Es
de esperar que el acuerdo de paz firmado entre el Gobierno de
Colombia
y las FARC llegue a buen
termino y finalice esa interminable guerra que ha
desangrado
a ese pueblo por 52 años. |
Un
debate duro, áspero y lleno de acusaciones mutuas sostuvieron anoche
los
postulantes a la Casa Blanca Hillary
Clinton y Donald Trump en el
primer
foro de este tipo que sostienen.
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Que
pase el siguiente,
por Héctor Soto.
En
principio, no es por fuerza una calamidad que la carrera Presidencial
se haya anticipado. Si así ocurrió, no todo responde al apetito de
los pre-candidatos. El
enorme vacío de poder que Chile viene arrastrando hace meses también
cuenta. Como el Gobierno está inmovilizado, como pareciera
haber agotado su carpeta de reformas mal concebidas y peor
implementadas, y como los Ministros están dedicados a dar
explicaciones del fracaso o a echar baldes de agua fría por las
restricciones de caja al fogón de las demandas que hasta hace poco
el propio Gobierno estaba atizando, es lógico que la atención se
desplace al Gobierno que vendrá.
Que pase el siguiente. Así mirado, no es un mal dato.
Lo que no es tan bueno es que la elección del 2017 termine
dirimiéndose en función de imágenes y sensaciones asociadas a
políticos con mayor o menor buena onda y sin atender ni a las ideas
ni a los proyectos.
Afortunadamente,
queda año y medio todavía para la gran decisión. En algún momento
las ideas deberían comenzar a pesar más que las sonrisas. Chile
ya apostó con el retorno de Bachelet al poder por un liderazgo
emocional y mesiánico, y sería muy lamentable que el país volviera
a cometer el mismo error. Los chilenos nos habríamos ahorrado
buena parte de los problemas actuales de haber leído -era un tema de
simple lectura- lo que Bachelet quería hacer para haberle exigido al
menos algunas explicaciones. Pero primaron la cercanía, la
emocionalidad, el arrebato, el fetiche del nuevo ciclo, la revancha,
incluso, y el país terminó comprándose más problemas de los que
creyó estar solucionando.
Como
se ha visto, los inicios de la previa Presidencial están siendo
duros. Probablemente, el ex Presidente Lagos sabía a lo que se
estaba exponiendo al declarar hace dos semanas su intención de
competir. Lo que no podía saber es que esa declaración le iba a
costar varios puntos de rating en las encuestas. Después de todo, se
trata de una figura de enorme peso político, que en principio
concita apoyos en la izquierda, el centro y la derecha. Pero por lo
visto, lo que pesa en el escenario político no necesariamente pesa
en el sentir de la gente. Una explicación sería que la sociedad
chilena cambió demasiado como para que pueda volver a conectarse con
una figura política tan autoritaria y majestática como la del
ex Presidente. Otros opinan que la cosa no va por ahí y que más
bien se trata de otra evidencia más de la brecha que existe en Chile
no entre la ciudadanía y las elites, que es lo que se viene
repitiendo con majadería en el último tiempo, sino simplemente de
la desconexión que hay entre la política y las prioridades de la
gente.
Cuentas
bastante más alegres ha podido sacar en los últimos días el
Senador Alejandro Guillier. Todavía es muy incierto que él pueda
ser quien finalmente aglutine a todo el espectro político de la
Nueva Mayoría. Obviamente, su experiencia y estatura política son
menores, pero esta misma circunstancia, lejos de limitarlo, pareciera
estar fortaleciéndolo.
Ahora bien, tampoco es que a él las cosas le hayan salido gratis. De
hecho, ya se le han estado pidiendo explicaciones asociadas al
desempeño que tuvo como periodista -en especial, el rol que jugó en
el episodio del Juez Calvo en los inicios del caso Spiniak-, y luego
como Senador, como cuando adujo hace poco haber sido víctima del gol
que le pasó el Gobierno al aprobar la norma que penaliza las
filtraciones de los Fiscales en medio de las investigaciones
Judiciales.
Hasta ahora nadie diría, en cualquier caso, que conoce lo que piensa
el Senador en temas sustantivos. Tanta es la nebulosa al respecto,
que con la misma facilidad con que algunos ven a Guillier como
abanderado de los grupos más radicalizados de la izquierda, aquellos
que no entraron a la Nueva Mayoría hay quienes lo consideran el
mejor rostro que tiene hoy por hoy el tronco socialdemócrata del
oficialismo para sacar la cara por la moderación. Está
claro que hay un tipo de candidatos, pragmatismo mediante, que puede
servir para todo. Para lo que no pueden servir, sin embargo, es para
andar al mismo tiempo para adelante y para atrás. La
multifuncionalidad no da para tanto.
Era
previsible que el Senador recibiera coscorrones del laguismo cuando
ninguneó al ex Presidente dando a entender, muy al voleo, que el del
ex Presidente era un liderazgo que se había quedado en el siglo XX y
que hoy no era ahora el momento de quienes, alertando de una crisis,
se presentan como salvadores de la Patria. Puesto que él mismo en
otro momento había dicho que jamás se postularía a la Presidencia
si el Presidente Lagos llegaba a competir, es obvio que también en
este frente faltan algunas explicaciones suyas. Pedirlas puede
parecer antipático en la hora actual, pero no darlas equivale a
asumir que en política da lo mismo lo que se prometa o lo que se
diga toda vez que se tenga facilidad de palabra y apelando a un
concepto harto liviano de la responsabilidad.
No
es porque tenga muchas opciones, sino precisamente porque tiene muy
pocas, que a la Nueva Mayoría le va a costar bastante más trabajo
que a Chile Vamos definir a su candidato. No es fácil reivindicar
como proyecto de futuro la continuidad de un Gobierno que hoy apenas
interpreta al 20%. Con eso no se hace un Gobierno. Ni siquiera
alcanza para hacer oposición. Si no, que lo diga la oposición
actual.
El
otro museo de la memoria,
por Roberto Ampuero.
Está
terminando septiembre, mes en el cual los chilenos nos dividimos y,
algo más tarde, nos reencontramos en relación con el pasado. En
rigor, septiembre nos recuerda que el Museo de la Memoria es clave
para inculcar el respeto a los derechos humanos, pero también que
nos urge otro museo, uno que muestre la traumática crisis política
y económica que atravesó Chile bajo la Unidad Popular.
Con esa crisis no me refiero al inicio de la dictadura, sino a la experiencia previa a la que fue arrastrado el país por quienes anhelaban construir el socialismo. Pocos se hicieron responsables después por el dolor que causaron en esa etapa a millones de compatriotas. Una institución debiera narrarla. Pero el "museo de los mil días" no debe convertirse en una justificación de lo que ocurrió después, sino en el relato amplio del trauma nacional aún no narrado.
La persistencia del pasado reciente (1973-90) en la memoria colectiva y la política actual de Chile, así como la idealización del Gobierno de la UP por parte de sectores del movimiento estudiantil, hacen imprescindible difundir lo que sufrió el país entonces. Las nuevas generaciones deben contar con una instancia donde ver al Chile dividido por la falta de diálogo, el odio y el fanatismo; por la falta de comida, la peor inflación mundial, la violencia y el desempleo.
¿Hay en Chile personas que crean en la necesidad de contar esa historia, una que no justifique lo que denuncia el Museo de la Memoria, sino que enriquezca el panorama de aquellos años duros y cruciales? ¿O a estas alturas Chile se resignó a que la gestión de Salvador Allende sea narrada (y a la vez idealizada) por la izquierda, para enarbolarla como inspiración y bandera? ¿Se olvidará que la UP terminó siendo rechazada por la abrumadora mayoría, integrada entonces por la derecha, el centro, la DC y los socialdemócratas?
El Museo de la Memoria consolida una convicción que comparte ahora la mayoría: nada justifica la violación de derechos humanos. No hablo de totalidad, sino de mayoría, porque el Gobierno tiene partidos que, celebrando al museo, justifican a los regímenes de Cuba, Corea del Norte y Venezuela. Junto con defender los derechos humanos, un museo de los mil días debería recordar que ni la república ni la democracia están garantizadas para siempre, que todos debemos velar por ellas, y que su cuidado y desarrollo exigen como requisito la libertad, el diálogo, la tolerancia, el respeto a la minoría y la convicción de que nadie aquí es prescindible ni dueño de la verdad.
Un museo así debería dialogar con el de la Memoria, y ubicarse tal vez en algo así como la ex mansión de Allende, en Tomás Moro, que como insuperable metáfora de la frágil memoria, sirve de retiro para ancianos. El museo debería mostrar cómo los civiles liquidamos en tres años la democracia, y enseñar el cuadro general: polarización extrema, descalificaciones en vez de debates, violencia callejera, tarjetas de racionamiento, milicias, ENU, llamados a tomar el poder, infiltración de las Fuerzas Armadas, la escolta Presidencial en manos del MIR y el ambiente generalizado de desesperanza que reinaba.
Un museo estaría narrando la represión, la tortura y la muerte, y el otro contando cómo perdimos al Chile modesto pero democrático, por la irresponsabilidad de un sector intransigente y minoritario que trató de imponer su utopía. ¿No será demasiado tarde para otro museo?, se preguntarán muchos. La alternativa es cruzarse de brazos y esperar a que la izquierda levante uno propio para idealizar los mil días. Con eso completaría su relato hegemónico sobre la segunda mitad del siglo pasado y avanzaría con renovados bríos por el actual.
Conocimiento
e ignorancia,
por Sergio Melnick .
UNA
BUENA parte de la historia de la humanidad fue dirigida por el
pensamiento religioso y místico. Ahí se distinguía básicamente
entre la casta de los sacerdotes poseedores del conocimiento, y los
seguidores. El pastor y sus ovejas. Cada tanto tiempo aparecían los
profetas que actualizaban el vínculo con los dioses. La actual
civilización es hija de la ciencia y la tecnología, es decir de las
ideas de la razón que han ido desplazando sistemáticamente la
espiritualidad y cargando ahora al ser humano a otro tipo de
desequilibrio. La humanidad en general sufre una enorme crisis de
sentido mientras el transhumanismo se nos acerca velozmente.
Las
ideas de la ciencia y la tecnología han tenido, literalmente, la
capacidad de cambiar el ritmo de la evolución. Una sociedad de 7.500
millones de seres humanos, totalmente interconectada, que depende
para sobrevivir de una plataforma tecnológica global sin
precedentes. Para bien o para mal este camino ya no tiene vuelta
atrás, ya que dependemos precisamente de la tecnología y del
crecimiento que la sustenta para sobrevivir.
La
característica central de este estado de civilización es la
creciente complejidad de su organización. Son complejas redes de
subsistemas interrelacionados entre sí: comunicaciones, ciudades de
enorme complejidad, Leyes y regulaciones, mercados financieros,
sistemas productivos, Internet, satélites, sistemas de salud, de
educación, Justicia, Gobiernos y política, energía, entretención,
etc. Cada uno de estos subsistemas es en sí muy complejo y tiene una
alta dosis de especialización; requieren de mucho conocimiento.
El
dilema más antiguo de la humanidad, en cada uno de sus paradigmas,
ha sido siempre el conocimiento versus la ignorancia. El
fundamentalismo y la ignorancia siempre se encuentran y se refugian
en la fuerza.
Los
líderes entonces son siempre la clave. Líderes ignorantes,
fundamentalistas, o populistas son la peor tragedia de una sociedad
en estos tiempos. La ignorancia y el populismo traen de vuelta la
ilusión de la magia en las cosas públicas. Veamos algunos ejemplos.
Hoy se empieza a “creer” que el problema de Codelco es la Ley del
Cobre, y que derogándola mágicamente se resuelve el tema. El tema
es mucho más complejo y tiene que ver con la naturaleza de las
empresas públicas, su gobernanza, y la política. Una empresa como
Codelco que nunca será transada en la bolsa, no maximiza su valor
sino los flujos para el presupuesto. Por eso se la endeuda más de
lo prudente y los Gobiernos no tienen incentivo alguno a
capitalizarla hasta que revientan. Las platas del cobre pasan de un
bolsillo a otro del Fisco, no hay riqueza nueva. Si la defensa no
tiene esas platas deberán salir de otra partida del presupuesto
volvemos al punto cero. El problema es complejo, técnico,
tributario, de desarrollo. Entonces aparece la magia del populismo
con eslóganes y soluciones simplistas que la ignorancia compra con
fe.
Otro
ejemplo actual es el complejísimo tema de las pensiones. Un tema que
es de carácter mundial, particularmente porque la población no sólo
está reduciendo su tasa de crecimiento y envejece, sino que
además aumenta sistemáticamente su expectativa de vida. Las
pensiones están muy relacionadas a las características del mercado
del trabajo, la evasión de trabajadores y empleados, la ética, la
calidad de los incentivos, el crecimiento de la economía, los
mercados de capitales y las tasas de interés, la sanidad de las
finanzas públicas, etc. Todos temas en sí son complejos y en
conjunto aún más. Nuevamente aparecen los flautistas de Hamelín
ofreciendo soluciones mágicas y simplistas como el sistema de
reparto, o el aumento de los impuestos. Las masas “creen” en esas
magias y se lanzan a las calles a mostrar su fuerza, no su
conocimiento, en la era del conocimiento.
El
tema de la educación es otro ejemplo. La magia es la gratuidad y
la estandarización, no la compleja discusión de que es la calidad
en el siglo 21 y cómo se provee. Los que más opinan son los
estudiantes y son los que menos saben. La congestión se resolverá,
según la magia, con más restricción y sin mejorar radicalmente el
transporte público. La pobreza terminará con los bonos y el
asistencialismo del Estado, o aumentando por Ley el salario mínimo.
Todavía quedan creyentes beatos de la revolución y la refundación
de las sociedades, lo que en sistemas complejos sólo produce caos.
Es
tiempo de aceptar la complejidad de la sociedad y subir los
estándares mínimos para los liderazgos públicos.
Estamos en la era del conocimiento y la inteligencia artificial. No
basta ser popular: hay que saber y entender.
El primer paso lo deben dar los propios partidos políticos y dar el
ejemplo. La
gran clave está por cierto en la educación y en ese tema Chile
ahora va exactamente hacia atrás.
por José Joaquín Brunner.
Se
ha dicho que la educación es un puente tendido hacia el futuro. Así
debió entenderlo la reforma educacional. Sobre todo, considerando
que los efectos de este tipo de procesos sobre el aprendizaje de los
alumnos alcanzan su impacto mayor entre ocho y catorce años después
de ponerse en marcha, según reporta un estudio reciente de la OCDE
(2016).
Al contrario, nuestra reforma está atrapada en el presente. Fue concebida en términos de los debates del siglo veinte. Y su diseño -Estado-céntrico, de control burocrático- se aleja de las tendencias contemporáneas en materia de autonomía y flexibilidad institucional. Algunas preocupaciones centrales respecto del futuro no aparecen siquiera mencionadas por la política educacional.
John Dewey, el gran educador norteamericano, decía que si enseñamos a los estudiantes actuales igual como a los de ayer, les negamos el mañana. Los condenamos a vivir en el pasado.
Sin duda, así sucede en Chile. En todos los niveles de nuestro sistema hay contenidos curriculares que sobran y se emplean métodos pedagógicos obsoletos. Se descansa más en la repetición que en la reflexión. Solo los colegios más efectivos educan con base en proyectos, estimulando la investigación y el trabajo en equipo, en torno a problemas que deben solucionarse. No se valoran el emprendimiento, la curiosidad, la disidencia ni la crítica. Decenas de temas claves del futuro -que ya emergen en el presente- no forman parte de la educación que ofrecemos a las nuevas generaciones: comunicación global, interculturalidad, robótica, cuestiones bioéticas, religiones, el Asia, la responsabilidad social. Efectivamente, la reforma apenas habla sobre qué y cómo aprender y enseñar.
Ni siquiera hemos comenzado la conversación sobre el balance que cabría establecer entre saberes amplios y especialización, y entre marcos de referencia y manejo de información y datos. Tenemos instalada una inercia histórica en nuestro sistema y en la cultura de los grupos letrados que favorece la especialización, la memorización de datos y la acumulación de información. En cambio, no se educa al individuo medio, como lo llamaba Ortega y Gasset, en los saberes fundamentales de la cultura, el manejo de marcos de referencia y la integración de lo especializado dentro de una perspectiva reflexiva. No interese la mujer o el hombre culto, sino el especialista con su minuciosa masa de información.
Todo esto se acentúa con el limitado uso, análisis y aprovechamiento personal del verdadero océano de información disponible en internet. Incluso los estudiantes universitarios naufragan frecuentemente; o bien no saben navegar ni llegan a puerto alguno. No consiguen identificar la información valiosa ni procesarla, ni menos transformarla en conocimiento e integrarla dentro de un cuadro mayor de saberes y cultura. Hasta el momento, la escuela y la educación superior no descubren cómo enseñar a aprender estas nuevas prácticas, dominio esencial del futuro que ya se inició.
De cara a las tareas del mañana, no solo falla la educación en cultivar las capacidades cognitivas de los niños y jóvenes, sino, más fundamentalmente, carece de respuesta frente a las demás dimensiones esenciales de la formación humana: del carácter y la responsabilidad, de la inteligencia emocional y las motivaciones, de la autodisciplina y la perseverancia, de la autonomía personal y el compromiso con los otros.
Discutimos interminablemente sobre el desempeño de nuestros alumnos en matemática, lectura y ciencia como si fuera lo único que importa. La propia reforma apenas se hace cargo del hecho de que el futuro será una tierra baldía si acaso la educación no desarrolla esas otras dimensiones de las personas y las comunidades.
Sin lugar a dudas, el mayor, más vital y trascendente desafío de nuestra educación se ubica en este plano, que solemos invocar cuando hablamos de formación ciudadana, identidad personal, conciencia ética, derechos sociales, confianza cívica, sentido público o fraternidad.
Quienes creen que en las sociedades capitalistas democráticas de la posmodernidad, la educación puede limitarse exclusivamente al orden del conocimiento y la razón, incluso si suman las habilidades interpersonales de comunicación y colaboración, construyen un puente sin destino.
El mundo del nuevo siglo será (¡ya lo es!) un mundo de grandes riesgos y transiciones, de inestabilidad y constante cambio, de pérdida de los anclajes y las tradiciones, de inhumanidad y violencia, de falta de sentido y crisis de ideales.
La formación del carácter trata justamente de todo esto. Como señala un texto, se refiere a la adquisición y el fortalecimiento de virtudes, valores y de la capacidad de elegir una vida con sentido.
Hasta hace poco, el racionalismo-cientificista propio de la intelectualidad bien en pensante, sobre todo dentro del progresismo político convencional, solía imaginar que la educación no necesitaba ya preocuparse de temas de este orden. Pensaba que la razón los había superado. Solo los conservadores, o las madres, o los sacerdotes, o las clases medias -decían-, se ocupan de valores y virtudes y responsabilidades y deberes. En cambio, en una sociedad pluralista y altamente racionalizada -declaraban-, cada uno es libre de elegir ( ad nauseam ). En cuanto al orden, de él se encargarían los contratos o la tecnología.
Bajo este enfoque, la educación se empobrece; deja de ser la base de vidas examinadas y de una sociedad integrada normativamente.
Lamento, y me frustra, tener que decirlo: la reforma educacional del Gobierno, tal como fue concebida y comienza a implementarse, no nos acerca un paso siquiera al puente que las nuevas generaciones necesitan para transitar hacia el futuro.
Pura
imagen,
por Axel Buchheister.
EL
CAMBIO en la proyección del Senador Alejandro Guillier ha sido
sorprendente.
Si bien en la encuesta CEP era el político mejor evaluado, muy pocos
contestaban que lo querían como el próximo Presidente. Y buena
evaluación, no es sinónimo de disposición a votar. Pero desde ese
momento, en los sondeos alcanzó a Ricardo Lagos en las preferencias
y tengo la impresión que ya lo puede haber superado, lo que se verá
en los que siguen.
¿Qué
justifica este súbito cambio? En realidad nada, porque nada
conocemos de lo que haría como eventual Presidente, ni para dónde
van sus planteamientos. Son esas cosas que se justifican ante sí
mismas: una encuesta muestra una posición prometedora, que se agita
con la conveniente repercusión mediática y la candidatura aparece
como servida.
Para
algunos, como Camilo Escalona, el Senador por Antofagasta es el nuevo
ME-O, pero no parece ser así. Es más comparable al fenómeno que
encumbró a la Presidente Bachelet. Porque apareció súbitamente y
por un golpe mediático. Y esto es importante recordarlo y aprender
de la experiencia. En su momento llamó la
atención que ella fuera nombrada Ministro de Salud, porque no era
muy conocida, lo que se debió más que nada a la necesidad de
avanzar en “paridad de género” en el Gobierno de Lagos. Su
gestión no fue exitosa y pronto dejó ese cargo para asumir la
cartera de Defensa. Fue aquí, en una inundación, que se subió a un
blindado, con lo que parecía comandar las tropas de rescate, y la
imagen la hizo imparable: la tuvimos electa de Presidente por primera
vez.
Esa
primera administración no fue particularmente buena, pero la gente
sintió que los había protegido de la crisis económica que se
desató en el mundo en 2008, porque por consejo de su Ministro de
Hacienda había cuidado los recursos que había generado el súper
ciclo de precios del cobre y hubo con qué resistir (todo esto se
suele olvidar). Una paradoja: su verdadero éxito fue haber sido
rigurosa en la gestión, y la gente la reeligió para algo que
prometía y ha sido lo contrario. Una prueba que los chilenos no
siempre votan con lógica. Pero ahora el resultado está a la vista y
a los chilenos no les gusta (como si ellos no tuvieran nada que ver
con haberla elegido) y los asesores de Palacio temen que el apoyo
-que va en 15%- caiga a un dígito en cualquier momento.
El
símil con Alejandro Guillier es evidente. ¿Cómo llegó a ser
Senador de un día para otro, si jamás había actuado en política?
Por la imagen que confiere ser una figura de la TV.
De ahí, otra imagen bien construida: la de un Legislador ponderado y
dispuesto a escuchar, como también a enmendar. Sólo una imagen,
porque siempre ha votado a favor de las desastrosas reformas del
Gobierno y no ha sido un factor para limitarlas.
¿Tiene
derecho a la duda -por así decirlo- que lo hará bien? Por cierto,
la historia está plagada de desconocidos que lo hicieron bien. Pero
los chilenos debemos aprender e ir más allá de la imagen. Exigir
propuestas y explicaciones con cierto detalle. O sea, entrar a la
sustancia, porque de lo contrario nuestro salto al desarrollo será
otro mito nacional más.
Insuficiente,
por Juan Andrés Fontaine.
Sin
duda es buena noticia que en los últimos dos años la pobreza haya
seguido bajando, como invariablemente viene haciéndolo por al menos
tres décadas. Pero nada justifica la algarabía con que han sido
recibidos los últimos resultados de la encuesta Casen. El Ministro
del rubro, Marcos Barraza, asevera que los datos darían "indicios"
de que las políticas públicas del Gobierno "van en buena
dirección". Más cauta, la Presidente Bachelet advierte que aún
es temprano para cantar victoria, pero también atribuye el logro a
sus políticas sociales. Varios de los expertos consultados parecen
gratamente sorprendidos de constatar que el bajón económico hasta
ahora no ha causado todo el daño que se temía.
Pero, en verdad, la economía -aunque penosamente desacelerada- no ha cesado de crecer. No ha habido contracción o recesión. Los ingresos de los hogares en general siguen exhibiendo algún aumento, no van marcha atrás. En la medida que ello ocurra, el número de habitantes que se ubica bajo la línea de pobreza -que permanece inalterada- es esperable que siga cayendo, aunque a un ritmo más lento que antes.
Eso es lo que Casen refleja: según las dos definiciones de pobreza publicadas por el Gobierno -referidas una a la falta de ingresos, y la otra, llamada "pobreza multidimensional", a condiciones de vida-, el avance en la superación de la pobreza durante los dos últimos años es considerablemente menor al obtenido antes. Por ejemplo, durante el Gobierno del ex Presidente Piñera, bajo el impulso de la fuerte expansión económica de entonces y de transferencias bien focalizadas, la pobreza según ingresos disminuyó dos veces más rápido que ahora. Para la pobreza multidimensional, la diferencia es de cinco veces. La pronunciada desaceleración de la economía -responsabilidad en buena medida del programa de Gobierno- ha desacelerado también la urgente superación de la pobreza.
Al no priorizar el crecimiento económico, se han perjudicado los ingresos reales de los hogares más pobres. Según Casen, en términos per cápita, un 8% al año crecieron los ingresos propios -o "autónomos", en la jerga de la encuesta- de los hogares del quintil más pobre en el cuatrienio 2010-13. En los dos últimos años, el incremento se ha frenado a solo 3% anual. Similar situación se da en el quintil siguiente. Una economía que marcha lento crea menos empleos de calidad y admite solo aumentos salariales modestos. Desde el Gobierno se felicitan porque el índice de desigualdad de Gini habría "mejorado". Pero -según Casen- el cambio no obedece al avance de los sectores de menores ingresos, sino al estancamiento del quintil más adinerado. Esa leve caída de la desigualdad no es sino nivelación hacia abajo.
La pobreza, según las nuevas mediciones -hoy más exigentes que antes-, todavía aqueja a dos o tres millones de personas. No hay objetivo de política más importante que avanzar inteligente y persistentemente en la superación de esa lacra. Desgraciadamente, Casen muestra un resultado insuficiente.
La
tentación del default,
por Max Colodro.
En
la elección Presidencial de 2009, Sebastián Piñera hizo una buena
campaña, pero el resultado final fue explicado principalmente por la
debilidad de Eduardo Frei, la división de la centroizquierda
provocada por Marco Enríquez-Ominami, y el desgaste político
acumulado por una coalición que llevaba ya dos décadas en el poder.
Ahora
podría estar en desarrollo un escenario algo similar: el enorme
deterioro de la Nueva Mayoría, sumado a un Gobierno con altos
niveles de rechazo, tiene a Piñera encabezando las intenciones de
voto para la elección del próximo año. El ex Presidente se
encuentra en una posición relativamente cómoda, con un respaldo
todavía discreto, pero manteniendo una ventaja relevante frente a
cualquier candidato oficialista. En síntesis, sin haber siquiera
explicitado su decisión de competir y mostrado muy poco en términos
de despliegue político, está siendo beneficiado por la precariedad
que tiene al frente.
Parece
la situación ideal, pero posee, en realidad, riesgos no menores,
entre otras cosas, porque incentiva a retrasar la decisión de salir
a la cancha a jugar el partido, ya que siempre resulta tentador
mantener un cuadro que está siendo beneficioso en el corto plazo. La
ilusión de que es posible terminar ganando por default baja las
autoexigencias, merma el trabajo de los actores políticos del sector
y desdibuja el objetivo de prepararse para Gobernar y no sólo para
ganar. En los hechos, algo de eso fue lo que vivió la centroderecha
la vez anterior, cuando el desgaste de la Concertación la ayudó en
las elecciones, pero inhibió la necesidad de prepararse en serio
para el desafío político que implicaba llegar por vía electoral a
La Moneda después de casi medio siglo.
En
rigor, con Sebastián Piñera la centroderecha pudo acceder al
Gobierno en 2010 sin haber resuelto nudos importantes. En primer
término, sin un proyecto de país propio, más allá de ofrecer una
alternancia que permitía renovar equipos y hacer una gestión más
eficiente de políticas públicas no muy distintas a las
implementadas por la Concertación.
Además,
la
centroderecha pudo alcanzar la mayoría absoluta sin haberse
planteado el problema de su falta de hegemonía social y cultural, a
lo que se agregó la completa ausencia de diagnóstico respecto de la
significación emocional que su arribo al Gobierno tendría para un
sector muy relevante del país.
No
llegar a entender que para un margen no menor de chilenos el retorno
a La Moneda de los partidarios de la dictadura iba a ser un fenómeno
‘traumático’, impidió generar un diseño político adecuado
para enfrentar esa realidad. Al final del día, el Gobierno de
Sebastián Piñera terminó pagando muy caro dichos vacíos.
En
definitiva, si algo confirmó el anterior Gobierno de la Alianza es
que no basta con ganar ni tener buenos indicadores en materia de
gestión.
Haber creído que eso era suficiente fue uno de los factores que
condujo a la centroderecha a una verdadera debacle electoral el 2013.
Ahora
tiene un dilema similar: la tentación de hacer lo mínimo suficiente
para ganar una elección sin haber resuelto importantes debilidades
ni subsanado serias indefiniciones. Y más aún, un cuadro general
incomparablemente más complejo y vertiginoso que el existente en su
primer esfuerzo.
Ñuñork,
Ñuñork,
por Joe Black.
¿Tiene
sentido polemizar sobre lo obvio, respecto de algo que no admite
controversia? Creo que no. Por eso, demos por descontado que la
invitación de la Presidente a la candidata a Alcalde de Ñuñoa
Helia Molina, para que la acompañara a Nueva York, fue inadecuada.
El viaje junto a la Mandatario a Naciones
Unidas, obviamente, le daría gran visibilidad a Molina -mejor aún
si se generaba una polémica- y todo el mundo sabe que lo que un
candidato más necesita es visibilidad.
¿Pero era solo eso, popularidad y fama, lo que buscaba Helia Molina en ese viaje? Creo que no. Intuyo que hay una estrategia mayor urdida detrás de todo esto, que nace de una metáfora y que busca proyectarse en un plan político.
Mi tesis es que la señora Helia quiere apropiarse de esa imagen que muchos tienen de Ñuñoa como nuestra pequeña Nueva York... o Ñuñork, como se le dice. Por sus barrios bohemios o hipster , tipo Soho, o por su intensa vida nocturna. Es "la ciudad que nunca duerme", como dice "New York, New York", de Frank Sinatra.
Con su viaje, Helia Molina haría carne que New York y Ñuñork pueden en verdad ser una cosa muy similar. Con ella al mando, claro.
Pero yo creo que subliminalmente hay más. Cuando estalló la polémica y me pareció escucharle a la ex Ministro de Salud algo así como que a los habitantes de Ñuñoa no les interesaba o no sabían de la asamblea de Naciones Unidas en New York, se me apareció otra estrofa de la canción de Sinatra.
"La melancolía de este pequeño pueblo, sé que se está desvaneciendo. Voy a tener un flamante nuevo comienzo en la vieja Nueva York. Si puedo conseguirlo allí, lo conseguiré en todas partes, está en tus manos, Nueva York, Nueva York".
Es
la canción literal, no he modificado nada. ¿No les parece que la
similitud con la realidad no puede ser solo casualidad? ¿No se les
viene a la mente la manera abrupta en que Helia Molina tuvo que salir
del Ministerio de Salud por sus frases desafortunadas? ¿Y que este
es "el flamante nuevo comienzo", de la mano de la misma
Presidente que la tuvo que dejar ir antes, y que ahora la lleva a New
York, Ñuñork, a reinventarse?
Todo calza, creo. Porque, además, desde hace tiempo que vengo dándole vueltas en la cabeza a otra teoría: que la Presidente adoptó otra canción de Sinatra como la banda de sonido de su segundo mandato. Obviamente es "My way", a mi manera. Eso es lo que se levanta musitando en las mañanas, lo que se le viene a la mente cuando debe resolver una controversia, en la que parece no tener más argumentos para seguir adelante con todas sus reformas al mismo tiempo. Y en especial esta estrofa:
"Sí, hubo momentos, estoy seguro de que lo sabías, en los que mordí más de lo que podía masticar. Pero después de todo, cuando hubo duda, me lo comí todo y luego lo escupí. Me enfrenté a todo y me mantuve en pie, y lo hice a mi manera".
Un amigo dice que en la vida uno todo lo puede explicar con una canción de Sinatra. Su teoría serviría, como vemos, para explicar en parte lo que le ocurrió a este gobierno.
Pero si se trata de filósofos populares, yo tengo otro. Se llama Mick Jagger y ha repetido una frase sabia que bien le serviría a muchos en el Chile actual: "No puedes siempre conseguir lo que quieres".
De
chivos y desconfianza,
por Fernando Villegas.
Nicolás
Eyzaguirre, Ministro de la Secretaría General de la Presidencia, una
de esas misteriosas carteras cuyo origen se remonta a los inicios de
la Era de la Hiperinflación Cortesana y Mediática del Estado, ha
informado al
país -en entrevista concedida el domingo pasado a este medio-
acerca del doloroso predicamento que experimenta su Gobierno y
coalición, convertidos ambos, nos informa, en “chivo expiatorio”
del descrédito de la entera clase política.
Como es personaje relativamente pensante del Gabinete, el lector
desprevenido pudiera tentarse en darle algún crédito al menos a él,
a Eyzaguirre, aun siendo como lo es miembro de dicha clase política
desacreditada, pero de hacerlo caería en una variante de la vieja
trampa del argumento que se pisa la cola: si es cierto que la clase
está desacreditada, entonces no puede dársele crédito a Eyzaguirre
por ser parte de ella, pero entonces lo que dice es falso y la clase
NO está desacreditada, pero si no lo está lo que dice Eyzaguirre
podría ser cierto y entonces etc. etc…
Una
solución a este sofocante loop lógico es simplemente salirse de él
afirmando que Nicolás no pertenece a la clase política, sino sólo
es un allegado y sus dichos escapan a la pegajosa maldición del
descrédito. También podría decirse que nunca hubo tal descrédito,
salvo en la mente de los periodistas y/o en las fantasías
estadísticas de los encuestadores y en ese caso el silogismo
partiría de una premisa falsa. Una tercera solución es simplemente
cobijarse en el sentido común y argüir que si TODA la clase
política está desacreditada, lo cual no es lógicamente
irrefutable, pero empíricamente muy probable, eso por definición
incluye al Gobierno y su Gran Elenco y la explicación del chivo
expiatorio es, por tanto, un chivo expiatorio en sí misma.
A
su vez y nada menos que en el plenario de la ONU la Presidente,
señora Bachelet, informó e ilustró al planeta acerca del
generalizado problema de las desconfianzas. Aunque esa clase de
postulados es de infinita universalidad y por tanto de potencial
aplicabilidad a todo orden de materias, lo que por lo mismo y a
primera vista pudieran hacerlos del todo inútiles y algo
cantinfleros, una segunda audición revela que hay un significado
sustantivo tanto en las palabras Ministeriales como en las
Presidenciales. Afortunadamente para descubrirlo no son necesarios
los talentos ni de un experto en lógica ni de un egiptólogo
especialista en jeroglíficos; basta recordar cómo funciona el
universo verbal de las sensibilidades de izquierda, cuán dominante
es en él la contradicción, la distorsión y la paradoja. Por
donde se lo mire es un territorio digno de Alicia en el País de las
Maravillas, paraje fabuloso donde coexisten las explicaciones
historicistas con tufo a filosofía y la actitud de la vieja
copuchenta y peladora indicando con el dedo a los transgresores de
turno de la moral y las buenas costumbres. Primero fue el
“Renegado Kautzki”, luego el imperialismo yanqui, la CIA, el
servicial y para todo uso complot fascista y ahora, en Chile, la
desconfianza y el chivo expiatorio.
El
chivo
El
pobre chivo expiatorio, quien ha estado cargando culpas desde los
remotos tiempos cuando el pueblo Judío limpiaba sus faltas
colectivas enviando a uno a morir al desierto, ahora cayó en manos
del Ministro. Los animalistas debieran tomar debida nota de que se
les sigue haciendo pagar estropicios ajenos. En breve y en resumen lo
que el Ministro y la Presidente quieren decirnos es que de los
problemas se hace cargo el chivo y/o la desconfianza, no el Gobierno.
La
Moneda NO es culpable de lo que sucede en salud y educación, NO es
culpable del incendio que devora La Araucanía, NO es culpable del
estancamiento económico; el Gobierno es sencillamente el abnegado
cordero de Dios que borra los pecados de Chile.
Para explicar el origen de esa lista de desastres la teoría del
chivo expiatorio tiene, como complemento natural, la tesis de las
conspiraciones de modo que apenas el chivo entra al desierto aparece
el popular fascismo, aparecen los empresarios, aparecen los momios y
ahora último incluso reaparecen los “nostálgicos de la
Concertación”.
Ceguera
El
pobre chivo expiatorio y la desconfianza universal predicada en la
ONU calzan estupendamente con el estado anímico del Gobierno y la
coalición; ambas entidades disfrutan de una ceguera selectiva a la
que, con un poco de buena voluntad, hasta se le podría adjudicar
cierta racionalidad porque, después de todo, ver y encarar la
realidad tal como es les sería un ejercicio intolerable. Como
lo ha hecho cada individuo o colectivo que jamás haya existido y
sido puesto en similar predicamento, la NM y el Gobierno han
celebrado una oportuna transferencia de la culpa a un tercero y
además han endosado la evaluación de su gestión a un
resplandeciente futuro.
De ahí que la tesis del chivo armonice tan bien con la afirmación
de la señora Presidente de ser la historia la que demostrará lo
justo y bueno de las reformas. También calza con las advertencias
despavoridas que se han oído esporádicamente, la de haber una
operación golpista en marcha; además calza como anillo al dedo con
la reiterada tesis de que la desafección de la ciudadanía respecto
de las “reformas” impulsadas o por impulsar se debe única y
simplemente a una falla en la comunicación.
ADN
En
fin, ante esa realidad tan porfiada rehusándose a obedecer sus
dictados, pronósticos e iniciativas revolucionarias, la NM no
necesita cambiar ni su enfoque ni su talante; le basta patear al
chivo en el trasero y seguir cantando “sin vacilar marchad Soldados
de Jesús”. Marchando así, en fila y con los ojos cerrados, se
hace camino al andar en dirección al mundo del Hombre Nuevo y/o del
ciudadano Progresista pedaleando una bicicleta en dirección al
futuro. Todo eso, ese tan ciego y obstinado avanzar, se describe
líricamente como “épica” y misión. He oído a un académico
progre afirmando que de otra manera seguiríamos en las cavernas. Es
simplemente cosa, camaradas, de tener buena voluntad, emprendimiento
muy a la mano porque el voluntarismo y el mesianismo rondan y le
penan a toda doctrina. Dicha marcha a ninguna parte es el consabido
capítulo final, el apocalipsis y kaputt de todo sistema de poder y
proyecto político basado y legitimado por una fe absoluta en algún
credo. Desde el instante cuando sus feligreses asumen que los
principios del devocionario coinciden con la Verdad Revelada, ya las
discrepancias con la realidad no pueden aceptarse o permitirse en su
existencia, salvo y sólo como resultado y manifestación de una
percepción equivocada de las masas ignorantes o por obra y desgracia
de una conspiración satánica y/o las andanzas de los
contrarrevolucionarios.
Esa
cualidad tan peculiar, la de un pensamiento embalsamado que porfía
por parecer vivo, es intrínseca a todo programa, doctrina, catecismo
y agenda de Gobierno nacida de una revelación a la cual es preciso
someterse mediante un acto de fe. Es eso, fe y no otra cosa, la que
tributan la NM y La Moneda a su programa. Por
eso el progresismo, nieto tonto del marxismo, suele ofrecernos
siempre el mismo espectáculo: una gran rigidez mental por un lado y
enorme torpeza práctica por el otro. Agradezcamos que en nuestro
caso esa demostración de inoperancia se nos brinda con pocos
elementos de tragedia y muchos de farsa en el viejo y buen estilo de
los Tres Chiflados.
Como resultado la puesta en escena no es tan chistosa, pero en
compensación nos entrega abundantes episodios de ridiculez política.
Cuando llegue el día en que caiga la cortina sólo nos restará
agradecer a la divinidad que nuestros sacristanes y gasfíteres
locales hayan carecido de un edificio conceptual capaz de inspirarles
calamidades en gran escala, sino sólo y a lo más dispusieron de un
programa improvisado por académicos de la lengua.
En breve, podremos alegrarnos de que el entero asunto, aunque serio y
hasta grave en sus consecuencias, no es, no será ni habrá sido sino
un remedo bastante pobre de las Obras Completas del desastre.
por Tamara Avetikian.
"Quiero
batir todos los récords desde la fundación de la república. Quiero
ser el mejor Presidente de la historia". Evo Morales demuestra
que no tiene límites para su ambición política, y a pesar del mal
resultado del referéndum de febrero pasado, que le impide, por
ahora, presentarse a una cuarta reelección, ya está deslizando
palabras que dejan claro que no ha renunciado a ese objetivo.
"Dirigentes sociales y mis médicos me han dicho que mi vida y
mi rodilla (recién operada) ya no me pertenecen a mí sino al
pueblo".
Está claro, ¿no? Evo espera pacientemente que "desde las bases" se vuelva a impulsar la reforma Constitucional para habilitar una nueva candidatura. Y también desde arriba, porque su Vicepresidente, Álvaro García Linera, no oculta el propósito cuando declara que "Evo no tiene opositor... el horizonte de época plurinacional requiere de una década más para expandir su energía". El ideólogo del régimen está claramente apuntando a que no será fácil destronarlos y, para ello, se sigue alimentando la imagen de Morales como el redentor, el único capaz de sacar adelante a Bolivia. Un Evo imbatible.
Y cuando la unidad falla (como con las recientes huelgas y disturbios de los mineros), qué mejor que avivar la odiosidad contra Chile, una estrategia que le ha dado tantos dividendos, como los que recientemente le dio la nacionalización de los hidrocarburos.
La campaña antichilena, en todo caso, tiene dos caras: una es la cohesión interna y la otra es la búsqueda de solidaridad global. Naciones Unidas es el óptimo escenario para perseguirla. "Tal vez, antes de su despedida podría decir algunas palabritas sobre el tema del mar, estoy insistiendo, insinuando eso", señaló Evo Morales aludiendo a Ban Ki-moon. El Secretario General, que está por terminar su gestión al mando de la ONU, no cayó en la burda trampa del Presidente boliviano. Quizás por eso, Evo partió apuradito a Ginebra, después de pronunciar su discurso en Nueva York (con mención al tema marítimo), para denunciar, ahora frente al Consejo de Derechos Humanos, la supuesta violación "sistemática" de los derechos humanos de los transportistas bolivianos y de sus familias, y el trato "discriminatorio" por "racismo" a su paso por territorio chileno.
Hacerse la víctima sin pudor es una estrategia conocida. Lo nuevo es exponer, en un foro alternativo y en contra de la realidad, los "abusos", "arbitrariedades" y "humillaciones" que supuestamente Chile inflige a los bolivianos. Abrir otro frente de desacuerdo bilateral contradice su reciente llamado a negociar. ¿Qué buscará Morales con esta nueva provocación? Probablemente, sacar a los chilenos (y a la Cancillería) de sus casillas y proclamar que somos los matones del barrio.
Pueblos
bien informados
difícilmente
son engañados.