El
alza que tuvo la “popularidad” de la Presidente Bachelet luego
del cambio de
Gabinete
fue una golondrina que no hizo verano. Ayer la encuesta Cadem
nos
mostró
a la Gobernante con el menor respaldo, solo 22%, y un creciente
rechazo
que
llegó al 62%.
La
caída del halcón negro,
por
Joaquín García Huidobro.
Si
muchas veces se ha dicho que el PPD no es más que una máquina de
poder, en estos días esa impresión se ha confirmado al ver cómo
arrojan al basurero esa pieza incómoda que se llama Rodrigo
Peñailillo. La Nueva Mayoría le debe a él casi todo, como debería
reconocer quienquiera que recuerde el estado calamitoso en que se
hallaba la Concertación hasta bien avanzado el Gobierno de Piñera.
Hoy, sin embargo, le dan la espalda, comenzando por su propio
partido.
La
tesis que justifica esta traición es singularmente peregrina. Parece
como si un día se le hubiera ocurrido a Peñailillo la exótica idea
de que era posible sacar a la izquierda de las cenizas y que Bachelet
podría volver a la Presidencia. Todo lo que habría hecho de allí
en adelante habría sido "a título personal". Si la
versión del PPD es verdadera, entonces Peñailillo es un genio de la
política y su partido es tan torpe que no es capaz de reconocerlo.
Pero si la explicación es falsa, nos encontramos en presencia de una
canallada. En ambos escenarios el PPD queda muy mal parado.
Desde
un comienzo critiqué la arrogancia e impericia política de Rodrigo
Peñailillo. Pero una cosa son las naturales discrepancias que uno
pueda tener con un Ministro, y otra muy distinta es considerarlo un
forajido y alejarse de él como si tuviera la peste.
Tras
la actual condena pública a Peñailillo se esconde un error jurídico
grave. Las Leyes tributarias no son como las normas del Código
Penal. Todos entendemos qué significa matar a alguien, secuestrar o
incendiar. En materia de impuestos, en cambio, las cosas no son tan
sencillas; por eso, estas Leyes van acompañadas de la interpretación
del SII, que ayuda a los ciudadanos a delimitar lo permitido de lo
prohibido. Sucede, sin embargo, que en la época en que Peñailillo
realizó los actos cuestionados, el SII consideraba que si los pagos
no estaban justificados caían en la categoría de "gastos
rechazados": en ese caso había que pagar el impuesto y una
multa. Hoy, empero, la emisión de boletas sin el respaldo de un
trabajo efectivamente realizado es considerada un acto delictual.
Ahora
bien, no parece justo aplicarle al ex Ministro ese nuevo criterio con
un carácter retroactivo: el Sr. Peñailillo está muy lejos de ser
un delincuente.
Pero hay
más. Es posible que la actitud del PPD no se explique únicamente
por el deseo de marcar distancias con una persona caída en
desgracia. Sucede que Peñailillo es una figura incómoda, porque,
además de ser el prototipo de la meritocracia, viene de Regiones y
no le debe su vida política a las redes santiaguinas. Como nuestra
izquierda puede ser muy clasista (en un sentido menos aparente pero
aún más refinado que la derecha), la casta izquierdista dominante
nunca miró bien a este personaje que no respondía a sus cánones y
que, para colmo, tenía un acceso privilegiado a la Presidente.
Desde
el primer día Peñailillo fue criticado por sus trajes (bastante más
modestos que los de buena parte de sus detractores) y hasta por su
peinado, lo que resulta, cuanto menos, insólito. Además, para
algunos, resultaba sencillamente insoportable la sola idea de que
alguien como él se hubiera encumbrado tan rápido en tan poco
tiempo. Puede haber sido un mal Ministro, pero cumplió con todos sus
objetivos en apenas un año (eliminación del binominal, del FUT y
del lucro en la educación, entre otros), de modo que más bien
habría que decir que fue un excelente ejecutor de un programa
criticable. Los reproches deberían venir de parte de quienes no
pensamos como él, porque su gente debería aplaudirlo. No hay que
extrañarse, entonces, de que sean precisamente los grandes de la
Concertación (Bitar y Vidal, hoy relegados a un segundo plano) los
pocos que hayan salido en su defensa.
La
izquierda ha sido mezquina con Peñailillo, pero también corta de
vista. En su obsesión por "blindar" a Bachelet hundiendo a
su más cercano colaborador en una ciénaga moral, no se dan cuenta
de que la paciencia de la gente tiene su límite: citado a declarar,
él podría sentirse liberado de unas lealtades que no han sido
correspondidas. No perciben que Peñailillo tiene municiones que
podrían destruir cualquier blindaje. O quizá sí, tal vez se dan
cuenta, pero saben que están en presencia de un hombre de lealtad
infinita. Y por eso abusan de él.
Eufemismos
políticos,
por
Axel Buchheister.
La
costumbre en Chile fue conducir la política con eufemismos. En el
Gobierno y la Nueva Mayoría piensan que hoy es posible continuar
haciéndolo.
Los
múltiples antecedentes que han salido, llevan a concluir
inequívocamente que hubo un comando que trabajó con financiamiento
indebido durante años para que Michelle Bachelet volviera. Da lo
mismo si cabe denominarlo de “pre campaña” (¿de qué otra
manera se podría llamar a uno que fue previo a la campaña?), el
hecho es que existió. Cuando no se pudo seguir negando, surge una
nueva versión: la candidata nunca supo ni autorizó nada, menos que
se pidiere plata a los malos de la película, los empresarios; si en
esa época tenía dudas de ser o no ser.
Pues
bien, todo eso no da cuenta de la verdad. Aunque sea cierto que
dudaba, no podía menos que saber que había un grupo de gente que
estaba trabajando aquí dedicado para que fuera candidata. Y siendo
así, ¿acaso pensaba que esas personas, que no son ricas, se
estuvieron gastando por años sus pocos ahorros mientras esperaban?
Tener todo listo para cuando se bajó del avión, requería de
recursos y de trabajo intenso, no del simple aporte de horas libres,
al menos del grupo organizador. ¿No supo que Rodrigo Penaillilo
trabajaba full time y con oficina en la Fundación Dialoga, que es
suya, para que se lanzara de candidata? Cuando él la visitó dos
veces en Nueva York, ¿nada le dijo al respecto? ¿Tampoco ella se
preguntó -para sus adentros- sobre cómo se financiaron los viajes?
Todo
cuesta dinero. Es obvio que los candidatos Presidenciales no están
en el detalle, pero de ahí a sostener que no tienen responsabilidad
por lo que hacen quienes construyen su plataforma, hay un trecho
mayor. Existe una responsabilidad, al menos por omisión, por no
haber fijado las reglas bajo las cuales se harían las cosas. Dejar
hacer y no preguntar agrava la falta.
La
Nueva Mayoría también se hace la “sueca” con Peñailillo. Todos
clamaban porque Bachelet volviera, puesto que reconocían que sólo
con ella podían retornar al poder. Y cómo creen que se hizo, ¿con
pura buena voluntad? Porque los partidos de la Nueva Mayoría, salvo
sus mejores intenciones, que se sepa no pusieron un peso para
financiar la tarea que había que llevar a cabo para “convencerla”.
El Presidente de la Cámara de Diputados (PPD) dice que las
actuaciones de Peñailillo “fueron a título personal y que
esperamos que se aclaren lo más pronto posible”. ¿A qué se
refiere? ¿Realmente cree que podrá salir la explicación mágica
que no ha salido hasta ahora y que lo aclare todo? Ello, cuando la
información que se ha conocido hasta ahora demuestra en forma
arrolladora lo contrario: no sólo son las boletas de supuestos
estudios, sino que la sociedad de Martelli pagó los famosos pasajes,
el teléfono personal de Peñailillo y hasta cubrió un déficit de
caja del comando de campaña, entre otras cosas.
Todas
esas explicaciones no se las creen ni ellos mismos y difícil que las
compren los ciudadanos cada vez más informados. “Chile cambió”,
¿no es eso lo que dicen cuando les conviene? Entonces, que asuman
los costos políticos de lo que hicieron o dejaron hacer.
por
Hernán Büchi.
Para
proyectar el futuro de la economía chilena hoy, lo más importante
es considerar hechos de índole política: el cambio de Gabinete y el
discurso del 21 de mayo.
No
es que falten noticias relevantes en el ámbito económico mundial.
Un buen resumen quizás sean las opiniones recientes del ex
Presidente de la Fed Ben Bernanke en su visita a Corea del Sur. El
alza en las tasas de interés que los mercados esperan en EE.UU.
antes de fin de año indicaría que la economía estadounidense está
sólida. Es posible que el inicio del proceso de alza después de
tanto tiempo en tan bajo nivel genere alguna volatilidad, pero no
sería problema para países con fundamentos sólidos. Respecto de la
desaceleración de la economía china, descarto un aterrizaje
forzoso. Las tasas de crecimiento de 10% o más no son sostenibles,
ya que se basaban en inversión en plantas y equipos con una fuerte
orientación exportadora. Al enriquecerse el país y ser más
relevante su tamaño en la economía mundial, ello deja de ser
viable. Se está ante un acomodo necesario.
Si
bien no se refirió a Europa, ésta muestra señales de un renovado
dinamismo, y aún sin éxito en la negociación entre Grecia y la UE
para destrabar el financiamiento, el peor desenlace no debiera
generar más allá de una volatilidad temporal y malas noticias para
los griegos.
Esas
posibles volatilidades no debieran ser un problema mayor en Chile por
sus cimientos macroeconómicos, aunque una tasa de interés más
elevada y un probable menor precio del cobre son aspectos que
pronostican mayores dificultades a futuro y requieren decisiones
concretas para enfrentarlos.
Obviamente
Bernanke no se sintió obligado a sintetizar lo más relevante de la
economía chilena, pero usando su lógica de grandes trazos, podemos
decir que decepciona el crecimiento del primer trimestre, 2,4% en 12
meses, a pesar de la leve tendencia positiva en la evolución
trimestral. Desde un piso muy bajo hay un repunte en la inversión,
pero el consumo sigue lento y el empleo débil.
Fueron
la política expansiva Fiscal y principalmente la monetaria las que
seguramente nos evitaron una recesión. Sin embargo, la inflación y
sus medidas subyacentes muestran que no queda espacio para esta
medicina. Un gasto público creciendo al 10,3% real como en el primer
trimestre no puede potenciarse más, y el nuevo Ministro de Hacienda
parece entender esta realidad. Ello nos deja entonces una economía
con un crecimiento magro del orden del 3%. Nuestros líderes aún no
aquilatan su gravedad. Un frágil ritmo de progreso, sin el beneficio
del alza del cobre como a partir del 2006, es absolutamente
incompatible con las aspiraciones y exigencias que expresa la
ciudadanía y que el mismo liderazgo político del país impulsó y
sigue alimentando. La retroalimentación de la decepción y la
molestia ciudadana a través de su expresión política traerán
impactos cada vez más negativos en el crecimiento. Urge que los
responsables actúen moderando las expectativas e iniciando un camino
concreto que vuelva a enfatizar la capacidad de crear bienestar vía
mayor inversión, productividad y generación de empleos.
Es
por ello que las noticias más relevantes para la economía podrían
ser las novedades políticas recientes. ¿Intentará y podrá el
nuevo Gabinete cambiar el rumbo de sus políticas en la dirección
descrita? No se necesita todavía un giro dramático como el de la
Mandatario brasileña. En su anterior periodo, Bachelet nos legó su
impronta con decisiones que hipotecaron el futuro, como el
Transantiago, con déficits crecientes y sin mejoras en el servicio o
las pesadas responsabilidades previsionales, pero no intentó, como
lo hizo en estos meses, destruir la base del progreso. Marcar su
sello ideológico sin demoler todo persiguiendo la utopía de un país
nuevo aún está a su alcance.
Las
nuevas autoridades deben dejar claro que comprenden que para ello se
requieren acciones concretas. No es tan simple como convencer a los
ciudadanos que estaban viendo fantasmas y que despertándose de su
sueño todo se compondrá.
El
impacto del alza violenta de impuestos es real y fue agravado por la
politización del Servicio de Impuestos Internos forzando tipos
penales en el tema del financiamiento de precampañas y campañas,
situación permitida por el mundo político en lugar de asumir sus
responsabilidades, que, de haberlas, serían exclusivamente
políticas, y no penales. La mezcla de un agresivo aumento de
impuestos, Leyes tributarias intrincadas y un SII politizado con
excesivas facultades persecutorias es explosiva.
La
trayectoria creciente de considerar a las empresas, núcleo esencial
del progreso, como instituciones a las que hay que atacar en lugar de
facilitarles mejoras de productividad e inversión, permea en
demasiadas normas nuevas, reinterpretaciones de las antiguas e
iniciativas en trámites, como la del Sernac, cambios a la libre
competencia y modificaciones laborales. Un nuevo rumbo necesita
bastante más que una ingeniería de detalle de algunos aspectos.
Aunque
el discurso del 21 de mayo en el que la Presidente moderó la idea de
reformar la Constitución -incluso avasallando las reglas vigentes,
como insinuaron miembros de su coalición- pudiera interpretarse como
un intento de poner paños fríos a las incertidumbres y
desconciertos, es imposible que esta propuesta no penda como una
espada de Damocles. No es difícil pronosticar que de concretarse, su
contenido tendrá el mismo signo de los vistos en el continente
recientemente. Las consecuencias inevitables serán menor respeto a
las minorías, a la propiedad, y mayor populismo denigrante para los
ciudadanos.
Los
seres humanos somos optimistas por naturaleza y anhelamos que la
realidad evolucione bien. Los agentes económicos chilenos no son una
excepción, y hoy le dan el beneficio de la duda a un Ministro de
Hacienda al que reconocen capacidad técnica y a uno del Interior que
perciben como medido. Pero esa buena voluntad es insuficiente si no
comprenden que no se trata de alejar fantasmas, sino de acciones
concretas que cambien la realidad.
La
marcha nuestra de cada día,
por
Fernando Villegas.
“Las
calles son nuestras” dijo el miércoles en la mañana -a 24 horas
de la función de matiné, vermouth y noche que los estudiantes
preparaban para el jueves- una dirigente colegial de sólo 15 o 16
años, pero con notoria experiencia en el oficio de recitar la hilera
de frases que constituyen el discurso de su movimiento. Lo hizo a un
solícito y respetuoso círculo de micrófonos. Ya se sabe: hoy en
día los escolares dan conferencias de prensa -“de verdad”, no
jugando en el patio de recreo- para cantarles las claras al mundo
adulto. En ellas se nos notifica que la nueva generación ha llegado
para reparar nuestros lamentables estropicios. Pudo, dicha niñita,
haber agregado que también son dueños del presupuesto. Alrededor de
ocho mil millones de dólares han sido asignados para traspasar
edificios de manos privadas a públicas, para conceder becas muy
generosas y en algunos casos, si se es afortunado y se está
matriculado en una universidad del poderoso sindicato Cruch, obtener
plena gratuidad. De seguro esos ocho mil millones no serán
suficientes.
No
vamos a examinar aquí en detalle las exigencias de la Confech y
otros organismos similares porque es innecesario; baste decir que en
última instancia se reducen a dinero, aunque llamado, en este caso,
“gratuidad”. Tampoco revisaremos los conceptos acerca de la
calidad de la educación enarbolados -ocasionalmente- incluso por el
Gobierno, porque sencillamente no lo son; no se han agitado otra cosa
que convocatorias, eslóganes y generalidades, todas las cuales no se
mueven dentro del territorio de los raciocinios y la lógica, sino en
el de las vociferaciones y expectoraciones. Por lo demás, aun si el
movimiento estudiantil tiene o tuviera algunas razones atendibles,
estas no son el centro de gravedad que le dan su fuerza y preservan
su existencia. Son tan sólo su presentación en sociedad, el puro
título de la canción; como sucede con todos los eventos masivos
protagonizados por gente muy joven, este movimiento es mucho más que
un mero instrumento para impulsar una reivindicación específica. No
se puede entender si sólo se lo ve de esta última forma.
Ópera
romántica.
En
efecto, este movimiento NO ES igual en su substancia a un paro,
huelga, marcha, toma o manifestación de trabajadores adultos
buscando, con ese medio, presionar y obtener lo que exigen y nada
más; cualquiera sea su origen reivindicativo, su manifiesto
propósito verbal, los movimientos del mundo juvenil rápidamente
superan esa simple condición instrumental “para algo” y se
convierten en una puesta en escena coral y coreográfica “para sí
misma”. Es en medio de una gran ópera romántica de muchos actos,
escenas y arias, no simplemente en un acto de masas de un día en el
Caupolicán, donde y cuando los jóvenes tienen la oportunidad de
satisfacer los impulsos y aliviar las tensiones ligadas a su
particular condición, a su existencia en el limbo de la sociedad, al
modo como viven el difícil aprendizaje de las frustraciones que
ineludiblemente entraña la realidad; es
en el movimiento y sus parafernalias donde encuentran el mecanismo
que les permite crearse una identidad, legitimarla con las de otros y
deshacerse temporalmente de las trabas del mundo adulto,
todo esto en el único período de sus vidas en que podrán hacerlo,
cuando aun, por su edad, viven sin la preocupación de ganarse el pan
de cada día. Ubicados en un espacio social intermedio, ambiguo y
difuso entre niñez y adultez, aun libres de muchas reglas, jefaturas
y exigencias pero ya sufriendo algunas que les ponen en alerta de lo
que se les viene en el futuro, la participación en un grande y
prolongado movimiento les ofrece un último pero perfecto escape, un
ambiente de entusiasmo y delirio emocional inagotable donde la
ilusión de omnipotencia -“todas íbamos a ser reinas”- que medra
en el alma de quien aún no ha probado realmente sus fuerzas puede
todavía sostenerse y engañarse. De ahí su persistencia, fuerza e
inmarchitable entusiasmo.
París,
Beijing, Berlín…
El
fenómeno de los movimientos juveniles, vistos independientemente de
sus convocatorias y particularidades, ha sido estudiado
abundantemente por la sociología y psicología de masas. Entre ellos
se encuentra, desde luego, el movimiento estudiantil de París de
1969, el cual adquirió un enorme glamour debido a su espléndido
marco físico, la gran ciudad por antonomasia de la revuelta
callejera, el escenario histórico, literario y/o cinematográfico de
1789, 1830, 1848 y 1870. Este movimiento adquirió muy pronto un
carácter de epopeya mesiánica años luz por encima del pretexto
inicial que casi se ha olvidado; en sólo días trasmutó desde su
insignificante origen en una sede universitaria en los extramuros de
París a una suerte de guerra del impoluto mundo joven contra el
corrupto mundo adulto. Mucho de eso se expresó en docenas de
grafitis, entre los cuales el más representativo de su espíritu y
frenesí sería la famosa frase “Seamos realistas, pidamos lo
imposible”. Fue, entonces, menos un movimiento instrumental
dirigido a conseguir ciertas concesiones del sistema universitario
francés de esa época que una explosión generacional apuntada
contra el conservadurismo de las clases medias francesas y el
“momiaje” en general.
En
otras ocasiones este levantamiento generacional asociado, en su
origen, a demandas particulares, ha sido iniciado y/o aprovechado por
manipuladores con designios totalmente ajenos a los jóvenes. De
entre los más perversos se cuenta el propulsado por Mao Tse Tung
cuando se sintió arrinconado en la jefatura del PCCH y no halló
mejor manera de aplastar a sus adversarios que movilizar a niños
desde los 10 o 12 años hasta la pubertad. Fue un inmenso movimiento
que bajo los auspicios del Libro Rojo y la idea de revivir la
revolución llevó a la comisión de crímenes -profesores arrojados
por la ventana de sus salas de clase- dislocó la economía, produjo
hambruna, desordenó la totalidad de la vida de China y terminó en
desolación y “purgas” masivas de miles de burócratas cuyo
pecado era ser mayores de 30 años y a quienes se encerró por años
en campos de concentración para depurar sus mentes de elementos
“pequeño-burgueses”.
En
el Berlín de los años 30 no fueron púberes sino mocetones
veinteañeros los que llenaron las filas de la SA y la SS y le
prestaron músculo callejero a Hitler. Perdidos, confusos,
deambulando en medio de una Alemania derrotada y arruinada, la
demagogia, folletería y sastrería nazis les ofrecieron,
respectivamente, narraciones simplistas de las causas de todos los
problemas, íconos a quienes odiar -judíos principalmente- y
vistosos uniformes. Y entonces primero desfilaron henchidos de
entusiasmo, luego machacaron cráneos, rompieron vidrieras, quemaron
libros, cometieron crímenes, juraron lealtad eterna a su siniestro
líder y finalmente lo ayudaron a llevar a su país al Armageddon.
En
Chile.
Ninguno
de esos extremos se acerca a nuestra experiencia ni siquiera de
lejos, pero sin duda hay un elemento común entre esos movimientos y
el nuestro, en verdad presente en todo movimiento juvenil, a saber,
la enorme cuantía de fuerza emocional, aunque no necesariamente
racional, que los jóvenes prestan a toda causa que les parezca
atractiva. A eso debe agregarse cierta proclividad a ser utilizados o
hasta creados por manipuladores ocultos tras bambalinas. No son pocos
los sesentones que gustan darse un baño de Juvencia codeándose con
los chicos. Estos últimos no suelen percibirlo porque la más
fundamental, fundacional ilusión de estos movimientos es la creencia
de estar actuando independientemente del mundo adulto, hacerlo
incluso en su contra y depurados de toda influencia de los intereses
creados, de políticos y charlatanes. Pero no suele ser así. Es más,
pertenece a la lógica de estos movimientos el que, si pretenden
obtener algún resultado, deban asociarse a las instituciones
“corruptas” de los mayores. Quizás sea algo melancólico, pero
los Cohn-Bendit de toda revolución generacional de esta clase
terminan vendiendo y firmando libros de sus memorias desde la
comodidad de cargos y pitutos provistos por “el sistema”.
¿De
qué otro modo podría ser?
El
desafío,
por
Andrés Fontaine.
El
mensaje vino de la mismísima Presidente Bachelet el pasado 21:
"...sin crecimiento fuerte y sostenido, las políticas de
equidad e inclusión carecen de bases sólidas". Habiendo
privilegiado su Gobierno la redistribución de ingresos, y logrado un
magro 2,4% de crecimiento en su primer año, esas palabras no pueden
sino interpretarse como una saludable retractación. El desafío del
nuevo Ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, es rectificar el rumbo.
El
programa Legislativo del Gobierno ha creado un ambiente antagónico a
la inversión y la productividad, principales fuentes del crecimiento
futuro. Hace bien el Ministro en comprometerse a cuidar la
"ingeniería de detalle" de las reformas, en crear
confianza entre los inversionistas y no depender solo de la expansión
del gasto Fiscal, ya muy acelerada. Hace bien la Confederación de la
Producción y del Comercio en reunir una comisión de alto nivel
técnico para proponer iniciativas en favor de una mayor
productividad. Pero la tarea será ardua.
La
misma semana en que la Presidente emitía su revelador
pronunciamiento, el Comité de Ministros de su Gobierno -instancia
eminentemente política- echaba abajo la resolución ambiental
Regional para un proyecto minero en Arica y creaba un santuario de la
naturaleza en un cajón cordillerano de la Región del Maule, lo que
probablemente dificultará la aprobación de un proyecto
hidroeléctrico allí situado. La politización de las decisiones
ambientales -que abarca también a muchos de los fallos Judiciales
vinculados a ellas- es hoy el principal obstáculo a la inversión en
Chile. Mirando hacia adelante, la excesiva carga tributaria sobre las
empresas, la extemporánea reforma laboral y el amenazante "proceso
constituyente" pesan muy adversamente sobre la rentabilidad y el
riesgo de las inversiones.
Chile
está descendiendo en los rankings internacionales de competitividad
-según el último, cayó cuatro puestos el año pasado y 10 puestos
desde el 2011-, y el Gobierno no le ha dado la prioridad que se
merece a la tarea de fomentar la productividad que habíamos
comenzado en la administración anterior. Aunque mucho de ese
esfuerzo quedó a medio camino, ayudó a impulsar una auspiciosa ola
de emprendimiento e innovación. Todavía hoy el ritmo de creación
de sociedades es de 8.000 al mes, 2,5 veces superior a lo que solía
ser. La inversión privada en investigación y desarrollo acogida a
beneficio tributario alcanzó los US$ 50 millones el 2014,
quintuplicando lo registrado dos años antes. La experiencia indica
que unas cuantas señales acertadas pueden bastar para reencender los
poderosos motores de progreso con los que cuenta una economía de
libre mercado.
La
mafia del fútbol,
por
Álvaro Vargas Llosa.
Si
usted es, como este servidor, un enamorado del fútbol (qué cierta
la frase de Albert Camus diciendo que las mejores lecciones de moral
las aprendió en los estadios), a estas horas imagino que está
arañando las paredes de la indignación. Si no lo es, supongo que
está por lo menos mortalmente ofendido. Si usted es un
latinoamericano o un caribeño, o vive en esa zona del mundo, está
debatiéndose entre la vergüenza y la desmoralización cultural. Y
si usted es un viejo detractor de la Fifa, debe estar sintiendo esa
contradictoria sensación que produce una reivindicación a
destiempo, con sabor a victoria pírrica.
Los
47 cargos presentados por una Fiscalía neoyorquina contra un total
de 14 ejecutivos de la Fifa y de empresas de mercadeo deportivo, así
como el arresto, en el Baur au Lac de Zurich, de siete funcionarios
de esa organización, son sólo el comienzo, como lo dijo la Fiscal
General norteamericana, de un proceso contra la corrupción sistémica
del mundo del fútbol.
No
sabemos exactamente cuántos millones de dólares se han pagado a lo
largo de los años en sobornos a los funcionarios de la Fifa que
deciden quién Preside la organización y quiénes ocupan los máximos
cargos, quién televisa algunos de los principales torneos, quién
patrocina ciertos eventos y a equipos relacionados con ellos y qué
países son sedes de las competiciones que mueven el interés de
varios cientos -quizá algunos miles- de millones de personas. Se ha
hablado, en esta primera entrega del folletín anunciado, de unos 150
millones de dólares en sobornos relacionados con la elección de
Sudáfrica como sede del Mundial celebrado en 2010, la elección de
las autoridades de la Fifa en 2011, la organización de cuatro
ediciones de la Copa América y otros acontecimientos. Pero ya se
investigan, en Nueva York y en la propia Suiza, los indicios de
irregularidades en la elección de las sedes de Rusia (2018) y Qatar
(2022) para los próximos mundiales, entre otras cosas. En otras
palabras: probablemente, los pagos sucios superen largamente la cifra
inicial. Puede decirse que no hay decisión importante tomada a lo
largo de varios años que no esté bajo una nube negrísima de
sospecha.
La
nube no sólo ennegrece a la Fifa, cuya sede está en Suiza, sino a
las confederaciones de fútbol que, bajo el paraguas de esa
organización planetaria, controlan el deporte en los distintos
continentes, y las federaciones y asociaciones que a su vez mandan en
cada uno de los países. Nadie debería preguntarse ya quién está
corrompido: la pregunta hoy es quién no lo está. Muchos cometieron
delitos; otros no necesariamente lo hicieron en el sentido estricto
de la Ley, pero sí cometieron la inmoralidad de fomentar, permitir o
convivir con un sistema en el que, a decir de la Fiscal General de
Estados Unidos, “se trató a las decisiones de negocios como
boletas a ser convertidas en riqueza personal”.
Un
perfecto ejemplo de esto es lo sucedido con el trinitense Jack
Warner, uno de los imputados. Fue durante mucho tiempo Presidente
tanto de la federación de su país como de la Concacaf,
confederación que agrupa a Norteamérica, Centroamérica y el
Caribe, así como Vicepresidente de la Fifa. Las denuncias e indicios
de sobornos recibidos por él y otras personas para votar por
Sudáfrica como sede del Mundial de 2010 tuvieron que intensificarse
mucho para que, en su momento, la Fifa se dignase ordenar una
investigación interna. Cuando lo hizo, concluyó que en efecto
Warner estaba en falta, lo que lo llevó a renunciar. Pero nunca se
publicaron los detalles ni hizo la Fifa el menor esfuerzo para que
las autoridades jurisdiccionales suizas o de país alguno tomaran
cartas en el asunto. Preservaron el secreto y le organizaron a Warner
en 2011 una renuncia “digna”. Todo siguió igual. Hoy sabemos por
la Fiscalía neoyorquina que Warner y otros dos ejecutivos recibieron
unos 10 millones de dólares por la venta de su voto.
Algo
parecido ocurrió con las denuncias reiteradas sobre el pago de
sobornos por la elección de Qatar como sede del Mundial que tendrá
lugar en 2022. La presión mediática y política llevó a la Fifa a
hacer una investigación interna. La organización contrató al ex
Fiscal estadounidense Michael J. García para elaborar el informe.
Cuando lo hizo, el Comité de Etica decidió no publicarlo. En lugar
de ello, dio a la publicidad un resumen que el propio García
desautorizó porque deformaba u ocultaba partes fundamentales. La
Fifa se limitó a decir que la conclusión avalaba la transparencia
de la elección de Qatar como sede. Abrió, eso sí, un proceso
investigativo contra tres ejecutivos, de los cuales uno fue
exonerado. Los otros dos casos todavía no se han cerrado. La Fifa
tampoco acudió a las autoridades jurisdiccionales por este asunto.
Esa
fortaleza impenetrable bajo el mando de Joseph Blatter, el hombre que
Preside la Fifa desde hace 17 años y que ha diseñado, con ayuda de
sus adláteres, la dictadura más perfecta del mundo, tiene un área
especialmente tenebrosa: América Latina y el Caribe. Debe llenarnos
de vergüenza que la inmensa mayoría de los imputados y detenidos -o
con pedido de extradición- por la Fiscalía estadounidense sean
latinoamericanos y caribeños. Esa lista incluye a dos
Vicepresidentes (Eugenio Figeredo, de Uruguay, y el caimanés Jeffrey
Webb), así como un actual Presidente de federación (el venezolano
Rafael Esquivel), un ex Presidente de la federación más poderosa de
la zona (el brasileño José Maria Marin) y un ex Presidente nada
menos que de la Conmebol, la confederación de toda Sudamérica. Para
no hablar de los ejecutivos argentinos de las firmas Torneos y
Competencias y Full Play, o del brasileño del grupo Traffic, la
firma de la misma nacionalidad.
Que
haya alguno que otro estadounidense involucrado o que puedan ser
imputados más adelante conglomerados económicos internacionales o
ejecutivos europeos no desmerece un ápice el lugar de privilegio que
ocupan América Latina y el Caribe en esta vasta red de corrupción.
Es más: se calcula que los sobornos acordados en relación con las
cuatro ediciones próximas de la Copa América superan los 100
millones de dólares, por tanto, el grueso de lo que al día de hoy
se calcula que asciende el monto total de los pagos ilegales
vinculados a la Fifa. Las denuncias que figuran en los documentos
hechos públicos por la Fiscalía neoyorquina sugieren que las
máximas autoridades de al menos nueve de las 10 federaciones
sudamericanas fueron beneficiarias de este aquelarre de pillos.
¿Por
que habría de sorprendernos? Latinoamericanos
y caribeños representan hoy una de las regiones más corruptas del
mundo, a juzgar por las relaciones pornográficas que salen a la luz
todos los días entre sus Estados y sus empresas,
por la venalidad que pulula en sus sistemas jurisdiccionales y por el
divorcio entre gran parte de la población y las siempre cambiantes y
confusas -y a menudo irreales- Leyes que en teoría rigen. El fútbol,
que expresa una parte de lo que son los países, está tan podrido,
ahora lo sabemos, como muchos políticos, empresarios, activistas de
ONG y miembros de instituciones de la vida civil en general. Cuando
figuramos en los puestos en que figuramos en el ranking de
transparencia es porque lo merecemos.
¿Por
qué ha sido posible que el fútbol mundial se corrompa de esta
forma? Es cierto que el deporte rey mueve multitudes y que por ello
mismo genera mucho dinero. La Fifa ha ingresado unos 10 mil millones
de dólares en los últimos siete años y dispone en este momento,
según los últimos estados de cuentas, de unos 1.500 millones de
tesorería y activos líquidos. Pero muchas organizaciones o empresas
multinacionales mueven miles de millones de dólares sin que impere
en ellos tamaña corrupción.
La
verdadera explicación reside en que la Fifa es una dictadura
populista. Como tal, protege a los que están en el poder, a los que
resulta imposible remover por la vía normal, e impide la existencia
de contrapesos y límites.
Gracias a un sistema de reparto de dinero, tiene una clientela, o sea
un voto cautivo, que reelige perennemente a sus autoridades. Blatter,
el suizo que Preside la Fifa, debía conseguir su quinto mandato
consecutivo en las elecciones convocadas para este fin de semana
(Gobierna desde 1998). A menos que a último minuto la presión
política o el temor a que se le volteen muchos votos haya obligado a
Blatter a postergar las elecciones o renunciar (hasta el primer
Ministro británico David Cameron y el Presidente de la Uefa, o sea
el fútbol europeo, han pedido que se vaya), este inamovible
caballero goza ahora de un nuevo mandato de cuatro años. El único
contendor que quedaba el viernes aparte de Blatter, el príncipe Ali
bin al Hussein de Jordania, intentaba que el escándalo volcara hacia
él las decenas de votos que el actual mandatario tenía
comprometidos. Pero al cierre de esta edición, las posibilidades no
eran grandes. Otros dos pretendientes, el portugués Luis Figo y el
holandés Michael van Praag, se habían retirado días antes
denunciando que todo estaba amarrado para reelegir a Blatter. El
sistema mediante el cual Blatter y compañía han logrado convertir
la Fifa en una dictadura viene de muy atrás (cuando el propio
Blatter era funcionario pero aún no Presidente). Ha consistido en
expandir el número de países miembros de la organización, mediante
la creación de federaciones y asociaciones (hoy suman 209 en total)
a las que se otorga un voto en el congreso de la Fifa. Todas tienen
el mismo peso, de manera que, como afirmaba el Wall Street Journal
hace unos días, el territorio británico de Anguila, que ni siquiera
es un país y cuyo equipo sólo ha ganado cuatro partidos en su
historia oficial, tiene el mismo peso que Alemania, cuatro veces
campeón del mundo.
Pero
esto no basta para asegurar la lealtad de las federaciones. Hace
falta la repartija de dinero a través de diversos programas, entre
ellos uno llamado “Gol”, para obras de infraestructura y para
apoyar el desarrollo institucional del deporte en cada país. La
entrega anual de un total de decenas de millones de dólares a
distintas federaciones tiene una cobertura Legal y ética impecable,
como la tiene el hecho de incorporar a nuevas federaciones y darles
derecho de voto: ¿Quién puede oponerse a que los pobres reciban el
grueso del dinero para ponerse al día con los ricos? Pero esta
dispensa oculta un mecanismo clientelista que ha permitido a Blatter
y compañía el poder absoluto y la reelección por dos décadas. Como
en todas las dictaduras, en esta organización sin contrapesos ni
límites, de reglas opacas y sistemas de impunidad, era imposible que
no cundiera una vasta corrupción.
¿Está
todo perdido? No, no lo está. Por una razón y sólo una: porque
allí están esos sanos e idealistas muchachos que se preparan para
jugar la final de la Champions en Berlín, la Copa América en Chile
y otras muchas citas con el gol, una de las bellas artes.
Mejorar
las expectativas.
En
el diagnóstico de analistas y autoridades se estima, a veces, que
el clima de incertidumbre económica debe atribuirse al mundo
empresarial. Incluso el Ministro de Hacienda sugirió que los
empresarios no deberían ver fantasmas en las medidas
Gubernamentales. Sin embargo, los diversos estudios de opinión
pública revelan, a través de distintos indicadores, que es la
ciudadanía en su conjunto la que tiene expectativas negativas
respecto de la economía del país. Es difícil argumentar que ellas
son moldeadas por el mundo empresarial y seguramente ello obedece a
una visión crítica de la agenda económica y social del Gobierno.
La constante apelación a reformas estructurales y varios de los
contenidos de Leyes aprobadas y proyectos en tramitación
aparentemente no son bienvenidos por la población, la que demanda
cambios, pero es evidente que también valora a grandes rasgos las
políticas aplicadas en las últimas tres décadas. Después de
todo, han sido una fuente de prosperidad que no tiene parangón en
la historia del país.
La
autoridad económica tiene una posibilidad de revertir el clima de
desánimo que ha embargado a la ciudadanía y que obviamente afecta
sus decisiones de consumo e inversión, entre otras. Para ello tiene
que rescatar los pilares de la transformación del país en estas
últimas décadas. Uno de ellos es la responsabilidad Fiscal, que el
Ministro de Hacienda ha hecho bien en recordar. Es evidente que
sucesivos impulsos Fiscales no permiten sostener la actividad
económica en el mediano y largo plazo. Es más, ello puede
contribuir a inhibir la actividad económica si, por ejemplo, se
anticiparan nuevos impuestos para financiar esos impulsos.
Otro
pilar del progreso chileno ha sido una apuesta clara por el
crecimiento económico. Los esfuerzos al respecto están muy
diluidos. No se ve en esta dimensión una agenda precisa, amplia y
coherente. El Ministro de Hacienda se ha reunido con las carteras
económicas para coordinar un plan. Hay aquí una oportunidad, pero
para cambiar las expectativas negativas de la ciudadanía se
requieren medidas ambiciosas que sean efectivas en contribuir a
elevar la alicaída productividad de la economía y la desalentada
inversión. Si las iniciativas son modestas para evitar molestar
a grupos de presión o herir sensibilidades políticas del
oficialismo, es muy difícil que ellas logren cambiar el estado de
ánimo de la población.
Otro
pilar relevante ha estado constituido por la búsqueda de políticas
sociales que efectivamente favorezcan la equidad, sean inclusivas y
respeten la autonomía de las personas. Esa agenda también se ha
desdibujado, abriendo la puerta a soluciones donde estos principios
se vulneran y abren potencialmente la puerta a discriminaciones e
incluso a políticas universales de carácter regresivo que
difícilmente harán a nuestra sociedad más justa. En su tarea
coordinadora, el Ministerio de Hacienda también tiene un papel en
la clarificación de la agenda social.
Gasto
público sustentable y crecimiento.
El
Ministro de Hacienda ha enfatizado la importancia de una política
Fiscal sustentable, descartando la posibilidad de mantener en forma
indefinida el crecimiento del gasto Fiscal que se ha dado durante
este Gobierno (al primer trimestre, el ritmo de crecimiento del
gasto Fiscal es cuatro veces superior al de la producción
nacional).
El
Ministro está en lo correcto, pues una política Fiscal sustentable
es el elemento básico de cualquier estrategia que aspire seriamente
a lograr un mejoramiento social. De hecho, así lo reconocía e
incorporaba en su programa la candidatura de Michelle Bachelet. No
es claro, sin embargo, que Hacienda se esté abriendo el espacio que
le permitiría desacelerar el motor Fiscal.
¿Cómo
pudo darse que un Ministro de la coalición que prometió “un
balance estructural de 0% del PIB en la formulación del presupuesto
de 2018” este advirtiendo hoy sobre la necesidad de corregir un
curso de acción Fiscal insostenible? La explicación debe buscarse
en la discrepancia entre la realidad y lo proyectado en el programa
de Michelle Bachelet, en materia de crecimiento económico. El
programa, dado a conocer en octubre de 2013, criticaba por
insuficiente el crecimiento de 4% que entonces se esperaba para el
año 2014, y establecía que “a partir de 2015 retomaremos la
senda sostenida de crecimiento, y en la segunda mitad de la próxima
administración, Chile crecerá en torno al 5%, es decir, al nivel
de su PIB potencial”.
Es
claro que en el programa ya se anticipaban menores precios de
exportaciones, por lo que la expectativa de buen desempeño se
basaba en un compromiso de “realizar las reformas necesarias para
aumentar nuestro crecimiento potencial en forma sostenida”.
Frente
a esa expectativa, sin embargo, nuestra economía, lejos de ir
encaminada al 5% de crecimiento, lucha por estar entre el 2,5% y el
3,5% (según el Banco Central), para lo cual el Gobierno no parece
contar con más instrumento que el gasto Fiscal. Ocurre que el año
2013, un sector privado aún pujante, invertía el equivalente a 3%
del PIB en exceso de sus propios ahorros. Frente a esto, lo probable
es que este año un sector privado reticente invierta menos que su
capacidad de ahorro, en el equivalente a 2,5% del PIB. Este es un
vuelco enorme, que enfrenta al Ministro a una disyuntiva compleja:
restablecer incentivos al sector privado para que vuelva a invertir
y así retomar el crecimiento y la generación de empleo, o verse
enfrentado a presiones para persistir, contra su preferencia, en una
estrategia dañina en base a gasto público.
Es
claro el origen del estancamiento de la inversión privada.
Elementos centrales en la explicación -y dentro del área de
influencia natural de Hacienda- son la fuerte alza en los impuestos
a las empresas y la reforma laboral que el Gobierno insiste en
imponer. Sin embargo, en lo esencial, Hacienda ya ha manifestado su
negativa a revisar la reforma tributaria y su disposición a
impulsar la reforma laboral, lo que probablemente no va a alterar la
actual evolución de nuestra economía hacia su nuevo equilibrio,
menos intensivo en capital. Sin repunte de la inversión privada
será difícil para el Ministro contener el desborde Fiscal que le
preocupa.
Seguridad
Presidencial.
Los
tres delincuentes que asaltaron el aeropuerto Pichoy, de San José
de la Mariquina, no imaginaron que se encontrarían soldados de la
FACh que custodiaban los helicópteros enviados para la visita de la
Presidente Bachelet a la zona de Valdivia. Menos imaginaron que los
escoltas iban desarmados.
Los
maniataron y huyeron luego de sustraer los dineros de las oficinas
comerciales de las empresas aéreas que utilizan dicho aeropuerto
civil y también robaron dinero de los locales comerciales que allí
están instalados.
El
hecho es grave, porque es una señal que puede ser aprovechada por
los grupos violentistas que están utilizando la causa mapuche para
incendiar, noche a noche, maquinarias, camiones y viviendas como ha
ocurrido en la zona de Lanco.
Esa
ha sido la zona por la que transcurrió la visita de la Presidente,
luego de dar por inauguradas las clases de educación cívica, como
plan piloto, en San José, donde pudo apreciarse a Ministros y
Parlamentarios, cual alumnos, atentamente escuchando, y visitar los
trabajos del nuevo hospital de Lanco, además de la zona de Neltume.
La
seguridad Presidencial no puede ser jamás expuesta. Tener a
soldados sin armas cuidando el medio de transporte de la Jefe de
Estado es una negligencia que no debe repetirse. El suceso no
pasó a mayores, pero se suma a la constante sensación de
indefensión que pareciera irse apoderando de la gente de la zona,
ante la imposibilidad de Carabineros en controlar la delincuencia en
La Araucanía.
Citando
a Weber, el ente que tiene el monopolio de la violencia legítima
es el Estado. Si abdica de esa función, deja abierto el terreno a
cualquier otro. Por ello, no se deben descuidar los límites que han
sido traspasados, particularmente en la zona de La Araucanía y más
al sur. Es preciso pasar de las declaraciones prometedoras a la
eficacia necesaria para recuperar el Estado de Derecho, que en ese
sector es vulnerado sin descanso.
Logros
de la educación superior en riesgo.
Paulatinamente
se van conociendo detalles del proyecto sobre gratuidad para la
educación superior comprometido por el Gobierno en su programa
electoral y anticipado por la Presidente de la República en su
cuenta del 21 de mayo ante el Congreso Pleno. Recurriendo a la
distorsionada concepción de que se trata de beneficiar al “60 por
ciento más vulnerable” de los estudiantes, lo que supondría que
el otro 40 por ciento apenas se encuentra en condición de menor
vulnerabilidad social, la actual administración parece apelar a esta
improvisada promesa de campaña para recuperar terreno en la agenda
comunicacional.
Improvisada,
porque como el mismo Ministro de Educación ha declarado, se trata de
un “proyecto muy caro”, sobre el cual el Gobierno todavía no ha
presentado “la forma exacta” de financiamiento. Considerando que
involucra recursos relevantes, que en plena vigencia deberán ser
asumidos por una próxima administración, pero que incluso a partir
de 2016 suponen una exigencia importante para las ya deficitarias
arcas Fiscales, sería más responsable avanzar en esta materia sólo
a partir de un riguroso examen de los costos involucrados.
Pero
no es única ni principalmente en los aspectos presupuestarios donde
esta propuesta evidencia sus inconsistencias. Las reformas
introducidas a la educación superior en las últimas décadas, con
un incremento tanto en la oferta de proveedores como en las opciones
de financiamiento, posibilitaron el tránsito desde un sistema que
apenas abarcaba a las elites de la sociedad a uno masivo y generador
de oportunidades para miles de chilenos. Las cifras lo confirman:
a nivel de pregrado el sistema de educación superior pasó de una
matrícula que bordeaba los 165 mil estudiantes a principios de los
años 80 a más de un millón en 2012.
Por
cierto que en el proceso se debieron introducir ajustes relevantes,
especialmente en materia de financiamiento para alumnos de menores
recursos, pero la promesa más importante contenida en el programa al
que ahora se apela, aquella que busca avanzar en la igualdad de
oportunidades, fue generada, gracias a esta fundamental
transformación de un sistema que supo combinar la iniciativa pública
con el impulso privado.
La
limitada promesa de gratuidad que poco a poco el Gobierno comienza a
revelar, por el contrario, impondrá una serie de exigencias a las
casas de estudios que quieran adscribir al sistema, las mismas que
terminarán por reducir la oferta educacional o generar un deterioro
en la calidad de la enseñanza. La combinación de restricciones
hasta ahora en discusión constituye una mezcla difícil de sostener
para universidades o institutos que apelen a una enseñanza de
calidad y al amparo de sus propios proyectos educativos, con
limitaciones para la apertura de nuevas carreras, al número de
vacantes y a los aranceles.
Se
suma a lo anterior la condición inicial de pertenecer al Consejo de
Rectores de las Universidades Chilenas (Cruch), una entidad de
derecho público que reúne a Rectores de 25 entidades públicas y
privadas, de realidades técnicas y académicas tan diversas como la
Universidad Católica y la Arturo Prat. Se trata de una exigencia
antojadiza que sólo se explicaría por la necesidad de limitar el
acceso a la gratuidad al menos en una primera etapa a riesgo de
complicar en exceso las arcas Fiscales.
Como
advirtió la ex Ministro de Educación, Mariana Aylwin, “por
criterios ideológicos, se discrimina a alumnos pobres, no a
instituciones”. Aunque todo parece indicar que el objetivo
final de esta propuesta no es otro que avanzar de manera gradual en
la monopolización del sistema de educación superior en
instituciones públicas, en detrimento de entidades privadas sobre
las cuales el Gobierno se ha encargado de instalar un manto
generalizado e injusto de dudas y desconfianzas.
Humala
enfrenta desafíos.
Belaunde
Lossio fue estratega y supuesto recaudador financiero de Humala, y en
esa calidad se sospecha que recibió aportes venezolanos durante la
primera campaña, en 2006. Tal acusación nadie la ha probado. En
2011, Belaunde continuó trabajando para Humala, aun cuando se dice
que solo como asesor, con menos atribuciones ejecutivas.
En
Bolivia, la fuga de Belaunde Lossio provocó una crisis de Gobierno:
cayeron un Ministro cercano al Vicepresidente y la plana mayor
policial; además fueron detenidos varios custodios, y aumentó la
tensión en las relaciones con Perú. La Paz acusa a Lima de haber
sido negligente y demorar los acuerdos para la entrega del detenido,
después de que la Corte Suprema boliviana aprobara la extradición.
El Gobierno peruano no reconoció la demora, y apenas Belaunde fue
recapturado, en cuestión de horas estaba en Lima. Toda la situación
causó suspicacia en la oposición, aun cuando el Presidente ha sido
categórico en negar cualquier complicidad en los actos de corrupción
de los que se acusa al publicista.
El
Gobierno debe hacer todos los esfuerzos, políticos, administrativos
y judiciales, para aclarar las dudas sobre su actuación en el
proceso, de manera de marginar al Presidente y a la Primera Dama de
cualquier escándalo, y así enfocarse en solucionar los problemas
reales que afectan a Perú, como las movilizaciones de las
comunidades que se oponen a importantes proyectos mineros, y otras
demandas sociales, que se canalizan en protestas violentas.
La
semana pasada, y tras la muerte de cuatro personas, entre ellas un
policía, el Gobierno autorizó la presencia de las FF.AA. en las
ocho regiones en conflicto, para apoyar la acción policial durante
las protestas. "Hay que defender el imperio de la Ley y el
Estado de Derecho", señaló el Primer Ministro, Pedro
Cateriano, al anunciar la medida, que tuvo un efecto inmediato en la
huelga de 48 horas que se cumplió pacíficamente.
Perú
necesita que se materialicen los proyectos mineros comprometidos si
quiere cumplir con el plan de desarrollo que se ha impuesto. La
minería representa el 62 por ciento del total de las exportaciones
peruanas. El país espera una expansión minera del cuatro por ciento
para este año, pero es difícil que se cumpla si proyectos como el
de Tía María, en Arequipa, o el de Conga en Cajamarca (suspendido
en 2012) no logran la aprobación de las comunidades locales. A pesar
de que las empresas tienen todos los permisos, y aseguran cumplir las
normas ambientales, las organizaciones locales son escépticas en
cuanto a que los trabajos no contaminarán las aguas y el ambiente de
la región. En Tía María, la mexicana Southern Copper ha dicho que
utilizará agua de mar desalinizada, y que la devolverá al océano
sin pasar por los ríos que se usan para el riego y el consumo. El
Gobierno acusa a activistas de Sendero Luminoso y otras
organizaciones de agitar a las poblaciones en contra de las
compañías.
A
un año de las elecciones Presidenciales, este estado de cosas ha
sido aprovechado por quienes buscan participar como candidatos en
abril de 2016, principalmente Alan García y Keiko Fujimori, los dos
aspirantes con mayor apoyo en las encuestas, junto con Pedro Pablo
Kuczynski.
¿Nuevo
eje Brasil-México?
Con
expresiones como "nuevo capítulo", "salto
cualitativo" en las relaciones bilaterales, o "México y
Brasil no pueden estar de espaldas el uno al otro" los
Presidentes Enrique Peña Nieto y Dilma Rousseff se reunieron la
semana pasada, en la primera visita que la Mandatario hace al país
azteca.
Por
años los países más grandes de América Latina se han enfocado a
lados distintos. México tiene a EE.UU. como principal socio
comercial, político y cultural; Brasil, en cambio, con ansias de rol
global (en BRICS) y de liderazgo regional, miró con reticencia a
México. Mientras Brasil potenciaba acuerdos cerrados como el
Mercosur, los mexicanos se embarcaban en el proyecto más ambicioso
de libre comercio, la Alianza del Pacífico, con Colombia, Chile y
Perú.
Si
los acuerdos que firmaron Peña Nieto y Rousseff en su encuentro
logran frutos, el intercambio comercial debiera duplicarse en diez
años (US$ 9.200 millones en 2014) y las inversiones dar un brinco.
Según datos de France Presse, Brasil ha recibido US$ 23 mil millones
de dólares en inversión mexicana, mientras que apenas ha invertido
dos mil millones en el país del norte. Hay proyectos en carpeta para
mejorar esa situación: una siderurgia en Hidalgo y un polo
petroquímico en Veracruz que suman US$ 5.600 millones de inversión.
No
solo la competencia por preeminencia regional mantenía alejados a
ambos países. Una cuestión ideológica los separaba: los Gobiernos
del Partido de los Trabajadores preferían acercarse al ALBA de
Venezuela (e incorporarlo al Mercosur) que estrechar relaciones con
la Alianza del Pacífico, que rechaza los aumentos de aranceles y las
cortapisas al intercambio comercial. El mal desempeño económico de
Brasil (cuyo PIB se estima caerá sobre 1% este año) y la crisis del
Mercosur, incapaz de aunar criterios para llegar a un TLC con Europa,
puede haber influido en el pragmatismo de Rousseff.
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