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miércoles, 11 de septiembre de 2013

11 de septiembre, temas para meditar....
















“1.000 días Y 14.600 días mejores”,
por Alexis.


“No esperéis ocultar nada; el tiempo viene, pasa y lo descubre todo, y la verdad queda por fin manifiesta” Sófocles.


En estos días, todos los canales de televisión se han empeñado en mostrar al espectador la fábula de los mil días de Allende, donde se quiere dar una imagen del ex Presidente que está muy distante de la verdad y que poco o nada tiene que ver con ella.


Lo cierto es que el Gobierno de la Unidad Popular fue uno de los peores Gobiernos de toda nuestra historia. En esto no caben dos versiones, aunque existan miles de ellas.


Basta ver las imágenes que se muestran por los canales de televisión, para darse cuenta que ese Chile de hace cuarenta años fue algo muy lejano y diferente al Chile que hoy conocemos.


El Chile de hoy es catorce mil seiscientos días mejores que los vividos en esos tristes y desgarradores mil días que pretendían entregarnos, atados de pies y manos, a las fauces del oso moscovita y su representante en América, país que hasta el día de hoy sigue mostrando las llagas de una herida que es imposible de cerrar, mientras persistan en mantener ese estado de guerra permanente contra la democracia.


Dicen que una imagen vale más que mil palabras, y ello lo demuestran las escenas tomadas por las cámaras de los servicios noticiosos de aquel entonces, donde bien puede advertirse lo que sucedería a continuación, si lo que pretendían hubiese alcanzado el éxito que ellos pregonaban.


Sólo hay que pensar en la famosa lista de las cuarenta medidas prometidas al pueblo para entender que nada de eso podía ser posible en un país que había perdido el norte y su brújula giraba en forma loca sin destino cierto.


Lo malo de todo esto, es que hay una juventud que compone más del setenta por ciento de nuestra población, y que no tiene la menor idea de lo que sucedió en forma real en esos mil días, pero sí puede ver lo que se ha hecho en los catorce mil seiscientos días que han transcurrido luego de la gran tragedia que conmovió a nuestro país hasta hacer pensar que habíamos perdido en forma definitiva nuestras raíces.


Por esos catorce mil seiscientos días que nos han abierto a un país en orden y democrático podemos levantar una copa y decir ¡salud!


Los revolucionarios y el 11 de septiembre,
por Mauricio Rojas.


Cómo llegamos al 11 de septiembre de 1973? Esta es la pregunta clave que debiéramos ser capaces de responder a cuatro décadas del golpe militar. Es hora de entender cómo un día llegamos a odiarnos con tal frenesí que nos dimos el terrible derecho a destruirnos los unos a los otros. La muerte de nuestra democracia no fue un accidente inesperado, sino producto de una larga enfermedad que se había ramificado por todo el tejido social, destruyendo la convivencia cívica y convirtiendo a Chile en un país en guerra civil mental. Sólo faltaban los tanques en la calle, hasta que un día allí los tuvimos.


Posteriormente, esa historia se ha acallado. En parte sepultada por el horror de los crímenes de la dictadura, pero también por la manipulación de quienes se benefician de ese silencio. Pocas voces han sido tan sinceras como la de Radomiro Tomic, que en agosto de 1973 le escribía al general Carlos Prats: “Sería injusto negar que la responsabilidad de algunos es mayor que la de otros, pero, unos más y otros menos, entre todos estamos empujando a la democracia chilena al matadero”. Y luego agregaba: “Como en las tragedias griegas, todos saben lo que va a ocurrir, todos dicen no querer que ocurra, pero cada cual hace precisamente lo necesario para que suceda”.


Sí, todos sabíamos que el país se encaminaba hacia el golpe militar, la guerra civil o, como creía Carlos Altamirano, la creación de un Vietnam chileno. Pero en lugar de hablar de esta verdadera tragedia se nos ha contado una historia de opereta, donde los infaltables imperialistas yanquis manipulan a unos generales traidores que ponen fin a los intentos democráticos de todo un pueblo por construir una sociedad mejor.


Al mismo tiempo, se nos bombardea con imágenes televisivas o museos recordatorios que nada explican, simplemente porque nada quieren explicar. Esas imágenes son necesarias, pero están allí para impactarnos y emocionarnos, no para desarrollar nuestra capacidad de entender y juzgar lo que realmente pasó.


Por mi parte, hace tiempo que llegué al convencimiento de que si algo le debíamos a Chile quienes participamos en los hechos que desembocaron en el golpe es justamente una reflexión sincera sobre ello. Especialmente si uno proviene de esa izquierda revolucionaria que apostó por la destrucción de la democracia y la lucha fratricida como medio para crear una sociedad acorde con sus ideales. Nuestra responsabilidad no fue pequeña por lo que ocurrió en Chile y de ella no nos exime el que después hayamos sido víctimas de las tropelías de la dictadura.


Es esa perspectiva autocrítica resaltan tres hechos. El primero es la determinación de Allende y la Unidad Popular de llevar adelante un proceso de transformaciones revolucionarias sin contar con el respaldo de la mayoría del país. Sólo la estructura defectuosa de nuestro sistema institucional y un uso mañoso de todo tipo de artimañas y resquicios legales permitió poner en práctica un propósito semejante. Lo que Allende pretendió fue volver las formas (manipuladas) de la democracia contra el verdadero espíritu de la misma y eso no podía terminar bien. Se trata de ese “gran desprecio por la democracia” del que Eduardo Frei Montalva hablaba en una carta de mayo de 1975.


A este hecho hay que sumarle el accionar del extremismo político, que hizo imparable la marcha de Chile hacia el abismo. Al respecto, cabe recordar que ya en 1967 el partido de Salvador Allende había adoptado, por unanimidad, una resolución estableciendo que “la violencia revolucionaria es inevitable y legítima” y “constituye la única vía que conduce a la toma del poder político y económico”. Allí se declaraba, además, el carácter instrumental de “las formas pacíficas o legales de lucha”: “El Partido Socialista las considera como instrumentos limitados de acción, incorporados al proceso político que nos lleva a la lucha armada”. Este es el trasfondo nada folclórico de la “revolución con sabor a vino tinto y empanadas”.

La radicalización de los socialistas culmina en el Congreso de La Serena, de enero de 1971, donde Altamirano es elegido secretario general y los sectores provenientes del Ejército de Liberación Nacional (ELN), creado por el Che Guevara, se hacen con el control de los órganos directivos del partido. Este es un dato clave para entender la dinámica de los años siguientes y la impotencia de Allende para contener la deriva extremista de sus propias fuerzas.


A su vez, también el MIR se radicaliza. A fines de 1967 la dirección pasa al grupo de jóvenes liderado por Miguel Enríquez y la estrategia política se decanta por la “guerra revolucionaria, prolongada e irregular”. Por ello, en 1969 el MIR pasa, junto con otros grupos guerrilleristas (ELN, VOP y MR2), a la lucha armada. Hasta mediados de 1970, cuando el MIR suspende tácticamente sus acciones militares, se habían llevado a cabo una decena de asaltos a bancos, cuatro secuestros de aviones, tres asaltos a armerías y decenas de atentados con bombas.


En suma, fuimos muchos los “idealistas” que sembramos los vientos de la discordia y la violencia y cosechamos una dictadura muy distinta a aquella del proletariado con que soñábamos. Nada justifica las brutalidades cometidas por los militares, pero tampoco nada justifica nuestro aporte a la creación de un clima de odios fratricidas entre los chilenos. Es hora de ser honestos y, con las palabras de Ricardo Lagos, decir: “Para nunca más vivirlo, nunca más negarlo”.


Nota de la Redacción:
Aunque no compartimos los calificativos del autor de esta nota, exiliado, integrante del academic board de la Fundación para el Progreso y ex Parlamentario en Suecia, respecto al Gobierno militar,  creemos que su descripción del accionar liberticida del allendismo vale la pena tenerlo en cuenta para contextualizar los sucesos que llevaron al 11 de septiembre, la violencia y el odio que inocularon a la sociedad chilena. Tomado de pulso.cl


La verdadera trampa electoral,
por Gonzalo Müller.


En momentos en que se abre la discusión sobre cambios al sistema electoral que elige a nuestro Congreso, debemos analizar la reforma propuesta, que lamentablemente  fue aprobada ayer por en el Senado, bajo los efectos que su nueva lógica produce, para darnos cuenta de que si bien avanza en proporcionalidad debemos establecer claramente a qué costo logra esos avances.


Se debilita fuertemente la relación elector-Parlamentario. Como consecuencia de fusionar Distritos para avanzar en proporcionalidad, se terminaron creando megadistritos de hasta 500 mil electores. Y en Regiones, además de gigantescas dimensiones territoriales, también los componentes locales de la elección sufren un deterioro, resintiéndolo especialmente aquellas Comunas más pequeñas que en la práctica se quedarán sin representantes de sus intereses y necesidades, sobre todo si estos están en oposición de las necesidades e intereses de los grandes centros urbanos. Los Parlamentarios de Regiones evidenciarán, al mirar cómo se fusionan los Distritos, que serán sus electores los que perderán poder relativo frente a las grandes Comunas de nuestro país, produciendo una mayor concentración del poder político, en la misma relación que se concentra la población.


Se necesitan menos votos para ser Parlamentario, algo que sin duda les resulta atractivo a los actuales Parlamentarios y a los partidos minoritarios, por el efecto de que una lista se hace más fuerte al haber más candidatos en la lista; por ejemplo, un candidato con el 5% de los votos cuya lista alcance el 15% tiene una insuperable opción de llegar al Parlamento, por elegirse 6 Diputados en ese Distrito, lo que hasta ahora era casi imposible al elegir sólo a 2. El costo de esta mayor facilidad es la menor importancia individual del Parlamentario; con listas más fuertes se debilita la importancia del candidato, y por lo mismo se fortalece el poder de los partidos.


Hasta ahora la persona del candidato a Parlamentario era muy importante. Su capacidad, conexión o historia con la comunidad podían ser determinantes en que resultara electo o no, más allá incluso del sector político al que representaba, pero estos factores ceden o desaparecen ante la existencia de una lista con 4, 6 u 8 candidatos que termina siendo una elección por partidos y no por candidatos.


Uno de los atractivos de la reforma es que abre la posibilidad de una mayor competencia y una multiplicación de la oferta política en nuevas listas electorales, pero eso es subestimar la capacidad de nuestros políticos de maximizar sus beneficios al menor costo, esto es mantener grandes coaliciones y capturar por esa vía el máximo de cargos a elegir; total, ya han demostrado que no necesitan estar de acuerdo en lo que van hacer para estar en una misma lista electoral, ni tampoco llevarse muy bien; sigue siendo más fuerte el premio de permanecer unidos más allá de toda diferencia.


El problema de parchar el binominal es terminar con un engendro peor. Si queremos avanzar hacia un verdadero nuevo sistema electoral, debemos primero preguntarnos qué es lo que valora el elector de sus Parlamentarios, y tratar de potenciar esas relaciones. La propuesta que se vota hoy avanza en el sentido contrario de una política más cercana a los electores.


Hay varias alternativas de sistemas electorales con los mismos 120 Diputados; por ejemplo, 120 Distritos más pequeños y cercanos a los electores podrían elegir a nuestros Parlamentarios a través de un sistema uninominal, que favorezca la creación de mayorías que le den estabilidad al país, pero también que ayude a desconcentrar el poder político en todo el territorio nacional. Este sistema mayoritario tiene la ventaja de hacer más competitiva y empodera a los electores frente a los partidos.


Cuidado de la paz social.


La conmemoración de los 40 años del Golpe de Estado ha originado una avalancha de recuerdos, perdones y recriminaciones. Es de esperar que esta mirada de ese doloroso pasado ayude a sacar lecciones para nuestro presente, en el sentido de ir solucionando las tensiones propias de las democracias sin llegar al punto del quiebre institucional que vivió el país a principios de la década del setenta.


En el discurso del Presidente Sebastián Piñera, “Por un Chile reconciliado y en paz”, pronunciado durante la ceremonia realizada  en La Moneda, el Mandatario destacó que la amistad cívica y la paz son valores frágiles y que existe una relación muy estrecha entre la democracia, el progreso económico y la justicia social.


En ese sentido cabe realzar el significado de la llamada “política de los acuerdos”, que desde el regreso a la normalidad democrática favoreció el entendimiento entre los que ayer fueron adversarios. Esta se ha ido diluyendo en los últimos años y debe volver a tomar fuerza. Sólo una clase política que logra ceder para avanzar puede garantizar al país un marco de estabilidad y una salida institucional a las frustraciones sociales propias de una sociedad más empoderada y cercana al desarrollo. Esta política de los acuerdos debe estar respaldada por un lenguaje cuidadoso y respetuoso, no uno confrontacional, binario y ofensivo, que fue lo que marcó el diálogo político en Chile desde fines de los sesenta.


Otra condición clave es afinar la detección de aquellos temas que dividen o que afectan seriamente la vida de los chilenos. En etapas tempranas, problemas como el financiamiento de la educación superior, que terminaron con marchas y una desazón generalizada de las familias de clase media, deben a tiempo enfrentarse con políticas públicas serias y focalizadas. La delincuencia, el temor número uno de los chilenos en todas las encuestas recientes, es un foco de preocupación que de no ser canalizado podría llevar al desprestigio de las fuerzas de orden o a profundizar la falta de credibilidad de la política. Otros focos de posibles estallidos sociales son la poco expedita atención en los servicios de salud pública en los que se atiende el 80% de los chilenos.


Hay que canalizar la fuerza de la calle hacia las instituciones. Buena señal es que los líderes clave de las potentes movilizaciones estudiantiles de 2011 y 2012 estén hoy compitiendo para entrar al Parlamento, así como algunos de los dirigentes sociales de las movilizaciones Regionales. Es en las elecciones que se deben consolidar estos liderazgos para traducir estas inquietudes sociales en políticas públicas. Y a la vez, la institucionalidad política debe ser reformada paulatinamente, con consenso, con respeto por la estabilidad, sin dejarse marear por las oleadas refundacionales que siempre hacen aflorar lo más polarizado de la sociedad.


Los 40 años que vienen dependerán de la capacidad de la generación actual de manejar los conflictos a tiempo y con decisión dentro del marco institucional, sin dejarse tentar por el populismo y las posiciones extremas.


Conmemoración dividida del 11 de septiembre.


En una ceremonia oficial encabezada por el Presidente de la República, el Gobierno conmemoró ayer en La Moneda el cumplimiento de los 40 años del quiebre institucional que vivió el país el 11 de septiembre de 1973. El encuentro se realizó sin la presencia de los representantes de la Nueva Mayoría, quienes decidieron ausentarse del acto organizado por el Ejecutivo y realizar uno paralelo en el Museo de la Memoria. Tampoco asistieron varios de los candidatos Presidenciales que competirán en los comicios de noviembre.


Considerando las sensibilidades que continúa despertando esta fecha en distintos sectores políticos y de la sociedad, su conmemoración era una oportunidad propicia para realizar un significativo gesto de unidad que contribuyera al reencuentro efectivo de los chilenos en un tema que continúa generando divisiones a cuatro décadas de ocurridos los hechos. Sin embargo, la escasa prolijidad con que el Ejecutivo preparó este acto público -de gran relevancia por la carga simbólica que conlleva- y la nula disposición de gran parte de la oposición de acudir al mismo, tuvieron como consecuencia que se desperdiciara una inmejorable instancia para promover un espíritu unitario en esta materia y avanzar en el proceso de reconciliación.


Resulta llamativo que durante la ceremonia de la Nueva Mayoría el ex Presidente Lagos señalara que se debería haber hecho un solo acto para demostrar que puede haber coincidencias, pues a su juicio “falta tener un diagnóstico común de lo que sucedió para cerrar bien las heridas”. Si existía consenso en cuanto a la importancia de realizar un único acto republicano que convocara de manera transversal a todos los sectores, cuesta entender que éste no se haya podido concretar finalmente. Esto deja de manifiesto ante la opinión pública que aún no existe una clara voluntad de las autoridades políticas para superar las heridas del pasado.


Más impuestos, menor inversión y crecimiento.


En el clima electoral, a raíz de una propuesta de la candidata Bachelet, múltiples voces han propiciado un alza tributaria y la eliminación de diversos incentivos al ahorro hoy existentes. Dos argumentos son los más invocados para justificar tales alzas. Por una parte, se las postula como una forma de darle mayor equidad al sistema impositivo, buscando que las personas de mayores ingresos contribuyan proporcionalmente con una cuota mayor que la actual. Por otra, se aduce que es una manera de aumentar la recaudación fiscal, para financiar proyectos de alto costo Fiscal, como una reforma educacional.


Respecto del primer argumento, en realidad los impuestos en Chile son bajos solo si se miden por la tasa nominal aplicada a las empresas. Sin embargo, las numerosas excepciones que contempla la mayor parte de los países de la OCDE hacen que muchos de esos países tengan una menor recaudación que el nuestro. Así, en Chile ella equivale al 5,3% del PIB; en los países de la OCDE es solo 3%. Y, en general, Chile recauda en impuestos -excluyendo las cotizaciones previsionales- cerca del 22% del PIB, tasa no muy distinta de la que se observaba en los países de la OCDE cuando tenían un nivel de desarrollo similar al nuestro.


Respecto de la necesidad de incrementar los ingresos Fiscales, se insiste en que un alza de impuestos no afectaría el crecimiento económico. Pero, en realidad, los inversionistas exigen a los proyectos que emprenden una rentabilidad acorde con el mercado y el riesgo que asumen. El retorno relevante es aquel que efectivamente terminan recibiendo, por lo que mientras mayor sea el impuesto, mayor será el rendimiento antes de impuestos que se exija a los proyectos para realizarlos. Por eso, si suben los tributos, inevitablemente habrá menos proyectos de inversión.


Asimismo, se ha propuesto la eliminación del Fondo de Utilidades Tributarias (FUT), aduciendo que él contribuye a la evasión. Actualmente, por esta vía, las empresas reinvierten cerca del 70% de las utilidades y generan más de la mitad del ahorro privado. Evitar que este mecanismo sea mal utilizado puede requerir algunas correcciones para evitar posibles evasiones, pero sería un craso error que para solucionar un problema circunscrito se afecten la tasa de ahorro y las inversiones que Chile necesita.


Chile es hoy más rico que nunca en su historia. La recaudación anual de impuestos supera los 50 mil millones de dólares y, según cálculos de Libertad y Desarrollo, se ha incrementado en 11 mil millones desde 2008, solo por efecto del crecimiento económico y la menor evasión. Medidas efectistas, como el alza tributaria, pueden ser contraproducentes y afectar el progreso socioeconómico.


Señales del mercado inmobiliario.


Hace algunos meses el Banco Central tomó la medida prudencial de alertar respecto de una posible burbuja inmobiliaria, basándose en el alza sostenida e importante del valor de los terrenos e inmuebles que se observaba en el mercado. Ella estaba destinada principalmente al sector bancario, pues es sabido que la oferta de créditos hipotecarios abundantes, en particular si ellos no exigen pagos iniciales sobre el 25% del valor de la vivienda, sobreestimulan la demanda de bienes inmuebles, y con ello su precio. Esto retroalimenta el ciclo alcista hasta valores eventualmente insostenibles, lo que a la postre conduce al rompimiento de la burbuja y su secuela de efectos negativos. La crisis financiera de 2008 tuvo su origen en fenómenos de ese tipo.


Dicha medida tuvo efectos, pues desde el ámbito de la oferta, las empresas inmobiliarias y constructoras frenaron sus ímpetus, lo que se ha traducido en una disminución de los nuevos permisos de construcción. Sin embargo, eso se concretará en el corto plazo en una menor oferta de viviendas, lo que mantiene la presión sobre sus precios y sobre la velocidad de ventas de las unidades residuales.


Esto ha sido corroborado en un estudio reciente que muestra que, comparado con el resto de los países de la OCDE, el valor de una vivienda se recupera con un período de años de arriendo más corto que lo que ocurre en aquellos. En Chile ese período es, en la actualidad, de 14 años, mientras en la OCDE se extiende a 23. Aunque eso refleja más bien los precios relativos entre arriendo y adquisición de bienes inmuebles, el hecho de que aquí sea más corto denota un mayor valor relativo del arriendo respecto del valor de venta, lo que sugiere un mercado con menor oferta que la necesaria, comparado con esos otros países. Otras cifras que confirman lo anterior son las que muestran que en el primer semestre de 2013 el stock de viviendas se agotaba en 12 meses, mientras en 2010 eso ocurría en 20 meses. Asimismo, en 2007, 0,4 personas se interesaban en una vivienda usada ofertada en la prensa, cifra que sube a 1,1 en 2013. Además, en 2009 una vivienda requería estar 145 días en el mercado antes de ser adquirida, cifra que descendió a 90 días en 2012, y a 64 en 2013. También los precios por metro cuadrado han experimentado alzas significativas, de entre 9 y 14%, en el último año.


En las semanas recientes, los bancos han comenzado a hacer ofertas atractivas de sus créditos hipotecarios, lo cual es evidencia de que la medida prudencial del Banco Central tuvo sus efectos: las cifras recién indicadas estarían marcando el final del ciclo alcista más que la continuación del mismo, y la nueva demanda requerirá esos incentivos que los bancos están comenzando a ofrecer.


Todo este panorama es congruente con la disminución del crecimiento que exhibe la economía, luego de tres años muy dinámicos. Esto constituye una señal de sanidad del mercado inmobiliario, que está respondiendo de manera apropiada al ciclo que se está viviendo.


Por otra parte, la fuerza que ha mostrado el mercado de la vivienda en los últimos años ha coexistido con las señales de malestar que una parte de la población ha mostrado en las protestas ciudadanas. Esa es otra muestra de la complejidad que ha adquirido nuestra sociedad, pues admite tanto conductas que procuran aprovechar las ventajas que otorga el sistema como aquellas que manifiestan molestia con otros aspectos del mismo. Las interpretaciones simplistas de los fenómenos sociales no se condicen con la evidencia empírica.


Educación parvularia: Junji, Juez y parte.


La educación parvularia es fundamental para asegurar una verdadera igualdad de oportunidades. La evidencia disponible señala con claridad que desde muy temprano se producen diferencias en las habilidades cognitivas y socioemocionales de los niños, que están muy asociadas a indicadores económicos, sociales y culturales de los hogares. Si se aspira a igualdad no cabe ser indiferentes a esta realidad. No es aceptable que los logros educativos de un niño, con todo cuanto eso significa en su vida, estén tan influidos por su origen. No obstante, es lo que ocurre en la actualidad. Para revertir esta situación, la educación inicial tiene un papel insustituible, pero eso exige que sea de calidad. Su mera existencia -como también lo muestran distintos estudios- no es garantía de igualdad de oportunidades.


Para lograr calidad en este nivel educacional, se requieren profundos cambios en su organización y financiamiento. También se necesitan educadoras de párvulos adecuadamente preparadas y permanentemente capacitadas. En estos campos, el Gobierno actual ha hecho algunos cambios relevantes, pero están lejos de consolidarse. Por eso, si bien es interesante que la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji) quiera medir por primera vez la calidad de esta educación, tal propósito debe analizarse con cuidado. Y es necesario recordar que en el Congreso se tramita un proyecto de Ley que corrige algunos defectos institucionales en el diseño de la educación parvularia.


En la actualidad, la apertura de un jardín infantil requiere un permiso Municipal y otro sanitario que ninguna relación tienen con los aspectos propiamente pedagógicos del proceso educativo. La Junji realiza una fiscalización, pero ella adolece de restricciones en su aplicación. Además, esa institución es, al mismo tiempo, proveedora de ese servicio, y resulta obviamente inapropiado que sea Juez y parte. Por eso, el proyecto aludido exige para los jardines infantiles una autorización del Ministerio de Educación que se haga cargo de algunas exigencias sin las cuales sería muy difícil que estas instituciones funcionen adecuadamente. Asimismo, encarga la supervisión del cumplimiento de estas exigencias a la Superintendencia de Educación. Se corrigen así algunos defectos del diseño institucional.


Con todo, hay acuerdo en que eso no necesariamente garantiza calidad y en que se requiere evaluar las prácticas que se observan en un jardín. Pero al hacerse cargo la Junji de esta labor, vuelve a introducirse este doble rol de Juez y parte que debe evitarse, y tanto más cuanto que es tan disímil la asignación presupuestaria entre las distintas instituciones proveedoras de educación parvularia. Al no existir un financiamiento por párvulo claramente identificable, niños que son iguales desde el punto de vista de sus características socioeconómicas y culturales pueden recibir financiamientos muy distintos, que indudablemente afectan sus oportunidades. ¿Cómo podrían establecerse, entonces, exigencias comunes? El modelo que pretende promover Junji define cuatro categorías de evaluación: básica, media, avanzada y de excelencia, pero eso requiere estándares bien definidos y ampliamente debatidos. Hay que recordar, por ejemplo, que las categorías similares definidas para la educación escolar se basan en varias pruebas estandarizadas e incluyen indicadores que han sido largamente debatidos.


Parece razonable -junto con otros cambios institucionales y de financiamiento más equitativo- avanzar en exigencias de calidad, pero eso debe ser fruto de un trabajo más preciso, con líneas de base determinadas cuidadosamente. Asimismo, no resulta conveniente que la institución responsable de evaluar la calidad sea la propia Junji, ya que este organismo, como uno de los principales responsables de la provisión de educación parvularia, debe ser el primero en sujetarse a cuidadosa evaluación.


Una carta para meditar.


Señor Director:


Nunca más.


La expresión ha sido manoseada en estos días hasta el cansancio, igual que las búsquedas de perdón. Sucede que en ciertas ocasiones se desatan actitudes populacheras, que sirven a las personas para realzar su figuración.


El deseo de que nunca más se realicen persecuciones como las ocurridas durante el Gobierno militar debería conllevar la idea de que también nunca más surja un movimiento como la UP, populista delirante que se proponga llevar a cabo una revolución destinada a terminar con la institucionalidad nacional y que cause graves trastornos en la vida de nuestra gente. Que nunca más falten los alimentos, que no se busque la ideologización de la educación, que la propiedad privada desaparezca, que las grandes organizaciones gremiales como la de los mineros, camioneros, los profesionales y comerciantes, no sean reprimidas, que el poder Judicial no sea burlado y, en fin, que la voluntad mayoritaria no sea menospreciada y amenazada.


También es de desear que nunca más, como ocurre hoy en día, aparezcan personajes frenéticos, aprovechadores de malos recuerdos, que usan la palabrería para estimular malas pasiones y sacar ventajas políticas a falta de ideas constructivas. Esto incluye a un ex Presidente de Chile que usando un juego de palabras y con tono terminante ha tratado de justificar lo injustificable.


Sergio Villalobos R.


Pueblos bien informados
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Marcha Soldados del 73, con imágenes

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Letra Marcha: Soldados del 73

Letra Marcha Soldados del 73

Autor: Rosabella Liniers
Compositor Gianfranco



Son hermanos los Infantes,
todas las armas y soldados del ayer
Carabineros, Marinos y Aviadores
Combatientes del 73.

Un sólo cuerpo, un sólo corazón,
noble misión, proteger a la Nación,
la frente en alto saliendo del cuartel,
los soldados del 73.

Ya dió la orden mi General,
para vencer tenemos que luchar,
no ha sido arriada jamás nuestra bandera,
orgullo eterno de nuestra libertad.

En el recuento se hace el silencio,
por los heridos, los caídos que no están,
lo lamento mi Capitán,
mi Sargento no le puede contestar.

La Patria es libre, llegó la paz,
en el desierto, el cielo, azul el mar,
ya nuestros hombres cantan victoria
Combatientes del 73

Ya dió la orden mi General,
para vencer tenemos que luchar,
no ha sido arriada jamás nuestra bandera,
orgullo eterno de nuestra libertad.

Piñera anuncia propuesta de reformas educacional y tributaria, gentileza EMOL

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