Chile
paralizado,
por
Axel Buchheister.
Huelgas
ilegales en los servicios públicos a la orden del día. Quienes no
aprovechan el ambiente para paralizar y obtener algo, se pasan de
distraídos. El Registro Civil paralizado y para sacar cualquier
certificado, las colas son eternas y comienzan de madrugada; los
gendarmes no llevan a los detenidos al control respectivo, aunque en
este caso hubo algo del vilipendiado reemplazo y se pudo seguir
adelante como fuera con las audiencias.
Hace
unas semanas estuvieron de paro los trabajadores aeroportuarios, a
los que se sumaron los controladores de tráfico aéreo, con lo que
no se movió ni un solo avión. Antes fueron los de aduanas. Todos
buscan la mejor oportunidad, por ejemplo un fin de semana largo en
que viaja mucha gente, para producir fuerte impacto y negociar mejor.
El mercado, como dijo don Patricio, es cruel y el laboral no lo es
menos.
Para
muchos tenemos un Gobierno débil, que no hace cumplir la Ley que
prohíbe la huelga en el sector público. En lo inmediato, cierto.
Pero hay una razón más estructural: se trata de servicios
monopólicos, sin alternativa, que se prestan por órganos públicos
nacionales, con trabajadores que están bajo un único régimen
laboral y muy rígido, que carecen de incentivos para la negociación
individual, que supone esgrimir el desempeño personal. Entonces, es
de cajón unirse y paralizar el servicio para demandar mejoras y
quedar impune.
Durante
años, en el Chile que se sentía jaguar, se hablaba de la “reforma
del Estado”, que en la tierra de los eufemismos (algo no muy
jaguar) era decir, antes que nada, cambiar el régimen laboral del
sector público, pero nadie lo decía así. También de tratar de
abrir la provisión de servicios a nivel público al mundo privado
(ejemplo, cárceles privadas). Pero estábamos en Chile, se habló y
se hizo poco o nada. Los tiempos cambiaron y se volvió atrás, ya
que en vez de reformar el sistema Estatal para aminorar la
posibilidad que se produzcan esas costosas huelgas, vamos a reformar
la legislación laboral para que las haya también en el sector
privado.
Si
hoy no ocurren en el sector privado, es consecuencia de que hay una
legislación que permite que haya múltiples oferentes y alternativas
de provisión de bienes y servicios, y por el contrario, que no
fomenta que haya monopolios laborales, ya que existen diversos
sindicatos, grupos negociadores y negociación individual, como
asimismo reemplazo y “descuelgue” en la huelga. También ciertos
resguardos: el empleador puede fijar fechas en que no se puede
negociar ni, por ende, haber huelga. Entonces las paralizaciones son
acotadas y usted no sale perjudicado, porque siempre existen
alternativas para los servicios y bienes que desea adquirir. Ahí el
país crece, y las remuneraciones y el empleo también, como sucedió
en los últimos 30 años.
Si
se modifica la legislación creando monopolios laborales para
negociar, bajo el eufemismo de la “titularidad sindical”, y con
prohibición de reemplazo, tome nota que las cosas ya no serán
iguales. Y para saber cómo serán, trate en estos días de renovar
su carné, ahí tendrá una cierta idea.
Bachelet:
Veni, vidi, vici,
por Roberto Ampuero.
¿Qué ocurrió realmente en el
reservado encuentro que celebró esta semana la Presidente Michelle
Bachelet, flanqueada por varios de sus Ministros, con influyentes
empresarios en el Centro de Estudios Públicos (CEP)? Versiones
fragmentarias de la reunión con motivo del 35 aniversario de la
institución han emergido estos días -y seguirán apareciendo en
los próximos-, pero la impresión inicial de uno como ciudadano es
que no le corresponde conocer los contenidos de esas conversaciones.
No hay duda: condición esencial de toda negociación política es guardar la discreción sobre cómo se negocia y por eso a menudo la política es aquello que no se ve o se disimula. También sabemos que en política triunfa quien impone ante el país su relato de las cosas, algo en lo cual aquí la izquierda muestra mayor pericia histórica que la derecha. Pero si en etapas de normalidad republicana la discreción en torno al diálogo político entre protagonistas relevantes de la polis no genera extrañeza, en una crisis de credibilidad generalizada como la que atravesamos, la discreción acrecienta la desconfianza ciudadana.
En una coyuntura en que los partidos políticos cuentan con 3% y el Congreso con 6% de aprobación, en una etapa en que la interacción entre dinero y política despierta condena mayoritaria, y las denuncias de corrupción alcanzan incluso a la familia Presidencial, es cuando más urgente e ineludible se torna la transparencia de este tipo de reuniones, en las que muchos huelen que se tratan temas que conciernen a todos. Quienes tienen especial responsabilidad en la tarea de recuperar la salud de la República mediante gestos convincentes y medidas adecuadas no pueden seguir cometiendo este tipo de errores. Al parecer, muchos se muestran renuentes a extraer consecuencias.
¿Qué ha trascendido al país del encuentro? Hasta ahora poco: Algunas declaraciones generales del portavoz de Gobierno, varias versiones parciales de fuentes anónimas, ciertos rumores y especulaciones. Y también voces que destacan ante la prensa que la Mandatario está de "buen humor", goza de salud, "chacoteó", vio rebosantes de juventud a los empresarios, y a CEP como una agrupación difícil de confundir con el "Club de la Pequeña Lulú" (la aseveración política más sólida de los trascendidos, a mi juicio). Además, nos enteramos que Bachelet destacó la importancia de preservar el diálogo (práctica imprescindible en una democracia) y garantizó el derecho a la propiedad privada (lo que demuestra en qué etapa estamos como país).
A juzgar por la escasez y vaguedad de las versiones sobre la reunión así como por las opiniones de políticos, que tampoco disponen de conocimiento sobre lo tratado, uno tiene la impresión de que los empresarios no aprovecharon la oportunidad para reiterar las inquietudes y los temores que manifiestan en ámbitos públicos sobre la marcha económica y el impacto de las reformas oficialistas. Más difícil aún de entender es que hayan aceptado sin examinar con minuciosidad -estamos hablando de trascendidos- la seguridad que supuestamente les entregó la Mandatario sobre la ruta que tomará el debate sobre la reforma Constitucional. La interrogante que surge de inmediato en este sentido es la de cómo un Presidente puede anticipar el derrotero de un debate Constitucional masivo, libre y soberano.
Sea que la Mandatario se haya propuesto hacer un gesto apaciguador al empresariado en un momento en que las perspectivas económicas pintan mal, o solo transmitir a la población disposición al diálogo, lo cierto es que Bachelet ganó en toda la línea en su visita al CEP. La impresión que dejó en el país es que bromeó de lo lindo en el Olimpo empresarial, llamó a sus asistentes a no ser estridentes en la crítica, les prometió que los escuchará con atención, y como corolario les advirtió que continuará con el programa de reformas.
Podremos seguir sin enterarnos de qué ocurrió efectivamente en el CEP, pero lo cierto es que para las personas corrientes la impresión es una: Bachelet manifestó allá sus puntos de vista, permitió cinco preguntas, se retiró con una gran sonrisa y repartiendo besos y, en esto coinciden todos, tras un aplauso cerrado. Hábilmente, la Presidente logró plantear lo suyo en el CEP y su gente hacer trascender afuera un relato general sobre lo acaecido, lo que probablemente tendrá efectos en la discusión política contingente y próximas encuestas. Como Julio César después de la batalla de Zela, Michelle Bachelet puede decir: "Veni, vidi, vici".
Una
sociedad aproblemada,
por Sergio Melnick.
Cada
sociedad tiene una cultura que la envuelve y dentro de la cual
literalmente vivimos. De hecho, Freud ubicaba dentro de esta al Súper
Yo, el que definitivamente afecta nuestro comportamiento en un estado
de derecho y un “deber ser” social necesario. La sociedad moderna
es en realidad un constructo de teorías de individuos llevadas a una
abstracción conceptual colectiva. Para Jung, así como existe la
consciencia personal, existe también una “consciencia colectiva
común”, que es lo que nos une y da sentido como sociedad. Hoy, con
las nuevas tecnologías, esto es cada vez más evidente. La web ya
empieza a asimilarse a una especie de mente tecnológica colectiva.
Así
entonces, también existe una sombra colectiva, un lado oscuro. Digo
esto como preámbulo para decir que la sociedad, tal como el
individuo, también sufre de trastornos psicológicos. Y lo señalo
ya que creo que nuestro querido Chile ha enfermado como sociedad y
requiere urgente de una terapia a nivel colectivo. Somos todos, no un
solo sector. No soy un profesional de la psicología, pero diría que
por un lado estamos entre la bipolaridad o el “border”. También
se nos han constelado ciertos complejos, especialmente el paterno y
el materno. El tema de la madre finalmente está conectado a nuestra
relación con la divinidad, y básicamente yo creo que nuestra
sociedad ha perdido fuertemente espiritualidad y con ello se generan
fuertes crisis de sentido. Nuestra sociedad ha perdido el rumbo, y
simplemente no sabemos dónde queremos ir.
Hay
que ser claros: ni la riqueza ni la igualdad son por sí mismos
sentidos trascendentes, son sólo medios. Parte de este problema es
quizás la fuerte pérdida de credibilidad de la iglesia, que fue por
siglos el pilar espiritual del país. Este fenómeno es mundial, no
sólo local, y emergen en la actualidad nuevas formas de relacionarse
con la espiritualidad (trascendencia), en un siglo en que vemos
aceleradamente fusionarse la biología y la tecnología, y en que la
ciencia ya anuncia nuevos paradigmas que dificultan las miradas más
tradicionales. Aparecen universos paralelos, la idea clásica de la
materia ha muerto, en fin.
Chile
ha perdido su gran sentido como colectivo, y las distintas facciones
tratan de imponer sus propios sentidos a los demás. Eso no es una
sociedad, es una guerra. El único sentido que sirve como nación es
aquel que cuente con casi total apoyo colectivo.
El
complejo paterno tiene que ver con el logos. Con nuestra manera de
ordenar la sociedad, de establecer las Leyes, las jerarquías, el
orden. Nos comportamos como una sociedad adolescente rebelde sin
reglas claras. Esto va desde nuestro desprecio por la limpieza de las
calles, buscar los caminos cortos, hasta la delincuencia desatada.
Nuestro Estado de derecho es relativo, incluso para quienes hacen las
Leyes que se las saltan o las vadean.
El
gran desafío de nuestra sociedad actual es cambiar nuestros mapas de
creencias. Las creencias no son lo mismo que la fe. Las creencias son
mapas mentales, son programas de orden en base a los que operamos en
la vida cotidiana. Por ejemplo, nuestra autoestima es generalmente
resultado de nuestras creencias y lo maravilloso es que se pueden
cambiar. Últimamente, lo hemos hecho en el fútbol y ahora creemos
que le podemos ganar a Argentina y a Brasil, algo que antes creíamos
que no se podía.
Pues
bien, algunas
de las creencias básicas que debemos mejorar como colectivo, como
sociedad, son varias a mi juicio. La primera y más tóxica de las
creencias que tenemos es la polaridad derecha-izquierda. Mientras
sigamos viéndolas como opuestos excluyentes el resultado será cada
vez peor. Debemos empezar a verlas como dos polos unidos por una vara
común y focalizarnos en la vara (Chile), no en los extremos.
Izquierda y derecha pueden colaborar y no guerrear. Esa posibilidad
es una creencia. Otra creencia que debemos mejorar es lo relacionado
a los roles y relaciones entre hombres y mujeres. El género no es lo
mismo que el sexo de una persona. El género es el comportamiento
socialmente aceptado de un sexo. La sociedad del siglo 21 será
dominada por el género femenino. Lo ideal es que fuere una relación
Yin Yang más que de control. Es una creencia el cómo debe ocurrir y
esa la podemos construir mejor. Lo mismo ocurre con las minorías
sexuales a las que hay que abrir los espacios sociales.
Otra
creencia que nos complica es aquella relacionada a la confusión
generalizada entre el Estado y el Gobierno, y de la relación entre
estos y los individuos. Son tres actores muy diferentes entre sí
(Estado, Gobierno, individuo), a los que hay que sumar por un lado la
sociedad civil de las organizaciones intermedias y por otro la
globalización forzosa propia del estado actual de la civilización.
Cada cual debe tener sus espacios bien definidos y respetados. Toda
esa arquitectura responde a creencias (modelos mentales).
Todo
lo anterior es parte de la cultura (que en Chile confundimos con el
arte) y es la gran base del desafío educacional como sociedad. Esto
es parte del tema de la calidad de la educación, largamente ignorado
hasta aquí, y a lo que debemos sumar el nuevo lenguaje post
simbólico, los desafíos que trae la Web 3.0, la Internet de las
Cosas (IoT), la revolución de la movilidad, y la fusión de la
biología y la tecnología de la era digital. Por ahí va nuestra
sanación como país.
En
la estación de Frankfurt,
por Elena Irarrázaval.
Hay
agitación la noche del 2 de octubre en la Hauptbahnhof de
Frankfurt. Al otro día, la ciudad será escenario de las
celebraciones oficiales de los 25 años de la reunificación
alemana. Estará Angela Merkel y habrá un gran espectáculo de
luces en el río Main. También conciertos -rock, Bach y Beethoven-,
comidas típicas de los 16 länder y mucha cerveza. De los trenes
salen cientos de personas con ánimo festivo, algunas ataviadas con
trajes regionales.
En un andén lateral, el panorama es distinto. Decenas de refugiados -niños, mujeres de mirada baja y muchos hombres jóvenes- se bajan del tren y caminan en silencio a su bus. Apenas llevan unos pequeños bultos. No hay gritos ni escándalo, la policía observa de lejos y los voluntarios revisan listas de nombres. Sus rostros reflejan fatiga, pero también una tímida esperanza. Solo aquellos que demuestren ser víctimas de persecución podrán quedarse.
Las dudas sobre si Alemania podrá acoger -e insertar- a cerca de un millón de refugiados que podrían arribar marcaron este aniversario. El Gobierno es optimista; otros sectores, no tanto. "Nuestro corazón es grande, pero nuestras posibilidades, finitas", dijo el Presidente Gauck. Y Der Spiegel retrató con cierta sorna a Angela Merkel con el atuendo de Teresa de Calcuta.
En medio de las fiestas, pocos recuerdan que la reunificación también estuvo marcada por la incertidumbre y la desconfianza. Algunos ya se habían acomodado al irracional muro que separó familias y vecinos de la misma calle. La idea de una Alemania unida era popular entre las personas, pero fue resistida por varios líderes europeos. "Me gusta tanto Alemania, que prefiero que haya dos" es una frase que se repitió entonces.
En la propia Alemania había dudas sobre cuán rápido debía ser el proceso. Tras la euforia, el camino se tornó pedregoso. Dos millones de personas se desplazaron hacia el Oeste en busca de mejores condiciones, dejando ciudades pobres y deshabitadas. La generación en torno a los 50 años de la ex RDA -viejos para reinventarse, jóvenes para jubilar- sufrió especialmente. Las diferencias entre salarios, jubilaciones y cesantía del Este y el Oeste eran dolorosas.
Hoy, un 80 por ciento de los alemanes piensa que la reunificación ha sido exitosa. Las diferencias salariales y de otros índices subsisten, pero han menguado. La economía mantiene su dinamismo y el país es pilar de la unidad europea. Hay brotes nacionalistas puntuales -se concentran en el antiguo Este-, pero la sociedad da muestras de apertura.
"Se ha hecho un buen trabajo. Más que reconstruir la economía e infraestructura, lo difícil fue derribar el muro mental, acercar las mentalidades y construir una comunidad. Hoy creo que Alemania es un país más unido que otros de Europa, como España y Bélgica", nos comenta el ex Alcalde de Berlín Eberhard Diepgen.
En la desoladora y trágica historia del siglo XX, la reunificación alemana constituye un episodio inusual y esperanzador. Un acontecimiento que alienta a pensar que desafíos tan complejos como la inmigración pueden ser abordados con humanidad y sensatez.
Apparatchik…,
por Fernando Villegas.
Tal vez no causó mucha sorpresa
-a los chilenos, ya curados de espanto, poco los asombra- que la
Nueva Mayoría y la Presidente celebraran el 5 de octubre, día del
plebiscito, con un acto NI masivo NI público, como tradicionalmente
se espera de las efemérides y liturgias de la izquierda y más
todavía en tiempos dados a invocar los “movimientos
sociales”, sino al contrario, en el Caupolicán, recinto cerrado,
limitado en su cupo, custodiado por guardias, porteros y policías y
de acceso posible sólo mediante invitación o ticket de entrada. Y
sin embargo tampoco fue un evento privado que justificara dicha
discreción porque su tema era de relativo interés nacional. ¿Qué
fue y qué significó, entonces, ese “caupolicanazo”? ¿Qué
reveló del estado anímico de la coalición Gobernante y del de la
Mandatario? ¿Hasta qué punto actos celebrados entre cuatro paredes
manifestarían un progresivo repliegue desde la estridente calle y la
política de masas al opaco espacio de los recintos controlados, a la
clase de ámbitos donde imperan los sigilos cortesanos, las
reverencias, los cuchicheos, las intrigas y el sinuoso arte de los
lambe culos?
Vaya
a saber uno. Quizás estos eventos en los que el poder se mira a sí
mismo multiplicando el mismo rostro en una asfixiante galería de
espejos le son preferibles a enfrentar el variopinto semblante de la
gente; de ser así estos sucedidos no son mera anécdota, sino parte
de cambios de fondo de la escenografía de la política nacional,
transformación que la ciudadanía ya presiente y teme. Su análisis
en detalle requeriría un gran volumen con cientos de notas al pie de
página e innumerables referencias bibliográficas, pero hoy le
dedicaremos sólo 8.000 caracteres.
Con
tan económico espacio sólo podemos hacernos cargo de los indicios.
Hay, en efecto, señales de que la política democrática clásica
basada en esporádicas “cadenas nacionales” dirigidas a masas de
ciudadanos independientes, quienes luego juzgan y eligen, así como
el populismo clásico basado en un líder carismático vociferando
desde un balcón y seguido por una discreta clientela, están siendo
paulatinamente reemplazados por un sistema en el que ni existen masas
ciudadanas independientes contactadas de vez en cuando ni clientelas
reducidas alentadas todo el tiempo, sino a la inversa, amplias masas
de clientes vitalicios bajo perpetuo control y muy pocos ciudadanos
de verdad, a la antigua, activos, alertas y difíciles de comprar con
un paquete de tallarines. En paralelo el viejo armazón Estatal
basado en instituciones autónomas está siendo reemplazado por un
mecanismo de control central basado en la captura de TODOS los
órganos administrativos por la invasión de una masa infinita de
activistas y militantes. Ya copadas por dicha inmigración
gigantesca de Comandantes, combatientes, simpatizantes, feligreses y
amigas y amigos del poder, las instituciones dejan de ser marcos de
referencia de la ciudadanía para devenir en instrumentos del cambio
tal como los iluminados lo entienden y determinan. “Avanzar sin
transar” es el emblema de estas populosas elites, su “razón o la
fuerza”. Es para eso que se necesita una institucionalidad
controlada y una ciudadanía mantenida a distancia, aunque elogiada a
cada momento.
Dicho
sea de paso, en la Unión Soviética -y en la Deutsche Demokratische
Republik- el ilusorio aspecto ciudadano del sistema era denominado
“democracia popular”, mientras a esa feligresía invasora,
manipuladora, apropiadora y beneficiaria del Estado se la llamaba el
“apparatchik”, el aparato.
El
aparato.
Si
se quiere entender intuitivamente, con una simple anécdota, qué
significa un Gobierno de “apparatchik” 100% puro, eche un vistazo
a los libros y/o documentales de la época de la URSS producidos con
ocasión de asambleas celebradas en el “Palacio de los Congresos”
de Moscú. Se va a acordar del “caupolicanazo” porque se trataba
de eventos igualmente momificados por el mismo bálsamo de
arrogancia, prepotencia y obstinación, igualmente envueltos en un
protocolo masónico-partidista y con un debate igualmente celebrado
con esa semántica altisonante y oscura del gusto de los iniciados de
toda secta exclusiva. El pueblo estaba ausente. La discusión era
sólo entre facciones del “aparato” formado por altos dirigentes
del PC, de la industria, de las Fuerzas Armadas y un discreto surtido
de intelectuales confiables. La opacidad era absoluta y los riesgos
tremendos. Durante el camerino Stalin podían caer y a menudo caían
cabezas. Para enterarse de lo que sucedía era necesario
desdeñar la versión oficial de Pravda, piadoso devocionario repleto
de mentiras y eufemismos, sino recurrir a los servicios de
criptoanalistas del M16 y de sovietólogos dedicados a desentrañar
el significado no de textos sino de gestos, no de argumentos sino de
vocablos, no de contenidos sino de omisiones y todo en medio de una
infinita vaguedad. Lo único claro del libro oficial del encuentro
era el comienzo, siempre del mismo formato, una lista interminable de
saludos del siguiente tipo:
“Hace
su entrada a la asamblea la delegación del PC de Yugoslavia”
(aplausos).
“Hace
su entrada la delegación del PC de Argentina” (aplausos).
“Hace
su entrada la delegación de Marruecos” (aplausos).
“Hace
su entrada la delegación del PC italiano” (muchos aplausos).
“Hace
su entrada… etc.…” (aplausos).
Para
el caso de Chile y el “caupolicanazo”, acto que quizás pueda
describirse como una versión tercermundista y desvaída de esos
legendarios encuentros, el libro oficial hubiera dicho:
“Hace
su entrada al Caupolicán la Presidenta de la República”
(estruendosos aplausos).
“Hace
su entrada el jefe del Departamento de Aseo y Ornato de la
Municipalidad de Tiltil” (aplausos).
“Hace
su entrada con boletas falsas el honorable…” (un par de
chiflidos).
“Hace
su entrada el caballero que se fue a ver el mundial de rugby”
(algunas quejas y silbidos).
Etc…
La
gestión del viejo apparatchik ruso se ejercía totalmente al margen
de la ciudadanía, lo cual comienza a suceder con el de la NM. Si
acaso en la URSS la “Dictadura del Proletariado” consistía en la
dictadura del apparatchik, en Chile el Gobierno de “las grandes
mayorías” consiste en los eslóganes y puños en alto de cuatro
mil asistentes al Caupolicán. De ahí que las instituciones sean
cada vez menos regulados espacios de negociación de diversas agendas
y cada vez más instrumentos de la agenda revolucionaria en vigor. El
apparatchik nuestro, rasca y todo, participa de la misma ambición
mesiánica del género: no ser simple emanación de la voluntad
soberana, sino órgano de poder monopólico de los autoproclamados
intérpretes de dicha voluntad. Por eso, toda acción, toda coacción,
toda malversación y si es necesario toda violencia se justifica.
Balbuceos.
Lejos estamos aún de que todo eso se revele en gloria y majestad, pero hay signos que indican cierto avance en ese camino. No es casual la inédita invasión y apoderamiento de la burocracia Estatal por parte de no menos de 80.000 nuevos funcionarios, todos de impecable currículo progresista; no lo son los novedosos alardes de gestualidades autorreferentes que se observan en cada acto oficial y el recurso a la “autocrítica”, apolillado ejercicio de seudomasoquismo estrenado con ocasión de los procesos de Moscú de los años 30; puede también que no sea indiferente el modo como la Justicia ha sido literalmente tomada por abogados menores de 40 años que están en un 200% comprometidos con la Gran Cruzada de castigar a los protagonistas del pasado y condonar a los desviados del presente; tal vez tampoco sea irrelevante el creciente control del sistema universitario por grupos cada vez más delirantes en sus afanes de autogobierno, democracia estamental, gratuidad absoluta, vigilancia del currículo académico y destrucción de las “ciencias burguesas”. Súmese a eso el afán por estatizar la salud, la previsión, la educación básica y todo lo que se ponga por delante y ya tiene usted un cuadro que se acerca, que huele, que luce y comienza a parecerse más y más a ciertos precedentes históricos.
Lejos estamos aún de que todo eso se revele en gloria y majestad, pero hay signos que indican cierto avance en ese camino. No es casual la inédita invasión y apoderamiento de la burocracia Estatal por parte de no menos de 80.000 nuevos funcionarios, todos de impecable currículo progresista; no lo son los novedosos alardes de gestualidades autorreferentes que se observan en cada acto oficial y el recurso a la “autocrítica”, apolillado ejercicio de seudomasoquismo estrenado con ocasión de los procesos de Moscú de los años 30; puede también que no sea indiferente el modo como la Justicia ha sido literalmente tomada por abogados menores de 40 años que están en un 200% comprometidos con la Gran Cruzada de castigar a los protagonistas del pasado y condonar a los desviados del presente; tal vez tampoco sea irrelevante el creciente control del sistema universitario por grupos cada vez más delirantes en sus afanes de autogobierno, democracia estamental, gratuidad absoluta, vigilancia del currículo académico y destrucción de las “ciencias burguesas”. Súmese a eso el afán por estatizar la salud, la previsión, la educación básica y todo lo que se ponga por delante y ya tiene usted un cuadro que se acerca, que huele, que luce y comienza a parecerse más y más a ciertos precedentes históricos.
Chambonadas
y glosas,
por
Héctor Soto.
Dejó
de ser una amenaza y ahora ya es una realidad. Chile terminó por
entrar a la espesa nube de la mediocridad. Los organismos económicos
internacionales prevén que, si no somos capaces de poner algo de
nuestra parte para mejorar el desempeño -y hasta ahora no lo somos-
vamos a estar ahí por largo tiempo. Más que perder la capacidad
para reconocer adónde diablos estamos yendo, entrar a la nube
significa empezar a volar a ciegas, renunciar a tener una carta de
navegación y confiar en que no ocurra una hecatombe -interna o
externa- que eche abajo nuestro vuelo.
Tranquilos:
todo indica que esto no será el apocalipsis. La economía seguirá
flotando a tasas menguantes de expansión. Vamos a tener meses de
Imacec un poco por debajo o un poco por encima de expectativas cada
vez más golpeadas. Vamos a tener tasas de inflación como la de
agosto, que nos sorprendió por lo alta, y como la de septiembre, que
terminamos hallando no tan mala. Por ahí vamos a andar. El aparato
Estatal durante este Gobierno continuará creciendo y gastando más,
no sólo porque la reforma tributaria allegó más recursos a la caja
Fiscal, sino también porque el Gobierno tiene todavía un amplio
margen para endeudarse sin comprometer los grandes equilibrios
macros. En principio, eso no es ningún drama. El drama, o la
tragedia, es que seguirá gastando mal, como se hizo en la reforma
educacional aprobada, que traspasó una enorme cantidad de plata a
los sostenedores y ni un solo peso adicional a favor de la calidad de
la enseñanza, y lo mismo volverá a ocurrir ahora con la famosa
glosa de la gratuidad de la Ley de Presupuesto.
Parte
del paisaje de los próximos años será el deterioro de la calidad
de las políticas públicas. Bienvenidos a la República de la
chambonada. El hecho de estar aterrizando la gran promesa de campaña
de Bachelet en una picante glosa presupuestaria que contentará
-dicen- a 200 mil estudiantes y unos 10 Rectores, pero que generará
frustración en casi un millón jóvenes, es revelador. No había un
plan. No había estudios, según lo deja ver la cantidad de
volteretas que el Ministerio de Educación se ha dado para explicar
lo que está haciendo. No había tampoco un cronograma medianamente
equitativo o inclusivo para llegar a la gratuidad. Lo único que hay
es una fórmula más o menos circense y ramplona para salir del paso
por ahora, inventada por gente que no tiene idea de los efectos
asociados a lo que están planteando, y que en poco tiempo va a
traducirse en el achatamiento del sistema universitario. Esto no
tiene vuelta y dará lugar a una chacra. El sistema camina a requerir
cada vez más recursos para proveer una formación universitaria que
será no sólo pobre en términos de calidad, sino de terror en sus
sesgos políticos.
Esta
forma de hacer las cosas se está repitiendo en todas las áreas.
Pareciera que después del Transantiago -el gran aporte de la
centroizquierda a la historia de los descalabros nacionales, el país
rebajó dramáticamente el estándar de sus políticas públicas. Es
cosa de comprobarlo en lo que está ocurriendo en salud, en seguridad
ciudadana, en gestión de conflictos laborales del sector público o
con la tramitación indolente y aguada de la Agenda de Probidad.
Esta
semana quedó más claro que nunca que dejaron de haber ejes rectores
en la acción del Gobierno. El domingo, la Presidente avivó la cueca
del reformismo refundacional en el llamado “caupolicanazo” y el
jueves acudió solícita a reunirse a puertas cerradas en el CEP con
el empresariado de mayor calado. Habrá más diálogo, dijeron los
asistentes, pero no por eso menos reformas, dijo la Mandatario. La
Presidente sigue sin entender que el problema no está en que haya
reformas, sino en que se sigan haciendo con tanta improvisación e
incompetencia.
Mientras
tanto, el sistema político se sigue devaluando. El Gobierno no
siente que este fenómeno, que es profundo, transversal y peligroso,
le concierna. Y por supuesto que es una realidad que también lo
emplaza. Que la inminente designación de dos prominentes autoridades
del Estado -el futuro Contralor y nuestro Fiscal Nacional- haya
quedado expuesta a la duda respecto de cuán inhabilitados podrían
estar quienes intervendrán en los nombramientos recuerda que el
sistema político sigue en deuda.
No hemos avanzado a ninguna clarificación política
para resolver los cortocircuitos y conflictos asociados al
financiamiento irregular. Los Fiscales y la Justicia están haciendo
su trabajo, pero los políticos deberían también hacer el suyo. Así
las cosas, lo único que queda es la confianza en que las
instituciones funcionen. Así tiene que ser. Está fuera de dudas,
sin embargo, que funcionan mejor cuando se sanean.
La
urgencia que plantea la actual crisis de confianza y liderazgos es
que mientras no se haga nada, más abierto queda el escenario a una
fuga ciudadana al populismo. El fantasma está ahí, a la vuelta de
la esquina. Prácticamente no hay autocracia latinoamericana que no
se haya levantado sobre el descrédito de la institucionalidad y de
las elites políticas. Eso lo sabe hasta el más distraído lector de
la historia. Sin embargo, es un factor que ni al Gobierno ni a la
oposición pareciera quitarle el sueño en Chile. Curioso
espectáculo. La oposición mira. El Gobierno glosa.
Gratuidad
discrecional.
Más allá de los cuestionamientos
a los méritos de la gratuidad universal como política para la
educación superior, ella es percibida como una iniciativa
discriminatoria, ya que las instituciones elegibles están siendo
definidas por criterios que son en esencia arbitrarios, marginando en
su puesta en marcha a gran parte de los estudiantes vulnerables.
Además, hay varias instituciones que no teniendo problemas para realizar los cambios estatutarios necesarios para ajustarse a los criterios exigibles, están siendo excluidas. En efecto, el Gobierno definió en la glosa del proyecto de Ley de Presupuestos que crea el financiamiento por gratuidad que las instituciones deberían cumplir con dichos criterios al 30 de septiembre recién pasado. Eso ha dejado fuera de la gratuidad a instituciones respecto de las cuales no hay duda de su vocación y calidad. El caso más emblemático es Inacap. Ahí estudian muchas personas vulnerables que no van a recibir el aporte por gratuidad a pesar de venir de deciles más bajos en promedio que los estudiantes de las universidades elegibles.
Este problema podría haberse evitado si el Gobierno hubiese modificado en primer lugar el marco regulatorio, brindando a las instituciones la oportunidad de adaptarse a las nuevas exigencias. Inacap, como ha declarado su Rector, habría escogido este camino. La arbitraria decisión no afecta, como pudiese pensarse, a Inacap, sino que a sus estudiantes. Para ellos y sus familias será incomprensible la decisión del Gobierno. Pero también la señal que se envía al sistema es negativa, ya que en la decisión de la autoridad la calidad parece ser secundaria.
Las restricciones financieras, que es la razón última que se le ha dado a Inacap para no incluirlo según se desprende de las palabras del Rector, son entendibles, pero aun así debería ponerse la calidad al centro de las decisiones que se tomen, de modo que la restricción se aplique sobre la proporción de estudiantes beneficiados en esta primera etapa. Por ejemplo, en lugar de los primeros cinco deciles, incluir solo a cuatro, pero ampliándolo a todas las instituciones meritorias. La Presidente Bachelet ha insistido en sus discursos en la imperiosa necesidad de tratar con igual dignidad a nuestros ciudadanos. Tiene toda la razón respecto de este desafío. Pero en el inicio de su política de gratuidad no se está aplicando este valioso principio.
En una transformación institucional relevante que requiere de diversos cambios es muy importante definir adecuadamente la secuencia más propicia para evitar distorsiones que afecten la legitimidad de una reforma y su sustentabilidad en el tiempo. Las modificaciones que quieren hacerse a la política de educación superior están siendo cada vez más cuestionadas a pesar de que recién comienzan a dar sus primeros pasos.
Ley "antidíscolos".
Cuándo
se trata de explicar la desconfianza que los ciudadanos tienen en las
dirigencias de los partidos políticos, una causa que asoma de
inmediato es la contradicción que se aprecia entre lo que dicen y lo
que luego hacen. Uno de los mejores ejemplos de este fenómeno
es la denominada "Ley antidíscolos" -que fue dictada en
forma apresurada y con escasa discusión- y que obliga a los
afiliados a un partido a renunciar un año antes de una
elección si pretenden ir en ella como independientes. Durante
este mes de octubre por lo tanto, vencerá el plazo para que se
materialicen las renuncias antes de las elecciones Municipales, con
lo que los partidos tendrán luego el poder para definir quiénes de
sus militantes pueden ser candidatos.
En la práctica, esta Ley entrega a los partidos el poder para evitar que sus militantes "vayan por fuera", porque en el año inmediatamente anterior a la elección el partido tiene el poder total para decidir quién será el candidato. La anticipación requerida para la desafiliación, además, permite al partido organizar la estrategia para defenderse del militante que renunció y pueda amenazar a sus candidatos.
La contradicción es evidente. Mientras por una parte se habla de mejorar la calidad de la política, ampliar la competencia y los "cauces de participación", por otra se establecen bloqueos competitivos y se entrega un poder totalmente discrecional a las dirigencias para dominar el acceso a los cargos. Tanto en esta modificación ya vigente, como en otras que se pretenden realizar ahora a propósito de una agenda anunciada como de mejoramiento de la institucionalidad, se perjudica abiertamente las posibilidades de que se presenten candidatos independientes.
Es ilustrativo que en la denominación común de esta norma se califique peyorativamente de "díscolos" a quienes pretenden simplemente competir como independientes, porque por una u otra razón no quieren seguir afiliados a un partido.
Decisivo nombramiento público.
La Presidente de la República y
el Senado deberán resolver en los próximos días quién ocupará el
cargo de Fiscal Nacional del Ministerio Público durante los próximos
ocho años. El escenario es complejo e incluso se ha dicho que
existiría una "operación" para "negociar" esa
designación conjuntamente con la del Contralor General de la
República, nominación injustificadamente retrasada por parte del
Gobierno. La suspicacia apunta a que el cargo políticamente más
sensible en el corto plazo, el de Fiscal Nacional, sea ocupado por
una persona que dé tranquilidad a los Parlamentarios y a los
partidos en las causas penales pendientes vinculadas al
financiamiento irregular de la política. Funcionales a una
estrategia de este tipo resultan las declaraciones de algunos
Parlamentarios en cuanto a que todos los candidatos que integran la
quina son profesionales destacados, con méritos y capacidades
suficientes para desempeñar el cargo.
Con total independencia de quien tenga la razón sobre el destino que corresponde a las causas sobre financiamiento político, sería un gravísimo error que el Gobierno y el Senado decidieran la designación del Fiscal Nacional atendiendo a esta situación puntual. Pues aunque todos los integrantes de la quina poseen méritos y cualidades indiscutibles, no es cierto que todos ellos sean igualmente idóneos para enfrentar las tareas que el nuevo Fiscal tiene por delante. La Fiscalía se encuentra en una situación crítica, mucho más compleja que la que enfrentaba cuando fue designado el actual Fiscal Nacional. Hay descontento entre los funcionarios, las quejas sobre la escasez de recursos se han vuelto un mal crónico, el sistema de persecución penal está fracasando frente a la delincuencia común y las instituciones clave para el funcionamiento de ese sistema -las policías, Gendarmería, el Sename, el Servicio Médico Legal, entre otras- se encuentran sobrepasadas y presentan problemas básicos de gestión y capacidad resolutiva.
El país requiere un Fiscal Nacional capaz de liderar o al menos impulsar decisivamente el proceso de superación de estos problemas. Para ello debe ocupar un lugar mucho más relevante que el actual en el diseño y ejecución de las políticas públicas sobre delincuencia. No existe otra institución más capacitada y que cuente con más información que la Fiscalía sobre el fenómeno delictivo a lo largo del país. Ninguna otra institución pública interactúa en forma tan intensa con todas las instancias que inciden en el combate contra la delincuencia. Pero todo esto de poco o nada sirve si la Fiscalía no es capaz de influir profundamente en la configuración de las decisiones Legislativas o Gubernativas que repercuten directamente en estos aspectos. El Fiscal Nacional y sus asesores no pueden limitarse a entregar "cuñas" sobre tal o cual asunto de actualidad, sino que deben poseer las capacidades para desarrollar propuestas sólidas y, tan importante como esto, para transmitirlas en forma eficaz a quienes deben adoptar las decisiones correspondientes. Esto implica que el nuevo Fiscal Nacional goce de verdadera autoridad, que no necesite hablar de su autonomía sino que la ejerza, y que pueda dialogar de igual a igual con todo el espectro político y técnico.
Es mucho lo que falta por hacer, por ejemplo, en cuanto al rendimiento de los servicios auxiliares de la Justicia penal y, especialmente, de las policías. Se trata de asuntos complejos, cada uno con sus propios problemas. Pero la Fiscalía es la que probablemente mejor conoce estas dificultades y, además, una de las instituciones del Estado que se encuentran en mejor posición para contribuir a superarlos. Sin embargo, apenas hay propuestas que apunten en esta dirección y, cuando existen, son demasiado generales o no han sido capaces de trascender la mera recomendación técnica para instalarse como temas pendientes que deben ser abordados y resueltos. Si rara vez se observa a los Legisladores o a los personeros del Ejecutivo promoviendo soluciones provenientes del Ministerio Público, si este se conforma con emitir los informes que protocolarmente se le solicitan en la tramitación de proyectos de Ley, si la Fiscalía no pone en la agenda temas de interés general y no solo gremial, ello significa que el Ministerio Público aún no ha ocupado el espacio que le corresponde en el funcionamiento del Estado.
Tanto o más relevante que la función institucional externa del futuro Fiscal Nacional será su rol en la gestión interna del Ministerio Público. Los mecanismos actuales de selección, evaluación y promoción del personal de la Fiscalía no son satisfactorios. En cuanto al primer aspecto, por ejemplo, ocurre que en la práctica solo pueden optar al cargo de Fiscal adjunto quienes se han desempeñado durante años como abogados asistentes, con una remuneración notablemente más baja que la de un Fiscal. Esto hace que para muchos egresados destacados de las facultades de Derecho no resulte atractiva una postulación al Ministerio Público, y que lo sea todavía menos para quien lleva algunos años de ejercicio profesional. De esta forma, los cargos de Fiscales se van llenando solo con el personal interno que ha tenido la vocación y la paciencia suficientes para resistir durante años las condiciones de trabajo de los abogados asistentes.
En lo que respecta a la evaluación del desempeño de los funcionarios, existen dudas sobre los incentivos de los Fiscales para investigar las causas que pueden presentar más dificultades, como es el caso de aquellas en que se desconoce la identidad del imputado. Asimismo, el sistema de calificaciones y cumplimiento de las metas que inciden en la obtención de bonos parece haberse prestado para manipulaciones que, hasta la fecha, no han sido completamente aclaradas. Es evidente el efecto que las evaluaciones de desempeño tienen en las decisiones de los Fiscales respecto de cada caso en particular. Por lo tanto, el diseño de los incentivos debe ser expresión fiel de una determinada política de persecución penal. Esta política, sin embargo, existe solo en forma muy fragmentaria y es en gran parte desconocida para la ciudadanía, al igual que el régimen de incentivos. No se trata de exigir al Ministerio Público que revele aspectos internos o confidenciales, pero sí es exigible que se formulen y comuniquen criterios coherentes en cuanto a las políticas de persecución penal.
Nuevamente, los casos vinculados al financiamiento
irregular de la política son un buen punto de partida para
preguntarse a qué criterio objetivo de prioridad responde la
cantidad de recursos destinados a investigarlos y qué impacto tiene
este esfuerzo en la persecución de otros delitos.
Ni la Presidente de la República ni los Ssenadores pueden abdicar de su responsabilidad institucional y personal en el discernimiento de las cualidades de cada uno de los candidatos, y de hacerlo con prescindencia de constreñimientos meramente coyunturales. Quien puede elegir al Fiscal Nacional es políticamente responsable de su desempeño y, por lo tanto, lo es también de su mal desempeño cuando este se debe a problemas de idoneidad.
Los riesgos de la intervención rusa en Siria.
La
intervención militar rusa en Siria, que se concretó hace dos
semanas, plantea una preocupante escalada del conflicto en ese país
del Medio Oriente, que ya se extiende por más de cuatro años,
causando sobre 220 mil muertos y generando la peor crisis de
refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. No sólo es la primera
vez que las fuerzas de Moscú intervienen fuera de los límites de la
ex Unión Soviética desde la caída del Muro de Berlín, hace más
de 25 años, sino que, además, plantea un cambio en los equilibrios
de fuerza en un conflicto complejo donde hay múltiples grupos
rebeldes en actividad y una creciente presencia militar extranjera.
La lenta y tardía respuesta de Occidente y en especial de Estados Unidos a la guerra en Siria no sólo favoreció el avance del autodenominado Estado Islámico, sino que también dejó el escenario libre para que Rusia interviniera en la zona con el claro interés de parte del Presidente ruso Vladimir Putin de asumir un rol protagónico en la región y dar una señal de fuerza que consolide su imagen interna, justo cuando la caída del precio del petróleo sigue debilitando una ya frágil economía rusa. Además, la crisis siria ya dejó de ser una guerra civil para convertirse en un conflicto regional donde intervienen Irán, Arabia Saudita, Qatar, Turquía y potencias occidentales como Francia, Reino Unido y EE.UU.
Putin ha asegurado que su objetivo es combatir al Estado Islámico, pero informes del Pentágono y de la OTAN sugieren que las fuerzas rusas han atacado también a rebeldes moderados que luchan contra el régimen del Presidente sirio, Bashar al Asad. Más del 90% de los bombardeos no han sido contra posiciones del EI, aseguró el vocero del Departamento de Estado norteamericano. De confirmarse esta información sería evidencia de que la acción militar rusa busca apoyar al debilitado Gobierno sirio. Por ello, la intervención rusa en lugar de ayudar a una salida negociada al conflicto puede terminar dándole un respiro al régimen y alargando la guerra.
La acción de Rusia eleva el riesgo de un eventual choque entre las fuerzas de Moscú y la OTAN, como lo demostró el reciente incidente entre aviones rusos y turcos en el espacio aéreo de este último país. La OTAN dejó claro que está dispuesta a apoyar a todos sus aliados, incluida Turquía, en clara referencia a las tensiones surgidas entre Ankara y Moscú. El riesgo aumenta al observar los evidentes intentos de Putin por dar señales de fuerza, como el lanzamiento de misiles a posiciones en Siria desde el Mar Caspio, pasando por cielo iraní.
El actual escenario en Siria exige redoblar los esfuerzos de parte de las potencias occidentales para encontrar una salida negociada a la crisis siria. De no hacerlo, el conflicto seguirá escalando con insospechadas consecuencias para toda la región -que podrían contemplar incluso el cambio del mapa regional- y Rusia terminar consolidando su influencia en Medio Oriente, lo que cambiaría definitivamente los equilibrios geopolíticos en la región.
La aprensiones que en su momento generó la estrategia seguida por Estados Unidos en esa región han terminado por confirmarse, por cuanto la renuncia del Presidente Obama a tener un papel activo en controlar la inestabilidad generada ha dado paso a una situación de mayor tensión y de surgimiento de un proceso de expansión de la acción rusa de impredecibles consecuencias.
Pueblos
bien informados
difícilmente
son engañados