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martes, 7 de junio de 2016

Vamos de mal en peor....

El cobre y la bolsa de Santiago cerraron al alza, el dólar cerró a la baja en medio de un
escenario de incertidumbre acrecentada por el débil crecimiento del IMACEC de
abril y la baja de expectativas anunciada por el del Banco Central.




Bogart, Sinatra y La Moneda,

por Roberto Ampuero.


Cuando Frank Sinatra, en la década de los cincuenta, sintió que un diario lo hostigaba con comentarios sobre su vida personal y estaba a punto de demandarlo, Humphrey Bogart, el legendario actor estadounidense, le hizo una sugerencia: si quieres pelearte con un diario, le dijo, no lo hagas en forma directa, sino que acude a otro a contar tu versión de las cosas. Al parecer, los asesores de la Presidenta Michelle Bachelet no estaban al tanto del simple y sabio consejo de Bogart.



Existe ya amplia coincidencia en el país (y tal vez comienza a haberla también en el exterior) de que la Mandataria incurrió en un error político al querellarse contra los periodistas de Qué Pasa, que arriesgan una pena de tres años de cárcel y una multa de alrededor de siete millones de pesos. Tampoco reaccionó adecuadamente al tomar la iniciativa como ciudadana (no como Presidenta) de fijar, sin embargo, domicilio en La Moneda, emplear al portavoz para anunciarlo y difundir que su abogado trabajará sin solicitar honorarios a cambio. (¿De veras un servicio gratuito?, se preguntan algunos con suspicacia en esta era escéptica.)



Sería injusto, sin embargo, atribuir este faux pas a una intolerancia a la crítica que en el oficialismo sería exclusiva de Bachelet. Hablamos de una decisión que puede hacerla caer en las encuestas bajo el 20% de aprobación, cuando recién ingresó a la segunda etapa del mandato. En rigor, este tipo de reacción presurosa y desmesurada tiene un antecedente en 2015: las declaraciones de los senadores Isabel Allende y Jorge Pizarro, y del diputado Osvaldo Andrade, que incluyeron los términos "sedición" y/o "sedicioso" para condenar comentarios del diputado José Antonio Kast sobre la salud de la Presidenta, basados en rumores. Entonces, en medio de la fiebre retroexcavadora, la liviandad en el uso de los términos alarmó a la oposición.



En etapas de declive económico, desprestigio de políticos, debilitamiento de la amistad cívica, inseguridad y movilizaciones sociales, los mandatarios de la región suelen considerar que la prensa es el primer responsable de las desventuras de sus administraciones. Es lo que ocurrió ahora con Bachelet. Entendible: su liderazgo "blando" surgió gracias a la identificación emocional que suscitó como persona cercana, empática, protectora y comprensiva. Su popularidad parecía blindada e imbatible. Una vez perdida, recobrar esa seducción resulta sin embargo más complejo que reflotar un liderazgo basado en expertise , trayectoria o asertividad. Para recuperar terreno, el liderazgo emocional no recurre a más de lo mismo sino a armas ajenas a su sello: medidas drásticas, que fácilmente terminan oliendo a autoritarias.



Pero lo que hoy en el fondo agobia a La Moneda es la pérdida de sintonía de la Presidenta con el alma popular. ¿Cuándo perdió Bachelet esa atracción que la condujo dos veces al poder? Muchos estiman que fue cuando Qué Pasa reveló el escándalo Caval, en el que aparecen involucrados su nuera e hijo. Pero emerge una pregunta más importante, de resonancias parecidas, aunque diferente: ¿Cuándo perdió la Presidenta la comunicación con los chilenos? Es un proceso anterior, largo. Al parecer, los cuatro años del primer mandato, los tres en Nueva York y los dos del actual gobierno la despojaron de la facultad para sintonizar con la gente. Si ejercer la Presidencia encierra el riesgo de aislar a quien la ejerce, casi un decenio de política cupular (como suele serlo una Presidencia o un alto cargo en Naciones Unidas) ahonda la brecha con la gente. Hablamos, a final de cuentas, del riesgo que acecha a todo político.



A esa creciente distancia con la earth station , y no al caso Caval, se debe la incapacidad de Bachelet para volver hoy a despertar los sentimientos que crearon y fundamentaron su desaparecida convocatoria y liderazgo. Si en un comienzo estableció una relación tete a tete con la población, lo que en 2006 le permitió llegar a La Moneda, en 2013 fue en verdad solo la reminiscencia popular de la genuina sintonía original (además de la crisis de la centroderecha) la que le facilitó el regreso a Palacio.



Lo cierto es que en estos años cambiaron la gente y la Presidenta, pero quizás solo la gente se percató del distanciamiento. Por eso fue percibiendo a Bachelet con creciente frialdad y desencanto, y hoy con escrutinio severo. En consecuencia, una recuperación del apoyo popular de la Presidenta no pasa solo por mejorar la gestión gubernamental, sino también por aparecer dispuesta a abordar los temas que elude ante la prensa y la ciudadanía, a reconocer los errores de diagnóstico del país y a propugnar esfuerzos de mínima unidad para enfrentar como país los álgidos retos que enfrentamos. Solo después podrá aspirar Bachelet a recuperar la relación que una vez tuvo con los chilenos. Primero debe mejorar la performance gubernamental en su conjunto.



Como le comentó una vez Humphrey Bogart a su amigo Frank Sinatra: "Todo lo que se le debe al público es una buena actuación".



Otra semana compleja… ¿hasta cuándo?,

por Sergio Melnick.



LA SEMANA partió mal para el gobierno y la política en general. Las encuestas muestran que la aprobación al gobierno sigue cayendo y la desaprobación ya llega inéditamente al 80%. La calificación de los ministros es cada vez peor. Se paralizan más de 20 colegios, se moviliza la Confech, empiezan a parar las universidades, ya van más de 10. También la CUT hace un paro y marcha por las calles. Los estudiantes aún no entienden que se trata de un debate de ideas, no de fuerza y amenazan con hacer ingobernable al país. Lindo. Es evidente que no tienen ideas propiamente tal sino sólo slogans ideologizados y la fuerza no reflexiva del grupo masivo.









La percepción de la opinión pública sobre los partidos, el Congreso, la justicia, es simplemente lamentable. La aprobación de la gestión del Parlamento es en el entorno del 10%, de no creer. A la salida de Auth y Saffirio de sus partidos, se suma otro emblemático con la renuncia de José Antonio Kast a la UDI y anuncia candidatura presidencial. Ossandón dice que si no le dan garantías renuncia a RN y va como independiente. Atria insiste que el gobierno tiene dentro de sí a la derecha, representada por Burgos y compañía. Velasco ya se había alejado de la Nueva Mayoría y L. Pérez trató de desmembrar a RN. La cosa sigue, Revolución Democrática, un oxímoron más de nuestra política, critica y se distancia del gobierno y de la Nueva Mayoría que literalmente no sólo le regaló su diputación sino que además le entregó ideológicamente el Ministerio de Educación en que su desempeño fue lamentable.






Paradojalmente Crispi -renunciado del Ministerio de Educación- repasa a Ignacio Walker por su comportamiento en la reforma educacional y sostiene sin ambages que Walker “es el más desleal de los desleales con la Presidenta”. También se quiebra la Izquierda Autónoma y Boric es literalmente despedido del partido que él mismo fundó, y anuncia la creación de otro nuevo con una tónica obvia de caudillo. El PC mantiene como de costumbre una posición ambigua en relación a su propia coalición de gobierno y apoya la toma de la calle. Chain sostiene que la Nueva Mayoría ya se acabó.  Ahora suenan las voces para la formación de un frente amplio de izquierda que vendría a ser una versión UP 2.0. La fragmentación política que estamos viviendo tiene muy mal pronóstico, no somos capaces de aprender del pasado. La clase política ya se equivocó con el voto voluntario, y en el futuro añoraremos el binominal que dio tanta estabilidad y progreso al país.






En otro costal, la producción industrial de abril cae 3,5% y aumenta el desempleo a nivel nacional, y lo poco que hay de empleo es precario por decir lo menos. Las encuestas muestran un fuerte aumento de rechazo a la gestión de Valdés de 41% a 55%, mientras que su aprobación cae severamente desde el 51% a 39%. La población ya no le cree el discurso de que las cuentas fiscales están ordenadas y la economía estable. Al mismo tiempo se produce un explosivo aumento del rechazo a la reforma laboral (de 46% a 60%) y caída de la aprobación (de 42% a 28%).









Para agravar la situación, se publican los nuevos índices de victimización señalando un fuerte aumento del 12,5% en el 2015, totalmente contrario al discurso del gobierno. Por si eso fuese poco, se informa que el gobierno no ha ejecutado $ 3.200 millones del presupuesto de la Subsecretaría de Prevención del Delito. Ya nadie entiende nada. La victimización cayó en el gobierno de Piñera del 28,8% al 22,8%. En este gobierno, ha subido desde el 22,8% al 26,4% en dos años. Por cierto siguen los ataques en La Araucanía. Un 90% del país rechaza el manejo del gobierno del tema de la delincuencia. Aun así, el gobierno no escucha.






La guinda de la torta es doble: una es el cuestionamiento administrativo a La Moneda que pagó licencia médica a Ana Lya Uriarte pese a que “doctrina” de la Contraloría lo prohíbe. Un detalle menor, pero simbólico de la gestión y de lo que ocurre en el palacio. La otra guinda es la querella de Bachelet a un medio de comunicación -justo el que abrió el tema Caval- por “la canallada de una difamación y montaje”. Una actuación poco reflexiva que denota mal criterio y malos asesores, quizás un intento de victimización (como el femicidio político) que no siempre resulta. Curiosamente no se ha cuestionado la veracidad de lo publicado, y me temo que todo este affaire terminará siendo un boomerang para el gobierno. Hace recordar el mismo comportamiento de Allende y Pinochet con los medios.






La buena noticia de la semana es el aparente inicio de la retirada de la marea roja, que quizás hasta podría ser simbólico. El balance final de la semana entre lo bueno y lo malo por cierto queda en manos del lector.




Malentendido en París,
por Juan Andrés Fontaine.



Concurre la Presidenta Bachelet, acompañada de varios de sus ministros, a la sede de la OCDE en París -club de "economías avanzadas" al que pertenecemos- para presidir su consejo de ministros. Discuten sobre la conexión entre productividad e inclusión social, tema que no puede sernos más pertinente: en aras de una mayor inclusión social, el Gobierno ha promovido políticas que desalientan las inversiones y la productividad. Esa estrategia es en parte responsable del virtual estancamiento de la marcha de nuestra economía. La propia OCDE recibe a la delegación nacional con un humillante recorte a tan solo 1,5% en su proyección anual de crecimiento para Chile.



La visión de esa institución debería interesar a nuestras autoridades. Concuerda ella en la importancia de reducir las desigualdades, pero dirige su atención especialmente hacia la falta de oportunidades de educación y empleo, esto es, a la desigualdad de oportunidades más a que a la de resultados. Agrega que ampliar las oportunidades de los sectores vulnerables -habla del 40% más pobre- no solo hace a la sociedad más incluyente, sino que también eleva su productividad, porque le permite aprovechar mejor todos sus talentos. Su recomendación es que los gobiernos inviertan más en educación preescolar y en infraestructura. Así también, que eliminen las trabas regulatorias o de otra índole que inhiben la competencia y la innovación. Admite que ello puede provocar algún incremento de la desigualdad de ingresos, pero que vale la pena, porque ayuda a crear empleos y promueve la movilidad social.



Como poco o nada de lo que hace el Gobierno apunta en esa dirección, se esperaría del organismo alguna crítica constructiva, pero según la prensa no ha sido así. Tal vez haya en ello un malentendido: el término "reforma estructural", profusamente usado para caracterizar al programa de gobierno, es también empleado allá para describir políticas de apertura y flexibilización de mercados. Pero ni la gratuidad universitaria, ni el empoderamiento sindical para obtener alzas salariales por sobre la productividad, ni el fuerte aumento de los impuestos a las empresas forman parte de la agenda que promueve la OCDE para Chile u otros países.



Preguntado su secretario general, el mexicano Ángel Gurría, por las tres principales reformas del Gobierno, afirma que "son cruciales". Sin embargo, en relación con la reforma laboral, parece entender que las críticas, así como las protestas sindicales que también ha despertado la reforma que promueve el gobierno socialista francés, son un costo inevitable de las medidas modernizadoras. Ignora, al parecer, que la nuestra avanza en la dirección opuesta a la de la iniciativa gala, que propende hacia un mercado laboral menos rígido. Ni siquiera las exigencias de la diplomacia deberían impedirle reconocer que las recetas de la OCDE para la productividad y la inclusión están en las antípodas de lo que se intenta acá.



El reino de los lelos,

por Fernando Villegas.




LA ULTIMA encuesta de Cadem arrojó resultados -ya los veremos con algún detalle- que reflejan tan contundente y acelerada caída libre de la Mandataria y su gobierno que nos ha dejado lelos a todos. Preciso el término; tanto el Gran Diccionario Everest de la Lengua Española como el de la Real Academia definen la expresión “lelo” exactamente del mismo modo: “Fatuo, simple y pasmado”. El Everest agrega un matiz extra, bobo. De cuál  significado deba aplicarse depende del uso y contexto. “Quedó lelo”, decían otrora cuando deseaban hacer alusión a alguien en pasmo, como por ejemplo nos hemos quedado los ciudadanos con las cifras de dicha encuesta, pero si en cambio se afirmaba “qué lelo es ese tipo” se quería decir, con vocablo más suave, que dicho fulano era un imbécil. Este último no es por el momento el caso de todos los ciudadanos, pero sí hay abundancia de la primera variante. De ahí que en ocasiones una nación pueda llegar a convertirse en el “reino de los lelos”, esto es, en una porción de espacio territorial que por un lapso de tiempo aparece, a la observación de los zoólogos y tratadistas, como habitada y hasta gobernada por la mar de lelos originados en parte por pasmo y en parte por necedad.






A la condición de lelo en su primera y menos grave versión, esto es, simplemente la de una criatura víctima del pasmo y la fatuidad, podemos caer todos; por eso el mal se puede masificar y dar origen a los mencionados reinos. Estos, dicho sea de paso, crecen lujuriosamente en algunas zonas del planeta, como Sudamérica, donde las condiciones ecológicas son muy propicias. Sudamérica es la tierra prometida del cantinfleo y el machismo político hecho de alardes y de violencia, de posturas teatrales, desprolijidad, enorme pereza mental e invencible indolencia; por todo eso suelen darse muy bien los credos, cualquier credo o sistema de creencias -también llamados programas- que elimine la necesidad de pensar pero, al mismo tiempo, como por arte de birlibirloque suministre una explicación de qué es el universo, en qué consiste la verdad, cuál es la naturaleza de la justicia, adónde debemos ir en nuestra vida, con qué criterios evaluar al prójimo y a qué villanos invitados detestar, amén.






Con el credo nace y prospera la fatuidad del bendito a quien se le ha revelado TODO, pero a esa fatuidad tarde o temprano le sobreviene de compañía su hermano de leche, el pasmo y desconcierto, lo cual sucede cuando al fin los feligreses comprueban que aun no viene y parece que no vendrá por segunda vez el Mesías, que no hubo Fin de Mundo en la fecha señalada, que no llegaron al galope los cuatro jinetes del Apocalipsis o no hubo educación de calidad y ni siquiera gratuidad pues la habrá de pagar Moya. Eso es a fin de cuentas el ser lelo, la penosa condición oscilatoria que alterna entre esperar y aspirar a tonterías y sufrir rabiosos desencantos.









Cifras.
El credo, todo credo, deteriora hasta casi aniquilar las facultades del entendimiento. Esto significa que deja desprovistas a sus víctimas de la capacidad para aplicar la claridad y lógica del canon aristotélico, o, simplemente, sacar lecciones de la realidad tal como se manifiesta en las cifras.









Como ejemplo veamos las de la ya mencionada encuesta Cadem. De acuerdo a ellas la Mandataria sólo cuenta con un 21% de aprobación, apenas un 25% cree en lo que promete, nada más que un 29% le tiene confianza, su liderazgo es de un magro 29% y ante la pregunta de si “tiene capacidad para solucionar los problemas del país” un escaso 27% dice que sí. En cuanto a sus colaboradores, un casi imperceptible 15% aprueba la gestión del equipo de ministras y ministros y en todas las áreas la percepción de la gente es igual de devastadora. Es así en Salud, con un 78% de desaprobación, en Transporte Público con 77% de desaprobación, en lucha contra la Delincuencia, con 87% de desaprobación, en el tema del Conflicto Mapuche con 82% de desaprobación y en Corrupción con un 89% de desaprobación. Sume a eso el 75% de interrogados que desaprueba la gestión en creación de empleos y el 78% que desaprueba la gestión en economía. Aun en Educación, el caballo de batalla del gobierno y con cuyo pretexto se ha entregado ya el paquete de tallarines más grande de la historia, un 78% desaprueba. ¿Y cuál ha sido la reacción del régimen ante esta encuesta y también frente a las anteriores, que nunca han sido mucho mejores?






Resiliencia”.
Podríamos describir la respuesta de los titulares del régimen ante esa fenomenal desaprobación usando una palabreja que se ha puesto de moda, “resiliencia”, pero si bien “resistencia” es un equivalente más adecuado y menos pedante, aun mejor sería definir dicha actitud como una rica mezcla de porfía, obstinación, cerrazón mental, arrogancia, soberbia, miopía, fanatismo e ignorancia, todo en uno.






Sin embargo no debiera concitar asombro  -o pasmo- el espectáculo reiterado de tanta “resiliencia” dado por los apóstoles verbales de la Buena Nueva y hechores materiales del hasta ahora más estrepitoso de los fracasos: eso, la distancia abismal entre creencias y realidades, constituye la virtud Teologal de todo Credo. Así como casi no hay cristiano que haya dejado su fe por el largo historial de distorsiones y toda clase de humanas falencias de la Iglesia, así también sólo muy  pocos revolucionarios con un póster del Che en su pieza -pero mejor aun con pituto en la administración pública- dejaron de serlo luego de darse una vueltecita por Cuba o la RDA; de hecho la mayor parte de la feligresía de izquierda, contra toda evidencia racional y empírica llovida a cántaros, todavía suspira con nostalgia y/o ve en esos lugares un faro de luz para la humanidad. Quizás a esos turistas del socialismo que sí cayeron en el desaliento habría que sumar los que relajaron su fe por efecto del dinero, método mucho más eficaz y casi infalible para abandonar la doctrina oficial de la Iglesia. Pero, es de temerse, estos últimos son escasos: muchos son los llamados, pero pocos los elegidos para hacerse cargo de los más sabrosos cargos.









Huyendo hacia adelante.
Hay entonces ingenuidad -a veces eso es casi el equivalente del pasmo en materia de déficit atencional- en quienes aun esperan por parte de La Moneda y la NM un gesto de reconocimiento del fracaso y en seguida la puesta en vigor de las urgentes medidas correctivas. ¿Cómo se puede esperar tal cosa? Las ilusiones que hubo de que venía en camino una rectificación, alentadas durante largas 24 horas por la llegada al gabinete de Valdés y Burgos, se han disipado hace mucho. Ya ni siquiera la sonrisa presidencial emociona a nadie, salvo quizás a los odontólogos. Y aun si por milagro ese despertar del sueño revolucionario -para luego rectificar la gestión- fuera considerado seria y patrióticamente, de todos modos tanto el gobierno como su coalición están impedidos de hacerlo porque para llegar al poder y propinar el puntapié inicial desataron demasiadas fuerzas, esperanzas, demandas, exaltaciones y delirios, como bien lo manifiestan quienes se desembarcan en estos días no por moderación, sino por pretender ir aun más lejos. Ese frenesí se observa en su propia gente, la de partido, la de pituto, pero aun más en las hornadas juveniles que a variables distancias orbitan alrededor de la Fe de los elegidos, ese hiperbólico llamamiento a erigir una sociedad alternativa propuesta a base de negaciones tales como No al capitalismo, No al Lucro, No a las elites, No al modelo, No al orden social burgués, No a la salud privada, No a la Constitución, No a los empresarios, No a la derecha y NO a todo lo que caiga en el amplio saco de la acusación final, fundamental y decisiva: ¡Fascistas!






Este proceso político, el encabezado por Michelle Bachelet,  no tiene un modo de autocorrección. Carece de reset. No puede tenerlo. Nunca los tienen. Como una ola o más aun, como un tsunami, no conocen otra dinámica que avanzar hasta que su impulso cinético se diluya dejando en el camino los debidos estropicios. De sus errores estos regímenes sólo pueden huir corriendo hacia adelante.






Se mueve el bote,
por Luis Larraín.


Se mueve el bote en la política chilena. Los partidos tradicionales, los nuevos e incluso las dos grandes alianzas que han dominado nuestra política en los últimos veinticinco años son desafiados por figuras emergentes, deserciones y nuevos alineamientos.



Hay dos elementos que ayudan a entender por qué está sucediendo esto. El primero es el cambio del sistema electoral. Al terminarse el binominal, los incentivos para evitar la fragmentación y agruparse en grandes bloques volaron por los aires. Como en otras reformas realizadas recientemente, lo que ocurrió acá es que el diagnóstico era de un simplismo que rayaba en la consigna (el fin del sistema binominal iba a resolver todos nuestros problemas), de modo que los propios impulsores del cambio de sistema electoral no estudiaron las consecuencias que iba a tener. Y una de ellas era, obvio, la fragmentación. El binominal daba mucha gobernabilidad y menos representación del abanico de posiciones políticas; ahora estamos en lo contrario: mucha representatividad y menor gobernabilidad. ¿Cómo combina ello con un sistema presidencialista como el nuestro? De nuevo, al igual que en muchas de las reformas de la Nueva Mayoría, parece que nadie lo pensó.



Hay que reconocer que al cambio de sistema electoral se agregó un factor que quizás no estaba en la mente de nadie: la destrucción de la reputación de los políticos a partir de los casos de financiamiento irregular. Ello otorga nuevos incentivos a los actores. Las marcas se degradan, la primera afectada fue la UDI, y hoy día PPD es una mala palabra en la centroizquierda, según me confiesan mis amigos de esa vereda.



No debiera extrañar entonces que Auth se vaya del PPD; Kast, de la UDI, y Saffirio, de la DC, mientras Ossandón amenaza dejar RN.



En la izquierda, Revolución Democrática, el partido de Jackson, abandona el Gobierno (se van de altas posiciones que ocupaban en el Ministerio de Educación), e Izquierda Autónoma, movimiento en que militaba Boric, se divide.



Hay entonces elementos de tipo estructural que explican estos movimientos en la política chilena. No es solo oportunismo (aunque algo de él debe haber cuando se abandona al Gobierno después de haberlo embarcado en radicales reformas, al llegar este a un apoyo de apenas 21%). Tampoco podemos atribuirlo solamente al infantilismo revolucionario que suele atacar a los movimientos de izquierda y que denunciaba el mismo Lenin; ni siquiera a mera ambición personal, aunque en todo político hay una cuota de ella.



Los jóvenes que abandonan la Nueva Mayoría se ven frente a la opinión pública asociados a grupos estudiantiles y sociales de posiciones muy radicalizadas, que llaman a movilizaciones de largo aliento y notifican a la Presidenta Bachelet el comienzo de una etapa turbulenta. Algunos piensan que esto es un error político, porque esas actitudes tienen el rechazo de la mayoría de la población.



Pero esa es una mirada de corto plazo.



Lo que Revolución Democrática está haciendo, es articular una oposición a Bachelet y a la Nueva Mayoría desde la izquierda. Y eso tiene mucho sentido para ellos.



Les permite salvar la cara ante el evidente fracaso del gobierno de Michelle Bachelet. Con ello evitan reconocer que este se debe a un programa de gobierno radical que partió de un diagnóstico equivocado acerca del modelo económico. Ellos asumieron, y arrastraron en ello a los políticos de la Nueva Mayoría, que la gente descontenta y cansada de tanta desigualdad quería abandonar esta sociedad capitalista para abrazar causas solidarias donde el Estado protector reemplazaría al mercado y al funesto lucro.



A poco andar, sus insensatas reformas revelaron que la mayoría apreciaba la libertad de elegir y no quería una oferta puramente estatal.


Pero los jóvenes líderes estudiantiles devenidos en políticos no pueden aceptar esto. Adoptan entonces la clásica receta de la izquierda: lo que ocurre es que las reformas no han sido lo suficientemente radicales. Ocupan además un espacio que antes monopolizaba ME-O, hoy también degradado.



¿Y qué pasa en la centroderecha? Necesito más tiempo y distancia para entenderlo.



Espinas en el jardín,
por Héctor Soto.



LA QUERELLA de Michelle Bachelet Jeria contra revista Qué Pasa no sólo es el hecho político de la semana. También podría serlo el del año o de la década. Al fin y al cabo, es la primera vez desde el restablecimiento de la democracia que un medio es querellado por quien ejerce la Primera Magistratura de la Nación y hay consenso en que este precedente -cualquiera sea su desenlace- no es una buena noticia para la libertad de expresión. Más allá del aprecio que esta garantía constitucional pueda inspirar en un columnista político y más allá también de la relación profesional que tengo con Copesa, propietaria de este diario y de Qué Pasa, es la libertad de expresión lo que me lleva al tema.



La querellante ha insistido en que actúa como ciudadana, en el legítimo ejercicio de su derecho a la honra. Discutible, pero aceptémoslo. Obviamente, sin embargo, el desdoblamiento entre la persona y el cargo entra a una zona de confusiones veleidosa cuando es el ministro secretario general de Gobierno quien, desde el Congreso, anuncia al país el libelo y es la propia Mandataria, de visita en Francia, quien ocupa una tribuna oficial para referirse a las razones de su actuación. Otro tributo al equívoco es que la ciudadana Bachelet declara que su domicilio es el Palacio de Gobierno y no su residencia particular, casi para recordarnos que errores de este tipo pueden cometerse en todos lados. No sólo en el periodismo.






Al margen de la convicción de la querellante en orden a que la publicación de la nota de Qué Pasa envuelve la comisión del delito de injurias que ella no está dispuesta a tolerar -asunto sobre el cual son los tribunales los que tendrán que pronunciarse-, es indudable que la acción criminal es un hecho político en sí muy revelador, entre otras cosas porque reproduce rasgos del carácter de la Presidenta y del rodaje de su gobierno.









El hecho más general y que aplica como telón de fondo del episodio es el sentimiento de incomodidad e indefensión en que la Mandataria cree encontrarse frente a un sistema de medios -dicho con delicadeza- poco comedido con ella. En esto Bachelet no es muy distinta a otros mandatarios a los cuales les costó entender el rol fiscalizador de la prensa y que siempre prefirieron la incondicionalidad a la independencia, el halago a la crítica, “la nota humana” con olor a matinal al emplazamiento duro envuelto en preguntas incómodas o en revelaciones desagradables. No tiene mucho sentido rasgar vestiduras a este respecto. Es humano -totalmente humano- sentirse mejor en ambientes cariñosos y protegidos. Lo que no tiene mucha presentación es pretender que la prensa pueda ser uno de esos ámbitos o ambientes. Eso es no entender la función crítica del poder -ojalá de todos los poderes- que los medios deben cumplir en una sociedad democrática. En esto sí que los presidentes debieran desdoblarse. Desdoblarse entre las figuras políticas que son y los estadistas que están llamados a ser, para comprender que una prensa independiente -aun con sesgos, aun con errores, aun con  ideas o gustos que te revuelven las tripas- es mejor para el país que una prensa atemorizada o sumisa al poder.






La querella es producto de una reacción destemplada e impulsiva. Es débil en sus fundamentos jurídicos y torpe en sus alcances políticos. Es cierto que la nota de Qué Pasa recae en una herida dolorosa para la Presidenta, el caso Caval. Pero ella debiera entender que lo realmente doloroso no son los antecedentes que Qué Pasa destapó, y que después la propia revista, los diarios y los informativos han seguido sacando, sino que el escándalo haya descrito lo que hasta aquí parece un turbio negociado y una enorme operación de tráfico de influencias. ¿A qué se refiere la Presidenta cuando dice que basta de mentiras? Si está hablando de especulaciones y mala fe, perfecto: es legítima su demanda. Sin embargo, como no lo explica, pareciera estar pidiendo que los medios no hagan lo que tienen que hacer, que es informar.






La querella asume que la nota de Qué Pasa -que dice lo que alguien dice en una pieza anecdótica o importante del proceso, da lo mismo- es parte de una operación encubierta publicada para dañarla a ella. La querella ve una maquinación donde no la hay. En esto los medios cargan con una mochila de sospechas nada fácil de sobrellevar. La idea de que detrás de lo que publican hay siempre una mente diabólica y centralizada que está visando cada verbo y adjetivo, cada página y titular, para que encaje justo con la movida que está haciendo el fulano de allá o el operador de acá, alimentó en el siglo XX laboriosas fantasías paranoicas que vieron doble intención hasta en el Pato Donald. Por lo visto, la caída de los muros, que dejó a muy mal traer esas obsesiones, no ha logrado desarmar totalmente esa matriz maníaca propia de la Guerra Fría. Que algo de eso todavía subsista en una persona que sigue admirando a la RDA, que opera con círculos de confianza muy reducidos y que ama el secretismo como estilo de gobierno no debiera ser tan extraño. Pero basta de delirios. Cualquiera que haya trabajado en un medio sabe que esas fantasías son supercherías. Este es un oficio donde interviene mucha gente (gente que piensa distinto, por lo demás), donde se juntan muchos imponderables, donde a menudo nada resulta en la forma y los términos previstos, de suerte de asignar intencionalidades unívocas, más que un error, con frecuencia suele ser un disparate. Ahí, en esa ecuación misteriosa entre lo que se quiere hacer y lo que sale, entre el profesionalismo y la improvisación, entre las decisiones tomadas en frío al comienzo y las tomadas en caliente y bajo presión al final, y donde sólo ha de excluirse la mentira, radica parte de la miseria del periodismo y también de su grandeza.






Quien pensó que la libertad de expresión era un jardín de rosas se equivocó medio a medio. Nunca lo fue y ojalá nunca lo sea. Tiene flores delicadas, es cierto, pero también tiene malezas y espinas. Por lo mismo es que hay que cuidarla.



¿Ciudadana o Presidenta?,
por Carlos Peña.



Uno de los rasgos más llamativos de la querella presentada contra la revista Qué Pasa ha sido el intento de distinguir entre la ciudadana Michelle Bachelet, por una parte, y el cargo de Presidenta de la República, por la otra.



La querella habría sido -se ha dicho- presentada por la ciudadana y no por la Presidenta.



La distinción tendría un objetivo aparentemente razonable: poner de manifiesto que, frente a la maledicencia, ella está tan herida en su honra como lo estaría cualquier hijo de vecino. Ella no se sentiría dañada como Presidenta, sino como persona común y corriente, y en este último carácter habría recurrido a los tribunales.



Suena bien.



Pero no está bien.




Y no está bien por dos razones.



La más obvia es jurídica.



Como el cargo de Presidenta de la República y los deberes que impone son del máximo interés público, de ahí se sigue que quien ejerce ese cargo posee un umbral de protección frente al escrutinio de la prensa, o incluso la maledicencia de las personas, que es más débil que el que tiene un ciudadano común y corriente. Como cualquier abogado sabe, quien ejerce un cargo público está menos protegido frente a la prensa que un ciudadano.



Así, entonces, cuando la Presidenta pretende que su querella contra los periodistas es la de una simple ciudadana, aparece pretendiendo un umbral de protección mayor al que, en razón de su cargo, está sometida. Así, lo que pudo ser un gesto de sencillez -decir que no actúa como Presidenta, sino como ciudadana- acaba siendo, objetivamente, una estrategia de protección. Pero eso no es aceptable: la Presidenta no puede esgrimir (como lo hizo) su carácter de ciudadana cercana y empática para obtener el poder presidencial, y luego (como se la hace aparecer hoy) esgrimir ese mismo carácter para evitar las servidumbres que ese poder le impone.



La otra razón es política.



Al invocar una condición de mera ciudadana, la Presidenta hace un esfuerzo por reverdecer el atributo que ha caracterizado su vida pública: su espontánea capacidad de sintonizar con las audiencias, su comportamiento de persona de a pie, ese talante que justamente por no presumir de aura alguna, la tenía. Pero ese hechizo -como las encuestas lo ponen de manifiesto- se deshizo. Y se esfumó como consecuencia del mismo caso al que pertenecen las declaraciones que la enardecieron y por la publicación de las cuales ahora se querella. La situación entonces no puede ser peor. La querella, en vez de apagar el fuego de Caval, lo sopla y lo atiza: mantiene en la esfera pública, a disposición de las audiencias y de la ciudadanía de a pie, impidiendo se le olvide o se desvanezca, el mismo caso que ha erosionado su prestigio y que con esta querella intentó absurdamente contener.



Es difícil imaginar un asunto con peores pérdidas para todos los partícipes -los querellantes, los querellados, los testigos, las instituciones- que el caso que ahora se inicia.



Una Presidenta atada, mientras dure el proceso judicial, al caso que la atormenta ya más de un año; periodistas describiendo en estrados el proceso de edición y contribuyendo así a que se someta su oficio, hasta hace poco orgulloso, al escrutinio judicial; ministros testificando obligados -era que no- las emociones presidenciales; preferencias políticas y editoriales, código penal en la mano, revisadas por un juez; una querella contra periodistas interpuesta con el pretexto de proteger la verdadera libertad de expresión; Chile, en fin, expuesto ante la comunidad internacional, la Sociedad Interamericana de la Prensa y la Relatoría de la Libertad de Expresión, como un país alérgico a la libertad de prensa, dando pretextos fáciles para que se le compare tontamente con la Argentina de Kichner o el Ecuador de Correa.



No cabe duda.



La estrategia de la querella parece diseñada por un adversario de inteligencia enrevesada que se hubiera propuesto no sacar nunca a la Presidenta de esa arena movediza -el caso Caval- por la vía de convencerla de que está saliendo, mientras al mismo tiempo le sugiere hacer todo lo necesario para hundirse todavía más en ella.



Ella baila sola,
por Max Colodro.






HABÍA REACCIONADO bien, expresando su legítima indignación frente a un diálogo que le imputaba hechos muy poco creíbles. Complementó además su molestia informando al país que había aportado a la investigación del caso Caval, declarando voluntariamente como testigo. Pero terminó dinamitándolo todo al presentar una acción criminal en contra del medio de comunicación que, bien o mal, tomó la decisión de publicar el contenido de esa conversación inverosímil, incluida sin embargo en la carpeta investigativa por el fiscal que instruye la causa.






Michelle Bachelet abrió así un abismo con la prensa y los periodistas en el peor momento de su imagen pública, optando por un camino que la ubica en la vereda contraria a la libertad de expresión. En paralelo, la ofensiva de la Mandataria repuso la atención en un caso judicial que sólo ha traído costos para su credibilidad, reforzando paradójicamente las asociaciones implícitas que en apariencia esta querella buscaba desacreditar.






Desde el primer minuto, la decisión de la presidenta hizo visible una desprolijidad asombrosa, una trama de desaciertos que sólo puede explicarse por la ausencia de un análisis político básico respecto a sus riesgos y costos inevitables. En efecto, la pretensión de separar a la ‘ciudadana Bachelet’ del cargo de presidenta es de una ingenuidad preescolar, un objetivo inocuo que además fue de inmediato saboteado por la decisión de anunciar la querella a través del ministro vocero del gobierno y de poner a La Moneda como domicilio del querellante. A ello se sumó además que los gestores de esta iniciativa no tuvieron ni siquiera la deferencia de informar a los testigos que serían agregados al requerimiento; exponentes forzados entre los cuales la ‘ciudadana’ Bachelet decidió incluir nada menos que a unministro del comité político ya la jefa de gabinete de laPresidencia.






En rigor, no resulta fácil entender cómo en un caso de estas implicaciones no existió el más mínimo control de daños y de riesgos por parte del gobierno. Un síntoma sin duda innegable de las debilidades que hoy cruzan al entorno presidencial y al propio gabinete, que al final no fueron capaces de evitar una decisión que no tendrá ningún rendimiento político sustantivo. Sin ir más lejos, para una Mandataria que ha hecho de su condición de víctima de la dictadura un aspecto central de su posicionamiento público, ya resulta un costo muy alto que su acción judicial esté siendo cuestionada por la Sociedad Interamericana de la Prensa, Human Rights Watch y la directora del Instituto Nacional de DD.HH., entre otros.






En síntesis, más allá de cualquier otra consideración, lo que este caso volvió a dejar al descubierto es la preocupante soledad de la presidenta, la enorme carencia de componentes que ayuden a evaluar y a contrastar las consecuencias de sus decisiones. En este incidente, lo que brilló por su ausencia fueron los imprescindibles elementos de contención que todo equipo de gobierno debe tener; la efectiva capacidad de sus ministros y asesores para, en un incidente donde se mezclan hasta lo indecible las dimensiones humanas y políticas, conseguir que la presidenta de la República no termine bailando sola.



Progresiva atomización partidaria.







No es casual el fenómeno de fragmentación que empieza a sufrir el sistema político chileno, y del cual esta semana la renuncia del diputado José Antonio Kast a la UDI ha sido otro ejemplo. Se trata más bien del resultado de un proceso progresivo. Este partió cuando el debilitamiento de la férrea disciplina que caracterizó a las principales coaliciones en los inicios de la transición dio paso al surgimiento de "díscolos": parlamentarios que, asumiendo posturas "rebeldes" dentro de sus respectivos bloques, cosecharon réditos mediáticos y capacidad negociadora, en la medida en que sus votos empezaron a resultar decisivos para conseguir la aprobación de determinados proyectos. Se sumaron posteriormente congresistas independientes, caudillos locales que lograron ser elegidos sin el apoyo de partidos institucionalizados. El poder de estos pudo incrementarse en la medida en que gobiernos de distinto signo empezaron a recurrir a ellos para construir mayorías en temas puntuales, eludiendo el más difícil, pero también más sólido, camino de los grandes acuerdos políticos.



Un paso extremo en esta evolución se produjo luego de los últimos comicios, cuando congresistas de oposición recién elegidos abandonaron la colectividad que los llevaba en sus listas para pasar a conformar una nueva facción. Luego, los miembros de dicho grupo aportaron a la Nueva Mayoría los votos que esta necesitaba para reemplazar el sistema binominal por uno proporcional; esto, a cambio de minimizar los requisitos para constituir legalmente un partido y asegurar así su propia supervivencia. De este modo, ha terminado estructurándose toda una nueva institucionalidad que incentiva la atomización, al reducir los umbrales de votación necesarios para llegar al Congreso y facilitar la multiplicación de colectividades políticas.



Ha terminado estructurándose toda una institucionalidad que incentiva la atomización, al reducir los umbrales de votación necesarios para llegar al Congreso y facilitar la multiplicación de partidos.



Fragmentación sin contenidos...



Existe abundante literatura respecto de las consecuencias que este tipo de fenómenos supone para la gobernabilidad de los países; la propia experiencia chilena en el siglo 20, con el trágico colapso democrático de 1973 como corolario, suele ser citada a ese respecto.



Un rasgo característico del actual fenómeno de fragmentación política, sin embargo, es la ausencia de cuestiones doctrinarias de fondo como factor motivante. Una mirada atenta de los distintos casos muestra que, más allá de discursos que apelan superficialmente a la pureza ideológica o a la recuperación de valores, las escisiones parecen obedecer más bien a cálculos de poder e intentos por alterar correlaciones de fuerzas; por ejemplo, la situación de quienes pretenden levantar candidaturas presidenciales testimoniales como forma de mejorar su posición negociadora frente a eventuales gobiernos.



... y una clase media sin respuestas



Contrasta la superficialidad de tales juegos de poder con la falta de una respuesta política a los cambios que ha experimentado Chile durante las últimas décadas. La conformación de una nueva y mayoritaria clase media es por cierto el fenómeno social más importante del período. Millones de personas han salido de la pobreza y mejorado sus condiciones de vida. Pero junto con las nuevas perspectivas que ello les ofrece, experimentan también las contradicciones de un proceso de modernización acelerada. El acceso a mayores niveles de consumo va acompañado del temor a perder el empleo o a sufrir contingencias inesperadas -por ejemplo, una enfermedad- que vuelvan a sumirlas en la precariedad. Al logro de ver a sus hijos llegar a la educación superior se contrapone la frustración de constatar cómo, precisamente por su masificación, los títulos universitarios, si bien aún permiten acceder a más altos ingresos, ya no confieren el estatus social que suponían cuando era solo una élite la que podía optar a ellos. La percepción de progreso, en fin, va signada por la opuesta sensación de inseguridad.



Así, el sistema económico de mercado que ha permitido el surgimiento de esa nueva clase media se ha vuelto también el objeto de sus cuestionamientos. Y precisamente cuando se ha mostrado el fracaso de las pretendidas fórmulas alternativas, es cuando ese modelo se ha quedado sin un relato político que, acogiendo las críticas y promoviendo su perfeccionamiento, lo sustente. En cambio, discursos radicales de dudoso fundamento inflaman la discusión pública, inspiran equivocados proyectos refundacionales y, lejos de resolver falencias sin duda reales, amenazan las bases del desarrollo alcanzado.



Teóricamente, podría haberse esperado que la fragmentación de nuestro sistema político -fenómeno por tantas razones negativo- diera al menos pie al surgimiento de nuevos planteamientos que intentaran resolver ese vacío. Nada de eso ha ocurrido. Al contrario, frente a las incertidumbres de una ciudadanía que demanda progreso pero también seguridad, las respuestas siguen pendientes.



La importancia de preservar la libertad de expresión.







LA QUERELLA que presentó la Presidenta de la República en contra de la revista Qué Pasa -medio que pertenece a Grupo Copesa, al igual que La Tercera-, por considerar injuriosos una serie de antecedentes que forman parte de la investigación del  “caso Caval”, ha concitado amplio rechazo tanto a nivel nacional como internacional, al representar un inexplicable intento por limitar no sólo el derecho sino la obligación que tienen los medios de difundir información relevante en un caso que tiene evidente interés público.




Una acción judicial de esta naturaleza -que no busca propiamente una rectificación, sino que solicita expresamente la aplicación de penas de cárcel- no encuentra precedente desde el retorno de la democracia al país, y el solo hecho de que se haya invocado representa una evidente amenaza a la libertad de expresión, porque interfiere y condiciona gravemente el trabajo periodístico y el derecho que tiene la ciudadanía a acceder a información de interés público. Lo que corresponde es que las autoridades protejan este derecho, confusión que debería ser restablecida por los tribunales de justicia al pronunciarse sobre esta  acusación.




La Asociación Nacional de la Prensa solicitó un desestimiento de esta querella, “a fin de que los profesionales de las comunicaciones puedan continuar realizando sin inhibiciones su labor de informar a la ciudadanía”. A su turno, la Sociedad Interamericana de la Prensa (SIP) también la criticó.  Es así como el presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de la SIP señaló que “sin dudas esta demanda tiene la intención de amedrentar (…) Un presidente democrático, en especial en la tradición chilena, siempre podrá encontrar otros métodos, como la solicitud de dar su versión, y eventualmente rectificar las informaciones que juzgue inexactas o inadecuadas, en lugar de promover demandas penales”. En una línea similar se pronunció el relator especial para la libertad de expresión de la Comisión Interamericana de DD.HH., quien planteó que nunca debería usarse la jurisdicción penal contra periodistas. Recordó que estos profesionales deben “agotar los medios para acercarse a la verdad, pero no se les puede plantear una exigencia de veracidad”.




Sorprende entonces que a pesar de que autorizadas voces han alertado acerca de lo inconveniente de esta acción penal, se insista en ella, exponiendo innecesariamente la imagen del país, al recurrir a una práctica que otros gobiernos de la región han ejercido irresponsablemente como forma de desalentar a medios independientes o que no les resultan afines. La Presidencia tampoco puede pretender que esta acción se disocie de la figura de la Mandataria y se acote a una acción “personal”, porque en virtud de su investidura ejerce una influencia que no posee ningún otro ciudadano del país.




Un análisis sereno de cómo se sucedieron los hechos muestra que la nota ampliada que publicó Qué Pasa en su página web reproducía grabaciones de uno de los principales involucrados en el Caso Caval, las cuales contenían graves alusiones a la Presidenta de la República, así como a otros políticos y abogados. No cabe duda de la pertinencia periodística de la publicación de dichos antecedentes, al tratarse de hechos de innegable interés público, por  formar parte de una investigación que deberá resolver la eventual comisión de delitos por parte de varias autoridades.




Pudiendo ser atendible el reproche de que el medio falló en el cumplimiento de sus propios estándares editoriales, al no requerir la versión de los afectados y dejarla consignada en la nota -un estándar ciertamente más exigente que el legal y al cual también está sujeto este diario-, dicha omisión fue corregida prontamente con una edición de la nota, ofreciéndose por parte de la dirección de Qué Pasa disculpas a los potenciales afectados y a los lectores. La reacción de la Presidencia y del gobierno, sin embargo, ha sido objetar el derecho de la revista a publicar esta información, señalando que no se habría cumplido con el deber de verificar la veracidad del contenido de las grabaciones reproducidas, atribuyéndole además la intención de dañar “la honra y la reputación” de la Mandataria.




Llama la atención que se ignoren principios básicos del funcionamiento de los medios en una sociedad abierta y pluralista, ya que la exigencia de verificación de veracidad equivaldría a dejar fuera del conocimiento de los ciudadanos parte sustancial de información indispensable para evaluar el comportamiento de autoridades y entidades. De allí que los medios deben primordialmente verificar la fuente, en este caso de una investigación judicial, y atribuirla correctamente, entregando el contexto que permita sopesar su alcance y veracidad por la propia opinión pública, todos criterios que fueron debidamente explicitados por el semanario.




Tampoco corresponde desestimar la pertinencia de una información por el solo hecho de que la fuente que le dio origen aparezca cuestionada. Es legítimo que la investigación periodística pueda tener como punto de partida la filtración de antecedentes de alguna de las partes -el propio caso Caval surgió a la luz pública de esa manera-, y será el medio el llamado a calificar si hay interés público y el grado de confiabilidad.




Al pretender exigir por la vía penal que un medio sólo pueda publicar antecedentes cuya veracidad le consten de manera fehaciente, la libertad de expresión queda dañada, pues inevitablemente habrá una tendencia a la autocensura por temor al amedrentamiento.  Asimismo, se sienta un precedente muy negativo cuando la corrección realizada por un medio se utiliza como fundamento para solicitar pena de cárcel, porque se inhibe a que aquel corrija sus propias informaciones.




La Presidencia había mostrado un comportamiento ejemplar en el “caso Caval”, permitiendo que las instancias judiciales y el trabajo de los medios funcionaran sin interferencias, prestando toda su colaboración para estos efectos. Esta querella contamina inevitablemente el caso, y por sus implicancias para la libertad de expresión, cabría esperar una pronta rectificación.






Breves informativas de este lunes:






Las elecciones Presidenciales de Perú todavía no tienen claro a su ganador, aunque Pedro Pablo Kuczynski tiene una leve ventaja sobre Keiko Fujimori, escasas 5 décimas, al cierre de esta edición faltaba el escrutinio de los votos en el exterior. El resultado final será muy estrecho y casi fotográfico.






Chile anunció la presentación de una demanda contra Bolivia, ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, con el fin de defender los derechos de nuestro país en el uso de las aguas del rio Silala, acción que se justifica ante la imposibilidad de dialogar con el país altiplánico.






El Servicio Electoral, SERVEL, confirmó que EVOPOLI ya es oficialmente partido político en las 15 Regiones del país, luego de haber presentado las firmas necesarias para constituirse en las Regiones de Tarapacá y Atacama.






Decepcionante IMASEC de abril, con un alza de 0,7% con relación al mismo mes del año pasado, cuándo el mercado esperaba un aumento de 1,6%, lo que acrecienta el riesgo de un mayor deterioro en los próximos meses. El Central recortó desde 1,75% a 1,625% su proyección de crecimiento 2016.




La bolsa de Santiago cerró al alza, con el IPSA subiendo en 0,8%, impulsadas por fuerte alza de los papeles de CAP, +7,78%, y acciones de SQM B que aumentaron en 6,35%. En el Mercado cambiario el dólar cerró a la baja en $679,40 comprador y $679,90 vendedor. El Cobre se cotizó en Londres al alza en US$2,13461por libra grado A.




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Bachalet niega tsunami a las 8:59am del 27F
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Letra Marcha: Soldados del 73

Letra Marcha Soldados del 73

Autor: Rosabella Liniers
Compositor Gianfranco



Son hermanos los Infantes,
todas las armas y soldados del ayer
Carabineros, Marinos y Aviadores
Combatientes del 73.

Un sólo cuerpo, un sólo corazón,
noble misión, proteger a la Nación,
la frente en alto saliendo del cuartel,
los soldados del 73.

Ya dió la orden mi General,
para vencer tenemos que luchar,
no ha sido arriada jamás nuestra bandera,
orgullo eterno de nuestra libertad.

En el recuento se hace el silencio,
por los heridos, los caídos que no están,
lo lamento mi Capitán,
mi Sargento no le puede contestar.

La Patria es libre, llegó la paz,
en el desierto, el cielo, azul el mar,
ya nuestros hombres cantan victoria
Combatientes del 73

Ya dió la orden mi General,
para vencer tenemos que luchar,
no ha sido arriada jamás nuestra bandera,
orgullo eterno de nuestra libertad.

Piñera anuncia propuesta de reformas educacional y tributaria, gentileza EMOL

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