Interés en la
política, incumbencia y abstención,
por Eugenio Guzmán.
Uno de los fenómenos más notorios de los
últimos 20 años es el deterioro de la imagen y apego a los partidos políticos.
En efecto, en el caso de partidos con representación Parlamentaria, ésta ha
bajado de 67% en 1994 a 25% (CEP), y entre ellos el más afectado es la DC, la
que de presentar porcentajes cercanos al 35% en 1994 hoy no supera el 6%. Y si
bien esto podría ser sólo atribuido a los partidos más grandes, la verdad es
que observamos una tendencia plana en el caso de otros tales como el PC y
Humanistas, quienes finalmente no superan el 2% en promedio.
Ahora bien, ¿es este fenómeno exclusivo de
nuestro país? La verdad es que en Chile los porcentajes de identificación
parecen más bajos a juzgar por los datos comparativos entre países (Encuesta
Mundial de Valores). Al confrontar los resultados para 45 países, la diferencia
entre nuestro país y el resto es de 24 puntos porcentuales para el período
2005-2008. Adicionalmente, en el caso chileno se trata de un proceso paulatino;
así, la caída alcanza los 34 puntos porcentuales, mientras que en el resto de la
muestra es sólo de 1,8. Si bien en el caso de democracias “jóvenes”,
particularmente las del bloque soviético u otras de América Latina, también se
aprecia cierta baja, en el caso de Chile la caída es 3 veces superior (en las
nuevas democracias la caída es de 9,8 puntos porcentuales).
Entre las explicaciones que se dan para este
hecho podría estar la alta tasa de reelección de los Parlamentarios en
ejercicio. Al respecto, si bien Chile presenta altos niveles de reelección (de
cada 10 Parlamentarios que se presentan a la reelección 8 son reelectos) en
comparación con otras democracias sobre las que existen antecedentes. No
obstante, en países como Estados Unidos, Alemania, Japón y Australia los
porcentajes incluso llegan a ser superiores a los de nuestro país. Entre los
responsables que se suele señalar para explicar este hecho es el sistema
electoral; sin embargo, esto no parece tan claro al considerar otros factores.
Pero en general, la tasa de reelección puede
ser un indicador engañoso, en la medida en que ésta podría ser muy alta, aun
cuando sean muy pocos los que se repostulen (si de 120 se repostulan 2 y ambos
salen elegidos, entonces la tasa de incumbencia es 100%). Es por eso que a lo
que deberíamos mirar es a la tasa de recambio; es decir, el porcentaje de Parlamentarios
que dejan la Cámara de una elección a otra. Ella nos mostraría los efectos de
la competencia de mejor forma. Si miramos este porcentaje, Chile deja de tener
los más altos porcentajes, siendo similar al de democracias consolidadas.
En general, lo anterior estaría indicando que
la falla en la identificación partidaria no necesariamente está relacionada con
la incumbencia. Ahora bien, ¿podemos decir lo mismo de la abstención?, la
verdad es que no. Existe razonable evidencia que muestra que la identificación
de partidos y la abstención corren por carriles semejantes. Es decir, quienes
se abstienen de participar, además de no hacerlo porque no tienen el hábito, la
política no les importa, en sus hogares la política no representa un tema de
interés y en general son pragmáticos y no ven que la política les cambie la
vida, también tienen, tal vez por lo mismo, bajos niveles de adhesión a los
partidos políticos.
En este sentido, el desafío de los partidos
políticos es cómo conectar con el electorado, y hasta ahora, la fórmula
empleada de fugarse hacia temáticas más radicales no parece funcionar
necesariamente, sino basta ver los números de la última elección.
Sector
público: Reajustes con acuerdo,
por Felipe Larraín.
Los beneficios de llegar a acuerdo no siempre
son solo cuantitativos. Ello quedó demostrado en el buen clima que imperó en la
reciente negociación de reajuste entre el Gobierno y los trabajadores del
sector público. Por tercer año consecutivo (2011, 2012 y 2013) se logró un
acuerdo entre el Ejecutivo y los gremios, lo que es inédito en un mismo Gobierno
al menos durante las últimas cuatro décadas.
En la semana recién pasada, con el despacho en
el Congreso de la Ley que reajusta las remuneraciones del sector público a
contar del 1 de diciembre de 2013, se ratificó el acuerdo alcanzado entre el
Ejecutivo y 13 de los 14 gremios representados, coordinados por la Central
Unitaria de Trabajadores (CUT). El diálogo fue la clave y la buena disposición
la tónica imperante. Los acuerdos no terminan con una parte obteniendo todo lo
que quiere. Pero en la medida que haya buena disposición a escuchar lo que es
realmente importante para la contraparte y flexibilidad de ambas partes, los
acuerdos son posibles. Así, por ejemplo, el planteamiento inicial de los
gremios fue un reajuste del 8,8% y el Ejecutivo propuso 4%. El resultado fue de
5%, en línea con el alza de remuneraciones del sector privado. Esto completa un
reajuste promedio de 2,3% real durante la administración del Presidente Piñera,
que casi duplica el 1,2% real promedio de las últimas dos décadas.
Los beneficios económicos son evidentes, pues
el contenido de dicho acuerdo va más allá del 5% de reajuste de remuneraciones,
e incluye, entre otros, ajustes a los aguinaldos de Fiestas Patrias, Navidad,
bono de escolaridad, bono de vacaciones y un bono especial por éxito de
negociación, todos ellos con valores diferenciados de tal manera que aquellos
que ganan menos reciban un monto mayor.
Son más de 600 mil los funcionarios públicos
favorecidos, en tanto que los otros beneficios tienen una cobertura superior a
los 850 mil trabajadores activos. A su vez, los bonos de Navidad y Fiestas
Patrias llegan a un universo de casi dos millones de pensionados.
Adicionalmente, la Ley de reajuste contempla
algunos puntos específicos para determinados sectores o áreas geográficas cuyos
términos fueron negociados a través del año en distintas mesas de trabajo que
se habían constituido para este efecto. Entre estos, destaca la incorporación
de una nueva Comuna (Cochamó) al beneficio de asignación de zona, basado en
criterios objetivos que vienen de un estudio de una universidad de prestigio.
Además, el Estado asume en forma gradual (en tres años) el costo de hacer
imponible la bonificación de zonas extremas, una aspiración de muchos años de
los gremios que ahora fue acogida. Adicionalmente, el Ejecutivo acordó
traspasar al régimen de contrata a aquellos trabajadores que prestan servicios
a honorarios desde enero de 2008.
El Gobierno también envió un instructivo Ministerial
similar al que se había enviado en 2012, orientado a regular las causales de la
no renovación de las contratas, con lo que se minimiza la posibilidad de
decisiones arbitrarias y discriminatorias al momento de renovar los contratos
en el sector central del Estado. Similar procedimiento se extendió al sector de
educación. Asimismo, se acordó continuar trabajando en una serie de iniciativas
orientadas a mejorar las condiciones de trabajo de los funcionarios.
La bitácora de negociaciones de reajuste del
sector público en esta administración tiene amplio saldo a favor: en 2011,
logramos acuerdo con 11 de los 14 gremios; en 2012, con la totalidad de ellos
y, finalmente, en 2013, al que ya nos hemos referido, 13 de los 14 gremios
concurrieron a suscribir el protocolo de acuerdo.
El resultado final deja un buen recuerdo y
resultados concretos más allá del entendimiento y confianza entre las partes.
Estos son los frutos de un trabajo continuo que se inició el año 2010 entre el
Gobierno y los representantes de los trabajadores. Ambas partes hemos cosechado
lo que sembramos en campo fértil: el diálogo paciente, continuo y franco, con
respeto por el interlocutor. Los frutos son un legado no solo para una sociedad
que avanza en paz, sino para quienes creen que el enfrentamiento y la violencia
no son la vía.
Definiciones
pendientes.
Como es natural, la primera preocupación
política de los chilenos está hoy centrada en la segunda vuelta Presidencial,
que determinará tanto la identidad y las opciones programáticas de la futura
Presidente, como la orientación básica del siguiente Gobierno y, en buena medida,
las condiciones en que se desarrollará la vida pública del país con los
correspondientes efectos para la situación personal de cada ciudadano. Sin
embargo, los cambios ocurridos en el tipo de demandas sociales y en la
fragmentación de las corrientes partidistas, pero a la vez las nuevas alianzas
entre ellas, precipitarán definiciones que marcarán el panorama nacional del
próximo período.
Esto no tiene que ver solamente con el
resultado de la votación, pues el fenómeno se da al interior de las distintas
colectividades y coaliciones. El viernes último tuvimos un ejemplo con la
discrepancia expresada en este diario por los Diputados DC Gabriel Silber y
Jorge Sabag acerca de la ubicación de su partido en la Nueva Mayoría, pues
mientras el primero lo calificaba como “de centro-izquierda y de vanguardia” en
sus propuestas progresistas, evocando el recuerdo de Radomiro Tomic en los años
70, para el segundo, “como decía Eduardo Frei Montalva, está más allá de
izquierdas y derechas”. Es una vieja disyuntiva que ya se tradujo en la
escisión del Mapu y la Izquierda Cristiana y que hoy afecta la unanimidad del
respaldo interno a ciertos puntos del programa de Michelle Bachelet, lo que
puede concretarse en algunos de sus eventuales proyectos de Ley. Las distintas
posturas doctrinarias que hoy conviven en la DC intentarán resolver sus
discrepancias en un Congreso ideológico que se comenzará en abril próximo.
En la misma coalición, aunque quizás con menos
publicidad, hay discrepancias en el PPD y en el PS respecto del porvenir del
tradicional eje PS-DC así como de las políticas de buscar consensos o imponer
las mayorías Parlamentarias conseguidas. Incluso en el siempre disciplinado
Partido Comunista, que debe resolver el 22 de diciembre su incorporación a un
eventual Gobierno, se aprecian dudas, en especial en la juventud, sobre una
mayor identificación con la ex Presidente, la participación en un eventual Gabinete
suyo y la suscripción de una especie de estatuto de garantías para aclarar las
suspicacias falangistas por los títulos democráticos del PC y su aceptación de
la violencia política o de los regímenes dictatoriales de izquierda.
Algo equivalente ocurre en la Alianza. Por una
parte, varios resultados electorales y los imprevistos que han marginado a casi
todos los “coroneles” de la UDI de sus posiciones de mayor influencia y
facilitan su reemplazo generacional, conducen a una revisión tanto de la forma de
defender sus principios económicos y valóricos como de la recuperación de su
carácter “popular”, tema que se abordará en el Consejo General de enero. En RN,
el enfrentamiento entre la actual directiva y un sector implica, asimismo,
debate acerca de una “nueva derecha”, de realidad hasta ahora algo confusa, y
el desafío más concreto de un auge de la tendencia liberal que asoma con fuerza
en todos los sectores. Parece evidente que todo esto repercutirá pronto en el
panorama político nacional, comenzando por las distintas reuniones de
definición doctrinaria ya programadas, cualquiera sea el resultado del próximo
domingo.
Abandono de
las riberas del Mapocho.
Las riberas del río Mapocho en Santiago —y, en
general, las de cualquier río que atraviese una ciudad importante— pueden
transformarse en espacios públicos de valor y fuente de agrado para sus
habitantes, o bien ser abandonados a su suerte y transformarse en botadero de
desperdicios y fuente de delincuencia.
La administración de dichas riberas es de cargo
de los Municipios respectivos, porque el cauce del río constituye un espacio
público, y los bienes de uso público están bajo la administración de aquellos,
y deben preocuparse de su limpieza y del retiro de la basura que se deposite en
ellas. Esto, sin perjuicio de que la Dirección Nacional de Aguas, dependiente
del MOP, deba realizar operativos anuales para la mantención y reparación de
obras fluviales, junto con acciones de despeje y encauzamiento de los lechos de
ríos y esteros, como prevención necesaria ante las crecidas.
El que muchas riberas presenten un aspecto
deplorable —como este diario lo ha mostrado—, con sectores llenos de
desperdicios, rayados en las murallas, demandas gráficas de sindicatos y otras
agrupaciones, pone a los Municipios respectivos en una situación embarazosa. Es
cierto que muchos de ellos se debaten en permanentes penurias financieras por una
insuficiente recaudación de los impuestos territoriales —contribuciones y
patentes comerciales, entre otros—, que les dificulta mantener esas riberas
como espacios públicos valiosos y dignos. Típicamente, es el caso de aquellos
con vastos sectores vulnerables, exentos de contribuciones, lo que a su vez da
lugar a patentes comerciales exiguas.
Sin embargo, eso no exime a los Municipios de
responsabilidad. En el corto plazo, podrían reasignar recursos para mantener
limpias sus riberas. Y en el mediano, podrían obtener fondos del Gobierno
central para transformarlas en parques, que modifiquen su aspecto de manera
definitiva. En algunos casos, eso se puede hacer siguiendo el plan de
desarrollo urbano y el nuevo plano regulador de la Región Metropolitana, que
los contempla donde no se hayan constituido los desarrollos inmobiliarios a
cargo de hacerlo; en otros, mediante proyectos específicos que no formen parte
del plan regulador.
Chile, que aspira al desarrollo y pretende dar
igualdad de oportunidades a sus ciudadanos, debe incluir entre sus planes para
lograrlo la construcción de espacios públicos de calidad, y las riberas del
Mapocho son un caso obvio. Los parques,
bien mantenidos, se transforman en lugares de esparcimiento y mejor calidad de
vida para sus vecinos, y además agregan valor a los terrenos circundantes, lo
cual, bien manejado, se puede traducir en ingresos para el Municipio, que le
permitan mantenerlos en buenas condiciones.
No es razonable que Santiago tenga las riberas
del Mapocho en el estado en que se encuentran algunas de ellas, ni que los Municipios
pretendan esquivar sus responsabilidades al respecto. Hay aquí una gran
oportunidad para transformar sectores abandonados en espacios amables para la
ciudadanía.
Nombramientos
clave.
Los nombramientos de los Ministros de la Corte
Suprema están siendo cada vez más difíciles de aprobar. Es razonable que este
proceso incluya al sistema político, pero no es correcta la forma en que este
último está interpretando su función. Parece olvidar que el Presidente propone
al Senado un nombre a partir de una quina elaborada por la Corte Suprema. Por
tanto, es evidente que los nombres ratificados en esta etapa cumplen los
méritos para ser integrantes del máximo Tribunal en opinión de sus pares; en
caso contrario, no estarían incluidos en la lista que se entrega al Presidente
de la República.
En rigor, la institucionalidad está pensada
para que el Jefe de Estado elija entre las opciones posibles aquella que, en su
manera de aplicar la Justicia, se acerque más a su propia convicción sobre esta
materia. El Senado es llamado a pronunciarse para servir de eventual contrapeso
en caso de que se estime que la persona elegida por el Presidente, en el
desempeño de sus funciones, pueda poner en riesgo la aplicación de principios
que la Cámara Alta estime indispensables de satisfacer.
Sin embargo, este proceso se ha convertido en
una burda negociación de nombres que poca relación tiene con el objetivo
fundamental que persigue la institucionalidad. La experiencia de otros países
muestra que estos procesos de confirmación pueden ser muy controvertidos, pero
siempre se basan en la trayectoria profesional de los Jueces nominados. Lo que
se observa en Chile está muy alejado de esa realidad y daña a nuestras
instituciones republicanas y también a la política.
Es decidor contrastar la experiencia con el
Banco Central. En ese caso, desde los inicios, se instaló la idea de que los
nombramientos debían corresponder a personas de alta competencia técnica y se
ha definido un proceso de nombramiento que respeta las sensibilidades
originales de los Consejeros que se reemplazan. El énfasis está debidamente
puesto en las calificaciones de los elegidos. En las próximas semanas, el
Presidente tendrá que nombrar al Consejero que reemplace al saliente Manuel
Marfán, actual Vicepresidente del instituto emisor, quien ha cumplido una
destacada labor, transversalmente reconocida. A diferencia de los penosos
episodios que se registran respecto de nombramientos para la Corte Suprema, no
se anticipan aquí grandes complicaciones. Por cierto, habrá presiones y
seguramente algunas rencillas, pero no se prevén los entrampamientos que causan
los nombramientos en el máximo Tribunal. Sería prudente que la oposición
revisara su actuación en este último caso.
Inseguridad y
desarrollo económico.
La prensa internacional difundió el informe
“Seguridad ciudadana con rostro humano”, presentado por el Programa de Naciones
Unidad para el Desarrollo (PNUD) la semana pasada en Madrid. El estudio da
cuenta del grave problema que supone la delincuencia para América Latina, al
punto de representar una merma del Producto Interno Bruto que bordea los dos
dígitos en países como Honduras.
Aunque el documento concluye, acertadamente,
que se trata de un problema multidimensional que no puede ser abordado sólo
mediante estrategias policiales, otorga una responsabilidad injustificada al
modelo de desarrollo económico y a los desafíos pendientes en materia de
distribución de la riqueza. “El acceso a la movilidad social continúa siendo
muy bajo y genera un grupo de gente que quiere parte de su pastel”, sostuvo el
responsable del PNUD para la región, Heraldo Muñoz.
Por cierto que las políticas públicas deben
tener especial atención en la reducción de la pobreza y en la igualdad de
oportunidades a lo largo del tiempo para toda la población, pero la
persistencia de carencias en estas materias no puede considerarse como
justificación para el delito y la violencia. Lo anterior, no sólo porque las
estadísticas de desarrollo confirman los avances en calidad de vida que registran
los países de la región que han apostado por políticas económicas abiertas a la
inversión privada, sino también porque se termina relacionando de manera
infundada e injusta al delito con los sectores de menos recursos.
Más arriesgada aún parece la vinculación entre
delincuencia y equidad, como plantean los expertos del organismo, considerando
que se trata de una situación que también se presenta en países con bajo nivel
de inseguridad ciudadana y que tampoco sirve para explicar comportamientos que,
a fin de cuentas, deben ser rechazados por la sociedad en su conjunto.
Enfoques
Internacionales: Desmanes en Argentina.
No es la primera vez que ocurre —hace un año
fueron Bariloche y varias otras ciudades—, pero lo grave de la jornada de furia
en Córdoba es que se produjo a raíz de una huelga de los policías, que
antepusieron sus intereses salariales a su deber de protección de la
ciudadanía. Un paro en un sector tan sensible puede tener efectos explosivos, y
tanto más aún cuando hay conflictos sociales latentes, y una situación de
crisis económica que puede llevar a la desesperación. Sin embargo, hay consenso
en que quienes en Córdoba salieron a robar, destruir negocios y asaltar
viviendas estaban organizados, querían crear pánico y no estaban motivados por
el hambre. De eso dan cuenta las fotos en las redes sociales que mostraban los
“botines”, que no eran precisamente objetos de primera necesidad.
La actuación del Gobierno Provincial no fue
ejemplar, sino más bien negligente. El Gobernador (peronista disidente) no
estaba en el país en momentos en que debía enfrentar un conflicto salarial que
evidentemente podía terminar mal. Y la solución en menos de 24 horas demuestra
que era posible el diálogo.
Pero no cabe exculpar al Gobierno de Cristina
Fernández de responsabilidad en el control de los disturbios. En casos como
ese, y ante un pedido de la Gobernación Provincial, el Estado está obligado a
proveer tropas Federales para mantener el orden. No lo hizo, y en Argentina se
estima que fue por razones políticas. Las declaraciones del Jefe del Gabinete,
Jorge Capitanich, dan cuenta de eso y ponen de manifiesto la rivalidad entre
José Manuel de la Sota y la Presidente, quien quiere evitar a toda costa que el
cordobés ocupe un lugar prominente en el liderazgo del peronismo. Así, las
pugnas políticas pueden afectar ya incluso la seguridad y la vida misma de los
argentinos.
Ante este nuevo “cordobazo” (menos violento que
el de 1969), proceden medidas urgentes para evitar que se repliquen tales actos
en otras localidades. En Buenos Aires ya se creó un comité de coordinación de
seguridad de la Provincia (donde hubo intentos de saqueos tras un temporal que
dejó sin luz ni agua a amplios sectores) y del Gobierno Federal para enfrentar
el vandalismo. En varias Provincias se han hecho despliegues especiales de
fuerzas de seguridad, y en otras se han pedido refuerzos de contingentes Federales.
Los desmanes forman parte de una “cultura de la
protesta”, que puede cobrar impulso por la persistente crisis, y la
incertidumbre ante el nuevo rumbo que tomará la economía argentina. Tras el
ajuste postelectoral del Gabinete, parecía que Capitanich sería un factor de
apertura y diálogo con distintos sectores. La reacción del Gobierno ante el
“cordobazo” hizo dudar a muchos de la real voluntad de acercar posiciones.
Petróleo y
desigualdad en Brasil.
Con la concesión para explotar uno de los
yacimientos “presal”, Brasil dará un salto significativo en su producción de
petróleo y gas. El Gobierno hizo bien en desoír las manifestaciones en contra
de una supuesta “privatización” del crudo, y adjudicar la licitación por 35
años a un consorcio mixto. En este, Petrobras, la empresa Estatal, tiene 40%,
una parte importante de la sociedad con Shell, Total, y dos empresas chinas;
por ende, el Estado brasileño asegura una buena participación en las
utilidades. Brasil no podía darse el lujo de mantener bajo el mar, sin
explotar, reservas tan importantes, por no tener el financiamiento suficiente
para hacerlo. Con los aportes de las petroleras internacionales, en 2019
comenzará a producir, y en 15 años llegará a su capacidad máxima, de 1,4
millones de barriles diarios y 40 millones de metros cúbicos diarios de gas. El
consorcio pagará 6.900 millones de dólares a Brasil, además de entregar el 41%
del excedente de petróleo, tras descontar costos de producción.
Un negocio redondo que, según aseguró Dilma
Rousseff, “cambiará la vida de los brasileños”, porque se establecen “las bases
de un país más justo y menos desigual”. La principal preocupación de la
Presidente ha sido mejorar las oportunidades de los más pobres. Habrá un fondo
que les financiará educación y salud. En 10 años, 36 millones de pobres han
salido de esa condición, en buena medida gracias a generosos planes sociales y
subsidios que han podido financiarse por el sostenido crecimiento económico de
Brasil.
Ahora, sin embargo, preocupa que la
desaceleración de la economía, que cayó 0,5% en el tercer trimestre, pueda
afectar ese progreso.
Sudáfrica sin
Mandela y sin herederos.
Con la muerte de Nelson Mandela desaparece el
más emblemático protagonista de la lucha contra el régimen de segregación
racial que durante años impuso la minoría blanca de Sudáfrica.
Abogado de profesión, Mandela se sumó a la
oposición al apartheid y en 1962 fue condenado a cadena perpetua. Estuvo 27
años en prisión, durante los cuales su figura creció como líder político. Al
llegar Frederik de Klerk a la Presidencia, en 1989, inició el desmantelamiento
del régimen y derogó las Leyes segregacionistas, liberó a importantes políticos
negros en prisión (entre ellos Mandela), legalizó el partido del Congreso
Nacional Africano (CNA) y el país se dio una nueva Constitución.
La dupla Mandela-De Klerk, quienes recibieron el
Nobel de la Paz en 1993, fue clave para el éxito de la transición sudafricana,
que culminó con Mandela como el primer Jefe de Gobierno negro de Sudáfrica
(1994-1999).
Su importancia para consolidar un Estado
democrático y multirracial, así como su trabajo por lograr la reconciliación
nacional, es reconocida por todos, pero su peso simbólico y moral parece haber
sido más eficaz que su legado político. Sus herederos en el CNA no han estado a
la altura, y Sudáfrica sufre hoy por la corrupción y el inmovilismo político,
la crisis económica y la inseguridad.
Correspondencia
para meditar.
Señor Director.
Agresión al
Presidente.
Me parece insólito que se le agreda al mayor
representante del país y no sea castigado el agresor. En otros países sería
larga su condena por este delito contra el Presidente.
Hugo Muñoz Reyes.
Señor Director:
Noción ética
de la educación.
La importancia de la educación cívica salta a
la vista luego de lo que ocurrió en Córdoba, en donde la obediencia a la Ley
por parte de nuestros vecinos fue (y es) meramente condicional. Una sociedad
que se configura en torno a esta concepción de la autoridad está destinada al
fracaso: la negación de la moral y el individualismo hace imposible el
“desarrollo” de un país (desarrollo que no sólo es medible en términos
económicos).
En Chile, poco se ha reflexionado sobre esto,
sobre todo porque la noción de la educación que promueven hoy ciertos
movimientos sociales es meramente instrumental (para salir de la pobreza) y no
humana (para la realización de la persona). Vale la pena detenernos a pensar no
sólo cómo vamos a entender la educación y de qué forma la entregaremos, sino
también para qué estamos educando.
A propósito de las conmemoraciones que se
hicieron hace unos días por los 50 años de la muerte del gran escritor y
profesor C. S. Lewis, recomiendo su libro que apunta en este sentido: La
abolición del hombre, en el que defiende la necesidad de la Ley natural en la
educación de los jóvenes.
Cristóbal Aguilera.
Señor Director:
Gratuidad de la universidad.
Los que vivimos la experiencia universitaria
sabemos que prácticamente la totalidad de quienes ingresan buscan una
herramienta que les permita aumentar sus ingresos futuros, y no un proceso de
formación íntegra que los convierta en mejores ciudadanos. Desde ese punto de
vista, las universidades son transmisoras de oficios más que formadoras de
personas. Los Leonardo, Descartes, Leibniz, Spinoza, etc., chilenos, lo son más
por vocación que por formación. Esa es la realidad.
Si su labor primordial es darles herramientas a
algunos para ganarse la vida más eficientemente, cabe preguntarse por qué el
Estado debe financiar dichos instrumentos y no otros extrauniversitarios, como
son la industria o el comercio.
El tratar de justificar la gratuidad de la
universidad en la formación de buenos y útiles ciudadanos no resiste análisis.
Los profesionales son vitales en la sociedad moderna, pero lo son al igual que
los comerciantes, los basureros u otros oficios que no requieren estudios
universitarios.
Lo que hoy se trata de vender como un bien
social no necesariamente lo es. Lo que sí puede derivar en un bien social es el
uso que cada uno haga de las herramientas que la universidad entrega. Quizás
ahí deberíamos enfocarnos. Estudiar en Chile es muy caro y nadie quiere tener
que sufrir por endeudarse. Pero también los comerciantes se endeudan, y nadie
plantea gratuidad para ellos. No debemos perder de perspectiva que el principal
bien que da la educación universitaria es privado, sobre todo en una sociedad
donde el cartón significa casi siempre más ingresos: carrera más rentable,
carrera más codiciada.
Cristián Gabler, Abogado.
Pueblos bien
informados
difícilmente
son engañados.