Chile reciente: Una historia coja,
por Francisco Javier González.
En las cabinas de proyección de los viejos
cines de barrio existía un pequeño instrumento, simple, pero fundamental: la
empalmadora. Se utilizaba para unir los celuloides en caso de rotura o corte.
Con frecuencia, cuando se pasaba la película y ésta llegaba al empalme, se
producían unos extraños saltos, se desajustaba la imagen o, lo que era peor,
quedaba detenida en un cuadro. Con el calor de los carbones, no era infrecuente
que se quemara ese pedazo del film. Obviamente que estos percances eran motivo
de pifias, alegatos, zapateos y las infaltables bromas por parte del público.
Con motivo de los cuarenta años del 11 de
septiembre de 1973, parece que en varios medios de comunicación y también en
cenáculos universitarios se trabaja en "editar" la
"película" de la historia de Chile reciente, mediante cortes y
empalmes. El resultado es un relato parcial y carente del necesario contexto.
Allí no está la historia, o al menos faltan trece años de ella que son
fundamentales para una mínima comprensión de los acontecimientos: los diez de
la década del sesenta y los tres del Gobierno de la Unidad Popular.
Es evidente que hay hechos que marcan la historia
de los pueblos, introduciendo cambios dramáticos o repercusiones insospechadas.
Por su trascendencia, por sus mismas características y consecuencias, puede
existir la tentación de aislarlos y transformarlos en causa y explicación de
todo lo que ocurra con posterioridad a ellos. Sin lugar a dudas, el 11 de
septiembre de 1973 ha sido uno de esos hitos en nuestra historia. Desde esa
perspectiva, es necesario combatir las simplificaciones y, en su justa medida,
darle el carácter de una escena más de lo que podríamos llamar la película del
Chile reciente. Tiene esos antes y después que permiten verlo no como cuadro
inmóvil y aislado, sino que como parte de un proceso histórico. En este
sentido, no se le puede considerar como origen sin verlo igualmente como término,
ni analizarlo como causa sin estudiarlo también como efecto. En definitiva, al
igual que con los acontecimientos contemporáneos, esa fecha también tiene su
pasado, pasado que lo sitúa en un contexto imprescindible para su conocimiento.
En torno al 11 de septiembre se nos quiere
presentar una "memoria histórica" de carácter nacional. Pero se
olvida que toda memoria del pasado, en singular, es de suyo selectiva y
parcial. Porque como los sucesos dejan huellas distintas en las conciencias, solo
cabría hacer "memorias históricas", en plural, y no un recuerdo único
que debe imponerse a todos. Cada chileno, como actor de los hechos o receptor
de los recuerdos que genera, aquilata su propia memoria del 11 de septiembre y
de los sucesos anteriores y posteriores al mismo. Bien se entiende que si se
pudiesen auscultar esas memorias, se encontrarían registros que ocupan el
abanico completo de los sentimientos y pasiones humanas. Entonces, ¿hay alguien
que pueda arrogarse el derecho de concebir una memoria oficial, absoluta y para
todos, de unos hechos que son percibidos y recordados de manera distinta por
sus compatriotas?
Si se quiere tener una aproximación a la
realidad de los hechos, el estudio histórico de los procesos sociales y
políticos no puede ser objeto de cortes o censuras. El historiador, sean cuales
sean sus ideas, tiene por misión investigar honesta y profundamente los
acontecimientos del pasado y tratar de explicarlos. Y si así lo hace, no se
quedará en algunos sucesos y sus consecuencias, sino que abordará también sus
causas. En este sentido, pretender hacer historia selectiva del 11 de
septiembre de 1973, ineludiblemente termina transformando la investigación de
dicho acontecimiento en un mero juicio del mismo. En historia, la
simplificación deforma y tergiversa. Eso es lo grave.
Para entender por qué hubo un 11 de septiembre
de 1973 es absolutamente necesario estudiar bien las décadas anteriores. Las
crisis políticas no se producen de manera espontánea ni por una interrupción
abrupta de la democracia. Hay causas y responsabilidades anteriores que deben
investigarse. Así, por ejemplo, para analizar la tragedia de la violación de
los derechos humanos resulta necesario comprender que la Doctrina de la
Seguridad Nacional fue desarrollada en la década de los sesenta por Estados
Unidos y que fue avalada por muchos Gobiernos latinoamericanos de la época,
entre ellos el chileno. Para comprender el colapso de nuestro sistema político,
es preciso conocer las consecuencias que tuvieron la siembra y práctica de
ideas revolucionarias en los años anteriores. Por último, para aquilatar en su
justa medida los radicales cambios que se han producido en Chile en los últimos
cuarenta años, resulta necesario no ignorar la pavorosa pobreza y miseria que
causaron en nuestro país los programas económicos y sociales impuestos por Gobiernos
anteriores a 1973.
Cortar la historia es como querer caminar con
un solo pie. Tal como solía hacerlo el público de los cines de barrio cuando se
trancaba la película, quizás es hora de gritarle a unos cuantos "ya pues
cojo, pasa la película".
Ver más allá de las divisiones,
por Margarita María Errázuriz.
Pensando en un trabajo que debo exponer en unos
días más, empecé a leer y a escuchar con más atención lo que dice la prensa y
las personas sobre lo que sucede en nuestro país. Una de las cosas que más me
sorprendió fue la frecuencia con que encontré referencias, en muy distintas
fuentes, a la necesidad de saber observar y decodificar la realidad para
entender lo que acontece. Estas repetidas alusiones las he considerado un
mensaje urgente.
El primer llamado a prestar más atención a lo
que acontece a nuestro alrededor lo escuché en una presentación sobre el
momento sociopolítico que vivimos. En ésta se dijo que estamos en crisis —una
de ésas que se sabe cómo empiezan y nunca cómo terminan—, la que puede
significar retrocesos o verdaderas oportunidades. Para poder tomar las
oportunidades hay que saber detenerse y ser capaz de ver más allá de lo que
está a simple vista. Al día siguiente me llamó la atención un título en el
diario: “La importancia de saber mirar”. Se trataba de una crítica al
documental “La última estación”, que insistentemente decía que para poder
entender había que escuchar los silencios, los que hablan más que el mejor de
los discursos. Para no seguir abundando en ejemplos, sólo recordaré que el
informe que debe presentar la Comisión de Innovación para la Competitividad al
Presidente de la República, entregado en estos días, destaca que es necesario
vencer nuestra “ceguera” para poder tomar riesgos y asumir compromisos que
permiten ser parte de la dinámica que hoy mueve al mundo.
Creo que saber leer y entender la realidad es
un tema tan presente y tan necesario en estos días porque en momentos de cambio
social como los que vivimos, lo probable es estar confundido. En el contexto de
esta crisis es difícil tener visiones de conjunto en la medida que todo parece
fraccionado y disperso, dejándonos inmersos en un cuasi caos donde no es fácil
opinar y asumir posición si no se sabe evaluar el alcance del cambio. En medio
de estas dudas y ante la necesidad de tener un enfoque, reaparece un
comportamiento que se ha repetido mil y una veces en la historia: la necesidad
básica de reforzar la identidad, la que lleva a la búsqueda de raíces y a una
actitud defensiva. En estas condiciones lo más simple es sacralizar el pasado y
recrear viejas divisiones. Tanto es así que nuestra élite política se ve
diariamente enzarzada en antiguas disputas, lideradas por dos bandos que por
lado y lado se justifican al recordar el pasado.
Aunque tengo tantas dificultades para ver como
las que tiene cualquier hijo de vecino, en lugar de grandes diferencias
advierto que lo que la ciudadanía espera, y que de hecho ya está presente, es
exactamente lo contrario: una clara convergencia de objetivos. Ejemplos hay
muchos: la eliminación del binominal, la prioridad que tiene la calidad de la
educación y la salud; la elección directa de las autoridades Regionales. Todo
ello también está ante nuestros ojos. Esto no se aprecia a primera vista
porque, frente a las próximas elecciones, es muy fuerte la necesidad de
diferenciarse y por esta razón aparecen discrepancias y a veces con mucha
fuerza. A mi juicio, las aguas profundas que están impulsando el cambio social
no son las divisiones. Más allá y más potente que las diferencias creo que el
país quiere acuerdos para que todos sean respetados y tengan una mejor calidad
de vida. Para mí, ésta es la corriente que está empujando nuestra historia.
Espero no ser selectiva y ver sólo aquello que
quiero ver.
El ineludible lenguaje moral de las Leyes,
por Hernán Corral.
"Aunque muchos afirmen que no se meten en
política, la política igual se mete con ellos", dice una antigua máxima.
Algo análogo ocurre con la moral y las Leyes: aunque los Legisladores digan que
solo pretenden regular Jurídicamente una materia sin proponer valores morales,
lo cierto es que -para bien o para mal- las Leyes siempre hablan desde un punto
de vista moral; ofrecen señales a la población sobre lo que la autoridad
considera mejor para el bienestar individual y común.
Cuando se trata de algo políticamente correcto,
se reconoce y se utiliza sin ambages esta función de las Leyes. Los ejemplos
recientes son variados: penalización del femicidio, Ley de tolerancia cero al
alcohol, Ley antitabaquismo. El Senado, en estos mismos días, ha aprobado un
proyecto de Ley que prohíbe el uso y la comercialización del hilo curado.
Pero en los temas que han recibido la etiqueta
de "progresistas", se pierde de vista esa función y se intenta
escindir lo Legal de lo moral. Las Leyes -se argumenta- no deben imponer una
posición moral, sino que, respetando el pluralismo ético, han de conceder un
marco neutral de libertad para que sean los individuos los que, de modo
autónomo, definan sus estilos de vida y opciones valóricas.
Es lo que ocurre con el debate sobre legalizar
la marihuana. Se aduce que si un adulto desea consumirla, debe poder hacerlo,
aunque se cause daño a sí mismo; las políticas públicas deberían centrarse en
la prevención y la rehabilitación, y no en imponer
"paternalistamente" y mediante sanciones el autocuidado de la salud.
Curiosamente las candidatas a la Presidencia
Bachelet y Matthei han coincidido en la necesidad de revisar la Ley N° 20.000 y
retirar la marihuana de la llamada lista 1 (drogas capaces de causar daños
considerables). Las candidatas se han cuidado de adherir a la política
legalizadora del Presidente Mujica en Uruguay, pero muchos la ven como un
modelo a seguir.
Ese país está a punto de aprobar una Ley que
permite el cultivo y la comercialización de la cannabis, mediante el
establecimiento de una especie de estanco Estatal. No obstante, ya antes de que
el Senado ratifique el proyecto han surgido voces críticas, incluso de quienes
se declaran partidarios de no penalizar la marihuana. Andrés Oppenheimer en
este mismo diario, siguiendo las opiniones del ex Presidente uruguayo José
María Sanguinetti, escribió que si la Ley se aprueba en una "atmósfera de
jolgorio" y como señal de permisivismo, terminará por aumentar el número
de consumidores. Pero, ¿puede legalizarse la marihuana o rebajarse su
calificación de droga dura a droga blanda, sin que se envíe ese mensaje moral a
la ciudadanía?
Parecido fenómeno se ha producido en varios
países con el aborto. Se parte diciendo que en ciertos "casos límite"
la Ley no debe sustituir la decisión ética de la mujer; no se trataría de
declarar lícito el aborto, sino solo de despenalizarlo. Pero el inevitable
lenguaje moral de la Ley prescinde de esos tecnicismos academicistas, y lo que
se comunica a la sociedad es que resulta correcto que una madre pueda tronchar
la vida del niño que gesta. No es raro que pronto ese aborto limitado derive en
aborto libre, y que de "hecho no punible" se convierta en
"derecho individual", que se expande a otros ámbitos Jurídicos
diversos del penal. En esas naciones una mujer embarazada que no es informada
de que la criatura viene con una malformación puede demandar al médico para que
se le indemnicen los perjuicios sufridos por no haber podido abortar y tener
que "cargar" con un hijo discapacitado.
Las Leyes no pueden eludir el sentido moral que
poseen en nuestra cultura; más en Chile donde el legalismo forma parte de la idiosincrasia
nacional. Desconocer esa función de la labor Legislativa, sobre todo en
materias tan vitales como la vida o la salud de las personas, es imponerse una
ceguera que la sociedad y sus miembros más vulnerables terminan pagando caro.
Alentador informe económico.
Impulsado principalmente por la demanda
interna, el PIB nacional creció 4,1% en el segundo trimestre, respecto a igual
período del 2012, informó esta semana el Banco Central. El dinamismo del
consumo de las familias y la formación de capital en los sectores de la minería
y comercio sustentaron este desempeño. Así, las expectativas de rápida
desaceleración de la actividad no se han cumplido y, en consecuencia, el Grupo
de Política Monetaria del instituto emisor decidió mantener la tasa.
Desde el punto de vista sectorial, con
excepción de las actividades de pesca, restaurantes y hoteles, que registraron
caídas respectivas de -9,9% y -2,4%, todos los sectores contribuyeron al alza
del PIB, destacándose minería y servicios financieros, con crecimientos de
7,8%, y comercio, con 7%.
El consumo privado de los hogares alcanzó un crecimiento
del 7% y el consumo Gubernamental aumentó en 3,6%, resultando un incremento del
consumo total de 6,4%. El desempeño en la formación bruta en capital fijo fue
aún mejor, con una subida de 9,3%, logrado con un fuerte aumento del 15% en el
renglón “maquinarias y equipos”, y de 5% en construcción. Aunque el dinamismo
de la inversión fue mayor al del consumo, este último es todavía el motor
principal del crecimiento debido a que representa las ¾ partes del gasto total.
Respecto del comercio exterior, aunque las
importaciones superaron a las exportaciones, persiste un superávit en el
comercio de bienes de 1.224 millones de dólares, el cual es revertido por un
déficit en la balanza de servicios y, además, por rentas pagadas a la inversión
directa foránea, resultando en definitiva un déficit en cuenta corriente de US$
1.631 millones (2,4% del PIB). Es preciso destacar que, a pesar del
desequilibrio externo referido, el Banco Central logró incrementar en el
período en US$ 1.773 millones sus activos de reserva.
En cuanto a la Inversión Extranjera Directa, se
registraron salidas por US$ 1.773 millones, relativas a participaciones en
empresas localizadas en territorio nacional. Sin embargo, en la denominada
Inversión Extranjera de Cartera, ingresaron capitales por US$ 3.236 millones,
asociados principalmente a emisión de bonos en los mercados internacionales.
La deuda externa se mantuvo prácticamente
constante, con un incremento de 0,6% a causa de un mayor endeudamiento por
parte de las empresas y el Gobierno. No obstante, la Posición de Inversión
Internacional (PII), que mide la condición acreedora/deudora del país respecto
del resto del mundo, disminuyó en US$ 4.409 millones, alcanzando un saldo
deudor neto de US$ 44.498 (16,7% del PIB anual). La caída en la valorización de
los pasivos (deuda nacional) contribuyó en la mejora relativa en la PII. En
efecto, tanto la inversión directa como la de cartera perdieron valor debido al
rendimiento negativo de la bolsa chilena.
Por todos estos antecedentes, Chile ostenta una
posición que favorece un ajuste no traumático y permitiría un “aterrizaje”
suave ante los shocks externos. La mantención de este equilibrio macroeconómico
le permitiría al país llegar en buena forma a la reactivación esperada de los
mercados externos.
Consejeros Regionales: la elección menos conocida.
Cerca de un millar de candidatos se inscribieron esta
semana para competir en el proceso menos conocido de los comicios de noviembre.
Se trata de la primera elección directa de los 278 integrantes de los 15
Consejos Regionales (Cores) distribuidos a lo largo de Chile. Hasta la fecha,
los miembros de cada Consejo Regional (Core) eran elegidos indirectamente por
los Concejales de la Región, quienes se constituían para estos efectos en
Colegio Electoral.
La falta de conocimiento que se aprecia a nivel
general respecto de esta elección, especialmente en la Región Metropolitana, no
se condice con la importancia de la función que la Ley otorga a estos Consejeros:
representar los intereses de la comunidad en la toma de decisiones que inciden
en la administración de la Región. Una labor que se manifiesta a través de la
asignación de los recursos provenientes del Fondo Nacional de Desarrollo
Regional, además de otros programas de inversiones.
Por lo mismo, y con el objetivo de contar con
un proceso debidamente informado, resulta fundamental que su alcance sea
difundido y explicado a los electores,
una tarea que corresponde tanto a las autoridades centrales como a los actores
directamente comprometidos, es decir, los candidatos a ocupar un puesto en su
respectivo Consejo Regional.
Esta tarea recae también en las diferentes
coaliciones y partidos políticos en su calidad de responsables finales de haber
presentado candidatos en base a sus atributos y capacidades, antes que
privilegiar parentescos o “premios de consuelo” para políticos que no obtuvieron
cupos en las elecciones Parlamentarias. Después de todo, la Legislación
establece acertadamente que el Core no es un cargo de dedicación exclusiva ni
tampoco supone una suerte de Congreso Regional.
Parece recomendable esperar el funcionamiento
práctico de los cambios introducidos a los Consejos Regionales y que incluyeron
este sistema de elección por voto popular, antes de proceder con nuevas
reformas que tienden a confundir el sistema de Gobierno central que mantiene
Chile y que, independiente de los requerimientos que comprensiblemente pueden
existir a nivel Regional, ostenta resultados positivos en aspectos claves, como
son el control presupuestario, la focalización del gasto público y el
desarrollo planificado de las políticas públicas.
Avanzar en reformas como la incorporación de un
Presidente del Consejo Regional elegido por voto popular, un rol que en la
actualidad es asumido por el Intendente -representante del Gobierno central en
cada Región y responsable de la coordinación con él- supone la introducción de
una figura que terminaría compitiendo con dicha autoridad, tanto en
responsabilidades como en expectativas de evaluación popular.
Más indicado resulta implementar la actual
reforma y poner los mayores esfuerzos en el desarrollo de una elección
informada y transparente, de tal forma que la comunidad conozca a quienes
aspiran a un escaño en su respectivo Core y les exija un desempeño de
excelencia en el futuro.
Inversión extranjera y dinamismo en la agricultura.
Hace cinco o seis décadas, el cuestionamiento a
la baja producción agrícola era habitual. Se sustentaba esa visión en un
análisis simplista, basado solo en indicadores como la superficie cultivada.
Las tendencias ideológicas de entonces aseguraban que esa situación era
consecuencia de una concentración de la tierra. Aunque por cierto ese fenómeno
no era el único argumento para defender tal política, así surgieron las
presiones para una reforma agraria, estimuladas por el Gobierno estadounidense.
Pero la redistribución de la tierra no tuvo los efectos esperados en cuanto a
producción agrícola, y la información disponible más bien da cuenta de un
retroceso en ella. Una de las razones de esa baja producción -junto a la
violencia y al contexto del campo en esa época- era, en realidad, la maraña de
aranceles y restricciones, que se traducía en un escenario muy negativo para la
producción agrícola, que significaba en la práctica un gigantesco impuesto a la
producción. En cambio, la apertura comercial de los años 70, 80 y 90 permitió
una enorme expansión de la producción agrícola, que ha sido destacada en
distintas instancias internacionales.
La competencia mundial y las barreras
fitosanitarias que enfrentan las exportaciones de los productos agrícolas en
los más diversos países han impulsado importantes innovaciones en esta
industria. En algunos casos, ellas han sido resultado de desarrollos
tecnológicos creados en Chile; en otros, adaptaciones de tecnologías foráneas,
y también han existido situaciones en las cuales inversionistas extranjeros han
aportado con nuevas tecnologías. Este desarrollo dinámico ha permitido que
Chile pueda pensar en convertirse en un importante actor en la industria
agroalimentaria mundial. En algunos sectores específicos ya lo es. Las expectativas
de este sector son hoy alentadoras. A ello ha contribuido no solo la
estabilidad económica del país, sino asimismo una mejor infraestructura
caminera, y también puertos que han logrado aumentar su competitividad.
Naturalmente, también hay experiencias fallidas, pero casi siempre se ha
producido una rápida reconversión, que ha permitido que el sector no se
estanque y los recursos fluyan a los sectores más productivos. Los tratados de
libre comercio que ha suscrito Chile también han apoyado el desarrollo de esta
industria, particularmente porque la demanda alimentaria está expandiéndose y
la marca "Chile" ha logrado una aceptación importante en productos
agrícolas.
Quizás el mejor ejemplo de la creciente
consolidación de la industria agroalimentaria sea el aumento de la inversión
extranjera que se observa en la agricultura. Según antecedentes del Comité de
Inversiones Extranjeras, entre 2003 y 2008 ella rara vez superó los 200 mil
dólares anuales, pero en los últimos años se registra un incremento importante
y habría llegado el año pasado a 50 millones de dólares. Son montos bajos si se
comparan con otras industrias como la minería, pero importa la tendencia.
Por otra parte, la Cepal reporta que ha habido
dinamismo en la compra por extranjeros de terrenos agrícolas en Chile. Estas
inversiones parecen motivadas por diversas razones. Una importante es la
perspectiva de exportación a los mercados asiáticos, que se aprecian cada vez
más abiertos a recibir productos chilenos. Se espera igualmente que de ahí
vengan las mayores demandas por productos agrícolas de calidad. Pero también
parece existir un interés por aprender de la experiencia chilena, lo que
sugiere que nuestros empresarios agrícolas están desarrollando su labor de
forma muy eficaz.
Con todo, hay desafíos importantes: se requiere
invertir más en riego, la infraestructura portuaria y caminera tiene que seguir
mejorando y, particularmente, debe asegurarse un sistema de transportes más
eficiente.
Carrera de Fiscales, discutible conveniencia.
Por fin se ha establecido un cauce para el
acercamiento entre los actores políticos y los Fiscales asociados gremialmente.
Solo cabe esperar que las conversaciones no tengan lugar a puertas cerradas y
que los acuerdos, si se alcanzan, no obedezcan a transacciones políticas de
corto plazo, pues los factores en juego son trascendentales tanto para la
ciudadanía como para otras instituciones del Estado, especialmente la Judicatura.
Al parecer, los Fiscales y los abogados
asistentes aspiran a que se establezca en el Ministerio Público una carrera
funcionaria en la cual se ascienda automáticamente por el transcurso del tiempo
y la ausencia de deméritos relevantes. Advirtiendo que ni en el Gobierno ni
entre los Parlamentarios consultados existiría disposición para apoyar una
propuesta semejante, la directiva gremial propuso que los ascensos se supeditaran
al rendimiento logrado en pruebas de conocimientos Jurídicos, como una forma de
anticipar la formación futura de una auténtica Academia de Fiscales. La idea
era desvincular en la mayor medida posible los ascensos de la discrecionalidad
de los Fiscales Regionales, que es uno de los problemas identificados en el
régimen actual. Según trascendió, la propuesta fue calificada por las bases
como un "autogol", pues una vez implementada se tornaría
incontrolable.
Lo más relevante, sin embargo, es que al parecer
no existen propuestas alternativas, salvo la de instaurar un proceso análogo al
que rige para el escalafón primario del Poder Judicial. Es decir, el gremio de
los Fiscales ha reclamado a las autoridades políticas un cambio en sus
proyecciones profesionales -incluso con amenazas de movilización-, pero sin
proponer más contenidos que la extensión a su propio ámbito del proceso que
rige para los Jueces, el cual es controvertido tanto dentro como fuera de la Judicatura,
y muchos países avanzados no consagran una "carrera Judicial" en sus
ordenamientos.
Esto podría ser sintomático de una forma algo
inmovilista de afrontar los retos que plantean el incremento sostenido del
ingreso de causas y las dificultades propias de todo proceso de
institucionalización. En el ámbito de la carrera de los Fiscales adjuntos, no
se debería dejar de considerar que si el Legislador no estableció una carrera,
eso puede explicarse por la conveniencia de una sana rotación de personas en
las tareas que realiza la mayor parte de los Fiscales, no necesariamente en un
esquema de carrera funcionaria tradicional. Un Fiscal que trabaja a conciencia
adquiere una vasta experiencia y capacitación que puede emplear en el
Ministerio Público, si es su vocación para toda la vida profesional, o en
múltiples otros ámbitos de la abogacía, si prefiere otras orientaciones. Por
eso, tal vez no haya que forzar la creación de una carrera rígida, formal -y en
cierto modo paralizante-, allí donde las características de las funciones no
aconsejan que la haya.
Retraso en Tribunales ambientales.
La Ley de 2012 que creó tres Tribunales
ambientales en el país dispuso que el 28 de junio pasado deberían haber quedado
instalados, lo que, sin embargo, no ocurrió con los que tendrán asiento en
Antofagasta y Valdivia. Sólo se encuentra en proceso el nombramiento de los Jueces
que componen el segundo, ya que para el restante no habría postulantes
interesados.
Cada Tribunal se compone de tres Ministros, dos
abogados y un experto, más dos suplentes, que son nombrados por el Presidente
de la República con acuerdo del Senado, adoptado por tres quintos de los
miembros en ejercicio, de una quina propuesta por la Corte Suprema, que a su
vez tiene que formarla de un listado de postulantes seleccionados por el
Consejo de Alta Dirección Pública. Requieren tener 10 años de profesión, cierta
especialidad y haberse destacado en su desempeño, además de estar sujetos a
inhabilidades -no pueden postular quienes hayan servido en la institucionalidad
medioambiental en los dos años previos- y prohibiciones posteriores a su desempeño,
que dura seis años, aunque reelegibles.
Lo complejo y en cierto modo sobredimensionado
del procedimiento de nominación, como asimismo los requisitos y condicionantes
para integrar y desempeñarse en dichos Tribunales -tratándose de una especialidad
nueva- han provocado una escasez de postulantes y que no se haya podido cumplir
con los plazos previstos por la Ley. Además, está en duda la carga de trabajo
que tendrán, tanto que el proyecto original contemplaba un solo Tribunal. Todo
ello parece demostrar que las decisiones Legislativas se están adoptando
exclusivamente como fruto de una negociación política, sin mayor base en
estudios técnicos, antecedentes concretos y realismo. Los resultados quedan a
la vista.
Nuevo TLC, cambio de escenario.
Las negociaciones entre EE.UU. y la Unión
Europea para firmar el tratado de libre comercio más grande del mundo se
iniciaron hace más de un mes, y poco se ha discutido aún sobre sus efectos en
Chile. Se espera que ese TLC esté listo a fines de 2014, y se calcula que
impulsaría el crecimiento de ambas partes en unos 100 mil millones de dólares
anuales. En principio, esto beneficiaría a Chile, socio comercial con TLC
vigentes con ambas partes: a mayor crecimiento de sus socios, mayor la
posibilidad para Chile de aumentar los envíos.
Sin embargo, la eliminación de barreras
arancelarias y la estandarización de normas comerciales de ambas potencias
provocarán cambios directos e indirectos en el comercio mundial, para los que
Chile debe prepararse. Por ejemplo, se espera que este TLC modifique el
panorama energético internacional. Nuestro país deberá competir por el gas
estadounidense, que sería enviado con preferencia a su nuevo socio europeo.
Hasta ahora, el estudio más amplio al respecto
ha sido elaborado por el Instituto Ifo de Alemania, que concluye que los
principales perdedores serían, precisamente, los países que ya son socios
preferentes tanto de Estados Unidos como de Europa, incluyendo a Chile. Según
ese estudio, el PIB de Chile perdería 3,76% en la década siguiente a la puesta en
vigencia de ese TLC. Esta cifra y la conclusión del estudio han sido
discutidas, porque aún es difícil vaticinar los alcances que tendrá el acuerdo
comercial entre Estados Unidos y Europa. Pero no está en discusión que este
nuevo marco plantea un escenario más competitivo en el comercio internacional.
En este cuadro, conviene no retrasar las
negociaciones en otros procesos de integración comercial en los que participa
Chile. El Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), entre algunos países de
América Latina, Estados Unidos y Asia, que comenzó en 2005, se apresta a
negociar su 22ª ronda este mes, sin que se sepa aún de avances concretos. Es
más, los gremios del país afirman que desconocen los detalles de las
negociaciones.
Al mismo tiempo, la Alianza del Pacífico con
México, Perú y Colombia no acaba de concretarse, a pesar de la atención y
respaldo internacional que ha recibido. La prensa colombiana observa que la
última ronda de negociaciones concluyó en una disputa entre los socios,
mientras el bloque sigue sumando países.
Es demasiado pronto para predecir con certeza
los impactos de la integración entre EE.UU. y la Unión Europea. Pero Chile
debería comenzar a preparar su estrategia para crecer en otros mercados,
mejorando su oferta más allá de las materias primas y desarrollando industrias
que den a sus envíos un mayor valor agregado. En un mercado mundial con más
competidores formando alianzas, no basta con encontrar socios fuertes como
China o Japón, sino que se requiere mejorar la oferta.
Pueblos bien informados
difícilmente son engañados.