Gobernar para las clases medias,
por Eugenio
Guzmán.
La metamorfosis de la Concertación en Nueva
Mayoría se la ha visto principalmente como un giro hacia la izquierda, que
consistiría en la incorporación definitiva del Partido Comunista. Dicha
incorporación, sin embargo, no es el único factor. Por lo pronto, desde un
punto de vista electoral, desde hacía tiempo, a través de acuerdos informales
por la vía de los hechos, la adhesión de éste en las urnas se había expresado
en diversas oportunidades. Así, desde la Presidencial de 1999 esto fue claro y
se concretó paulatinamente en las elecciones posteriores.
Existe otro factor que es más complejo de
identificar y administrar, y tiene que ver con los sectores a los que quiere
dirigir un discurso, a saber: las clases medias. El giro programático así lo
insinúa. De hecho, si observamos una de las principales demandas que generaron
las movilizaciones en el Gobierno de Piñera, las de educación, no hacían otra
cosa que reflejar los problemas que enfrentan los sectores medios. En efecto,
desde 1990 a la fecha más de un 30% de las familias chilenas dejaron la pobreza
y comenzaron a acceder a bienes y servicios que antes no tenían, entre ellos la
educación subvencionada particular (con y sin financiamiento compartido) y la
educación superior (más del 60% de los estudiantes que ingresan al sistema
universitario sus padres no provienen de él, según Jorge Castillo y Gonzalo
Cabezas).
Pero estos sectores sociales anidan en su
interior una contradicción; por una parte, desde un punto de vista
económico-social son heterogéneos, pero desde un punto de vista
político-cultural, son homogéneos, lo que se expresa en su impaciencia y en que
son herederos de una tradición que le asigna un rol central al Estado.
En lo económico-social su heterogeneidad se
manifiesta de muchas formas, pero tal vez la más clara es que en muchos casos
su ascenso social no ha estado caracterizado por mayores niveles de seguridad
económica. De hecho, cualquier evento crítico (desempleo o enfermedad) hace
tambalear sus finanzas. Hay otros grupos que, aunque exhiben mayor seguridad
económica y sienten que los eventos críticos no los amenazan con devolverlos a
la pobreza, sí se ven privados de los beneficios de la sociedad de consumo. Por
último, están también quienes teniendo aun mayor seguridad, consideran como
eventos críticos lo que tiene que ver con el acceso a determinados bienes.
Desde un punto de vista político-cultural, se
trata de sectores que han construido su identidad de manera mixta, es decir,
fueron los receptores de una red social organizada desde el Estado que les
permitía, en algunos casos, acceder a la vivienda, la salud y la educación,
entre otros. Pero, por otra parte, el acceso a un sinnúmero de otros bienes ha
sido el resultado de su propio esfuerzo. Claro está que para sostenerlo
requieren eximirse de la carga que sus hijos y ellos mismos enfrentan para
gozar de educación privada, acceso a la universidad, isapres, automóvil, etc.
Esto da lugar a una identidad que exige más Estado en algunos casos y menos en
otra.
Algunos desean la gratuidad en educación
superior, pero al mismo tiempo quieren que los impuestos específicos a los
combustibles disminuyan y quieren carreteras gratis, pues se les dice que sus
impuestos las financian. Y muchos preferirían no hacer aportes al colegio
subvencionado de sus hijos; sin embargo, quieren seguir gozando de la
exclusividad del colegio en que estudian. Algo similar ocurre en salud.
En resumen, se trata de sectores que integran
en su visión de la realidad la inmediatez, propia de una historia de esfuerzos
personales de acceso al consumo, pero también de cierto asistencialismo
heredado de sus historias de vida. Por primera vez hoy son contribuyentes y por
lo tanto exigen más. Son menos ideológicos y más heterogéneos en sus demandas,
y gobernar para ellos es mucho más caro de lo que era para los sectores más
populares.
¿Un Chile a la europea?
(Editorial diario El Comercio, Perú.)
Si el
gobierno de Bachelet cambia el modelo chileno, el Perú debe consolidar el liderazgo
económico de la región.
Por años, sucesivos Gobiernos en Chile han
logrado resultados económicos que han convertido a su país en “el milagro” de
América Latina. Hoy, esta nación posee la renta per cápita más alta de la
región, la cual aumentó desde aproximadamente US$5.000 en 1990 a casi US$20.000
a la actualidad y el Banco Mundial la considera dentro del grupo de países con
ingresos altos en el mundo.
Durante ese mismo período, además, Chile logró
reducir la cantidad de ciudadanos que se encuentra debajo de la línea de
pobreza del 40% al 15%, más que el resto de países latinoamericanos. Y, según
las Naciones Unidas, es el país que tiene el mayor índice de desarrollo humano
por este lado del orbe.
La receta que Chile ha seguido para obtener
estos impresionantes resultados no es un secreto: por décadas el país del sur
ha apostado por la libertad económica. Muestra de ello es que, durante los 20
años de existencia del Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage,
Chile ha sido calificado consistentemente como una de las economías más libres
del planeta. De hecho en el ránking del 2014, ocupa el puesto 7 de todo el
mundo y el primero de América Latina.
No obstante, a pesar de que la mencionada
apuesta le ha pagado tan bien a Chile, Michelle Bachelet está considerando
seriamente la posibilidad de colocar sus fichas en otro lado. La Presidente de
Chile ha anunciado su intención de elevar los impuestos, aumentar las
prestaciones sociales que brinda el Estado e incluso promulgar una nueva
Constitución para profundizar este tipo de cambios.
Aún es incierto si la señora Bachelet tendrá el
apoyo para implementar todas estas iniciativas. Su partido no tiene los 80
votos necesarios para cambiar la Carta Magna y la coalición con la que llegó al
poder está integrada por grupos disímiles, los comunistas y los demócratas
cristianos, que no necesariamente coinciden en la dirección hacia la que debería
caminar su país. Sin embargo, las convicciones de la Presidente de que el
“modelo chileno” debería llegar a su fin parecen ser firmes. Según ella “la
verdadera amenaza de Chile es no hacer las reformas”. Existe, por tanto, una
posibilidad de que la economía chilena termine “europeizándose”. Es decir, que
se adelgace la libertad económica con la finalidad de alimentar a un Estado de
bienestar más nutrido.
Las razones para este cambio de rumbo son
conocidas y las enfrenta cualquier país que ha experimentado un crecimiento
importante: una vez que la torta crece, a los políticos les es más fácil
dedicarse a repartirla populistamente en vez de profundizar las reformas que
permitirían que la misma crezca más y con mayor velocidad. Dichos políticos,
sin embargo, pasan por alto que el principal inconveniente de convertirse en un
país con un Estado de bienestar europeo es que es imposible hacerlo sin
adquirir también los problemas económicos de Europa. Es decir, un estancamiento
de la productividad y la competitividad que ha llevado a que estos países hoy
estén buscando desmantelar aunque sea parte de sus insostenibles sistemas de
prestaciones sociales.
En el Perú, de hecho, algo de esto también ha
sucedido. El Gobierno de Humala ha aprovechado los recursos que ha traído el
crecimiento económico para expandir considerablemente los presupuestos y el
alcance de los programas sociales sin medir las consecuencias de esta decisión.
Un ejemplo es el Programa Juntos. En el primer año de este Gobierno pasó de
beneficiar a 950 mil personas a asistir a 1.500.000. Un número que sigue
creciendo sin que nada asegure que será financieramente sostenible o que los
receptores de la ayuda estén desarrollando medios para lograr producir en un
futuro su propia riqueza.
El Perú debería ver lo que ocurre en Chile y
tomar de ello dos lecciones. La primera, que debemos estar preparados para ver
más políticos prometiendo una “mejor” repartición de la torta, pues es una
tendencia natural pero que trae negativas consecuencias para el crecimiento. La
segunda, que si Chile implementa el cambio de rumbo que propone Bachelet,
deberíamos aprovechar el momento para profundizar la apertura de nuestra
economía y tomar el liderazgo económico de la región que el vecino del sur,
probablemente, abandonaría.
Los desafíos del Ministro Eyzaguirre.
Existe un consenso general en cuanto al
protagonismo central de la reforma a la educación en el programa del nuevo Gobierno,
tanto por lo complejo de su contenido y la cantidad de factores que han de ser
abordados, como por la importancia que sus efectos deberían tener en otros
temas que se estiman también prioritarios, entre ellos el acceso a las
oportunidades de desarrollo personal, la mejor calidad de la formación y la
disminución de la desigualdad que se reprocha a nuestra sociedad. En todo esto,
la mayor responsabilidad directa recae sin duda en el Ministro Nicolás
Eyzaguirre, quien habrá de conjugar variables muy diversas, no sólo en los
aspectos técnicos, sino también en relación con las demandas de los movimientos
sociales y el rol que frente a ellas tendrán las fuerzas políticas, en especial
los Parlamentarios encargados de darles una solución Legislativa adecuada y
razonable.
Consciente de ese desafío, el Ministro se ha
mostrado prudente en las señales dadas hasta ahora, privilegiando un diálogo abierto
con los distintos sectores, aun en la etapa previa a la presentación oficial de
los proyectos que concretarán la reforma, e incluyendo en su equipo asesor a
personas vinculadas a los dirigentes estudiantiles. Estos constituyen el grupo
potencialmente más duro para una futura negociación, pese a lo cual el Ministro
no cuenta todavía con una respuesta favorable de ellos para iniciar las
conversaciones. La razón invocada está en una diferencia interna que se habrá
de resolver en una próxima asamblea respecto de si es necesario o no conocer
primero las medidas concretas del Gobierno, más allá de los grandes objetivos
anunciados en la campaña.
Al parecer, tampoco la propia Presidente ha
decidido aún si enviará al Congreso un planteamiento global que abarque el
conjunto de la reforma o si comenzará con algunos proyectos específicos de más
fácil despacho, pero que sean indicativos de la orientación general que se
busca. Es probable que, en este último caso, las posiciones maximalistas que
hoy predominan en el movimiento social (como lo revelan varias de las demandas
de la primera marcha de este año el próximo sábado, a la que adhieren grupos de
alumnos) no se den por satisfechas, ya que ellas pretenden un cambio de fondo
del sistema en cuanto al objetivo mismo de la educación, lo que exige disponer
del contenido total de la propuesta y podría trabar cualquier acuerdo global
con los estudiantes.
Si bien ése es el nudo más difícil, están
además los puntos de vista y expectativas de otros actores, como el magisterio
o el sector de la enseñanza particular subvencionada, y los de los mismos Parlamentarios
que, incluido por ejemplo el Senador del PS Carlos Montes, han dejado en claro
su voluntad de analizar en su mérito los proyectos para perfeccionarlos si
resulta conveniente. Es evidente que Eyzaguirre deberá contar con un apoyo
sólido del oficialismo (para evitar tropiezos como el que sufrió el Ministro
Bulnes durante la administración pasada, cuando el Presidente Piñera citó a los
estudiantes a La Moneda sin avisarle previamente al titular del Mineduc), pero
además requerirá perseverancia, flexibilidad, respaldo técnico, un fino manejo
político y, sobre todo, sintonía con las verdaderas aspiraciones educacionales
de las familias chilenas para sus hijos, que no siempre coinciden con las
demandas de la calle.
El diálogo requiere disposición a revisar posturas.
A partir de la asunción del mando por parte de
la Presidente Michelle Bachelet el martes último, ha sido evidente el propósito
de imprimirle a su gestión un sello de urgencia y eficacia en la concreción de
los compromisos asumidos en la campaña, particularmente, en las primeras 50
medidas anunciadas en la campaña.
Siendo necesaria y positiva esa actitud en la
administración entrante, debe evitarse que sea interpretada como una
justificación para excluir el diálogo y análisis que debe existir en torno a
las propuestas que se formulen para concretar el programa de Gobierno, porque
ello desnaturalizaría el ambiente de colaboración que debe existir en
democracia y podría generar una polarización que termine debilitando la misma
eficacia gubernativa que se quiere promover.
En este sentido, han existido declaraciones
contradictorias de las nuevas autoridades y de representantes de la Nueva
Mayoría. La Presidente recalcó en sus primeras palabras que el Gobierno estaría
totalmente abierto al diálogo, acogiendo con su llamado especialmente a los que
no habían votado por ella o no habían concurrido a votar en la última elección.
Sin embargo, han existido declaraciones contradictorias de Ministros,
señalándose en algunos casos que habría disposición al diálogo, pero siempre
que éste se oriente en el sentido del cumplimiento textual del programa de Gobierno.
En el extremo, un Diputado del Partido Comunista señaló que no aceptarían
ningún cambio en las medidas que estaban incluidas en el dicho programa.
El nuevo Gobierno enfrenta la necesidad de
obtener respuestas rápidas y concretas en variados ámbitos en que realizó
promesas de reformas profundas, para satisfacer así las enormes expectativas
que sembró en la población y evitar motivos que justifiquen demandas de los movimientos
sociales. Además, la exclusión del debate aparece como una vía atractiva para
evitar que surjan tempranas desavenencias entre los partidos de la Nueva
Mayoría, lo que lleva a exacerbar la letra del programa hasta un punto que no
parece adecuado.
Los programas de Gobierno contienen los
objetivos que se pretenden alcanzar, pero su materialización admite diferentes
alternativas, que deben ser evaluadas a la luz de los proyectos específicos que
se presenten y el debate que se suscite. Estimar que esas propuestas son
inmutables, prescinde erróneamente de la contribución que significan otras
visiones, como también el aporte valioso de expertos y de los diversos actores
de la vida nacional, limitando así la profundidad de nuestra democracia y
transformando el Congreso en un mero receptáculo de las disposiciones del
Ejecutivo. No resulta posible aceptar un llamado a dialogar si se pone como
condición aceptar íntegramente lo que se plantea.
Conjugar la necesidad de llevar adelante su
programa y demostrar, al mismo tiempo, una apertura efectiva al diálogo exigirá
del nuevo Gobierno una especial destreza política, particularmente para hacer
frente a los grupos que ven en el control del Ejecutivo y del Congreso por
parte de la Nueva Mayoría la oportunidad para imponer reformas más radicales.
La Presidente ha dado pasos en la instalación que deberían ser secundados por
el resto de la administración y mantener así el espíritu republicano que marcó
el traspaso de esta semana.
Restricción a la venta de medicamentos.
En una de sus primeras declaraciones realizadas a la
prensa, la Ministro de Salud manifestó, entre otros aspectos, su rechazo a la
venta de medicamentos en supermercados, argumentando que Chile es uno de los
países de Latinoamérica con mayor tasa de automedicación y que el tema es “cómo
complicar la venta de medicamentos, no facilitarla”, agregando que su interés
es restringir aún más su comercialización.
Así, se cierra toda posibilidad de que a futuro
se pueda implementar esta medida, lo que resulta lamentable, ya que se trata de
una iniciativa que iría en directo beneficio de la población, pues permitiría
un acceso más expedito a medicamentos que no requieren receta médica,
especialmente para las personas que habitan en zonas del país donde existe un
número insuficiente de farmacias. De hecho, en la Región Metropolitana, por
ejemplo, hay varias Comunas que no cuentan con recintos de este tipo y el
promedio a nivel nacional es de una farmacia cada nueve mil personas, en
circunstancias que en Latinoamérica esa proporción es una cada tres mil.
Además, la venta en góndolas de supermercados permitiría introducir mayor
competencia entre los actores del sector, incentivando una baja de precios que
ayudaría a aliviar el bolsillo de los chilenos.
Aplicar esta restricción carece de sentido,
debido a que desde que entró en vigencia la Ley de fármacos, hace pocos meses,
esos mismos medicamentos sin receta se pueden vender en las góndolas de las
farmacias. Si lo que se pretende es bajar los niveles de automedicación, existen
otros mecanismos para lograr ese objetivo, entre ellos, una mayor fiscalización
por parte de las autoridades, el desarrollo de programas educativos y campañas
para informar a la población de los riesgos que conlleva esa práctica, sobre
todo cuando se trata de remedios que requieren prescripción médica.
Enfoques Internacionales: 0,22% en El Salvador.
Si bien el Tribunal electoral dio a Sánchez
Cerén como el ganador de las elecciones recién pasadas, su contrincante de
derecha consideró el triunfo "ilegítimo" y denunció un
"fraude". Tras ganar la primera vuelta, las encuestas mostraban al ex
Comandante rebelde liderando las preferencias por más de diez puntos, por lo
que la estrechísima diferencia de los resultados no debería sorprender sino en
la medida en que fue mucho menor de lo previsto.
Sánchez Cerén ha dicho que él está en la línea
de José Mujica, de Uruguay, y de Dilma Rousseff, de Brasil, dos Presidentes que
antaño participaron en guerrillas izquierdistas y que hoy lucen credenciales
socialdemócratas. El ex Comandante salvadoreño ha rechazado la posibilidad de
alinearse con el eje venezolano, y descartó seguir el ejemplo del tercer ex
rebelde que Gobierna en la región, Daniel Ortega, de Nicaragua.
El "Comandante Leonel González",
chapa de Sánchez, fue uno de los cinco líderes del Frente Farabundo Martí de
Liberación Nacional, FMLN, que firmaron la paz en enero de 1992, tras lo cual
miles de guerrilleros se desmovilizaron y entregaron sus armas en el plazo de
un año. Actualmente ejerce el cargo de Vicepresidente en el Gobierno de
Mauricio Funes, un periodista partidario de la guerrilla pero no miembro de
ella, y que ganó las elecciones pasadas como candidato del FMLN, convertido en
partido político tras los acuerdos de paz. Desde entonces, el FMLN ha
participado en la vida política salvadoreña como un partido de izquierda no
radical.
Tras dos décadas de Gobiernos de derecha, el
triunfo de Funes, hace cinco años, alertó sobre los peligros de que el proceso
de paz en El Salvador perdiera el impulso democrático si es que su
administración se inclinaba hacia el ALBA. Hasta ahora eso no ha ocurrido, pero
se mantiene en ciertos círculos el temor de que con Sánchez Cerén se reactiven
sectores extremistas que busquen cambiar el modelo.
Historia de un proceso
La pacificación de El Salvador es uno de los
casos más exitosos de mediación de Naciones Unidas. Con el fin de la Guerra
Fría, la lucha de los guerrilleros marxistas en Centroamérica fue perdiendo
impulso, y Estados Unidos, que apoyaba contundentemente al Gobierno
salvadoreño, fue interesándose en poner término a la lucha. Fue en los últimos
días de gestión de Javier Pérez de Cuéllar como Secretario General de la ONU
cuando se firmó la paz.
Las condiciones fueron estrictas y muy
vigiladas. A cambio de la desmovilización y entrega incondicional de las armas,
los rebeldes obtenían la seguridad de que se incorporarían a la vida política,
que se reduciría el amplio papel de las Fuerzas Armadas y que se les otorgarían
tierras para que se instalaran los desmovilizados. No fue fácil la
implementación de los acuerdos, pero en un año ya se habían cumplido todas las
etapas establecidas, siendo el tema de la distribución de tierras el más
complicado.
Para los escépticos del resultado del proceso
de paz impulsado por el Presidente Juan Manuel Santos en Colombia, el caso
salvadoreño puede arrojar luces sobre cómo se lleva a puerto una pacificación
interna. Es cierto que en El Salvador no existía el complejo tema del
narcotráfico y sus vínculos estrechos con la guerrilla, pero sí hubo en ese
país otros temas complejos, como las violaciones a los derechos humanos
cometidas por ambos bandos. Horribles crímenes se perpetraron en nombre de las
ideologías antagónicas, tanto por la guerrilla marxista, las Fuerzas Armadas y
los "Escuadrones de la muerte", los cuales fueron investigados por
una Comisión de la Verdad y, más tarde, sus autores recibieron los beneficios
de una Ley de amnistía amplia, lo que, supuestamente, ayudó a la reconciliación
nacional.
La llegada al poder de un ex miembro importante
de la guerrilla y firmante de la paz cierra un capítulo de este proceso y, al
mismo tiempo, desata inquietudes sobre su futura gestión.
Desafíos del próximo Gobierno: ganar confianza
opositora.
Con un crecimiento de apenas el 1,9 por ciento
el año pasado y una pobreza que incluye al 40 por ciento de la población, el Gobierno
que asumirá en junio tendrá una tarea complicada para mejorar la situación
económica del país. Sánchez Cerén ha dicho que quiere seguir a Mujica en cuanto
a la preocupación por el desarrollo y la inversión social. En ese sentido,
continuará los planes sociales de Funes, que han ayudado a aumentar la
escolaridad, mejorado las pensiones de los mayores, la atención de salud de las
mujeres y el trabajo de los campesinos.
A la economía se suma otro desafío para
Sánchez, el de la seguridad ciudadana. Con más de 10 mil violentos pandilleros,
el Gobierno deberá desarticular esas bandas, las que, en todo caso, han
declarado una tregua que consiguió bajar las muertes a la mitad en dos años.
Por las suspicacias de los opositores, Sánchez
tendrá que hacer algo más que llamarlos a construir "una agenda
común": deberá ganarse su confianza y convencerlos de que no cambiará el
modelo democrático.
Difícil convergencia entre la Alianza del Pacífico
y el Mercosur.
El Canciller, en lo que denomina nueva política
latinoamericana, se propone promover la convergencia de la Alianza del Pacífico
con el Mercosur. El desafío es loable y complejo. Mientras la Alianza avanza
resueltamente, el Mercosur sigue empantanado por casi un cuarto de siglo, por
su débil compromiso con el libre comercio, uno de los pilares del desarrollo
económico y de la diplomacia chilena. Las repercusiones de la asimetría de
Brasil en el Mercosur y su politización creciente son dificultades adicionales:
su Presidente pro tempore es Nicolás Maduro y está próxima a concretarse la
plena incorporación de Bolivia y Ecuador.
Las exportaciones de la Alianza del Pacífico
exceden sobradamente a las del Mercosur. En apenas un año lo ha superado
ampliamente en la integración, mediante la liberación total de más del 90% de
las exportaciones recíprocas; la eliminación de las visas de sus ciudadanos
para transitar entre los países miembros, y significativos progresos en la
flexibilización de las reglas de origen, de compras públicas, de integración
financiera, en la homologación de las normas tributarias y en iniciativas sobre
becas, investigación científica, turismo, promoción comercial y sedes
diplomáticas conjuntas.
No hay precedente en Latinoamérica de progresos
más amplios y rápidos en la integración regional que los acuerdos entre Chile,
Colombia, Perú y México. Los cuatro países fundadores de la Alianza han
capitalizado sus afinidades en materias Fiscales, monetarias, cambiarias,
comerciales y de inversiones extranjeras. A la vez, se han favorecido del alto
crecimiento, de su posicionamiento en el Pacífico y de las vastas redes
comerciales, únicas en la región. Sacrificar estos activos en favor de la
convergencia con el Mercosur debería estar fuera de discusión.
Los progresos, pragmatismo, valores compartidos
y producción de más de la mitad de las exportaciones latinoamericanas provocan
interés dentro y fuera del continente por participar en la Alianza. Con razón
registra a cerca de treinta países como observadores, en tanto el Mercosur
cuenta con apenas dos, ninguno de América del Norte; tampoco asiático ni
europeo.
El propósito integrador de la Alianza del
Pacífico no se contradice con la búsqueda convergencias con otras asociaciones
regionales, ni debe merecer recelo de países de la Cuenca Atlántica. Es parte
del regionalismo abierto, otro fundamento de la Diplomacia chilena.
Un par de cartas
para meditar.
Señor Director:
Cuoteo político.
Cuando un partido de Gobierno reclama ante las designaciones de cargos Regionales,
en las que habría sido perjudicado en cuanto al número de sus integrantes
elegidos, muestra la disputa “de siempre”, por el funesto “cuoteo político”.
Mientras esa práctica no sea erradicada de
nuestra idiosincrasia política, permitirá que se siga privilegiando la
mediocridad antes que la idoneidad
¿Cuánto tiempo debemos esperar para tener en
nuestro país protocolos transparentes en las designaciones de cargos y que la
discusión sea por quién ofrece más calidad y no por la cantidad para cumplir el
mentado “cuoteo político”?
Luis Enrique Soler Milla.
Señor Director:
Un desafío para la educación superior.
Durante la semana pasada, miles de jóvenes
hicieron su ingreso a la educación superior. Sin duda, para sus familias, este
hito constituye el fin de un proceso educativo que tardó, al menos, doce años
en concretarse, mediando no pocos esfuerzos económicos para garantizar una
formación que encaminara a los hijos a las exigencias de la educación
terciaria.
En las aulas de los diversos centros de
educación superior, quienes reciben a los nuevos estudiantes se enfrentan con
un desafío considerable al constatar que aquellos doce años de educación
formal, en la mayor parte de los estudiantes, no fueron suficientes para
desarrollar las habilidades básicas que les permitan enfrentar en forma óptima
los nuevos desafíos. Carencias en la capacidad de análisis lógico, comprensión
lectora, reglas ortográficas y de aprender a aprender, forman parte de la
realidad a enfrentar.
Más allá de las estrategias que los centros de
educación superior dispongan para abordar esta situación, es urgente que la
reforma educacional tenga una visión holística de las inequidades que hoy
enfrenta el sistema educacional chileno. Mucho se ha hablado de que es
necesario acortar la duración de las carreras, un difícil desafío cuando el
nivel superior de formación debe hacerse cargo de las falencias e inequidades
que hoy afectan a la educación primaria y secundaria.
Pamela Castro Araya, Directora Nacional de Área
Ciencias Sociales Santo Tomás.
Pueblos bien
informados
difícilmente
son engañados.