El frenazo, el diagnóstico y el empleo,
por Felipe Larraín B.
Nadie discute hoy que la economía chilena enfrenta una profunda
desaceleración. La inversión ha caído por cuatro trimestres consecutivos, y las
indicaciones iniciales del actual trimestre (cifras hasta mediados de agosto)
muestran una fuerte caída de las importaciones de bienes de capital. Con ello
es muy probable que tengamos un quinto trimestre de caída de inversión.
Para hacer frente a esta compleja situación con buenas probabilidades de éxito, hay que partir del diagnóstico correcto. El discurso del Gobierno fluctúa entre echarle la culpa al Gobierno anterior y responsabilizar a la economía internacional. Ambas partes de este diagnóstico son equivocadas.
En primer lugar, la brusca desaceleración que vemos hoy no partió en el año 2012, como algunas altas autoridades han planteado. Las cifras no admiten duda. La inversión crecía robustamente hasta el segundo trimestre de 2013, y comenzó a caer en el tercer trimestre del año pasado, esto es, después que se planteara al país el programa de reforma tributaria y que se discutiera ampliamente la asamblea constituyente y la AFP Estatal, entre otros. Lo advertimos en su momento y lamentamos sinceramente no habernos equivocado.
Las expectativas justamente comenzaron a caer entonces, como lo revelan distintas encuestas de confianza empresarial como el IMCE de UAI/Icare y el ICE de UDD/Diario Financiero. Y el PIB sufrió una desaceleración realmente significativa el cuarto trimestre de 2013, cuando creció solo 2,7%, tras haber aumentado 5% el trimestre anterior. Desde marzo pasado, el trámite y los anuncios de un conjunto de reformas de envergadura en las más diversas áreas han acentuado el deterioro de las expectativas, que hoy se extiende también a los consumidores. Por supuesto, estas no son las únicas razones del frenazo económico, pero sí son las más significativas.
Echarle la culpa a la economía internacional tampoco resulta. El mundo va a crecer este año en torno a 3,6% (proyección FMI), un aumento desde el 3% de expansión de 2013. Y nuestros socios comerciales crecen más este año de lo que crecían en 2013. Además, si el problema viniera de fuera, economías emergentes similares a la nuestra deberían sufrir efectos similares. Pero no es así. ¿Por qué será el peso chileno una de las monedas que más se han depreciado en el mundo en 2014, solo superada por Ucrania, Kazajstán y Argentina? Y, ¿cómo explicar que Chile sea el país latinoamericano donde más ha caído la inversión en los últimos tres trimestres, después de Venezuela?
Pero los efectos de la desaceleración no solo están en la inversión. Las últimas cifras indican que el consumo está creciendo mucho menos, y que el empleo está comenzando a resentirse. Así, desde el trimestre diciembre-febrero pasado se han perdido 123.576 empleos, pero -lo que es especialmente preocupante- la calidad del empleo está comenzando a resentirse. Se han destruido 241.979 empleos jornada completa, lo que ha sido parcialmente compensado por la creación de 70.647 empleos de jornada parcial voluntaria y de 47.757 subempleos -esto es, personas que trabajan menos de 30 horas semanales y quisieran trabajar más. En otra forma de mirar las cifras, se han perdido casi 160 mil empleos asalariados, parcialmente contrarrestado por la creación de unos 26 mil empleos de cuenta propia.
Para enfrentar esta situación, hay que partir del diagnóstico adecuado. La realidad, aunque sea molesta para algunos, es que las reformas que ha planteado el Gobierno han aumentado fuertemente la incertidumbre y han minado la confianza de los que invierten y crean empleo, y también de los consumidores. Hoy ya vemos cómo están afectando el empleo. Trabajar adecuadamente las reformas que están en discusión y las que vienen, generando amplios consensos técnicos y políticos, puede mitigar considerablemente el daño.
Si funciona, no lo arregle,
por Axel Buchheister.
El
frenesí por introducir cambios no tiene visos de parar: ahora surgió la idea de
establecer un Congreso unicameral. Uno de los Diputados que impulsan la medida
la fundamentó en que “nuestra sociedad está madura para tener una Cámara”.
¿Será que haber tenido dos Cámaras por más de 180 años es signo de inmadurez?
Los Estados Unidos, la democracia más exitosa del mundo y que tiene un sistema
bicameral por más tiempo aún, sufriría de inmadurez crónica.
Lo cierto
es que la propuesta se entendió como la necesidad de suprimir el Senado, cuando
la experiencia en la reforma tributaria más bien justifica que desaparezca la
Cámara de Diputados. Como sea, a otros les parecerá una buena oportunidad para
ahorrar costos en Parlamentarios, pero no soñemos: la Cámara única puede tener
muchos miembros y qué duda cabe que la cosa irá para allá.
Tanto en
el país del Norte como aquí -nosotros los copiamos-, el sistema de doble Cámara
busca moderar los riesgos que tiene confiar ciegamente en las decisiones de la
mayoría de un determinado momento. Busca dar estabilidad y establecer
contrapesos. Por eso, ambas Cámaras tienen un origen distinto, aunque basado en
voto popular: la baja representa con mayor fidelidad la distribución
poblacional y la alta agrupaciones político-administrativas intermedias
(Estados o Regiones, según el caso); además, en esta última, la renovación
ocurre por parcialidades. Ello asegura que los cambios políticos, siempre de
origen coyuntural, no se manifiesten en forma arrolladora e irreversible, hasta
que no demuestren en el tiempo su consolidación. Se puede discrepar de si eso
es bueno o deseable, pero no cabe ligarlo a la inmadurez, sino que a la
prudencia. Como defecto, está la mayor dificultad que impone para tramitar las Leyes.
Tener dos
Cámaras Legislativas que sean espejo una de la otra carece de sentido. Por eso,
si en el debate del sistema electoral las propuestas para ambas van por la
misma cuerda, es síntoma de que algo podría estar mal. Si las dos Cámaras
cumplen un rol distinto en la formación de la Ley y están llamadas a ejercer
diversas atribuciones, una de las formas de diferenciarlas es la manera de
elegirlas. Así se justificaría que la Cámara Baja tenga una representación más
proporcional que el Senado, en el cual el sistema binominal puede ser particularmente
útil y funcional a los objetivos de moderación. No tener presente el sentido y
origen de las instituciones puede conducir a reformas que neutralicen las
virtudes que presentan. Ya antes se rebajó la edad para ser Senador y se
eliminó la norma que fijaba dos por circunscripción. Peor que una sola Cámara
sería que lleguemos de facto a lo mismo, pero sufriendo los costos de dos y no
obteniendo sus beneficios.
Ante la
idea del Congreso unicameral quizás podríamos inspirarnos en un dicho norteamericano:
“si no está roto, no lo arregle”. Después de casi dos siglos de funcionamiento
con dos Cámaras y del numerito de la reforma tributaria, no se divisa la razón
para innovar; más bien, todo lo contrario.
La retórica de la
delincuencia,
por Eugenio Guzmán.
Con
frecuencia, frente a determinados hechos críticos los políticos dan
explicaciones retóricas sin considerar las consecuencias de sus dichos. En este
sentido, las recientes declaraciones del Ministro Peñailillo en relación con un
nuevo robo de cajero automático podríamos decir que es una respuesta de este
tipo; es decir, una “buena salida”. En sus palabras: “Ya hemos informado a la
Asociación de Bancos que si ellos no están reemplazando los cajeros automáticos
con la nueva normativa, normativa de los más altos estándares internacionales,
van a ser multados como corresponde (…) La banca tiene que ponerse al día,
porque las normas de seguridad que están implementadas en todo el mundo son las
que permiten que estos hechos delictuales se aminoren”. Es decir, los cajeros
son robados porque no cuentan con las medidas de seguridad a escala mundial.
Si hemos
de suponer que todo esto ocurre porque los bancos, supuestamente, no cumplen
con cierta normativa, entonces, ¿la gravedad del hecho disminuye?, ¿debiéramos
concluir que ellos tienen responsabilidad en todo esto?
Suponga
usted que va camino a su trabajo y, como es frecuente, se sube a un bus relleno
de pasajeros (se trata de hora punta). Como cualquier persona, es posible que
esté pensando en las actividades del día anterior, las que vendrán o
simplemente cualquier cosa; es decir, diríamos que no está atento a lo que
ocurre en su bolsillo, cartera o mochila. Pues bien, un entrenado ladrón
(carterista) le roba su billetera o lo que sea. Como usted iba distraído,
entonces, usted dio la oportunidad para que los ladrones le robaran. ¿Debemos
prohibir la distracción?, ¿sancionarla?
En estos
casos, es posible que la conducta de la víctima incida en la ocurrencia del
hecho; pero suponemos que la vida diaria no es una jungla.
Ahora
bien, lo que viene a coronar toda la argumentación del Ministro es que se
señale que se multará a los bancos por el no cumplimiento de ciertas normas.
Por lo pronto, es obvio que las medidas preventivas son ex post a los hechos;
es decir, siempre hubo una primera vez en que ocurrió un hecho inesperado que
lleva a las personas a tomar ciertas medidas; sin embargo, eso deja en
evidencia que los delincuentes aprovechan la carencia de mecanismos de
cumplimiento Legal para cometer sus delitos. Más aún, no puede insinuársele a
la población que debe organizarse con la lógica de la sospecha, pues ello
evidencia que algo anda mal en ella y que por lo tanto es labor de la autoridad
remediarlo.
Declaraciones
como las del Ministro demuestran su capacidad retórica; sin embargo, también
evidencian que el tema es complejo y en consecuencia es conveniente aquilatar
los artefactos retóricos que se empleen.
“Cosas estúpidas”,
por Tamara Avetikian.
Hace unas
semanas, apurado por un columnista de The New York Times, Barack Obama nombró a
Chile como uno de los países desde donde “siguen llegando buenas noticias” en
medio de un mundo que se desintegra ante sus ojos. Para los chilenos es
halagador que nos pongan de ejemplo, pero en este caso a uno le bajan dudas en
cuanto a si el piropo no fue más que una respuesta para “sacarse el pillo”.
Todos sabemos que, aparte de los problemas de inmigración y narcotráfico, es
bien poco lo que Washington se preocupa de América Latina y, con graves crisis
como las de Medio Oriente o Ucrania, es natural que el álgido debate por las
reformas en Chile y el frenazo económico no sean más que una nota al pie de una
página de los informes que recibe el Presidente.
Cuando
Obama llegó a la Casa Blanca, su prioridad era salir de Irak y Afganistán. No
tenía la menor intención de mezclarse en más conflictos. Lo que quería, según
James Mann en su libro “The Obamians”, era “reequilibrar las prioridades,
enfatizar los asuntos internos” y “reequilibrar” el poder militar con el de la
Diplomacia. Y, sobre todo, “reequilibrar la preocupación por el Medio Oriente
hacia Asia”. Nada de eso ha resultado tal cual. Más bien, la realidad global
estalló en su cara y lo están obligando, a regañadientes, a volver a meterse en
los asuntos del Medio Oriente, relanzar una guerra contra el terrorismo y
contener las aspiraciones de Rusia en Ucrania. Entre tanto, nada pudo hacer
para evitar que Moscú se quedara con Crimea.
En medio
de las crisis, Obama duda y no toma decisiones. Pronuncia discursos que no
llevan a ninguna parte. El de West Point, hace un par de meses, desilusionó a
todos los que esperaban que ahí sí hiciera una definición de su política
exterior. Le han llovido críticas. La que más le dolió, probablemente, fue la
de Hillary Clinton, al punto que ella tuvo que ir personalmente a abuenarse con
él. Después de todo, que su ex Secretaria de Estado dijera que ella había
advertido que debía armarse a la oposición siria moderada, era un golpe muy
bajo. Lo dijo también en sus memorias, “Hard Choices” (Decisiones difíciles,
que recomiendo leer), pero en otro tono. Antes, el ex Secretario de Defensa
Robert Gates, en el libro “Duty”, había acusado a Obama de no tener una
estrategia clara para Afganistán.
La
defensa de Obama no fue muy acertada. Resumió su doctrina exterior en pocas
palabras: “No hacer cosas estúpidas”. La perspicaz Hillary retrucó: “Las
grandes naciones necesitan principios organizadores, y ‘no hacer cosas estúpidas’
no es un principio organizador”. El columnista Charles Krauthammer ha sido
desde el inicio del Gobierno uno de los más férreos críticos: “La política
exterior de Obama tiene como propósito final hacer a EE.UU. menos hegemónico,
menos arrogante y menos dominante; en una palabra, es una política exterior
diseñada para producir el debilitamiento de Estados Unidos”.
Concuerdo
en que Obama ha querido evitar la arrogancia y la dominación; por eso actúa en
conjunto con los aliados. Pero ha sido timorato, zigzagueante (como en el caso
de los ataques aéreos en Irak que finalmente autorizó), contradictorio (cuando
suspendió el ataque a Siria, después de trazar “una línea roja") y lento
para tomar decisiones. No creo que su política busque el debilitamiento de su
país. Por el contrario, Obama ha demostrado querer que EE.UU. mantenga su
liderazgo. Ahí están los recursos, el poder militar y la capacidad humana para
conservarlo. Lo que Obama parece no tener es la convicción de que EE.UU. es una
“nación indispensable” para resolver muchos problemas de los otros.
Las dos caras de la
medialuna,
por Joaquín García Huidobro.
El mundo
entero respiró aliviado al conocer la paz entre Israel y Hamas, pero es un
alivio relativo: ¿Cuándo empezarán de nuevo los túneles, los bombardeos y las
represalias? Callaron las armas, pero no han cesado las causas del conflicto.
Se aplacó el enfrentamiento en Gaza, pero Siria permanece igual y en Irak el
Estado Islámico cada día incurre en nuevas atrocidades.
Se dice
que el problema del Medio Oriente es antiguo, pero no se repara en cuán antiguo
es. Aunque parezca extraño, la situación en la zona, con los bombazos, el
terrorismo o las matanzas de cristianos en Irak se vincula nada menos que con
ciertas discusiones filosóficas que tuvieron lugar en la España musulmana del
siglo XII.
Los
musulmanes de esa época no se preocupaban del precio del petróleo o de
Netanyahu. Su problema era: sabemos que Dios es omnipotente, pero ¿qué
significa eso? ¿Puede Él hacer círculos cuadrados o mandarnos blasfemar, odiar
a nuestros padres o degollar niños?
Una
escuela teológica muy difundida, los asharitas, decía que sí: como Dios es
omnipotente, no está sometido a nada, ni siquiera a las reglas de la razón. Las
cosas son buenas o malas porque Dios así lo dispone, incluso de modo
arbitrario. El sabio Averroes, por otro lado, rechazaba esta peligrosa opinión.
Afirmaba que existen cosas buenas o malas en sí mismas, y que hay determinadas
conductas que jamás podemos ejecutar, ni siquiera en nombre de Dios. Alá no
puede mandar ni hacer disparates.
El
solitario Averroes ganó la discusión en el plano teórico, pero los califas
dijeron otra cosa. Sus obras fueron quemadas, él fue enviado al exilio, y su
opinión quedó en la minoría.
El debate
islámico del siglo XII se prolonga hasta hoy y nos plantea una pregunta delicada:
al-Qaeda o el reciente Estado Islámico, ¿son una perversión del Corán, una
postura que contradice completamente todas y cada una de sus páginas, o una
consecuencia plausible de un sistema de pensamiento?
Si uno
lee el libro sagrado de los musulmanes, encontrará afirmaciones muy
problemáticas a propósito de la mujer, el odio a los infieles o la promoción de
la guerra santa. De hecho, Joseph Fadelle, un aristócrata iraquí, se hizo
cristiano después de que un conocido lo desafiara a leer el Corán en serio. Hoy
vive en Francia, con un nombre distinto, para escapar de la pena de muerte que
aguarda a los apóstatas.
Uno
podría decir que el problema es aparente. Bastaría con interpretar esos pasajes
de modo que admitan una lectura razonable, que armonice con el resto del libro
y las exigencias de la razón. Es lo que judíos y cristianos han hecho siempre
con la Biblia, explicando el contexto histórico o el sentido de ciertas
afirmaciones que causan desconcierto en el lector.
El
problema, sin embargo, es que los musulmanes, según la opinión más autorizada,
tienen prohibido interpretar el Corán. Y aquí la cosa se pone muy seria.
De más
está decir que hay millones de musulmanes en el mundo que son gente pacífica y
encantadora. Aunque digan que no interpretan el Corán, de hecho lo leen de una
manera pacífica y espiritual. Ahora bien, ¿qué pasa con el resto? La medialuna
islámica tiene dos caras muy diferentes.
La mezcla
de problemas en el Medio Oriente no puede ser más explosiva. Primero, tenemos
una concepción que, en general, no reconoce la existencia de cosas que por
naturaleza son buenas o malas; es decir, que considera que Dios podría ordenar
acciones que a nosotros nos parecen aberrantes. Segundo, millones de personas
veneran un texto religioso que no está centrado en el amor y en la
misericordia, y además está prohibido interpretarlo. Tercero, existen
conflictos políticos gravísimos, como en Siria, Irak o Gaza. Cuarto, hay
grandes intereses económicos en juego, puesto que el petróleo mueve el mundo. Quinto,
la presencia del Estado de Israel, fruto no solo del genocidio nazi, sino de
las innumerables persecuciones que han sufrido los judíos en la historia.
Sexto, la constante intervención de los Estados Unidos, Rusia y otras
potencias.
A todo lo
anterior hay que agregar el empeño de Europa y los EE.UU. por occidentalizar a
esos países, imponiéndoles modelos que les resultan ajenos. Con razón Mark
Lilla ha señalado que habría que entregar el próximo Nobel de la Paz a quien
logre idear para esos países un modelo de teocracia Constitucional, en lugar de
forzarlos a seguir nuestros caminos.
Con un
cóctel semejante, lo que debe extrañarnos no son los permanentes
enfrentamientos bélicos. Lo raro es que aún no haya estallado un conflicto de
enormes proporciones. Quizá significa que Averroes no ha sido derrotado por
completo.
Protestas de estudiantes por
ranking de notas.
Desde que
se instauró el ranking de notas en 2011, numerosas voces -este medio incluido-
han advertido incansablemente acerca de los riesgos y deficiencias de este
sistema de bonificación, pues distorsiona el sentido del sistema de selección
universitaria y supone un cambio en las reglas del juego que perjudica
especialmente a estudiantes provenientes de colegios con mayores exigencias
académicas. Desde entonces, las aprensiones se han ido confirmando y la
resistencia que el ranking despierta en muchos estudiantes resulta hoy
abrumadora. El Consejo de Rectores, bajo cuya responsabilidad recae el sistema
de selección a la educación superior, no puede continuar obviando estos
cuestionamientos y debería reformular profundamente este instrumento.
Esta
semana, miles de estudiantes manifestaron su rechazo al ranking de notas, pues
justificadamente reclaman que los perjudica frente a colegios que aplican otros
estándares de exigencia. También se ha conocido el antecedente de que un número
relevante de estudiantes de liceos emblemáticos ha emigrado a colegios con
menores exigencias, con el fin de mejorar su puntaje ranking y obtener así una
mayor bonificación en la PSU. Un efecto no previsto de esta fuga es que los
alumnos migrantes, al traer consigo una mejor preparación académica, han
desplazado a sus nuevos compañeros, quedándose con las becas y otros beneficios
que entrega el Estado, lo que ha desatado el público reclamo de algunos Directores
de colegios, como el Liceo de Maipú. Incluso, se ha conocido que las autoridades
del Instituto Nacional no descartan “inflar” las notas de sus estudiantes, con
el fin de que las calificaciones no perjudiquen su puntaje ranking. Todo esto
está creando un ambiente de tensión en los colegios y entre los propios
estudiantes, lo que a todas luces resulta inconveniente.
Representantes del Cruch han reconocido que el
efecto fuga y su impacto sobre el estudiantado
era algo “no previsto”. El Consejo de Rectores, pese a reconocer estos
efectos “colaterales”, ha señalado que a estas alturas del año no es posible
hacer cambios en el ranking -en circunstancias que en otras ocasiones ha
realizado cambios abruptos en el instrumento- y que el próximo año se va a
considerar la situación de cada alumno, según el colegio donde estuvo. Todo
esto no hace sino denotar
improvisaciones y deja en evidencia que su aplicación se ha hecho sobre
la base de la política de ensayo y error, cuyos negativos efectos sobrepasan
los beneficios que ha logrado en ciertos grupos, que gracias al ranking han
logrado mejorar su puntaje PSU y entrar a la universidad.
La raíz
del problema parece estar en que se ha perdido el sentido que debe tener un
buen sistema de selección universitario, el cual ante todo debe apuntar a la
excelencia académica y aumentar los estándares educacionales. El sistema de
selección no debería ser el llamado a resolver los problemas derivados de las
deficiencias de la educación escolar, en especial cuando ello pasa por
debilitar las exigencias académicas. La Prueba de Selección Universitaria ha sido
objeto de numerosas críticas y requiere ser profundamente perfeccionada, pero
dichas correcciones deben ir en la línea de asegurar que este instrumento
refleje adecuadamente las capacidades académicas, tarea en la que el ranking de
notas no aporta al objetivo deseado.
Segunda mirada.
El
rebrote de hechos de violencia al interior de los estadios vuelve a traer al
debate las medidas de seguridad con las que cuentan los recintos deportivos y
las políticas públicas que existen actualmente para enfrentar estos sucesos.
Este
sábado, barristas de Universidad Católica provocaron serios incidentes con el
personal de seguridad del Estadio San Carlos de Apoquindo, que se suman a los
destrozos que realizaron hinchas de Colo-Colo hace un par de semanas en el
Estadio Nacional y que fueron avaluados en más de $17 millones.
Estos no
son hechos aislados y se enmarcan dentro de las múltiples violaciones a las
normativas de seguridad que se ven cada fin de semana en diferentes partidos
del Campeonato Nacional (ingreso de elementos no permitidos, mala coordinación
en los accesos, detonación de bombas de ruido, etc.).
Frente a
esta situación, urgen modificaciones a la Ley de Violencia en los Estadios y al
plan Estadio Seguro, a fin de aumentar las regulaciones exigidas para este tipo
de espectáculos —tanto en infraestructura como en personal de seguridad— y
dotar de mayores atribuciones a Carabineros para prevenir incidentes en el
exterior de los estadios.
En los
últimos años se han tomado medidas positivas, sobre todo en relación con
reglamentar la relación entre los clubes y sus barras, pero sin una normativa
estricta y sin una voluntad real de aplicar las sanciones correspondientes —por
impopulares que puedan ser— hechos como los de las últimas semanas seguirán
siendo recurrentes.
Seguridad pública, desafío
político.
Las
tareas de un Gobierno no se limitan a la ejecución de un programa de reformas
previamente comprometido en campaña. El ejercicio diario de su rol le impone
retos cuya dimensión e importancia política pueden incluso exceder las de
aquellas iniciativas. Un ejemplo es la seguridad pública y el deber de
garantizarla. Esta es una de las funciones básicas del Estado moderno, tanto
por su incidencia en la vida cotidiana de las personas como por el impacto
gravitante que tiene en la imagen del país. Al respecto, hechos acaecidos
durante las últimas semanas constituyen preocupantes campanadas de alerta.
Desde
luego, el asalto ocurrido en el aeropuerto de Santiago hace 15 días evidenció
cómo autoridades altamente calificadas simplemente no habían pensado en el tema
de la seguridad terrestre en un recinto que hoy se muestra en extremo
vulnerable. Y si ese hecho dio cuenta de importantes capacidades organizativas,
de planificación y de manejo de recursos por parte de grupos delictuales,
mayores aún fueron las exhibidas por el grupo narco detectado a principios de
julio en Los Vilos, que logró simular toda una operación minera, gastando una
suma estimada en cien millones de pesos, para encubrir sus actividades. Esta
semana, a su vez, el baleo de un auto en movimiento realizado desde una moto y
que dejó como saldo la muerte de una mujer, en un aparente ajuste de cuentas,
ha mostrado prácticas criminales hasta ahora desconocidas en Chile, como las
ejecutadas por sicarios en la violenta Colombia de las décadas de 1980 y 1990.
En un
ámbito distinto, tras las primeras medidas adoptadas para enfrentar el robo de
cajeros automáticos, los delincuentes han desarrollado nuevos métodos, como el
de las explosiones con gas, cuya habitualidad sorprende. Resultado de esto, la
ciudadanía ya sufre los efectos de la merma de estos dispositivos, cuya
cobertura y buen funcionamiento eran hasta hace poco una preciada
característica del país.
Un estado a la zaga.
En
contraste con este continuo desarrollo de las técnicas delictivas, las acciones
del Estado parecen quedar a la zaga. Casi risible es que recién ayer haya
comenzado en La Araucanía la televigilancia permanente de la Ruta 5 por parte
de Carabineros, después de un año y medio de anuncios sobre la instalación de
cámaras.
Una
actividad criminal que muestra crecientes niveles de sofisticación no puede ser
enfrentada por policías de características solo operativo-represivas; la
capacidad de inteligencia sigue siendo un déficit hasta ahora no resuelto. Los
pobres resultados en la persecución del violentismo de cuño anarquista o la
evidencia de sectores urbanos en que bandas organizadas imponen sus reglas,
desafiando al Estado de Derecho, son otras manifestaciones de un problema que
apremia.
Acuciante
desafío ha de ser este para el Ministro del Interior, cartera no solo
responsable de la conducción política del Gobierno, sino también del orden
público, que con razón ha admitido el significado de que varios países hayan
alertado a sus ciudadanos que planean visitar Chile de la ocurrencia de
atentados anarquistas y delitos comunes con artefactos explosivos.
La voz de Lagos.
Ha habido
equívocos a propósito de la aplaudida intervención del ex Presidente Lagos en
Icare. No es la simpatía -o "amor"- que suscite entre los empresarios
la figura de un líder político lo que determina sus decisiones de materializar
proyectos o inversiones, sino la existencia de una adecuada estructura de
incentivos y de un clima país que despeje incertidumbres; eso es precisamente
lo que hoy se demanda de la autoridad y que hasta ahora las medidas anunciadas
por Hacienda no terminan de lograr. Paradójica es, por otra parte, la
diferencia entre la respetuosa reacción pública de La Moneda a las palabras de
Lagos y las invectivas que antes provocara una intervención del ex Presidente
Piñera, no demasiado distinta, ni en su contexto ni en su preocupación por el
rumbo del país.
Al margen
de esas consideraciones, la exposición en Icare y la entrevista del ex Ministro
y ex Mandatario que hoy publica "El Mercurio" son ciertamente
relevantes. La ardorosa defensa del sistema de concesiones y de la necesidad de
colaboración público-privada, pero sobre todo su insistencia en la necesidad de
que cada administración valore lo realizado por sus antecesoras, sin pretender
partir de cero, constituyen un llamado de atención hacia la Nueva Mayoría.
Lagos reivindica su obra, pero también lo realizado durante 20 años de
sucesivos Gobiernos concertacionistas, entendiéndolo como un activo que no solo
valoran quienes fueron parte de esa coalición, sino que además suscita respeto
y confianza en los otros actores.
Se trata
de una opción por la continuidad y por la realización de los cambios que sean
necesarios dentro de esa continuidad, en oposición al camino de la ruptura y de
la refundación, y con la conciencia de que este último puede terminar
frustrando las oportunidades que el país ha logrado abrirse. El ex Presidente
no parece dispuesto a que quienes pertenecen a su mismo sector político
dilapiden los frutos de su Gobierno y de los que lo antecedieron. El contraste
que por momentos se observa entre las señales de contención que en algunas
áreas entrega el actual Ejecutivo y aquellas otras que sugieren una inclinación
hacia la radicalidad en el impulso de sus iniciativas torna especialmente
oportunas tales reflexiones del ex Mandatario.
Coherencia y domicilio
político.
La
presencia en el Gobierno de simpatizantes del movimiento político que lidera
Andrés Velasco ha generado debate en la Nueva Mayoría. Las críticas del ex Ministro
de Hacienda al programa de reformas que desarrolla la actual administración es
calificada como una “deslealtad” por parte de personeros del conglomerado y
lleva a algunos a reclamar “coherencia” entre aquellas autoridades que
públicamente se han manifestado en favor de sus aspiraciones presidenciales.
Lo cierto
es que el Gobierno aseguró que todas las designaciones de cargos públicos se
sustentaron en la excelencia de las personas seleccionadas, comenzando -por
cierto- por los Ministros de Estado. Proponer ahora su salida del aparato Estatal
por razones de simpatía con un determinado movimiento político o potencial
candidato Presidencial supondría incorporar una exigencia muy distinta a estos
colaboradores. De hecho, Andrés Velasco participó en las elecciones primarias
que efectuó este conglomerado, dejando en evidencia que comparte los
lineamientos principales de ese sector.
No
obstante, es beneficioso para la democracia y para el Gobierno que la opinión
pública conozca las opiniones y visiones que partidos, movimientos y
autoridades tienen respecto de las reformas estructurales que impulsa la actual
administración. Esas opiniones deben ser recibidas no como una agresión, sino
como aportes. Quienes mantienen una visión más crítica, ya sea sobre el fondo
de las propuestas o respecto de la forma como se implementan, hacen bien en
manifestar su posición. De esta forma, evitarán terminar avalando reformas a
través de un silencio obsecuente de difícil asimilación para ese sector del
electorado que comparte las aprensiones y propuestas del propio Velasco.
Enfoques Internacionales:
Nadie ganó en Gaza.
Es
improbable que la tregua negociada por Egipto inicie una solución de largo
plazo. Si no cambian las actuales condiciones, no pasará mucho tiempo antes de
que vuelva la violencia. Ni Israel ni Hamas pueden clamar victoria. La imagen
israelí quedó deteriorada, las pérdidas de Gaza son cuantiosas en vidas humanas
y bienes. Aun así, Hamas no ha desistido de su objetivo de “llegar a
Jerusalén”, ni ha reconocido el derecho de Israel a existir como Estado.
Tampoco acepta dejar las armas. Israel no renunciará a su obligación de
defender a sus habitantes de ataques de extremistas palestinos. Así las cosas,
cuando dentro de un mes se discutan los términos de convivencia más allá de la
tregua —que incluirán temas de seguridad, reconstrucción, movimiento de
personas y gobernanza—, difícilmente se llegará a una solución que garantice la
paz en la zona, porque los actores no están dispuestos a terminar el conflicto.
Que Al
Fatah, el movimiento que lidera el moderado Presidente de la Autoridad Palestina,
tenga un papel en el resguardo de las fronteras entre Gaza e Israel, adquiere
sentido cuando se entiende que esa es una manera de involucrarlos en el manejo
de la Franja controlada por Hamas.
Europa ha
ofrecido ayuda para la búsqueda de “una solución sostenible” —pero pocos creen
que pueda hacerlo— y para la reconstrucción del destruido territorio, donde más
de cien mil personas quedaron sin hogar, la que se estima necesitará sobre los
cinco mil millones de dólares. Mucho más que eso se requerirá para crear
confianzas en una de las más conflictivas zonas del mundo.
La irrelevancia de Naciones
Unidas y EE.UU. en la solución.
Naciones
Unidas y EE.UU. estuvieron totalmente ausentes de la negociación del último
cese el fuego. El fracaso de Ban Ki-moon, que ofreció una tregua que nadie
aceptó, y el de John Kerry, que ni siquiera consideró viajar a la región ante
el evidente papel irrelevante que tendría, muestran un cambio en el ajedrez
político internacional. Por una parte, es notoria la incapacidad de ONU para
intervenir en un conflicto que de requerir resolución en el Consejo de
Seguridad, podría recibir un veto.
Por otro
lado, se ve que Washington ha perdido influencia en el Medio Oriente, en parte
por los fracasos de las intervenciones en Afganistán e Irak, pero también por
una falta de voluntad política de la administración de Obama para entrar en
conflictos que pudieran asemejarse a los de George W. Bush.
La
percepción de que su alianza con Israel es tan poderosa hace difícil en este
momento un rol de la Casa Blanca. La lectura es que Washington estaría siempre
del lado de Israel, incluso en una operación militar tan criticada como la
última. La opinión pública internacional quedó impactada por la ferocidad de la
ofensiva de Israel, que no pareció medir las consecuencias de sus ataques en la
población civil. El mensaje al mundo, de que es “un pueblo agredido” y que
protege a su población de ataques indiscriminados, no fue acogido por
espectadores que veían los muertos (2.100, incluidos cientos de extremistas,
pero también 400 niños) y heridos palestinos, la destrucción de sus casas y
edificios, mientras los ciudadanos israelíes salían indemnes, gracias a un
escudo protector que evitaba el impacto de los cohetes. Solo seis civiles
israelíes murieron en las siete semanas de conflicto. Después de esta última
incursión, la política israelí que tiene como principal argumento su
sobrevivencia, rodeado de países hostiles, debe actualizar su mensaje al mundo,
porque sus razones de defensa, que las tiene, hoy se ven difuminadas y no son
persuasivas.
Egipto como factótum regional.
Egipto ha
sido un actor crucial en las relaciones entre Israel y los palestinos desde que
firmaran el tratado de paz en 1979. Con ese acuerdo, Egipto pasó a convertirse
en un aliado relativamente confiable de Israel y en un mediador natural para
cualquier problema entre ellos. A pesar de que el nuevo régimen de El Cairo no
tiene ninguna empatía con Hamas —cercano a los Hermanos Musulmanes—, no hay un
actor más adecuado para mediar en la crisis.
Sin
embargo, no escapa al ojo de los observadores que El Cairo sigue sus propios
intereses cuando interviene en los conflictos de los vecinos, y muchos tienen
que ver con sus problemas internos. Para Egipto, dice Steven Cook en Foreign
Policy, es vital mantener encapsulado el problema palestino fuera de sus
fronteras, y especialmente a Hamas, que puede llevar inestabilidad al país si
interactúa con grupos afines. También quiere evitar que el Sinaí se convierta
en un territorio inseguro que caiga en manos de extremistas tipo Al Qaeda. Los
egipcios no tienen ningún interés en tomar responsabilidad (política o
económica) sobre Gaza, algo que le incumbe a Israel.
Finalmente,
desde la época de Anwar Sadat, Egipto quiere liderazgo, y mantener alejado a
cualquier otro país árabe —como Arabia Saudita, los Emiratos Árabes o Catar— o
Turquía que quieran jugar un rol en la solución al problema de Gaza. Para
Hamas, Egipto no es un aliado confiable, sino meramente un facilitador, que en
cualquier momento puede cerrar la puerta y, literalmente, todavía no le abre el
paso de Rafah. Pero ante la coacción militar de Israel, y la presión política
de Egipto, Hamas no tuvo más que ceder. Nadie sabe por cuánto tiempo.
Pueblos bien informados
difícilmente son engañados.