La fiesta de los votos,
por Leonidas Montes.
El domingo es la fiesta electoral. Ese día,
todos somos iguales. En un país que ha privilegiado y abusado del discurso de
la desigualdad, es sano volver a ese espíritu liberal donde todos somos iguales
ante ley y la República.
La historia política occidental ha sido una
historia de diferencias y desigualdades. Marx percibió esta dialéctica
histórica y predijo un promisorio desenlace que nunca ocurrió. O simplemente
fracasó. En pleno Renacimiento, con el auge y desarrollo del comercio, incluso
los vasallos dejaron de ser vasallos. Y en ese largo camino de progreso
económico y social, la inclinación humana por la libertad fue derivando en
derechos y deberes ciudadanos. El Leviatán de Hobbes es quizá la mejor expresión
de este fenómeno político. La democracia representativa y Constitucional de la
cual hoy gozamos, vale la pena recordarlo, tuvo un largo y tortuoso camino.
En términos de la historia de las ideas, el
voto es un gran logro del pensamiento político. Promueve la democracia. Y ésta,
bien administrada, asegura la libertad. En esta fiesta cívica donde todos
elegimos, todos valemos lo mismo. Durante las elecciones, el pobre es igual al
rico, el ignorante al más culto, y el más insignificante al más poderoso. Esa
es la belleza de este acto cívico que nos congrega y nos une. Aquí florece el
respeto y la tolerancia. Porque si hay algo excepcional de nuestra democracia,
es el ejemplo de un Chile que valora este rito democrático. Pero también es una
fiesta que nos invita a reflexionar.
La democracia es frágil y hay que cuidarla.
Venezuela solía ser un ejemplo dentro de Latinoamérica. Hoy lo es, pero por
otras razones. Nicolás Maduro detuvo a cinco ejecutivos de grandes tiendas por
no cobrar el precio justo y lucrar a costa de los más necesitados. Esta
persecución política buscaría “proteger el poder adquisitivo del pueblo”.
Estamos lejos de las excentricidades de Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia o
Argentina, pero el lenguaje y su sentido es crucial. Aunque ya perdimos la
batalla con el lucro, no sacamos nada con sembrar una campaña del terror. Pero
tampoco logramos nada con la indiferencia. Chile ha avanzado a pasos
agigantados. Ha crecido y se ha desarrollado económica y socialmente a un ritmo
que no tiene precedentes en nuestra historia. Pero hay algo en el ambiente que
perturba, que confunde. Un fantasma recorre nuestra sociedad: la desconfianza.
Es curioso que cuando se le pregunta a los
ciudadanos por la Iglesia, ésta genera desconfianza. Pero confían en su
parroquia o en su curita. Cuando se habla del retail o las grandes tiendas,
todo esto parece ser sinónimo de abuso. Pero los ciudadanos disfrutan en el
mall de agradables y seguras tardes de familia. Y también celebran la variedad
de productos y ofertas de las grandes tiendas. Si se trata de la banca, todos
son unos usureros. Pero valoran el uso del Redbanc —hoy no pagamos por
transacción— y de su tarjeta de crédito. Las empresas de telefonía son un
desastre, pero casi todos tenemos celular. Y nos comunicamos a bajo costo con
mensajes, Twitter y WhatsApp. En general, esta aparente paradoja coincide con
la conclusión de la última encuesta del PNUD: los chilenos estamos contentos
con nuestras vidas privadas, pero no estamos satisfechos en la sociedad en la
cual vivimos. ¿Obedecerá todo esto sólo a la desigualdad? Me temo que los
fenómenos sociales son más complejos. Y que la desconfianza tiene muchas otras
aristas.
Este domingo se juega si hay segunda vuelta o
sólo una vuelta. La encuesta CEP, analizada correctamente, le da un poco más de
un 20% a la candidata Matthei. Agregando a estas elecciones la incertidumbre
del voto voluntario, lo único predecible es que los dos escenarios son muy
posibles. Sin embargo, lo que ocurra exigirá un gran esfuerzo de la sociedad
para canalizar las demandas (expectativas) y encauzar las ofertas (promesas).
Este es el gran desafío. Pero una fiesta masiva y civilizada que demuestre que
a los chilenos, pese a la desconfianza, les importa votar, sería una buena
señal. El que vota mira al futuro con responsabilidad. Es un símbolo
republicano. Y, no lo olvidemos, es también un acto de igualdad.
Hechos y palabras,
por Joaquín Fermandois.
La elección Presidencial de 1970, no menos que
el golpe de 1973 y sus consecuencias, sigue pesando en la historia de Chile,
esa que se escribe día a día y que está tan imbricada con el desarrollo global
desde el siglo XIX hasta nuestros días. A raíz de un comentario mío sobre las
tesis de Radomiro Tomic para 1970, su hijo, con natural nobleza, quiso
puntualizar el significado de sus palabras. Afirma que el peso de la tesis de
don Radomiro iba a la “sustitución del capitalismo”. (Entre paréntesis, la
desnutrición infantil en 1970 era de un 19,3% —INTA, Ministerio de Salud—, no
el 49,6%)
Claro, por sustitución del “capitalismo” no se
entendía subdesarrollo o pobreza, ni su contrario, apropiación de toda la
riqueza por unos pocos, sino el socialismo en su cariz revolucionario, que si
vencía, construía un sistema totalitario. El socialismo europeo se dividió
entre aquellos que querían reformar al sistema para salvaguardar la justicia
social, y aquellos que avanzaban a un modelo revolucionario de finalidades
colectivistas, totalitario en buenas cuentas, aunque le llamaran “democracia
popular”. El mismo dilema se trasladó al resto del mundo, sobre todo a países
como Chile, donde había un desarrollo institucional y político relativamente
moderno, aunque no acompañado por la necesaria transformación económica y
social.
El socialismo de alcance revolucionario como
meta era el que predominaba sin contrapeso alguno en la izquierda chilena en
los años 60 y 70. En Chile, el socialismo reformista, democrático, perdió
fuerzas hasta casi desaparecer. Del “socialismo comunitario” nunca se supo qué
significaba. Quizás traducía el Estado de Bienestar europeo de la posguerra,
pero sus defensores a fines de los 60 no se atrevían a poner ese ejemplo.
Solo desde fines de los 70 comenzó a
distanciarse gran parte de la izquierda chilena del marxismo revolucionario, al
criticar a los regímenes que antes admiraban: la Unión Soviética. Alemania
Oriental (comunista), la Cuba de Castro. Esto hizo posible el acercamiento de
ella con la DC, puesto que al abandonar esos modelos se tomó al mismo tiempo
distancia de esa impronta leninista. Ahora se podía conversar, de lo que nació
una fecunda evolución política. Era lo que Eduardo Frei había sostenido ante un
Diplomático alemán hacia 1977.
Los votantes DC habían manifestado de sobra
hasta 1973 que se identificaban con el programa de Frei Montalva, quien veía
con demasiada claridad, mucho antes de la Caída del Muro, la incompatibilidad
entre democracia y marxismo. La transformación de la izquierda comenzaba a
desarrollarse en el momento de fallecer don Eduardo, a inicios de 1982, lo que
posibilitó una convergencia en torno a valores compartidos. El Acuerdo Nacional
de 1985, apadrinado por el Cardenal Fresno, del que participó parte de la
derecha, es una expresión de un nuevo Chile. Es cierto que la derecha tiene dos
problemas que le pesan. Uno fue la indiferencia ante la abolición al comienzo
indefinida de la política entre 1973 y 1983. El otro es que casi no recuerda
que los hechos —o la eficiencia— no funcionan desprovistos de palabra. Y
viceversa, como a veces lo han olvidado el centro y la izquierda.
En un Chile donde la obesidad, y no la
desnutrición, ha llegado a ser un problema público se reprime la memoria
reciente de una pobreza y avaricia de oportunidades increíblemente mayor que la
que recuerda la mayoría de los contemporáneos. Por eso, muchos se dan el lujo
de ofrecer los cuernos de la Luna como si fuera una gracia. Si pensamos en
nuestra evolución, mantengamos presente la necesaria correspondencia entre
hechos y palabras.
La deuda del FMI con Latinoamérica.
por Andrés Oppenheimer.
A juzgar por lo que me dijo la Director del
Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, durante una entrevista
pocos días atrás, el FMI está trabajando duro para dejar de ser el villano
favorito de Latinoamérica. Y hay buenas razones para que lo haga: el FMI tiene
previsto celebrar en 2015 su primera reunión anual en Latinoamérica en Lima,
Perú, desde la realizada en 1967, y muchos esperan violentas protestas.
Si hay algo que une a la izquierda y la
centroizquierda de casi todos los países de la región, e incluso a algunos
sectores de la derecha, es la convicción de que el FMI ha empobrecido a las
naciones exigiéndoles demasiadas medidas de austeridad a cambio de sus
préstamos.
El FMI, con sede en Washington, presta dinero a
los países endeudados cuando estos últimos están en crisis financieras. Pero a
cambio, el FMI muchas veces ha exigido duros recortes del gasto público, que
enfurecen a los países receptores.
¿Acaso no ha cometido un error el FMI
exigiéndoles demasiada austeridad a los países latinoamericanos?, le pregunté a
Lagarde.
“No quiero reescribir la historia, pero sí le
diré una cosa: creo que ahora prestamos más atención a la población más
expuesta”, respondió. “En los programas que diseñamos (ahora) tenemos más redes
de seguridad social, nos concentramos más en los que tienen menos y deben ser
protegidos”.
¿Eso significa que el FMI ya no exige tanto
ajuste de cinturón?, pregunté. Lagarde respondió que se trata de “un ajuste de
cinturón diferente. Un ajuste de cinturón mejor calculado para proteger a los
más pobres”.
Lagarde evitó usar la palabra “errores”,
diciendo que hay un debate no resuelto sobre si los países en crisis financiera
deben tomar una medicina “fuerte y rápidamente”, o si deben tomar “una medicina
más suave durante un período más prolongado”. Recientemente, ha ganado terreno
esta última opción, señaló.
Agregó que el FMI ha introducido, entre otras
cosas, “líneas de crédito flexibles” para ayudar a los países a reforzar sus
reservas y evitar crisis financieras, y programas de condicionalidad más
focalizados para proteger a los pobres. Además, el FMI ha flexibilizado su
anterior oposición a los controles de capitales implementados por algunos
países latinoamericanos, y “está haciendo progresos” en las conversaciones
destinadas a dar mayor representación a los países emergentes en su junta
directiva, dijo.
¿No tiene miedo de que los manifestantes le
arrojen huevos si el FMI se reúne en Lima, Perú, en el 2015?, le pregunté.
“Sea como fuere, puedo asegurarle que espero
con entusiasmo esa reunión de 2015 en Lima”, respondió. Añadió que el FMI está
trabajando “muy estrechamente” con Perú, y que el país se beneficiará mucho
gracias a los 15.000 visitantes extranjeros que, según se calcula, asistirán a
la reunión.
Cuando le pregunté sobre la economía mundial,
dijo que “2014 será un poco mejor que 2013”, y que a los países ricos les irá
un poco mejor que a los países en desarrollo. El FMI proyecta que Latinoamérica
crecerá un 3,1 por ciento el año próximo, un aumento con respecto al 2,7 por
ciento de este año, dijo.
En cuanto a cuáles economías latinoamericanas
cree que tendrán mejor desempeño en los próximos años, mencionó a México,
Chile, Colombia y Perú.
Sobre la actual disputa entre el FMI y
Argentina sobre las dudosas estadísticas inflacionarias de ese país —el Gobierno
alega que hay una inflación de alrededor del 10 por ciento, pero casi todos los
economistas independientes coinciden en que la inflación está próxima al 25 por
ciento—, Lagarde dijo que el FMI está haciendo un “progreso positivo” en sus
conversaciones con Argentina para que se implementen estadísticas confiables.
De Venezuela, Lagarde dijo que aunque el FMI no
ha podido trabajar en el país desde 2003, a partir de toda la información
disponible, “no creo que la economía esté bien”. Agregó que “es una economía
que verdaderamente deberá enfrentar serios problemas, probablemente a la
brevedad”.
Mi opinión: Me hubiera gustado que Lagarde hiciera
un “mea culpa” más explícito por los errores cometidos por el FMI en
Latinoamérica, aunque no estuvo muy lejos de hacerlo.
Aunque es cierto que los demagogos de la región
siempre han usado al FMI como chivo expiatorio de sus propias políticas irresponsables,
también es cierto que el FMI ha errado al usar las mismas fórmulas de
austeridad para todos los países, sin tomar en cuenta que muchos de ellos no
tienen redes de seguridad sociales para proteger a los pobres.
Lo más probable es que Lagarde esté dosificando
su mensaje, y ofrezca una disculpa pública más explícita cuando se realice la
reunión del FMI en Lima en el 2015. Ojalá haga ese “mea culpa”, que es una
deuda del FMI con la región, para que tanto el FMI como América Latina puedan
dejar atrás el pasado y concentrarse en una cooperación más productiva en el
futuro.
La DC frente a la Nueva Mayoría.
Esta campaña Presidencial se ha caracterizado
por propuestas que buscan modificaciones sustanciales en el curso que ha
seguido el país desde la vuelta a la democracia. En particular, el conglomerado
Nueva Mayoría, heredero de la Concertación —a la que se han sumado el PC y
otros movimientos menores—, incluye planteamientos que van desde un cambio de
la actual Constitución —que no solo pretendería modificar el sistema electoral,
los quórums supramayoritarios y las atribuciones del Tribunal Constitucional,
sino también el rol subsidiario del Estado por uno solidario, transformando así
a Chile en un Estado Social de Derechos— a modificaciones sustanciales en el
campo educacional y en temas valóricos.
El amplio espectro de orientaciones
político-económicas dentro de la Nueva Mayoría ha dado lugar a dispares
posturas de sus integrantes, lo que dificultó la redacción de su programa,
retrasándolo considerablemente, y obligó a que en su contenido persistieran
numerosas ambigüedades en la manera como algunos de esos temas serían abordados,
de acceder al Gobierno. Tales discrepancias han sido particularmente marcadas y
expresas en la creciente incomodidad de la directiva de la DC —y de algunos de
sus más simbólicos representantes— ante algunas propuestas, pero tampoco en la
militancia DC hay total acuerdo en relación con esas discrepancias ni con la
forma como deben ser tratadas.
Los temas conflictivos están centrados en la
forma del cambio a la Constitución —según el procedimiento Constitucional
existente o por medio de una Asamblea Constituyente y, en este caso, en la
manera como ella sea convocada, aunque eso no corresponde a un tema
doctrinario, sino de procedimiento—; en temas educacionales, relativos a la
manera en que se desenvuelven los colegios particulares subvencionados, y
también respecto de la gratuidad universal de educación superior. Y
especialmente acre es la polémica en torno a la propuesta del programa de abrir
un debate sobre el matrimonio igualitario y la despenalización del aborto en
casos de violación, inviabilidad del feto o amenaza a la vida de la madre.
El Presidente del PPD, Senador Quintana, ha
sido particularmente categórico en cuanto a no transar en esos temas:
“Cualquier partido que tenga que debatir internamente es conveniente que lo
haga después del 17 de noviembre y lo resuelva antes del 11 de marzo. A contar
de esa fecha, la Nueva Mayoría tiene que tener solo una voz”. El espacio de
discrepancia que le deja a la DC es mínimo. El Senador PPD funda su postura en
que las definiciones programáticas corresponden a las convicciones de la
candidata Bachelet, así como del resto de las agrupaciones políticas que la
acompañan, distintas de la DC.
Pese a la opinión tajante del Senador Andrés
Zaldívar (DC) en contra de toda forma de aborto, independientemente de
cualquier programa de Gobierno, otros personeros de su partido están dispuestos
a respaldar aquel con ciertas condiciones. El esfuerzo que ha hecho su Presidente,
Ignacio Walker, por navegar en esas aguas arremolinadas no oculta la creciente
incomodidad que siente frente a la Nueva Mayoría en estas materias, pues pone a
su partido ante la disyuntiva de ceder, para mantenerse en la coalición con más
posibilidades de acceder a la Presidencia el próximo año, pagando el costo de
continuar desperfilándose frente a la ciudadanía, o bien buscar un camino
propio sin un claro domicilio político, lo que tampoco le augura un gran
futuro. Una incómoda disyuntiva.
Representación estudiantil cuestionada.
En las recientes elecciones del Centro de
Alumnos de Derecho de la Universidad de Chile triunfó la lista “Retrocedamos”,
movimiento de estudiantes que surgió inicialmente como una humorada crítica a
la forma en que los dirigentes universitarios están ejerciendo la
representación en esa institución. Este descontento fue explicado por el
presidente de la lista triunfadora, quien señaló que lo sucedido es “un castigo
a las prácticas de los colectivos que se juran los salvadores del mundo”.
Si bien se ha calificado de anecdótico el
resultado y pueden resultar irrisorias las propuestas que presentó la lista
ganadora (como la “asignación de cursos vía silla musical” y las “becas de
alimentación para flacos”), lo ocurrido es un llamado de atención no sólo para
las organizaciones estudiantiles y las autoridades universitarias, sino también
para el resto de quienes aspiran a cargos de representación. Por de pronto, hay
que sopesar que los estudiantes estuvieron dispuestos a concurrir a votar
voluntariamente para manifestar su opinión, lo que habla de una decisión un
poco más meditada. Este voto, por lo tanto, no puede ser visto como una sátira,
sino que tiene también un significado más profundo, al reflejar el malestar que
un número importante de alumnos manifiesta hacia la manera cómo se ha abusado
de la representación estudiantil para ponerla detrás de causas que muchas veces
no tienen ninguna coincidencia con sus intereses.
Lo ocurrido en una facultad universitaria
donde, por tradición, existe un ambiente propicio al debate político e
institucional, debe ser un llamado de alerta para quienes hoy participan en los
procesos electorales en curso, porque resulta evidente que en muchas
candidaturas y programas es posible apreciar también un distanciamiento con los
intereses de los electores y una exageración de los problemas en aras de
obtener mandatos de representación cada vez más amplios y menos definidos.
Ficha de Protección Social.
Uno de los temas más ausentes de esta campaña Presidencial
ha sido el de la lucha contra la pobreza. Mientras los candidatos apuntan a la
clase media, van quedando en segundo plano los pobres que aún son 14% del país.
Hay, sin embargo, una arista que promete generar polémica en los próximos meses
y que, sin duda, volverá a poner este tema hoy periférico en el centro de la
agenda política. Se trata de la entrada en marcha en enero de la nueva Ficha de
Protección Social (FPS), instrumento que otorga a las familias vulnerables un
puntaje de acuerdo con sus indicadores de calidad de vida e ingreso con el que
postulan a los beneficios sociales de todos los ámbitos. Esta reforma busca
cambiar la actual FPS que debutó en 2007, durante el segundo año de la ex
Presidenta Michelle Bachelet.
El proceso de cambio ha estado marcado por la
incertidumbre de los usuarios y polémica política sobre eventuales menos
beneficios de la nueva institucionalidad. El actual Gobierno ha salido en
varias oportunidades a negar el impacto en la población de esta nueva
evaluación que llegará a más de 2 millones de hogares chilenos, destacando que
las mejoras apuntan a una mirada más multidimensional de la pobreza, con más
detalle y con información cotejada con datos “duros” que permitan evitar abusos
de los llamados “falsos pobres”.
Si bien ha existido un proceso de empalme, es
recién en enero cuando se lanzaría oficialmente la FPS nueva, sólo a dos meses
de la llegada de un nuevo Gobierno. De ser triunfadora Michelle Bachelet, el destino
de esta reforma, que tomó más de 3 años de estudio, es al menos dudoso. El
programa de la Nueva Mayoría contempla la superación de este instrumento de
focalización y, por el contrario, plantea una manera totalmente diferente de
asignar los beneficios sociales, una especie de focalización que identifica a
los sujetos que no son materia de ayuda del Estado.
La CAS (ficha que rigió hasta el 2006), la FPS
del Gobierno de Bachelet y la futura pueden tener falencias, pero apuntan a
otorgar los beneficios a quienes más lo necesitan. Plantear que se deben
asignar los beneficios mediante otro sistema —una categorización— equivale a
asumir que Chile optó por el camino de derechos sociales garantizados. Esto
pondrá una fuerte presión sobre el gasto Fiscal en el mediano plazo y funciona
bajo el supuesto de que la prosperidad del país esté asegurada.
Algunas entidades que trabajan en el tema de la
pobreza prefieren el nuevo esquema en reemplazo de la focalización. Un cambio
de paradigma de tal magnitud debiera ser estudiado en todas sus consecuencias,
ya que por décadas esta última fórmula ha dado resultados positivos. Mientras
no se agote ese debate, sería deseable fortalecer la calidad de la nueva ficha
para que sea eficiente en la asignación de los beneficios.
Nueva política nacional de desarrollo urbano.
Con la firma del Decreto Supremo respectivo por parte
del Presidente de la República se ha institucionalizado la nueva Política Nacional
de Desarrollo Urbano (PNDU), instrumento inédito y que fue fruto de un trabajo
extenso de una Comisión Asesora Presidencial compuesta por 28 comisionados
-quienes representan distintas sensibilidades y miradas, dotándola así de un
carácter transversal, y que debería asegurar que sus conclusiones se mantengan
en el tiempo-, mediante el cual se espera orientar el desarrollo y la
planificación de las ciudades atendiendo a criterios comunes. Se trata de una
herramienta valiosa, porque aborda de manera integral las distintas dimensiones
que existen en una ciudad y entrega criterios ordenadores, pero debe cuidarse
ahora que estos planteamientos sean correctamente aterrizados en los distintos
planes reguladores y ordenanzas, respetando ante todo que sea la libre voluntad
de las personas la que oriente el desarrollo de la ciudad.
La nueva política se estructura en torno a
cuatro ejes -integración social, identidad y patrimonio, sustentabilidad
ambiental y desarrollo económico-, y crea una nueva institucionalidad para
poder materializar estos objetivos. La Comisión Asesora recuerda que el 87% de
la población del país vive actualmente en ciudades, una concentración que de
acuerdo con su diagnóstico justifica contar con un instrumento a partir del
cual sea posible ordenar los múltiples elementos que debe tener en cuenta la
planificación de una ciudad, algo que hasta ahora se ha hecho de manera poco
armónica. Entre los variados objetivos de especial valía que contiene este
nuevo instrumento, se reconoce, por ejemplo, el valor patrimonial de los
paisajes, algo que hasta ahora no ha estado presente en las políticas urbanas,
y que representará un interesante desafío para los arquitectos.
La PNDU pone como uno de sus ejes la
integración social, de modo -indica el documento- que las ciudades sean lugares
inclusivos, que entreguen condiciones básicas de calidad de vida a sus
habitantes, respetando sus particularidades y libertad de elección. Es
destacable que se haga hincapié en reconocer la libertad de las personas, y en
ese sentido la PNDU debería ser un marco que ayude a las personas a tomar sus
decisiones en conformidad a sus propias preferencias. Este objetivo puede
resultar complejo de compatibilizar, sin embargo, con algunas de las
disposiciones que consagra esta nueva política, según la cual el Estado debe
velar porque las ciudades sean inclusivas y evitar la concentración de
viviendas sociales en el área rural. Asimismo, se indica que deberán
establecerse zonas de inversión pública prioritaria o sujetas a incentivos o
subsidios especiales. Una medida como ésta podría derivar en un aumento
artificial en el valor de los terrenos escogidos, lo que debe ser
cuidadosamente analizado para evitar especulaciones inmobiliarias.
Es saludable que la PNDU no fije límites
artificiales a la ciudad, en especial la Región Metropolitana, cuya escasez de
suelo se ha hecho evidente en los últimos años. Pero exigencias como procurar
la integración dentro de la ciudad podrían llevar a producir algunos de los
efectos indeseados de limitar la expansión de la ciudad. El Plan Regulador
Metropolitano, que se encuentra en Contraloría, y que va en consonancia de las directrices
de la PNDU, expande el límite urbano en
más de 10 mil hectáreas, pero los nuevos desarrollos inmobiliarios deberán
incorporar parte del terreno destinado a viviendas sociales, limitaciones que
deberían ser estudiadas con mayor detenimiento.
Rebajas en contribuciones a adultos mayores.
El Gobierno ha anunciado un proyecto que rebaja
las contribuciones a un subgrupo de los adultos mayores: hombres de 65 años de
edad y más, y mujeres a partir de los 60, exentos del impuesto global
complementario —es decir, con ingresos inferiores a 550 mil pesos promedio
mensuales—. El beneficio sería recibido por personas cuyos avalúos Fiscales no
superen los 100 millones de pesos y se aplicará solo a una propiedad, la de
mayor valor. La forma específica en que operaría el beneficio es que a la
contribución de los adultos mayores que cumplan con los requisitos se le
pondría como techo el 10% de sus ingresos anuales. Se estima que esta política
beneficiaría a 35 mil adultos mayores. Un poco más de la mitad —aproximadamente
18.600 de ellos— dejarían de pagar contribuciones del todo. El Ministro de
Hacienda, que anunció esta propuesta, estima en 10 millones de dólares el costo
Fiscal de esta medida.
La idea de rebajar las contribuciones de los
adultos mayores venía siendo planteada por diversos Parlamentarios,
particularmente de la Alianza, y había sido incorporada en el programa Presidencial
de la candidata Evelyn Matthei. El reavalúo de las propiedades no agrícolas que
ocurrirá en 2014, el primero después de 2006, despierta preocupación, porque en
este período, particularmente su segunda mitad, ha habido un importante aumento
en el valor promedio de las viviendas. El impuesto a las propiedades
(contribuciones) busca capturar de modo indirecto los ingresos que provee este
bien de capital. De hecho, la venta de una casa en Chile, aunque haya subido de
valor respecto del momento en que se compró, no es considerada una renta cuando
se trata de personas naturales. Por eso, tienen fundamento los ajustes
periódicos en el valor de las propiedades y el mayor desembolso que ellas
puedan significar (o menor, si el ajuste fuese a la baja). Por cierto, si los
ingresos de las personas no se incrementan o lo hacen en un monto menor que las
contribuciones, por un ajuste al alza de las propiedades, pasan a representar
una mayor proporción de los ingresos de esas personas.
En una primera mirada, parece un acto de
justicia corregir esta situación. Sin embargo, hay consideraciones adicionales.
Por una parte, se introduce una inequidad entre distintas generaciones con
personas más jóvenes que en una situación similar de ingresos pagan más del 10%
de sus entradas en contribuciones. Excepciones como la que propone el Gobierno
introducen estas discriminaciones complejas que, además, son difíciles de
anticipar en plenitud. Se le resta así legitimidad al sistema tributario, ya
que se pierde la equidad horizontal y vertical, apreciada por la población. Y
aunque más sutil, se discriminaría también con los adultos mayores que no son
propietarios.
Por otra parte, tratamientos discriminatorios
también producen incentivos perversos. Cabe anticipar que, de aplicarse esta
medida, el número de propiedades en manos de adultos mayores crecería
inesperadamente. No es algo fácil de controlar y, en rigor, tampoco parece ser
una operación ilegal.
Se puede argumentar que estas aprensiones son
exageradas, porque el beneficio es modesto y, por tanto, las percepciones de
inequidad también lo serían y, sobre todo, acotados los incentivos para
aprovechar este descuento. Pero la evidencia sugiere que rápidamente aparecen
“industrias” especializadas en aprovecharlos.
Una última consideración surge precisamente de
que los beneficios son acotados: la experiencia indica que los Parlamentarios
buscarán expandir los beneficios y los beneficiarios. Un caso comparable sería
el Plan AUGE, que comenzó con algunas patologías prioritarias, pero se ha ido
extendiendo a muchísimas otras, siguiendo presiones de variados orígenes.
Cartas para
meditar.
Señor Director:
Observatorio Judicial.
La sabiduría de antaño nos recuerda: “Al buen
pagador no le duelen las prendas”.
Hogaño, cabría agregar: “Al buen juez (o al
buen árbitro en litigios) no le duelen los observatorios”.
Samuel Tupper Correa.
Señor Director:
Reformas y libertades.
Parte de la
reforma tributaria que propone Bachelet afectará a las pymes. La
eliminación del FUT termina con una fuente de financiamiento muy importante
(las utilidades) y afectará fuertemente la libertad de las personas que deciden
superar la pobreza por la vía del emprendimiento.
Las reformas laborales afectarán la sindicalización. Al ser impuesta
por Ley, se corre el riesgo de que los trabajadores se vean obligados a
pertenecer a un sindicato para poder trabajar. En la actualidad, a ningún
trabajador se le puede exigir pertenecer a un determinado sindicato.
Por otra parte, demonizar la relación
trabajador-empleador, el volver a viejas y desgastadas prácticas del pasado
(que lo único que hicieron fue fomentar el odio de clases), es volver a
prácticas anticuadas, a lo Argentina, donde los sindicatos tienen capturado el
poder.
La reforma a la educación elimina a los
colegios privados que tienen fines de lucro; con ello un tercio de la matrícula
volverá a ser público, es decir, afecta la libertad de los padres de mandar a
sus hijos a un colegio privado.
Bachelet
les impone a las personas un Estado que afecta nuestro derecho de
emprender, sindicalizarnos o educarnos;
atentados contra libertades básicas y esenciales, por lo que los que creemos en la libertad debemos rechazar
tajantemente el programa socialista y comunista.
Ricardo López Bisquertt, Ingeniero comercial
PUC y Académico Unab.
Pueblos bien informados
difícilmente son engañados.
Con este facsímil del voto de las Presidenciales del
domingo señalamos públicamente como
votaremos en esta “fiesta” de la democracia: