50% de abstención: la verdadera mayoría,
por Sergio Melnick.
Hasta ahora, hay sólo una gran cosa clara de la
primera vuelta: la única y verdadera gran mayoría en Chile es el 50% que no
votó. Eso no es trivial. No sabemos muy bien lo que estas personas piensan o
por qué no votan, pero podemos deducir que de alguna manera deben estar de
acuerdo con el sistema, o al menos no les incomoda demasiado para tratar de
cambiarlo, porque había nueve alternativas muy distintas para votar. Un muy
diverso menú de opciones. Simplemente no les interesó hacerlo o ni siquiera les
valía la molestia de ir a las urnas. Y esto tiene mucho sentido. Chile, por
cierto con muchos desafíos por superar, ha progresado de manera inédita en los
últimos 30 años y somos un ejemplo mundial al respecto. Negarlo es un
ideologismo obtuso.
Entonces, dada esta nueva amplia mayoría que no
quiere cambiar radicalmente el sistema, aquellos vociferantes que reclaman la
urgencia de las grandes transformaciones que requiere el país, en realidad sólo
hablan a nombre propio o de grupos muy pequeños. Es por ejemplo el caso de
Claude, que resultó un auténtico fiasco electoral en relación con su discurso
disruptivo y tremendamente descalificador. Igual cosa ocurrió con Roxana, que
demostró que el mundo que dibuja es totalmente falso, ya que casi nadie se
identificó con esa caricatura. El apoyo de ME-O no alcanza el 5% de la
población, igual que Parisi. La novedosa opción de Sfeir no pasa del 1,5% de la
población. Esas ideas no son atractivas para nuestra población.
Bachelet, con su aplastante mayoría relativa,
incluso obtuvo menos votos que los que se obtuvieron el 2009, y hasta menos que
Pinochet en 1989, y ahora con 13 millones habilitados para votar. Su eventual
popularidad es sólo el 25% de la población. Sus propuestas de cambio
simplemente no pudieron convocar más chilenos y eso hay que aceptarlo, aunque
duela. La nueva mayoría verdaderamente no lo es tal y por ende no tiene real
legitimidad para intentar los cambios abruptos y estructurales de la sociedad.
Lo mismo ocurrió con la convocatoria a la AC, que no alcanzó el 5% de los
votantes habilitados. Ya basta entonces de hablar de “la gente” que quiere esto
o lo otro. El 50% se ha manifestado en silencio apoyando la trayectoria actual.
Es tiempo entonces de políticos más responsables.
Por el lado de la derecha, la situación resulta
más bien patética, con una falla de orden y liderazgo realmente asombrosa en
sus partidos. El papelón de sus líderes en esta primera vuelta fue literalmente
para escribirle versos. El Gobierno tampoco apoyó mucho que digamos.
Entonces, una cosa es disputar la
administración del Estado, otra muy distinta es tratar de hacer cambios
radicales de ésta. Para eso se requieren amplias y verdaderas mayorías
poblacionales, lo que en este caso no ha existido. Así ocurrió en el pasado
cuando con un tercio de los votos se trató de hacer una revolución a la fuerza,
con muy malos resultados para el país. Con escasos 3 millones de votos no se
puede querer imponer una nueva sociedad, ya que la verdadera mayoría está de
alguna manera conforme con lo que ha estado ocurriendo en los últimos 30 años,
que han sido más que positivos para el país y su gente. De esos 30 años, 20
fueron de la Concertación, que ahora reniega cobardemente de su propio pasado.
Claro que hay problemas en Chile, pero no hay país sin ellos. La pregunta es
cómo se resuelven en términos prácticos.
No basta con repetir majaderamente el eslogan
de educación pública gratuita y de calidad. En eso todos podríamos estar de acuerdo.
Queremos saber exactamente cómo se propone hacer eso, porque francamente no
queremos más Transantiagos.
No ha habido una sola palabra de análisis sobre
qué es la calidad de la educación en el siglo 21. El pensar de que por el sólo
expediente de ser educación pública va a ser mejor es un error de proporciones.
Pensar que por sólo pasar los colegios de los Municipios al Gobierno central va
a mejorar la educación es una falacia enorme. Lo más probable es que si se
hacen esas medidas, veamos empeorar severamente la educación por su mala
administración y la calidad de los profesores.
Y es legítimo preguntar qué pasará con la
Universidad Católica, de Concepción, Santa María o Austral para mencionar
algunas privadas. ¿Cómo será el procedimiento para hacerlas gratuitas para los
estudiantes? ¿Fijarán acaso aranceles? ¿Y con qué criterio harán eso? ¿Y qué
pasa con el sistema de títulos, seguirá siendo el mismo profesionalizante y no
educante? ¿Y qué pasará con las actividades lucrativas que esas universidades
tienen en la forma de estudios, asesorías o extensión? ¿Y cómo será la admisión
o la investigación? ¿Y qué pasará cuando un estudiante lleve 8 años estudiando
gratuitamente? ¿Y qué pasa con los convenios internacionales?
En fin, tenemos derecho a que las candidatas
sean específicas, concretas, claras. Espero que de eso se trate la segunda
vuelta y que las candidatas debatan públicamente estos temas. Me temo que una
va a tratar de “pasar”.
La tácita admisión de una derrota,
por Joaquín Morales Solá.
Cristina Kirchner reconoció de manera implícita
una derrota: la de su política económica. Con Guillermo Moreno renunció mucho
más que un Secretario de Estado. Se fue el único hombre fuerte de su Gobierno
desde la muerte de Néstor Kirchner y se fue, sobre todo, el autor de una
política que dejó la economía en medio de la destrucción y la crisis. Se fue el
funcionario que con sus políticas condenó a la Argentina a perder el
autoabastecimiento petrolero y la colocó en la necesidad de importar trigo.
Moreno es el autor de que el país haya tensado sus relaciones con casi todos
los países del mundo, incluidos los que históricamente fueron amigos.
Moreno se ha ido, pero nadie puede asegurar que
se terminó la morenización del Gobierno. Más aún: como peronista que es, su
predilección es el intervencionismo del Estado en la economía. Ahora, por
primera vez desde que se fue Roberto Lavagna, habrá un Ministro de Economía con
plenos poderes, Axel Kicillof. Una novedad política e intelectual surge de ese
relevo: Kicillof le dio una vuelta de tuerca al intervencionismo nestorista que
expresaba Moreno. Kicillof es directamente Estatista.
Moreno destruyó el Indec, que es como destruir
el termómetro de la economía, e insultaba a los empresarios, pero no se metía
con la propiedad de las empresas. Salvo, desde ya, con la propiedad de Clarín y
de Papel Prensa, a los que convirtió en sus enemigos más odiados. Cuenta la
leyenda que Moreno detestaba a los medios independientes porque le quebraban
sus mentirosos relatos a Cristina sobre la marcha de la economía. Los condenó a
vivir a pan y agua: presionó sobre las cadenas de supermercados para que no
contrataran publicidad en los diarios La Nación, Clarín y Perfil. Gran parte de
esas cadenas empresariales necesitan la importación de productos. Moreno era el
que autorizaba o no las importaciones. Usó la extorsión como un método cada vez
más eficaz.
Pero el viejo peronista tropezó con el
peronismo. Poco antes de las Legislativas pasadas, la Presidente le preguntó a
un Intendente cristinista qué podía hacer ella para ayudarlo. “Te pido un solo
favor: echa a Moreno”, le contestó el Alcalde. Gobernadores e Intendentes
peronistas pasaban gran parte de su vida en las oficinas de la Secretaría de
Comercio para gestionar su autorización a importaciones de insumos
industriales. “Nuestras industrias se están parando sin los insumos y nunca
ganaremos elecciones con más desocupados”, le explicó ese Intendente a la
Presidente. Cristina no lo defendió ni lo justificó a Moreno. Le contestó con
una evasiva: “No quiero darle su cabeza a la corporación mediática”. Poco
después cayó enferma, perdió las elecciones y se agravaron los síntomas de la
crisis económica.
A Moreno no lo crucificaron los medios ni los
economistas privados, sino el peronismo con liderazgo territorial. Ese fue su
fin.
La Presidente pronostica, con Moreno o sin
Moreno, dos años arduos hasta la conclusión de su mandato. Podría jugar a la
revolución si la Argentina viviera los años del boom de la soya, cuando la
inflación era un peligro y no una realidad, y cuando las reservas de dólares se
acumulaban en el Banco Central. El país que le tocó al final de su ciclo es más
austero. La tendencia internacional de las materias primas indica que sus
precios se estancaron. La inflación está ya desbordando la paciencia de los
argentinos. Y las reservas de dólares no paran de caer, a pesar de cepos y
controles propios de hace cuatro décadas.
La designación de Kicillof anuncia nuevas
prohibiciones. Se acabará pronto, por ejemplo, la fiesta argentina del turismo
en el exterior. Y, por consiguiente, subirán los precios del turismo en el
interior. La economía es inmanejable con criterios tan viejos. Kicillof expresa
una radicalización de las políticas Presidenciales. Enamorado de Marx y de
Keynes, el nuevo Ministro desprecia la seguridad Jurídica y alguna vez dijo,
incluso, que podía “fundir” a Techint, una de las dos grandes multinacionales
argentinas.
Su nombramiento es el ejemplo más claro de una
política que propone un Estado que hurga en la economía privada, y en la vida y
en los gastos de los argentinos.
Los mercados recibieron a Kicillof como era
previsible, con una notable falta de confianza. Extraña decisión la de
Cristina: la desconfianza en la economía era el problema más urgente a
resolver, y ella le agregó más incertidumbre. A la Presidente le importa la
ideología, no sus resultados.
Cristina no hace nada, mucho menos en público,
que no deba leerse en clave política. Mayor compromiso con el ala bolivariana
que lidera Venezuela. Insistencia en el populismo juvenil, que le ha servido,
sin duda, desde la muerte de Kirchner. Simpatía hacia los sectores oficialistas
que creen que se puede bajar de la Sierra Maestra saliendo de las cocheras de
Puerto Madero.
Programas de salud de Bachelet y Matthei.
Enfrentados a una segunda vuelta electoral, los
chilenos que están llamados a decidir harían bien en examinar los programas de
las dos candidatas que se disputarán la elección el 15 de diciembre. En cada
una de las áreas surgen discrepancias y similitudes que dejan en claro lo que
está en juego en los comicios. En el campo de la salud —uno de los que más
interesan a la población— pueden apreciarse ciertas diferencias de enfoque por
las que asoman las dos concepciones discrepantes de organizar la sociedad.
En primer lugar, se observa una distinta
prioridad para esa clase de problemas. El programa de Gobierno de Michelle
Bachelet sitúa a la salud después de sus grandes reformas de fondo, que
consultan, entre otras, una nueva Constitución, lo que naturalmente habrá de
significar una relativa postergación de sus compromisos en los diferentes
campos sectoriales, con la posible excepción del educacional. Evelyn Matthei, a
su vez, lo sitúa en el primer lugar de su programa y detalla en mayor grado sus
aspiraciones para el sector.
Si para la Nueva Mayoría existen necesidades de
una mejor gestión y mayor eficacia en la atención primaria, sus soluciones
tienden principalmente a aumentar los presupuestos. Así, por ejemplo, afirman
que se destinarán 4 mil millones de dólares a inversión pública en su período.
Los compromisos que adquiere son aumentar el gasto, además de asegurar un mayor
interés por la salud dental, por desarrollar una política de medicamentos y por
preocuparse de la formación de especialistas.
La Alianza coincide en su interés por asegurar
la entrega de medicamentos y aumentar la presencia de médicos especialistas,
pero su énfasis parece estar puesto en la salud mental, área para la cual
propone un nuevo servicio nacional. No obstante, es más específica en sus
planes para los hospitales, a los cuales propone dotar de un nuevo sistema de Gobierno
corporativo, lo cual podría tener un fuerte impacto en la respuesta que ellos
darían a sus respectivas comunidades, junto a un sistema de asignación de
presupuestos más flexible que el actual —otra medida interesante por sus
efectos potenciales—. Además, revela su interés por los adultos mayores y por
otorgar libertad de elección a todos los afiliados al Fonasa.
En cuanto al sistema de Isapres, ninguna de las
dos candidaturas se arriesga con una propuesta. Si Bachelet se compromete a
convocar a un equipo de expertos con el mandato de redactar una propuesta,
Matthei quiere crear una comisión técnica con expertos en seguros de salud para
buscar las mejores opciones que superen el problema de raíz en el mediano
plazo. Entretanto, en el corto plazo, propone simplemente rebajar las primas de
los grupos de alto riesgo —sin hacerse cargo de la previsible consecuencia de
la desaparición del sistema que eso conllevaría—.
Si bien la candidatura de la Alianza parece
haber expresado más claramente sus intenciones, ninguna de ellas parece estar
resuelta a hacer cambios estructurales en el sistema nacional de salud. Las dos
visiones de la sociedad que imperan en Chile —la de quienes piensan que el
Estado debe hacerse cargo de todos los problemas, y la de quienes creen que el
mercado debiera ser el actor principal— deberían coincidir, al menos, en que la
atención a los usuarios en hospitales y consultorios públicos es materia
urgente no solo como exigencia de salud, sino de dignidad de las personas.
Paro en Municipios: final poco auspicioso.
El acuerdo alcanzado entre el Gobierno y los
representantes de los funcionarios Municipales puso fin a la paralización más
larga de las nueve que han protagonizado trabajadores del sector público en lo
que va del año: a lo largo de 30 días se dejaron de hacer más de cinco millones
de trámites de diversa índole en los Municipios del país, causando innumerables
problemas —graves, en muchos casos— y gastos adicionales a la ciudadanía, que
paga por obtener del Estado esos servicios.
Pese a tratarse de un paro ilegal, como todos
los del sector público en razón de la norma que obliga al Estado a proveer
servicios a la población, el de los Municipios se zanjó en forma similar a
otras movilizaciones de este tipo en el pasado, bajo distintos Gobiernos: sin
sanción para los responsables de denegar el servicio a los ciudadanos y
cediendo a la casi totalidad de sus demandas. Los funcionarios en huelga ya han
recibido el sueldo correspondiente a los días no trabajados, aunque sin horas
extraordinarias, lo que el Presidente de una de sus dos organizaciones
gremiales calificó como “una merma considerable”. También pidió disculpas al
público “por los problemas que pudimos causarles” y por los dos meses que
tardará poner al día los trámites acumulados sin realizar.
Más allá de cuán razonables o justas fueran las
demandas de los trabajadores Municipales, es claro que por años los gremios del
sector público se han colocado en una posición desde la cual pueden ejercer una
presión poderosa. No es casual que las paralizaciones tiendan a aumentar
durante el último año de un Gobierno: seis durante el de Ricardo Lagos en La
Moneda; siete para Eduardo Frei y 13 para Michelle Bachelet. Eso no sólo da
cuenta de que los gremios son conscientes del poderío que pueden ejercer sobre
el Ejecutivo con la herramienta del paro, sino también de la incapacidad de
sucesivas administraciones para conservar márgenes de acción en dichos contextos.
Así las cosas, la gente queda en un estado de auténtica desprotección.
Tan criticable es la disposición de los gremios
públicos a usar a los ciudadanos como rehenes de sus negociaciones laborales,
como la impericia política y la falta de autoridad del Gobierno —cualquiera que
sea— para garantizar la provisión de servicios públicos y proteger los derechos
de sus usuarios, quienes sólo tendrían la herramienta de recurrir a la Justicia
para obligar a los huelguistas a cumplir la Legalidad.
La forma en que terminó este paro suma otro
precedente negativo para un problema que tiene mucho de estructural y que es
complejo de solucionar. Por ello, es razonable plantear que tal vez sean
necesarios nuevos mecanismos o resortes institucionales para “procesar” estos
conflictos entre el Estado y sus empleados antes de que alcancen el punto de
crisis, sin que se requiera llevar el problema al Congreso — como pasó
nuevamente en esta ocasión—, que termina funcionando como árbitro de último
recurso, lo cual no es su papel.
Sistema binominal y coherencia en las críticas.
Conocidos los resultados de la reciente
elección Presidencial y Parlamentaria, han resurgido críticas acerca de la
legitimidad del sistema binominal, y el propósito expresado por una serie de
actores políticos de modificarlo sustancialmente. Llama la atención el tenor de
esos cuestionamientos, tomando en cuenta que el actual sistema electoral no fue
obstáculo para que resultaran electas numerosas figuras nuevas, y que los Parlamentarios
de la Nueva Mayoría fueran especialmente beneficiados producto de los
“doblajes”, cuestión que en el pasado la actual oposición ha criticado
duramente. Si bien es legítimo discutir perfeccionamientos al actual sistema
electoral, es necesario que exista coherencia en las críticas, pues ello
permitirá orientar la discusión.
Conforme los resultados disponibles, el bloque
opositor subirá a 68 Diputados -tras haber obtenido el 47% de los votos a nivel
nacional-, donde resultan destacable los 11 doblajes que obtuvo. En el Senado,
logró dos doblajes -Antofagasta y Coquimbo-, con lo que su fuerza Senatorial
pasó de 20 a 21 Senadores. Estos números le entregan a la Nueva Mayoría una
fuerza Parlamentaria tal que -en caso de llegar La Moneda- le permitirá aprobar
una serie de reformas clave de su programa de Gobierno, sin necesidad de contar
con el concurso de las fuerzas de centroderecha.
El sistema electoral no ha sido impedimento
para que quien probablemente encabezará el próximo Gobierno cuente con una
sólida fuerza Parlamentaria tras de sí, lo que diluye los cuestionamientos de
que el actual sistema es poco
representativo y entrega una sobrerrepresentación a la minoría. En conjunto,
Renovación Nacional y la UDI sumaron 48 Diputados
electos, lo que no se aleja sustancialmente del número de Parlamentarios que
habrían obtenido de aplicarse criterios de proporcionalidad, considerando que
su votación Parlamentaria alcanzó el 36% del total. Gracias a los “doblajes”,
la Nueva Mayoría obtuvo una sobrerrepresentación en la Cámara de Diputados. De
ello también se benefició el Partido Comunista, que logró elegir a un Diputado
en el Distrito 8, gracias a la buena votación de su compañero de lista (DC). La
Alianza obtuvo un solo doblaje (Distrito 23).
Igualmente llamativos son los candidatos que fueron “blindados” para
estas elecciones. Los casos de Camila Vallejo en la Florida -cuyo compañero de
lista fue una figura sin mayor peso político- y Giorgio Jackson en Santiago
Centro -Distrito donde la Nueva Mayoría se omitió- son aleccionadores respecto
de cómo se pueden sacar ventajas del sistema siendo a la vez parte de éste,
evitando con ello una competencia real, de la cual no se puede responsabilizar
al sistema electoral.
El sistema binominal tampoco ha sido
impedimento para la llegada de figuras emergentes; de hecho, de los cargos en
disputa en el Senado, 12 corresponden a nuevos Parlamentarios, mientras que en
la Cámara de Diputados llegarán del orden de 40 rostros nuevos. Destacan, en
este caso, ex dirigentes del movimiento estudiantil, quienes han sido duros
detractores del binominal, como también otros liderazgos Regionales que han
surgido en el último tiempo. Es una muestra de que en la medida que se hagan
propuestas atractivas o campañas efectivas, el actual sistema no impide la
renovación de sus figuras Parlamentarias.
Resulta ilustrativo de la distancia entre los
discursos y la conducta de los Parlamentarios que el día de ayer no haya sido
aprobado el proyecto que buscaba sacar de la Constitución el número de 120 Diputados,
considerado un paso previo a la reforma del binominal, por la falta de interés
de los Diputados en votar esta reforma.
El caso del Registro Civil.
Con la realización de una serie de auditorías
(una de ellas, a los procedimientos del área de Identificación, ya concluida),
la Director suplente del Registro Civil intenta abrir una nueva etapa, que deje
atrás los críticos meses vividos por ese organismo. Los problemas en este
servicio —creado en 1884 y pionero en el mundo— no son asunto nuevo. Desde la
segunda mitad de la década pasada ha venido sufriendo traspiés que afectan a
algunos pilares de su prestigio institucional. Hasta entonces, parecía
consolidado como una organización volcada a brindar atención de calidad a los
ciudadanos. La situación empezó a cambiar a partir de los desaciertos cometidos
por sucesivas administraciones, que han suscitado de modo recurrente episodios
de preocupación pública.
Desde un punto de vista operacional, le compete
la gestión de dos grandes áreas: las bases de datos (registro de personas,
nacimientos, matrimonios, vehículos motorizados, etc.) y el sistema de
identificación y pasaportes. Hace tiempo, ambas fueron traspasadas a terceros,
lo que ha permitido que estos servicios sean proporcionados por empresas
calificadas, a costos conocidos y bajo exigentes contratos. No obstante,
precisamente la renovación de esos contratos ha producido inusitados problemas,
exponiendo incluso la imagen del país, por tratarse de licitaciones
internacionales.
El llamado a propuestas por el servicio de
bases de datos se ha intentado llevar a cabo en diversas oportunidades,
fracasando una y otra vez. En la licitación realizada durante la Presidencia
Bachelet, se detectaron irregularidades que motivaron la destitución del
entonces Director y dieron pie a una investigación penal. La adjudicación de
esa propuesta —por un monto estimado de 40 millones de dólares— debió ser
dejada sin efecto, lo cual ha significado que hasta ahora, ininterrumpidamente
desde 1992, esos servicios vengan siendo proveídos por una misma empresa.
Posteriormente se llevó a cabo la licitación
del sistema de identidad y pasaportes, donde se repitieron las dificultades.
Inicialmente, la propuesta se adjudicó a una firma española, pero el proceso
estuvo viciado: el Tribunal de Compras determinó que funcionarios habían
recibido una boleta de garantía antedatada del proponente que se la adjudicó,
violando las bases. Esto motivó la remoción del nuevo Director del servicio.
El proceso se retrotrajo a la situación previa,
excluyendo a la firma española y manteniendo al resto. Pero los problemas
continuaron, al excluirse uno a uno, por razones formales, a los distintos
proponentes, y terminar adjudicando el contrato, por un monto estimado superior
a 300 millones de dólares, al único competidor que quedaba en carrera.
Entonces, una de las empresas participantes reclamó ante el TDLC, que en
reciente sentencia concluyó que ese servicio no se había ajustado a los
principios y normas que rigen la libre competencia.
Sumado a lo anterior, el nuevo sistema ha
sufrido fallas desde que empezó a operar, revelando vulnerabilidades en un
proceso que debe dar plena confianza a sus usuarios. Incluso se teme que, de
prolongarse esta situación, pudiere afectar la entrada de Chile al programa de
exención de visas de EE.UU. Y a todo esto se agregan las advertencias y
amenazas de nuevas movilizaciones de sus 3.000 funcionarios, gremio que ya dio
en septiembre, con una prolongada paralización, lamentable muestra de su poder
de presión.
Las auditorías anunciadas (con las que se busca
identificar las fallas que hoy entraban su funcionamiento) son un buen primer
paso en el camino para recuperar la reputación de esta entidad, el nivel de
servicio que esperan sus usuarios y la seriedad requerida en los procesos de
licitación. Factor determinante para lograrlo, sin embargo, será la designación
de directivos titulares que efectivamente reúnan las capacidades de gestión que
exige una institución de tal complejidad.
Bajo apoyo a campaña para marcar el voto.
Escasa recepción tuvo la convocatoria realizada
por los promotores de la campaña “Marca tu Voto”, quienes hicieron un llamado a
los electores para que escribieran, el domingo, en la papeleta de votación las
letras AC, como una manera de demandar una nueva Constitución mediante el mecanismo
de Asamblea Constituyente. Según cifras de los propios organizadores de este
movimiento, sólo un 8% de los sufragios fue marcado con esa sigla.
Incluso, si pudiera hablarse con seriedad de
esa cifra, que tan reducido número de votantes haya decidido adherir a este
llamado constituye una muestra contundente de la manera con que el grueso de la
ciudadanía asume los procesos electorales en Chile y de la alta valoración que
tiene para la mayoría de ellos la asistencia a las urnas. Aun cuando los impulsores
de esta iniciativa desplegaron una fuerte campaña comunicacional, apoyada por
algunas reconocidas figuras públicas de distintos ámbitos de la sociedad, pesó
más la importancia que los chilenos le asignan al acto de votar, pues entienden
que se trata de una instancia de gran responsabilidad, en la que deben elegir a
sus representantes y a quienes, en definitiva, dirigirán los destinos del país.
Si bien es legítimo que los miembros de este
movimiento expresen abiertamente su opinión respaldando la postura que
promueven, no corresponde que para ese propósito se valgan de un mecanismo que
cumple otros fines y que resulta fundamental para el normal desarrollo de la
democracia. Afortunadamente, los electores así lo han comprendido y rechazaron
categóricamente este intento por utilizar un proceso que debe ser asumido con
la máxima solemnidad.
El escuálido respaldo a la campaña “Marca tu
Voto” es una claro mensaje de los votantes a que se respete el proceso
eleccionario; señal que debiese hacer reflexionar a sus promotores de no
insistir en esta inadecuada convocatoria para la segunda vuelta que se
realizará el 15 de diciembre y dejar sin efecto el nuevo llamado que han
realizado.
El modelo de Cristina.
Erraron quienes pensaron que la enfermedad y el
fracaso electoral iban a atemperar a Cristina Fernández: al regreso de su
convalecencia hizo un cambio de Gabinete para profundizar “el modelo
kirchnerista” de inclusión, que sorprendió por la salida del controvertido Secretario
de Comercio, Guillermo Moreno.
Más que una respuesta al electorado, que le
propinó una bochornosa derrota en las Parlamentarias, fue una reafirmación de
su autoridad. El cambio de Ministros confirma que a Cristina no le interesa
corregir los verdaderos problemas de la economía —la inflación, el déficit Fiscal
y la falta de reservas—. Por el contrario, sigue empecinada en las medidas que
han llevado a Argentina a la actual crisis. El encumbramiento de Axel Kicillof
al cargo de Ministro de Economía demuestra que aprueba el enfoque del
economista radical, inspirador de los grandes lineamientos del segundo mandato
de Cristina.
El crecimiento, estimado en 3% para este año,
sigue acompañado de alta inflación (10% oficial, sobre 25% según consultoras
privadas) y por la veloz caída de las reservas del Banco Central, por pago de
deuda e importación de energía. Esto derribó a la Presidente del Banco Central,
Mercedes Marcó del Pont, quien además de no llevarse bien con Kicillof y su
entorno, cometió el error de hablar de un tema tabú: que la emisión de moneda
crea inflación, algo que el nuevo Ministro no acepta.
Kicillof ya tiene todas las clavijas del equipo
económico y habrá cada vez más intervención Estatal y la posibilidad de que se
establezcan tasas de cambio diferenciadas. Por ahora se ha descartado el
desdoblamiento del dólar, pero sí se habla de más restricciones al turismo
externo. Con la fuerte reducción de las reservas en más de 10 mil millones de
dólares este año, se teme que el peso seguirá devaluándose, que haya más
restricciones a las importaciones, y que esté en riesgo el pago de la deuda. Un
columnista de La Nación observaba que Moreno peleaba con los empresarios, pero
nunca estuvo en duda la propiedad de las empresas. Ahora eso podría cambiar:
Kicillof fue el artífice de la virtual expropiación de YPF a Repsol, y también
de la incorporación de directores del Gobierno en las empresas privadas.
Cristina Fernández sí dio un giro en la
conducción política. Al instalar a Jorge Capitanich, triunfante Gobernador de
la Provincia de Chaco, peronista comprometido y virtual candidato Presidencial
para 2015, pone a un político de peso propio, que no actuará como mero Secretario
privado suyo, sino que impondrá su punto de vista al resto del Gabinete. Será
el jefe de Kicillof.
Todos estos cambios son un intento voluntarista
de ratificar la vigencia del “modelo kirchnerista”, que sus inspiradores
proclaman como una vía propia, original y eficaz para asegurar el desarrollo de
Argentina y el bienestar de su pueblo. La realidad se muestra muy diferente. El
electorado no la apoya ya como otrora, pese al clientelismo y el populismo;
facciones peronistas se distancian; la Bolsa argentina tuvo este martes su
mayor caída diaria desde 2011; el dólar informal roza los 10 pesos; es sabido
que todo quien puede hacerlo mantiene sus haberes monetarios y otros en el
extranjero; hay inédita emigración de profesionales y otros trabajadores al
extranjero; las instituciones carecen de credibilidad; la corrupción y el
mercado negro campean en todas las áreas. La vida cultural argentina, en otro
tiempo a la cabeza de Latinoamérica, languidece. Y, entretanto, se hace público
que el patrimonio declarado de la Presidenta, ya cuantioso, se ha incrementado
en 20% tan solo en el último año. Ciertamente, como “modelo”, dista de ser
deseable de imitar.
Correspondencia para la meditación.
Señor Director:
Elecciones y participación.
Las democracias más maduras y estables que
tienen sistemas electorales similares al nuestro muestran porcentajes de
participación muy parecidos y hasta incluso menores de lo registrado en las
elecciones del domingo recién pasado. Esto se explica simplemente porque las
reglas del juego están claras y entre la opción A y la B no hay grandes
diferencias que motiven a la gente a sufragar en masa para buscar grandes
cambios institucionales. Es más, si sumamos las votaciones de Marcel Claude y
Roxana Miranda, que fueron los candidatos que mostraban las opciones de cambio
más radicales, sumamos solamente 4,08% del padrón que asistió a votar, señal
clara de que Chile avanza por el camino correcto. Es por esto que hay que tener
cuidado con los llamados “catastróficos” de ciertos políticos que se quejan de
baja participación, en vez de alegrarnos porque las bases que Chile ha logrado
construir han sido sólidas y estables.
Gianfranco Ferralis Zambra.
Señor Director:
Puente Chacao.
Muchos analizan si es conveniente construir el
Puente Chacao. Opinan con rebuscados
argumentos si los chilotes necesitan esa conexión con el continente; generan
críticas y dicen que hoy no es necesaria semejante inversión.
Nadie les pregunta a quienes nos vemos
afectados por la falta de una vía directa que nos acerque a los servicios
básicos. Sólo quienes vivimos en la isla sabemos lo que significa tener una
emergencia médica que no podemos atender, viviendo la angustia de no tener
posibilidades de cruzar más rápido al hospital. Quisiéramos que nuestros hijos
tuviesen acceso a educación de primer nivel, a universidades a una distancia
razonable o a los trabajos que podamos
elegir.
Nosotros sí queremos un puente, más
oportunidades para nuestras familias y un futuro próspero para nuestros hijos.
Amamos la isla y no queremos vernos obligados a salir de ella juntos a nuestras
familias en busca de más opciones.
Este Gobierno ha tenido la fuerza necesaria de
empujar el Puente Chacao y esperamos que las próximas autoridades respeten nuestro
anhelo. No queremos estar ajenos a la modernidad, ni a la conectividad:
queremos igualdad de proyectos y de grandes obras viales.
Oscar Andrade, Presidente Agrupación Apoyo
Puente Chacao.
Pueblos bien informados
difícilmente son engañados.