Segunda vuelta: ver la realidad,
por Axel Buchheister.
El principal desafío que enfrenta Evelyn
Matthei en la segunda vuelta es, antes que nada, atraer a los propios electores
de la centroderecha que en la reciente vuelta no votaron por ella. Es así como
logró un 25,02 % de los votos, mientras que los Diputados de la Alianza
alcanzaron un 36,17%, más de 11 puntos de diferencia. Eso, además de
convencerlos de que vayan a votar.
Para ambas cosas hay que hacer el diagnóstico
correcto, que supone mirar la realidad y no comprarse tesis por el solo hecho
de que son novedosas. Y lo que ha estado haciendo es más bien lo último. Porque
el eje central de lo que viene parece ser uno: caras nuevas y, por ende, mucha
juventud.
Es discutible que esa sea la receta, porque la
votación de Diputados habla de estabilidad en las tendencias y caras conocidas,
aunque siempre es posible señalar varias excepciones, porque la renovación
siempre existe y -dicho sea de paso- se ha probado que el binominal no es
obstáculo para ella. Nunca están de más las caras nuevas e ideas, pero hay más
cartas en el mazo, indispensables para alzarse con el juego.
Además, entre las caras nuevas se ha puesto
énfasis en Evópoli, cuya llegada en el votante de centroderecha es
cuestionable. Felipe Kast obtuvo un triunfo ajustado, aunque legítimo, pero el
resto de los candidatos de ese referente tuvo en general un desempeño pobre y
uno fue tan paupérrimo, que causó un doblaje. En cualquier caso, no explica el
diferencial de 11%, como para que sea el llamado a reencantarlo.
Hay realidades que así lo insinúan y que se
ignoran. Por ejemplo, la “familia militar”; esa que se siente usada, engañada y
desalentada. Y hay un antecedente que ratifica que se inclina por la Alianza:
la mesa de la Antártica. Sin tener el dato exacto, no cabe duda de que tiene
una cifra inusualmente alta de militares. Y sucede que en Presidente, Senadores,
Diputados y Consejeros Regionales, la votación de la Alianza más baja fue un
42,2% (Presidencial), muy superior a la media nacional; y Bachelet ni siquiera
fue la segunda mayoría, sino que Parisi. Bastaría que la candidata dijera que
ella sí cumplirá la promesa de trato justo en los procesos Judiciales, pues
todos saben que cuando dice algo, lo cumple, y entonces se volcarán a las
urnas. Por las nuevas caras, que han condenado el pasado, difícilmente lo
harán.
Otra realidad que hay que mirar es el caso de
Manuel José Ossandón: hay acuerdo en que le sacó votos a Soledad Alvear. Un
análisis simple hace concluir que se trató de votantes tradicionales de la DC,
que sienten que ese partido no garantiza ya la defensa de valores que los
motivan, como la protección del que está por nacer o la familia. ¿No habrá algo
para ellos, por lo demás en principios que debieran distinguir a la
centroderecha? Se trata de un grupo que pasó el Rubicón en la Senatorial, pero
al que los jóvenes “liberales” le dicen muy poco; acaso más bien lo contrario.
Si se quiere ganar, cierto que hay que
conseguir los votos en todas partes. Pero privilegiar votos dudosos y no
considerar a los propios que se alejaron o a los que tienen sintonía natural,
puede terminar en una mala derrota. Algo lamentable cuando la izquierda ya
acumuló suficiente poder el domingo pasado.
¿Cuánto mide el Estado?,
por Joaquín García Huidobro.
Un fantasma recorre Chile, el fantasma del Estatismo.
A su favor se han conjurado, en mayor o menor medida, todos los candidatos y
partidos. Socialdemócratas y derechistas, comunistas y ecologistas, casi todos
piden más Estado. De un año para otro los chilenos parecen querer más bancos Estatales,
que el Estado intervenga en la educación técnica, que se preocupe de nuestras
pensiones, salud y transporte. Hasta quieren farmacias Estatales. Solo los
carritos de “Nuts4Nuts” se están salvando de esta arremetida. Por ahora, porque
el Estado chileno ha llegado a adueñarse incluso de nuestros cadáveres y se
permite disponer de nuestros órganos y vísceras.
Ciertamente, hay matices y no todos nuestros
políticos están completamente ebrios de Estatismo, pero avanzan en esa
dirección.
¿Cómo pudo llegarse a una situación semejante,
en un momento en que hasta el Partido Comunista chino ha decidido impulsar
todavía más la libertad económica, proponiendo un “socialismo de mercado”? Esa
fórmula ingeniosa le permite mantener nominalmente el pasado maoísta y gozar en
los hechos de los beneficios de la libertad.
La primera respuesta está al alcance de la
mano, y se resume en la palabra más utilizada en el último año: “abusos”. Para
que el juego económico funcione, todos los participantes tienen que estar
convencidos de que algún día podrán ganar. Pero si algunos aprovechan la
libertad para hacer trampas, el juego pierde todo atractivo. Si a esos abusos
se suma la arrogancia, el lujo insultante o las diferencias siderales de
ingresos, entonces muchos dirán que quieren más Estado y menos mercado.
Esta respuesta no es suficiente. Tras décadas
de demonización del Estado, los chilenos, que somos pendulares, hemos empezado
a idealizarlo. Los estadófilos nos han hecho creer que solo bajo un amplio
manto Estatal (administrado por ellos) tendremos equidad y protección. Han
conseguido que cuando oigamos la palabra “Estado”, no imaginemos largas filas
con trámites interminables ante múltiples ventanillas en las que atienden unos
burócratas con cara de pocos amigos. Más bien nos representamos al Estado como
un papá bonachón. Obviamente, esta imagen idílica no corresponde al Estado de
carne y hueso. El Estado es bueno e imprescindible, pero constituye un terreno
fértil para despilfarros y abusos. Necesita el control tanto o más que
cualquier poderoso.
La falsa representación del Estado va
acompañada de una imagen errada del empresario. ¿Qué se nos viene a la mente
cuando oímos la palabra “empresario”? Un multirricachón. Pero la inmensa
mayoría de los emprendedores chilenos vive en el mundo de las pymes. Ellos son
los responsables del empleo y de gran parte del progreso del país, pero están
poco organizados y su voz apenas se escucha en el debate público.
¿Por qué los Estatistas parecen haber ganado el
debate, cuando basta con cruzar la cordillera o viajar a Quito, La Paz o
Caracas para darse cuenta de que la suya es una receta más bien indigesta?
Porque los defensores de la economía libre argumentan en el campo técnico, con
ecuaciones y estadísticas, mientras que quienes buscan “más Estado” razonan en
un terreno moral. Ellos no dicen que la Estatización de la vida social traerá
riquezas o un empleo más eficiente de los recursos. Simplemente sostienen que
la única manera de alcanzar la Justicia (o disminuir la injusticia) consiste en
poner en manos del Estado actividades que hasta ahora realizaban los
particulares.
La argumentación en contra del Estatismo
debería ser, entonces, en primerísimo lugar, de carácter ético, y solo en
segundo término de naturaleza económica. Las razones éticas a favor de la
libertad y el emprendimiento son abundantes, pero en el debate chileno apenas
se han oído.
“La política sabia es el arte de vigorizar a la
sociedad y debilitar el Estado”, dice Gómez Dávila. No se trata hoy de acumular
nuevas funciones sobre los hombros de un Estado que nos trate como menores de
edad y asuma tareas que bien podemos realizar nosotros, mientras descuida el
combate a la delincuencia y otras tareas que solo él puede llevar a cabo.
Lo que Chile necesita es un Estado bulldog,
pequeño pero muy fuerte, capaz de apoyar al débil, de estar por encima de las
presiones de grupos interesados, de protegernos de la delincuencia y de hacer
cumplir las Leyes contra los tramposos, lleven corbata o capucha.
Libertad de votar,
por Pedro Gandolfo.
La voluntariedad del voto es el insumiso
protagonista de la pasada jornada electoral. Algunos políticos, con buena fe,
aunque temerosos y basándose solo en cálculos electorales, abominan
arrepentidos de esta libertad que concedieron hace poco.
No obstante, la participación voluntaria en una
elección de esta importancia política es un gesto de madurez cívica que no
debería ser subestimado por una visión que considere solo el lado vacío del
vaso (la abstención) y omita tomar en cuenta la ampliación real de la libertad,
de la confianza y de la transparencia en la elección. Más de seis millones y
medio de ciudadanos que, sin temor a sanción alguna, acuden a sufragar —por
entusiasmo, convicción, rechazo, costumbre o lo que sea— parece, desde ese
ángulo, un número gigantesco y admirable.
Como varios han señalado, es un error contar y
comparar votos cuya naturaleza distinta no puede ser pasada por alto como si
entre esta elección Presidencial y Parlamentaria y las anteriores no hubiese
sucedido nada.
El voto voluntario se asocia a la esencia de la
relación entre el individuo y el Estado, y al grado de compromiso de aquel como
agente responsable. El abandono de la obligatoriedad es, por lo tanto, el punto
de tránsito desde una minoría de edad política (ese discurso infantilizador:
“Si no haces tu tarea, te castigo”) hacia la mayoría de edad, en la cual el
derecho a sufragar se constituye como auténtico poder.
El deber cívico es una retórica que no se
compadece con la obligatoriedad: votar porque una norma Jurídica lo manda y por
temor a la sanción Jurídica no satisface ese deber, que no es de índole Jurídica,
sino moral y, por lo mismo, debe ser asumido de manera autónoma por el sujeto.
En la deliberación que precede a toda decisión
y elección, podrá el elector introducir todas aquellas legítimas motivaciones
que la obligatoriedad excluía, y de ese modo los que se abstuvieron no forman
parte ya de ese grupo nebuloso e indescifrable (“los no inscritos”), sino que tras
su silencio e inactividad existe un individuo que, teniendo el poder de votar,
no lo hizo por razones de las cuales se hace responsable. Su pasividad posee,
así, un contenido fuerte y definido, y reclama ya también el rango de
participación.
Si los políticos examinaran este rasgo no solo
desde el punto de vista del elegido, sino también desde el punto de vista del
ciudadano —es decir, del elector—, se darían cuenta del fortalecimiento que
cada uno —y quizás los más pobres con mayor razón— experimentó por esta
confianza que, como adulto que ya es, el Estado depositó en él.
Debate estrecho para agenda ancha,
por José Joaquín Brunner.
La campaña electoral en curso ha tenido un
efecto astringente sobre nuestro debate educacional. Llevó a discutir sobre
educación superior en primerísimo lugar y, respecto de ella, sobre sus formas
de financiamiento y, particularmente, los tópicos de gratuidad y lucro. Hay
aquí un triple estrechamiento del foco entonces: de la educación como cuestión
sociocultural clave a la economía política de la educación terciaria y de esta
a la distribución de sus costos y beneficios.
Es lamentable: significa que se impuso una
visión economicista e instrumental de la educación; la racionalidad del cálculo
centrado exclusivamente en los medios -quien, cómo y cuándo paga- con entera
prescindencia de las cuestiones sustantivas: calidad y efectividad de los
aprendizajes en todos los niveles, organización curricular, valores formativos,
su conexión con tradiciones humanistas, creación de capacidades y libertades,
etc. Todo esto, paradojalmente, en función de principios pretendidamente
progresistas: igualitarios, libertarios, de educación pública y
anticonsumistas.
Como sea, nuestra deliberación democrática ha
desembocado en una disputa que no atiende a las encrucijadas que la educación
deberá enfrentar a partir del próximo año. ¿Quiénes podrán continuar o deberán
dejar de actuar como legítimos proveedores de educación en cada uno de los
niveles: preprimario, escolar y superior? Si las elites dirigentes del país
declaran estar de acuerdo sobre la prioridad absoluta de la educación temprana
y atención de infantes y niños, ¿cómo se traducirá esto en la práctica y por
qué nadie habla seriamente de un plan extraordinario de inversión y desarrollo
de capacidades para este nivel?
Y enseguida, ¿qué habrá de hacerse para dar
vuelta los mil o dos mil establecimientos más débiles, precarios e inefectivos
del país? ¿Acaso no radica allí una fuente básica de nuestra desigualdad?
Resulta desalentador asimismo que el discurso
sobre la importancia estratégica y el rol insustituible del profesor no vaya
acompañado de propuestas innovadoras sobre cómo mejorar la formación inicial y
profesionalizar la carrera docente, su certificación y habilitación, el
estatuto y la remuneración y evaluación de estos profesionales.
También es difícil entender que el debate sobre
gratuidad de la enseñanza superior no haya servido para esclarecer aspectos
fundamentales: ¿qué significa gratuidad universal? ¿Incluye a las instituciones
privadas acreditadas? ¿Cómo el Estado financiaría a estas instituciones un
excedente anual de forma que puedan invertir en mejoramiento de la calidad,
capacidades de investigación y atención de estudiantes con menor capital
cultural? ¿Qué justificación hay para ofrecer educación superior gratuita a los
jóvenes de mayores recursos sin otorgársela (incluso antes) en los colegios
primarios y secundarios de elite? Y si esto último parece absurdo, ¿cómo podría
no serlo al nivel superior?
Hay varios otros aspectos cruciales que se
hallan ausentes del debate Presidencial: el futuro de la educación Municipal,
la suerte de la educación técnico-profesional, los currículos exageradamente
poblados de contenidos, el uso de las tecnologías digitales en las escuelas, la
necesidad de reforzar la comprensión lectora en los primera años de la
educación primaria, las innovaciones pedagógicas en la sala de clase, el papel
del liderazgo directivo en la gestión escolar, la pertinencia de muchas
carreras universitarias y técnicas, la falta de un ministerio de educación
superior, ciencia y tecnología, nuestro régimen de acreditación de la calidad.
La lista podría alargarse pues hay una enorme
diversidad de desafíos por delante y son muchas también las ilusiones y
expectativas de cambio creadas durante la campaña con su secuela de potenciales
frustraciones.
Precisamente la campaña debería servir -durante
las próximas semanas- para ordenar una agenda, disponer prioridades y articular
acuerdos en torno a un número acotado de iniciativas a ser implementadas desde
marzo en adelante. ¿O alguien piensa que es posible ejecutar simultáneamente,
en cuatro años, todas las transformaciones ofrecidas? ¿Y que el Gobierno y el
Estado están en condiciones de conducir un proceso de tal complejidad? De ser
así, ¿no corremos el riesgo de desestabilizar el sistema, introduciendo
tensiones e incertidumbres que dañarían su funcionamiento? ¿Quién asume la
responsabilidad?
El cambio en Argentina,
por Rosendo Fraga.
El retorno de la Presidente argentina Cristina
Fernández a la actividad tiene lugar sin terminar de despejarse las dudas sobre
su salud, y con una agenda de Gobierno compleja en lo económico y político. Es
claro que la salud requería un receso más prolongado, pero las necesidades
políticas -el riesgo de que el peronismo comience a cuestionar el liderazgo de
la Presidente, como ya se insinúa- no lo permitieron.
Cristina mantiene la conducción y profundizará
sus políticas, como lo evidencian tanto su mensaje como los cambios en el Gabinete,
aunque la salud seguirá siendo una cuestión política en las próximas semanas.
En lo económico, la Presidente deberá definir
ahora si se profundizan los controles cambiarios con un eventual
desdoblamiento, como parece impulsar su nuevo Ministro de Economía (Kicillof),
que desplazó a quien intentaba un eventual acercamiento al Club de París
(Lorenzino).
En lo político, la cuestión es el control de la
lucha por la sucesión, que en forma abierta o encubierta ya se ha desatado
dentro del peronismo, y la designación del nuevo Jefe de Gabinete (Capitanich)
comienza a proyectarlo como un candidato propio del kirchnerismo. La foto de
Massa e Insaurralde evidencia que la conducción política del kirchnerismo
comienza a ser desafiada desde sus propias filas. En lo ideológico, la
ratificación ha sido clara: el primer agradecimiento fue para Hebe de Bonafini
-titular de las Madres de Mayo- y en lo internacional, sólo mencionó a
Chávez.
Tanto en los 12 años que los Kirchner han
ejercido el poder en la Provincia de Santa Cruz, como en los 10 años y medio
que llevan ocupando la Presidencia de la Nación, nunca han realizado un cambio
de Gabinete, entendido éste como un cambio de la mitad de los Ministros que
incorpore nuevas figuras y genere nuevas alianzas. Los integrantes del Gabinete
se cambian cuando las circunstancias lo exigen, como sucede ahora, que sólo dos
fueron cambiados, y siempre los designados son funcionarios que ya integran el Gobierno
y nunca ajenos al mismo, como también sucede ahora.
Las modificaciones no implican cambios de
orientación, sino una profundización y ratificación del rumbo elegido. La
renuncia de Guillermo Moreno a la Secretaría de Comercio Interior tiene mayor
significación que el cambio de un Ministro. ¿Por qué su reemplazo no fue
anunciado junto con estos cambios? Quizás ello indique que no estaba previsto y
que se precipitó por alguna circunstancia particular. ¿Implica su salida un
giro del Gobierno hacia posiciones y políticas más moderadas en el ámbito económico?
Eso está por verse y el nombre de su reemplazante puede dar alguna pista al
respecto.
Probablemente, la salida de Moreno no implique
un cambio de política, pero es un hecho de significación que en las próximas
semanas se pondrá en evidencia si ha sido consecuencia de la debilidad política
postelectoral del Gobierno o de un cambio de estrategia.
En lo inmediato, la renuncia del Secretario de
Comercio Interior reforzará el poder del nuevo Ministro de Economía, Axel
Kicillof, que tendrá una figura menos con la cual compartir el poder.
Por último, los mercados, que recibieron
negativamente la llegada de Kicillof a Economía, es posible que muestren
señales más positivas frente a la salida de Moreno.
Porcentajes y desafíos muy distintos.
Las dos candidaturas Presidenciales que pasaron
a segunda vuelta tienen ante sí grandes desafíos, aunque de muy distinta
naturaleza.
El de Evelyn Matthei es hacer una campaña
competitiva, para subir de su 25% al piso de 40% en que han estado casi todas
las postulaciones previas de su sector. Esto es factible, como lo prueba el que
los resultados Parlamentarios de la Alianza arrojan sobre 36% en Diputados y
sobre 38% en Senadores, y en la Circunscripción Santiago Oriente alcanzó a 47%.
Y en Santiago Poniente, la votación de Matthei fue de 23%, mientras sus
candidatos al Senado sumaron 38%. Ella tendría allí, pues, cuando menos 15
puntos para crecer.
Esto puede parecer utópico, pero en realidad
nadie sabe cuántos votantes concurrirán a las urnas, por lo que el escenario
para una y otra candidatura puede ser de confirmación de la primera vuelta o de
vuelco de sus resultados. Y aun si no se diere la sorpresa de un triunfo de
Matthei, el solo lograr una votación en torno al 40%, aunque la Alianza
virtualmente haya ya perdido los quórums que le brindarán a Bachelet un grado
de control del Congreso que no tuvo ningún Gobierno anterior de la
Concertación, sí tendrá un título moral para recordar que es una minoría
organizada cuyo peso significativo no cabe ignorar.
Hay grandes aportantes a las campañas que hoy
razonan en la línea de que “si ya la centroderecha perdió el Congreso, no
tendría sentido destinar recursos a la segunda vuelta Presidencial”. Olvidan
que en esta, sin una votación en torno a la cota señalada, se reducirá aún más
el peso de quienes en el Senado y la Cámara habrán de enfrentar a una Nueva
Mayoría que busca explícitamente desmantelar todo el sistema que ha permitido
la prosperidad del país y la de esos aportantes. Estos —grandes empresas
nacionales y transnacionales— desnivelaron sus aportes a favor de Bachelet al
extremo de sofocar materialmente la candidatura de Matthei.
El repunte de esta es, pues, factible, pero eso
supone que todos los Parlamentarios aliancistas prueben disciplina y capacidad
política de dejar atrás sus rencillas y roces habituales, para concentrarse en
esa prioridad obvia. Es extemporáneo pedir en estos momentos asambleas,
plenarios y reuniones para ajustar cuentas entre facciones, como lo han hecho
algunos. El objetivo superior no puede sino ser entregar todos sus esfuerzos a
la candidatura de su sector en las brevísimas tres semanas que restan. La
centroderecha debe probar su temple. El electorado la observa y juzgará sin
contemplaciones.
Un síntoma favorable parece observarse en el
hecho de que se haya renovado rápida y radicalmente el comando de Matthei para
esta segunda vuelta. El nuevo equipo “parte de cero”, con amplia presencia de
figuras jóvenes. Ahora se verá qué puede ofrecerle al país esta renovación, y
debería advertirse un contraste con la primera fase de la campaña, con
prevalencia de componentes más tradicionales y adultos.
Naturalmente, el esfuerzo principal corresponde
a la candidata, y ella tendrá una oportunidad que no tuvo antes, pues se
programan ya al menos 4 debates con rasgos muy diferentes de los de la vuelta
anterior, en los cuales debe poner en clara evidencia la diferencia de su
proyecto con el de su contrincante.
El 15 de diciembre se manifestará, además, si
el país efectivamente está con tasas elevadísimas de ideologización, o si, por
el contrario, solo está bajo una carga de descontento por insatisfactorios
servicios en salud, educación, seguridad, transporte, que agudizan la
percepción de desigualdades. Todo esto último sería entendible y a diversos
respectos fundado, pero eso es muy distinto del ánimo de aventurarse en utopías
que nunca han tenido éxito y nos pueden desangrar en una puja de fórmulas
constitucionales, mientras los demás países luchan por recuperarse de una
crisis económica cuyas repercusiones hasta ahora nos han golpeado apenas en
grado marginal.
El desafío para Bachelet.
También la candidata Bachelet enfrenta retos
nuevos. Antes, ella apareció como quien pródigamente subsidiaba a las
candidaturas Parlamentarias. Pero los resultados para la Nueva Mayoría
alcanzaron casi 48% de la votación para Diputados y casi el 51% para Senadores,
esto es, más que la candidata Presidencial. Además, por efectos del sistema
binominal que han denostado por décadas, controlarán porcentajes aun superiores
de una y otra cámara. Así, el desafío para la Nueva Mayoría es formar una
combinación disciplinada y capaz de aunar criterios, pues hay partes del
programa de Bachelet que suscriben con entusiasmo algunos y rechazan otros. Las
discrepancias DC-PC son las más obvias, pero no las únicas. Y particular
sensibilidad muestra la DC, que invoca representar un tercio de la fuerza Parlamentaria
de Bachelet, pero no se siente condignamente oída y respetada y, además, para
nada participa, al decir de sus directivos máximos, de “refundaciones”, sino
que adhiere a cambios graduales.
Incidentalmente, el mito del binominal ha
recibido un doble golpe: el ya referido de las urnas y el de las conductas de
la “clase política”, pues apenas producido el triunfo de la actual oposición, y
habiendo un acuerdo formal para suprimir el binominal, la propia Concertación no
dio en la primera sesión Legislativa el quórum conducente a ello —algo por lo
que han clamado durante años, denunciándolo como parte de la ilegitimidad de la
Constitución que firmó el entonces Presidente Lagos en 2005, y para lo cual
contaban incluso con acuerdo de toda la bancada RN—.
Discusión por presupuesto.
La semana próxima será clave para la discusión
de la Ley de Presupuesto 2014. Aunque el plazo para su aprobación en el
Congreso vence el 30 de noviembre, la oposición desechó un potencial acuerdo
con el Poder Ejecutivo para una tramitación más expedita. Entre los argumentos
esgrimidos se cuenta la demanda por un monto mayor de recursos de libre
disponibilidad, así como el supuesto recorte de partidas Ministeriales
relevantes.
Se trata de una discusión marcada por el amplio
margen de votación con el que accede a la segunda vuelta electoral la candidata
de la Nueva Mayoría y su alta probabilidad de acceder a un nuevo período de Gobierno,
aunque la Ley de Presupuesto está lejos de constituir una camisa de fuerza para
una eventual administración de Michelle Bachelet. Lo anterior, porque la
historia reciente demuestra que los Presidentes cuentan con espacio suficiente
para reasignar montos relevantes de recursos, como lo hizo la actual
administración para enfrentar las consecuencias del terremoto. Adicionalmente,
porque se trata de una Ley que incluso puede ser revocada si se cuenta con las
mayorías necesarias.
Ni el monto de recursos de libre disponibilidad
ni el nivel de crecimiento del producto estimado en el proyecto en trámite
constituyen discusiones relevantes ni condicionantes para el próximo Gobierno.
Por lo mismo, todo indica que detrás de los reclamos subyacen cuestiones de
carácter más bien electoral, las que seguramente derivarán en una tensa jornada
de aprobación del presupuesto al filo de la fecha límite, así como el interés
de algunos sectores de contribuir a la impresión de que el país requiere una
reforma tributaria ante esta aparente y heredada estrechez en las arcas Fiscales.
Informe internacional sobre el censo.
El Censo 2012 utilizó una metodología distinta
de la tradicional, y se decidió usarla solo pocos meses antes de su aplicación.
El INE, que llevaba casi dos años preparando la modalidad habitual de un solo
día, debió modificar sus procedimientos, lo cual llevó a quedar con un número
importante de viviendas no censadas. Ante revelaciones internas de tales
fallas, incluyendo una imputación metodológicamente inaceptable de habitantes a
viviendas no censadas, el Director del INE debió renunciar. Se encomendó a una
comisión externa evaluar si era posible utilizar los datos recogidos. Su
informe fue negativo, estimando que ellos eran tan poco confiables, que
recomendó realizar un nuevo censo abreviado. Pero antes de decidir echar por la borda el
esfuerzo y gasto del censo, el Gobierno encargó una evaluación a un grupo de
expertos demográficos internacionales. A diferencia de la comisión externa,
dicho grupo sostiene que se pueden usar los datos ya obtenidos, aunque
recomienda precauciones, dadas las deficiencias del proceso.
¿A qué pueden deberse estas diferencias entre
dos instancias de excelentes especialistas? Es probable que a su experiencia
previa: la comisión externa tenía una mayoría de economistas versados en
encuestas y su análisis; el grupo internacional estuvo integrado por tres
expertos en censos y su aplicación.
Las encuestas difieren de los censos en varias
dimensiones, aunque tienen otros muchos aspectos comunes. Así, las primeras
normalmente utilizan encuestadores con experiencia, y su repetición frecuente
permite afinar los procedimientos. Los censos tienen menor frecuencia y mucho
mayor cobertura, por lo que la calidad de los datos obtenidos no es comparable.
El grupo internacional, por su parte, estaba constituido por especialistas en
censos norteamericanos y europeos, con extensa trayectoria en censos, su
análisis y evaluación en una diversidad de países. Esta mayor experiencia con
las dificultades que enfrentan los datos recolectados en los censos podría
explicar las diferencias referidas.
Pese a ello, el informe internacional es
crítico de varios aspectos del Censo 2012, en particular del cambio de
metodología solo unos meses antes de la implementación, al consignar que la
preparación de un censo requiere varios años de trabajo previo. También critican
que “el diseño y la forma en que se implementó la encuesta postcensal no
permite su uso para la estimación de la omisión de personas que deberían haber
sido censadas”, ni es posible evaluar la omisión a nivel subnacional. Sin
embargo, concluye que el proceso fue realizado dentro de los estándares y
prácticas normales de censos en otros países, y que sus datos pueden servir
para desarrollar “sólidas políticas y programas dirigidos a impulsar el
bienestar de un país y de su población”. Asimismo, pueden usarse para
investigación, el uso de empresas y otros, e incluso para evaluar la calidad de
las viviendas y planificar respuestas a desastres nacionales.
El grupo internacional no recomienda realizar
un nuevo censo, lo cual contrasta con el anuncio de una de las candidatas al
balotaje de diciembre, en cuanto a hacerlo en 2016, para recobrar la confianza
en el INE. Este objetivo se alcanzaría mejor destinando al INE mismo tales
recursos, de manera de permitirle contratar especialistas con sólida formación,
y renovar así sus cuadros.
Chileno: No le entregues el poder total a la
izquierda que ya controla el Judicial y el Legislativo, elige a Evelyn Matthei como
la próxima Presidente.