Evelyn Matthei recibió ayer en su casa a figuras de la alianza para planificar la
campaña segunda vuelta, la postulante señaló que queremos armar una coalición
lo más amplia posible y salir a buscar esa gente que no salió a votar", sumando "nuevos rostros también".
El día después,
por Sergio Melnick.
La primera vuelta ha terminado ya con la
tremenda complejidad de 4 elecciones simultáneas: Presidencial, Diputados, Senadores,
Cores. En una primera mirada, hay sin duda un gran logro de Bachelet y un
desastroso resultado para la Alianza, que hizo un papelón durante la campaña,
por cierto con la colaboración esmerada del Gobierno. Todo eso es verdad, pero
hay matices. Bachelet proyectó arrasar y ganar en la primera vuelta, lo que no
logró; es un revés psicológico no menor. Matthei jugó a pasar a la segunda
vuelta y lo logró. Bachelet decía tener un 75% de popularidad y sólo logró un
47%; es decir, ha ido perdiendo apoyo claramente. La derecha, a su vez, tenía
un piso de 44%; hoy es de 25%. La Alianza ya había hecho un papelón terrible en
las Municipales y aun así mantuvo a sus líderes. Hoy, con este porcentaje, es
fundamental que se retiren y dejen espacio a otros más competentes.
Lo clave a considerar es que la participación
electoral fue demasiado magra, aproximadamente un 50%, y, por ello, Bachelet
con su 47% en realidad sólo representa un poco más de tres millones de votos en
un universo de más de 13 millones; es decir, aproximadamente es sólo un 25% de
los votantes habilitados. ¿De qué gran mayoría hablamos entonces que quieran
tantos cambios y tan radicales? ¿Representa la nueva mayoría realmente a la
“gran mayoría de los chilenos”? Claro que no; hoy sólo representan a un 25%.
Por cierto, esta pobre convocatoria es un enorme papelón de la clase política y
del Gobierno que se la jugaron por el voto voluntario.
Otros grandes perdedores fueron Claude, Parisi,
Israel y Roxana, cada cual por sus propias razones. La agresividad de Claude y
su diagnóstico de la sociedad están claramente equivocados: no representa ni al
1% de la población, y menos del 3% de los votantes. El movimiento estudiantil
que él representa es muy menor en votos. Parisi, por su lado, le echó la culpa
al empedrado, no estuvo ni cercano a la segunda vuelta, y su discurso de
derrotado abrió lo peor de sí, que resultó muy feo. Roxana, a su vez, mostró un
discurso descalificador y victimizado, de una realidad que básicamente no
existe. Quizás otro gran dañado fue el CEP, que perdió todo el prestigio ganado
en años. Dejó de ser el gran oráculo que era. Hoy es una encuesta más, quizás
de las peores. Otra gran perdedora es la campaña del AC, y muestra que el tema Constitucional
está lejos de ser una prioridad nacional como voluntaristamente cree Bachelet.
La segunda vuelta abre un nuevo escenario
interesante. Los medios estarán focalizados en sólo dos candidatos, no en
cientos. Será muy difícil para Bachelet “pasar” o evadir a los medios, sin
pagar costos severos. Será difícil para Bachelet seguir hablando generalidades.
Ahora debe entrar al área chica, y en eso ella no es especialmente competente.
También es probable que finalmente deba empezar a dar explicaciones de sus
promesas incumplidas, y de lo malo que fue su Gobierno en resultados,
especialmente comparado con Piñera. Debe enfrentar cara a cara a Matthei, y eso
no es fácil para ella.
Los debates pueden llegar a ser decisivos. Es
efectivo que Bachelet está a un paso de ganar, pero el debate será más
polarizado y por ello creo que votarán muchos más. A su vez, el resultado en el
Congreso obligará a la nueva mayoría a negociar si quiere cumplir con sus
promesas. Si ganan, veremos si son realmente democráticos o usarán la violencia
del PC para presionar sin votos.
Yo insisto que ocurrirán nuevos eventos
delicados, pero ahora en el lado de la Nueva Mayoría que podrían ser muy
determinantes en los resultados de esta nueva contienda. La DC ha perdido
fuerza y tomará una nueva posición. El PC ha cobrado bien su cuota de poder y
ha ganado influencia. Eso los ha movido a la izquierda, pero ahora el desafío
es conquistar al centro liberal, y en eso Matthei tiene una ventaja, en la
medida en que la UDI no la presione más de la cuenta. Por cierto, Matthei debe
hacer un cambio radical en su estrategia de campaña. Necesita cambiar al jefe
del comando del 25%, mejorar su programa, además de fortalecer al centro
liberal, incorporando nuevas entidades.
Será un segundo tiempo muy interesante. Un 50%
de los chilenos no está ni ahí con la política, y ni siquiera se molestó en ir
a votar. Ya hicimos un mal experimento de tratar de hacer cambios radicales con
el apoyo de una minoría. Hoy es tiempo de madurez, de acuerdos, de buenas
negociaciones, de amistad cívica, de mantener lo bueno y modificar lo que no
anda bien. Pensar en un país de buenos y malos es un error de proporciones.
Tenemos 30 años de gran progreso, vamos por otros 30 con el concurso de todos,
no unos contra otros.
Todo de nuevo
por Luis Larraín.
Michelle Bachelet y Evelyn Matthei disputarán
el 15 de diciembre la Presidencia de Chile.
La ventaja obtenida por Bachelet la hace
favorita, pero no le garantiza el triunfo. Es otra elección y el ejercicio de
endosar apoyos puede resultar fallido; el 2009 los votos de Frei sumados a los
de MEO superaban a Piñera. Marco Enríquez y Parisi, con votaciones en torno al
10% congregaron a los descontentos con los bloques dominantes superando a
alternativas más rupturistas o irrelevantes. Las elecciones representan un
revés para las expectativas de la Concertación y del Partido Comunista, que
apostaron a ganar en primera vuelta. Más de la mitad de los chilenos no quiso
que Michelle Bachelet fuera Presidenta.
En definitiva, Bachelet no ha obtenido el
mandato que pidió a la ciudadanía. El resultado Parlamentario, en términos de
mayorías en ambas Cámaras, es peor para su coalición que el obtenido en las
elecciones de 1989, 1993 y 1997. Está lejos de ser una derrota para la derecha
como la del año 1965 como aseguraron algunos (ese año bajó de 45 a 9 Diputados
y no sacó ni un Senador). Estamos más bien frente a una situación similar a la
del año 2005 y recordemos que cuatro años después la Concertación perdió la
Presidencia.
Si Bachelet gana la elección en diciembre, como
todos los Presidentes de Chile desde 1990, deberá negociar con la oposición
para llevar a cabo su programa de Gobierno. Podrá realizar su reforma
tributaria, pues tiene las mayorías en el Congreso, aunque demorará en ponerla
en práctica por su complejidad. Podrá hacer reformas en educación, pero algunas
de ellas necesitarán la concurrencia de Parlamentarios de oposición y un
difícil proceso de puesta en marcha.
Enfrentaría una ardua tarea para proponer una
reforma Constitucional aceptable para la amplia mayoría de Senadores y Diputados
que la institucionalidad exige. Tendría que negociar con los partidos de la
Alianza y al interior de su coalición donde hay importantes diferencias. Habrá
entre los suyos quienes la insten a imponer por la fuerza de la presión su
programa, pero eso no le conviene al país y así tendrá que entenderlo si quiere
hacer un buen Gobierno.
Evelyn Matthei, dada la diferencia de votos que
la separa de Bachelet, sigue cuesta arriba en esta carrera Presidencial. Pero
ya logró su primer objetivo, contra todo pronóstico, y su temple la llevará a
disputar con fuerza el que sigue.
En ese afán confrontará sus ideas con Michelle
Bachelet, lo que la candidata de la Concertación y el Partido Comunista evitó
hacer en primera vuelta. Allí tiene una oportunidad preciosa para convencer a
la ciudadanía de la conveniencia de que nuestro país siga por la senda de
progreso en que ha transitado los últimos cuatro años, en lugar de dar el salto
al vacío que propone Bachelet.
Las propuestas de Evelyn Matthei apuntan a
hacerse cargo de las carencias que los chilenos acusan hoy. Si hay algo que ha
demostrado esta elección es que en la política chilena la fidelidad ya no
existe, no se puede contar con electorados cautivos y que la soberbia es mala
consejera.
Hacia la segunda vuelta
por David Gallagher.
Erraron los vaticinios de que Bachelet ganaba
en primera vuelta. Su comando manejó mal las expectativas, y ahora la
candidata, sin perder su condición de fenómeno político, parece un poquito
menos invencible. Desde luego, es muy improbable que pierda en segunda vuelta,
pero quedan cuatro semanas y, como siempre se dice en estos casos, la segunda
vuelta es otra elección.
Por lo tanto, no se puede ver el poco más de 25
por ciento de Matthei como un gran triunfo, pero es un resultado digno; sobre
todo, que en algún momento se decía que ella, incluso, podría no salir segunda.
Matthei, después de todo, no está tan, tan lejos del 29,6 por ciento que sacó
Frei en 2009, siendo que en segunda vuelta Frei subió a 48,39 por ciento. Vale
entonces, que Matthei haga la pelea estas próximas cuatro semanas, y que reciba
todo el apoyo de su sector.
Es muy cuesta arriba su tarea, pero hay algunos
factores a su favor. Primero, el tiempo: ha sido su peor enemigo, y las cuatro
semanas adicionales representan una gran oportunidad. Segundo, era inevitable
que el perfil de Matthei se perdiera entre los ocho otros candidatos en la
primera vuelta, al tener Bachelet una ascendencia tan abrumadora. Ahora podrá
debatir de igual a igual con Bachelet, y eso puede tener un efecto potente.
Además, le permitirá comunicar mejor el programa sensato y moderado que tiene,
y que intuyo está en sintonía con los deseos de una mayoría de chilenos, siendo
el problema que no lo conocen.
Es cierto que hay legítimas dudas de cómo va a
crecer la candidatura de Matthei. Quemó las naves con Parisi, quien la denostó
en su discurso anoche; y los demás candidatos, liderados por Enríquez-Ominami,
no son afines a ella. Sin embargo, los votos de todos estos candidatos son
volátiles. Y habría que analizar el significado de la alta abstención de ayer.
Muchos que no votaron son simplemente indiferentes, pero habrá otros que se
quedaron en casa porque creían que la elección era carrera corrida. Eso, en
segunda vuelta puede cambiar. Finalmente, Matthei tendrá ahora todo el apoyo de
los partidos de su sector: en la primera vuelta fueron reticentes con ella, por
priorizar las candidaturas al Congreso y pensar que era riesgoso jugarse por
ella.
¿Adónde va Bachelet ahora? En 1999, Ricardo
Lagos interpretó el hecho de que el 52 por ciento de los chilenos no votó por
él como una señal de que no había un apoyo contundente a su programa. Dijo
haber entendido el mensaje, y enmendó el rumbo. Ayer, más del 53 por ciento de
los votantes optó por candidatos distintos a Bachelet. Es cierto que eran ocho
contra una: en 1999, Lavín por sí solo consiguió el 47,5 por ciento, y tal vez
ese era el mensaje que Lagos oyó. Sin embargo, llama la atención que Bachelet
haya dicho anoche que habían triunfado todas las propuestas duras de su
campaña. Parece que no piensa moderar su postura.
El discurso de Matthei anoche, en que prometió
apelar a todos los chilenos moderados, marca una estrategia que parece ser la
correcta para las semanas que vienen.
Segunda vuelta, segunda oportunidad.
por Gonzalo Cordero.
Ya es un hecho que habrá segunda vuelta Presidencial
y los doblajes Senatoriales -al momento de escribirse esta columna- están
también lejos de las aspiraciones de la Nueva Mayoría, aunque esto es un dato
muy provisional, pero nos habla de un resultado que es bueno para Chile y una
oportunidad importante para la Alianza y su abanderada Evelyn Matthei.
Logrado el objetivo de llegar a la segunda
vuelta para la Alianza y frustrado el de ganar en primera de la Nueva Mayoría,
el análisis debiera ser ponderado en ambos comandos. Bachelet tiene por delante
una elección en la que no se ve la necesidad de buscar apoyos, ni hacer
compromisos con los candidatos alternativos. Por lo mismo, su campaña en el mes
que viene será muy indicativa de su verdadero proyecto de Gobierno, pues si
ella busca activamente el apoyo de los que promovían asamblea constituyente, de
los que quieren un cambio radical de nuestro modelo de desarrollo, ello no será
hecho por una necesidad electoral, sino por una definición de voluntad política.
Evelyn Matthei, por su parte, tendrá la
posibilidad de confrontar a Michelle Bachelet en forma directa y no entre nueve
candidatos. En buena medida, por las expectativas que construyó, la campaña de
Bachelet no termina ganadora esta jornada; ese ambiente es favorable para
iniciar esta nueva etapa con viento a favor. Pero en ese contexto es necesario
ser realista y reconocer que un 25% no es una cifra para dejar satisfecha a la
Alianza; estamos lejos del 37 ó 38% que siempre ha sido el voto duro de este sector.
La segunda vuelta debiera ser una campaña de contrastes, que recupere una
mística que se vio bastante menguada en el último tiempo.
Por otro lado parece que la Alianza debiera
reflexionar muy profundamente si tiene sentido embarcarse en una reforma del
sistema binominal, no porque le convenga a la derecha, sino porque una vez más
muestra que es una garantía de estabilidad, que impide el surgimiento de
opciones extremas. El efecto ordenador de la política que tienen los sistemas
electorales mayoritarios es demasiado importante para países como Chile. El
porcentaje de participación, por su parte, nos muestra que éste no es un país
en que la gente esté polarizada, ni quiera cambiarlo todo con la urgencia que
mostraban los candidatos de posiciones más extremas, que obtuvieron porcentajes
ínfimos y cuyos discursos no fueron capaces de movilizar la cantidad de
electores que presagiaban sus discursos.
El resultado Parlamentario, sin la avalancha de
doblajes que se temían, hace respirar más tranquila a mucha gente en la Nueva
Mayoría. Las cifras muestran que una
Bachelet en 46% no es la “marea roja” que se creía que iba a ser; lo que se ve
bajo los números históricos es la Alianza por Chile, eso también debiera ser motivo
de análisis a la hora de construir el discurso de segunda vuelta. ¿Qué
electores hay que ir a buscar? Primero el elector tradicional, histórico del
sector, que hoy no se ve bien representado por sus dirigentes y candidatos.
Hoy es posible pensar en un país que en los
próximos cuatro años mantendrá, en lo sustancial, el rumbo que le ha permitido
progresar, pero ello exigirá que en el Congreso los Parlamentarios de la
Alianza actúen con convicción y liderazgo para mantener posiciones necesarias
para Chile y que vuelvan a ser una alternativa clara y contrastante con la
izquierda. La segunda vuelta es una segunda oportunidad para ofrecer un
proyecto de centroderecha con convicción y claridad.
Sigue la carrera.
por Juan Andrés Fontaine.
Habrá segunda vuelta. Ese es el hecho político
más contundente del día domingo. Mientras Evelyn Matthei logró su meta de
extender la campaña y ganarse un espacio para defender —cara a cara— su
proyecto para Chile, Michelle Bachelet no consiguió su objetivo de finiquitar
aquí la carrera y evitar esa confrontación de ideas. Comienza entonces una
nueva etapa.
No puede desconocerse que, aunque inferior a lo
que se había propuesto, Michelle Bachelet ha obtenido un resultado muy
contundente. Pero ni su votación ni la de su lista Parlamentaria reflejan la
avalancha esperada ni sustentan la hipótesis de que Chile inicia un nuevo ciclo
de transformaciones profundas.
A Evelyn Matthei no le será fácil remontar la diferencia
que las separa. Pero la candidatura de la Nueva Mayoría ha alimentado
expectativas y demandas que, de resultar elegida, le serán difíciles de
administrar. Nueva Constitución para hacer al Estado responsable del bienestar
de cada cual, educación gratuita universal, impuestazo que se supone no daña,
son todas promesas que encierran un riesgo de desestabilización política y
económica. La campaña de Matthei habrá de destacar las diferencias que la
separan de ese proyecto y denunciar la amenaza contra las libertades que
provienen del Estatismo emergente.
Objetivamente, la Alianza ha recibido una
votación insatisfactoria. Pero la segunda vuelta le proporciona una oportunidad
para hablarles a los seis millones de votantes que no acudieron a las urnas —pensando
tal vez que la victoria de Bachelet era segura— y que valoran el camino del
progreso económico y social que ofrece la Alianza. Una oportunidad para ampliar
su convocatoria, apelando a los jóvenes y otros grupos con un discurso más
amplio, que recoja mejor el proyecto de una centroderecha abierta y dialogante,
partidaria de la libertad en todos los campos y capaz de impulsar un veloz
desarrollo económico y social. Muchos de los que se inclinaron por los
candidatos que no pasaron a la segunda vuelta han de sentirse atraídos por ese
proyecto. La victoria del Presidente Piñera cuatro años atrás se nutrió de esos
votos.
Es una paradoja que pese a que el primer Gobierno
de la Alianza concluye con una muy exitosa cosecha de resultados económicos y
sociales, su votación ha sido decepcionante. La falla parece haber sido de
índole política. Por razones que ya habrá tiempo de estudiar, el Gobierno no
logró infundir en su coalición el entusiasmo necesario en torno al programa, no
consiguió imprimir a su empeño modernizador un sentido más amplio que la mera
estadística económica y no logró convencer al electorado de que los macizos
avances en materia de crecimiento, emprendimiento y empleo son fruto de las
políticas aplicadas.
La segunda vuelta es una oportunidad para
corregir esas deficiencias. Con el respaldo que le otorga su buena gestión de Gobierno,
la Coalición debe reunir sus fuerzas, tender puentes hacia sectores aledaños,
dar más nitidez a su mensaje y mostrar más convicción en sus principios y
prioridades.
Una nueva campaña.
El efecto más inmediato de la votación del
domingo es el llamado a una segunda
vuelta de la elección Presidencial. Pese al elevado porcentaje obtenido por
Michelle Bachelet, no se cumplió la expectativa de un triunfo definitivo e
inmediato que ella misma contribuyó a crear y que, al no obtenerse, dejó en su
gente un evidente saldo de frustración. Si bien está muy cerca de lograr el 15
de diciembre la mayoría absoluta requerida, este tropiezo debería indicarle que
su coalición no ha arrasado, como algunos creían, sino que necesita todavía
ampliar una convocatoria que en alta proporción se dirige al mismo sector, nada
radicalizado, que aspira a recibir los beneficios del crecimiento económico,
busca seguridad y confía en ella para obtenerla, y que por eso en buena medida
prefirió antes a Sebastián Piñera.
Para Evelyn Matthei, lo ocurrido le da la
oportunidad de enfrentar por fin cara a cara a su rival en un verdadero debate
sobre propuestas concretas que se difuminó en los foros imposibles con nueve
actores. Si el comando de la ex Presidenta espera conquistar los votos de los
otros siete postulantes, y en especial los de ME-O, por las similitudes que
haya en sus críticas al modelo aplicado hasta ahora (también por ella), Matthei
tiene la posibilidad de movilizar a parte significativa de esa mitad del
electorado que se abstuvo y al que nos referíamos al hablar de la ex
Presidenta. No se trata, por cierto, de los grupos antisistema que allí han
surgido, sino de los ciudadanos, quizás demasiado cómodos y apáticos, pero
moderados, que se sienten víctimas de abusos tanto económicos como de violencia
física y de inseguridad, incluidos tanto la delincuencia como el fenómeno de
los encapuchados.
¿La hora de los partidos? Todo esto debería
marcar un estilo diferente, más activo y contrapuesto, en la segunda vuelta, y
aunque no altere finalmente el balance electoral, podría influir en las
políticas que orienten el nuevo período. En efecto, al no haberse dado ya la
definición Presidencial, el poder casi absoluto que se atribuía a Bachelet
habrá de considerar más el apoyo de los partidos, y el futuro Parlamento, pese
a su mayoría en ambas Cámaras, no será tan distinto de los anteriores y desde
luego no dará lugar a reformas sustanciales sin los necesarios (y convenientes)
acuerdos a que anoche aludió, por ejemplo, el nuevo Senador Allamand. De paso,
no está de más mencionar el pobre rendimiento (8% según su vocera) de la bien
organizada campaña para marcar los votos en favor de una asamblea
constituyente.
Porque el otro resultado significativo de la
jornada de ayer está en los cambios en la representatividad de los partidos. En
los totales, la Nueva Mayoría crece en dos Senadores (aunque quedando fuera los
emblemáticos Soledad Alvear y Camilo Escalona) y en siete Diputados (entre
ellos tres nuevos comunistas) más tres independientes afines. La Alianza pierde
siete Diputados (nueve de la UDI menos dos en que crece RN), aunque adquiere
uno del nuevo Evópoli, conservando la cantidad de Senadores. Pero hay un
independiente más en el Senado (promovido por el PRSD que queda sin
representación) y tres en la Cámara, no comprometidos con las coaliciones.
Política de acuerdos. Si bien el PC y los
independientes marcarán finalmente las mayorías, lo más probable es que el
eventual Gobierno de Bachelet requeriría acuerdos para reformas institucionales
de importancia, sin perjuicio de que en otras menores le baste, además de
aquéllos, con varios posibles díscolos de centroderecha. Todo lo anterior
tiende a un panorama en que habrá una pugna fuerte (y una indispensable opción
de quien Gobierne) entre la presión callejera y cada vez con más énfasis
anarquista, y la vía moderada de los consensos.
Finalmente, el paso a la segunda vuelta traerá
casi necesariamente una postergación de las quejas y acusaciones internas de la
Alianza, y hasta quizás una disminución de ellas si el extraordinario esfuerzo
de Evelyn Matthei logra modificar a lo menos en parte el panorama político. En
todo caso, es previsible que, más allá de las cuentas personales, haya (como
también ocurrirá en la DC) una seria revisión de estrategias futuras, además de
una definición del largo enfrentamiento sobre la “nueva derecha” y, muy
probablemente, el inicio de los lineamientos de candidaturas para el 2017, que
habrán de considerar datos de ayer, como la pérdida de la Senaturía de Golborne
y las logradas por Allamand y Ossandón, en relación a las posibles aspiraciones
de Piñera.
Enfoques Internacionales:
Buenas noticias en China.
Meses antes del más importante encuentro de los
jerarcas comunistas chinos —el tercero de la era de Xi Jinping— estaban
circulando documentos “semioficiales” en los que se discurría en torno a cuáles
serían las líneas generales de las reformas que se adoptarían en el Comité
Central. El hecho de que el primer comunicado oficial aludiera a “dejar que el
mercado juegue un papel decisivo en la asignación de recursos”, pero que el Gobierno
“mantendrá la preponderancia de los sectores económicos del Estado y les
dejarán desempeñar el rol motor” —más allá de jugar ambiguamente con los
conceptos de socialismo y mercado—, puso a la vista que el camino escogido no
es una ruptura con el pasado, sino un cambio en la gradualidad —“paso a paso”,
evocando a Deng Xiaoping—.
Uno de los anuncios más interesantes es que se
creará un “grupo de política económica” dentro del PC, con amplias atribuciones
para delinear y supervisar las reformas. Lo positivo de este “grupo” es que
empujará los cambios y doblegará a los burócratas de Ministerios y agencias que
se resistan a ellos.
Es habitual que estos plenarios vayan
dosificando la información por días, semanas e incluso meses. De lo que se
sabe, destaca el que se fije un plazo relativamente corto, el año 2020, para
obtener “resultados decisivos”, con lo que Xi parece querer acelerar las
reformas.
Quienes esperaban que el Comité diera una
solución al problema de las empresas Estatales deberán conformarse por ahora
con el anuncio de que se “promocionará la reforma pro mercado para romper
monopolios e introducir competencia”. Antes solo habían dicho que “tendrán que
regirse por prácticas corporativas modernas”. Los analistas consideran que los
privilegios que tienen las empresas Estatales en China —que manejan bancos,
telecomunicaciones y energía, entre otras— son un freno al desarrollo, pues
ellas compiten con ventaja sobre las privadas, sin acceso a iguales créditos en
condiciones preferentes.
Sobre el sistema financiero, se habló de
modernizarlo, de permitir que se creen bancos pequeños y medianos, y de que se
trabajaría para profundizar la reforma Fiscal e impositiva y hacer más
transparente los procesos. Todavía hay incógnita en algo fundamental para los
analistas, cual es la liberalización de las tasas de interés y de cambio, para
permitir el flujo de capitales. Por ahora se anunció que se “acelerará la
convertibilidad de la cuenta de capital”.
Derechos para los campesinos
Una de las reformas más esperadas era la del
agro, y específicamente aquella que permitiría a los campesinos ser
propietarios de tierras. Eso no ha ocurrido. Sin embargo, una buena noticia es
que se relaja el sistema del hukou, o registro de residencia, lo que permitirá
a más campesinos emigrar a la ciudad, formalizará el mercado laboral y dará un
impulso a la urbanización. La mitad de la población china, de 1.400 millones de
personas, sigue vinculada al campo. Muchos de ellos se han ido a la ciudad,
pero allí no tienen acceso a salud, educación o vivienda. En 1978, los
campesinos fueron liberados de las “comunas” o granjas colectivas, pero
siguieron sin ser dueños de la tierra o de sus casas y sufriendo injusticias.
Los Gobiernos locales, según The Economist, están en crisis y no pueden
enfrentar aumentos salariales, por lo que desplazan a los campesinos y requisan
tierras para venderlas a inmobiliarias.
Otro aspecto positivo de los anuncios es que se
haya decidido flexibilizar la política del hijo único, pero, sobre todo, crear
un sistema de seguridad social.
Sobre temas políticos aún no hay nada nuevo,
pero sí emergió que Xi consolida su poder. Eso quedó claro con la creación de
un Comité de Seguridad Nacional, bajo su mando, que deberá coordinar a la
policía, militares y otras agencias, tanto en temas de seguridad interna como
de política exterior.
Repercusiones para Chile.
¿Qué alcances tiene todo esto para Chile? No
pocos. China es nuestro principal socio comercial, al que no solo le vendemos
cobre.
Los cambios en el gigante asiático pueden ser
favorables a nuestros intereses, pero se deberá observar con cuidado cómo se da
el cambio de estrategia de crecimiento que quiere el Gobierno de Xi, desde una
prioridad en exportaciones a otra de mayor consumo interno. Para eso, necesita
mejorar el equilibrio doméstico, apoyar a las clases medias con mejores
salarios y seguridad social, de manera que puedan incorporarse como
consumidores. Y la urbanización es buena noticia: se necesitarán más viviendas
e infraestructura urbana. Una ralentización del crecimiento chino (el segundo
semestre fue de 7,5%, el más bajo en 20 años) es mala noticia para todas las
economías que, como la chilena, dependen del mercado chino para su desarrollo
—y en especial cuando esto afecta el precio del cobre—.
Chilenos a trabajar para evitar que la
concertación
y su Estatismo vuelvan a La Moneda…Se puede…