Aniversarios mal aprovechados,
por Jorge Edwards.
El bloqueo del presupuesto norteamericano
debido a la división de los votos republicanos y demócratas, aunque no ocurre
por primera vez, demuestra que la gran República del norte, Gobernada con un
relativo consenso durante casi toda su historia, ya no es lo que era. El centro
político, donde las coincidencias entre un bando y otro eran evidentes, cosa
que le daba al país una enorme Gobernabilidad, está amenazado, erosionado. Uno
se pregunta si no es un fenómeno universal, una peste moderna que se propaga en
gran escala y que ataca los centros vitales del poder. Un Estados Unidos
ingobernable no es poco decir, aunque podemos calcular que Barack Obama usa el
conflicto para desacreditar y arrinconar a sus adversarios. Pero el tema de la
división interna, de la guerra intestina no declarada, no sólo es de allá. Da
la impresión de que se extiende por todas partes: de que es una de las debilidades
más propias del mundo de estos días. La guerra fría, por necesidad, por miedo
al arma nuclear, producía cohesión en el interior de cada bloque. Parece que
ahora, en cambio, muchos países pierden el norte y navegan a la deriva. Algunos
tienden a desintegrarse, a regresar a sus pasados medievales. Hay indicios por
todos lados de que Chile podría contagiarse con esta peste divisionaria. Hace
algún tiempo hemos sido atacados por sectarismos, ideologismos, formas de
integrismo, que habían desaparecido de la vida chilena y que de repente han
vuelto con verdadera virulencia. Un grupo anuncia que emprenderá acciones
legales contra el General Matthei, acusándolo del asesinato del General
Bachelet. Es de una truculencia extraordinaria, si se miran los contextos, las
amistades, las historias personales. Pero ningún miembro de la familia Bachelet
se había comprometido en una acción parecida, lo cual debería obligarnos a
reflexionar un poco. Y el Partido Comunista de hoy entabla querella por el
asesinato de Pablo Neruda, en circunstancias de que el partido de Volodia
Teitelboim y de Luis Corvalán, esto es, el de ayer y antes de ayer, conocía en
detalle la enfermedad terminal que aquejaba al poeta. ¿Se trata entonces de
agitar por agitar, de provocar un clima de guerra civil a toda costa, de actuar
contra las posibilidades ciertas de Chile de seguir en una línea de desarrollo,
de estabilidad política, de respeto al estado de derecho? Nosotros, todos
nosotros, en el último 11 de septiembre, perdimos la posibilidad de hacer una
reflexión seria, con libertad de espíritu, con inteligencia abierta, sobre la
gran crisis de hace cuarenta años. Perdimos esa oportunidad, por estrechez, por
dogmatismo, y vamos a arrepentirnos bastante pronto.
En Europa, desde Francia, sigo con atención los
sucesos de Alemania. Me parece que uno de los secretos de la fuerza de Alemania
reside en una política interna menos dividida, menos sectaria, menos
intolerante, menos ideológica que la de otros Estados europeos. Las reformas
económicas que algunos llaman de derecha, las que redujeron el costo del
trabajo, las que favorecieron, en último término, el empleo, las que mejoraron
la competencia de las industrias germánicas, fueron hechas por un Canciller de
centro izquierda, Gerard Schroeder. Sé que Schroeder llamó a personas diversas,
competentes, de diferentes partidos o independientes, para que colaboraran con
él. Llamó a un amigo mío, novelista, que había pasado largos años en
universidades norteamericanas y que al regresar a Berlín escribió un artículo
crítico del panorama en su país. Schroeder, en otras palabras, deseaba escuchar
las críticas y no vacilaba en pedir ayuda para enderezar las respectivas
situaciones.
Los rasgos personales de Angela Merkel que
conocí por la prensa en los días de las elecciones me parecieron sencillos,
enigmáticos en su sencillez, siempre interesantes. Ella se formó en Alemania
Oriental, en los años del Muro de Berlín, y no tuvo más remedio que militar en
las juventudes comunistas. Se acostumbró a hablar poco, a fijarse en los
problemas con gran atención, a no salir a vociferar a las calles y a romper
vidrios por cualquier motivo, o sin necesidad de motivo. No se ha mudado hasta
ahora del departamento donde vivió, en el centro de Berlín, desde antes de ser
elegida Canciller del país más poderoso de Europa. Como conoció las ceremonias
del comunismo estalinista y escuchó hablar de las del hitlerismo, desconfía de
toda clase de ceremonias y confía en la sencillez, en la prudencia, en la
manera equilibrada y civilizada de tratar los asuntos de Estado. Hace sus
compras en el supermercado del barrio y forma cola como todo el mundo. Pero
nadie se le acerca, nadie le hace preguntas estúpidas, nadie le pide
autógrafos. Los berlineses respetan la privacidad y pensarían que interpelar a
la señora Merkel, interrumpirla en sus quehaceres cotidianos, sería una falta
completa de tacto. A mí, en Santiago de Chile, en el Drugstore de Providencia,
un señor con cara de energúmeno me cortó el paso y me dirigió toda clase de
improperios por haberme atrevido a criticar en mis columnas la política de Hugo
Chávez. Ya ven ustedes, no tenemos remedio. A lo mejor me instalo en el centro
de Berlín a pasar mis últimos días, contemplando con curiosidad los avatares de
la política alemana. Pero allá siempre me puede tocar el último de los
energúmenos playeros y nostálgicos.
Mejores instituciones para una mejor política,
por Álvaro Fischer.
La política —aquella actividad cuyas decisiones
definen el curso de nuestras sociedades— debería ser, de manera natural, la
cúspide de la organización social, tanto en importancia como en prestigio. El
hecho de que en nuestro país ella no genere confianza ni goce de prestigio, y
que lo mismo suceda con las instituciones asociadas a ella —el Parlamento y los
partidos políticos—, debería preocuparnos e instarnos a destinar ingentes
esfuerzos para corregirlo.
Las causas de este fenómeno debemos
escudriñarlas en los factores que mueven la política, y que nos permiten
entender los principales impulsores de su dinámica. Como muchas de las
actividades humanas, la política responde a dos grandes fuerzas: la de las
personas que participan en ella, y la de las instituciones que la regulan. Las
personas nos relacionamos con nuestros semejantes en una doble modalidad: a
veces, mostramos una orientación individualista y competitiva, cuando queremos
satisfacer nuestros intereses directos, y en otras, una disposición cooperadora
y solidaria, cuando queremos mejorar la situación de los demás. Como pocas, la
política es una actividad que requiere que sus actores utilicen ambas. Se
precisa de individualismo y competencia para ambicionar y desplazar a los
competidores de las posiciones de mayor relevancia a las que la política da acceso
—y también para ignorar los sinsabores que su búsqueda provoca—, pero también
se precisa de cooperación y solidaridad, para tener la motivación de satisfacer
las necesidades y aspiraciones de los demás, y con ello mejorar la sociedad
como un todo.
Sin lo primero, serán otros, quizás con menos
talento, los que accedan a las posiciones de poder más importantes, algo
indeseado, y sin lo segundo, no es posible llenar de contenido social las metas
y propósitos de quienes participan en esta actividad, que es lo que buscamos.
Pero tanto las disposiciones conductuales
competitivas como las cooperadoras solo producirán resultados positivos si las
instituciones que regulan la política están adecuadamente diseñadas, evitando
los incentivos perversos, las inequidades injustas y la corrupción destructora.
El sistema electoral y el financiamiento de la política son las instituciones
fundamentales.
El sistema electoral que nos rige —el binominal—
adjudica (casi siempre) un Diputado o Senador a cada una de las dos coaliciones
dominantes, lo que traslada la elección desde los votantes a las cúpulas
partidistas, que son las que designan a los candidatos. Eso aleja a la
ciudadanía de la política, hace que ella sea percibida como ilegítima y la
posiciona como una actividad que busca más el poder que el servicio público.
Esa falta de competencia disminuye la calidad y el “accountability” que los
políticos despliegan en su actividad rutinaria, reforzando su desprestigio. De
ahí la importancia de cambiar el sistema. Los esfuerzos por hacerlo
proporcional, procurando que todas las posturas queden representadas, generará
una fragmentación de partidos y una creciente ingobernabilidad. Por eso, el
sistema uninominal, utilizado por las grandes democracias anglosajonas, es una
mejor opción: todos deben competir por el centro, moderando sus posiciones; los
candidatos de cada coalición deben ser los mejores, pues resulta electo solo
uno por circunscripción, y como se tiende a tener dos grandes coaliciones, se
mejora la Gobernabilidad. Si se quiere mejorar la representatividad de las
minorías, se puede agregar representantes elegidos en listas nacionales, con
umbrales mínimos.
Por otra parte, la política requiere
profundizar y perfeccionar el financiamiento público, que le dé continuidad y
sustento a actividades políticas no electorales, además de las electorales.
También precisa de un examen acucioso de las normas que regulan el
financiamiento privado, para que este provenga fundamentalmente de las
personas, y no de sociedades comerciales organizadas para otros fines.
Asimismo, parece mejor que las donaciones sean anónimas que públicas, para que
el receptor de ellas no pueda ser sometido a presiones por los donantes. Eso se
logra mediante ingeniosos algoritmos de intermediación bancaria, como los que
contempla la Ley actual. El límite de gasto debe subir sustancialmente, y
requiere contemplar la publicidad por medios masivos, incluidas la televisión e
internet, porque la política requiere de mucha más riqueza de contenidos que la
actual.
Todo lo anterior necesita de una ciudadanía
participativa, lo que se logra con más elecciones y no con más “calle”. La
renovación del Parlamento debería hacerse por mitades, al principio y a la
mitad del período Presidencial, porque eso le da madurez al electorado y mayor
control sobre lo que hagan los políticos. La permanente interacción entre la
política y los ciudadanos es lo que nutre la búsqueda de las mejores prácticas,
las que se basan, a su vez, en mejores instituciones.
Bachelet encapsulada,
por Hugo Herrera.
Así como están las cosas, la campaña Presidencial
se encuentra zanjada. Por la cantidad de candidatos, probablemente haya segunda
vuelta, Bachelet pase primera y Matthei segunda. No sólo porque la derecha se
encuentra en un embrollo, con una candidatura que no cuaja, un Presidente con
agenda propia -a veces demasiado propia- y unos partidos controlados por
directivas oligárquicas, incapaces todos de desplegar un discurso a la altura
del momento. Además, porque al frente cuentan con una candidata encapsulada.
Ese es el término para calificar el modo en el que se presenta Bachelet.
Luego de un aterrizaje movido, rodeado de
expectativas, declaraciones impetuosas de algunos miembros de sus equipos, de
ajustes y desajustes entre sus aliados, la candidata tocó suelo de tal suerte
que todo se tranquilizó.
Tras el triunfo en las primarias, el tono a
veces estridente de Bachelet dio paso a una suave impostación de la voz, a un
orden de los cuadros, al silencio de los excesivamente entusiastas, a una
moderación general del tono y a una cuidadosa puesta en escena que no deja ver
nada más que un maternal sentido común.
Todo eso está bien. Revela inteligencia en la
presentación y un agregado de disciplina y liderazgo colectivo que la derecha
no puede sino envidiar.
Bachelet se ha vuelto inatacable.
Sin embargo, además ocurre, en el caso, que
ella ha incorporado dentro de su estrategia la decisión de eludir la discusión.
Sólo así se entiende que esquive cada oportunidad de enfrentarse con Matthei.
Su rechazo a participar en el debate de la ANP es muestra de ello. Pero también
lo es su participación en el extraño entuerto de Anatel, donde las
posibilidades de resultar seriamente interpelada son casi nulas.
Esta estrategia no es nueva en Bachelet. Si
bien se puede aplaudir la astucia de operar así cuando las encuestas le
favorecen, la estrategia es altamente antidemocrática. Porque la democracia no
es como el fútbol, donde puede ser hasta meritorio que un equipo haga tiempo o
sus jugadores se cuelguen del arco cuando van arriba en el marcador.
En democracia se trata no sólo de resultados,
sino de cómo se llega a ellos. La verdad es que en el fútbol también, y por eso
se premia la garra y el juego bonito. Pero en la democracia, donde se somete a
decisión lo más serio, la pregunta de cómo organizamos nuestra convivencia
colectiva, el modo de ganar es más importante todavía.
Porque cabe el riesgo de que la ausencia de
discusión llegue a tal punto que el resultado no sea mucho más que el producto
de una mezcla de sensaciones agradables (sonrisas, gestos, saludos, voz suave)
y poder económico (para la publicidad), es decir, mera manipulación de las
masas.
Entonces el espíritu de la democracia, o sea,
la pretensión de que las autoridades resulten elegidas a partir de una confrontación
clara, de frente y sincera de sus ideas, de una efectiva deliberación pública,
así como la apuesta -sin la cual la democracia no se distingue de un plebiscito
aclamatorio- de que, allende las sensaciones y la publicidad, el pueblo es
capaz de seguir esa confrontación de ideas, razonar y conmoverse por los
argumentos esgrimidos en la discusión, resulta traicionado.
Médicos cubanos no clasifican en pruebas en Brasil
por José Alberto Gutiérrez.
Los egresados de las escuelas cubanas de
Medicina están entre los que más desaprueban el examen obligatorio de
revalidación de títulos extranjeros que aplica Brasil para poder ejercer la
profesión en el país sudamericano.
Apenas el 11 por ciento de los graduados en la
isla que se presentaron a la prueba en sus dos años de aplicación lograron
pasarla. Este resultado ubica a Cuba en el séptimo lugar del ranking de
aprobados, de un total de 10 países o regiones que inscribieron candidatos,
según datos obtenidos en el Ministerio de Educación de Brasil a través de la
Ley de Acceso a la Información.
El análisis estadístico de los resultados de
los exámenes del 2011 y 2012 contrasta con el reportaje “Formados en Cuba lideran
en Revalidación”, publicado en agosto pasado por el diario brasileño O Estado
de S. Paulo, que subraya un supuesto liderazgo cubano en el Examen Nacional de
Revalidación de Títulos Médicos, conocido como Revalida. Para esta conclusión,
el diario utiliza el número total de aprobados en el examen desde su
implantación, sin revelar la cantidad de candidatos inscritos por país.
Interpretación errónea.
La interpretación de una presunta supremacía
antillana corrió por sitios y redes sociales que reprodujeron el artículo de O
Estado de S. Paulo, exhibiéndolo como atestado cualitativo de la escuela cubana
de Medicina. Una búsqueda en internet arroja más de 173,000 menciones en
portugués del artículo del Estadao, como también es conocido el periódico.
De los 65 aprobados en el Revalida del 2011, 15
estudiaron en Cuba, y de los 77 aprobados en 2012, 20 proceden de escuelas de
la isla. Si bien es cierto que Cuba ostenta el mayor número de títulos
revalidados en Brasil hasta la fecha, es necesario considerar, antes de
establecer un liderazgo, que se trata del segundo país que más postulantes ha
presentado, después de Bolivia.
“La relación entre el número de examinados y
aprobados de Cuba es baja. El parámetro correcto para evaluar qué país va mejor
en el Revalida debe ser el porcentaje de aprobados en función del número de
médicos inscritos”, explica Juan López Linares, físico matemático y profesor de
la Universidad de São Paulo, “Analizando todos los datos, es estadísticamente
confiable afirmar que los resultados de los médicos graduados en Cuba son
peores que los de los médicos egresados de Venezuela, Argentina, Colombia, Perú
y España”.
Los verdaderos campeones en el examen Revalida
de Brasil son los egresados de Venezuela, con ocho médicos capacitados para
ejercer de los 31 que se examinaron hasta la fecha, lo que se traduce en un 26
por ciento de aprobados. Argentina está en segundo lugar, con 27 aprobados de
125 examinados, seguido de los nueve títulos colombianos revalidados, de 47 que
se sometieron a prueba.
Duras críticas
En el caso cubano, de los 322 médicos
examinados -140 en 2011 y 182 en 2012- sólo 35 han conseguido hacer valer sus
diplomas De ese total, siete son ciudadanos cubanos y 28 son extranjeros que
cursaron estudios en la Escuela Latinoamericana de Medicina de Cuba (ELAM),
establecida desde 1999.
Pero no sólo la izquierda brasileña se hizo eco
de ese entendimiento inexacto. El influyente periódico español El Mundo se
encargó de divulgar el “logro de la medicina cubana” entre los lectores en
lengua española. El reportaje del diario, tomado a su vez de la agencia Europa
Press, desfigura aún más la interpretación cuando titula “Los médicos cubanos
sacan mejor nota en los exámenes que les hace Brasil”. El blog Cartas desde
Cuba, del corresponsal de la BBC, Fernando Ravsberg, fue otro que propagó el
artículo, que ya roza las 30,000 alusiones en español en Google.
El programa Más Médicos, lanzado en julio
pasado por la Presidente Dilma Rousseff para llevar médicos a las regiones más
carentes y recónditas del país, ha recibido duras críticas de los colegios
médicos brasileños exactamente por exonerar a los extranjeros del examen de
revalidación. La prueba es considerada por las instituciones como una garantía
de calidad de la formación profesional. Para reforzar el Programa, que no ha
contado con un número expresivo de adhesiones de profesionales brasileños y
extranjeros,
Brasil firmó un convenio con la Organización
Panamericana de la Salud (OPS) para recibir, en los próximos tres años, a
4,000 galenos cubanos. Por decreto Presidencial,
ninguno se someterá a prueba.
Esta semana deben llegan a Brasil, en vuelos
fletados por el Gobierno cubano, 2,000 médicos más, que engrosan el grupo que
está en el país desde agosto.
Un total de 650 médicos cubanos arribó este
martes, según informaron autoridades sanitarias. Los galenos de este segundo
contingente serán enviados a Vitoria (750), Brasilia (500), Fortaleza (300) y Belo Horizonte (450).
El primer programa Presidencial.
Aunque se cuente con el trabajo de diversas
comisiones para Golborne y Longueira, y con los muchos expertos de la Alianza,
no le era fácil armar una propuesta programática global para el próximo Gobierno,
con prioridades claras y medidas sectoriales precisas en apenas 45 días. Evelyn
Matthei lo ha logrado antes que la Nueva Mayoría, de la cual se echa de menos
un horizonte claro en temas como la Constitución, energía y trabajo, a mes y
medio de la elección. En conjunto, el programa de Matthei aparece coherente —ya
que parte de la base sólida que el país ha logrado en los últimos decenios sin
renegar de ella— y a la vez ambicioso para superar los obstáculos que todavía
impiden un desarrollo nacional tanto eficaz como inclusivo y compartido.
Confirmando la experiencia histórica, se muestra así que, más allá de sus
torpezas políticas especialmente abundantes en estas semanas, la centroderecha
accede con mayor facilidad que sus rivales a soluciones concretas, ajenas a las
refundaciones que a aquellos los atraen una y otra vez.
Las ideas contenidas en estas 141 páginas se
estructuran en torno a siete ejes, cinco de los cuales son netamente sociales
(educación, salud, empleo, seguridad y protección de los abusos) y dos más
institucionales o políticos (Regionalización y modernización del Estado). En
cada uno hay metas cuantificadas y priorizadas que aquí no cabe detallar, pero
que son necesarias y posibles. No responden a esquemas ideológicos de nuevos
modelos, sino a profundizar estrategias probadamente exitosas y romper los
nudos que traban el avance para seguir creciendo, y al mismo tiempo dar
respuesta a los problemas más sentidos tanto de los sectores pobres como de los
grupos medios, en especial aquellos aun en riesgo de volver a la pobreza. La
campaña de Matthei debe comprobar que, pese a todos los conflictos internos,
hay una visión común capaz de ofrecer soluciones reales y factibles.
Una demora explicable.
En
cambio, a las divergencias en materia Constitucional de los DC Alejandro Micco
y Patricio Zapata con parte del comando de Bachelet, se suman tanto las que
revela la Presidente de la CUT al comparar lo “concreto” de la propuesta
laboral de ME-O con otras meras “señales e intenciones” (y ello alude a asuntos
como el Código del Trabajo y las AFP en que las demandas de la izquierda no
encuentran la respuesta deseada) como los criterios en el rubro energético,
donde figuras como Sergio Bitar reconocen que hay visiones diferentes. Está
claro que será la ex Presidente quien decida tales divergencias, pero ellas
suponen un costo que no se da en el programa de Evelyn Matthei.
Los estilos de la DC y el PC.
Ya hablamos de la encrucijada que vive la
Democracia Cristiana, en lo político dividida internamente y tironeada para
distintos rumbos por sus principios y sus esperanzas de volver a La Moneda. Una
reunión el próximo martes intentará lograr mejores dividendos de la campaña,
pero los dichos, aparentemente optimistas o al menos conformistas, de Jorge
Burgos a “La Segunda” de ayer reconocen, tal vez con excesivo realismo, que en
materia de programas los partidos tienen que ceder respecto de las
candidaturas, y que sus representantes en el comando opositor “han tenido la
posibilidad de trabajar, de proponer”. El problema está en que, hasta ahora, no
se ve que logren influir en lo que pretenden, algo que —sólo quizás— todavía
podría cambiar. Los comunistas, por su parte, decididamente pragmáticos,
reparten sus apoyos a las candidaturas Parlamentarias según les conviene, dando
y recibiendo, y tal vez porque esperan más, siguen sin resolver su ingreso a un
eventual Gobierno.
Tendencias suicidas.
Los
conflictos en la Alianza y el Gobierno —y entre ambos— han sido el mayor
obstáculo para la centroderecha, en gran parte debido a resquemores y agendas
personales, de corto o mediano plazo. Desde cada rincón se señala a distintos
culpables, pero francamente todos ellos lo son, de capitán a paje, en diversas
formas y con distintos motivos, y si hoy la mayor perjudicada es sin duda la
candidata del sector, en definitiva es el sector completo el que, al parecer
inconscientemente, se juega su porvenir. Ha habido sí rasgos de cordura que
deberían multiplicarse, como el de Lily Pérez al quedarse trabajando en lugar
de viajar a Oriente, el de los Diputados que desistieron de su protesta contra
el Presidente, o actitudes cautas de Mario Desbordes y la propia Evelyn, y
ahora se anuncia un compromiso formal del Gobierno y Parlamentarios de la UDI.
Los recursos presupuestarios.
Aparte del debate de Gobierno y oposición
acerca de las principales partidas para el gasto público del próximo año, que
en esta ocasión será muy duro, el que la Nueva Mayoría suponga que ella lo
administrará le otorga especial interés al monto de libre disposición para
cumplir promesas electorales de carácter urgente. Según el Ministro de
Hacienda, habrá una suma harto más holgada que la recibida por el Presidente
Piñera, que además debió enfrentar los gastos inesperados del terremoto, pero
se le está pidiendo un sustancial aumento. Por otra parte, la oposición critica
los recortes en el ámbito del gasto social, en comparación con el alto nivel
que destinó el Gobierno anterior a su última etapa (que coincidía con un año
electoral). Para el bien común, lo razonable serían sumas que permitan seguir
avanzando en la vía actual en favor de las necesidades de los más vulnerables,
pero con la prudencia que aconseja una situación mundial todavía incierta y en
buena medida imprevisible, con interrogantes como los que plantea una posible
paralización, aunque sea transitoria, de la maquinaria estatal norteamericana.
Insatisfactoria admisión a universidades.
Existe una extendida insatisfacción con el
sistema vigente de admisión a las universidades. Aunque contar con un sistema
único es una gran ventaja de nuestro país, la Prueba de Selección Universitaria
(PSU) ha sido sometida a dos auditorías —una hace 10 años y otra el año pasado
por la consultora internacional Pearson—, y en ambas se han encontrado
deficiencias que exigen una rápida corrección. Pero hasta ahora no se ha sabido
de las medidas adoptadas por el Consejo de Rectores para subsanar esos
problemas. Por el contrario, los rectores han resuelto aumentar la ponderación
de la controvertida medición del ranking en los estudios secundarios, pero
estando ya a comienzos de octubre aún no existe información sobre la
ponderación que habrá de tener cada uno de los componentes de la batería de
elementos considerados.
Como es natural, esta incertidumbre crea en los
jóvenes y sus familias una tensión que ha tenido ya algunos estallidos
públicos, como las protestas de los alumnos del Instituto Nacional. Cambios en
el sistema de admisión debieran ser el resultado de estudios profundos y
públicos, abiertos a toda clase de análisis por los interesados. Cabe recordar
que el sistema es financiado con recursos que provienen de las mismas familias
cuyos hijos se someten a él y, por tanto, sería esperable una mayor
transparencia.
Pero en esta oportunidad, ni la medición
corresponde exactamente a un ranking —que consiste en conocer el lugar que el
alumno ocupó en su curso—, ni las bonificaciones que reciben los alumnos son fácilmente
calculables por ellos. En el mejor de los casos podrán comprobar que sus
cálculos correspondan a lo que se dice, pero les resultará casi imposible saber
cuáles serán las ponderaciones de otros establecimientos, pues para eso sería
necesario conocer el promedio de las notas de ese colegio y, además, el grado
de dispersión que registra en los últimos tres años.
La complejidad de semejante sistema lo hace
cada vez menos controlable, pero este sería un problema bastante menor si los
jóvenes pudieran calcular sus puntajes. Eso no es posible, sin embargo, no solo
debido a que la bonificación proviene de un complejo análisis, sino a que
todavía no se sabe cuánto pesa cada factor, lo que constituye un irrespeto para
con los estudiantes. Si las universidades hicieran algo semejante con sus
propios profesores, cambiando la forma en que se examinan sus antecedentes a
pocas semanas de la fecha final, tendrían una reacción irresistible para los Rectores.
Con la falta de antecedentes disponibles pueden
concluirse pocas cosas seguras, pero entre ellas está que los estudiantes de
los liceos emblemáticos verán perjudicadas sus posibilidades de ingresar a las
universidades más selectivas.
La actitud que han tomado los Rectores en medio
de las dificultades que se observan en el sistema no cuenta con el respaldo del
Ministerio de Educación. La Ministro ha expresado su apoyo a una medición más
directa del ranking, lo que contribuiría a mayor equidad en el ingreso a la
universidad, y a un nuevo sistema de selección de estudiantes. Dicho sistema
fue objeto de discusiones a comienzos de este año, luego que el ex Ministro
Harald Beyer presentara una propuesta al Consejo de Rectores y el Rector de la
U. Católica presentara la suya. Los Rectores dijeron entonces estar abocados al
estudio de una nueva institucionalidad para el sistema de admisión a las
universidades, pero esos estudios parecen haber caído en el olvido, y se ha
vuelto a la improvisación con cambios de última hora.
Cambios a la forma en que se negocia el TPP.
Aunque pueda representar un avance sustantivo
para promover el libre comercio entre los 12 países que buscan suscribirlo, la
opacidad con que han sido conducidas las negociaciones que buscan concretar el
Acuerdo de Asociación Trans-Pacífico (Trans-Pacific Partnership, TPP) genera
cuestionamientos válidos que deben ser atendidos, pues rompe con la manera en
que Chile ha llevado adelante en las últimas décadas una exitosa política de
apertura comercial y amenaza con deslegitimar el proceso.
El Presidente de la República viaja a Bali,
Indonesia, para participar en la cumbre anual de Apec, en cuyo marco se reunirá
con líderes de los países que negocian el TPP, con los cuales busca avanzar en
el proceso de integración comercial. El Mandatario ha señalado que Chile tiene
“un profundo y sólido compromiso” con dicho acuerdo y que espera verlo suscrito
antes de fin de año. Sin embargo, es necesario que se aclaren las dudas que
existen sobre los contenidos y las consecuencias del acuerdo, para evitar luego
sorpresas que puedan terminar complicando una eventual aprobación Parlamentaria
del mismo y haciendo daño a la causa del libre intercambio.
En las últimas décadas, Chile ha llevado
adelante, bajo Gobiernos de distinto signo, una política de apertura comercial
construida sobre dos grandes pilares: la desgravación unilateral y la firma de
acuerdos de libre comercio con una serie de países y regiones. La estrategia ha
rendido frutos muy favorables, abriendo mercados para las exportaciones
nacionales y permitiendo a los consumidores chilenos acceder a productos de
calidad a precios competitivos. Por lo mismo, sólo cabe perseverar en esta
línea, y el TPP parece, en este sentido, una oportunidad inmejorable, pues
amplía la posibilidad del intercambio comercial con la región del planeta que
hoy exhibe mayor dinamismo económico, más aún si el proceso definido por Apec
en Bogor, en 1994, para crear una zona de libre comercio en la cuenca del
Pacífico, no ha cumplido las metas establecidas entonces.
No obstante, resulta necesario que el proceso
negociador satisfaga estándares de transparencia que no han sido respetados con
ocasión del TPP. Ello ha dado pie a filtraciones extraoficiales y rumores,
argumentos utilizados por sectores proteccionistas que cuestionan no sólo la
forma y apuntan al contenido supuesto del acuerdo. Es lo que ocurre, por
ejemplo, con la industria farmacéutica local, que resiente la posibilidad de
que el TPP incluya provisiones que hagan más estricta la preservación de los
derechos de propiedad intelectual. También se han sumado a las críticas varios
políticos, algunos de los cuales tradicionalmente se han opuesto al libre
comercio.
Lo anterior, unido al hecho de que el TPP es
entendido por algunos como un instrumento geopolítico que EE.UU. buscaría
utilizar para aislar a China -que no forma parte del TPP-, hace recomendable
revisar la manera en que se han llevado adelante las conversaciones. Se espera
que en Indonesia, los líderes de los países que negocian el TPP emitan una
declaración sobre los avances del proceso. Sería conveniente que en ella se
aborde el tema de la transparencia y que Chile -cuyo acuerdo “P4” con Brunei,
Nueva Zelandia y Singapur sirvió de base para el documento que hoy se discute-
exprese la necesidad de que las tratativas se lleven adelante con transparencia
y participación, no como ha sido hasta ahora.
Una carta para meditar.
Señor Director:
Armas.
Sabemos exactamente de cuántas armas disponen,
e inscritas legalmente, los reos de Punta Peuco. Lo que no se imaginan es el
enorme arsenal que poseen los reos de otras cárceles del país y, por supuesto,
no inscrito.
Fernando Díaz Spano.
Señor Director:
Odlanier Mena.
En la edición del domingo 29 de septiembre de
La Tercera se publicó en la portada del
diario una imagen cuyo pie de foto dice: “Odlanier Mena un día antes de su
muerte”. En la página 3 de la misma edición aparece una fotografía a gran
espacio cuya descripción indica: “Esta fotografía fue tomada horas antes de que
dejara el penal Cordillera. Foto UPI”.
Ambas fotos son falsas y no corresponden al General
Mena (Q.E.P.D). La persona que allí aparece es el Teniente Coronel (R) David
Miranda Monardes, también detenido en el penal Cordillera de la manera más
injusta que jamás haya conocido.
Creo que un medio de comunicación tan
importante como el que usted tiene a cargo no puede permitirse este tipo de
errores, sin pensar en el dolor de las familias del fallecido General Mena y
del Comandante Miranda, de quien soy amigo personal. Estimo que su periódico
les debe a las familias afectadas y a los lectores de su diario una explicación
por difundir fotografías falsas.
Patricio Muñoz Astorga.