Creyentes: la mayoría de siempre,
por Gonzalo Rojas.
Si hay una mayoría que no cambia en Chile, es
la de los creyentes en Dios, y particularmente en Cristo.
Los musulmanes lo consideran un gran profeta;
los judíos se preguntan si es o no el mesías que esperan, y aunque
mayoritariamente lo rechazan, resulta ser su inevitable referencia; los
cristianos, obviamente, vivimos para el Dios encarnado.
Esos creyentes, aunque difieran sobre la
divinidad de Cristo, son el 90% de los chilenos.
Junto a ellos, hay un pequeño porcentaje de
agnósticos y ateos que dudan o incluso rechazan la existencia de la Divinidad.
Pero estas personas que se consideran no creyentes, ¿realmente no creen?
Eso es lo que dicen, pero cuando defienden con
unción y entusiasmo al Estado laico, cuando promueven la prohibición de
imágenes y actos religiosos en el espacio público o privado, cuando exhiben
devotamente sus propios símbolos y emblemas, no cabe sino concluir que son
creyentes, aunque su fe simplemente sea otra. Merecen nuestro respeto, pero
exigimos que asuman sus respectivas creencias y que, desde esa perspectiva,
respeten también nuestras propias convicciones.
El 25 de diciembre es el día perfecto para
reflexionar sobre esta materia. Y, dada la realidad de un Cristo que nace
desvalido, lo lógico es que se ponga la mirada en las obligaciones que los
creyentes -y, en particular, los cristianos- tendremos en el curioso Chile que
comenzará su andadura el 11 de marzo próximo.
Los cristianos tendremos muchos deberes; de eso
no cabe duda alguna. Y no nos hacemos un drama al desnudar nuestra conciencia
para que se nos exija después una respuesta coherente. Nunca ha sido ese
nuestro problema. Mientras quienes critican nuestras convicciones suelen
hacerlo desde el Olimpo de su total desfachatez, a nosotros nos compromete el
terrenal mundo en el que tenemos que ganarnos la eternidad.
Cóbrennos nuestras obligaciones, pero lean
detrás de ellas también nuestros derechos.
¿A qué nos comprometemos?
Ante todo, a creer. No hay nada más penoso en
la vida pública que un cristiano secularizado, que un cristiano escéptico, que
un cristiano que prefiere la vereda de allá, aunque sigue afirmando que está en
el lado de acá. Hay clérigos así, hay laicos así: en la práctica no creen.
Consecuencia directa del deber anterior es la
obligación de ejercer la condición de mayoría. Es una exigencia democrática de
los cristianos juntarse, vincularse, hacer valer sus porcentajes mayoritarios y
convencer en discusiones, en todos los ambientes. Incluso dentro de la
coalición que Gobernará, ¿no es acaso superior el porcentaje de creyentes? Y si
así no fuera, ¿pueden los creyentes participar de un Gobierno sin siquiera
plantearse si su cooperación con otras fuerzas va a significar un daño grave
para su sentido de la vida?
Fluye de los anteriores el deber de
ejemplaridad. A los cristianos se nos debe exigir coherencia visible, por una
sencilla razón: nadie más puede proporcionarla. Y si esta afirmación parece
prepotente, que nos digan los agnósticos y los ateos dónde están y cuáles son
las exigencias que ellos se autoimponen que sean comparables con las máximas
del cristianismo. Al minimalismo de nuestros contradictores no se le exige gran
cosa; a nosotros, el máximo. Está bien que así sea.
Obligación de los cristianos será también
fortalecer la voluntad en los conflictos por venir. La caridad, unida a la
verdad, por encima de todo. Pero la caridad no es la claudicación, porque en
vez de amar al otro para ayudarlo a encontrar el bien, se lo induciría a la
mediocre medianía.
¿Somos los cristianos en parte distintos de los
demás ciudadanos? Sí. Nos obliga una fe, nos compromete una historia.
Sin anestesia,
por Daniel Mansuy.
Sin anestesia, como es su costumbre, Andrés
Allamand abrió la temporada de caza en la derecha. Más allá de la forma y la
oportunidad, el Senador electo tiene al menos el mérito de haber formulado con
claridad una pregunta más que pertinente: ¿puede el Gobierno desentenderse del
fracaso electoral de su propio sector? La pregunta es incómoda, porque existe
la percepción -mejor o peor fundada, pero real- de que el Presidente viene hace
varios meses trabajando una agenda propia, con miras a las elecciones del 2017.
Su idea pareciera ser imitar la estrategia de Michelle Bachelet: eludir
cualquier explicación sobre la derrota y esperar que el (eventual) éxito
electoral de cuatro años más cure las heridas. Sin embargo, ese escenario es un
espejismo. Sebastián Piñera está lejos de concitar (hacia adentro y hacia
afuera) la unanimidad que provoca Michelle Bachelet. Y las dificultades no han
sido sólo, ni principalmente, comunicacionales: el déficit ha sido sobre todo
político. Basta considerar la difícil relación entre el Presidente y sus
partidos. En ese contexto, es difícil entender cuál sería el aporte de un
proyecto personalista erigido sobre las ruinas del sector. Los problemas son
demasiado profundos como para obviarlos, y es evidente que a este Gobierno el
desafío de lo público le quedó grande. En todo caso, los partidos, faltos de
liderazgo y plagados de reyertas internas, no están mejor preparados para
asumir la tarea. Los anuncios de renovación tienen, por ahora, más de recambio
generacional que de apuesta programática, siendo que la derecha necesita más
que caras nuevas. ¿Cuál es entonces su tarea central? Yo diría que lo primero
es aprender a contar una historia, y a contarla no desde los números, sino
desde el testimonio. Para contar bien una historia hay que vivirla; y la
derecha muchas veces parece ajena a este, nuestro mundo. Es extraño, pero
parece preocuparse de él desde fuera: como que las cosas no le tocaran. La
derecha tiene dificultades para identificarse con el país, porque tiende a
mirarlo desde una lógica privada, que no considera la dimensión pública de los
fenómenos.
Luego, hay que saber qué historia contar, y
aquí es indispensable elaborar un diagnóstico alternativo al consagrado por la
izquierda. Esto, naturalmente, exige cierto coraje. La derecha debe, por
ejemplo, oponer las ideas de justicia y sociedad a las consignas igualitarias y
Estatistas. Debe asumir que Chile se convirtió en una sociedad de masas, pero
que requiere conducción política -la modernidad está lejos de ser un fenómeno
unívoco. A la confianza ciega en el Estado invocada por la izquierda, no hay
que responder con una confianza ciega en el mercado, porque la idea central del
sector no es esa, sino la confianza en las personas, la ética de la
responsabilidad y la valoración del trabajo. Hay que tomarse en serio la noción
de justicia social, el papel de los sindicatos y de la sociedad civil, porque
es imposible leer fenómenos sociales -ni hablar de hacerse cargo de ellos-
desde el individualismo. Este trabajo requiere dejar atrás los personalismos y
también los discursos oportunistas construidos en función de las redes
sociales. Temo que son pocos los dispuestos a cumplir esas condiciones.
Nota de la Redacción:
En general coincidimos con el análisis de Don Daniel
Mansuy, aunque creemos que es necesario destacar que más que sin anestesia en
sus declaraciones el Senador electo, Andrés Allamand Zavala, se ha
caracterizado por una extrema falta de lealtad a todos los que han dirigido su
partido y por sus desmedidas ambiciones de poder personal.
Los misterios de la Navidad,
por Otto Dörr.
Decir que en Occidente, y particularmente en
Chile, se ha ido perdiendo el sentido original de la Navidad es casi un lugar
común. Sin embargo, como no se ha dimensionado suficientemente la trascendencia
de este hecho, estimo necesario hacer algunas reflexiones al respecto. Lo haré
desde fuera de la fe, desde una perspectiva solo histórico-hermenéutica.
La Navidad consiste en rememorar un
acontecimiento mítico ocurrido hace alrededor de dos mil años: el nacimiento de
un niño en un sencillo pesebre, niño que después se declaró Hijo de Dios y
predicó cosas tan inverosímiles para su tiempo como la dignidad de todos los
seres humanos, la igualdad del hombre y la mujer, la superioridad del amor
sobre el odio y la venganza, el valor de la pobreza, etcétera. Hablo de mito en
el sentido griego, de verdad divina, en oposición a "logos", como
verdad racional, y no en la derivación romana de mito como fábula. Este
acontecimiento significó no solo un cambio histórico, sino un cambio de era,
una transformación radical en los valores, ideales y estilos de vida,
permitiendo nuevas expresiones artísticas y culturales. Algunos ejemplos de esa
casi infinita fecundidad son el canto gregoriano, la música de Bach, las
catedrales góticas, el Renacimiento italiano, el Romanticismo alemán y, aunque
parezca una paradoja, también la ciencia moderna procede de una de las
vertientes del cristianismo. Lo mismo ocurre con la medicina, porque es Jesús
quien en la parábola del ciego de nacimiento (Jn 9, 1-41), al contestarles a
los fariseos que ni él ni sus padres eran culpables de su mal, separa por
primera vez en la historia la enfermedad del pecado, abriendo así el camino a
la medicina como ciencia.
En correspondencia con su significado, la
Navidad fue durante siglos una fiesta de recogimiento y oración, pero también
de alegría, porque el nacimiento de Jesús anunciaba cada vez un nuevo comienzo.
Su transformación en una fiesta pagana, que gira alrededor de las compras y, en
el último tiempo, a las salidas (sobre todo de los jóvenes) a lugares nocturnos
y discotecas, es un signo más de nuestra progresiva desconexión con respecto a
lo que Paul Ricoeur llama el "núcleo ético-mítico" de una
civilización, fundamento de la identidad de los pueblos y de las normas que los
rigen.
Pero ese mito fundacional que rompe todos los
esquemas (un Dios que se hace hombre y que nace en el marco del mayor
desamparo) tiene, además de su trascendencia histórica, una serie de
connotaciones misteriosas. En primer lugar, observamos en él algo así como la
culminación del principio dialéctico, el cual no solo para Hegel, sino para
toda la ciencia actual, representa una ley universal que rige la estructuración
y evolución de la realidad toda. En la escena del nacimiento de Jesús se une la
impotencia con la omnipotencia, la pequeñez con la grandeza, la pobreza con la
riqueza (representada en el relato mítico por los Reyes Magos). Y este
principio dialéctico se nos muestra una y otra vez en su prédica e impregnará
luego toda la doctrina cristiana: los últimos serán los primeros, los mansos
poseerán la tierra, bienaventurados los pobres de espíritu, hay que morir para
resucitar (en el espíritu), etcétera.
En segundo lugar, se cumple en él una ley
fundamental del proceso evolutivo en su camino hacia el homo sapiens: es desde
la debilidad que llegamos a desarrollar nuestra fuerza, a saber, la
inteligencia y el espíritu. Vemos menos que los búhos, olemos menos que los
perros, oímos menos que el caballo, corremos menos que los gamos, nacemos en un
estado de completa y prolongada indefensión, etcétera. Cada vez fuimos siendo
más débiles y menos dotados hasta perder, al separarnos de los primates, la
habilidad de los pies y ya como australopitecos la comodísima posición de
cuadrúpedos. Pero la posición erecta nos permitió el ensanchamiento de las
caderas, con lo cual la mujer pudo parir hijos con cabeza más grande, vale
decir, con más cerebro, y al mismo tiempo mirar al cielo y abrirse a la
dimensión trascendente. Y así es como, en concordancia con los principios
mencionados, ese niño fue capaz -junto a sus discípulos, que eran humildes
pescadores- de derrotar, sin arma alguna, al Imperio Romano, el más grande y
poderoso imperio de todos los tiempos.
La Navidad es una narración constitutiva de la
civilización occidental y tiene que ver en cierto modo con la condición humana
misma. No tenemos derecho entonces a banalizarla. Afortunadamente conserva
todavía algo de sus antiguas luces en medio de tanto comercio y publicidad:
ella es capaz de congregar a la familia, que es una institución fundamental
para la conservación de la especie y ha sido tan atacada en el último tiempo.
Como un homenaje a esta celebración, quisiera compartir con los lectores esas maravillosas
palabras finales de una carta del poeta Rainer Maria Rilke (1875-1926) a su
madre con ocasión de la Navidad de 1909:
"Nuestra vida es rápida y breve. Dios es,
en cambio, lento y sin fin. Por eso siempre surgen momentos donde lo uno no
parece compatible con lo otro. Pero nosotros no deberíamos saber cómo se unen,
sino solo estar ahí, con el corazón abierto ante el misterio de que lo
grandioso encuentre su espacio en lo pequeño y de cómo en la intensidad de
nuestra existencia puede condensarse un instante de eternidad que viene a
coincidir con la ininterrumpida eternidad de Dios. Sean estos, mamá querida,
nuestros pensamientos comunes en la hora más espiritual de esta antigua y santa
festividad y que el ánimo y el valor fluyan hacia tu corazón en paz y
plenitud".
Araucanía: violencia que no se detiene.
Cuando está próximo a cumplirse -el 4 de enero
entrante- un año desde el ataque que costó la vida al matrimonio
Luchsinger-MacKay, la zona del llamado conflicto mapuche vive un nuevo período
de agitación violentista. Apenas 24 horas después de que un bus que trasladaba
a trabajadores forestales fuera emboscado por encapuchados en Tirúa, tres
carabineros resultaron heridos por disparos cuando participaban en un operativo
para trasladar los bienes de una familia mapuche que quería abandonar su
comunidad en Collipulli, tras sufrir amenazas y un ataque incendiario. A fines
de la semana pasada, los actos violentistas sumaban ya 8 en 10 días, lo que
estaría relacionado con la inminencia de un nuevo aniversario de la muerte, el
3 de enero de 2008, del joven Matías Catrileo, fallecido a causa del disparo de
un carabinero durante el desalojo de un fundo tomado. El caso de Catrileo ha
sido erigido como emblema por quienes promueven la violencia y se ha querido
usarlo como símbolo de los abusos del Estado contra la etnia mapuche. Es de
recordar que precisamente en el anterior aniversario se produjo el ataque a los
Luchsinger.
Por su gravedad, este último hecho debió haber
marcado un punto de inflexión en el modo de enfrentar el problema.
Lamentablemente, eso no ha ocurrido. En el ámbito de la seguridad pública, el
Gobierno ha impulsado diversas medidas, desde el refuerzo de las dotaciones
policiales hasta la instalación de un sistema de cámaras de vigilancia en la
Ruta 5 Sur, que estaría operativo en febrero. Hasta ahora, tanto esas
iniciativas como los redoblados esfuerzos que desarrolla Carabineros no han
logrado detener el violentismo: el martes, encapuchados quemaron 4 cabañas de
veraneo en un sector de Tirúa, disparando al aire y lanzando panfletos.
En el plano político, el amplio repudio que
suscitó el crimen muy pronto fue sucedido por una ideologizada discusión
respecto de la legitimidad de la normativa antiterrorista, pese a ser esta una Ley
vigente, completamente reformada durante los Gobiernos democráticos para
asegurar su plena compatibilidad con el respeto de los derechos humanos. Se
perdió así la oportunidad de alcanzar acuerdos que permitieran aislar y
enfrentar con eficacia a quienes invocan las reivindicaciones mapuches para
justificar sus actos extremistas. Sostenidamente se afirma que estos son solo
una minoría dentro de la comunidad de origen mapuche, en su gran mayoría
pacífica. No obstante, esa minoría ha probado una organización y capacidad de
ataque contra la que se han estrellado los órganos del Estado.
Si la actual oposición se mostró entonces
crítica de las estrategias asumidas por el Gobierno, ahora, cuando se apronta
para volver al poder como Nueva Mayoría, será su tarea encontrar un camino para
resolver lo que tampoco pudo superar durante sus administraciones entre 1990 y
2010. Al respecto, si bien el programa de esa coalición abunda en medidas de
reconocimiento a los pueblos indígenas e incluso promete elevar al Director de
la Conadi al rango de Ministro, su planteamiento en cuanto a la seguridad en la
zona resulta en extremo parco, y pone mayor énfasis en acoger los mencionados
cuestionamientos a la Ley Antiterrorista -con el compromiso de no aplicarla
"a miembros de los pueblos indígenas por actos de demanda social"-,
pero sin referirse a las víctimas de la violencia (muchos de ellos también miembros
de la etnia mapuche) ni al deber del Estado de garantizar la seguridad y los
derechos de todos los ciudadanos.
Tal omisión es quizá atribuible a la dificultad
de aunar visiones distintas en un mismo texto programático, pero cabe presumir
que está prevista una estrategia para responder al extremismo. Es evidente la
necesidad de políticas que dignifiquen a las etnias originarias, pero no parece
realista suponer que el violentismo pueda ser superado con solo acoger
determinadas reivindicaciones.
Política nacional para la inclusión de
discapacitados.
El Gobierno entregó hace pocos días la Política Nacional
para la Inclusión Social de las Personas con Discapacidad para el período
2013-2020, documento que constituye un avance significativo en el camino que pretende
sentar las bases para que la sociedad chilena logre la integración de los
discapacitados y les asegure las máximas posibilidades para desarrollar sus
potencialidades.
Los esfuerzos que se han hecho en esta materia
desde el ámbito Estatal y también desde el privado han sido múltiples y
valiosos, pero probablemente, el desafío más importante que resta por superar
es que se logre un cambio cultural de los chilenos, donde se reconozca que la
situación que enfrenta quien tiene una discapacidad no es sólo resultado de un
problema de salud, sino también la consecuencia de la interacción de esa
incapacidad “con elementos contextuales, como barreras del entorno y
restricciones a la participación en la sociedad”, según acertadamente lo
describe este documento.
Las cifras señalan que en Chile entre un 7% y
un 13% de la población, según el estudio que se trate, sufre algún tipo de
discapacidad (de hecho, en el documento se recomienda realizar estudios para
obtener información más certera al respecto), lo que pone de manifiesto la gran
cantidad de personas cuyas vidas pueden ser impactadas positivamente, si se
remueven las barreras de todo tipo que persisten aún para su plena integración.
Entre ellas están, por ejemplo, las dificultades de acceso a quienes tienen
discapacidad de tipo físico, a las dificultades para obtener educación de
calidad en los distintos niveles a quienes tienen algún tipo de discapacidad
cognitiva.
Entre los objetivos que persigue la Política
Nacional está la “promoción de la autonomía personal y atención a las personas
en situación de dependencia”, concepto que resulta clave en la visión más
moderna y menos paternalista que se ha generado en torno a estas políticas
públicas, en la medida que reconoce el papel esencial que tiene la persona con
discapacidad en las decisiones que le afectan, debiendo toda la acción del
Estado y sus políticas apuntar a fortalecer esa autonomía. Por esta razón se
plantea como un principio clave de las políticas a impulsar el de la
“corresponsabilidad”, en el sentido de que la generación de una cultura
inclusiva importa la participación y compromiso de las personas con
discapacidad, como así también, de todos los sectores de la sociedad.
Es justo recordar que la visión que tenía la
sociedad chilena cambió drásticamente a partir de la creación de la Teletón, a
mediados de los años 70, que dio por primera vez visibilidad a la realidad de
quienes sufrían limitaciones físicas. A partir de ahí, poco a poco se ha ido
reconociendo también la realidad de otros tipos de discapacidades, gracias a la
acción de múltiples entidades que a lo largo de todo Chile les prestan apoyo, a
través de programas e iniciativas que reconocen las variadas necesidades de apoyo económico, terapéutico,
educacional y de capacitación que presentan.
Este documento debería servir de guía a la
acción del Estado en el período que abarca y, particularmente, es deseable que
en las reformas que se pretenden impulsar a partir de la instalación de un
nuevo Gobierno, por ejemplo en materia de educación y salud, se aproveche la
oportunidad de transformar en medidas prácticas sus acertadas recomendaciones.
El caso de "La Polar".
Han transcurrido dos años y medio desde que se
conociera la real morosidad de las cuentas por cobrar de quienes tenían tarjetas
de "La Polar". Eso dio lugar al desplome del valor de sus acciones y
a la posterior investigación del caso por el Ministerio Público. Luego de dos
años, la Fiscalía ha concluido la fase indagatoria y presentado cargos contra
cuatro ex gerentes de esa empresa, solicitando penas de hasta 14 años de cárcel
por los delitos de los que se les acusa. Estos incluyen la entrega de
información falsa a la SVS, el lavado de activos, la entrega de información
falsa al mercado y el uso de información privilegiada.
El caso "La Polar" se originó por la
actuación delictiva -según la acusación de la Fiscalía- de su administración en
dos materias: en primer lugar, abultar el valor real de la empresa, mediante el
expediente de renegociar el saldo deudor de los clientes morosos, extendiendo
los plazos de pago y cobrando comisiones por esas renegociaciones, sin
descontar las provisiones que la capacidad de pago de esos clientes sugería; en
segundo término, porque una parte importante de esas renegociaciones fue
unilateral, esto es, sin que mediaran la participación ni el consentimiento
explícito de los afectados.
Por lo anterior, los accionistas y tenedores de
bonos de "La Polar" habrían sido engañados cuando decidieron invertir
en la compañía, pues se basaron en balances y estados de situación que no
reflejaban el verdadero valor de la misma -se estimó que esa diferencia podría
superar los mil millones de dólares-, y, asimismo, los clientes morosos de
"La Polar" se enfrentaron a aumentos no pactados de su deuda, lo que
vulneró sus derechos, junto con expropiar parte de su patrimonio. Al parecer,
esta situación fue ocultada a parte importante del directorio de la empresa,
hasta que, por la falta de liquidez que ella mostraba y la investigación de su
directorio, los hechos hicieron que el caso explotara públicamente.
Desde el punto de vista de las consecuencias,
cabe considerar tres aristas: la de los inversionistas, la de los clientes y la
de la fe pública y la sociedad en general.
Los inversionistas sufrieron el mayor castigo,
porque las acciones no solo se desplomaron, sino que la posterior nueva emisión
de acciones para levantar capital fresco terminó diluyendo fuertemente su
inversión, en tanto que los tenedores de bonos debieron aceptar un descuento
importante del valor a cobrar y una extensión de los plazos de pago, que se
tradujeron en severas pérdidas para ellos.
Respecto de los clientes, del millón 200 mil
que tenía "La Polar" al estallar el caso, algo más de 600 mil nunca
renegociaron, 180 mil consintieron en renegociar, y algo más de 400 mil fueron
renegociados unilateralmente. Una parte importante de estos últimos no sufrió
grandes pérdidas de dinero -fuese porque no estaban pagando sus cuentas, o por
el acuerdo que la firma tomó para compensarlos-, aunque sí las molestias y
tensiones derivadas de toda esa situación.
Para la fe pública, para la sociedad como un
todo, pero sobre todo para el prestigio del sistema de mercado, el caso
"La Polar" tuvo un tremendo impacto negativo, pues causó una alta
desconfianza en los procedimientos de las empresas privadas en general, lo que
se empleó para consolidar la demonización del lucro, con vastas consecuencias
en el plano político y electoral.
Sin embargo, el caso de "La Polar"
deja un legado positivo: el sistema institucional ha mostrado que es capaz de
purgar situaciones como esta, detectándolas primero, compensando al público
afectado después y, cabe presumir, castigando con severas penas -eventualmente
privativas de libertad- a quienes resulten condenados. Este rigor es, según la
experiencia mundial, el más eficaz disuasivo para inhibir la repetición de
conductas similares en el futuro y, al mismo tiempo, permitir que la sociedad
siga aprovechando las ventajas de la competencia y la variedad de opciones que
ella le otorga.
Proyectos cuantiosos, pese a ralentización.
Un reciente catastro realizado por este diario
da cuenta de una importante cartera de proyectos que contemplan las empresas
chilenas. Así por ejemplo, Copec, Masisa y Paz prevén invertir sobre 500
millones de dólares cada una, parte importante de ellos en emprendimientos
fuera de Chile. Otras empresas han puesto su foco en nuestro país, como las
eléctricas (Colbún y Gener), que prevén la construcción de diversas centrales.
Las navieras (Urenda y Sudamericana de Vapores) anuncian importantes compras de
naves, y Latam hace otro tanto respecto de la compra de nuevos aviones. Las
forestales, por su parte, también anticipan fuertes inversiones -CMPC tiene
proyectada una inversión de casi mil millones de dólares, y Arauco otra también
cuantiosa-.
Este cuadro general muestra un gran dinamismo
de las empresas chilenas y una notoria propensión a destinar recursos a nuevos
proyectos en países vecinos. Esto es especialmente significativo en el caso de
Perú, Colombia y Brasil, lo cual no es sorpresivo. Es de tener presente que
según el último informe de la Unctad, las inversiones de empresas chilenas en
el exterior fueron las mayores de la región, ascendiendo en 2012 a cerca de
diez mil millones de dólares y superando incluso a Brasil.
El proceso de internacionalización de las
compañías nacionales lleva ya más de una década, y las dimensiones que ha
cobrado en el último tiempo son de magnitud. Esto es ciertamente muy positivo,
ya que da cuenta de que los empresarios chilenos aprenden cada vez más cómo adaptarse
a un mundo global y competitivo. En muchos casos, además han sido capaces de
exportar know-how al resto del continente, lo cual favorece a la región y
también a las propias empresas, y, por ende, a nuestro país, ya que al ser
Chile un país pequeño, es habitual que sus mercados se hagan estrechos.
Sin perjuicio de lo anterior, y pese al
dinamismo que muestran muchas compañías, es evidente que la economía chilena se
ha ido ralentizando en el último año. Por ejemplo, la Cámara de la Construcción
ha dado cuenta de una disminución del crecimiento tanto en la edificación de
viviendas como en el desarrollo de obras de infraestructura. Por su parte, la
Corporación de Bienes de Capital calcula en casi 34 mil millones de dólares la
paralización de inversiones en la industria minera y eléctrica, y otro tanto
con serios grados de atrasos, tanto por los vaivenes de la economía mundial
como por las dificultades Judiciales y administrativas para aprobar ciertos
proyectos.
Es de tener presente que la inversión es muy
sensible a un conjunto de factores no solo económicos, sino también políticos.
Al respecto, si bien según las encuestas de expectativas empresariales no se
aprecia un cambio significativo tras la reciente elección Presidencial, será
necesario estar atentos a si la discusión en los próximos meses de múltiples
temas que afectan a las empresas pueda terminar afectando la inversión de ella
y, por tanto, al crecimiento del país.
Rotulado de alimentos e información.
El primer centenario de la Independencia
encontró a Chile con una de las tasas de desnutrición infantil más altas del
mundo. La mortalidad hacia 1910 bordeaba los 400 por cada mil niños nacidos. El
importante esfuerzo de destacados médicos, académicos y autoridades permitió
superar este problema, aplicando innovadoras políticas públicas.
Probablemente esos promotores de la nutrición
infantil nunca imaginaron que 100 años más tarde Chile se ubicaría en la vereda
opuesta, como uno de los tres países con mayor prevalencia en sobrepeso
infantil. Frente a ello, nuevamente el Estado ha debido responder con políticas
públicas que avancen en la promoción de una mejor alimentación, siendo la Ley
de rotulado de alimentos su más reciente expresión.
La iniciativa busca alertar a los consumidores
sobre los riesgos asociados al ingerir determinados alimentos envasados, aunque
la exclusión en el reglamento de algunos de alto consumo infantil, así como de
aquellos que se venden en restaurantes o puestos en la vía pública constituye
una señal confusa para los consumidores y hasta una competencia desleal para la
industria.
Todo alimento consumido en exceso puede ser
motivo de riesgo para la salud, tal como lo han planteado las propias empresas
comercializadoras de estos productos, al sugerir en sus envases las dosis
recomendables de consumo, como ocurre con el caso de los cereales. Tampoco las
prohibiciones refrendadas por Contraloría a la publicidad en envases parecen
del todo correctas, por cuanto se limita el derecho que tienen las empresas a
promover y comunicar las ventajas de sus productos.
La información es fundamental para la adecuada
toma de decisiones por parte de los consumidores. En ese sentido, la normativa
entrega elementos adicionales de utilidad para el cliente. Sin embargo, no
puede considerarse como pilar de una política de alimentación, materia en la
cual juega un rol mucho más importante la educación de los consumidores.
Correspondencia para meditar.
Señor Director:
Democracia Cristiana y partido comunista.
Es evidente que un importante sector de la DC,
encabezado por Gutenberg Martínez e Ignacio Walker, tiene serias reservas
respecto de la inclusión del Partido Comunista en el próximo Gabinete. A pesar
de ello, cada día es más claro que Michelle Bachelet sí los convocará a su
equipo Ministerial.
La objeción al PC por parte de los aludidos se
refiere al doble estándar comunista respecto de los derechos humanos y su
situación en Cuba.
A su vez, los defensores del PC chileno los
quieren en el Gabinete y los declaran “evolucionados”, obviando su clara
posición en cuanto a la tiranía cubana. “Fidel es la luz y la esperanza para
Chile”, declaraba hace poco la Diputada comunista electa, Camila Vallejo.
Por su parte, la directiva comunista criolla
enviaba sentidas condolencias a la dictadura de Corea del Norte con motivo del
fallecimiento del padre del actual tirano coreano Kim Jong Un, quien ha
debutado en su mandato con la ejecución de su propio tío, producto de un juicio
express emulando el añejo ejemplo de Joseph Stalin y sus famosas purgas en la
antigua Unión Soviética.
Lo anterior y mucho más deja en evidencia la
dualidad de criterios a este respecto que existe dentro de la Democracia
Cristiana. A pesar de ello, pareciera que Walker, Martínez, el mismo Orrego y
quienes comparten esta línea dentro de la DC, tienen una inmejorable
oportunidad para demostrar su consecuencia y desde el interior de un futuro
Gobierno exigir a la próxima Cancillería una posición clara e intransable
respecto de los derechos humanos en las dictaduras comunistas que aún
subsisten.
Miguel Huerta Marín.