Modelo de
Negocios,
por Hermógenes Pérez de
Arce.
Algunos insisten en buscarle interpretaciones
políticas a la renovada persecución de Piñera contra los militares, pero no las
van a encontrar, porque él no es un político, sino un hombre de negocios cuyo
negocio es uno solo: ganar él. Sea lo que fuere a lo que esté jugando, que en
este momento es conseguir remontar en las encuestas para salir del poder en condiciones
de iniciar su campaña Presidencial de 2017 desde el primer día, porque ¿quién otro
u otra tendrá el 40 por ciento que aspira a alcanzar él?
Entonces, como la mayoría del país es de
izquierda, él hace cosas que complacen a la izquierda, como desprestigiar al 11
y a Pinochet, meter presos a más militares, empeorarles las condiciones
"por tres razones" (aunque sean falsas, como "la igualdad ante
la Ley", pues están presos contra la Ley; "la seguridad de los
internos", pues en ninguna parte estaban más seguros que en Cordillera; y
"el más eficiente uso de Gendarmería", pues para eso bastaba
trasladar a algunos gendarmes y no a los presos).
Su modelo de negocios consiste además en
condenar la fecha del 11 de septiembre y adueñarse del aniversario del
"No" que se avecina, confiando en que todo el mundo se haya olvidado
de que él se pasó hace 25 años del "No" al "Sí", cuando
aceptó ser generalísimo de Hernán Büchi en 1989, candidato del "Sí"
contra el del "No", que era Patricio Aylwin. Pero ya nadie se acuerda
de eso y hoy Piñera viene otra vez de vuelta y administra el "No"
mayoritario de hoy.
No deja de ser comprensible su anhelo de ser
Presidente de nuevo, volver a sufrir a La Moneda con banquetes, visitas
ilustres, siempre al centro de la escena, auto o carroza a la puerta, un Airbus
listo para viajar a cada rato a otros países y desde allá mandar fotos para que
salgan en las pantallas y portadas de los diarios y, "last but not
least", administrar el medio millón de dólares mensuales que eran, la
última vez que los revisé, los gastos reservados de la Presidencia, sin contar con
la enorme gratificación de que un escuadrón completo se cuadre y lo salude
cuando llega a La Moneda cada mañana y poder decir muchos chistes malos y que
todos a su alrededor tengan que reírse como si fueran divertidos.
No cabe duda de que la Presidencia, como
"pega", es imposible mejor.
Entonces, cuando uno sigue un "modelo de
negocios" como éste no es necesario saber nada de política o de Leyes. Por
eso Sebastián Piñera se ha lucido afirmando, junto a la izquierda, que el
camino más corto para recuperar la democracia en 1988 era el triunfo del
"No", en circunstancias que lo era el del "Sí", pues con
éste se terminaba la Presidencia de Augusto Pinochet un año antes. Piñera
ignora otras cosas básicas, como lo ha evidenciado al hablar de "cómplices
pasivos", una contradicción en los términos, pues si uno es pasivo no
puede ser cómplice, ya que para ser esto último se requiere actuar.
Pero todos esos son "pelos de la
cola" en comparación con la imagen de ser anti-Gobierno Militar, que es lo
que vende en este momento, aunque de paso hunda a la candidata de su sector,
criticándola por haber votado "Sí" y obligándola a pronunciarse en lo
de la cárcel Cordillera de la manera que menos le conviene, que es apoyarlo a
él, pues ya he visto en una mesa de catorce derechistas en que la mitad ya ha
decidido no votar por ella debido a que se plegó a la razzia del Gobierno
contra los presos políticos uniformados.
No sigamos, entonces, buscándole cinco patas al
gato cuando de lo que se trata es nada más que de un negocio: ganar por cualquier
medio, aunque sea rindiéndole pleitesía a la izquierda, perjudicando a su
candidata y sus partidos y poniéndole la alfombra roja a la Michelle (que ya lo
elogió por lo de Cordillera, por supuesto), de paso consiguiendo el pleno apoyo
del "comité político" lleno de "cómplices pasivos" que lo
aplauden a rabiar por las genialidades que le permiten siempre conseguir lo que
más anhela en esta vida: ganar.
Solo un poco
más,
por Agustín Squella.
Atendido que me muestro demasiado rezongón ante
ciertas conductas urbanas que se expanden como el fuego en la hierba seca y
crecida de una pradera, los lectores van a pensar que me estoy poniendo viejo.
Lo que me arrebata es lo que a falta de mejor
palabra llamaré "patanismo", un fenómeno que observamos a diario y
que tiene variadas e irritantes manifestaciones. Ese término remite a
"patán", o sea, a quien tiene comportamientos groseros, toscos,
excesivos, y se ha transformado ya en un auténtico culto.
Una insufrible manifestación de patanismo son
las conversaciones por celular en alta voz en calles, oficinas, autobuses,
vagones del metro, taxis colectivos, salas de espera, restaurantes, cafés,
cines, funerales. No termino de instalarme en el asiento del bus que me trae a
Santiago y varios de los pasajeros comienzan sus interminables y estrepitosas
llamadas. No imaginan las cosas de que me he enterado en esos desplazamientos,
de manera que ahora llevo un iPod con música grabada que me permite neutralizar
la vocinglería ambiente. Lo que todavía no me decido a portar es una mascarilla
para detener los olores de lo que otros pasajeros tragan con avidez. Son tantas
las cosas que he escuchado en mis viajes, lícitas y de las otras, que a veces
he pensado bajar en Curacaví para poner sobre aviso a Carabineros.
Si usted no utiliza el transporte público y
conduce su propio automóvil, tendrá que hacer esfuerzos para encontrar alguna
radio en que no haya un par de agitadores conversando a gritos con auditores que
cuentan sus vidas a cambio de que les pongan "un tema". Por lo
general no se trata de vidas ejemplares, pero ya sabemos que en los tiempos que
corren no hay faltas, solo errores, y que haber incurrido en alguno de
proporciones transforma al responsable en candidato seguro a un programa de
radio o televisión en horario prime .
La televisión abierta es surtidora inagotable
de patanismo. Los canales compiten por él tanto como lo hacen por rating .
Destemplados alborotadores y alborotadoras en ruedo hacen nata en este medio,
disputándose a gritos la palabra, mientras la prensa escrita se televisa cada
vez más. Las páginas que dedica no a comentar la televisión ni a informar sobre
esta, sino a relatar oscilaciones del ánimo, ascensos, caídas, cuitas sentimentales,
violencia intrafamiliar y contratiempos laborales de los llamados
"rostros" de los canales, son más que las que destina a cultura y
otros tipos de entretención.
Los muros de nuestras ciudades son páginas en
blanco para patanes que presumen de artistas populares. En ellos dejan sus
acostumbradas y nada creativas huellas, cuando no sus amenazas a un mundo que
no ha prestado suficiente atención a sus problemas. Pero siempre hay un erudito
que le encuentra sentido y trascendencia a cualquier cosa que aparezca escrita
en la calle.
Los restaurantes son escenario predilecto para
el patanismo. Exceptuados los que yo llamo "restaurantes de viejos",
reciben multitudes de sujetos que hablan a gritos, comen mal, dan a los mozos
destempladas voces de mando, y ríen con estruendo y brusquedad solo porque a
uno de ellos se le cayó la cucharilla del café. Ni mencionar en este caso el
vocabulario de hombres y mujeres, donde "weón" y "weá" no
son expresiones groseras, sino términos que suplen palabras que los hablantes ignoran.
No es ordinariez lo que delatan tales expresiones, o no solo, sino pobreza de
lenguaje.
No solo de estar poniéndome viejo; también me
van a acusar de elitista, un término que se ha transformado en arma arrojadiza
que lanzar sobre cualquiera que pida hoy un poco más de buen gusto, un poco más
de privacidad, un poco más de silencio, un poco más de lenguaje, un poco más de
sobriedad, un poco más de paciencia, un poco más de contención, un poco más de
responsabilidad.
Solo un poco más.
Ideas
delirantes,
por Rolf Lüders.
Desde mediados de la década de 1970, la
estructura de nuestra exitosa economía ha ido evolucionando mediante sucesivas
reformas. Estas últimas se hicieron al amparo de un amplio consenso nacional.
No obstante, actualmente hay quienes quieren volver al fracasado sistema
dirigista de antaño y algunos lo justifican sobre la base de ideas delirantes
respecto de los fundamentos de nuestra economía social de mercado.
Hay quienes opinan -basados en la equivocada
lectura de nuestra propia historia económica, como también de la literatura
teórica y empírica correspondiente- que con mayor injerencia discrecional del
Estado se pueden lograr, a grados de libertad personal similares a los
actuales, mayor equidad y, al menos, la misma tasa de crecimiento económico.
Para explicar entonces por qué no se ha hecho
antes el cambio de sistema económico, surge la siguiente hipótesis de
conspiración ofrecida por algunos ideólogos y comunicadores. Sostienen -en una
confusión conceptual digna de destacarse- que el crecimiento económico en una
economía capitalista sería consecuencia del incremento de la masa monetaria y
este último, sería generado por el crédito que otorgan las empresas, incluyendo
las financieras, a sus clientes. ¡Es decir, sería de la esencia de nuestro
sistema y de interés para los capitalistas, tener a las personas
sobreendeudadas!
La hipótesis anterior es totalmente falsa, a
pesar de que es cierto que en Chile hay muchas personas endeudadas. La razón
del guarismo correspondiente es muy distinta y se explica sin la necesidad de
una teoría de conspiración.
El endeudamiento es la forma en que una parte
de la población puede consumir o invertir hoy en vez de hacerlo mañana. Esta
parte se endeudará en la medida que los beneficios esperados del endeudamiento
sean mayores que los intereses que deben pagar a aquella otra parte de la
población, que es la que ahorra para hacer posible el crédito.
Los que prestan lo harán siempre que estimen
puedan recuperar lo prestado más los intereses. Tan simple como eso. En el proceso
se forma un mercado -competitivo, pero no perfecto- al que acuden oferentes y
demandantes de créditos. Como es natural, entre otras cosas por la existencia
de información incompleta, las esperanzas de deudores y acreedores rara vez se
cumplen y siempre habrá clientes que terminan estando, ya sea sobreendeudados o
subendeudados. En Chile -de acuerdo con las cifras del Banco Central-, tanto
los montos agregados, como la calidad de los créditos se encuentran dentro de
parámetros normales.
Al contrario de lo que sostiene el esquema
delirante y de conspiración arriba descrito, en una economía como la chilena el
crédito es otro servicio más, cuyo mercado surge naturalmente en su seno y cuya
eficiente operación contribuye a lograr los objetivos del sistema. Pero el
mercado del crédito presenta importantes asimetrías de información, por lo que
conviene regularlo, y eso es lo que se hace en Chile. Es posible perfeccionar
esta regulación y de paso, reducir los casos de sobreendeudamiento, para citar
una sola materia, dándoles a los prestamistas fácil y oportuno acceso al monto de las deudas consolidadas de
cada potencial cliente.
Diagnóstico
energético.
Al ocupar el desafío energético la primera
prioridad en los problemas nacionales que urge resolver, es comprensible el
interés por las políticas que, de ser elegidos, impulsarían los actuales
candidatos Presidenciales. En el caso del documento sobre energía por
integrantes del comando de Michelle Bachelet, publicado por nuestro diario, se
suma el hecho de ser esta postulación la que encabeza las encuestas conocidas.
El diagnóstico del documento -al que falta la aprobación final de la candidata,
prometida para inicios de octubre- no contiene grandes novedades, pues detalla
temas ya identificados por todos los conocedores: crecientes dificultades
ambientales, administrativas y Judiciales; oposición a desarrollar centros
generadores y de transmisión por comunidades cercanas a ellos o por grupos de
acción (esto, pese a que los altos precios de la energía normalmente deberían
atraer inversionistas, y a que, en el caso de la transmisión, esas trabas, en
ciertas zonas del sur, incluso podrían dificultar que la potencial nueva
energía que se genere llegue a los centros de consumo); se registran problemas
adicionales por la falta de conexión del SIC con el SING para optimizar el uso
de excedentes en cualquiera de los dos; hay conciencia de los problemas de
coordinación con el resto del sistema que enfrentarían las nuevas energías
renovables no convencionales (ERNC), cuya corrección requeriría acción del
Estado; en fin, se plantea corregir la falta de desarrollo de las fuentes que
se prevén abundantes en el futuro, como shale gas y shale oil , además de las
que ya sabemos abundan en Chile, como la geotermia, la mareomotriz y la solar.
El documento es especialmente crítico del Gobierno
de Piñera, acusándolo de haber "fallado en crear las condiciones mínimas
de generación eléctrica que el país requiere". Propone que la mayoría de
las soluciones provengan del Estado, para que este resuelva las "fallas y
los problemas de coordinación que exhibe el mercado" en esta materia. Así,
es partidario de que el Estado avance con fuerza en el proyecto de carretera
eléctrica que destrabe los proyectos de transmisión, junto con otras medidas
complementarias: un plan indicativo nacional de centrales generadoras; fomento
de bolsas de energía para que los ciudadanos la adquieran de las fuentes de
generación que prefieran, según el tipo de impacto ambiental que provoquen; uso
del mecanismo de proyectos de "interés público" para construir líneas
de transmisión para las ERNC alejadas de las troncales; fuerte fomento del
ahorro de energía; incorporación de redes inteligentes y de tarifas feed in
(instrumento normativo que impulsa el desarrollo de las ERNC, mediante una
tarifa especial, premio o sobreprecio por unidad de energía eléctrica inyectada
a la red por unidad de generación; así, se interviene el precio recibido por el
generador de ERNC; este sistema surgió en EE.UU. en 1978, y ha sido adoptado
por aproximadamente 50 países -no sin fuerte debate-, destacándose Alemania,
España y Dinamarca); desarrollo de catastros de ubicación de dichas ERNC a lo
largo del país.
Con posterioridad a la publicación, el comando
de la candidata desmintió que fuera un contenido actual de la propuesta crear
una Empresa Nacional de Energía sobre la base de Enap, sin pronunciarse sobre
los otros múltiples aspectos divulgados. Pero aunque solo haya sido discutido
en el seno de la comisión elaboradora de esta parte crucial del programa,
conviene advertir que esta iniciativa es una tentación peligrosa. Desde luego,
la ENE sería la encargada de realizar gran parte de ese programa, y Enap es una
compañía altamente endeudada, cuyo actual modelo de negocios no es rentable, y
a él se le añadirían múltiples actividades adicionales que distan de constituir
modelos de negocios factibles para una compañía productiva, y son más bien
propias de un Ministerio de Energía. No se precisa cómo podría Enap realizar
mejor todo eso, si hoy no puede cumplir bien sus funciones propias. Tampoco se
aclara cómo resolvería los conflictos ambientales con las comunidades. Solo se
proponen, con cierto voluntarismo, diálogos ciudadanos, sin explicar por qué,
al ser promovidos por el Estado, repentinamente alinearían ellos a las
comunidades y a los grupos de presión tras la posición del mismo.
Una Enap o ENE con las potestades que se
proponen podría transformarse fácilmente en un monstruo burocrático, lleno de
proyectos que apunten en múltiples direcciones no necesariamente coherentes, y
que, en vez de transferir los riesgos financieros al sector privado, terminaría
concentrando una parte importante de ellos en sí misma, con las ineficiencias
propias de entes estatales de ese alcance y tamaño.
Desafíos ante
retiro de estímulos en EE.UU.
A partir de fines de 2008, y como forma de
combatir los efectos de la crisis financiera, la Reserva Federal (Fed) de los
EE.UU. se embarcó en tres programas de compras masivas de bonos públicos y
privados. Lo anterior tuvo importantes implicancias para los mercados
financieros, con fuertes caídas en tasas de interés, una devaluación global del
dólar y mayores precios de materias primas, configurándose así un panorama
particularmente favorable para las economías exportadoras de esos productos.
Dicho panorama cambió significativamente a
partir de mayo de este año, cuando el Presidente de la Fed indicó que, en un
escenario de recuperación económica en EE.UU., la Fed tendría que normalizar el
tamaño de su balance, primero suavizando y luego revirtiendo su política.
Mayores tasas de interés en dólares en los meses recientes (cerca de 150 puntos
básicos en un bono del Tesoro a 10 años plazo) reflejaron la expectativa de que
lo anunciado por la Fed se materializaría pronto. En el caso de los mercados
emergentes, en un contexto de fuertes salidas de capital, el impacto fue
particularmente negativo. Fondos de inversión han retirado cerca de US$ 66 mil
millones desde fines de mayo, lo que equivale a un 10% del total de activos
administrados. Asimismo, el costo de financiamiento de los países en desarrollo
se alejó en alrededor de 75 puntos básicos de la tasa de financiamiento del
Tesoro de los EE.UU., las acciones
cayeron cerca de un 6% en moneda local y las monedas se depreciaron sobre el
5%.
La percepción de un deterioro futuro del
escenario externo relevante para los países emergentes se revirtió parcialmente
durante la pasada semana, luego de que la Fed postergara indefinidamente la
reducción en el ritmo de compra de activos. Este mensaje tranquilizador, frente
a mercados que esperaban un ajuste monetario inminente, ha permitido recuperar
parte del valor perdido en activos de países emergentes, incluidos los que
transa la Bolsa chilena. Los fuertes vaivenes de mercado frente a cambios de
expectativas sobre el curso de la política monetaria en EE.UU., sin embargo,
ratifican que dicha política es de gran importancia para delinear el escenario
externo relevante para economías emergentes como la chilena.
Si bien la fecha exacta de concreción del
retiro de estímulos monetarios en EE.UU. es incierta, la consolidación de la
recuperación de la economía de dicha potencia hace muy probable que estos
lleguen pronto a su fin. La expectativa de que se consolide tal escenario,
positivo para Estados Unidos y consecuentemente para la economía global, pero
de mayor exigencia para la economía chilena, demanda de nuestras autoridades y
dirigentes políticos una actitud cautelosa en sus propuestas y políticas. En
particular, el Gobierno debe liderar los esfuerzos para moderar expectativas
locales ancladas a un escenario futuro indebidamente optimista, lo que requiere
la contención de toda presión excesiva de gasto en el presupuesto Fiscal 2014.
Por su parte, las campañas Presidenciales en marcha deben recoger las
incertidumbres en el escenario externo, cuidándose de no comprometer recursos
en exceso de lo que, razonablemente, puede financiarse en un período
dificultoso como el que se anticipa.
Críticas al
subsidio al Transantiago.
Un informe de Libertad y Desarrollo ha
criticado fuertemente el nuevo subsidio al Transantiago, centrándose en la
falta de una evaluación social del mismo, la magnitud del gasto y la ausencia
de incentivos para que el Estado impulse una reducción de él. Ante la dimensión
del subsidio, observa que si esta fuera una política pública focalizada, sería
el programa social más importante del Gobierno.
Contiene este estudio varios elementos válidos,
y matices más debatibles. Advierte con razón que hay pocos incentivos a que el
Estado reduzca el subsidio, pero es de recordar que este es un máximo; no se
necesita gastarlo todo, y Hacienda siempre desea reducir el gasto. En los
cuatro últimos años las pérdidas del sistema han caído, por lo que la ejecución
del subsidio estaría reduciéndose, pese a que no han mejorado los precios de
los combustibles.
El informe plantea, correctamente, que no ha
recibido una evaluación social, aunque cabe recordar que los proyectos
financiados con "fondos espejo" sí la requieren. Pero no considera,
por ejemplo, el valor que tiene un subsidio indispensable para el orden público
-¿qué ocurriría si las tarifas subieran 20% sin tal subsidio?- y de largo
plazo, para que el mundo político no caiga en tentaciones oportunistas de
distraer la agenda del Gobierno de turno, impidiéndole gobernar, como ocurre en
EE.UU. con el límite de deuda.
Más de seis años después de la desastrosa
decisión del Gobierno en 2007, contrastar el Transantiago con el sistema de
micros amarillas pierde cierta fuerza, pues difícilmente sería esa una opción
válida hoy. Actualmente circula casi el doble del número de vehículos que antes
del Transantiago (en parte por sus deficiencias de implementación), por lo que
la congestión reduciría la eficiencia y aumentaría el costo del sistema
antiguo. Además, este análisis no considera en sus comparaciones el alza en el
precio de los combustibles, costo que representa la mitad de los mucho mayores
ingresos actuales del transporte de superficie (incluyendo el subsidio). Este
factor no cambiaría con micros amarillas.
En aras de la completitud, este informe debería
abordar críticamente los altos costos de personal del nuevo sistema, en que a
los operadores se les paga más que el valor de mercado de sus servicios, y ahí
habría espacio para reducir costos, aunque la amenaza de un paro del transporte
de superficie haría difícil tal reducción.
Convendría asimismo considerar que el subsidio
espejo rompe la tradición de no asignar recursos de inversión pública
permanentes a sectores específicos. Esta regla tiene la ventaja de que siempre
se pueden reasignar recursos según las necesidades, sin rigidizar el uso de
ellos. A su vez, tiene desventajas desde el punto de vista de la opinión
pública -y, por tanto, políticas-, porque el público desearía que ciertos
recursos tuvieran un fin garantizado.
Según un estudio que cita este informe, los
subsidios al transporte público no aumentan su uso. Pero en el caso chileno,
debido a políticas de Vivienda, quienes conforman los hogares de menores
ingresos viven alejados de sus trabajos. Por tanto, el subsidio al transporte
público tiene un aspecto redistributivo. Además, aunque un subsidio puede no
aumentar el uso, reduce la deserción del sistema.
Muchas de las críticas al Transantiago, en este
estudio y otros, recaen en los errores de su implementación inicial,
universalmente reconocidos. Los cambios a los contratos realizados durante este
Gobierno, más los proyectos de inversiones en corredores y Metro, deberían
mejorar la calidad del servicio y, quizá, incluso revertir la baja en el uso
del sistema, considerando el costo de la congestión para los automovilistas.
Es este, pues, un buen análisis orientador,
pero que debería enriquecerse con enfoques complementarios.
Pueblos bien
informados
difícilmente
son engañados.