Hemos
reemplazado las imágenes en esta edición por considerar que el
texto de la carta que
incluimos
nos señala como el Gobierno ha traspasado los límites, lo que lo ha
llevado al
descrédito
y al rechazo mayoritario de sus propuestas.
¿Es
tan difícil Gobernar?,
por
Héctor Soto.
Lo
que antes era relativamente simple, ahora se ha vuelto complicado.
Y donde antes mandaba el instinto, el tufómetro, el más antiguo y
certero comando de la política chilena, hoy no se puede dar un paso
sin consultar las encuestas, los focus y lo que prende o apaga las
redes sociales.
No
es sólo por eso que se dice que Chile se ha vuelto un incordio. El
país está peleador, exigente e imprevisible. También voluble.
La misma ciudadanía que eligió a este Gobierno lo tiene hoy por las
cuerdas, Pasó el tiempo en que a los políticos se les firmaban
cheques en blanco. La última que los obtuvo fue la Presidente
Bachelet. Pero la gente dio orden de no pago cuando ella quiso
cobrarlos. Por eso está como está: colgando de un 15% de aprobación
y condenada por una evaluación pública que sitúa al suyo como el
peor de los Gobiernos desde el retorno de la democracia.
¿Es
verdad que Chile se volvió ingobernable? ¿Es verdad que el realismo
de las restricciones económicas y el maximalismo de las demandas de
la calle metieron al país en un zapato chino que está demoliendo
los liderazgos, erosionando las confianzas y pulverizando la
legitimidad y el prestigio de las instituciones? ¿Es tan terrible el
escenario y el futuro como lo pintan? ¿Queda alguna salida?
Contrariando
la percepción mayoritaria, los candidatos que están pensando en
lanzarse a la arena Presidencial del próximo año -y que creen tener
posibilidad de ganar, claro- creen que sí, que se puede salir del
túnel.
Piensan que si bien las tareas de Gobierno se han complicado, porque
vaya que cuesta satisfacer demandas encontradas de grupos de
intereses cada vez más diversos y segmentados, no por eso se han
vuelto imposibles. Sobre todo ahora, cuando el escenario político,
confiscado años atrás por la emoción rampante y el utopismo
refundacional, pareciera venir de vuelta a los terrenos del realismo
y la racionalidad.
¿Cómo
Chile va a poder retomar sus equilibrios y recuperar sus perspectivas
de futuro? Pueden ensayarse muchas respuestas a esta pregunta. Como
quiera que sea, lo tendrá que hacer con cuidado y de a poco. Así se
hicieron las catedrales y así se construye casi todo lo que vale la
pena en los países: con cuidado y de a poco. Quien sea que llegue al
gobierno, tendrá que trabajar, además, con la verdad.
Llevamos
demasiado tiempo diciendo una cosa por otra, prometiendo a tontas y a
locas lo imposible y acatando sin mayor análisis hasta las más
delirantes demandas de la calle, de suerte que un repliegue a la
moderación, a la franqueza y al sentido común, tanto de parte de
los líderes como de la gente, podría tener un efecto reparador
sobre la confianza pública que actualmente
no somos capaces de imaginar y aun menos de dimensionar.
No
hay ninguna novedad al decir que Gobernar se ha vuelto más
problemático ahora que antes. El
fenómeno no sólo es chileno, sino mundial. Por efecto del
protagonismo de los sectores medios, de ciudadanos mucho más
educados, orgullosos y sensibles a la opacidad o al abuso, por efecto
también de las redes sociales, las autoridades están mucho más
expuestas al escrutinio y entredicho ciudadano. Sin embargo, esto no
significa que la gente esté cegada o se haya vuelto irracional.
Si es por llevar las cosas al extremo, al final en Chile sigue
haciendo sentido el realismo político crudo del Presidente Ibáñez:
el que toca camioneta no toca Ministerio. Sólo que hoy los chilenos
entendemos mejor los problemas y, cuando se disipa el polvo asociado
a los escándalos y crispaciones, la gente suele identificar bastante
bien si le pasan gato por liebre.
Hacer
un Gobierno que interprete a la mayoría del país obviamente que es
posible. Lo es, de partida, porque Chile es un país viable. Lo fue
en los últimos 30 años y no hay razones para pensar que haya dejado
de serlo. La misma ciudadanía que se sobregiró el 2011, a partir de
una desafortunada conjunción de errores, escándalos, abusos,
cuentas pendientes y recriminaciones tardías, es la que ahora, por
ejemplo, pone en la última encuesta CEP el desarrollo económico
entre las grandes prioridades nacionales. Esto no significa que esté
dispuesta a tolerar los desequilibrios que generaron el malestar. En
eso, el país no claudica y tendrán que corregirse. Pero todos los
sondeos indican que la gente no está disponible para tirar por la
borda lo que ha logrado hasta la fecha.
Puesto
que el proceso de incubación y estallido de los conflictos es muy
rápido en la actualidad, en lo que sí ha subido el estándar es en
la capacidad que tengan los Gobiernos para detectarlos a tiempos.
Todo indica que los viejos radares sirven poco. Un episodio como el
que vivió el Gobierno anterior con Magallanes o como el que está
viviendo éste con las pensiones son la mejor prueba de que en este
ámbito las cosas pueden ser muy líquidas y salirse de control con
facilidad. Ni ese episodio ni esta crisis estaban en el libreto de
las autoridades. En
el caso de Magallanes, se reaccionó tarde, y ahora, el gran problema
es que el margen de acción es estrecho, porque el fantasma de las
pensiones irrumpió cuando el Gobierno ya se había gastado, en
apuestas discutibles, no sólo la plata que tenía, sino además
parte de lo que podamos llegar a tener.
Gobernar
ahora entraña una correlación distinta entre lo que se puede
programar y lo que salta de súbito. Hay que saber leer la partitura.
Pero también hay que saber improvisar.
El
zigzag de la política,
por
Eugenio Guzmán.
Una
de las razones del fracaso de los Gobiernos tiene que ver con
experimentar el zigzagueo brusco entre ceguera ideológica y
oportunismo miope. El primero sólo atiende a los dictámenes y
prescripciones que derivan de las convicciones que se tienen de cómo
es y debe ser la realidad. Luego, cuando las prescripciones, planes y
recetas (v. g., programas de Gobierno) fracasan en su aplicación,
los ideólogos recurren a explicaciones, también derivadas de la
ideología: "Los resultados son parciales pero a la larga
funcionarán", "existe una conspiración para impedir su
aplicación", "no se han entendido correctamente el
propósito" y otros de ese estilo.
Es
decir, el problema no es el principio ideológico-guía sino su
aplicación, la falta de información o los que conspiran en su
contra. Luego, no hay razones para cambiar de rumbo. Al revés, se
sigue adelante y para paliar los errores se incurre en otros, hasta
que la fuerza es el mecanismo más eficaz para seguir adelante.
Por
otra parte, el oportunismo miope corresponde a aquella actitud, tan
común por lo demás, carente de convicción, y que sólo pone su
atención en la estimación de lo conveniente o inconvenientemente
para mantener el poder. Las decisiones políticas en este caso se
ciñen al veredicto y humor de la calle, las asambleas y las
audiencias. Lo que estas dicten, o lo que se entienda por opinión
pública. En consecuencia, para anticipar errores, el Gobierno tiene
como herramientas centrales las encuestas, estudios de audiencias,
etc.
El
objetivo principal es conseguir el beneplácito de la población con
medidas inmediatistas y efectistas. Pero también se crean
instrumentos ad hoc para dotar de apoyo a los Gobiernos, como
reuniones con "líderes ciudadanos" y toda suerte de grupos
artificiales que cabildean a favor del Gobierno. Esto, en su versión
más evidentemente grosera, es lo que comúnmente conocemos por
populismo.
Este
zigzag político, que corresponde al paso de un extremo a otro, sin
que medie equilibrio, tiene como efecto inmediato el desgaste
institucional, sobre todo cuando a este movimiento se agrega la
actitud permanente de los políticos de fomentar y crear falsas
expectativas. En este sentido, la política pierde su valor ordenador
y los representantes políticos su función Legislativa, pues se
transforman en cajas de resonancia de lo que el Gobierno ordena.
La
consecuencia final no es otra que la violencia, la que se expresa
contra las instituciones, ya avasalladas por la ideología, por el
activismo populista o simplemente por las políticas miopes de corto
plazo.
Esto lo estamos viendo hoy en Bolivia, desde hace años en Venezuela.
Afortunadamente, parece haberse detenido en Argentina, y no sabemos
cómo seguirá en Brasil.
En
el ojo del huracán,
por
Max Colodro.
La
encuesta CEP vino a confirmar los temores del oficialismo respecto de
su continuidad en el poder.
Según la experiencia comparada, una Presidente con 15% de aprobación
y una coalición de Gobierno con apenas 8% de respaldo tienen
posibilidades menos que remotas de entregar el mando a uno de los
suyos.
Aunque la crisis de legitimidad y el deterioro político sean en este
caso un fenómeno transversal, casi por ‘default’ en
circunstancias como las actuales la mayoría opta con un alto grado
de probabilidad por la alternancia.
Frente
a su espiral de declinación, la Presidente Bachelet y su Gobierno
han decidido recluirse en un limbo, señal evidente de que no existe
un diagnóstico sobre las causas que explican el desgaste y, menos
aún, un diseño para afrontarlo.
En los hechos, la
Mandatario se resignó a un destino que -al parecer- considera
inmodificable; y a concretar el programa de reformas sin importar el
alto rechazo que generan, con la ilusión de que algún día la gente
las entienda y descubra sus beneficios.
Las urgencias políticas asociadas al ciclo electoral y al futuro de
la Nueva Mayoría simplemente dejaron de importar, y eso es lo que en
buena medida explica la postergación del cambio de Gabinete.
En
los partidos de Gobierno esta realidad sólo ha aumentado el
nerviosismo, la ansiosa convicción de que ya no quedan activos
políticos a qué echar mano para tratar de revertir el escenario,
salvo uno: el gasto Fiscal. Esa progresiva coincidencia está
nuevamente poniendo al Ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, en el
ojo del huracán, en el vértice de una tensión que se volverá
desquiciante en los próximos meses y cuya forma de resolución no
puede anticiparse. Hasta ahora, la autoridad ha contado con el
respaldo de la Presidente Bachelet para mantenerse en el marco de sus
compromisos en materia Fiscal, pero la presión que inevitablemente
se viene sobre La Moneda hace legítima la pregunta sobre la solidez
y sustentabilidad de dicho respaldo.
Esta
semana, Parlamentarios
del PS notificaron al Ministro Valdés que su política de
responsabilidad Fiscal estaba poniendo en riesgo la proyección de la
Nueva Mayoría. En paralelo, la directiva del PPD solicitó al
Gobierno elevar las pensiones básicas en un 10% y el PC consideró
necesario hacer uso de los fondos soberanos para apuntalar el gasto
Fiscal. Fueron todas señales de una convergencia fundada en el temor
creciente a perder el poder, reforzado por la certeza de que el
Gobierno y la Presidente no tienen ya opciones ni
convicción para intentar cambiar el rumbo en lo que resta de
administración.
Así
las cosas, la gestión del Ministro Valdés está pasando a ser el
engranaje decisivo de lo último y poco que queda en la Nueva
Mayoría, para buscar revertir lo que se presiente cada vez más
inexorable.
Ello dejará al actual titular de Hacienda en una situación límite,
donde las enormes restricciones presupuestarias que hoy afronta el
país deberán conjugarse, en una ecuación casi imposible, con los
desafíos políticos del oficialismo. El deterioro de la situación
de Codelco conocida en estos días es un buen anticipo de cómo viene
la mano para el próximo reajuste de la ANEF y, sobre todo, en la
decisiva discusión del último presupuesto de este Gobierno.
Rodrigo
Valdés tendrá sobre sus hombros el peso de la responsabilidad en su
gestión Fiscal y, en buena medida, el de la ilusión oficialista
respecto de su sobrevivencia como coalición Gobernante. Pero a sus
espaldas se encuentra el único factor relevante que puede inclinar
la balanza en uno u otro sentido: la decisión que a este respecto
tome, por acción u omisión, Michelle Bachelet.
Revolucionarios
Constitucionales,
por
Luis Cordero.
Se
ha entregado la sistematización de los resultados de los encuentros
regionales para la nueva Constitución, terminando así con la
primera etapa del proceso constituyente. Aunque
algunos sostengan que esta iniciativa está destinada al olvido, más
todavía luego de la última encuesta CEP, lo cierto es que, si los
datos se analizan con detención, éstos arrojan resultados que no
deberíamos despreciar, porque serán útiles para cualquier
iniciativa de política pública o programa de Gobierno que desee
participar en las próximas elecciones.
Quizá
muchos no sepan, pero las revoluciones liberales —que son el origen
del Constitucionalismo moderno— fueron llevadas a cabo por clases
medias molestas con los privilegios del poder. Rousseau denominó a
eso la cólera del corazón, contra la corrupción y la hipocresía
de los salones.
En
Chile la clase media ha aumentado sustancialmente en los últimos 25
años. Hoy corresponde a cerca del 50% de la población, mientras que
en 1990 era sólo 19%. Su caracterización, además, es heterogénea
y distinta a la del siglo XX.
La clase media de hoy es fruto de la modernización capitalista, que
manifiesta su presencia a través del consumo y su preocupación en
los asuntos públicos, precisamente, en el temor a la vulnerabilidad.
Es un grupo de ciudadanos que desconfía de todos, salvo de su propio
esfuerzo, por eso piden del Estado, al menos, medidas para la reducir
la incertidumbre respecto de su futuro.
De
la sistematización de los encuentros locales, Provinciales y
Regionales, llama la atención cómo, en general, las siete
preferencias en todas las áreas son coherentes. Mientras
en materia de principios el proceso revela un evidente respeto a la
democracia, en derechos los habitualmente citados son salud,
educación, vivienda digna y seguridad social. Por su parte, en
materia de deberes destacan la protección de la naturaleza y el
respeto a la Constitución.
Finalmente, en instituciones sorprende la recurrencia en primer lugar
de plebiscitos, y luego del defensor del pueblo, una institución que
ha sido propuesta reiteradamente pero que el Congreso se niega a
aprobar desde 1990.
Aunque
a muchos estos datos no los sorprenden, porque es coincidente con lo
que dicen las encuestas y estudios desde hace algún tiempo, nadie
razonablemente podría sostener que estas propuestas corresponden a
ciudadanos que quieren "refundar" el país. Los datos dicen
todo lo contrario.
Las personas quieren una sociedad en donde sea compatible su
autonomía personal con derechos de solidaridad frente a un futuro
incierto, pero además quieren ser participes de las decisiones de la
democracia y protegidos de los abusos.
Por
eso quien entienda a estos revolucionarios Constitucionales quizá
pueda contribuir a curar la cólera de esos corazones indignados.
¿Por
qué 75% de rechazo?,
por
Sergio Melnick.
La
CEP fue elocuente: la reina ya no es reina. Ya resulta difícil creer
que lo que ocurre en nuestro país es real. Parece un cuento de mal
gusto. La semana pasada hice un recuento de la enorme cantidad de
problemas y la increíble incompetencia del Gobierno. Reviso esta
semana y las cosas van aun peor.
Bachelet
partió su actual gestión con el vergonzoso chascarro de
Gobernadores y otros cargos que tuvo que bajar antes de partir. El
error de la tripleta Peñailillo-Arenas-Eyzaguirre fue nefasto.
El administrador de La Moneda fue una historieta. Burgos le renunció.
Insunza no duró un mes, lo tuvieron que bajar. Y ahora el nuevo
Subsecretario de Gobierno no alcanza a durar 12 horas con acusaciones
de probidad académica. Simplemente de Ripley. Y hay que recordar que
el cargo estaba sin llenar hace dos meses o más. ¿Será que ya no
hay personas destacadas que quieran ir a este Gobierno?
En
educación ya todo resulta patético. Las nuevas universidades
Estatales no tienen definidas las carreras, las sedes, los
profesores. Su presupuesto es exiguo, no tienen acreditación de
ninguna especie pero pertenecen al cartel del Cruch. Y la guinda de
la torta es que esta semana somos informados de que las flamantes
Alcaldes de la Nueva Mayoría, que postulan a reelección, Tohá y
Errázuriz, lograron lo que parecía imposible: bajar la histórica
calidad de liceos emblemáticos, e incluso perder subvenciones
fundamentales para esos colegios. Por favor, ¿cómo lo hacen? Llegar
a tumbar el Instituto Nacional, ¿es una proeza de incompetencia o
quizás de estrategia? A estas alturas ya nada nos podría
sorprender.
Y la Ministro está preocupada del curso de filosofía en la malla,
otro gran error de criterio.
El
movimiento “No + AFP” sigue tomando fuerza; ahora nos anuncia un
paro nacional para el 4 de noviembre, y el Gobierno sigue
improvisando en el tema. Hasta
problemas con los condones ha tenido el sector público, que aunque
no es muy relevante en sí mismo, a estas alturas, simbólicamente sí
lo es.
Eso se junta con el colapso esta semana del hospital de Coquimbo, y
el San Juan, y los propios funcionarios hacen un paro.
El
encargado de La Haya está rampante en su campaña Presidencial y la
Mandatario nada le dice, menos hace. Quizás la paliza que nos ha
dado Bolivia hasta el momento no es aún suficiente. Después que se
le cayó un puente a EFE, ahora también se descubre un sabotaje en
la línea del tren, pero claro no hay terrorismo en Chile. El tema
del puente Cau Cau sigue impertérrito y empiezan voces de alerta con
el puente Chiloé. Y la Corte dice que se le puede seguir pagando a
los exonerados truchos.
En
otro plano, la encuesta Casen debe estar en alguna cocina
política porque simplemente no se entrega.
El
deterioro económico de los últimos dos años ha sido severo y la
pobreza con certeza ha aumentado. Para el INE el desempleo se
mantiene, aunque las encuestas muestran otra cosa desde la medición
de la opinión pública directamente afectada. Ahora empieza el
ritual anual del reajuste al sector público con un abultado 7,5% de
solicitud.
Es año de elecciones y probablemente habrá paros ilegales para
presionar. Entonces le veremos la mano a Valdés, que está atorado
con el presupuesto. Con determinación el Ministro ya rechazó
taxativamente la solicitud y dio señales del 3,0%: la pregunta es si
aguantará la presión de su propio sector. El populista Lorenzini
ya habló del 5%. Sálvese quien pueda.
Parlamentarios
de Gobierno ya presionan por un aumento significativo del pilar
solidario para 2017 que sólo agravaría el déficit Fiscal. Recuerde
que Bachelet partió regalando bonos como “derecho social”. Ahora
sabemos de 40 funcionarios del Congreso que ganan más que los
Parlamentarios y piden 18 sueldos de “jubilazo”.Todo esto ocurre
en medio de una crisis evidente de Gabinete, presionada por la propia
coalición de Gobierno. Bachelet ha dicho que no le gusta que la
pauteen y así dilata sus decisiones hasta que le explotan en la
cara. Quizás hay que invitarla a una entrevista de televisión. La
crisis del Sename no sólo no se soluciona, sino que agudiza y ya
empiezan las amenazas de paro en la institución. La Ministro Blanco
desapareció del mapa.
Por
si fuera poco, se anuncia otra marcha de camioneros, ahora desde el
norte y del sur simultáneamente. Y Chile Vamos emplaza al Gobierno
frente a la Contraloría por intervención electoral vía presupuesto
a las Comunas afines.
Todo
esto es parte sólo de una semana de noticias, tras otras que eran
igual de malas.
Como siempre la Mandatario vive en otra realidad, no responde
preguntas y contesta sin arrugarse “estamos trabajando”.
Al mismo tiempo, el Presidente ejecutivo de la minera Estatal (que
tomará una nueva deuda por U$ 390 millones) señala cándida y
públicamente que ya “no hay un puto peso en Codelco”.
La
Venganza de la izquierda,
por
Marisol Turres.
Tras
el cierre del penal Cordillera durante el Gobierno del Presidente
Piñera, y con mayor fuerza tras el
anuncio de la Presidente Bachelet de que estaría evaluando igual
medida respecto de Punta Peuco, el debate se ha centrado, a mi
juicio, exclusivamente en la búsqueda de venganza y rédito político
más que en encontrar la forma de contar con un sistema penitenciario
adecuado para mantener a los condenados por violaciones a los
derechos humanos en condiciones tales que el castigo sea su
separación de la sociedad y no, como ocurre actualmente, su
deterioro físico, psíquico y dignidad
como seres humanos.
Sabemos
que miles de personas están privadas de libertad en condiciones de
hacinamiento, y que la rehabilitación y consiguiente reinserción
social de la población penal está lejos de ser una realidad. Pero
todos ellos, independiente del delito cometido y de la pena impuesta,
tienen derecho a acceder tanto a los beneficios de la Ley 18.216
sobre Penas Sustitutivas como a los beneficios penitenciarios, lo que
causa mucha molestia en sus víctimas y familiares, por cuanto ven a
sus agresores salir en libertad tras cumplir una parte de su condena
o sin haber estado un solo día privados de libertad.
Por
ello, más que buscar ventajas políticas a costa de revivir una y
otra vez lo que nos divide, deberíamos coincidir en que cerrar
penales es contradictorio con el discurso de mejorar nuestro sistema
penitenciario y reforzar la necesidad de construir más recintos de
este tipo, que nos permitan tratar a la población penal de tal forma
que los programas de reinserción se conviertan en una posibilidad y
no en una eterna promesa. Es decir, por nombrar tan sólo un ejemplo,
entender que un primerizo, si realmente queremos rehabilitarlo, no
debería convivir
con un experimentado narcotraficante o asesino.
Cerrar
Punta Peuco puede ser muy atractivo para los políticos, pero ello,
en la práctica, no resuelve absolutamente nada. Sí puede ayudar a
que el resto de los penales eleven sus estándares y ampliar la red
penitenciaria de forma que los condenados se sometan a programas
focalizados de rehabilitación, sin perder de vista jamás que la
dignidad de quienes están cumpliendo condena debe ser protegida por
el Estado, independiente del crimen que cometió.
Cabe
agregar que quienes están condenados en Punta Peuco no son tratados
como los demás sentenciados en nuestro país. Se trata de adultos
mayores que, en su mayoría, pasan de los 70 o 75 años de edad y,
por razones más políticas que jurídicas, se les niega
reiteradamente acceder a los beneficios establecidos en la Ley 18.216
y a los beneficios carcelarios o extrapenitenciarios, sin considerar
su edad avanzada o que padezcan enfermedades graves o terminales, ni
que sus amigos o familiares, para visitarlos, deban pasar por
controles más estrictos aún que en el resto de las cárceles.
No
estoy de acuerdo con cerrar Punta Peuco. Creo
que seguir ahondando en el odio y la división que por tantos años
ha lastimado a nuestro querido Chile sólo sirve a los intereses
políticos de un grupo que hoy ostenta el poder, y que ve en este
tema tan doloroso para miles de familias una oportunidad para
mantener abierta una herida y perpetuarse en el Gobierno,
más que una política carcelaria que persiga justicia.
Intríngulis
socialista,
por
Axel Buchheister.
El
Presidente ejecutivo de Codelco nos explicó con claridad
castiza que la empresa Estatal pasa por un momento financiero
difícil, pues -dijo- que no tiene un “puto peso”. Los estados
financieros avalan el dicho, ya que en el primer semestre Codelco
perdió US$ 97 millones.
En
lo inmediato, la explicación es la baja del precio del cobre, el que
en todo caso ha sido peor en otras épocas (en valores reales), por
lo que no es la única explicación. Es
que los costos han crecido en forma desmedida, porque durante los
tiempos de vacas gordas hay menos incentivos para controlarlos; en
particular, cuando la empresa es de “Moya”. Y, también, la caída
de las leyes, que exigen creciente eficiencia y permanentes
inversiones, las que han sido enfrentadas sólo con endeudamiento,
con el costo financiero asociado.
Es
que se dice que el Estado no ha tenido una política de
capitalización, dejando parte de las utilidades, como habría hecho
cualquier inversionista privado que pretende cuidar el negocio y
expandirlo.
Pero
lo que sucedió fue que el gasto público en los recientes 25 años
aumentó sistemáticamente sobre el crecimiento del producto. Y
aunque eso no lo cuestione ningún “paper” -como sentencia Andrés
Velasco-, lo cierto es que no puede durar eternamente.
Para solventar el nivel de gasto, el Fisco tuvo que recurrir -entre
otros- al retiro de la totalidad de las utilidades de Codelco y no
dejó nada para la capitalización de la empresa. Ya sea que la
justificación para ello era que podía dar un uso socialmente más
rentable a las utilidades o bien que nadie se atrevió a acotar el
malgasto, lo concreto era que entonces Codelco requería de una
fuente alternativa para su capitalización y sólo quedaba una:
aporte de inversionistas privados. Éste habría tenido otros efectos
positivos, como fomentar el control del gasto y, en general,
despolitizar las decisiones de la cuprífera. Pero eso habría sido
imposible en el Chile socialista, que durante muchos años dijo
confiar en la iniciativa e inversión privadas, que tanto bienestar
nos trajeron, pero en realidad nunca se las quiso mucho. Para qué
decir en Codelco, porque -se suele decir- es demasiado importante
para que los privados estén ahí; cuando en realidad es al revés,
es lo que los hace imprescindibles.
Entonces,
nada se hizo.
Pero
ahora que las demandas ciudadanas están desbordadas, con gratuidad
en la educación superior, mayores pensiones, o más salud pública y
menos privada, y etcétera, Codelco no da más y entrará a competir
por los escasos fondos públicos.
Y
como el socialismo escaló, condenando la actividad privada y el
lucro donde se los mencione, menos aún se considerará la opción
que habría evitado el problema en el origen: la inversión privada.
La
gran pregunta es cómo se va a resolver el intríngulis socialista
que estamos viviendo. Porque las
finanzas públicas no resisten ni un ídem gasto más.
Y
tampoco que ningún político lo diga de frente. Quizás en eso está
pensando -instintivamente- el 62% que no se pronuncia ante los
candidatos Presidenciales que se andan dando vueltas. De pronto,
Nelson Pizarro puede comenzar a aparecer en las encuestas.
La
ceguera situacional de Bachelet y su entorno,
por
Marco Moreno.
No
deja de sorprender que, tras los magros resultados de la reciente
encuesta del CEP, la Presidente Bachelet y su entorno sigan en estado
de perplejidad respecto de cómo enfrentar el complejo proceso de
Gobernar. Esta
dificultad podría explicar los dichos de la Mandatario tras los
resultados del sondeo, en los que afirmó que "vamos a seguir
trabajando con fuerza para cumplir los compromisos”. Lo anterior
casi equivale a decir que aquí no ha pasado nada. Tal afirmación,
sin embargo, no resulta consistente con la actual crisis de
conducción política que afecta a su Gobierno y menos con la
percepción de la opinión pública encuestada acerca del déficit de
eficacia Gubernamental de la actual administración bacheletista. Me
atrevo a terciar en el debate con una interpretación más próxima
al enfoque de las ciencias de Gobierno y, desde esta perspectiva
analítica, en el problema de ceguera situacional de la Presidente y
su entorno.
Coincidimos
con el Gobierno acerca de que no se Gobierna con encuestas. Pero sí
se Gobierna con resultados.
El
Gobierno debe anunciar resultados y su gestión será evaluada por
ellos. Resultados es la palabra que encumbra o hunde a un Gobierno.
La
mala noticia que traen los resultados del CEP para la administración
Bachelet es que la evaluación de la opinión pública –por ahora
la encuestada, a la espera de las próximas contiendas electorales–
es de decepción con lo prometido.
Los ciudadanos votan por promesas sobre resultados y lo que el
Gobierno hace o deja de hacer tiene efectos en estos. Capacidades
bajas y propósitos muy ambiciosos producen una previsión pobre de
resultados.
¿Qué
explica la dificultad para una buena previsión de resultados? Varias
serían las razones. Una crónica de este medio –de la periodista
Marcela Jiménez– enumeraba, entre otras, la “ceguera”,
“sordera” y el “encastillamiento” de la Presidente Bachelet
en relación con los problemas de eficacia Gubernamental. La ceguera
situacional que padece la actual administración, ayuda a explicar
los problemas de capacidad y eficacia directiva para alcanzar
resultados.
Entendemos
la ceguera situacional como el halo de obscuridad o sombra que se
presenta en relación con la posición que se ocupa respecto de un
objeto observado. Si se tiene una posición cerrada, reducida y
unidimensional, el haz de sombra resultara más amplio. Esto es así,
ya que no se incorporan en el análisis otras variables necesarias
para iluminar mejor el objeto o, en este caso, los problemas
públicos.
Ciertamente,
la variable modificable es la posición y no el objeto. Es decir, lo
único susceptible de modificar en esta relación será la posición.
Cuando el líder tiene una ceguera situacional muy amplia es porque
observa desde una posición restringida. El resultado es un encuadre
reducido, ya que no involucra las visiones de otros observadores.
Sin
embargo, lo que distingue a un líder de una persona común y
corriente es que es capaz de ver e incluir en su análisis las
visiones de los otros actores. Esta es la clave del líder que reduce
su ceguera situacional porque es capaz de ver desde la posición de
los otros lo que ellos están viendo. Cuando se está en una posición
muy inflexible no se ven otras posiciones, ni se considera a otros
observadores. El haz de ceguera situacional se torna amplio porque no
se está reconociendo a otros actores ni sus visiones e intereses.
Como
principio general, debemos destacar que las dirigencias políticas y
los Gobiernos a su turno, tienen una especial ceguera para comprender
la importancia de la baja capacidad de Gobierno. Atribuyen
siempre sus deficiencias a otros: a la oposición, a los medios de
comunicación, a alguna conspiración imaginaria, a los mandos medios
y bajos o a los condicionantes externos. Siempre los responsables
están “abajo” o “afuera”, nunca “arriba” en la cabeza,
en la dirección superior.
Como
sabemos, la ceguera situacional es normal en todas las personas, pero
está hiperdesarrollada en los líderes por las condiciones mismas
que requieren la gestación y permanencia del liderazgo.
La
Presidente acostumbra a privilegiar la toma de decisiones en
contextos signados por el cruce de fuerzas afectivas. Ella es
proclive a la conformación de círculos pequeños, leales e
incondicionales a la figura Presidencial. Su equipo más estrecho –el
“Segundo Piso”– está conformado por un dispositivo de asesores
que rara vez discute o cuestiona sus decisiones.
Al
contrario, solo reafirman sus decisiones, proporcionándole solo
apoyo “cálido”. Esto la ha llevado en varias oportunidades a
apreciar y tomar decisiones en caliente, lo que la mayoría de las
veces deteriora la calidad del desempeño de su Gobierno.
Otras
veces, la ceguera situacional se ha expresado en una suerte de fuerza
fanática –como fue la cruzada por el programa de Gobierno, su
interpretación en modo retroexcavadora y defensa a ultranza
manifestada en el realismo sin renuncia– que rompe todo cálculo de
posibilidades y logra lo imposible, para bien o para mal.
Desde
una perspectiva comparada, en estricto rigor la Presidente no cuenta
con apoyo “frío”. Esto es, con espacios formales en los cuales
pueda procesar problemas y decisiones estableciendo filtros de
calidad que brinden procesamiento tecnopolitico a los problemas. Solo
parece imponerse el soporte “caliente” de su “Segundo Piso”.
¿Cómo
toma las decisiones la Presidente? En ausencia de soporte “frío”, no
tiene otra alternativa que decidir basada en los consejos de sus
asesores, ponderándolos según el valor del canal de comunicación
que los trasmite.
Si
la Presidencia esta “encastillada” –como se ha señalado
metafóricamente– solo se comunica con el exterior a través de
algunos puentes levadizos. Tales puentes serían los canales de
comunicación de la Presidente con la realidad. Cada puente levadizo
tiene un guardia. Luego, la información que viene de la realidad a
través de estos puentes esta finalmente mediada por el valor que le
asigna –siguiendo la metáfora– el “guardapuente”. La
realidad, para la Mandatario, pasa a ser la imagen que los
“guardapuentes” permiten. Así, y en ausencia de soporte frío,
dominan en el equipo cercano a la Jefe de Estado las lógicas de
trabajo y confianza propias de una relación entre amigos o, más
propiamente, entre médico y paciente.
Un
análisis de los estilos y prácticas de Gobierno de la Presidente y
de su oficina Presidencial –el llamado “Segundo Piso”–
muestran como sus decisiones están interferidas por la ceguera
situacional.
La
ceguera situacional y el déficit de conducción política permiten
explicar cómo un proyecto de gobierno altamente desafiante y
trasformador de la realidad social, parece estar mostrando signos de
fracaso a causa de la inexistencia de métodos y herramientas que le
otorgan capacidad de gobierno sobre el gobierno que pretende liderar.
Crisis,
por
Fernando Villegas.
Es
verdad que el término “crisis” se ha estado usando en exceso,
pero aun más se palabrea, creyéndose que significa lo mismo, otro
muy glamoroso y de moda, “colapso”, el cual ha capturado a tal
punto la imaginación de la ciudadanía que anda viendo y decretando
colapsos por todas partes.
Basta se alargue una cola frente a una ventanilla y ya la señora
Juanita va a decir que “el servicio colapsó”. Es un uso
promovido por los medios -que constantemente ponen en circulación
nuevos términos, ojalá siúticos- y completamente equivocado. Un
colapso equivale a un total derrumbamiento, no a una merma en
eficacia y/o insuficiencia. En
Chile ni hemos llegado a colapsos ni tampoco sucede que “las
instituciones funcionan” como ha aseverado beatíficamente Ricardo
Lagos; en Chile estamos en crisis.
Crisis,
como se dijo, ni es igual al colapso como tampoco sólo a una dosis
de dificultades en el fluido e inconsciente quehacer de todos los
días, con las cosas andando a los tropezones con su medianía
acostumbrada; es la condición intermedia cuando el modo usual de
funcionar de cierta institución -o varias- apenas puede hacerlo,
pero simultáneamente, no habiéndose aún derrumbado, nada lo ha
sustituido.
La crisis es similar a una enfermedad que se prolonga penosamente sin
retornar nunca a la salud, pero tampoco llevando al paciente a la
tumba, o al menos no todavía.
Es, por tanto, estrés químicamente puro apenas tolerable y a menudo
francamente intolerable, estado que desgasta los nervios y angustia
tanto a los partidarios de lo que apenas funciona como a los
promotores de lo que aún no lo hace.
Esa
es la situación en la que se encuentra el Gobierno.
Hervor
oficial
A
toda crisis la precede un largo período de incubación, lapso cuando
los procedimientos habituales se deterioran, las externalidades
negativas aumentan y la sensación de amenaza se instala; es un
proceso que gradualmente lo va arruinando todo, pero nada realmente
nuevo o dramático sucede antes de llegarse al punto en que la
acumulación de desperfectos alcance la temperatura de hervor y
catalice la sensación y declaración oficial de que se está en un
período crítico.
Dicha
“declaración oficial” es la que le hemos oído esta semana al
Gobierno. Las encuestas habían estado dando cuenta a lo largo de
meses de la gradual pérdida de apoyo de la Presidente, de la NM, del
Gobierno y de sus iniciativas, pero es sólo ahora, con una
Presidencia llegando a la rastra apenas al 15% de apoyo, cuando la
coalición Gobernante siente que algo debe hacerse al respecto y no
simplemente aceptar las malas cifras con la mejor cara posible y
hasta, como se traslució en ocasiones, considerarlas casi como un
espaldarazo en negativo, una prueba de que se iba por el camino
correcto molestando a algunos pero a la larga mereciendo la
aprobación de la Historia. Aparentemente,
al menos por unas pocas horas luego de conocerse la encuesta CEP, ya
no se creyó posible y plausible esperar dicho benévolo juicio de la
posteridad. Los tumbos del Gobierno adquirieron otra dimensión y no
pareció bastar la salida al ruedo del locuaz Marcelo Díaz a soltar
alguna banalidad.
De ahí que muchos dijeran, enfrentando súbitamente el abismo, que
era necesario un “profundo cambio de rumbo y no un mero cambio de
Gabinete”.
“Cambio
profundo”
Pero
¿qué “cambio profundo” es posible que lleve a cabo este
régimen? Si acaso el calificativo “profundo” tiene significado
en política, este es el de una dramática alteración del rumbo, tal
vez en 180 grados o al menos 90, lo cual significaría en este caso
abandonar varias y quizás todas las iniciativas que se han tomado.
Eso sería para nada una mala idea si se considera que NINGUNA de
ellas ha mostrado resultados o siquiera una promesa de obtenerlos.
Véase
el caso de la educación “gratuita y de calidad”. Dicho
emprendimiento tan cacareado y sacramentado, caballito de batalla del
régimen, no ha generado otra cosa que un profundo y creciente
agujero Fiscal,
una ruptura total de la disciplina escolar -que ya era muy
escasa- por segundo año consecutivo y el desplome de lo único
decente que restaba, los llamados establecimientos emblemáticos,
todos por igual arrastrados al desastre por obra y gracia de una
mentalidad y actitud filistea, profundamente mediocre, una que parece
gozarse con aplanarlo todo, rebajarlo todo y calificar de
antidemocrática cualquiera muestra de excelencia, porque esto
último, la existencia de jerarquías, de distancia entre lo bueno y
lo malo, entre lo excelente y lo penca, es, para quienes no
puntuarían muy bien en ninguna escala, sencillamente algo que no se
puede tolerar.
Esa
mentalidad, la rechinante constelación de filosofemas decimonónicos,
impulsos emocionales, rabias y derivaciones del rencor que
constituyen el universo mental de la izquierda, no va a cambiar
simplemente porque haya malos resultados.
Como los profetas del Apocalipsis cuando no se cumple la fecha
anunciada, los creyentes, feligreses, beatos y arzobispos del actual
Credo no dejarán de profesarlo porque se acumulen las postergaciones
y ni siquiera los errores, las torpezas y los fracasos; aducirán
razones externas, incomprensión de la ciudadanía o el eterno
remedio y pomada curativa de las izquierdas, a saber, el melodrama
del sabotaje y la conspiración golpista y fascista. Es una
mentalidad y un expediente que se ven en toda su dimensión en
Venezuela, donde un Gobernante indescriptible y su corte de “yesmen”
culpan a la CIA del escandaloso derrumbe económico, político
y moral
a que han sometido a su país.
El
pool
Para
que un abandono de dicha constelación de eslóganes obsoletos y
probadamente tóxicos ocurriera debería darse la condición
imposible y/o contradictoria de que nunca hubiera sido adoptada. Y
hay pocas -quizás el islam- religiones más pegajosas que el
“progresismo”. Por eso los apóstatas son escasos en el seno de
esa popular sensibilidad. Esto significa que quienquiera sea escogido
para un eventual nuevo Gabinete provendrá DEL MISMO POOL HUMANO
E IDEOLOGICO de donde han surgido los anteriores Gabinetes.
¿De
dónde, sino? ¿Acaso pondrían en Hacienda a Hernán Büchi? ¿Se
entregará la cartera de Educación a Andrés Bello? ¿Justicia
estará a cargo de Platón? ¿Salud a manos de Galeno? Sin duda lo
que sucederá es que, como decían las señoras de otrora, “se
cambiará Juana por Chana”. “Profundidad” tendrá o sólo puede
tener un significado: que serán muchos los idos y los recién
llegados. También será profunda, dado ese posible número, la
dificultad para mantener los “equilibrios”. La tarea es difícil,
porque los socios de la NM son quisquillosos, en especial los
partidos chicos y de peso pluma como el PR, colectividad que se
obstina en encontrar destinaciones laborales para sus septuagenarios
jubilados de FF.CC. del Estado de la Maestranza San Bernardo. El
caso de la DC es quizás aun más arduo debido a su extrema
sensibilidad de piel, rayana con quemaduras de tercer grado.
El PC es más práctico: mientras se mantenga a sus operadores en las
instituciones que reparten paquetes de tallarines y cosechan y
manipulan votos, todo está bien; a lo más y de vez en cuando debe
propinarles el adecuado puntapié en el poto a los reaccionarios
camuflados que, en la visión de ese partido, conspiran entre las
sombras de La Moneda.
¿De
dónde pecatas meas?
Ya
se ve: con partidos como los que forman la NM, con
una Presidente obstinada en la creencia angelical de que la historia
le dará la razón, con una masa de funcionarios (as) en la alta
dirección del Estado que ha dado sobradas muestras de incompetencia,
con una hinchada periférica a lo Yasna Provoste y los nenes de las
bancadas parvularias pidiendo “profundizar las reformas”, ¿qué
“cambio profundo de rumbo” se podía o podría esperar? Estos
experimentos sociales, como los tsunamis, tienen una sola dirección:
hacia adelante hasta agotar stock. El Museo de la Historia en su
sección Grandes Fracasos de la Humanidad está repleto de ejemplos.
El
gran legado,
por
Roberto Ampuero.
Le
doy vueltas y vueltas al Gobierno con el ánimo de ser ecuánime en
su evaluación global, pero el ejercicio termina siendo infructuoso,
una búsqueda en la que a menudo fracasan hasta los integrantes de
la Nueva Mayoría, y que tiene sumidos en la frustración a millones
de chilenos. Muchos nos preguntamos: ¿cómo es posible que
naufrague una administración que arrancó con una popularidad
envidiable y una mayoría Parlamentaria que le permitía hacer
cuanto se propusiera? ¿Cómo puede ella estar flotando ahora con un
salvavidas de apenas 15 por ciento de aprobación?
Salvando
las distancias, esta situación me hace pensar en una conocida
imagen, relacionada con la etapa más álgida del Gobierno de
Salvador Allende: un obrero que, en una marcha de la Unidad Popular,
alzó un letrero de cartón que decía: "Este Gobierno puede
ser una m..., pero es el mío". Palpitaban en ese letrero la
honestidad individual y también una convicción que toda la
izquierda compartía: para hacer tortillas y llegar al socialismo
hay que quebrar muchos huevos, y valía la pena hacerlo porque la
recompensa social era supuestamente elevada. Hoy
lo traumático para el país es que se han quebrado demasiados
huevos, pero nadie sabe bien para qué. Y si algunos lo saben, la
deficiente gestión Gubernamental ha terminado por desdibujar sus
metas. Sabemos qué de-construye la Nueva Mayoría, mas no qué
desea construir. Dejará una obra gruesa a medias, sin afinado ni
terminaciones, inhabitable. En lugar de obreros con letreros como el
mencionado, hoy aparece gente premunida de remos, pronta a
desembarcarse. Supongo que por eso, a los 30 meses de Gobierno,
Allende debe haber gozado de mayor
aprobación que Bachelet en la actualidad.
Para
que nadie me acuse de sedicioso ni me atribuya intenciones
desestabilizadoras (que no abrigo) contra la República, quiero
manifestar que, pese a todos sus bemoles, creo que esta
administración también deja un legado positivo en la educación
política ciudadana. Los chilenos no gozamos de buena memoria y
aprendemos poco de los fracasos como país, pero confío en que esta
vez muchos estemos sacando conclusiones, aprendiendo. Siete
son, en mi opinión, los aportes que el Gobierno dejará como
positivo legado en parte considerable de la población:
Primero,
desconfianza hacia candidatos Presidenciales huérfanos de un
programa sólido y responsable, que eluden el debate y a la prensa,
y basan su campaña principalmente en la simpatía o dotes que son
secundarias para el ejercicio del cargo. Segundo, actitud vigilante
hacia candidatos que se propongan refundar el país, que desconozcan
lo alcanzado por generaciones de compatriotas y crean que la buena
historia nacional va a comenzar con ellos. Tercero, distancia frente
a candidatos que ofrezcan soluciones fáciles e improvisadas para
los desafíos de Chile. Cuarto, escepticismo frente a candidatos que
justifiquen, aplaudan o sientan nostalgia por dictadores o
dictaduras de cualquier color, o no condenen enfáticamente la
violación de derechos humanos donde ocurriere. Quinto, actitud
más crítica hacia expresidentes que, tras dejar el cargo, asumen
altas responsabilidades en el extranjero que supuestamente les
impiden referirse a la Patria que hasta hace poco condujeron. Soy un
convencido de que el cargo más elevado que puede ejercer un chileno
es el de servir al país como Presidente, y que eso impone ciertas
restricciones por el resto de la vida. Sexto, aprensión frente a
candidatos o Presidentes que desprecian la búsqueda de acuerdos y
consensos para dirigir el país, y creen monopolizar la verdad.
Séptimo, rechazo a candidatos o Mandatarios populistas, o que
promuevan la democracia directa o busquen instalar una relación
excluyente entre ellos y "el pueblo", en desmedro de los
partidos políticos.
Este
legado no tendrá impacto pleno, desde luego, pero es probable que
influya en muchos, aleccionados por la experiencia actual. Los malos
Gobiernos -al actual los chilenos le otorgan nota 3,3- no solo son
malos porque estancan y perjudican la calidad de vida de las
personas durante su período, sino también porque sus efectos los
sufren de igual modo las personas bajo la administración siguiente.
Sea
del color político que sea el próximo inquilino de La Moneda,
también a él o a ella le tocará cargar como lastre con las
consecuencias de la deficiente administración actual. Tal vez una
de las peores consecuencias sea algo que nadie comenta: el daño que
esta administración puede estar ejerciendo sobre la posibilidad de
que otra mujer llegue pronto a la Presidencia de la República.
El machismo en la política podría verse fortalecido en el mediano
plazo. Lo interesante es que Bachelet tiene en sus manos la fórmula
para revertir todo esto: la forma en que Gobernó entre 2006 y 2010.
Si la rescata y "resetea", no todo está aún perdido para
ella, para Chile, ni para las mujeres que aspiran a la Presidencia.
Pensiones,
ofertas y populismo.
El
pasado 9 de agosto, un grupo de Senadores ingresó a trámite una
moción para permitir a las personas retirar anticipadamente sus
ahorros previsionales. Según los firmantes —los Senadores Araya,
Bianchi, Horvath, Pérez y Quinteros—, la iniciativa, de ser
aprobada, entregaría a los cotizantes la posibilidad de ser
"realmente" dueños de sus ahorros previsionales, y les
daría acceso a recursos para enfrentar urgencias (como una
enfermedad grave), para financiar la educación de sus hijos, para
adquirir una vivienda o para iniciar un emprendimiento de manera de
mejorar su situación económica.
La
norma está motivada no sólo por la súbita urgencia desatada por
las marchas "No+AFP", que ha puesto a la clase política de
cabeza tratando de resolver de un plumazo un problema que se arrastra
por décadas. También está inspirada por la experiencia de Perú,
donde una Ley reciente permitió a los afiliados al sistema de
capitalización individual retirar el 95,5% de sus fondos al momento
de jubilarse, o sacar, incluso antes, el 25% de los fondos para
financiar el pie de una vivienda o amortizar un crédito hipotecario.
El
caso peruano, sin embargo, es decidor respecto de la importancia del
ahorro obligatorio como herramienta de protección social para la
vejez. Durante los primeros meses de
vigencia
de la norma, de mayo a julio, cerca de 18 mil personas retiraron sus
fondos. De ese total, el 94% sacó el máximo posible y apenas el 1%
volvió a invertir su dinero en otros instrumentos de pensión (en
compañías de seguros o en las mismas AFP). De quienes retiraron su
dinero, el 10% eligió otras modalidades de ahorro, y del 90%
restante, la mitad lo destinó a pagar deudas o a consumo en general,
y el resto dijo que montaría un negocio.
Quedan
pocas dudas de que el sistema de pensiones no está cumpliendo con su
objetivo fundamental, que es entregar a las personas una jubilación
necesaria para enfrentar su vejez con cierta tranquilidad. Pero
también parece claro —pocos especialistas sensatos lo discuten—
que el problema no es la rentabilidad de los fondos, o la propiedad
de éstos, sino que los ahorros son insuficientes. Permitir el retiro
anticipado de los fondos sólo contribuirá a agudizar este problema
y dejará en el desamparo a aquellos que no pudieron o no supieron
invertir de manera adecuada, obligando al Estado a ir en su ayuda e
incrementando así la carga que las pensiones significan para
el Fisco.
Las
necesarias reformas al sistema de pensiones deben ser analizadas
considerando sus efectos de largo plazo, en las propias jubilaciones
y en el resto del sistema. Balances tan delicados requieren que todos
los actores de la discusión, especialmente los Legisladores, actúen
con responsabilidad, evitando iniciativas populistas y que buscan
responder a estados de ánimo colectivos, más que a soluciones
razonadas y sustentables.
El
rumbo de la DC.
En
las últimas semanas han sido evidentes las diferencias que han
surgido al interior de la Democracia Cristiana respecto de la forma
en que se está conduciendo el Gobierno y la conveniencia de que el
partido continúe en la Nueva Mayoría una vez que concluya esta
administración, en especial si el Partido Comunista sigue formando
parte del conglomerado. La forma como se resuelva esta tensión en la
DC -que probablemente dará más luces en la junta nacional que se
llevará a cabo la próxima semana- de alguna manera también marcará
el rumbo de la propia coalición.
El
fuerte rechazo ciudadano a la actual administración y a sus
principales reformas estructurales -según muestran diversos estudios
de opinión- ha reavivado las diferentes visiones al interior de la
DC -también dentro del propio bloque-, donde parece ser cada vez más
evidente que el programa de Gobierno no concitó un acuerdo de fondo
-uno de los principales dirigentes democratacristianos incluso señaló
que ningún Presidente de partido de la Nueva Mayoría “firmó ni
suscribió ningún programa”-, sino que fue más bien un vehículo
programático que despertó consenso en sus líneas más gruesas,
pero no en su detalle ni en la gradualidad que deberían tener las
reformas. Ello fue inicialmente minimizado, pero terminó jugando en
contra.
La
Democracia Cristiana padece ahora los efectos de no tener una
definición programática mejor definida, confusión que
probablemente se exacerba al formar parte de una alianza de Gobierno
con el Partido Comunista. El caso de la DC es aleccionador en cuanto
a los riesgos de que las convicciones puedan terminar subordinadas a
la conveniencia electoral, y esa disonancia inevitablemente deberá
ser resuelta prontamente por la colectividad. El rumbo que el partido
tome -tema que no podría estar ausente de la junta nacional-
definirá también el futuro de la Nueva Mayoría.
Errado
enfoque en las políticas sociales.
El
enfoque de políticas económicas y sociales que ha seguido Chile
obtuvo el mayor reconocimiento, por haber logrado que el ingreso per
capita en el país creciera 40% más que el promedio de América
Latina, al mismo tiempo que mejoramientos inigualados en indicadores
sociales. La caricatura que algunos hacen hoy, según la cual el
país habría crecido sacrificando a los más necesitados, se aleja
de la realidad. Y son acciones sustentadas en esta caricatura las que
están sorprendiendo a muchos chilenos, y al mundo, que no logran
entender lo que a estas alturas luce como daño autoinfligido.
Una
primera falsa concepción es que una sociedad solidaria debe reflejar
su vocación en cada institución existente. Ello es profundamente
erróneo. Las vías para capturar ingresos para redistribuir, y las
formas específicas para canalizar los apoyos, deben ser efectuadas
técnicamente, de manera de lograr, para un mismo grado de
redistribución el mayor crecimiento económico. No es indiferente
para el crecimiento si un impuesto se aplica buscando minimizar los
desincentivos económicos que genera, con tal de permitir que la base
de recursos sea más amplia, o si se aplica sin más al mercado
laboral, como en propuestas que se consideran hoy.
También
parece haber confusión en torno a cuánto es posible redistribuir
sin afectar excesivamente el crecimiento. Así, aun después de
comprobar que nuevos impuestos a las empresas han estancado la
inversión, no se da mayor consideración a la necesidad de priorizar
para ajustar las demandas a los recursos con que razonablemente se
puede contar, sino que se validan expectativas de gasto y se
promueven nuevos impuestos.
En
un ambiente de improvisación se observan propuestas burdas, como la
que sostiene que una cotización del 5% de los ingresos de los
trabajadores va a tener un efecto distributivo diferente, aun en el
largo plazo, según si se define como de cargo del trabajador o del
empleador, contradiciendo la investigación económica seria. Y
también se advierten propuestas aparentemente más sofisticadas,
pero igualmente erróneas. Por ejemplo, se ha postulado que habría
que limitar el período post jubilación que deben financiar las
pensiones que genera la capitalización individual a una “tercera
edad”, para que la “cuarta edad” sea cubierta con recursos
Estatales, eventualmente obtenidos de un impuesto al trabajo.
Obviamente esto no crea riqueza. Las pensiones a cancelar con los
recursos acumulados en la AFP podrían subir, gracias a que el Estado
toma sobre sí el costo de financiar la “cuarta edad”. El Estado
estaría subsidiando por igual las pensiones durante la “tercera
edad” de todos los jubilados, que subirían, en vez de concentrar
su apoyo en los pensionados más necesitados.
Todo
este desorden resulta perjudicial. Pero el análisis serio y
ponderado ha ido siendo descalificado como funcional a un orden
institucional del que se desconfía, o sustituido por análisis
técnicamente deficientes, para validar propuestas de origen
ideológico o simplemente inviables. Es la Presidente de la República
quien puede empoderar a sus Ministros, capaces de hacer valer las
restricciones técnicas, de modo tal que el país pueda seguir
progresando en lo social porque logra retomar el crecimiento.
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