofrezcan un proyecto educativo que sea acorde con sus intereses.
Bajo el sistema de desmunicipalización, en siete Regiones habrá un
único o a lo más dos administradores, y las familias deberán
resignarse a sus decisiones. Y puesto que los Servicios Locales de
Educación extenderán su influencia a un mayor número de colegios,
muchas familias no tendrán alternativas cercanas de establecimientos
públicos donde educar a sus hijos.
Las
reformas promovidas por el Gobierno pueden ser útiles para lograr
ciertos fines que son valorados por sectores que promueven el
igualitarismo y un mayor control del Estado sobre los
establecimientos educacionales. Sin embargo, para lograrlas
pasarán por alto el rol “preferente de los padres para escoger el
tipo de educación que habrá de darse a sus hijos” que consagra la
carta universal de los derechos humanos y, al mismo tiempo, puede
convertir a la educación pública en una opción menos atractiva
para las familias.
Definiciones
del Director de la Conadi.
Las recientes y extraordinarias
declaraciones de Alberto Pizarro, Director de la Conadi, merecen ser
examinadas con atención. En primer lugar, sorprende cómo destaca a
su propia administración. Así, sostiene, por ejemplo, que "esta
administración ya está siendo reconocida por tener información
precisa de los distintos fondos que maneja". Considera,
asimismo, que la repartición "está en el camino adecuado",
pues desde el año pasado la Contraloría "está tomando razón
de nuestros actos". Desde luego, es positivo que la Conadi tenga
información precisa de los fondos que administra, y que sus actos se
adecuen a la legalidad y sean susceptibles de toma de razón. Lo que
resulta desconcertante -sobre todo considerando el presupuesto que
maneja- es que ello no forme parte del estándar mínimo y usual del
servicio, sino que su Director los considere como verdaderos logros
dignos de reconocimiento.
Uno de los pasajes más polémicos de la entrevista se refiere a la correlación entre la violencia rural y la entrega de tierras. Contra la evidencia histórica y las conclusiones de la comisión investigadora de la Cámara -según las cuales la política de entrega de tierras se ha convertido en uno de los principales incentivos para los violentistas-, el Directivo sostuvo que en los datos duros simplemente no habría violencia asociada a procesos de entrega de tierras. Y confrontado con el caso de la entrega de un predio violentado a la comunidad Juan Catrilaf II pocos días antes de que entrara en vigencia la prohibición legal de hacerlo, el Director de la Conadi apeló al dudoso símil de que no se puede negar un subsidio habitacional a una familia solo porque alguno de sus miembros haya cometido un delito. Por último, la violencia se explicaría por la existencia de una deuda histórica del Estado con los pueblos indígenas.
Tras estos juicios, que combinan de un modo singular la ausencia de realismo con una gruesa falta de consideración por el Estado de Derecho, se encuentra una ideología indigenista según la cual la sociedad chilena sería "una sociedad que niega una realidad que es evidente"; a saber, que su población tiene ancestros indígenas, y que no reconoce el aporte que las comunidades indígenas han hecho al país. El Estado de Chile estaría llamado a enmendar este rumbo de negacionismo y aprovechamiento desagradecido. Por eso, el Director de la Conadi habla de "restitución" de las tierras; es decir, de su entrega a aquellos a quienes en realidad y ancestralmente pertenecen, simplificando un problema de complejísimas aristas legales e históricas. Gracias al mayor incremento presupuestario de la historia de la Conadi, de un 60%, puede decir con orgullo que "estamos restituyendo sobre 11 mil hectáreas de tierra anualmente". Esta es la ideología que ha asumido el Gobierno y, tal como concluyó la comisión de la Cámara, la lamentable situación presente de La Araucanía es perfectamente consistente con ella. Por eso este escenario no constituye un problema real para la autoridad, más allá de algunos sucesos aislados.
La entrevista entrega también una importante clave sobre lo que viene. A pesar de que "nosotros somos más del 10% de la población" del país, "todavía no tenemos Parlamentarios mapuches y más representantes en el Gobierno". En la ideología del Director de la Conadi, el mapuche que no se integra en el Estado chileno en un plano de igualdad forma parte de una minoría que debe ser beneficiada con discriminación positiva para incrementar su poder de decisión en la vida política y social del país.