Las voces del silencio
por Mario Vargas Llosa.
Aunque no soy un usuario entusiasta de
Internet, reconozco que su aparición ha hecho crecer de una manera notable la
libertad de expresión en el mundo y ha infligido un golpe casi mortal a los
sistemas de censura que los Gobiernos autoritarios establecen para controlar la
información e impedir las críticas. Me ha convencido de eso Emily Parker,
antigua periodista de The Wall Street Journal y de The New York Times, que en
un libro de próxima publicación en los Estados Unidos pasa revista a la
revolución que han significado la Web y las redes sociales en China, Cuba y
Rusia en el campo de la información.
Su libro se titula Now I Know Who My Comrades
Are ( Ahora sé quiénes son mis camaradas ), se subtitula Voices from the
Internet Underground ( Voces de Internet clandestino) y, aunque es un reportaje
documentado y riguroso, se lee con la excitación de una novela de aventuras.
Emily Parker habla mandarín y español, ha conocido y entrevistado a la mayor
parte de los blogueros más influyentes y populares en aquellos tres países, y
se mueve con total desenvoltura en el mundo de catacumbas en el que suelen
operar, desde el cual han establecido las relaciones digitales que los conectan
con el mundo y desde el que han devuelto la esperanza de progreso y de cambio
democrático a decenas de miles de sus compatriotas que, antaño, vivían
paralizados por la apatía, el miedo y el pesimismo. Hace tiempo que no leía un
libro tan entretenido y a la vez tan estimulante para la cultura de la
libertad.
No se crea que Emily Parker idealiza
excesivamente a los personajes que pueblan su libro, presentándolos a todos
como esforzados paladines del progreso y desinteresados idealistas, dispuestos
a ir a la cárcel y hasta perder la vida en su lucha contra la opresión. Nada de
eso. Junto a admirables luchadores guiados por convicciones y valores
principistas, hay también oportunistas y casquivanos, así como aventureros y
escurridizos de inapresable filiación y, acaso, hasta infiltrados y espías del
Gobierno. Pero todos ellos, queriéndolo o no, haciendo lo que hacen, han
logrado que retrocedan y a veces se volatilicen los frenos y controles que
permitían a las dictaduras manipular la información y han conseguido que en la
gris monotonía de esas sociedades embridadas de pronto las verdades oficiales
pudieran ser cuestionadas, desmentidas, reemplazadas por verdades genuinas, y
que el silencio se llenara de voces disidentes y un aire renovador, juvenil,
esperanzado, y empezara a movilizar a sectores sociales que hasta entonces
parecían petrificados por el conformismo.
Si el testimonio de Emily Parker es exacto, y
yo creo que lo es, de los tres países sobre los que escribe, donde la
revolución digital ha producido mayores cambios y donde éstos parecen haber
alcanzado una dinámica difícil de atajar es en China, en tanto que en Cuba los
cambios son menores y más susceptibles de ser víctimas de una regresión. Rusia
parece dar manotazos en un mar de incertidumbre en el que cualquier cosa puede
ocurrir: un discurrir violento hacia más libertad o un retroceso no menos
traumático y veloz hacia el autoritarismo tradicional.
Una de las conclusiones más alentadoras de este
ensayo es que la revolución tecnológica que hizo posible Internet no sólo es un
arma poderosa para combatir a las dictaduras; también, para dar un derecho a la
palabra a los ciudadanos comunes y corrientes en las sociedades abiertas de
modo que el derecho de crítica deje de ser una prerrogativa de ciertas
instituciones y órganos de expresión, y pueda extenderse y subdividirse sin
límites, exponiendo a la vigilancia y la crítica del conjunto de la sociedad a
los propios medios de comunicación. De esto puede resultar, desde luego, una
cierta anarquía informativa, pero, asimismo, un sistema en el que la libertad
de expresión esté permanentemente sometida a prueba y a perfeccionamiento y
discusión.
Los blogueros, talentos y genios de las redes
sociales suelen ser tan extravagantes y pintorescos como los artistas -con sus
manías, estilos y ambiciones- y uno de los grandes méritos de Emily Parker es
retratarlos en su libro no sólo prendidos a sus ordenadores y enviando sus
mensajes a través del éter a la miríada de invisibles seguidores y amigos con
que mantienen contactos digitales, sino en la intimidad familiar, en los cafés
o antros donde se refugian, en el seno de sus familias, en los mítines
políticos que promueven o en los escondites donde suelen desaparecer cuando son
perseguidos. Eso hace que este libro esté lleno de color y de vida plural,
donde la política, la cultura, los problemas sociales y económicos no aparecen
nunca como realidades abstractas y desencarnadas, sino humanizados en
individuos de carne y hueso, con sus grandezas y miserias y en unos contextos
que permiten medir mejor los logros que han obtenido, así como sus fracasos.
Algunos de estos personajes se quedan en la
memoria del lector con la vivacidad y el dinamismo de los protagonistas de una
novela de Joseph Conrad o André Malraux. Por ejemplo, los chinos Michael Anti
(Zhao Jing) y He Caitou, los cubanos Laritza Diversent, Reinaldo Escobar y
Yoani Sánchez, y el ruso Alexéi Navalni aparecen en estas páginas con unos
perfiles tan dramáticos y notables que parecen provenir más de la ficción que
de la pobre realidad. Navalni, sobre todo, cuya historia ha dado ahora la vuelta
al mundo gracias a su última peripecia que lo llevó a la cárcel y lo sacó de
ella para ser candidato a la Alcaldía de Moscú, en unas elecciones en las que
obtuvo tres veces más votos que los que predecían las encuestas (y
probablemente muchos más que los que dijeron los resultados oficiales).
Es un milagro que Alexéi Navalni esté todavía
vivo, en un país donde los periodistas muy críticos del régimen que Preside el
nuevo zar, Vladimir Putin, suelen morir envenenados o asesinados por hampones,
como la valiente Anna Politkovskaya. Sobre todo porque Navalni comenzó su
carrera de bloguero denunciando con pruebas inequívocas las corruptelas y
tráficos delictuosos de las grandes empresas (privadas o públicas) y exhortando
a sus usuarios o accionistas a emprender acciones Legales contra ellas en
defensa de sus derechos. No sólo sigue vivo, después de haber calificado a
Rusia Unida, el partido de Gobierno, de "El Partido de los Estafadores y
Ladrones", sino que se ha convertido en una verdadera fuerza política en Rusia:
ha convocado manifestaciones de oposición con asistencia de decenas de miles de
personas y es una figura internacional, que habla varios idiomas, domina gran
variedad de temas, e impresiona por su simpatía y su carisma. En las páginas de
este libro descuella sobre los otros disidentes por su apostura, su elegancia,
pero también porque es imposible precisar en su caso dónde comienzan y dónde
terminan sus ambiciones, sus convicciones y sus principios. No hay duda de que
es excepcionalmente inteligente y valiente. ¿Pero es también un demócrata
genuinamente guiado por un afán de libertad o un populista ambicioso que detrás
de todos los riesgos que corre esconde sólo un apetito de poder y de riqueza?
Leyendo este libro es difícil no sentir una
gran tristeza por ver los estragos que el totalitarismo ha causado en China,
Cuba y Rusia. Todos los progresos sociales que el comunismo pudo haber traído a
sus pueblos no compensan ni remotamente el atraso cívico, cultural y político
en que los ha sumido, y los obstáculos que ha sembrado para que puedan
aprovechar sus recursos y alcanzar el progreso y la modernidad en un ámbito de
coexistencia democrática, legalidad y libertad. Es clarísimo que ese viejo
modelo está muerto y enterrado, pero, aun así, librarse de él definitivamente
les significará tiempo y sacrificios.
El libro de Emily Parker muestra el invalorable
servicio que ha venido a prestar en esta tarea Internet, la gran transformación
de las comunicaciones de nuestro tiempo.
Mentira,
por Adolfo Ibáñez.
"Para mentir y comer pescado hay que tener
mucho cuidado", reza el refrán. Se refiere a que aquel que miente, pronto
queda en descubierto. Sin embargo, el problema de hoy radica en que las
técnicas comunicacionales, minuciosamente estudiadas por la publicidad
comercial, sumadas a la amplitud de cobertura de los medios y de las redes,
permiten difundir y reiterar las mentiras hasta presentarlas como verdades
obvias.
La mentira es un engaño. Tan sencillo como eso.
Sin embargo, no siempre es fácil detectarla y, menos aún, denunciarla. La misma
lengua se presta para ocultarla. La explicación de esta palabra que entrega el
diccionario de la Real Academia Española constituye un ejemplo para la
antología de la mentira, al difuminar su definición hasta dejarla inocua.
Este último tiempo se ha prestado para este
ejercicio con motivo de los 40 años del Once. Hay que reconocer que han armado una confusión magistral entre el
golpe y el Gobierno militar, pretendiendo deslegitimar al primero y denigrar a
quienes contribuyeron decisivamente para dotar al país de una institucionalidad
que nos permitió superar largamente la postración anterior. La coincidencia
con la campaña Presidencial ha permitido amplificar este fenómeno
comunicacional. Y pareciera que la buena situación económica facilita el hecho
de falsificar la historia. Como se trata de un asunto intangible, que no afecta
en lo inmediato al bolsillo ni a lo cotidiano, es más difícil que se genere una
reacción. No es la primera vez que vivimos esta situación. La Independencia y
la negación de nuestros orígenes constituyen un grueso antecedente. Y se
podrían citar otros ejemplos.
En Argentina y en Venezuela, sus Gobiernos se
han empeñado también en mentiras para justificar su revolución o su modelo, con
el resultado de que ambos países se han empequeñecido. La diferencia radica en
que en ellos se ha deteriorado conscientemente la economía, como medio para
alcanzar sus metas y mantener el poder. Y eso trae un malestar material que
despierta más rápidamente una reacción popular, a la vez que señala con más
claridad un camino de rectificación.
Al comer pescado uno se puede atragantar y
quedar con riesgo vital. Las mentiras son espinas que aparecen más tarde como
un veneno en el alma que despotencia a las personas y a las sociedades que así
se han alimentado. No hay que confundirse: el subdesarrollo no es un asunto de
crecimiento material, sino una enfermedad del alma cuyo origen ya no es posible
desconocer.
Un acuerdo que no repara,
por Cristina Bitar.
Todos recordamos cuando un grupo de
manifestantes exaltados ingresó por la fuerza a dependencias del Congreso e
interrumpió violentamente una sesión a la que asistía el entonces Ministro de
Educación, Felipe Bulnes. Este acto fue repudiado, en su momento, por todos los
sectores. No por el contenido del mensaje de quienes realizaron la toma, sino
por el total desprecio por las instituciones democráticas y por la falta de
oportunidad de la acción. Los activistas fueron detenidos y la Fiscalía inició
una investigación. Al mismo tiempo, el Gobierno se querelló, pues consideró que
la toma así lo ameritaba. Este proceso Judicial terminó, la semana pasada, con
un acuerdo reparatorio consistente en que los agresores se obligaron a hacer
campañas de difusión de la propuesta de asamblea constituyente. Este acuerdo
alcanzado por la Fiscalía y la defensa de los imputados fue aprobado por el Juez
de garantía.
En mi opinión hace mucho que en Chile no
ocurría algo de tanta gravedad institucional, no sólo porque en este caso el
sistema de Justicia, a través del Juez y del Fiscal respectivos, asumió una
posición política de naturaleza partidista, sino porque se validó formalmente
la promoción de una propuesta de quiebre institucional.
No soy abogada, por lo que me permito hablar
desde el sentido común más que desde el conocimiento técnico, pero como
ciudadana entiendo que si alguien ha cometido un acto ilícito y el sistema de
persecución penal contempla la alternativa de que la sociedad y el imputado se
ahorren un juicio a través de un acuerdo reparatorio, precisamente lo que se
busca en una reparación social y, si corresponde, de la víctima. No corresponde
una reparación si no se reconoce la existencia de un daño injusto; en este caso
lo que aparece como obvio es que lo que los manifestantes que irrumpieron por
la fuerza en el Congreso lo que dañaron fue nuestra institucionalidad
democrática, que se basa precisamente en la capacidad de resolver las
diferencias políticas excluyendo para ello el uso de la fuerza.
La separación de poderes se basa en que el rol
de la Judicatura es el de funcionarios que tienen por misión interpretar y
aplicar la Ley. Es decir, es una labor técnica, para la que se preparan en la
Academia Judicial y por la que deben hacer una larga carrera funcionaria. Sus
opiniones personales, sus visiones políticas, sus relaciones de amistad o
parentesco tienen que quedar fuera de los juicios que hacen.
Su rol es aplicar y proteger el estado de
derecho, a través de una aplicación imparcial de la Ley. Desde el momento que
un Juez deja que sus propias ideas políticas permeen sus decisiones Judiciales,
estamos en graves problemas. Es importante que la acción Judicial tenga límites
y cuáles son los parámetros por los cuales pueden tomarse este tipo de
libertades. El mensaje que se entrega a la ciudadanía es nefasto, pues se
consiente que una acción violenta, antidemocrática y fuera del ordenamiento Jurídico
sea premiada por un Tribunal.
Por otro lado, en Chile el poder constituyente
tiene un titular claro, es el Congreso Nacional, ese es el órgano que puede
cambiar nuestra Constitución. Pretender privarle de hecho de esa atribución es
ir en contra de nuestra democracia y nuestro Estado de Derecho. La historia nos
muestra, partiendo por la de Chile, que los países que abren esa puerta entran
a un camino incierto, generalmente violento y de mucho sufrimiento. Por eso es
que lo ocurrido me resulta tan preocupante. Es insólito que el sistema de Justicia,
encargado de proteger la vigencia de la Ley y de nuestro sistema Jurídico
institucional, a través de un Juez, renuncie a su labor y trate de vender como
un acuerdo reparatorio un premio a los agresores. Verdaderamente este acuerdo
podría tener otros nombres, pero no el de reparatorio.
¿Y la familia en qué lugar queda?
por Carmen Domínguez.
Próximos a la elección Presidencial y, por lo
mismo, en tiempo oportuno para escrutar las propuestas de quienes aspiran a
dirigir el país, sorprende la ausencia de iniciativas concretas en favor de la
familia. Es cierto que el detalle de los programas de cada uno no es de
conocimiento público aún, pero tratándose de esta materia, pareciera que éstos
ya debieran haber sido planteados. En efecto, como todas las encuestas lo
revelan, la familia es la prioridad para todos nosotros, es donde obtenemos las
mayores satisfacciones, y por la que estamos dispuestos a los mayores desafíos.
No obstante, esa relevancia que le damos no se corresponde con la ausencia de
propuestas que apunten a promoverla.
Así, por ejemplo, sabemos que todos han
apuntado la necesidad de avanzar en una educación pública gratuita y de calidad
como condición indispensable para el desarrollo de cada chileno y del país. Sin
embargo, la educación formal, siendo esencial, no es suficiente para el
desarrollo integral de la persona, que es la aspiración final que quisiésemos;
y en ello, la familia es insustituible. El éxito académico se ve facilitado si
el niño cuenta con padres comprometidos en su proceso formativo. Cómo permitir
que ello sea posible, debiese ser una de las primeras preguntas en la agenda de
un candidato.
Contestar esa pregunta, y las que las políticas
públicas familiares plantean, obliga a
invertir en estudios que permitan obtener los datos duros sobre las fortalezas
y desafíos de la familia en Chile, que hasta ahora no tenemos. Opinamos y Legislamos
la mayor de las veces a partir de un diagnóstico incompleto, o peor aún, del
que nos parece que es la realidad o las necesidades de las familias, pero sin
ningún apoyo consistente, sin un diálogo interdisciplinario con todos los que dedican
su vida a trabajar con la familia o a estudiarla.
Luego, se necesita avanzar en lo que nos une,
más que en lo que nos divide. Es cierto que la comprensión del derecho a la
vida o de las uniones entre personas del mismo sexo son temas en los que un candidato
Presidencial debe tener una posición clara, pues ellos definen aspectos
esenciales de su visión de la sociedad y la vida. No obstante, los problemas y
desafíos de la familia no se agotan en ello. En un país con una bajísima
natalidad, ¿qué se va a hacer para potenciar el que se quiera ser padre y
madre? ¿Cómo se va a promover una familia más numerosa, reconociendo desde el
Estado a quienes tienen mayor número de hijos y modificar así la indiferencia
que hoy existe hacia ello? Así, cuando se propone una reforma tributaria, nada
se ha dicho de que ante los tributos da lo mismo cuántos hijos se tiene o que
estar casado en sociedad conyugal hace pagar más impuestos.
Las mismas preguntas podemos plantear en salud,
vivienda, familias con algunos de sus miembros discapacitados, matrimonios en
conflicto, y tantas otras materias dónde no existen políticas públicas
focalizadas, sistémicas y eficientes. Estas preguntas, entre muchas otras,
esperan respuestas urgentes. Ojalá sean dadas en el mes que queda de aquí a los
comicios.
Campaña pro asamblea constituyente.
Con la clara decisión de eludir la normativa
vigente en cuanto al procedimiento para reformar la Constitución, está en pleno
desarrollo una campaña para que los votantes en las próximas elecciones de
Presidente, Congresistas y miembros de los Cores marquen su cédula con una
sigla que exprese su respaldo a una asamblea constituyente. Es obvio que esa
manifestación de apoyo carece por sí sola de efectos Legales, pero será un paso
más en una suma de factores, hábilmente planificados para presionar por una
fórmula plebiscitaria no contemplada por nuestro ordenamiento Jurídico. Pero si
bien se logró ya instalar el tema en el debate público, habrá el 17 de
noviembre, además de la probable mayoría de quienes no quieran marcar la señal
indicada, un gran sector del electorado ausente, cuya opinión nadie podrá
atribuirse.
Antenoche, un programa televisivo al que
asistió la coordinadora de esa campaña dejó planteadas más preguntas que
respuestas sobre el tema. Pese a la consigna de querer que todos nos sintamos
identificados con la nueva Carta Fundamental (según algunos, hasta estar
dispuestos a dar la vida por ella), sería evidente la necesidad de que tal
asamblea la compongan no todos los ciudadanos sino sus representantes, papel
que desde luego se niega a los actuales parlamentarios, entre otras razones,
porque no cumplen con la pauta estadística de igualdad entre hombres y mujeres
y carecen de integrantes indígenas, lo que es ya una pista de los criterios que
se pretende imponer.
Sin embargo, nada se dice en concreto acerca de
cómo se elegirían sus miembros y qué calidades tendrían en relación a la tarea
por cumplir. ¿Habría un “cuoteo” previo entre académicos, políticos,
sindicalistas, etcétera? ¿En qué forma se considerarían los aporte de las
regiones y de las diversas tendencias partidistas? ¿Quién y bajo qué pautas lo
decidiría?
Se está invitando, pues, a adherir a un
mecanismo desconocido, cuando lo razonable sería saber antes de qué se trata.
Como siempre ocurre en situaciones similares, el grupo que promueve la
iniciativa debe tener ya una idea al respecto, pero prefiere no anticiparla.
Ante la pregunta de qué harán después de la próxima votación, se dijo anoche
que se buscará un gran acuerdo político. ¿Se considerará que basta para ello
con la Nueva Mayoría más varios movimientos sociales? ¿Se espera invocar una
simple mayoría Parlamentaria recién electa, aunque no cumpla con el quórum Constitucional,
pese al aparente repudio al Congreso? ¿En qué quedará lo de “todos”
identificados con el nuevo texto?
Lo visto hasta ahora muestra que se intenta, en
definitiva, llegar a un plebiscito, torciendo el alcance del compromiso de
seguir un camino institucional. Pero en dicho procedimiento se supone que la
ciudadanía aprueba o rechaza una propuesta, y aquí el problema previo está en
la asamblea que tendría que elaborarla. Mientras eso no se aclare resulta
absurdo pedir un voto en favor de ella, pues eso implica el compromiso con una
entidad futura de la que se ignora casi todo.
¿Sindicalización obligatoria?
En esta campaña electoral se ha vuelto a
plantear la afiliación automática de los trabajadores a los sindicatos.
Enarbolada principalmente por la CUT, ha sido acogida por muchos dirigentes de
la Nueva Mayoría, e incluso el Vicepresidente de Icare ha expresado que sería
"deseable" la "sindicalización automática con barreras de salida
expeditas".
Esto presume que la mejor forma en que el trabajador
puede mejorar sus condiciones laborales es mediante los sindicatos, lo cual no
se condice con la realidad ni con la tendencia mundial: en las últimas décadas
ha caído la tasa de sindicalización en la mayor parte de los países, pese a
tener estatutos laborales muy variados. Desde los años 60, la tasa de
sindicalización promedio ha caído a la mitad (de 35 a 17%), y esta tendencia ha
sido más fuerte aún en los últimos años. Así, en Alemania, el año 2000 la tasa
de sindicalización era de 25%; hoy solo llega al 18%. En el mismo lapso, en el
Reino Unido ha caído del 30 al 25%, y en EE.UU. del 13 al 11%.
Los sindicatos se originaron en el siglo XIX
como respuesta a una nueva forma de industrialización, que significó la
aparición de las grandes fábricas. Un trabajo muy homogéneo y mecánico hizo que
los sindicatos jugaran un rol clave en la defensa de los trabajadores. En las
nuevas formas de producción actuales, su importancia ha caído. La información,
la mayor competencia y la escasez relativa de trabajadores han llevado a que no
sean principalmente los sindicatos las vías para los mejoramientos salariales,
ahora mucho más vinculados al dinamismo de los mercados laborales. Sorprende
que en Chile se propicie una sindicalización automática sin equivalente en el
mundo y que afecta seriamente la libertad personal. Esto es válido incluso si
se permite desafiliarse, ya que el costo de transacción de cualquier trámite
desincentiva hacerlo, y además son previsibles presiones y represalias de los
demás trabajadores contra quien opte por esa decisión.
La académica Andrea Repetto ha propuesto una
fórmula distinta, la "afiliación activa", consistente en que los
trabajadores al ser contratados pasen a pertenecer al sindicato por un período
corto (un mes), después del cual debería ratificarse la permanencia en las
dependencias del sindicato. La diferencia es sustancial: las cláusulas por
omisión (en este caso la afiliación automática, a menos que se rechace) han
sido criticadas en otras actividades económicas, por considerarse que vulneran
la real voluntad de las personas.
Lamentablemente, en el debate laboral han
estado ausentes otros aspectos más relevantes, como, por ejemplo, propuestas de
adaptabilidad laboral para incorporar a más mujeres y jóvenes al mercado del trabajo.
Es de esperar que en las semanas que quedan de campaña se conozcan propuestas
más modernas y más pro trabajador.
Carreras y velocidades inadmisibles.
Este diario advirtió editorialmente ya en 2010
y 2012 sobre el peligro para terceros y la obvia ilegalidad de las carreras
clandestinas en ciertas autopistas concesionadas de la capital, principalmente
en la zona de Lo Curro, como es de común conocimiento de usuarios, vecinos,
policías, Fiscales, Jueces, concesionarios, Legisladores y autoridades Municipales
y de Gobierno. Por lo general, hacia la medianoche, en tramos en que la
velocidad máxima permitida es de 100 km/h, propietarios de costosos automóviles
compiten en carreras en que sobrepasan los 200 km/h. Tal espectáculo atrae a
curiosos e incluso a apostadores. Similares carreras se organizan también en
otras zonas capitalinas, como las rectas pavimentadas de Lo Espejo, Quilicura y
San Bernardo.
Carabineros afirma que fiscaliza intensamente y
cursa partes por diversas infracciones a la Ley de Tránsito, pero no dispone de
vehículos apropiados para perseguir a los hechores. Personeros de la autopista
carecen de facultades para impedir estos hechos y afirman haber desarrollado
gestiones para evitarlos, en coordinación con instancias Municipales y
policiales, sin resultados, aunque sí se habría logrado identificar a las
"comunidades" que se asocian para este efecto. Se afirma también que
no habría norma Legal que tipifique penalmente estos actos. En 2010, Diputados
UDI y DC presentaron una moción para salvar este posible vacío Legal por la vía
de calificar como asociación ilícita el concertarse para tales carreras. Dados
ciertos reparos Jurídicos a esa fórmula, parecería más simple una reforma a la
Ley de Tránsito. En todo caso, poco o nada se ha avanzado, y los reclamos se
acrecientan, por el "daño acústico" (escapes libres y otros) y la
"indolencia ante la inseguridad".
Ahora el Ministro de Transportes ha anunciado
que está en su etapa final el estudio de un proyecto de Ley para instalar un
sistema de fotorradares que permita identificar y sancionar a quienes
participen en estas carreras, y cabe presumir que Colegisladores y Magistrados
determinarán si efectivamente existe un vacío Legal tal que ningún órgano Estatal
pueda hoy actuar frente a una anomalía semejante, que se prolonga ya por años.
Entretanto, otros conductores parecen apoyarse en la actual impunidad y, sin
necesariamente asociarse para carreras, infringir también la normativa sobre
velocidad máxima: por ejemplo, datos de la autopista Costanera Norte, entre
agosto de 2012 y agosto de 2013, registran casos en que automovilistas han
alcanzado hasta 209 km/h. Como se ha observado antes, en ningún país avanzado
se toleraría esto como una práctica más allá del alcance de la Ley.
Enfoques internacionales.
Los 12 -Estados Unidos, Japón, Canadá y México,
junto a Australia, Chile, Brunéi, Nueva Zelandia, Singapur, Malasia, Perú y
Vietnam- forman un mercado de 790 millones de consumidores potenciales y un PIB
sumado de 28 millones de millones de dólares.
A primera vista, parecería que pertenecer a un
bloque comercial tan amplio solo puede ser beneficioso. Chile tiene TLC con
todos los miembros de la TPP, por lo que podría estimarse que nada nuevo
obtendría. No obstante, esta última tiene una impronta multilateral que permite
negociar aspectos difíciles de armonizarse en convenios bilaterales. Las
relaciones ganan en estabilidad y predictibilidad, con reglas del juego parejas
para todos. Además, la TPP no debiera perjudicar a los TLC ya firmados, porque
aplicará el principio de "coexistencia", es decir, que los derechos
establecidos en los acuerdos bilaterales no se verán afectados de ningún modo.
Así, un productor podría exportar según las condiciones que más le convengan,
dependiendo del bien que exporte y del país al cual envíe. Por otra parte, la
TPP permitirá acelerar calendarios de desgravación arancelaria en los TLC
vigentes; por ejemplo, con Malasia, Japón y Vietnam. Chile podría incluir
bienes que quedaron fuera de la liberación arancelaria de algunos acuerdos
previos, como sería el caso de ciertos productos agrícolas en el convenio con
Japón.
Un acuerdo como la TPP debería facilitar el
comercio y los procedimientos aduaneros. Esto podría hacerse, por ejemplo,
mediante certificación electrónica, normas sobre ventanillas únicas y
operadores económicos autorizados. Se sabe que habrá normas específicas
(favorables) aplicables a sectores como el de dispositivos médicos, vinos,
licores, cosméticos, productos farmacéuticos, bienes de tecnología de la
información y comunicación, calzado, entre otros. Chile propuso que se incluyan
los productos orgánicos. Desde el punto de vista del comercio de bienes y
servicios, uno de los principales beneficios de la TPP es que establecerá un
sistema de acumulación de origen para definir las normas de origen. Estas
normas determinan si un producto importado debe ser considerado como elaborado
en el país con el que se tiene un TLC y, por tanto, puede beneficiarse de las
reducciones o exenciones arancelarias convenidas. En Chile, estas normas están
definidas sobre la base del porcentaje de valor del bien que es incorporado en
el país exportador. Dado que Chile tiene varios acuerdos comerciales, podría
ocurrir que un bien cuyo primer proceso productivo se hace en un país con el
que se tiene un TLC sea exportado y procesado posteriormente a otro país con el
que también tiene un TLC, pero el bien final no se beneficia de las rebajas o
eliminación de aranceles, pues el procesamiento en el segundo país no alcanza a
cumplir con el porcentaje de valor incorporado. La regla de acumulación de
origen hace que los beneficios comerciales se traspasen de un país a otro, por
lo que, en la situación anterior, el bien recibe los beneficios arancelarios
establecidos en los acuerdos.
Los críticos de la TPP afirman que todo esto es
teórico, porque no está probado que se obtengan beneficios con la
flexibilización y armonización de estas reglas, especialmente en relación con
exportaciones como pesca o fruta, que no acumulan origen.
Secretismo excesivo.
Con la TPP, EE.UU. busca posicionarse en Asia,
vis-à-vis con China. Que esta esté fuera del bloque podría ser perjudicial para
países que, como Chile, la tienen como principal socio comercial. Las
implicancias de esto debieran medirse con cuidado.
En varios países de la TPP han surgido críticas
al secretismo con que se han llevado las negociaciones. Es natural que estas
discusiones se efectúen con discreción y reserva, pero en el caso de la TPP han
sido extremas. Sectores laborales de EE.UU. han planteado reclamos por la
supuesta participación de grandes corporaciones en la mesa. Si tal fuera el
caso, sería conveniente aclararlo. También exigen más protección laboral,
señalando que en algunos países hay "trabajo esclavo".
Antes de concluir el acuerdo, las autoridades
chilenas debieran dar a conocer sus términos. Es indispensable despejar las inquietudes
de quienes estiman que la TPP empeoraría las condiciones de los TLC. Y aclarar
las dudas sobre normas medioambientales (más estrictas); laborales; sobre
empresas estatales, y -el punto más delicado- de protección a la propiedad
intelectual. Estas últimas serían cláusulas de salvaguardia que encarecerían
ciertos bienes -por ejemplo, a los fármacos "genéricos"-. Chile y
Nueva Zelandia han hecho una propuesta al respecto.
Dadas las muchas aristas sensibles pendientes,
no es deseable que un acuerdo con tantas implicancias se negocie con prisas no
proporcionadas a tales complejidades.
Insólita renuncia de sauditas al Consejo de la ONU.
Las candidaturas para incorporarse como miembro
no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU se trabajan por largo tiempo.
El país interesado hace una minuciosa labor Diplomática para, primero, ganar el
respaldo de toda su región y, luego, tratar de obtener el máximo de votos en la
Asamblea General.
Por lo anterior, parece insólito que Arabia
Saudita haya renunciado a su escaño un día después de ser elegida. Quiere
protestar así por la inoperancia de la ONU en el conflicto de Siria. Los
sauditas apoyan a los rebeldes que luchan contra el Gobierno de Assad. También
han reclamado que el CS no ha hecho nada para evitar la proliferación de armas
de destrucción masiva en la región -una velada referencia al armamento nuclear
de Israel-. El gesto saudita resalta aún más la necesidad de reformar la ONU
para hacerla más ágil y eficaz.
Franco Parisi parece ser la versión 2.0 del Fra
Fra, buena labia, promesa fácil, afán mesiánico y bueno para hacerse la
víctima.