Divagaciones sobre la reconciliación,
por Mario Montes.
Torrentes de tinta y palabrería, salida por
líderes de diferentes sectores de nuestra clase política y de los medios de
comunicación masiva, hablan del supuesto interés por la reconciliación que
tanto necesita el país para recuperar la paz social y el camino al desarrollo.
Nos parece oportuno preguntarnos sobre la
veracidad de esas esperanzas, pues, a cada rato los chilenos comprobamos que
junto a estos deseos la mayoría de los involucrados se dedica a abrir las
heridas del pasado y a promover odiosidades pretéritas.
Para que exista un verdadero afán
reconciliatorio es necesario dejar tranquilas las enemistades que llevaron al
quiebre de nuestra democracia, a la vez que es preciso que exista una verdadera
Justicia para todos los sectores que se vieron involucrados en las brutales
odiosidades.
Creemos que los persones que se piden y se dan
tienen poco de sinceridad, pues de otra manera no se entendería la parcialidad
que usan para delimitar sus responsabilidades ni la saña con que acusan a los
rivales por sus supuestas responsabilidades políticas.
Chile requiere sanar sus heridas, para lo que
es necesario que exista verdad, pero de esa verdad a secas, sobre lo que
realmente sucedió, sus motivaciones y terminar con la vergonzosa vendetta que
se está practicando con los que aparecen como vencidos de esta época.
No apoyamos las violaciones a los derechos
humanos de antes ni las de ahora, pero, si descontextualizamos la historia para
limpiar nuestras conciencias y cargar la culpabilidad sobre los otros solo
estaremos haciendo un ejercicio de cinismo aberrante.
Consideramos que nuestros políticos, la
Judicatura, los historiadores y en especial la prensa deben hacer un ejercicio
consiente de veracidad y contextualización que demuestre que todos fuimos
culpables del quiebre y de la animadversión odiosa que envolvió a nuestro país.
Las imágenes que hemos visto en la televisión,
también los discursos altisonantes que hemos escuchado, no cooperan al fin
supuestamente perseguido, pues, se ensalza a un mal Gobernante y se demoniza a
todos aquellos que debieron combatir la violencia desatada por las izquierdas.
Nadie quiere un nuevo estallido de nuestras
instituciones, eso esperamos nosotros, pero para eso es necesario que nuestra
historia reciente sea “contada” sin apasionamientos, sin sectarismos y por
sobre todo sin la carga de odios de que hemos sido testigos.
Ilusiones de la DC y de Altamirano,
por Gonzalo Rojas Sánchez.
Las fuentes pueden ser ocultadas o
desfiguradas, pero reaparecen en toda su integridad si hay honradez para
leerlas y vincularlas entre sí.
¿Y qué muestran?
Los notables esfuerzos de muchos
democratacristianos –en los primeros diez días de septiembre de 1973–
destinados a terminar con la UP, de una vez y para siempre.
El último fue encabezado por los Presidentes Provinciales
del PDC, quienes propusieron el día 9 la renuncia colectiva del Presidente de
la república y de todos los Parlamentarios, para que el pueblo pudiese dirimir,
afirmaban, la grave crisis política nacional.
La iniciativa fue apoyada por Luis Pareto, el Presidente
DC de la Cámara de Diputados, quien expresó que la renuncia colectiva
“representa el sentir de la inmensa mayoría del pueblo que desea terminar con
el Gobierno de la Unidad Popular y elegir un nuevo Mandatario”.
Esa ilusoria proposición iba a ser presentada
al Consejo Nacional del partido, pero no hubo tiempo.
No lo hubo, porque en la otra vereda, Carlos
Altamirano, Secretario General del PS, inflamaba el ambiente, extremaba las
contradicciones, mediante su conocida intervención del mismo día 9, en el
Estadio Chile.
Haciéndose cargo de una iniciativa para “declarar
vacante el cargo (de Presidente) y llamar a nuevas elecciones”, en vez de
retomar un diálogo político en esa línea, sus palabras expresaron una voluntad
enteramente distinta: el combate.
Altamirano consideraba que el pueblo libra “una
gran guerra por su liberación y por su independencia”, que hay que “sacar más
energías que nunca para continuar esta gran batalla, en esta dura lucha”, que
“algunos altos Oficiales están sirviendo de instrumentos a los reaccionarios”,
que “los soldados, marineros, aviadores, carabineros, son hermanos de clase de
los trabajadores y no pueden disparar contra ellos”; y citando otras acciones
que condenaba, lamentaba que todo eso estaba “sin una respuesta aparente de
nuestra parte”.
Su conclusión era obvia: “El PS ha dicho que no
puede haber diálogo con los terroristas, con los asesinos, con los que están
hambreando al pueblo”, por lo que “la conjura de la derecha, piensa nuestro
partido, sólo puede ser aplastada con la fuerza invencible del pueblo unido a
tropas, Suboficiales y Oficiales leales al Gobierno constituido”.
La señal de Altamirano, esa abierta provocación
a la división de las Fuerzas Armadas, terminaba con una simbólica referencia,
tan ilusa como maligna: “Chile se transformará en un nuevo Vietnam heroico si la
sedición pretende enseñorearse de nuestro país”.
Suficiente.
Reconciliación y perdón,
por Federico García Larraín.
Frente al mal recibido, real o imaginado,
merecido o inmerecido, el impulso humano es a la venganza. En algunas culturas
el honor personal y familiar depende de la capacidad para llevar a cabo las
venganzas, a veces con creces, de los agravios. Es una receta para que los
feudos de sangre se sucedan unos a otros y el espiral de violencia se haga cada
vez más ancho y profundo. Es cosa de leer la “Saga de Njál” para ver como esto
puede darse aun dentro de un marco Legal definido (pero no se lee mucha
literatura nórdica en nuestro país).
Un ciclo de violencia se termina con el perdón
que lleva a la reconciliación, al restablecimiento de las relaciones normales.
Pero el perdón no es fácil; va en contra del fuerte impulso de la venganza.
Algunas religiones lo único que pudieron hacer fue limitar la venganza para
contener la violencia (por el eso la Ley del Talión, que a nosotros nos parece
inadecuada, fue un avance en la materia).
Es más difícil el perdón cuando ambas partes se
sienten ofendidas y más todavía cuando una de las partes sólo reconoce un rol
pasivo en el conflicto (le echa toda la culpa al otro). Pero eso no es todo. El
perdón, como el conflicto, tiene dos partes: el pedir perdón y el darlo. Pedir
perdón puede ser difícil, pero eso no hace que darlo sea más fácil. Dar el
perdón, perdonar, exige reconocer que se termina el conflicto y que se renuncia
a la satisfacción de la venganza (curiosamente, o no tanto, la venganza, cuando
se obtiene, tampoco da la paz).
El que exige el perdón, o se siente con derecho
a exigirlo, tiene el poder, el poder de otorgar y retener. La tentación de no
perdonar, para mantener ese poder sobre el otro, es grande, pero solo hace que
el feudo continúe. Llegando a este punto se puede considerar si acaso un perdón
que exige condiciones es un verdadero perdón, y si el que exige condiciones
realmente está perdonando –terminando el conflicto– o más bien asegurando una
posición de supremacía –ganándolo–.
En caso de que para otorgar el perdón se exijan
condiciones se puede considerar también cuán lejos pueden llegar éstas. Si son
extremas (se viene a la mente la imagen del samurái caído en desgracia sólo
puede restablecer el orden realizando el seppuku), se puede llegar a dudar la
autenticidad de esa forma de perdonar.
¿Tendremos reconciliación alguna vez en Chile?
Algunos han pedido perdón, otros han reconocido culpas. Pero mientras siga
siendo rentable alargar el conflicto, en términos políticos, emocionales y
pecuniarios, es poco probable que haya una verdadera voluntad de terminarlo,
perdonando.
Sobrante,
por P. Raúl Hasbún.
Cuando la candidata Presidencial de Nueva
Mayoría aboga por un país “que nos necesita a todos, donde nadie sobra”, se ha
de entender que ningún miembro de nuestra sociedad está de más, y que Chile no
tiene más personas de las que necesita. Su planteamiento no es original:
llevamos décadas leyendo el letrero que en las inmediaciones de un recinto
escolar advierte: “en esta Comuna no sobra ningún niño”. Es, además, anticuado
y retrógrado: el Chile contemporáneo no está preocupado con la fantasía
malthusiana de que sobra gente. Su nudo ciego es el envejecimiento acelerado de
su población y la caída dramática de sus tasas de natalidad. Imitando
servilmente los falsos modelos de países “desarrollados”, las políticas
públicas de los últimos 50 años han favorecido un estilo de vida en que la
procreación y educación de los hijos termina erigiéndose como obstáculo a los
proyectos de realización personal y profesional. Un Estadista visionario no se
limitará, hoy en Chile, a repetir el eslogan biensonante de que no hay personas
sobrantes: diseñará políticas que aseguren, en el corto y mediano plazo, llenar
el inquietante vacío de personas faltantes.
En congruencia con esta visión anticuada y
retrógrada, la candidata anticipa como uno de sus ejes programáticos la
política antivida por excelencia: despenalizar el aborto. Entre 50 a 60
millones de vidas humanas –personas humanas– se extinguen cada año en el mundo
por este concepto. Europa se ha vuelto vieja, cansada, tristemente olvidada o
desencantada de su imagen tradicional: ser creadora de historia, fuente de
nuevas culturas. China empieza a tomar conciencia de su japonés harakiri,
autoinfligido hace 40 años: prohibir bajo castigo tener más de un hijo por
familia. Algún día se nos documentará la masacre genocida esbozada en el dato
duro: de 1,35 millones de nacimientos anuales se ha llegado hoy a 630 mil. No
es que los chinos hayan optado por la castidad conyugal. Las esterilizaciones y
los abortos forzados han desangrado sus cuerpos y sus almas. Recién empiezan a
presentir el colapso económico y cultural asociado a la estúpida premisa de que
en su país sobra gente.
En Chile no sobra nadie. Faltan personas, falta
más vida. Y la candidata que aboga por un país en que nadie esté de más,
manifiesta un fervor mesiánico por una pedagogía Legislativa y cultural que
sabidamente mata la vida por cualquier pretexto y vuelve vieja a la nación.
Siendo Presidenta, anunció ante el Congreso Pleno su discrepancia con un fallo
inapelable del Tribunal Constitucional y su firme determinación de hacer llegar
la prohibida píldora del día después a toda mujer que la requiriese. Voluntad
que logró plasmar en Ley. En Chile no sobran vidas. Autorizar Legalmente la
eliminación de las ya concebidas es una versión hipócrita de las “vidas
inútiles” discriminadas y masacradas por la Alemania nazi.
La realidad de los consultorios.
Tanto en la mayoría de las encuestas de opinión
como en los anuncios de la campaña electoral, la demanda por una mejor salud
pública se va imponiendo entre las de mayor prioridad. Dentro de la magnitud y
diversidad del tema, la preocupación tanto del Gobierno como del Parlamento
parece centrarse en la reforma de las Isapres, en la construcción o
habilitación de nuevos hospitales y en el déficit de médicos especialistas,
debate que en los últimos días se ha agudizado en relación a los anestesistas.
Sin embargo, como lo manifiesta con claridad el reportaje que publicamos el día
viernes pasado, subsiste sin soluciones concretas un enorme desafío en la
puerta de entrada de una mayoría ciudadana a los servicios sanitarios: los
consultorios municipales, que atienden aproximadamente un 80% de las consultas
de los chilenos en este campo.
En efecto, quienes no están cubiertos por el
sistema privado de salud deben recurrir en primera instancia a las postas de la
Asistencia Pública y servicios de urgencia hospitalarios —en ambos casos
generalmente por emergencias— o, en la mayoría de sus necesidades habituales,
sobre todo en la época invernal, a los consultorios Municipales. Y si bien en
los últimos años ha habido un esfuerzo notorio por disminuir las largas demoras
que por largo tiempo permanecieron, por ejemplo, en las listas de enfermedades
Auge, en materia de atención primaria las interminables colas de espera en los
muchos consultorios dependientes de los Municipios siguen afectando a los
vecinos más modestos de gran parte del país.
La descripción de las dificultades que en la
mayoría de esos establecimientos deben enfrentar los pobladores, a partir a
veces de una espera en la calle a las cinco de la mañana para inscribirse y
cuotas limitadas de atención que suelen hacerla inútil, no se da en todas las Comunas
pero sí en la mayor parte. Las causas del problema van desde la escasez de
médicos generalistas debido al poco interés de los profesionales por ese
trabajo poco especializado y su menor remuneración, hasta deficiencias locales
de orden administrativo. Hay sí casos en que, con sus propios recursos y con un
inferior grado de pobreza en el vecindario, los Alcaldes pueden normalizar el
servicio e incluso crear clínicas de carácter Municipal, como en Las Condes o
en el hasta ahora frustrado proyecto de Ñuñoa.
Como lo muestra el reportaje y lo asegura el Ministro
Mañalich, les es posible a todos los Municipios instalar sistemas de consulta y
reserva telefónica, hoy de implementación bastante fácil, para lo cual poseen
los medios necesarios, como en la práctica ha ocurrido ya en un número
significativo de casos. Ello, y una mayor consideración humanitaria y menos
burocrática de los usuarios, podría aminorar sus actuales sacrificios de tiempo
e innecesaria incomodidad, pero este asunto requiere una solución integral que
pasa también por la disponibilidad efectiva de profesionales y por el desafío
que plantean, en este y otros órdenes de actividad, el financiamiento y la
adecuada gestión de la labor Municipal, que muestran enormes diferencias entre
unas y otras Comunas. Lo que sí queda como evidente es la urgencia de abordar
este asunto, que es prioritario para los sectores más vulnerables.
Enfoques Internacionales: Todos miran a Siria
Si la semana pasada Obama llegó a San
Petersburgo con la esperanza de que Vladimir Putin cambiara de actitud respecto
del ataque, pronto quedaría defraudado. El líder del Kremlin advirtió muy
temprano que solo con pruebas categóricas y contundentes podría Rusia estar
"dispuesta a actuar de manera más decisiva y seria". Esto es, sin
esas pruebas -imposibles de dar- no cambiaría su veto en el Consejo a cualquier
acción militar contra Siria. Más tarde, incluso diría que seguiría apoyando
militar y económicamente a Damasco. Sobre la necesaria ayuda humanitaria, se
limitó a decir que "esperaba" hacerlo, sin asumir compromiso.
Putin no estaba solo en su postura contraria a
una intervención en el conflicto sirio. Se sintió reforzado por China y casi la
mitad de los asistentes a la Cumbre del Grupo de los Veinte (G20), que estaban
reticentes a dar el paso promovido por Estados Unidos. Los chinos consideran
que la crisis siria solo puede tener una "salida política", porque
"la guerra no es una solución". Lo mismo cree el Secretario General
de la ONU, que promueve activamente una conferencia internacional para buscar
una salida a la crisis. Beijing teme que la profundización del conflicto tenga
un "impacto negativo en la economía global", sobre todo por una
eventual alza de los precios del petróleo, apreciación que fue compartida por
otros países, como la mayoría de los emergentes que se oponen al ataque.
Putin saca nítidas ventajas políticas de esta
crisis. Su figura ha adquirido importancia a nivel mundial, casi a la altura de
sus antecesores soviéticos. Un comentarista ruso dice que además se
beneficiaría de un ataque estadounidense sin aval de la ONU, porque podría
decir que hizo todo lo posible para evitarlo, pero que es inviable enfrentarse
a EE.UU. y sus aliados.
En paralelo, el líder ruso hace jugadas
militares con consecuencias difíciles de prever. Ha reforzado su flota en el
Mediterráneo para dar "garantía de estabilidad y paz, y en un intento por
contener a otras fuerzas listas para comenzar una acción militar en la
región", como dijo el Viceministro de Defensa, quien (en una evidente
contradicción con lo que ha dicho Putin) aseguró que Rusia no tiene
"intención de formar parte directa o indirectamente de un conflicto
regional". De hecho, lo ha estado haciendo desde hace mucho. El líder del
Kremlin aludió recién al contrato que tiene con Siria para la entrega de un
sistema antimisiles S300, equivalentes a los cohetes Patriot norteamericanos,
envíos suspendidos por ahora, pero que no descartó (o amenazó) enviar a otro
país de la región. ¿Podría ser Irán?
Decisión de
la mano del Capitolio.
Unos días antes de la Cumbre del G20, Obama
había recibido en Washington un espaldarazo de la comisión de Relaciones
Exteriores del Senado a su propuesta de ataque limitado. Ahora espera el apoyo
de la mayoría del Capitolio. Sin eso, se le haría cuesta arriba tomar una
decisión, pues no cuenta con aprobación de la ONU ni tiene una amplia coalición
internacional que lo respalde.
En la cumbre, todo lo que consiguió fue una declaración
de 10 países que llamaron a "una fuerte respuesta internacional", sin
ponerle apellido. Es decir, ninguno, salvo Francia, lo acompañaría en el ataque
militar, e incluso eso está en duda, porque Hollande ha dicho que espera el
informe de los inspectores de la ONU y el voto del Capitolio.
Aun cuando el Presidente estadounidense no
necesita la anuencia del Congreso para realizar una acción bélica que no
involucre soldados en terreno, ha preferido ese camino. No lo disuadió la dura
humillación que recibió David Cameron en el Parlamento británico. Muchos de los
Parlamentarios ingleses, especialmente los opositores laboristas, en el momento
del rechazo, tenían en mente el voto favorable que dieron a Tony Blair para la
invasión a Irak. Y el fiasco iraquí también está en la mente de los Congresistas
estadounidenses. Esa guerra tuvo un profundo impacto en la opinión pública y en
la política exterior, por lo que ahora hay más cautela para intervenir en el
extranjero, especialmente en el inestable Medio Oriente.
Obama no tiene nada asegurado en las
discusiones que comenzaron ayer en Washington. Tanto demócratas como
republicanos tienen aprensiones; incluso un par de ellos proponen como
alternativa un ultimátum para que Assad firme la convención sobre armas
químicas. Seguramente no habrá algo parecido a una votación partidista. El Senador
republicano John McCain, duro rival del Presidente en diversos temas, es uno de
sus grandes aliados en esta causa. Varios de sus colegas demócratas, en cambio,
no se sienten obligados a acompañar a su Presidente.
Otros ponen en duda el interés nacional
envuelto en este asunto. Un Legislador lo planteó en los siguientes términos:
"Obama propone una misión que no tiene objetivos militares ni políticos
claros... No está claro tampoco el interés nacional involucrado y cómo esos
intereses nacionales pudieran estar asegurados con un ataque". Obama ha
sido franco: "Honestamente, no puedo decir que las armas químicas sirias
son una amenaza para EE.UU.". Su decisión se ampararía en otro principio,
el de que es una "acción esencial para reforzar la prohibición de uso de
armas de destrucción masiva".
Insuficiencias lectoras de los chilenos.
Las competencias básicas de los jóvenes y
adultos chilenos continúan siendo casi las mismas que hace 15 años. Eso es lo
que consigna el segundo estudio realizado por el Centro de Microdatos de la
Universidad de Chile, que midió habilidades esenciales a 3.500 personas entre
15 y 65 años. Algunos de los antecedentes más llamativos de la medición indican
que un 44% de los encuestados está en la categoría de “analfabeto funcional”,
dado que no entiende lo que lee, mientras que el 30% de los trabajadores con
educación superior tiene problemas para entender los textos.
Los resultados deben llamar la atención, ya que
es un problema que se arrastra en el tiempo y no afecta sólo a los adultos,
sino que se advierte también en las nuevas generaciones. Así lo demuestran los
resultados del Simce 2012 aplicado a niños de segundo básico, donde uno de cada
cuatro alumnos no contó con las herramientas mínimas de comprensión lectora. Es
necesario adoptar medidas inmediatas para revertir esta situación, ya que tiene
implicancias directas en las posibilidades de desarrollo de las personas, en el
ámbito laboral y en los menores niveles de productividad y competitividad que
registra Chile.
Uno de los principales factores que explica
esta realidad es la forma en que se enseña y fomenta la lectura a temprana
edad. La metodología actual tiende a mecanizar este proceso, dejando de lado la
promoción de este hábito como una experiencia de descubrimiento y útil para el
desarrollo cognitivo. Al mismo tiempo, parece obvio que hoy los alumnos no se
exponen con asiduidad a lecturas que les permitan abrirse a dilemas universales
y les ayuden a reflexionar sobre ellos. Lo que se requiere, entonces, es un
aprendizaje que les permita a las personas cultivar una capacidad analítica de
lo que leen, de manera que les sea más fácil comprender el entorno en el que se
desenvuelven, y que también sean capaces de plasmar ideas por escrito, otra
falencia de nuestro sistema educacional. Se echa de menos que, en medio del
debate sobre reformas a la educación, estos temas estén prácticamente ausentes.
Correspondencia para meditar.
Señor Director:
Allende y el perdón.
A cuarenta años del "11", parece que
todos estamos obligados a bailar con la música que la izquierda nos coloca en
los oídos. Los dirigentes de la derecha, mientras tanto, parecen no tener un verdadero
relato político que justificar y un patrimonio actualizado que defender.
"Perdón" les exige la izquierda a costa de difuminar la amnesia sobre
quién fue y qué hizo el Gobierno de Salvador Allende durante sus mil días. A 40
años, ¿nos olvidaremos entonces de todo, para contentar a la izquierda? ¿Ella
tampoco se equivocó? ¿Ella no tiene también que pedir perdón?
Allende no fue un medido Gobernante
socialdemócrata, como hoy lo presentan medios de propaganda y profesionales de
la tergiversación, sino un alto dirigente marxista que siempre se declaró fiel
a la doctrina de Marx y a los ideales castristas, y que trató de aplicarlos en
Chile, concibiendo para ello toda una estrategia para obtener el "poder
total", discutida y compartida por los máximos dirigentes de la UP.
"Yo no soy el Presidente del Partido
Socialista; yo soy Presidente de la Unidad Popular. Tampoco soy el Presidente
de todos los chilenos. No soy el hipócrita que lo dice, no. Yo no soy el
Presidente de todos los chilenos" (Discurso del Presidente Allende en
Valparaíso, "El Siglo", 7 de febrero de 1972).
"¡Nada ni nadie podrá impedir que este
proceso se convierta en una revolución! No hemos sometido a plebiscito la
revolución chilena. Las revoluciones no se hacen por votaciones" (Carlos
Altamirano, discurso a la Juventud Socialista, 9 de febrero de 1973).
Sobre estos y otros muchos ejemplos de
intencionalidad política es que se construyó un Gobierno que tuvo sus
apasionados partidarios y sus no menos convictos opositores. Por paradójico que
resulte, la auténtica reconciliación debiera partir por recordar esto. El
"perdón" y el "nunca más" debieran ser una actitud seria
que pese sobre todos.
Julio Alvear Téllez.
Señor Director:
El perdón y el olvido.
Hace unos días, la Asociación Nacional de
Magistrados hizo una declaración pública
en la que pide perdón a las víctimas de las violaciones de los derechos
humanos, instando a la Corte Suprema a reflexionar “en relación con sus propias
actuaciones y omisiones del pasado”.
Lo anterior significa que la Asociación hace un
reproche directo a su superior, dando por sentado que faltó a sus deberes al
hablar de “omisiones”. Con ello infringe el art. 323 Nº 4 del Código Orgánico
de Tribunales, el cual prohíbe a los funcionarios Judiciales atacar en cualquier
forma la conducta de otros Jueces o Magistrados. No debe olvidarse que los Jueces
jubilados gozan de los mismos honores y prerrogativas que los que los que se
hallan en actual servicio.
Se suma a lo anterior que los supremos criticados
ya no forman parte de la Corte Suprema (muchos de ellos han muerto), de modo
que no pueden defenderse y, obviamente, no corresponde que los actuales se
hagan cargo del requerimiento.
Sería de esperar una conducta ecuánime de parte de ellos y que, en lugar de dejarse
llevar por la psicosis del perdón
que ha surgido en este último tiempo, estudiaran realmente lo sucedido con espíritu
de verdaderos Jueces; es decir, sin prejuicios ni ideas preconcebidas y
conversando con aquellos que formaron parte
del máximo Tribunal en aquellos años.
Raquel Camposano E.
Señor Director:
Ante tardíos perdones.
Más que tardíos perdones comunicacionales por
actos ajenos Juzgados fuera de contexto, preferiría que nuestras autoridades
cumplieran cabalmente las funciones que hoy desempeñan, de modo que mañana
otros no se vean obligados a pedir perdón por sus omisiones y errores.
Miguel A. Vergara Villalobos.
Pueblos bien informados
difícilmente son engañados.