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jueves, 3 de octubre de 2013

Rápida mirada a temáticas de actualidad...















¿Qué es todo esto?,
por Gonzalo Rojas S.


La palabra, la expresión exacta, no aparece de inmediato. Tampoco resulta fácil incluir en un solo término el estado actual de nuestras relaciones humanas.


Locura: significaría que todos somos inimputables. Odio: descalificaría a los pacíficos que van quedando. Agresiones: implicaría que merecemos castigos parejos. Venganza: se presumiría que, por igual, todos tenemos afán de revancha. Desconcierto: podría pensarse que nadie entiende nada.


¿Y si lo llamamos simplemente con esa magnífica palabra castiza, descuajeringamiento? Lo que se sale de cuajo. ¿O desquiciamiento? Para que se entienda mejor: lo que se sale de quicio. Eso es.


Unos pocos -quizás cientos, quizás miles- están sacando todo lo nuestro fuera de su quicio. Desquiciándose ellos, nos desquician a los demás.


Le han metido a la vida nacional, a las palabras y a los hechos, tales cuotas de descriterio o de agresividad, de imprudencia o de maldad, que en Chile puede llegar a pasar cualquier cosa. El país se tambalea desconcertado, se le mueve el piso. Está temblando muy fuerte. Terremotea.


Asumo, en primer lugar, mi propia contribución. No dejaré de reprocharme tosquedades intelectuales o torpezas verbales. Importa poco, porque se trata apenas de un columnista, no de una columna, no de un sillar de fundación. Firmo solo con mi nombre y hasta ahí llega mi responsabilidad.


Otros, por sus puestos oficiales, tienen de verdad la pista muy pesada. En primer lugar, y muy particularmente en los últimos días, el Presidente Piñera. Lo que volvía a su cauce de discusión académica, él lo soliviantó. Lo que era cuestión de los tribunales -habitualmente mal llevado-, él lo politizó. Y Hinzpeter lo secunda. De paso, se perdió ya una vida.


Complementándolo, los que tienen por objetivo permanente desquiciar al país, se burlan, gozan. Desde muy diversas instancias de las izquierdas, desde todas las organizaciones de fachada del PC, comprueban cómo van logrando sacarlo todo de su sitio. Y lo hacen, una vez más, a través de manos ajenas -que en cuanto puedan, terminarán cortando-.


La UDI acierta al afirmar que estamos en un momento en que "la división entre los chilenos en vez de superarse, puede ahondarse". Pero ¿es consciente de cómo ella misma, sí, el partido que tiempo atrás era el modelo de probidad y unidad, se ha transformado en una maquinita más de poder? Cuando Andrés Chadwick, dentro de un tiempo, se haga cargo de su presidencia, habrá terminado de consumarse su decadencia. También se habrá descuajeringado definitivamente.


Los asesores de Bachelet desquician al país con su proyecto constitucional. Proponen que la ley regule "modalidades y plazos para la interrupción voluntaria del embarazo", ponen a los pacientes adultos en el disparadero de la eutanasia si lo desean, y afirman "el derecho igualitario al matrimonio y a fundar una familia". Al tarro de la basura la dignidad humana. Y todo se hará, por cierto, a través de un método de suyo perturbador: una asamblea disolvente. La Democracia Cristiana, desquiciada hace ya décadas, se conmueve -diría Dostoievsky- como lo hace un canarito.


Muchos jueces hacen declaraciones, y pocos, justicia. Muchos magistrados integran la ideología al derecho y desquician así las normas. Vienen de universidades que han desquiciado a sus alumnos: sí, les han comido el seso.


Enormes masas de jóvenes viven al margen de todo, alienados, desquiciados también. Por cierto, postean y tuitean, o sea, destrozan a todo el que se les pone por delante. No argumentan: insultan, degradan. Son felices desde la nada de su anonimato. Descoyuntados.


¿Queda mucho más por desarmar, o estamos ya por completo desquiciados?


El Presidente y la nueva derecha,
por Daniel Mansuy.


En la recta final de su mandato, el Presidente está empeñado en sentar las bases de un sueño largamente acariciado: la fundación de una nueva derecha. Sus ojos están puestos en la contienda del 2017 y todo indica que dio por perdida la elección de noviembre. Es evidente la escasa afección de La Moneda para con la candidatura de Evelyn Matthei, que formaba parte de su Gabinete hace algunos meses y que busca infructuosamente encarnar la continuidad. Con todo, nada de esto parece importarle al Primer Mandatario.


Es indudable que en su empresa el Presidente corre con viento a favor. Su discurso se corresponde exactamente con nuestro estado de ánimo y, además, aparece envuelto en un halo de convicciones morales profundas. Es cierto que no le faltan los detractores en su propio campo, pero éstos tienen, según él, los días contados: mientras unos avanzan raudos con el ritmo de la historia, otros se condenan a ser devorados por ella. Al fin, se dice, el Presidente encontró su relato más evocador: liberar a la derecha de los fantasmas de la dictadura.


Así, Sebastián Piñera asume sin ambages la mirada dominante sobre nuestro pasado, donde sólo cabe la condena moral. No queremos mirar nuestra historia sino para juzgarla desde el reino de las certezas y la superioridad (bien decía Camus que el matiz es el lujo de las inteligencias libres). Como fuere, hay involucrada una exigencia radical para la derecha: o bien se decide a romper consigo misma y con la narración de su propia biografía (mal que mal, casi toda la derecha actual se forjó en la oposición a la Unidad Popular y en la participación en el régimen militar), o queda anclada en una posición cada vez más marginal.


El Presidente tiene más de un punto, pero el lenguaje que utilizó encierra al sector en un callejón oscuro, porque remite a un registro puramente moral. Por eso es tan difícil distinguir en sus palabras entre oportunismo y convicción. Así las cosas, uno puede preguntase, si tan grande es su indignación moral, qué misterioso fenómeno lo obligó a Gobernar rodeado de cómplices pasivos y de gente tan equivocada en cuestiones cruciales. Si cada cual es libre de escoger a sus amigos, las preguntas de Piñera se dirigen tanto a él como a sus socios.


La pregunta central es si acaso el Presidente está fundando una nueva derecha o simplemente, está intentando garantizar la subsistencia del piñerismo. Si es lo primero, más allá de las diferencias, se trata de un objetivo ineludible. La dificultad es que, en estos años, el Primer Mandatario ha encontrado enormes dificultades para elaborar un discurso. No es casualidad que ahora tenga éxito con el registro moral, que es insuficiente para hacer política. La pura negación es muy pobre como proyecto, salvo que se pretenda seguir girando indefinidamente a cuenta del pasado.


Dicho de otro modo, no es a punta de golpes efectistas que podrá fundarse algo así como una nueva derecha. Si es puro personalismo, Piñera sólo estará contribuyendo a radicalizar la profunda desorientación intelectual y política que afecta a la derecha desde que asumió el poder. Es cierto que ambos objetivos no son necesariamente excluyentes, pero articularlos sigue siendo una tarea pendiente.


¿No hay perdón? ¡No hay vida!,
por Teresa Marinovic.


¿Oportunismo político o mera ingenuidad? No es posible saberlo. No, al menos, con la certeza con que se puede saber que el cierre del Penal Cordillera no contribuirá en nada a la reconciliación.


No contribuirá, porque más allá de si las razones que hubo para crear ese recinto fueron o no justificadas, y de si las condiciones de reclusión eran excesivamente benevolentes, es un hecho evidente que no había intenciones de paz en quienes pedían a gritos lo que Piñera ofreció en bandeja de plata.


Desistir es la primera forma de perdonar y, muy probablemente, la más difícil. Consiste en abdicar de un derecho y en renunciar, por ese mismo acto, no sólo a la venganza sino a toda forma de castigo. Y el clamor de verdad, de justicia y la voluntad de mantener viva la memoria, no se condicen con la decisión genuina de hacerlo. No será, por tanto, el Penal Cordillera (ni su holocausto) el que calme una sed cuyos orígenes están muy lejos de cualquier lugar físico.


Para los efectos prácticos el decreto firmado por Piñera constituye un acto de profunda irresponsabilidad, por medio del cual alimentó a un monstruo que amenaza con destruir la convivencia nacional y que ofrece una disyuntiva insoslayable: o el perdón o la muerte.


Perdonar es un acto de renuncia pero, al mismo tiempo, de autoafirmación radical. Porque el resentimiento y la rabia son, en definitiva, profundamente autodestructivos. Perdonar es conceder una gracia, pero una gracia de la que el primer beneficiario es uno mismo. Desde ese punto de vista, quienes están mejor inclinados para hacerlo demuestran que disponen de un instinto de supervivencia superior al de quienes se dejan arrastrar por el rencor.


Perdonar es divino, dice el refrán. Y es cierto, porque sólo puede hacerlo el que tiene espíritu. Es la razón del ofendido la que tiene la capacidad de descubrir justificaciones para el ofensor. Y es su corazón, el que le puede mover a ofrecer lo que quisiera haber recibido cada vez que se encontró bajo el peso de una culpa.


¿Oportunismo político o mera ingenuidad? No importa demasiado. Para los efectos prácticos el decreto firmado por Piñera constituye un acto de profunda irresponsabilidad, por medio del cual alimentó a un monstruo que amenaza con destruir la convivencia nacional y que ofrece una disyuntiva insoslayable: o el perdón o la muerte.


Proyecto de nueva Constitución.


Uno de los tres “ejes” principales del programa de la Nueva Mayoría es el de, en lugar de reformar el actual texto Constitucional como se ha venido haciendo desde los acuerdos previos al plebiscito de 1988, elaborar una nueva Carta Fundamental. Tanto lo ambicioso del objetivo como las discrepancias internas sobre su contenido y en cuanto al mecanismo que se siga para aprobarlo podrían explicar la tardanza de la candidata en decidir una propuesta definitiva, pero ello desconcierta a buena parte de sus seguidores y aumenta los riesgos de descontento en aquellos que no se sentirán representados por las opciones que finalmente se adopten, como ya se está manifestando en el propio equipo que las redactó.


Hay allí, en efecto, numerosos asuntos en los que se quiere innovar, tales como el cambio a un sistema semipresidencial, con separación en las funciones de Jefe de Estado y Jefe de Gobierno, pero a la vez con una nueva atribución del Ejecutivo para caducar el mandato Parlamentario y llamar a nueva elección; referéndum popular para impedir o derogar una determinada Ley; supresión del capítulo relativo a las Fuerzas Armadas y del Consejo de Seguridad Nacional; rebaja de los quórum actuales para reformas Legales de trascendencia, y consagración de diversos derechos sexuales y reproductivos, así como el aborto. Y aunque se ha afianzado la vía institucional en lugar de la Asamblea Constituyente, no está claro cómo se operaría ante un rechazo del Parlamento si no se logran los doblajes indispensables para las mayorías que ahora se exigen.


Este complejo escenario no sólo despierta críticas en la Alianza sino algunas, también, en las materias de fondo, entre los especialistas de la misma oposición, en especial en los extremos de la DC y el PC, por el documento elaborado en el equipo programático que recoge las distintas posiciones. Así, mientras el representante comunista pide revisar el tema de los estados de excepción, el de la Democracia Cristiana advierte un “aire antirreligioso” en la visión laicista y cuestiona la interrupción voluntaria del embarazo. Además del debate jurídico institucional surgen, pues, fuertes diferencias valóricas difíciles de compatibilizar y que pueden tener un efecto mayor en la base electoral que en las opiniones de los expertos convocados.


Porque, sobre todo en la difícil situación que vive la Falange, las reacciones que ya han tenido algunos dirigentes permiten sospechar que, rumbo a un eventual próximo Gobierno, no se insistirá demasiado en tales discrepancias, pero es dudoso que todos sus simpatizantes acepten esas renuncias cada vez más evidentes a los antiguos principios del humanismo cristiano. Por otra parte, la demora de estas definiciones también puede superar la paciencia de algunos sectores que piden más claridad en las medidas concretas de un programa que lleva meses de discusión y en el que necesariamente habrá que optar entre visiones que suelen ser muy diversas.


Venezuela: la consecuencia de un modelo fracasado.


Venezuela vive tiempos difíciles, con escasez crónica en productos y servicios básicos, una economía en problemas y un Gobierno cada vez más encerrado en tesis conspirativas e incapaz de ofrecer respuestas viables. El escenario es el resultado de la mezcla de autoritarismo político y centralismo económico que ha debido soportar el país desde que en 1999 llegó al poder el extinto Presidente Hugo Chávez y comenzó a avanzar progresivamente hacia la instauración de un régimen que coarta las libertades civiles y la iniciativa económica de la población.


La situación ha llegado a ser comparada por algunos políticos y analistas con la que se vivió antes del llamado “Caracazo”, estallido social que tuvo lugar en febrero de 1989, dejó centenares de muertos y obligó al Gobierno de entonces a disponer la intervención de los militares. Tal como el “Caracazo” marcó el inicio del ocaso del proceso que emergió en 1958 con el “pacto de Punto Fijo” -el cual hizo surgir un orden que le dio Gobernabilidad al país a través del protagonismo de dos grandes partidos, el socialdemócrata Acción Democrática y el democratacristiano Copei-, la coyuntura actual marca la completa decadencia y falta de soluciones del régimen inaugurado por Chávez y continuado desde su muerte por Nicolás Maduro.


La crisis por la que atraviesa Venezuela es la consecuencia de la adopción de un modelo que ha resultado catastrófico y que parece encaminarse a una encrucijada: o las autoridades realizan reformas que den un golpe de timón y una apertura hacia la competencia política y la libertad económica, o profundizan la línea que han seguido hasta ahora y sumen al país en un escenario que lo puede conducir al caos. Para que haya cambios, es necesario que las divisiones al interior del oficialismo que se han insinuado en el pasado cristalicen pronto, posibilidad que hoy no es tan obvia como pareció hasta hace unos meses.


La deriva autoritaria que Chávez y Maduro han impulsado ha ido poniendo en cuestión derechos fundamentales, entre ellos, las libertades de expresión y de prensa. Incluso, el resultado de las elecciones Presidenciales en que Maduro se declaró ganador en abril es objeto de fundadas sospechas de fraude, las que se han visto agravadas por la negativa a realizar un reconteo de la totalidad de los votos. Como resultado de la gestión bolivariana, Venezuela es hoy un país que vive en un clima político de intensa polarización y en el cual el gobierno trata de culpar a la oposición y a agentes externos -por ejemplo, a través de la expulsión de tres Diplomáticos norteamericanos, acusados de reunirse con la “extrema derecha”- de sus fracasos.


Estos parecen evidentes al observar la escasez crónica en productos básicos como el azúcar, la harina de maíz, el papel higiénico, el aceite y otros, que afecta de manera cotidiana la calidad de vida de una población que también ha debido acostumbrarse a los racionamientos eléctricos. La falta de inversión en sectores clave, como la infraestructura vial -otrora un área en la que Venezuela lideraba en la región-, es clara y se añade a los problemas que sufre la industria petrolera, donde la falta de mantención y el nulo cumplimiento de los protocolos de seguridad incluso han provocado accidentes graves, como el estallido de la refinería de Amuay en 2012, que dejó 55 muertos y pérdidas millonarias.


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Correspondencia para meditar.


Señor Director:

Cierre del penal Cordillera.


Chile tiene un régimen carcelario deficiente que ronda en lo inhumano, donde las condenas de reclusión (es decir, la pena legal) se transforman en apremios ilegítimos permanentes y prolongados en el tiempo. En la práctica, se trata de una especie de suplicio institucionalizado de carácter vindicativo en contra de quienes se estima culpables de violar la ley. De ese modo, nuestro sistema no pasa la prueba de blancura de ningún compromiso internacional asumido en materia de derechos humanos.


Desafortunadamente, para la mayoría de las personas los delincuentes no tienen derechos y se tienen bien ganado el tormento, lo cual dice bastante sobre el nivel de nuestra cultura y demuestra que los derechos humanos no importan si no van acompañados de un contexto político. En ese sentido, no hay que sorprenderse de que una dirigente de derechos humanos haya señalado hace un tiempo que los violadores de derechos humanos carecen de los mismos.


La semana pasada, por razones de “igualdad”, el Presidente Piñera decidió cerrar un recinto donde se servía la pena de reclusión y no la de tormento, reivindicando el carácter vengativo de la misma, el cual fue furibundamente reclamado por la oposición, ya que dicha cárcel no era un suplicio para quienes la habitaban. En definitiva, lo que se entiende es que si casi todos los presos viven en condiciones denigrantes, es deber de éstos sufrirlas también. Insólito.


Uno podrá discutir por qué algunos reclusos reciben un trato digno y otros no, pero claramente la solución no es privar a los primeros de ese trato, sino tratar de mejorar las condiciones de los segundos. Esto, claro está, si tomamos el tema de los derechos humanos en serio. Finalmente, viene al caso repetir la manoseada muletilla de que el avance de una sociedad se ve en las condiciones en que viven sus reos.

Cristián Gabler, Abogado.


Señor Director:


Presupuesto.


Ahora que se está discutiendo el Presupuesto de la Nación, ¿algún Honorable puede explicar por qué los presupuestos de Piñera superan los 62.000 millones de dólares y los de la Concertación fluctuaron alrededor de 24 mil millones y sólo el último de Bachelet fue de 35 mil millones de dólares? ¿A dónde iba a parar la sideral diferencia durante la Concertación?


Carlos Kinast Feliu.


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Letra Marcha: Soldados del 73

Letra Marcha Soldados del 73

Autor: Rosabella Liniers
Compositor Gianfranco



Son hermanos los Infantes,
todas las armas y soldados del ayer
Carabineros, Marinos y Aviadores
Combatientes del 73.

Un sólo cuerpo, un sólo corazón,
noble misión, proteger a la Nación,
la frente en alto saliendo del cuartel,
los soldados del 73.

Ya dió la orden mi General,
para vencer tenemos que luchar,
no ha sido arriada jamás nuestra bandera,
orgullo eterno de nuestra libertad.

En el recuento se hace el silencio,
por los heridos, los caídos que no están,
lo lamento mi Capitán,
mi Sargento no le puede contestar.

La Patria es libre, llegó la paz,
en el desierto, el cielo, azul el mar,
ya nuestros hombres cantan victoria
Combatientes del 73

Ya dió la orden mi General,
para vencer tenemos que luchar,
no ha sido arriada jamás nuestra bandera,
orgullo eterno de nuestra libertad.

Piñera anuncia propuesta de reformas educacional y tributaria, gentileza EMOL

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