Ayer
falleció el destacado abogado, político y Diplomático Don Sergio
Diez Urzúa,
uno de esos hombre que no se
puede calificar de otra manera que de “grande” por los
inmensos
servicios prestados a la Patria. Hacemos llegar nuestras condolencias
a
la familia.
Incertidumbre económica: ¿las boletas?,
por Sergio Melnick.
El
Ministro Valdés señaló oficialmente en una entrevista de
televisión, que el tema de la delicada baja en la economía se
resolvía básicamente con la agenda de probidad, y esa era entonces
su gran prioridad. De forma coloquial entonces, básicamente la culpa
es de las boletas políticas.
Yo
creo que está muy equivocado en su diagnóstico y por eso las cosas
se pondrán aún peor. La caída del 1,1% de la productividad el 2014
no tiene nada que ver con la probidad; menos aún la dramática caída
de la inversión. Es difícil que las 500.000 personas que el INE
dice que no les interesa trabajar esté relacionado a las boletas.
Las marchas, paros y protestas de los estudiantes tampoco parecen
tener mucha relación con las boletas. La delicada situación de los
colegios subvencionados tampoco. La amenaza directa a las isapres por
parte de la comisión ad hoc tampoco es tema de las boletas. La
retroexcavadora que tanto daño ha hecho a las expectativas no parece
emerger de las boletas, ¿o no? Los problemas y paros de la salud
pública, los inconvenientes para construir los hospitales tampoco
son tema de las boletas. La dificultad de licitar las concesiones de
infraestructura es sólo un problema de gestión.
Si
vamos a otro terreno, el agudo déficit Fiscal que podría llegar al
3%, o incluso al 4% del PIB este año, es resultado del exceso de
gasto Estatal. La reforma tributaria, de mala factura técnica, no es
resultado de las boletas. Lo que sí parece ser resultado de las
boletas es la incapacidad del Gobierno de reemplazar a las
autoridades y cargos vacantes. Es incomprensible que Bachelet no sea
capaz de reemplazar al Contralor, el Director de Impuestos Internos,
dos Subsecretarios, el Presidente del BancoEstado, el Jefe de la
Secom, el Director del Instituto de Salud Pública. Y esas figuras
ciertamente afectan a las expectativas no sólo por quienes serán
los nombres y las ideas que pueden representar, sino por la
incapacidad de reemplazarlos adecuadamente.
Cuando
se anuncia un cambio de la Constitución e incluso la revisión de
los derechos de propiedad, el problema no parece ser de las boletas.
Tampoco es resultado de las boletas la enorme incertidumbre por el
tema del agua. La gravedad de los asuntos de La Araucanía no parece
derivar de las boletas ni lo es tampoco la judicialización de los
temas ambientales que paralizan inversiones. El ataque a SQM por
parte del Gobierno anunciando el término de los arriendos de salares
sí tiene que ver con las boletas, pero más bien por el uso del
aparato Estatal para atacar adversarios ideológicos. Tampoco parece
estar relacionado a las boletas la reforma sindical que el Gobierno
quiere pasar por reforma laboral. El trabajo se hará más caro y
menos productivo casi por decreto. Las universidades privadas han
paralizado todos sus proyectos porque se las quiere controlar por
medio de una gratuidad y financiamiento mal pensado. Eso nada tiene
que ver con las boletas. La gran incertidumbre por el aumento de la
delincuencia, tampoco es por las boletas. Tampoco ayuda como señal,
la obsesión del Gobierno por los bingos y el cobro de la primera
hora del estacionamiento en los mall.
Cuando
un Senador oficialista, un Director del BancoEstado y otros políticos
de izquierda empiezan a hacer el discurso que la situación económica
se debe a una conspiración del empresariado contra las reformas y se
despliega la polarización en todo su esplendor, es difícil
relacionar ello a las boletas. El aumento del IVA a las viviendas
está muy alejado de las boletas. Tampoco es fácil asociar la caída
de las ventas de automóviles a las boletas.
Es
curioso que el Ministro Valdés, consciente del tema de las
expectativas, no dé hasta ahora cifras concretas acerca de lo que
estima serán los resultados de la economía este año. Por ejemplo,
del crecimiento, la inversión y productividad, la tasa del
desempleo, y especialmente el déficit Fiscal. El Presidente del
Banco Central estimó que pasaremos varios años bajo la tasa de
tendencia, es decir, bajo 3,5%. Quizás esa tasa es aún menor, y
nada sabemos qué opina el Ministro de Hacienda, y no parece depender
de las boletas. Lo cierto -parece ser- que la economía seguirá al
tres y al cuatro, quizás en el entorno del 2% de crecimiento, la
inflación del 4% o más, la inversión seguirá cayendo, también la
productividad, el desempleo continuará aumentando, y eso afectará
severamente el consumo. Todo esto dificultará el crédito, y el
déficit Fiscal será enorme.
En
suma, es difícil que la economía mejore con el diagnóstico del
Ministro Valdés.
Doloroso
realismo económico,
por Felipe Larraín.
En
economía la aritmética es implacable. Por eso, cualquier analista
serio se da cuenta de que la suma de recursos involucrados en los
proyectos del Gobierno no puede ser financiada sin romper largamente
las metas Fiscales a las que se ha comprometido esta administración.
Ello exige priorizar. Si esto no se hace, el Gobierno actual
terminará su período con un alto déficit Fiscal, tanto en su
versión corriente como en la estructural.
Una
muestra más de que la debilidad económica y las promesas
exageradas nos están pasando la cuenta.
La
situación es de tal complejidad que el propio Ministro de Hacienda
ha hecho un llamado a la responsabilidad Fiscal. Sin embargo, este
bienvenido realismo económico es insuficiente. Para efectos de
poder revitalizar la economía, es fundamental entender qué ha
producido el brusco frenazo que hoy vivimos.
En
primer lugar, intentar culpar a la economía internacional no se
sostiene. El crecimiento del planeta estuvo plano en 3,4% durante
2013 y 2014, mientras en Chile cayó de 4,2% a 1,9%. Más aun, las
proyecciones de las principales instituciones internacionales (como
el FMI) para la economía global suben a 3,5% para el año en curso
y 3,8% para 2016. Es cierto que hay desaceleración en las naciones
emergentes, pero es una desaceleración suave (de 5% en 2013 a 4,6%
en 2014 y un 4,3% proyectado para 2015). En Chile, en cambio, es un
frenazo de proporciones.
Es
cierto también que el precio del cobre ha caído. Pero el precio
del petróleo se ha desplomado mucho más. Y Chile importa casi el
98% de los combustibles líquidos que consume. Desde junio pasado,
momento en que empezó la fuerte corrección de los precios de
commodities , el cobre ha caído desde US$ 3,07/libra a US$
2,62/libra, en tanto que el barril de petróleo Brent pasó de US$
115 a US$ 60. Es así como los términos de intercambio de Chile no
solo no han caído, sino que están incluso algo mejores a los que
teníamos a comienzos de 2014. Además, las condiciones de liquidez
mundial han estado estables -la tasa del bono del Tesoro a 10 años
es hoy más baja que la imperante en la segunda mitad de 2013-. Y
tanto Europa como Japón están embarcados en un programa de
expansión monetaria sin precedentes.
No
podemos, entonces, culpar a la economía internacional de nuestras
tribulaciones domésticas. Pero tampoco podemos echarles la culpa a
los problemas políticos. El ciclo negativo de inversión que hoy
vivimos es el más largo de los últimos 30 años -vamos para los
ocho trimestres de caída si se excluye el anémico crecimiento de
0,5% en el cuarto trimestre de 2014-. Como muestra un informe de
Clapes UC, en todos los episodios anteriores hubo recesión en el
mundo o en EE.UU. En este no hay recesión externa alguna. Este
ciclo comenzó tenuemente el tercer trimestre de 2013 y se agudizó
a partir del cuarto trimestre, luego que la Nueva Mayoría revelara
su programa de Gobierno (junio de 2013), plagado de reformas dañinas
al crecimiento, la inversión y el empleo. Fue así como la economía
chilena tuvo un frenazo mayúsculo en 2014, mucho antes de que la
actual crisis política llegara.
En
síntesis, el problema no es la economía internacional. Las cifras
demuestran que la desaceleración del mundo emergente a lo más
puede explicar una pequeña parte del frenazo chileno. La debacle
tampoco se explica por la crisis política. Guste o no, la evidencia
apunta a que gran parte de las tribulaciones de la economía chilena
-y sus negativos efectos en la creación de empleo y los salarios-
viene de un conjunto de reformas mal concebidas, peor diseñadas y
con un déficit gigantesco de implementación. El mejor y más
triste ejemplo es la nueva Ley tributaria, que demanda nuevas
modificaciones Legales para ser reparada. También está el proyecto
de reforma sindical, que ojalá sea enmendado en el Senado. Y el
broche de oro es la incertidumbre de la reforma Constitucional, de
la que si bien no se sabe a ciencia cierta su forma o contenido,
existen sospechas fundadas de que debilitará el derecho de
propiedad.
Por
eso, si de realismo económico hablamos, es necesario reconocer
primero que el grueso de los problemas que vivimos es autoinfligido;
en época de Copa América, es un auténtico autogol. Si el Gobierno
quiere genuinamente enmendar el rumbo, más vale que no siga
buscando explicaciones ni en la crisis política ni afuera de Chile.
La explicación la tenemos. Lo que nos faltan son soluciones.
Esto
comienza, señores…,
por Fernando Villegas.
Fue,
la del lunes pasado, batahola digna de una escena clásica de las
viejas películas del Far West, la consabida riña en el “Saloon”;
en glorioso technicolor cundieron los insultos, los escupitajos, los
puñetes y patadas, abundantes palos, rostros con ojos desorbitados y
dientes rechinantes, amenazas genéricas contra denominaciones
colectivas (“ya van a ver burgueses c…” y “ya van a ver rojos
de m…”) y finalmente, en la consumación del odio, cien tipos
buscando con afán la perversa exquisitez de haberle acertado un
golpe demoledor al blanco elegido. “Sentí que era como estarle
pegando a Pinochet”, explicó el protagonista que apaleó a
Patricio Melero.
Sucedió
a la salida de la Corte donde se juzga a los imputados de uno de los
tantos casos conectados al concubinato entre el dinero y la política.
Los esperaban, ya en estado de delirio, una cincuentena de
manifestantes del FPMR y del PC. Agitaban las banderas rojas de ayer
y de siempre y gritaban las descalificaciones de siempre y de hoy.
Cuando los procesados desfilaron frente a ellos porque no había otra
salida practicable, dichos manifestantes se dieron el gusto de atacar
en personas de carne y hueso lo que siempre han odiado en la forma de
categorías políticas abstractas, a esa “burguesía explotadora”
a la cual hacen responsable de sus fracasos y humillaciones y a la
que además detestan por herencia cultural de su medio social,
familiar y político; eran, los imputados, blancos al alcance de la
mano vengadora de tantos resentimientos acumulados, la
personificación misma de las elites abusadoras, represoras y -hasta
ahora- siempre vencedoras. ¡Ah, qué delicia debe haber sido para
ellos ponerles una patada en el trasero! Y lo hicieron o trataron de
hacerlo y hubieran querido hacer mucho más, pisotear en el suelo a
sus víctimas si no hubiera sido porque los blancos de su ira estaban
rodeados de otra hilera de puños cerrados.
Fue,
en suma, un nuevo avatar de lo que ya anunciamos hace varias
columnas, el ensayo general de la segunda fase tan típica de estas
“transformaciones profundas”, la etapa que reemplaza la sonriente
“primavera revolucionaria” en que todos van a ser reinas y hasta
los adversarios bajan los brazos y se dicen “quizás no será tan
malo después de todo”; esta, la segunda, es la del abismo
creciente entre progresistas y “reaccionarios” y la del
simultáneo desmembramiento entre los que pretenden “avanzar sin
transar” y los que desean transar un poco para que no se vuelque el
bote. Es la etapa donde cunden toda laya de divisiones y entran en
hervor furores nuevos y viejos y a los incidentes violentos pero
aislados comienza a sumarse la violencia organizada.
Violencia
organizada.
Los
hombres y mujeres jóvenes del FPMR y del PC -las mujeres en primera
fila, como de costumbre, porque es más difícil repelerlas- así
como los y las de la UDI que se congregaron esa mañana no estaban
ahí por casualidad. Ambas asistencias respondieron a una
convocatoria y a una planificación. En el caso del PC y los demás,
se trató de otro episodio de una técnica de despliegue callejero
con largo historial, otro ejercicio de enlace de la teoría del poder
popular y la eficacia de la presión violenta en los espacios
públicos; es capítulo archiconocido del antiguo “Manual de Corta
Palos” del PC y lo era de la Shutzstaffel y claramente está siendo
usado sistemáticamente -una vez más- desde cinco años a esta
parte; la idea es que las reuniones masivas amorfas, buena onda,
multitudinarias y transversales del tipo “salvemos a los elefantes
del rifle del Rey Juan Carlos” sean sustituidas por grupos
organizados de cuadros y activistas que en las asambleas, paraninfos
y en todo lugar fuercen una agenda específica mientras, al mismo
tiempo, posen como representantes de la soberanía del pueblo; la
puesta en práctica del “debate democrático” en versión
progresista suele materializarse precisamente de ese modo, con el uso
nutrido y descarado de los empellones, los insultos, las
descalificaciones y si es necesario con algo más para que los
temerosos pequeño-burgueses y moderados se queden en su casa. Se ha
hecho y hace en las universidades, los colegios, los gremios, en el
Congreso, en las calles y ahora en Tribunales.
Pero
lo de la UDI y su cuerpo de bodyguards en defensa de los imputados es
un hecho nuevo. No obedece a una larga metodología de acción
política-callejera porque, para eso, las derechas cuentan
normalmente con las “instituciones de la República”; es, el del
lunes, un caso de reacción organizada pero reciente ante la presión
hace rato organizada de la izquierda; es similar a lo que sucede, en
sordina y embrionariamente desde hace unos seis meses, entre
agricultores del sur hastiados de la violencia de los grupos
extremistas. Lo mismo se detecta en las redes sociales.
Pecado
original.
No
es difícil, para una sociedad, degradar desde la situación de
ciudadanos difiriendo en sus visiones políticas a la de dos bandos
preparándose para enfrentarse a todo evento. La expresión más
tolerable de eso es la muy agria y disruptiva disputa política como
la del Chile de hoy, mientras la más feroz es la guerra civil. Es un
eje con muchas estaciones intermedias, pero inclinado hacia la
última. Tal facilidad para caer en el conflicto y escalarlo es, nos
tememos, muy natural, como lo demuestra su frecuencia en la historia
de toda nación. Aun durante esos idílicos períodos de paz y
estabilidad institucional en los que no vuela ni una mosca, aun
entonces, apenas bajo la superficie, hierve a fuego lento una lava
emocional manifestándose de vez en cuando en relámpagos de furia
que sólo la distancia del tiempo y el olvido desvanecen de la
memoria histórica. En los asuntos humanos más pacíficos hay
caudales de resentimiento y rabia listos para convertirse en brutal
violencia apenas haya oportunidad.
Esa
explosividad deriva de la condición de la especie. Cada uno de
nosotros vive desde el primer al último día experimentando la
frustración del choque entre infinitos deseos y limitadas
capacidades y/o la competencia del prójimo. De ahí la rabia y si se
dan las condiciones, la violencia. En tiempos de calma ese furor
aparece sólo esporádicamente porque impera la represión de la Ley,
de las costumbres y la policía y entonces cada quien se las arregla
con su frustración convirtiéndola en neurosis, en difuso malestar,
en melancolías, depresiones y difíciles acomodos con el mundo. En
épocas de desquiciamiento, cuando se pierde el miedo a la sanción y
unos y otros descubren un territorio común en sus odios y todavía
más, una doctrina o convocatoria que les ofrezca legitimidad para
expresarlos, entonces ha llegado el minuto de la horda linchadora
primero, de la banda guerrera después.
Dos
sociedades.
Nadie
deja de percibir que así funcionan las sociedades, pero en el
diagnóstico hay divergencias. No pocos asumen que dicha condición
es fruto de tal o cual ordenamiento social “injusto” que podría
corregirse. Modo común de expresar esa visión es decir que el
problema radica en la coexistencia de DOS sociedades, los de arriba y
los de abajo. Es un mal diagnóstico por ser banal; es como un
traumatólogo culpando la cojera de su cliente al hecho de tener
piernas. DOS sociedades en una, coexistiendo con dificultad, es
destino inherente de todas. Así lo muestra la observación histórica
y el examen de las presentes. En cada una aparece la sociedad de los
exitosos, de los que prosperan y acumulan más riqueza, poder y
prestigio y de los que orbitan alrededor de aquellos y junto a ella y
por debajo la sociedad de los menos exitosos, de los subordinados;
esta última es siempre mucho más populosa y está repleta de
resentimiento, lo cual no siempre es fruto de una “desposesión”
traumática, de explotación y despojo como el pintado por Galiano en
Las venas abiertas, sino de diferencias y divergencias acumulativas y
sistemáticas que finalmente se hacen odiosas. Sucedió en las
difuntas sociedades socialistas, sucede en China y en Cuba,
posiblemente también ocurre en el Paraíso. Sucede en Chile.
Encierro,
por Adolfo Ibáñez.
Estar
encerrado es una metáfora que significa estar en medio de cerros
que no dejan salir ni ver más allá. Que impiden la comunicación
con el mundo exterior. Los políticos dominados por las ideologías
están encerrados por ellas. Aquellos otros que andan desubicados
con la realidad son fácilmente encerrables. Todos terminan
mirándose el ombligo; el pueblo común, en cambio, termina aislado,
incomunicado y sometido. Aquellos a los que se les cierra el mate no
son capaces de percibir el mundo a su alrededor. Es como si
estuvieran a ciegas. O a oscuras. Encierro es sinónimo de
oscuridad.
El
populismo es un sistema de halagos y distracción a la gran mayoría
que hace fe en sus Gobernantes, para que no adviertan cómo se los
va encerrando. Los casos de Venezuela y de Argentina son ejemplares
por la encerrona que les han dado a sus pueblos. En nuestro caso el
"programa" es la llave para encerrar al país. El descenso
en la popularidad ha llevado al Gobierno a cambiar las maneras, pero
nada indica que hayan modificado el objetivo último. Y, por lo
mismo, insiste en las monsergas de hace cincuenta años: que la
gente vota por un programa; que este debe prevalecer siempre; que es
una ley para guiar al país.
No
cabe duda que el grupo controlador fue muy exitoso en generar una
base política para encerrar al país uniendo la popularidad de
Michelle Bachelet con su programa, creando una grande y mareadora
confusión en torno a reformas, modernizaciones, legitimidades y
simpatías personales, que tienen empantanados a los políticos y
excluida a la gente. Esta última, en cambio, rechaza ser tenida
como cosa, anhela ser considerada como personas y poder vivir sus
vidas con tranquilidad y sensatez y aportar al país en lo que
corresponda a su esfera de acción. La tarea de ahora es zafarnos de
esta encerrona, comenzando por esclarecer la verdadera situación en
que nos encontramos.
No
se trata de que las reformas estén bien o mal hechas o
implementadas. Que la Constitución se haga así o asá. Se trata de
que son encerradoras. Y por esto nada se ha dicho sobre el contenido
de esta última. Debemos recuperar la amplitud de horizontes para
que todos podamos extender nuestras miradas y proyectarnos
vitalmente, liberándonos de esta camisa de fuerza que nos encierra.
Así el país se verá potenciado por la comunidad de ideales que
nos llevan al futuro. El océano debe ser nuestra metáfora vital:
enfocarnos en la amplitud del mar que se despliega ante nosotros y
unirnos en el deseo de conquistar esa infinitud.
Nuevo
factótum,
por Max Colodro.
El
arribo del Ministro Eyzaguirre a la Secretaría General de la
Presidencia vino a confirmar que la
dupla Burgos-Valdés empezó a ser ‘desempoderada’ casi al mismo
momento de asumir como eje del equipo de Gobierno. A poco más de un
mes del cambio de Gabinete que instaló a ambos personeros, como
señal y avanzada de un aparentemente genuino esfuerzo de
rectificación en la conducción política, la Mandatario vuelve a
optar por su esquema preferido: instalar en el corazón de La Moneda
a su Ministro de mayor cercanía y confianza personal, en un rol muy
similar al que ocupó hasta mediados de mayo el ahora defenestrado
Rodrigo Peñailillo.
La
implantación de Eyzaguirre en el comité político deja en una
posición compleja al actual Ministro del Interior, Jorge Burgos, un
personero que a diferencia del ex titular de Educación no pertenece
al entorno íntimo de la Presidente, ni tiene con ella la confianza
necesaria como para ejercer de facto la función deliberativa que
desde este momento comenzará a realizar el nuevo Ministro de la
Presidencia. Del mismo modo, a este vínculo privilegiado de
Eyzaguirre con la Presidente se agrega su experiencia en la jefatura
de Hacienda durante el Gobierno de Lagos, un elemento que, sin duda,
generará interferencia y restará algo de autonomía a la gestión
del Ministro Valdés.
Con
todo, la nueva apuesta de la Presidente Bachelet no sólo es
arriesgada por el reequilibrio de poderes que eventualmente supone,
sino también porque instala en la sensible tarea de interlocución
con el mundo Parlamentario a un personero que viene de Educación con
un importante desgaste, y que tiene, además, una personalidad
difícil y escasamente dúctil. Eyzaguirre estará desde ahora a
cargo de buscar una ecuación entre el inevitable sinceramiento de
expectativas que ha impuesto el actual momento económico, y un
Gobierno con su credibilidad por el suelo, cuyo respaldo hoy no llega
siquiera a un 25% de la población.
En
paralelo, es imposible no considerar el efecto de la decisión de
cambiar a un Ministro de Educación en medio del paro de profesores
más extendido de los últimos años. En rigor, Nicolás Eyzaguirre
deja la cartera sin haber podido concluir o, al menos, encauzar el
conflicto, lo que tiene para él un costo personal en materia de
gestión, pero también a nivel político, en el sentido de que el
magisterio no consigue el objetivo buscado -el retiro del proyecto
sobre carrera docente-, pero al menos se lleva como trofeo la salida
de un Ministro al cual cuestionaba su capacidad de interlocución. La
nueva Ministro Delpiano se hace así -de entrada- cargo de una
situación de crisis, de una gestión que tiene a profesores y
estudiantes en estado de movilización ascendente, para convertirse
en la depositaria de una sobria confianza en que su mayor
flexibilidad y mejor trato pueda ayudar en algo a descomprimir los
ánimos.
En
síntesis, lo ocurrido el sábado no fue sólo el cierre de vacancias
Ministeriales sostenidas por demasiado tiempo, sino un cambio de
Gabinete en forma, que reconfiguró una vez más el mapa de fuerzas
en el núcleo de poder del Ejecutivo. La apuesta Presidencial fue de
nuevo por un diseño que pone en el centro de las decisiones a una
autoridad basada en la cercanía y en la confianza personal, con todo
el riesgo que ello implica para una Mandatario que en los últimos
meses ha sido especialmente golpeada en su liderazgo y en su
intimidad.
La
rosa inaccesible,
por Joaquín García Huidobro.
Los
activistas de la causa gay están de fiesta. La Corte Suprema
norteamericana ha declarado que la prohibición del llamado
matrimonio homosexual resulta contraria a la igualdad ante la Ley
establecida en la Constitución. Ahora pueden pensar que sus uniones
son exactamente iguales a la de George Washington y su esposa
Martha, o al matrimonio de John Adams y la gran Abigail.
¿Es
discriminatoria la prohibición del "matrimonio"
homosexual, como piensa la mayoría del Tribunal más famoso del
mundo? Depende de lo que entendamos por matrimonio. El Juez Roberts,
de la minoría, reprochaba la arbitrariedad de sus colegas a la hora
de redefinir esa institución: "La decisión de la mayoría es
un acto de la voluntad, no un fallo jurídico. (...) Como resultado,
el Tribunal invalida las Leyes sobre el matrimonio de más de la
mitad de los Estados y ordena la transformación de una institución
social que ha sido la base de la sociedad humana durante milenios,
desde los bosquimanos del Kalahari y los chinos Han, los
cartagineses y los aztecas. ¿Quiénes creemos que somos?".
Los
partidarios del "matrimonio" homosexual consideran que lo
esencial para que haya matrimonio es el afecto. Y como dos personas
del mismo sexo pueden quererse mucho, les parece inexplicable que se
las excluya de esa institución. Pero, aparte del hecho evidente de
que ha habido millares de matrimonios a lo largo de la historia
donde no existía afecto, uno podría preguntarse: ¿Y por qué el
derecho de la República tiene que preocuparse de algo tan privado
como los afectos? Ya lo decía Marx: "Si el matrimonio no fuera
la base de la familia, la Legislación le prestaría tan poca
atención como a la amistad".
El
matrimonio tiene un estatuto especial porque es una institución que
está orientada a la procreación, es decir, en ella se transmite la
vida y la cultura a los nuevos ciudadanos. Por eso, el Legislador la
trata con especial cuidado, un cuidado que incluye también a las
parejas que por alguna razón accidental (enfermedad, edad) no están
en un determinado momento en condiciones de tener hijos
efectivamente, pero cuyo vínculo se orienta según el modelo de una
unión heterosexual abierta a la procreación y llamada a una
complementariedad tan profunda que solo puede darse en la unión de
los diversos.
No
es casual, entonces, que los partidarios de la causa gay insistan
con tanto empeño en el "derecho" de esas parejas a
adoptar niños. Dado que esas uniones son en sí mismas infértiles,
necesitan hacer lo posible para imitar al matrimonio de verdad y
lograr que la preocupación del Legislador por sus afectos tenga
alguna mínima justificación.
Los
activistas homosexuales piensan que han conseguido un sueño muy
antiguo, el de poder contraer matrimonio. La verdad es que ha pasado
exactamente lo contrario. Aquí ha sucedido algo semejante a una
pesadilla donde una persona aspira a tomar una rosa muy bonita, pero
-al cortarla- ésta se le marchita de inmediato. Nunca llegarán al
matrimonio porque desde el 26 de junio de 2015 el matrimonio ha
dejado de existir en los Estados Unidos, y ha pasado a ser otra
cosa. Lo que han conseguido no es participar de la experiencia de
Pierre y Marie Curie, de Arturo Prat y Carmela Carvajal, o de Adán
y Eva, sino ser incluidos en un engendro jurídico en el que cabe
todo.
Lo
ha dicho el mismo Juez Roberts: "Ustedes no están buscando
unirse a una institución. Están buscando cambiar la institución".
Esta semana lo han conseguido, pero al precio de no poder acceder
nunca a ella, sino a una cosa distinta. Podrán celebrar, pero
consiguieron algo distinto del matrimonio.
La
sentencia de la Corte Suprema norteamericana deja abierta, al menos,
dos preguntas importantes. La primera tiene que ver con la
repercusión jurídica de los afectos: si el matrimonio debe incluir
a dos personas del mismo sexo que se aman, ¿por qué no pueden ser
tres o más? Las razones que llevan a aceptar el "matrimonio"
homosexual hacen imposible excluir la poligamia de adultos.
La
segunda pregunta es: Si la procreación no es la razón que lleva a
que el Legislador preste atención al matrimonio, ¿por qué tiene
que ocuparse de él? ¿No deberían ser las personas las que
determinen cómo vivir y el Estado permanecer totalmente ajeno a lo
que ellas resuelvan? Ya hay bastantes extremistas liberales que lo
piensan. Uno puede reprocharles muchas cosas, pero no la
incoherencia.
Fiscalía
mediática, por Axel
Buchheister.
El
Tribunal Oral en lo Penal competente absolvió a los diez inculpados
del mercado farmacéutico del delito de alteración fraudulenta de
precios, de que los acusaba el Ministerio Público. Un dictamen que
puede parecer sorprendente para una opinión pública que hace mucho
dictó fallo condenatorio, pero no para muchos abogados que sabemos
que esa figura delictiva no era aplicable al caso.
La
explicación es simple: hasta el 2003 la Legislación de protección
de la libre competencia contemplaba como delito toda maniobra
monopólica, incluida la colusión. Este fue derogado como
consecuencia de un proyecto de Ley firmado por el ex Presidente
Ricardo Lagos, que señaló como inconveniente su existencia e
incluso puso en duda su Constitucionalidad, dado lo abierta de la
conducta sancionada, la que entonces quedó sólo sujeta a multas
bajo el régimen de dicha Legislación. Si la colusión dejó de ser
delito, mal podía seguir siéndolo, así de perogrullo.
Pero
eso fue lo que pretendió el Ministerio Público ante los Tribunales,
aplicando una figura que exige un fraude, que es algo distinto de la
colusión, como dijo el Tribunal oral. Eso es “estirar” la figura
penal para que abarque más de lo prevista en ella, o sea, hacer lo
que se llama analogía penal, que está Constitucionalmente
prohibida. El propio Fiscal a cargo dijo -después del fallo
absolutorio- que había un problema de tipificación y que se
requiere de cambio normativo. A confesión de Fiscal, relevo de
condena, porque en derecho penal la normativa nunca es insuficiente:
si no da, no hay delito.
La
pregunta relevante aquí es por qué el Ministerio Público llevó
adelante y sostuvo por años un caso tan dudoso. La respuesta es que
los Fiscales parecen haber cedido a la tentación mediática de ser
héroes populares, más que hacer bien su trabajo. Ante hechos que
despertaron fuertes emociones ciudadanas y que eventualmente debían
ser sancionados conforme a la institucionalidad antimonopolios -como
de hecho sucedió-, trataron de ser los justicieros que iban más
allá: meter presos a los responsables, como pedía el clamor de la
calle, aunque la Ley no lo contemple.
El
problema es que se perdieron recursos, tiempo y foco en la tarea de
combatir a la verdadera delincuencia, que está cada día peor, como
usted bien sabe. No es el único caso. ¿Alguien puede explicar por
qué el Fiscal Nacional, máxima autoridad del Ministerio Público,
está dedicado a investigar el caso “boletas truchas”, que le
copa casi todo su tiempo? Dicho de otra manera, ¿quién conduce hoy
el Ministerio Público? El mismo acaba de precisar que la
investigación -tan solo ella- en una de las aristas durará cuatro o
cinco meses más; es decir, hasta el último día de su gestión, que
concluye a fines de noviembre. Mientras, la institución navega en
piloto automático.
Se
requiere de una revisión de la orientación y forma de hacer las
cosas en el Ministerio Público. El nombramiento del nuevo Fiscal
Nacional es una oportunidad para ello. Veremos si se aprovecha o pasa
a ser otra lesera más que se deja pendiente.
La
estrategia electoral de Maduro,
por Andrés Oppenheimer.
Tratando
de desviar la atención pública del récord mundial de inflación
de Venezuela, la aguda escasez de alimentos y otros problemas
económicos autoinfligidos que podrían llevar a una victoria de
la oposición en las elecciones Legislativas del 6 de diciembre,
el Presidente venezolano, Nicolás Maduro, está desempolvando de
su arsenal un truco clásico de los demagogos en apuros: reactivar
una vieja disputa territorial para agitar las pasiones
nacionalistas.
Parece
un recurso demasiado burdo. Pero Maduro, cuya popularidad ha caído
un 20%, parece haber llegado a la conclusión de que la
resurrección de viejos conflictos fronterizos con la vecina
Guyana y -aún más importante- Colombia, va a cambiar el tema de
conversación en Venezuela a algo que no sea la escasez de carne,
leche y café, o la tasa de inflación, que según un nuevo
informe de Bank of America llegará a un 172% este año.
Las
excusas políticas anteriores de Maduro de que el desastre
económico de Venezuela se debe a una supuesta "guerra
económica" de la oligarquía y Estados Unidos ya no están
funcionando.
Después
de 15 años en el poder, en los cuales la mayor parte del sector
privado de Venezuela ha sido diezmada y una casta de
seudorrevolucionarios corruptos se ha enriquecido a más no poder,
al Gobierno chavista se le está haciendo cada vez más difícil
culpar a terceros por el desastre nacional. De ahí que su nueva
estrategia sea cambiar la agenda.
Maduro
anunció la semana pasada que convocará a una "unión
cívico-militar" para enfrentar una "maniobra
internacional de la derecha para provocar a Venezuela con
problemas limítrofes". La supuesta "maniobra" ha
sido dirigida por Exxon Mobil y Guyana, que anunciaron un
significativo hallazgo de petróleo en aguas del Caribe que están
en disputa, aseveró.
El
26 de mayo, poco después del anuncio de Exxon Mobil, Maduro
emitió un decreto reclamando las aguas del Caribe donde se
produjo el hallazgo petrolero. Pero el decreto de Maduro fue más
allá: creó cuatro "zonas operativas de defensa" de la
soberanía venezolana en el área, incluyendo una zona en disputa
entre Venezuela y Colombia.
Eso,
a su vez, dio lugar a una protesta formal por parte de Colombia,
cuyo Presidente, Juan Manuel Santos, dijo que el decreto de Maduro
equivale a una violación de los derechos de Colombia, y exigió
que Venezuela lo "rectifique" inmediatamente.
Muchos
estrategas políticos especulan que Santos, al igual que Maduro,
puede beneficiarse políticamente de una escalada de tensiones
fronterizas con Venezuela. En octubre, tendrán lugar en Colombia
elecciones para Gobernadores y Alcaldes, señalan.
"Santos
está políticamente débil, y podría beneficiarse jugando la
carta nacionalista", dice Mauricio de Vengochea, un consultor
y encuestador que asesora a políticos en Colombia y Venezuela.
"No podemos olvidar que hay un gran sentimiento antiMaduro en
Colombia".
Además,
Santos ya no necesita a Venezuela tanto como en el pasado para
llegar a un acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC de
Colombia. Maduro no tiene tanta influencia sobre las FARC como la
que tenía el fallecido Hugo Chávez, lo cual permite a Santos
tomar distancia de Venezuela sin poner en riesgo sus negociaciones
de paz.
Un
conflicto fronterizo preelectoral entre Venezuela y Colombia en
los próximos meses, probablemente iniciado por Venezuela, no es
improbable, me dicen fuentes políticas.
Hace
menos de 30 años, el 9 de agosto de 1987, Venezuela y Colombia
casi se van a la guerra cuando la fragata venezolana Libertad
enfrentó a un buque de la armada de Colombia sobre las aguas
disputadas entre ambos países. El nuevo decreto de Maduro que
incluye las aguas disputadas bajo las "zonas operativas de
defensa" de Venezuela, equivale a una provocación similar,
dicen muchos colombianos.
Mi
opinión : La estrategia electoral de Maduro para ganar las
elecciones Legislativas -además de un proceso tramposo en el que
monopolizará el tiempo de TV, mantendrá a los líderes
opositores en la cárcel, y no permitirá observadores
internacionales de la UE y la OEA- será aumentar las tensiones
con Guyana y Colombia.
Los
países latinoamericanos no deberían permitir que se derrame una
sola gota de sangre en estos viejos conflictos fronterizos que
están siendo resucitados artificialmente. Cuando la Presidente de
Brasil, Dilma Rousseff, visite Washington esta semana, el
Presidente Barack Obama debería señalarle el peligro de una
guerra como uno de sus argumentos para convencerla de aumentar la
presión sobre Maduro para que deje de comportarse como un
dictador tropical del siglo XIX.
Inflar
un conflicto fronterizo latente para agitar las pasiones
nacionalistas es el truco más viejo del manual de los demagogos.
Pero ha funcionado antes, y Maduro lo está usando ahora como
último recurso para tratar de mantener sus poderes absolutos.
Maduro
ha llegado a la conclusión de que la resurrección de viejos
conflictos con Guyana y Colombia va a cambiar el tema de
conversación en Venezuela.
Liceos
Bicentenario: exitosa experiencia.
Los
resultados de la reciente evaluación del Sistema de Medición de
Calidad de la Educación (Simce) confirmaron el éxito de una de
las iniciativas más directamente orientadas a elevar los
estándares de la enseñanza, como fue la creación de los liceos
Bicentenario. Mediante un convenio establecido con el Ministerio
de Educación, estos establecimientos se comprometen a lograr un
desempeño académico que los ubique en el 10 por ciento superior
en cuanto a la evaluación del Simce y en el cinco por ciento de
los más altos puntajes de la PSU obtenidos por los colegios
Municipales y subvencionados. A pocos años de funcionamiento,
muchos de estos 60 colegios destacan por sus logros.
Este
año, 20 de los 30 establecimientos públicos con mejores
resultados -tanto en las pruebas de matemáticas como en las de
lenguaje- corresponden a liceos Bicentenario que, con políticas
educativas orientadas a la excelencia académica, han conseguido
revalorizar la educación pública, atrayendo a los mejores
estudiantes, incluso desde el sistema particular subvencionado.
En
una acertada decisión, la autoridad decidió continuar con esta
iniciativa del Gobierno anterior, pues ha demostrado ser exitosa
al elevar transversalmente los estándares de calidad y
demostrando que tanto en aquellos colegios que seleccionan -en la
actualidad alrededor de la mitad lo hace- como en aquellos que no
tienen requisitos de ingreso los estudiantes mejoran
sustancialmente su rendimiento.
Ubicados
en diversas localidades del país, estos establecimientos están
orientados a replicar el ejemplo de aquellos liceos emblemáticos
que fueron la cuna -en décadas pasadas- de destacados líderes
públicos de Chile. Metas claras, evaluaciones permanentes del
proceso educativo, familias comprometidas, profesores dedicados y
directivos con autoridad han permitido crear una cultura escolar
de confianza y compromiso, elevando las expectativas y abriendo
oportunidades para sus egresados, convirtiéndose en valiosos
agentes de movilidad social.
Los
liceos Bicentenario se han posicionado como una efectiva
demostración de que en aquellas comunidades escolares donde
prima el rigor, la disciplina y el compromiso, es posible
conseguir buenos resultados, desafiando el entorno adverso que
afrontan muchos de sus alumnos.
Cuando
una vez más la educación pública siente los efectos del
prolongado paro de profesores, el buen desempeño de los liceos
Bicentenario se convierte en un referente respecto de cuál es el
camino para conseguir una real mejoría en la calidad de la
educación pública, pues queda de manifiesto que, más que en la
calle, esta se consigue mediante un trabajo arduo en el aula.
Menor
crecimiento y prioridades del programa.
El
Ministro de Hacienda ha hecho notar que las cifras Fiscales llaman a
moderar el ritmo de implementación de reformas que insumen recursos
Fiscales. Esto, que es muy válido, deriva de la importancia para
Chile de mantener el alto grado de disciplina Fiscal que lo ha
caracterizado por décadas y que se ha traducido en estabilidad
macroeconómica. Gracias a políticas de focalización del gasto
público, la disciplina Fiscal permitió notables avances en materia
social -área en que Chile tiene una posición de liderazgo en
América Latina, al mismo tiempo que posibilitó tasas de impuestos
moderadas, compatibles con alta participación del sector privado,
que determinaron que el país ostentase el mayor ingreso per cápita
en la región.
Un
menor precio del cobre y un crecimiento económico bajo lo esperado
permiten proyectar una menor recaudación Fiscal en torno a US$ 2.200
millones para este año. Esta vez no se trata de un fenómeno
transitorio y por ende susceptible de manejo en base a
financiamiento, pues todo apunta a un menor crecimiento potencial de
nuestra economía. La tendencia a menores ingresos, junto al ánimo
oficial de ir desde la focalización del gasto hacia garantizar
derechos a segmentos más amplios de la población, anticipa una
creciente presión Fiscal. En este contexto es valiosa la disposición
del Ministro a priorizar gastos y adecuar el ritmo de las reformas
para volver al equilibrio Fiscal estructural comprometido en el
programa de Gobierno, para lo cual, por lo demás, ya se acordó una
drástica reforma tributaria.
Con
todo, la preocupación Fiscal del Ministro recae sobre una condición
de contexto, necesaria pero no suficiente para mantener el
crecimiento en Chile. La disciplina Fiscal es muy importante, pero no
garantiza el crecimiento. Y el panorama Fiscal sólo se hará más
complejo de administrar si persiste la tendencia a la disminución
del crecimiento potencial del país que se constata hoy. De aquí que
las autoridades económicas, tradicionalmente, hayan buscado asegurar
que las políticas en todos los sectores, económicos y sociales,
contribuye al buen desempeño de la economía, del que depende la
sostenibilidad del gasto Fiscal con fines sociales.
En
este sentido se espera de las nuevas autoridades económicas una
mayor incidencia en el rumbo que han tomado otras políticas que,
hasta ahora, llevan a anticipar un deterioro adicional en el
potencial de crecimiento de Chile. Un ejemplo claro es la política
educacional, donde el prolongado paro ilegal docente es evidencia
indesmentible de que los profesores públicos se mueven por el mismo
fin de lucro que se quiere eliminar del sistema, que están
dispuestos a sacrificar la enseñanza por avanzar su causa y de que,
como muchos han advertido, la sustitución de entidades privadas y en
competencia por empleados públicos, en un sistema Estatizado y
burocrático, que el Estado no es capaz de llevar a cumplir sus
contratos, va necesariamente a bajar la calidad de la enseñanza. En
educación, sin embargo, como en lo laboral y en otras áreas
determinantes para el crecimiento futuro, la autoridad económica
parece limitada a opinar desde una perspectiva meramente
financiero-contable, lo que es insuficiente.
Carrera
contra el tiempo.
El
Ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés; el Banco Central, organismos
internacionales y analistas independientes han alertado sobre el mal
clima reinante en diversos círculos económicos. Las encuestas
sugieren que en las últimas semanas las expectativas tanto de los
empresarios como de los consumidores han vuelto a caer. Mientras a
las primeras se les atribuye un rol crucial en la inversión y el
empleo, las segundas podrían provocar una peligrosa disminución en
el consumo. Los mercados confirman la inquietud: en el mes, las
bolsas han borrado sus ganancias de principios de año y el dólar ha
retomado su carrera alcista. Así como pasa con los cielos de
Santiago y de varias capitales regionales, el horizonte de la
economía nacional parece haberse nublado bajo una densa y tóxica
capa de esmog.
Disienten
los expertos sobre las causas del pesimismo. Unos subrayan la
importancia de factores externos, como el término del gran auge
minero, cuyo efecto también se observa en otras economías de la
región. Otros -entre los que, sorprendentemente, se encuentra el
Ministro de Hacienda- hacen ver que la "ansiedad" sería
una consecuencia inescapable de las reformas que impulsa el Gobierno,
un costo "que vale la pena pagar". Agregan que los
escándalos políticos habrían contribuido al mal ambiente. Por
último, desde la oposición reclaman que son las reformas mismas, y
su defectuosa implementación, el origen de la incertidumbre y el
desaliento.
Cualquiera
sea la raíz del mal, parece obvio que es responsabilidad del
Gobierno administrar el remedio. Ha hecho bien el nuevo Ministro de
Hacienda en iniciar su gestión apelando al realismo económico y la
disciplina Fiscal. La tentación política de combatir los síntomas
de la incertidumbre con más gasto público debe ser resistida,
porque sería como tratar de apagar el fuego con bencina. Reconforta
observar que su mensaje ha sido bien recibido por los líderes del PS
y del PDC.
Sin
embargo, es probable que en sus numerosos encuentros con dirigentes
empresariales y políticos, el Ministro haya podido ya advertir que
la política Fiscal no parece ser la primera preocupación. Son las
dudas acerca de la capacidad de la economía chilena para retomar un
buen ritmo de crecimiento lo que parece pesar más sobre las
expectativas. Sin crecimiento, las inversiones no rentan, las deudas
se vuelven demasiado onerosas, los proyectos empresariales y
familiares deben ser postergados. El Gobierno puede hacer mucho
contra el pesimismo: aclarar las confusiones que ha dejado la reforma
tributaria, propiciar en el Senado una reforma laboral más
equilibrada, evitar que el anunciado proceso Constituyente amenace el
derecho de propiedad, rectificar los proyectos sectoriales que
inhiben la inversión y la productividad.
Si
el Gobierno no asume esa tarea, las brumas ensombrecerán no solo el
panorama económico, sino también el político. El nuevo equipo
Ministerial no tiene tiempo que perder.
Pueblos
bien informados
dificilmente
son engañados.
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