Muro,
por Adolfo Ibáñez.
Se ha
apagado ya el recuerdo de los veinticinco años de la caída del Muro de Berlín.
Fecha vivida aquí en forma casi imperceptible. Decididamente, los partidarios
de la vida y la libertad no dominan el arte del bombo. La izquierda marxista se
salió con la suya de que pasara desapercibida. Ni la Presidente, que vivió a la
sombra del muro, ni ninguno de sus cercanos que lo conocieron en toda su
realidad se conmovieron en lo más mínimo.
Es una manera en negativo de reconocer toda la tremenda verdad y simbolismo de esa inmensa cárcel que aislaba a los orientales de la vida y la libertad: los que aún aplauden a esos carceleros guardaron ahora un cuidadoso y denunciante silencio para eludir su afinidad con esa vergonzosa realidad. El muro es parte de nuestra historia, por cuanto aquí se luchó duramente para evitar la instauración de aquel modelo.
Sin embargo, todo indica que aquel fracaso y el oprobio en que se sumió a aquellos alemanes no han servido para aplacar el empecinamiento ideológico que impulsa a sus seguidores. Las reformas que hoy se promueven como gran novedad para redimir a nuestro país de sus pretendidas lacras no son otra cosa que reincidir en aquellos postulados derrotados. Con el agravante de presentarlos como un avance hacia el futuro.
Las mal llamadas reformas educacionales solo pretenden Estatizar una función básica, como es la de preparar a los jóvenes para la vida y transmitirles la herencia cultural que nos aglutina. Por naturaleza esto corresponde a las personas, por cuanto ellas dan forma a la sociedad. La reforma impositiva no apunta a otra cosa que transformarnos más agudamente en entes o mecanismos tributarios al servicio del Fisco. Las otras reformas que se pregonan solo reafirman la preeminencia del Estado como el gran tutor de cada uno, aisladamente, disgregándonos del conjunto que formamos como nación.
Este voluntarismo ideológico no cree en la vida ni en la libertad intrínseca de cada uno de nosotros, desnaturalizando nuestra esencia humana. Exalta al Estado esgrimiendo bellas teorías y discursos efectistas que distorsionan el presente para hacerlo creíble. Es por esto que, llegado el momento de la realidad, será necesario construir otro nuevo para encerrarnos e impedirnos expresar la falsedad de las actuales promesas.
El tiempo transcurrido desde la caída del Muro de Berlín facilita proyectar su sombra de muerte sobre nuestro país. La ignorancia y la desmemoria de que estamos haciendo gala aherrojan nuestro futuro.
La herida de Bachelet,
por Joaquín García Huidobro.
Hay
personas que desde su infancia han querido ser Presidentes de la República. Fue
el caso de González Videla, Lagos o Piñera. Otras, en cambio, se ven tocadas
por la fortuna sin que eso obedezca a un plan largamente preparado. Aquí el
paradigma es Michelle Bachelet. Sin la inspiración de Escalona y otros, y sin
una serie de circunstancias fortuitas, incluida su aparición sobre un tanque,
probablemente la historia habría sido muy distinta. Ese cúmulo de situaciones
impensadas no le quita ningún mérito: como los grandes goleadores, Bachelet
supo aprovechar su oportunidad.
Su
llegada al Gobierno, en 2006, no estuvo exenta de problemas. Después de un duro
aprendizaje (recordemos la "revolución de los pingüinos"), descubrió
la fórmula de su éxito: ser una reina, más que una Jefe de Gobierno. Dejó el
rumbo del buque a cargo de timoneles experimentados y ella se retiró a sus
aposentos, de los que solo salía para las ocasiones grandes y glamorosas, como
corresponde a una soberana. Como Chile es un país bastante monárquico, esa
estrategia le rindió los mayores éxitos de popularidad que conoce nuestra
historia.
El
triunfo en términos de popularidad de Michelle Bachelet en el primer período Presidencial
fue enorme desde el punto de vista externo, pero probablemente muy doloroso si
se atiende a su interioridad. Para una persona con talentos tan grandes, pudo
no ser agradable el resignarse a participar en un juego donde otros ponían las
reglas y ella se limitaba a ser una figura simbólica (aunque los símbolos sean
muy importantes en política, y en este caso decisivos). Su gloria fue su
humillación.
Es
probable que Michelle Bachelet haya sufrido, en su yo más íntimo, una herida
profunda, que explique el empeño que ha mostrado por hacer de este
"su" Gobierno. Eligió Ministros poco conocidos, para que quedara
claro que eran creación suya. Y al más famoso, Eyzaguirre, lo puso en
Educación, un puesto con el que estaba tan familiarizado como con la
astrofísica de partículas. Como en las controversias teológicas del siglo XVI,
debía quedar claro que no eran los méritos personales los que llevaban al
Palacio, sino la gracia soberana de Michelle. Su Gabinete actual no tiene que
ver con la política, sino con la psicología de la Presidente. Otro tanto parece
suceder con la fiebre reformista, que quizá se vincule al deseo de darle un
sello personal al futuro del país.
Evidentemente,
mientras fue posible, Bachelet siguió actuando como reina, tanto durante la
campaña como en estos primeros meses de Gobierno. El mes pasado, en el
madrileño Palacio Real de El Pardo parecía como en su casa.
Lamentablemente
para ella, esta situación no duró mucho. Las encuestas, ese doloroso
recordatorio de que estamos en democracia, han ido mostrando que ese Gabinete
que ella misma nos había elegido con tanto cuidado y secretismo no se avenía
con los gustos de los chilenos. Parece que seguimos añorando a Vidal, Pérez
Yoma, Viera-Gallo y otros grandes de la Concertación.
¿Cómo
reaccionó Bachelet ante esta incomprensión de los chilenos? Como reacciona un
monarca: retando a los Ministros, para que nos quede claro que son ellos los
que no han comprendido la sabiduría de sus instrucciones, o que no trabajan lo
suficiente o, por último, que están para ser los chivos expiatorios que evitan
que la ira popular llegue a la reina. Pero tratándose de una Presidente de la
República, esa ira vale tanto como la del niño que le pega a la mesa con que se
acaba de golpear, como si la responsabilidad fuera de ese mueble y no suya.
Últimamente
parece haberse dado cuenta de que los años dorados han pasado y que, mientras
ponga Ministros que necesitan ayuda, ella tendrá que acompañarlos, aunque eso
le signifique exponerse en escenarios donde no se siente cómoda. Es posible que
la operación le resulte, y que en unos meses más sus Ministros funcionen a un
nivel aceptable y no necesiten el auxilio materno; pero lo cierto es que, por
primera vez en su carrera política, Michelle Bachelet parece dispuesta a tomar
ciertos riesgos que podrían destruir su popularidad.
También
cabe que descubra que llamar a su Gabinete a personas experimentadas no tiene
por qué producirle la misma herida psicológica que sufrió en 2006, cuando
descubrió que no estaba en condiciones de hacer "su" política. Para
eso tendría que reconciliar política y psicología, una tarea que difícilmente
se realiza en un par de meses de verano. Pero es importante que la realice,
porque nada afecta más la autoestima que hacer un mal Gobierno.
El PC Gatica,
por Axel Buchheister.
En el
último tiempo el Partido Comunista la ha visto difícil. Algunos dicen que está
pagando el costo de ser Gobierno, pero más bien ha sucedido otra cosa
consecuencia de sus propios actos: a propósito de la Universidad Arcis ha
quedado en evidencia que es como el cura Gatica, que predica pero no practica.
Que un
partido que aspira a que todo sea del Estado, forme una universidad privada
resulta difícil de entender, aunque pueden ensayarse explicaciones como la
necesidad de formar sus propios cuadros o tener un centro de generación de
ideas, pero en el hecho no fue así, porque no hay noticia que le haya servido
de semillero de nada. Más bien, Arcis parece haber sido tratada como un
negocio, para el que se creó un entramado de sociedades e instituciones, y a
través de las cuales se obtuvo un flujo de recursos que hoy está bajo la lupa.
Es decir, se utilizó el mecanismo que configura el famoso lucro en educación,
según ha sido denunciado y condenado por los estudiantes y, en particular, por
los ahora consagrados rostros jóvenes del propio PC. Una contradicción
“capital”.
Como el
partido se aprestaba a asumir en el nuevo Gobierno y su vínculo con la
universidad no tenía mucha presentación, amén de sufrir ésta una grave crisis
financiera, en diciembre pasado las entidades relacionadas suyas simplemente
renunciaron a su participación en Arcis, como si nada hubiere pasado. Además,
ha intentado convencernos que se le ha mezclado injustamente, porque se trató
de un emprendimiento individual de algunos militantes. Algo que pocos se
compran: en el PC nadie se manda solo ni emprende acciones individuales, sobre
todo cuando son militantes de arriba; además, ¿cómo explica la participación su
centro de estudios, el Instituto Alejandro Lipschutz?
Pero no
sólo en el lucro ha practicado algo distinto de la prédica. Cuando Impuestos
Internos requirió los papeles sobre las operaciones realizadas en Arcis -como a
cualquier contribuyente-, la sociedad afectada recurrió a los Tribunales
alegando extralimitación de funciones. ¡Los comunistas negando al Estado la
potestad de investigar a una “empresa privada” e invocando los derechos inherentes
a éstas! Y durante su Gobierno.
Entre los
que no le han creído la explicación del emprendimiento de sus miembros están
los trabajadores de Arcis: presentaron una demanda contra el partido alegando
un “multi rut”; es decir, que la universidad y el PC son una sola cosa, más
allá de cualquier formalidad. Este rechazó tal pretensión en la contestación de
la demanda, como haría cualquier grupo empresarial. ¿Dónde queda el discurso
sobre la protección de los trabajadores y la denuncia de los abusos de las
empresas privadas que simulan múltiples caras?
El doble
estándar es manifiesto. El PC condena el lucro en la educación, pide férrea
fiscalización tributaria y clama contra el abuso laboral de las empresas privadas,
salvo cuando la universidad y las empresas son suyas o de los suyos. ¿O es que
cambió lo que propugna? Sería bueno que en vez de victimizarse denunciando un
anticomunismo, aclare en qué cree hoy y para dónde va realmente.
Podemos más,
por Juan Andrés Fontaine.
Una
economía estancada, que apenas crece al 1% el último trimestre, una ciudadanía
desconcertada por el vuelco de la economía y asustada por el futuro de la
educación de sus hijos, un debate político cada vez más polarizado; nada de eso
es lo que Chile merece. La pregunta recurrente entre los observadores
internacionales es por qué Chile -que parecía avanzar triunfante por la senda
del desarrollo- de pronto parece ir marcha atrás.
La
responsabilidad recae principalmente sobre el Gobierno: su equivocado programa
debe ser rectificado. En lo económico, se funda en la idea que ya Chile es
suficientemente próspero como para descuidar el crecimiento y priorizar la
redistribución. Ello lo llevó a propiciar una reforma tributaria que, aunque
morigerada gracias a la presión ciudadana, desalentó la inversión, provocó
incertidumbre y subió el costo de vida de la clase media. El alto IPC de
octubre -trepó 1% en el mes- en parte refleja las alzas de precios gatilladas
por los nuevos impuestos.
En lo
social, el Gobierno propicia un nuevo rol para el Estado como proveedor
monopólico de bienes públicos, tales como educación. Pero no es eso lo que la
gente quiere: de acuerdo a la Encuesta Bicentenario PUC-Adimark, en igualdad de
condiciones, un 69% prefiere colegios particulares subvencionados, frente a
solo un 24% que se inclina por los Municipales. Los considera superiores en
rendimiento escolar, disciplina, valores e, incluso, diversidad. Masivamente
prefieren también los colegios no religiosos (55% versus 33%), muchos de los
cuales, por ser sociedades con fines de lucro, la reforma persigue terminar.
Pero
también hay responsabilidad en la oposición, que no ha presentado y defendido
con claridad que existe un camino alternativo. Chile debería estar hoy sacando
mucho mejor provecho de la actual recuperación de los mercados de nuestras
exportaciones agrícolas, forestales y pesqueras. Contamos con inmejorables
condiciones de tipo de cambio y tasa de interés para dar un salto adelante. La
fuerte caída del petróleo favorece nuestra competitividad.
Cada mes
hay nueve mil nuevas empresas que se crean -tres veces más que hace cuatro
años-, gracias a las facilidades introducidas en el Gobierno anterior. Podemos
seguir siendo destino atractivo de la inversión extranjera. Hay una cola de
miles de millones de dólares en proyectos de inversión esperando las
autorizaciones burocráticas correspondientes. Deberíamos saber estimular esa
ola de emprendimiento e innovación desencadenada en los últimos años a buscar soluciones
para las limitaciones en energía, competitividad y calidad de la educación con
las que hemos topado.
Es tiempo
que la oposición saque la voz.
Transporte público “al
límite”.
La falla
que el viernes afectó al Metro de Santiago fue la más grave de su historia y la
más reciente de varias sufridas en los últimos meses. El hecho de que fuera un
problema eléctrico de fácil prevención sugiere que no se aplicaron bien las
conclusiones que debieron extraerse de la falla anterior en agosto, que también
tuvo que ver con deficiencias en el control y mantención de los sistemas
eléctricos del tren subterráneo. Tanto eso como la magnitud del impacto que
provocó el corte del servicio en más de 20 estaciones pertenecientes a tres
líneas hacen entendible la renuncia del Presidente de la empresa, pero
claramente esa admisión de responsabilidad no basta por sí sola para arreglar
los problemas de fondo que aquejan al Metro.
En lo
inmediato, es clave retornar a la normalidad de funcionamiento. La fiabilidad
del Metro es un aspecto esencial del sistema de transporte público santiaguino
y, por extensión, de la ciudad. Las fallas recientes, junto con obligar a la
empresa a enfrentar insoslayables problemas de índole técnica, también debieran
ser un incentivo para acelerar la planificación de nuevas líneas que se saben
necesarias, aunque sin apresuramientos motivados por la presión que puedan ser
lamentados en el futuro (por ejemplo, idea de concesionar líneas a actores
privados es digna de atención, pero amerita una discusión más en profundidad).
Más allá
de los problemas puntuales que el Metro debe analizar y solucionar, es evidente
que una parte significativa de ellos es producto de las deficiencias del
Transantiago, en lo cual coinciden todos los expertos. La Presidente Bachelet
tiene razón cuando dice que el transporte capitalino opera “al límite de su
capacidad”. Esto queda en evidencia cada vez que circunstancias menores
provocan un colapso vial (una lluvia fuerte o un accidente de tránsito en un
lugar neurálgico); no existe la infraestructura que otorgue margen para
enfrentar emergencias como la del viernes pasado. La crudeza del diagnóstico
que ha hecho la Presidente tiene que reflejarse en una estrategia de transporte
público y en una voluntad política de darle prioridad en la agenda que no se
han visto hasta la fecha de parte del Gobierno.
Reforma educacional: los
problemas son de fondo.
Los
desencuentros al interior del propio
oficialismo frente a la compleja trayectoria Legislativa de la reforma
educacional y los cuestionamientos surgidos desde los más diversos sectores,
han llevado a diversos actores a apuntar hacia la responsabilidad del Ministro
del ramo ante este incierto futuro del proyecto clave de la actual
administración. De manera coincidente, tanto detractores de algunos aspectos de
la reforma como firmes partidarios de la misma, han planteado públicamente la
necesidad de remover al titular de Educación.
El Ministro,
por cierto, no ha sido un factor de diálogo ni se ha mostrado abierto a
modificaciones mayores en el proyecto de reforma, a pesar del rechazo
manifestado por padres y apoderados y de las advertencias de especialistas en
la materia. De hecho, parte importante de su gestión ha estado marcada por
declaraciones que han resultado agresivas y descalificatorias, incluso hacia
actores directamente afectados por las propuestas del Ejecutivo. Pero
difícilmente se podría acusar al titular del ramo de falta de compromiso con el
proyecto Gubernamental. Por el contrario, tal como lo recalcó esta semana el Ministro
del Interior, la iniciativa seguirá adelante sin mayores cambios y de esta
manera, según sus palabras, “la educación en Chile dejará de ser un bien de
consumo y será un derecho social al final del Gobierno de la Presidenta
Bachelet”. Y ante las críticas a la labor de su par de Educación, el Jefe de Gabinete
apuntó directamente a la oposición política: “si a la derecha no le gusta, lo
lamentamos mucho”, añadió.
En otras
palabras, aunque con evidentes problemas de gestión, el Ministro no ha hecho
más que impulsar un proyecto deficiente, que pierde tiempo y recursos en
acciones tan innecesarias como la compra de infraestructura ya existente a los
sostenedores, en línea con los objetivos trazados por el propio Gobierno. Los
cuestionamientos a la reforma educacional son profundos y merecen ser atendidos
por las autoridades. Considerando la relevancia del problema y los efectos de
largo plazo que tendrán las decisiones que se tomen hoy, el Gobierno debe
abrirse a un replanteamiento mayor de su reforma educacional, comenzando por
aquellos aspectos que no hacen más que limitar la libertad y el derecho de los
padres y apoderados a traspasar a sus hijos los logros que han alcanzado a lo
largo de sus vidas.
Se
equivoca, en este sentido, el Ministro del Interior cuando confunde un bien de
consumo con la posibilidad que hoy ofrece el sistema para que los padres elijan
el mejor colegio que estimen para la educación de sus hijos o decidan
contribuir a una mejor enseñanza. Sus expresiones, además de subvalorar la
decisión de los padres, dejan una vez más en evidencia la negativa del Gobierno
a escuchar y abrirse a visiones distantes de esa posición ideológica que
finalmente sustenta la reforma en trámite.
Es
valorable, por lo mismo, la disposición manifestada por la Presidenta de la
República respecto a que “vamos a dialogar todo lo que sea necesario para hacer
los ajustes que se requieran” a la reforma. Porque un cambio en el Gabinete o
una reestructuración al interior del equipo que lidera este proyecto carecerá
de sentido si no incluye una revisión de los sustentos de una iniciativa que,
bajo la supuesta intención de fortalecer la educación pública, ha terminado por
enfrentarse con los derechos mínimos que tiene una familia para decidir sobre
la enseñanza de sus hijos.
Investigación por crisis de
Universidad Arcis.
El
Ministerio de Educación entregó las conclusiones de la investigación que
realizó sobre presuntas irregularidades en la Universidad Arcis, documento que
no entrega mayores luces para despejar los graves cuestionamientos en torno a
la administración de dicho plantel, en particular sobre el destino de fondos
provenientes de Venezuela. De esta forma, no le fue posible establecer si hubo
“lucro” por parte de sus controladores -entre los cuales figuraba el Partido
Comunista hasta fines de 2013-, ni tampoco pudo detectar otras situaciones
anómalas, excepto el mal funcionamiento de la carrera de Música, respecto de la
cual decretó su cierre.
Llama la
atención que tras varios meses de investigación por parte del Ministerio, se
haya llegado a conclusiones tan limitadas, pese a los innumerables antecedentes
que se han acopiado, y que incluso motivaron la formación de una comisión
investigadora de la Cámara de Diputados. Su justificación es que le fue negada
información financiera relevante, tanto de la inmobiliaria que actualmente
controla el plantel, como de organismos del Estado. Por ello no habría tenido
más opción que cerrar la investigación y derivar los antecedentes al Ministerio
Público. Su excusa para no seguir adelante parece ahora poco atendible con la
indagación, porque con posterioridad han aparecido nuevos antecedentes que
ameritarían una reapertura de la investigación.
En
particular, resulta relevante que un ex rector de la universidad -que detentó
el cargo entre 2004 y 2006- no haya descartado la posibilidad de que el Partido
Comunista lucrara indebidamente. “Al final de la participación de los
comunistas me parece que sí (…) Conociendo al PC pienso que fue para la
organización y no para el lucro personal de los militantes”, señaló en una entrevista
televisiva. El Ministerio de Educación no podría pasar por alto este
antecedente, que por sí solo ameritaría reabrir la investigación; también
debería llamar la atención del propio Servicio Electoral y naturalmente de la Fiscalía,
para dilucidar si acaso han existido fondos que contravienen la Ley de
financiamiento de partidos o de gasto electoral.
El Ministerio
tampoco pudo dilucidar el destino de los fondos provenientes de Venezuela, que
ha sido uno de los aspectos más controversiales. Está plenamente acreditado y
reconocido que por instrucción del fallecido Presidente Hugo Chávez, a través
del Banco Nacional de Desarrollo Económico de Venezuela la universidad recibió
US$ 9 millones, los que se habrían destinado íntegramente al pago de deudas.
Aun así, la universidad sigue con un abultado déficit, que la tiene cerca de un
colapso financiero.
Además de
ello, sigue en el misterio si acaso los controladores del plantel recibieron
otros US$ 4 millones desde Venezuela. El Partido Comunista niega la llegada de
esos recursos; incluso otro de sus ex controladores señaló en su respuesta a la
comisión investigadora de la Cámara que dichos fondos no existen -son un
“realismo mágico (…) piden demostrar la existencia de algo inexistente”-, pero
ha sido el propio SII el que ha dejado abierta una duda razonable. Su Director
de Fiscalización declaró en la Cámara que el Servicio efectivamente indaga si
existió dicho aporte, el que habría llegado el segundo semestre de 2009. “No se
ha logrado recabar mayor información (…) Se habría realizado, pero no se habría
materializado”.
Los chilenos y la demanda
boliviana.
Un
resultado de particular relevancia de la Encuesta Nacional Bicentenario de la
P. Universidad Católica de Chile-GfK-Adimark 2014, difundida por El Mercurio,
concierne a la percepción ciudadana de la relación con Bolivia. Los resultados
de este año confirman una vez más el endurecimiento de posiciones respecto de
la demanda marítima boliviana.
Mientras
en 2006 solo la minoría (33%) sostenía que no había que darle nada a Bolivia,
ahora una mayoría creciente (58%) apoya esta extrema negativa. Este porcentaje
ya se había elevado desde 33% en 2006 a 43% en 2008, para saltar a 48% en 2011,
y volver a elevarse en otros 10 puntos en la última medición. Adicionalmente,
el 47% que en 2006 aceptaba conceder beneficios económicos a Bolivia para sus
exportaciones ocupando puertos chilenos se ha reducido significativamente al
30% este año. Según la misma encuesta de 2006, también ha descendido
sostenidamente, desde 13% a 9%, el porcentaje de quienes apoyan dar a Bolivia
una franja de territorio para una salida al mar.
A la
agresiva estrategia Diplomática del Presidente Morales cabe atribuir estas
opiniones mayoritarias de la población chilena. Su Gobierno ha ido extremando
su animosidad con Chile con la incorporación en la Constitución de Bolivia de
la denuncia del tratado vigente de límites de 1904, y con la demanda presentada
ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya en abril recién pasado.
Entretanto, Chile ha otorgado a Bolivia los beneficios del más amplio libre
comercio, sin gravámenes ni barreras, como a ningún otro país. Este Mandatario
junto con impugnar dicho tratado, que ha asegurado la paz por tanto tiempo, con
ingentes beneficios económicos y el más amplio libre tránsito de Bolivia al
Pacífico por los puertos chilenos, pretende ahora forzar la cesión de soberanía
nacional. En sus cometidos no están ajenos agraviantes epítetos contra
mandatarios chilenos y su Diplomacia, campañas internacionales denigratorias en
contra de Chile y su negativa al diálogo y a la cooperación en iniciativas a
favor de ambos pueblos y de la región.
Estos
sondeos se contraponen con otros consignados en la misma encuesta del año
pasado, que se mantienen inalterados y son ampliamente favorables al
otorgamiento de beneficios educacionales, de salud, vivienda y trato
igualitario a los inmigrantes bolivianos, en particular, y a los residentes
extranjeros en general.
Las
autoridades, la Cancillería, los dirigentes políticos, académicos y empresarios
deben tomar en cuenta estas mediciones ante cualquier presión internacional en
menoscabo de la soberanía nacional, manteniendo siempre abierta la disposición
al diálogo y a la cooperación bilateral.
Difíciles horas de Hollande.
Tanto el
Mandatario como el Premier han hecho esfuerzos para desmentir tal competencia,
pero las encuestas son tan desfavorables para Hollande y positivas para Valls
que no es fácil pensar que la relación es fluida. Según sondeos, el 97 por
ciento de los franceses cree que el Presidente ha fracasado y al 71 por ciento
le gustaría que Valls se encargara de la gestión de las reformas y la economía.
La popularidad Presidencial está en los más bajos niveles de un Mandatario en
toda la V República, con apenas el 12 por ciento de opiniones favorables. Más
del 80 por ciento cree que incumplió las promesas de campaña, y ahora, a mitad
de su mandato de cinco años, un porcentaje similar está disconforme con su
manejo del desempleo, lo más importante para muchos franceses en esta época de
crisis económica.
Valls ha
tenido varios días para mostrar su capacidad ejecutiva, pues Hollande participó
en la cumbre del G20 y volverá de su gira el jueves. Sin embargo, poco podrá
hacer Valls para solucionar la profunda fractura que hay en el socialismo
francés, dividido entre quienes creen que el Gobierno traiciona el ideario del partido
y aquellos que apoyan las reformas emprendidas para superar la crisis
económica. El ala más izquierdista del PS ha estado en contra de las políticas
de austeridad, recorte de gastos y estímulos a las empresas, que son el centro
del plan que busca impulsar el crecimiento francés, totalmente estancado, y
bajar el desempleo, que supera el 10 por ciento. Le critican a Hollande que ha
dejado de lado las ayudas a las familias y otros beneficios sociales, y que se
ha sometido a los dictámenes de la Unión Europea y en especial de Alemania.
Valls,
que representa la vertiente más liberal del partido, no ha tenido problemas en
proyectarse como el hombre de las reformas liberalizadoras, que ahora incluirán
la flexibilización del trabajo los días domingo y otros detalles que se darán a
conocer en los próximos días o semanas. Haciendo gala de cierto humor y
desdeñando los rumores de conflictividad, Hollande ha dicho más de una vez que
es él quien decide, y Valls el que ejecuta, lo cual puede ser cierto, pero se pondrá
a prueba en estos días.
Hay que poner la casa
(Francia) en orden.
En una
entrevista televisada, para marcar su medio mandato, Hollande reconoció
"errores" en su manejo del empleo, y aseguró que no habría más alzas
de impuestos. El encargado del presupuesto lo dejó muy mal porque en su
ausencia lo desmintió.
Otra
controversia que ha debido encarar el Ejecutivo es la que involucra a la mano
derecha de Hollande, Jean-Pierre Jouyet, a quien la oposición pide su renuncia
por supuestas presiones a la Justicia. El escándalo surgió de una fuente
periodística que señaló que Jouyet se había reunido con François Fillon, el
principal rival de Nicolas Sarkozy en las primarias de su partido, quien le
habría pedido que influyera sobre los Jueces para acelerar los procesos en
contra del ex Presidente. Este caso dará tema más adelante, porque Fillon
prometió demandar a los periodistas y al colaborador Presidencial.
No parece
muy oportuno que Hollande se haya ido de largo viaje con tanto desorden en
casa.
APEC, la vitrina mundial para
el líder chino.
China se
puede sentir satisfecha, pero no exultante, con el resultado de la cumbre del
APEC que se celebró en Beijing. Lo bueno para los chinos: 21 países y economías
aceptaron la propuesta del Presidente Xi Jinping de iniciar el proceso para un
acuerdo de libre comercio del Asia-Pacífico. Lo malo: no es seguro que este
reemplace al TransPacific Partnership (TPP), iniciativa apoyada por EE.UU. que
incorpora a asiáticos y latinoamericanos (entre ellos Chile), pero no a China.
Dos años
de estudios se han dado en el APEC para echar a andar el acuerdo regional
(FTAAP, por su sigla en inglés), pero nadie tiene muchas expectativas sobre el
éxito.
Lo que sí
logró Xi fue plantearse como un líder consolidado, al mando de una nación con
aspiraciones de potencia global imprescindible.
Al margen
de la cooperación en temas medioambientales, China está embarcada en una
competencia con EE.UU. por la influencia en la región asiática; por eso, para
Beijing era importante introducir una cuña en el TPP, donde Washington busca
imponer normas (en derechos de propiedad intelectual, medioambientales,
laborales y sobre empresas estatales) incompatibles con las vigentes en China.
Las demoras y postergaciones del TPP han sido precisamente por eso, pues los
participantes se resisten a aceptar cláusulas, que en el caso de Chile, por
ejemplo, serían más draconianas de las que tiene un TLC bilateral.
Si bien
el foro de APEC es eminentemente económico, habiéndose realizado en China,
muchos esperaban que se dijera algo sobre derechos humanos. No lo hizo Barack
Obama -quien apenas habló de libertad de expresión, pero insistiendo que no
tenía responsabilidad por las protestas de Hong Kong- y menos la Presidente
Michelle Bachelet, una cortesía hacia el anfitrión que no se comparte,
explicable solo por la obvia intención de atraer capitales chinos y mantener
los lazos comerciales. Ni siquiera en el APEC dejó de operar la censura china,
que bloqueó en la web el video que mostraba a Vladimir Putin abrigando a la
señora Xi.
Transantiago es un ejemplo de
política pública mal planificada y peor ejecutada, la que a pesar de costarle a
los chilenos miles de millones de dólares ha degradado la vida de millones de
compatriotas…Es una muestra inequívoca de las ineptitudes e incapacidades del
socialismo.