Surcorea asegura
que Corea de Norte tendría 200 bases móviles de lanzamiento de misiles, la cifra figura
en un estudio realizado por el Instituto
Coreano de Análisis de Defensa (KIDA).
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John Brennan, Director de la CIA, se reunió con el Ministro de Defensa
israelí, al que pidió que Israel no
intervenga en la guerra en Siria,
en la cita también abordaron la situación nuclear iraní.
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El Atlético
Madrid de Diego Simeone logró una nueva
corona de la Copa del Rey, tras vencer en el
partido decisivo
al Real Madrid por 2-1, duelo jugado en el estadio Santiago Bernabéu.
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El Chile real,
por David Gallagher.
Según las encuestas del CEP, el Chile real, el
de las mayorías, es muy distinto del que perciben sus élites, sean estas
políticas, empresariales, sindicales, estudiantiles o periodísticas. Las élites
nos hacen creer que vivimos en un país polarizado y crispado. Pero la verdad es
que son solo ellas las que padecen de esa excitada condición. Los chilenos de a
pie son en gran parte apolíticos y moderados. Lejos de estar en una acendrada
lucha ideológica, privilegian su vida privada, su trabajo, sus amistades y sus
diversiones.
En agosto del 2012, el CEP descubrió que la
mitad de sus encuestados "nunca"-repito, "nunca"- leía
noticias sobre política, y muchos más no conversaban "nunca" sobre
política con sus amigos o familia, siendo que los que sí incurrían
"frecuentemente" en esas prácticas apenas superaban el 10%. Un
aplastante 81% no seguía "nunca" temas políticos en medios sociales
como Facebook o Twitter, y un porcentaje similar no trataba "nunca"
de influir políticamente en alguien. Quizás estos resultados cambien algo en un
año electoral, pero son impactantes, dada la imagen que existe de que vivimos
en pie de guerra, pendientes de la próxima convocatoria a movilizarnos. Por
otro lado, en este país de individuos y de gente de familia, una gran mayoría
de los encuestados simplemente no se deja convencer por las categorías
políticas ofrecidas por las élites. Si se les pregunta si son de la
Concertación o de la Alianza, o de izquierda, derecha o centro, gana de lejos
un olímpico "Ninguno". Ni siquiera el "centro" atrae, si
bien las respuestas a otras preguntas indican que, en la práctica, la mayor
parte de los encuestados se ubica en ese espacio.
Un país así tendría que ser muy estable, pero
en Chile las élites nos están llevando a posiciones tan extremas, que hay dudas
respecto de nuestra futura gobernabilidad. Algunos culpan a la combinación de
primarias y voto voluntario. Según los expertos, conduce a que voten solo los
militantes más duros de las coaliciones políticas, lo que hace que los
candidatos se vuelvan ellos mismos muy duros. Pero la polarización de las
élites parece haber comenzado mucho antes, y no es la primera vez que se da. ¿O
creemos que una mayoría de chilenos quería, hacia 1970, llegar a los feroces enfrentamientos
que hubo?
Entre las élites sí hay, desde luego, mucha
gente moderada, incluso gente de espíritu transversal, pero esta apenas se
atreve a manifestarse, porque en el ambiente actual hay que andar con la
camiseta puesta. Por otro lado se ha instalado en el país un mito, según el
cual ya no son posibles los acuerdos transversales, porque "Chile
cambió", y estos acuerdos ya no son tolerados por una "calle" o
una "ciudadanía" que los considera inmorales. Este mito ha sido
impuesto en parte por las élites estudiantiles que, con envidiable desparpajo,
pretenden representar a esa ciudadanía, pero ha invadido a las élites en
general, porque estas temen contrariar a quienes las intimidan con su juventud.
Que los estudiantes ataquen acuerdos de antaño
es entendible, porque no participaron en ellos, teniendo mucho que aportar, y
no hay duda de que los acuerdos futuros tienen que ser muy inclusivos. Pero eso
no significa que no se den, ni que sea más moral librarse a una guerra de todos
contra todos. Los países que avanzan son los que generan consensos, como el
México de hoy, donde se firmó hace poco un envidiable "Pacto por
México" para enfrentar los problemas estructurales del país. No tenemos
alternativa a un acuerdo similar en Chile. Por eso es tan vital cuidar -y
confío en que podremos- las instituciones autónomas y transversales que
tengamos. En el ámbito público, una como el Banco Central, y en el privado, una
como el CEP.
¿Es posible aprender de la historia?,
por Mariana Aylwin.
Hace cuarenta años, en marzo de 1973, se
realizó la última elección Parlamentaria antes del traumático quiebre de la
democracia chilena. El tono de esa campaña electoral daba cuenta de la
profundidad de la crisis y el deterioro al que había llegado la política
chilena. Visto en perspectiva, revelaba que un ciclo de nuestra historia
republicana se estaba acercando precipitadamente a su fin.
La campaña del 73 tuvo un carácter definitorio
tanto para el Gobierno de la Unidad Popular como para la oposición. Para unos,
el triunfo permitiría afianzar la revolución; para otros, se trataba de obtener
respaldo para exigir al Gobierno que las transformaciones se encauzaran por la
vía democrática. No obstante, muchos ya, desde uno y otro lado, veían en las
instituciones de la democracia un estorbo para sus propósitos.
El Secretario General del Partido Socialista
sostenía que la utilización de la institucionalidad vigente por el Gobierno
popular no permitiría promover las transformaciones revolucionarias y que la
conquista del poder popular pasaba ineludiblemente por el enfrentamiento de
clases.
El clima de confrontación demostraba que el
sistema político estaba siendo desplazado de sus instituciones tradicionales.
Los partidos no lograban ponerse de acuerdo sobre la reforma Constitucional
referida a las áreas de la economía, mientras el Gobierno seguía avanzando por
la vía de los hechos. Para ello, se apoyaba en la movilización popular que,
expresada en cordones industriales, comités Comunales, juntas de abastecimiento
y otras organizaciones, empezó a tener vida propia, reduciendo la influencia
del mismo Gobierno.
De este modo, la movilización popular, dotada
de un fuerte contenido ideológico, mermó la capacidad de la política de buscar
acuerdos y resolver conflictos entre distintos intereses. Solapadamente el
conflicto llevó a una pugna evidente por atraer a las Fuerzas Armadas. El
fantasma de la guerra civil estaba presente: a la fuerza del fascismo había que
oponer la fuerza organizada del poder popular, mientras desde el otro extremo,
el conflicto se resolvía destituyendo al Presidente, por las buenas o por las
malas.
El resultado de la elección no fue el esperado
por ninguno de los dos bloques. Lo que vino después fue la agudización del
conflicto y el fracaso de los dirigentes políticos que pretendieron buscar
soluciones acordadas a través de la institucionalidad democrática. Seis meses
después vendría el golpe militar, iniciándose el período más doloroso de
nuestra historia del siglo XX en términos de división entre los chilenos.
Traigo este recuerdo en primer lugar para
valorar el camino que Chile ha transitado desde la recuperación de la
democracia. En gran medida, este ha sido posible gracias a la calidad de la
política y de los liderazgos que el país ha tenido. Sin embargo, como hace
cuarenta años (aunque lejos de la crisis que se vivió entonces), pareciera que
estamos enfrentando el fin de un ciclo que demanda cambios institucionales para
profundizar la democracia y enfrentar las nuevas demandas de los chilenos.
Las cosas serán mejores o peores dependiendo de
la oportunidad de las decisiones, y de la voluntad de diálogo y conducción -no
solo de representación- de los líderes. Como señalara Adam Smith, "un
verdadero líder es el que es capaz de moderar los apetitos de su partido...
Cada líder, en vez de ser la expresión extrema de una parcialidad -con lo cual
marcharía hacia la guerra civil-, es el primer contradictor de su propio
partido... En una sociedad donde predominan líderes de este tipo, la concordia
política es posible". No fue lo que ocurrió hace 40 años.
Hoy estamos en otras condiciones. Pero ello no
significa que haya cambiado lo que es esencial para la calidad de la democracia
que, en definitiva, sigue dependiendo de otras calidades, como la calidad de
las instituciones, la calidad de los políticos y también la calidad de sus
ciudadanos.
Eficiencia del Ministerio Público,
por Sabas Chahuán S.
La Fiscalía de Chile, en su misión
institucional, explicita que la persecución penal y la atención y protección a
víctimas y testigos debe ser ejercida “con altos estándares de calidad”. En
esta tarea, emprendemos importantes esfuerzos que dependen -en gran medida- del
trabajo que realizan las policías y de la información que éstas entregan a la Fiscalía
para la toma de decisiones. Si bien durante mi gestión hemos bajado en cinco
puntos los archivos provisionales, seguimos impulsando una serie de iniciativas
para perfeccionar la calidad de la información policial y obtener mejores
resultados.
En noviembre de 2010 asumimos el desafío de
mejorar el trabajo de las Primeras Diligencias, enviándole -tras un trabajo
conjunto- al entonces General Director de Carabineros un oficio con
instrucciones generales en materia de control de identidad, procedimientos con
detenidos y diligencias policiales inmediatas para delitos de robos, sexuales,
defraudaciones e ilícitos en violencia intrafamiliar. Paralelamente,
desarrollamos con la policía uniformada el Parte Policial Electrónico, un
sistema de interconexión informática -hoy piloto en Puente Alto y Pudahuel- que
permitirá dejar atrás el parte de papel y mantener en línea datos
indispensables para una eficiente persecución penal.
Todo lo anterior, complementado con el “Stad
Investigativo”, un estudio casuístico de los informes policiales que
Carabineros y la PDI envían a la Fiscalía, a fin de identificar las principales
falencias que presentan, para luego mejorarlas. En 2012 se implementó
exitosamente en La Araucanía, y este año se aplicará en las Regiones de
Coquimbo, Metropolitana y del Biobío. También estamos finalizando un protocolo
de reconocimiento de imputados que busca mejorar la calidad de la información
obtenida con esta diligencia.
El éxito de cada uno de estos proyectos no será
cabalmente posible si no establecemos un lenguaje común con las policías. Por
ello, creo necesario establecer Indicadores Comunes de Gestión Policial que
permitan monitorear las diligencias realizadas en el marco de las
investigaciones, que interactúen y/o se complementen con los indicadores del Ministerio
Público.
Todo ello, realizado con plena transparencia,
porque son múltiples los controles externos y obligaciones de información que
tiene la Fiscalía, entre ellas, las que son enviadas al Congreso a través de
informes presupuestarios, de gestión de causas o de metas institucionales, el
informe mensual que es enviado a la Contraloría General de la República sobre
ingresos y gastos, el anual remitido al mismo organismo sobre estados
financieros, o el enviado cada mes a la Dipres, etc.
No menos importantes son los controles internos
evidenciados en auditorías aleatorias y otras especiales que, en algunos casos,
dan origen a sumarios para determinar responsabilidades administrativas. Y
aunque no existe imposición legal, he dispuesto para este año la realización de
una auditoría financiera externa. Es decir, una serie de obligaciones legales y
autoimpuestas que pesan sobre la Fiscalía, necesarias para impedir cualquier
pretensión de alterar el estatus de autonomía que la Constitución le reconoce,
indispensable para investigar a cualquiera con plena independencia.
Euforia, desconsuelo y reconstrucción,
por Alberto Medina Méndez.
En tiempos de crecimiento económico, algunas
sociedades suelen pretender ampararse en indicadores para justificar su entusiasmo.
Ciertas estadísticas parecen reflejar determinados logros, y por eso es que el
debate político aprovecha para apoyarse en esas cifras y demostrar su aparente
éxito.
“No todo lo que brilla es oro”, dice una frase
popular que intenta advertir a los ingenuos, de que unos pocos datos aislados,
presentados con arrogante ampulosidad, no pueden explicar el presente profundo.
Muchos de estos países están pasando por esa
etapa. Una situación bastante infantil, demasiado ingenua, en la que buena
parte de la comunidad prefiere creer en “espejitos de colores” presumiendo del
supuesto triunfo de sus ideas. Lo concreto es que no tiene sustento real y solo
muestra la superficialidad de ciertos progresos que no explican con precisión
el momento actual.
En ese contexto, los que viven convencidos de
estar en el paraíso, hacen insistentes comparaciones con el pasado, se retratan
en él, afirman que jamás antes vivieron de este modo y dicen no comprender como
es posible que el resto de la sociedad no reconozca las maravillas del
presente.
Tal vez exista cierto paralelismo, entre esa
descripción cotidiana que hacen algunos y lo que le suele suceder a aquel que
se sumerge en el infierno de las drogas. En un instante difícil de su vida,
elige el camino más rápido, busca ese atajo a la felicidad que le proponen los
mercaderes del mal. Esos que dicen que consumir sustancias hará que todo se vea
mucho mejor, más que especial, diferente, accediendo así a un mundo pleno de
bienestar.
El relato de los que transitaron por ese
abismo, habla de una enorme sensación de entusiasmo, alegría y placer, que en
cada nuevo intento se disfruta con incomparable satisfacción. Lo que no
alcanzan a percibir en ese trance, es la totalidad de lo que está ocurriendo,
que es no solo lo evidente de la inmediatez, sino lo que sobrevendrá después de
esa fase de delirio, cuando se distinga la oscuridad que tiene preparada el
porvenir y las consecuencias inevitables que pagará por ese instante de placer.
Los que inducen a estas políticas, son como los
distribuidores de drogas, y se constituyen en los grandes ganadores de este
juego. Son ellos los que disfrutan del resultado y sacan provecho a las
decisiones individuales, los que se enriquecen y sobreviven al proceso.
En la vida en comunidad sucede algo similar. No
existe vericueto que lleve a la dicha, al crecimiento y al desarrollo integral.
El progreso, el despliegue económico, el avance social, la derrota de la
pobreza, no se obtiene con extraños artilugios edificados bajo efímeras
circunstancias positivas.
El éxito sustentable siempre viene de la mano
del esfuerzo, del trabajo, del sacrificio perseverante de una suma de
individuos. Creer que con planes sociales, ayudas económicas, saqueos
sistemáticos a los que producen, se puede lograr una sociedad armónica, es casi
tan ilusorio como suponer que consumiendo sustancias se conquista la felicidad
personal.
Las naciones no consiguen un progreso
sostenido, una construcción con mayúsculas, hasta que no comprenden las
verdaderas y profundas razones que explican la prosperidad. No existe magia en
esto, nada se obtiene de modo casual. Las condiciones propicias dilapidadas
bajo este esquema de distribucionismo irresponsable, solo llevan a recorrer un
camino que implica asumir una secuencia interminable de altísimos costos de
mediano plazo.
La inmoralidad de una clase dirigente que
compromete a las generaciones futuras, gastando en el presente recursos que no
dispone, para endeudarse de cara al porvenir, dejándoles así la responsabilidad
de “pagar la fiesta” de la que disfrutaron ellos, a sus hijos y nietos, muestra
la perversidad del régimen y la insensatez de los aplaudidores contemporáneos.
Ellos insisten en esto de convencer a todos de
que lo logrado es genuino, que los resultados visibles son hechos objetivos y
que no hay nada que temer. Cada vez que alguien describe lo que vendrá, solo
atinan a acusar sistemáticamente de conspiradores y desestabilizadores a
quienes se ocupan de anticiparse a lo inexorable. Ignoran uno a uno los
síntomas que muestran que el régimen apela todos los días a más de la misma
sustancia para sostener la artificialidad de su construcción.
Para cada tropiezo inesperado, se ufanan de
tener una explicación satisfactoria. Cada atropello tiene un asidero en ese
relato. Así avanzan en su fantasía en la que creen vivir, hasta el punto de
negar las consecuencias que pagan ellos mismos por las políticas que defienden
sin sentido.
Inseguridad, corrupción, inflación, abandono de
la cultura del trabajo, degradación moral, y las ya más evidentes, perdidas de
la libertad, ausencia de institucionalidad y debilitamiento de la república,
están a la vista de todos y ya no se pueden ocultar bajo las cándidas
caricaturas que utilizan.
Creer en la existencia de atajos a la
felicidad, en materia política, es desafiar la esencia humana, ya no solo su
historia, sino la racionalidad que ha posibilitado al hombre progresar con
creatividad y esfuerzo.
Por ahora, una parte importante de la sociedad
prefiere disfrutar de la fugaz dicha que le propone la ficción, sin percibir
los efectos nocivos de las “sustancias” que consume. La realidad, pronto, se
ocupará de poner las cosas en su lugar, y terminar el cuento de hadas que
algunos creyeron.
Continuarán recorriendo ese árido camino e
invitarán a otros a seguirlos, como sucede en el mundo de las drogas, mientras
los políticos que exaltan al “estado del bienestar” y este falso progresismo
económico, sacan provecho personal de esa novela.
Salir de este enredo no será tarea fácil, pero
a veces las caídas consiguen despertar a todos del letargo para salir con más
vigor de esos errores. Es de esperar que no sea en vano y que el aprendizaje
llegue cuanto antes para convertir esa preocupación en fuerza vital y empezar a
construir un país en serio. Pronto la realidad despabilará a los más, para
pasar de la euforia al desconsuelo, y recién desde allí, emprender el camino de
la reconstrucción.
Asamblea constituyente: peligrosas desprolijidades
argumentales.
Diversos Parlamentarios, e incluso candidatos Presidenciales,
suelen fundamentar el llamado a una nueva Constitución en un supuesto jurídico
técnicamente desprolijo. Eso fue notorio, por ejemplo, al escuchar en
televisión al candidato del Partido Radical Social Demócrata, Senador Gómez,
usar este argumento con cierta imprecisión. Por ejemplo, afirmó reiteradamente
que la Constitución de 1980 impide un cambio en materia de seguridad social y
AFP, por tratarse de materias de Leyes orgánicas Constitucionales. Según ese
razonamiento, la Carta Fundamental impediría un sano flujo Legislativo
reformador en esta y otras materias, al punto de que -concluyó- se hace
necesaria una nueva Carta.
En realidad, la Constitución no exige una Ley
orgánica constitucional para la regulación de la seguridad social. Las Leyes
que regulan estos temas, incluso la creación de una eventual AFP estatal como
empresa del Estado -tema también planteado por el mismo candidato- son materia
solo de Ley de quórum calificado (N.os 18 y 21 del artículo 19). Entre unas y
otras existe una sustancial diferencia de quórum, que de cuatro séptimos de Diputados
y Senadores en ejercicio en el caso de la primera, se reduce a mayoría absoluta
de ellos en la segunda.
Por cierto, esta aclaración no invalida el
argumento más general que ciertos sectores traen al debate, que sostiene la
inconveniencia e incluso ilegitimidad de estas Leyes de mayorías especiales.
Esta discusión, que es plausible, debe confrontarse con los beneficios que
tales Leyes han generado en 22 años de plena democracia. Resulta improcedente
atribuir a la Constitución barreras o rigideces técnicas que en rigor no tiene.
Esta estrategia suele encubrir propuestas que se acercan a la mera consigna
política. En este sentido, una cosa es proponer la flexibilización de los
quórums de esas Leyes, y otra justificar que la Constitución deba ser
integralmente reemplazada por otra. Aquí la pregunta es: ¿por qué no se conduce
aquella aspiración mediante una reforma Constitucional? La Constitución vigente
ha sido reformada -como lo recordó un académico- más de 242 veces (medida por
número de artículos) entre 1990 y 2009. Esto ha demostrado suficientemente la
razonable y prudente flexibilidad que ella tiene, en armonía con los estándares
del derecho comparado para una modificación de la Ley Suprema.
Hay evidencias aún más nítidas de la debilidad
del argumento sobre la supuesta rigidez Constitucional. Por ejemplo, parecería
que algunas campañas y candidatos no supieran qué materias regulatorias
esenciales para un Estado socialmente más protagónico -como, por ejemplo, la
laboral, la tributaria, la salud, la que permite limitaciones al derecho de
propiedad y muchas otras- son materia de Ley común, de mayoría simple. Aquí el
Congreso y sus mayorías gozan y han gozado de altas dosis de flexibilidad durante
décadas. Los desaciertos o vacíos que hoy se acusan no pueden, pues, imputarse
a inexistentes barreras de Leyes de mayorías especiales.
De los postulantes a cargos públicos que abogan
por una nueva Constitución, con asamblea constituyente de por medio, cabría
esperar que conozcan la misma Constitución que hoy rige. Y si el
desconocimiento de ella existe, como se advierte, en el nivel Parlamentario,
cabe imaginar cuál sería el curso -y el resultado- de una asamblea
constituyente integrada por todos los Concejales del país, idea que también se
ha planteado a este respecto.
Detención en Tirúa.
Tras mantenerse 41 días prófugo de la justicia,
la noche del martes fue detenido, por la PDI, Emilio Berkhoff, quien es
sindicado por el gobierno como uno de los articuladores de los grupos
violentistas que operan en La Araucanía y Malleco. Su captura es importante,
porque se encuentran pendientes varias causas penales en su contra, entre
otras, por maltrato de obra a Carabineros con resultado de lesiones graves el
2010, por su eventual participación en ataques incendiarios a instalaciones de
empresas forestales y por porte ilegal de armas.
Si bien no opuso resistencia, el sujeto portaba
un revólver al momento de su arresto, lo que confirma que no procedía su libertad
provisional, por la evidencia de que representa efectivamente un peligro para
la sociedad. Su detención debiese facilitar el avance de las investigaciones
que la Fiscalía desarrolla para esclarecer una serie de atentados que se han
perpetrado en La Araucanía y el Biobío en el último tiempo y que hasta ahora se
mantienen sin responsables identificados.
Cabe esperar que las autoridades policiales
adopten todos los resguardos para impedir que Berkhoff vuelva a escapar, ya que
situaciones como esta sólo contribuyen a ampliar la sensación de impunidad e
inseguridad que aqueja a los habitantes de esa zona del país. En este sentido,
es consistente con el resguardo de la seguridad pública que el Tribunal de
Cañete haya decretado prisión preventiva para el imputado y no arresto
domiciliario (condición en la que se encontraba al momento de su fuga).
No obstante, ahora se requiere que el
Ministerio Público disponga de pruebas sólidas, que permitan esclarecer su
participación en los delitos que se le atribuyen, de manera que avancen las
causas pendientes por estos ilícitos, se determine a los responsables y se
apliquen las sanciones en su caso.
La peor cara...
Esta ha sido una semana en que la política ha
mostrado algunas de sus más oscuras facetas. Denuncias de corrupción (con el
caso Isasi abriendo las peores dudas respecto de cómo se relacionan los
negocios y el mundo Parlamentario), enfrentamientos verbales y durísimas
disputas por cupos han dado la tónica. En lo vivido se mezclan hechos de verdad
preocupantes con un escenario determinado por la negociación Parlamentaria,
inevitable gatilladora de pugnas. En ese cuadro, el rol jugado por la clase
política no ha sido precisamente edificante. Es cierto que, desde las
movilizaciones de 2011, hay en el país un ambiente de mayor conflictividad,
pero, lejos de cumplir la tarea de encauzar las insatisfacciones, una parte de
la dirigencia extrema más la tensión, ya sea deliberadamente o por incapacidad
para resolver incluso sus propios problemas.
PS en crisis. El intento de acordar primarias Parlamentarias
«convencionales» luego del fracaso para acogerse a la debutante Ley, se volvió
un vía crucis para el Presidente del PS, Osvaldo Andrade, encargado por sus
pares de llevar el tema. Su propuesta para hacer 14 comicios de este tipo no ha
suscitado entusiasmos. Peor aún, ha sido opacada por las mismas decisiones
socialistas y concretamente por el acuerdo, ahora a punto de caerse, de su
última comisión política de nominar como candidatos al Senador Camilo Escalona
y al Diputado De Urresti, bajando a sus respectivos competidores. Todo indica
que esta determinación será anulada y que el episodio puede tener como epílogo
la renuncia de Escalona a su reelección, dejando como saldo un fuerte desgaste
para todo el conglomerado opositor. Porque aunque son innegables tanto el
derecho de una colectividad para hacer primarias o no, como el liderazgo y
capacidad política de Escalona, en un ambiente público que demanda
participación, el Senador fue un mal defensor de su causa, arremetiendo contra
dirigentes locales y poniendo en duda la capacidad de su propio partido para
organizar internas. Así, agudizó el conflicto, al punto de que su anuncio de
una querella por cohecho a raíz de la Ley de Pesca fue interpretado como una
forma de golpear a sus adversarios. Al final, el mal manejo de Andrade y
Escalona no sólo dañó la imagen de este último y derivó en una derrota política
de proporciones, sino que contribuyó además a una virtual paralización
opositora.
Víctima directa resultó ser la ex Presidente
Bachelet. Hay contradicción objetiva entre su discurso de escuchar a la gente y
el espectáculo de los partidos, pero a ello se agrega el que su propio llamado
a las primarias tenga escaso resultado práctico y que entre quienes aparecieron
impidiéndolo figuraran dirigentes de su misma colectividad y particularmente
cercanos a su figura. Si ello mina su liderazgo, su promesa de Gobernabilidad
también resulta golpeada al instalarse la crisis precisamente en el partido que
debiera ser su plataforma, con quien se estimaba su principal aliado político,
Escalona, ubicado en el centro del problema. Es evidente el contraste entre las
primeras semanas de Bachelet post vuelta a Chile, cuando, con sus dosificadas
declaraciones, manejaba la agenda pública, y lo que ocurre ahora, en que sus
anuncios han pasado a segundo plano y cada tanto se le pide pronunciarse sobre
lo que sucede en su coalición.
El ganador. Con un Claudio Orrego «boicoteado» por sectores
de la propia DC y los partidos cruzados por conflictos, el único que en la
oposición parece sacar provecho es Andrés Velasco. Su debilidad —no tener
colectividades que lo apoyen— es hoy su fortaleza, que le permite marcar de
modo natural distancia del crítico cuadro concertacionista. Si el balance de su
cuasi renuncia a la contienda opositora no fue del todo feliz, Velasco sí ha
logrado perfilarse como un contradictor genuino para la ex Mandatario. Uno que
rechaza la asamblea constituyente o la AFP estatal, y que incluso condiciona su
eventual apoyo a quien gane la primaria.
Doble opuesto. El contraste con lo que pasa en la Concertación
lo ofrece una UDI cuyo líder, Pablo Longueira, parece haber conseguido lo que
Andrade y Escalona no lograron: definir con frialdad su plantilla Senatorial y
conseguir —más allá de corcoveos— la bajada de quienes prometían llegar hasta
el final. El camino gremialista va a contrapelo de las demandas por
participación y deja varios heridos, pero también son indiscutibles la eficacia
política y la capacidad comunicacional para dotar de épica lo que en otros
partidos sólo sería visto como manejo cupular.
Masas y cultura.
La cultura, tal como se la entendió
tradicionalmente, viene experimentando cambios importantes desde mediados del
siglo XIX. Como lo han observado distintos autores, se produjo una suerte de
"sacralización" de la cultura, por la cual adquirió una función
social nueva: proporcionar sentido a la existencia individual y colectiva. En
una sociedad con diversidad de creencias y distintos modos de vida, la
"religión del arte" vino a sustituir a los megarrelatos religiosos e
ideológicos. Simultáneamente, fue surgiendo una cultura alternativa, muy
poderosa, concebida y desarrollada para satisfacer a las masas.
La emergencia de la "cultura de
masas" -asociada a la dominación que estas empiezan a ejercer dentro de la
sociedad en las primeras décadas del siglo XX- es un desafío esencial para la
cultura tradicional actual, a su vez desprovista ya de su halo de sacralidad.
Mientras la cultura tradicional es la consecuencia del estudio, disciplina y
cultivo de un grupo social pequeño, y para su disfrute exige también estudio,
disciplina y cultivo, los productos de la "cultura de masas" están
diseñados para poder ser disfrutados por enormes segmentos sociales del modo
más entretenido, sencillo y agradable. Según igualmente ha sido descrito por
variados autores, la cultura de masas tiende a concebir al público como un
"consumidor" y "cliente" y, por eso mismo, crea una
producción cultural más bien complaciente con sus gustos e intereses, sin
mayores exigencias y formateada, es decir, que replica formatos uniformes sin
dejar espacio para la innovación y la crítica. La "cultura de masas",
que es la predominante, favorece, no obstante, la democratización de los bienes
culturales (que dejan de ser privilegio de élites o cenáculos reducidos) y,
además, abre un horizonte mayor al ejercicio de la autonomía de los individuos,
al multiplicar su acceso a una diversidad de bienes culturales, como lo han
subrayado algunos de sus defensores.
La cultura en su sentido más tradicional es el
producto de una élite para otra élite, sea en su forma de "alta
cultura" o de cultura popular (la religiosidad popular, por ejemplo), y si
bien es posible -y, sin duda, conveniente- desarrollar todas las iniciativas
públicas y privadas que permitan su acceso a la mayor cantidad de público (lo
cual hay que celebrar siempre), no por ello pierde su naturaleza original: una
cantata de Bach o el himno a lo humano y lo divino de un cantor popular exigen
un cierto público y un tipo de experiencia estética que no cambia aunque se
empleen medios de comunicación de masas. El envase no cambia el contenido.
Con todo, si bien entre la cultura selecta y la
cultura de masas parecen existir tensiones evidentes, no por ello en la
práctica el predominio de esta última ha conducido al fin de la primera. La
distinción de naturaleza, propósitos y rasgos entre ambas no significa un
divorcio. De hecho, es posible para el ciudadano moderno disfrutar de ambas:
una dirigida de preferencia al entretenimiento y la diversión inmediata; la
otra, a la crítica, la reflexión lúcida y la contemplación. Con todo, poner a
disposición del público ambas expresiones de la cultura no significa en modo
alguno favorecer productos "mixtos", vulgarizaciones grotescas que no
dan cuenta de la complejidad de una obra original ni tampoco alcanzan a las
masas.
Maternidad y trabajo.
La reinserción laboral para las madres después
del nacimiento de un hijo se ve directamente influida por la calidad del trabajo
en cuanto a situación contractual, remuneración y beneficios. La encuesta Voz
de Mujer, realizada por ComunidadMujer y el BID en 2011, evidencia esta
realidad: el 69,3% de las mujeres que estaba trabajando al quedar embarazada,
vuelve cuando el niño cumple un año. Sin embargo, este porcentaje varía según
el nivel educacional de la mujer y la calidad del trabajo. Quienes tienen
acceso a un empleo estable, calificado y bien remunerado, con un contrato que
incluye beneficios y redes de cuidado infantil, suelen volver al trabajo en un
porcentaje más alto. Distinta es la situación de aquellas madres que tienen
acceso a trabajos precarios, de menores ingresos y sin contrato, ya que el
costo de dejar a sus hijos al cuidado de otros es mayor. Ese estudio constata
también que aquellas madres que no trabajaban antes del nacimiento de su hijo
tienen mayor dificultad en encontrar una ocupación remunerada.
Los numerosos beneficios asociados a la
maternidad muchas veces no son suficientes para que madres de escasos recursos
opten por seguir trabajando. Al respecto, un factor determinante se refiere al
cuidado de los hijos. La encuesta Bicentenario 2011 muestra que el 44% de las
mujeres que trabajan confía el cuidado de su hijo menor de un año
principalmente a los abuelos, y solo el 17% lo lleva a una sala cuna o jardín
infantil. Pero, en términos generales, estos establecimientos gozan de baja
confianza. Solo el 29% dice confiar mucho o bastante en las salas cuna, cifra
que disminuye en los sectores de menores ingresos. Respecto de los jardines
infantiles, el porcentaje de confianza se eleva a 37%.
Otro factor que parece incidir negativamente en
el trabajo de las madres es la extensión de la jornada laboral. La opción de
jornada parcial o de horario flexible suele ser escasa y mal remunerada.
Recientes estudios confirman que la inserción
femenina en el mundo laboral depende no solo de la ampliación de la oferta de
trabajo, sino también del fortalecimiento de las redes de apoyo, especialmente
de la posibilidad de contar, en el lugar de trabajo o cerca del hogar, con
instituciones confiables de cuidado infantil. En esta materia mucho se ha
avanzado, y hace bien la autoridad en poner el acento en este punto, pues son
las madres más vulnerables -generalmente jefas de hogar- las que requieren un
mayor soporte al respecto, porque tan importante como el pre y posnatal es el
apoyo que requiere la madre trabajadora en el cuidado de sus hijos en la etapa
preescolar.
Redes de apoyo confiables y de calidad
permitirán preservar el delicado y necesario equilibrio entre maternidad y
trabajo.
Propuestas para medición de la pobreza en el país.
La Comisión Presidencial para la Pobreza
-integrada por expertos que reflejan distintas sensibilidades- entregó
recientemente un primer informe, donde realiza una serie de recomendaciones
para mejorar la medición de la pobreza en el país. Es un aporte valioso, porque
permitirá ordenar una discusión de alta relevancia hacia un plano estrictamente
técnico, cuestión que, lamentablemente, estuvo ausente durante la álgida
discusión que se produjo el año pasado en torno a las cifras de la última
encuesta Casen, cuando sectores de oposición llegaron, incluso, a acusar que
las cifras habían sido manipuladas. Si finalmente se logra una satisfactoria actualización
de las metodologías para la medición de la pobreza, será muy beneficioso para
el país, pues esta es una condición indispensable para que los recursos sean
administrados en forma eficiente y lleguen a quienes realmente los necesitan.
Entre las primeras conclusiones que entregó la
comisión se encuentra la de continuar utilizando la canasta básica de alimentos
para medir la pobreza, lo que dará comparabilidad en el tiempo a las
estadísticas. En ese sentido, parece razonable la propuesta de actualizar la
canasta básica de alimentos en función de la Encuesta Nacional de Presupuestos
2012, que se encuentra elaborando el INE, pues la anterior canasta supone
patrones de consumo de los años 80, los que no reflejan la manera cómo las personas satisfacen hoy
esas distintas necesidades. Hay también varias otras propuestas, como el
perfeccionamiento de los distingos entre pobreza urbana y rural y períodos para
considerar la obtención de ingresos y escalas de equivalencia, según el número
de personas que componen el hogar.
Probablemente, uno de los aspectos más
llamativos tiene que ver con la propuesta de ampliar la medición de la pobreza,
utilizando criterios que vayan más allá de los ingresos percibidos (pobreza
multidimensional), que incluye el acceso a recursos destinados a la salud,
educación, vivienda y entorno. Ello puede resultar útil para contar con una
visión más global respecto de las condiciones socioeconómicas de la población,
lo que ayudaría a darse una idea de la efectividad de las distintas políticas
sociales que aplica el Estado. El desafío para que esta sea una herramienta
útil y confiable es que se base en una metodología objetiva y que preserve la
rigurosidad que se ha exigido a las estadísticas sociales en Chile. La
propuesta de la comisión, en todo caso, sugiere incorporar este como un dato
paralelo, manteniendo acertadamente la existencia de dos indicadores, uno que
mida la pobreza por ingresos y otro que refleje los distintos tipos de
carencias.
De acuerdo con lo que ha explicado el
Ministerio de Desarrollo Social, los nuevos cambios suponen actualizar las
líneas de ingresos que definen la pobreza y la indigencia, valores que serán
calculados por la comisión asesora Presidencial. Adicionalmente, la comisión
fijará una línea de “vulnerabilidad”, que, según ha explicado el Ministro de
Desarrollo Social, permitirá focalizar las políticas públicas hacia sectores
que han salido de la pobreza, que denomina “clase media vulnerable”. Sería
conveniente que este punto fuese objeto de una precisa definición por parte de
la comisión asesora, porque de lo contrario existe el riesgo de que las
políticas sociales experimenten una inconveniente dispersión y pierdan su
focalización en los sectores verdaderamente vulnerables.
Cartas para la reflexión.
Señor Director:
Papel higiénico.
De acuerdo con las ideas clásicas del
liberalismo, la economía regula por sí misma sus adaptaciones y hace
innecesaria la intervención del Estado. En Venezuela, que pasa por una etapa
"más dura", el fenómeno se ha confirmado.
La escasez de papel higiénico está siendo
equilibrada por la escasez de alimentos, en un fenómeno natural que confirma el
pensamiento de Adam Smith hasta en los asuntos más prosaicos.
Sergio Villalobos R.
Señor Director:
Un nuevo paro.
Soy madre de un alumno de segundo año de la
Escuela de Leyes de la U. de Chile y esta semana los alumnos votaron por paro
hasta el 23 del presente, por diversas materias.
A mis casi 60 años me sacrifico trabajando para
poder cumplir con los costos de la universidad; nadie me considera si quiero
protestar; si no vengo a trabajar me despiden, y esté la situación como esté,
debo seguir pagando mis cuentas y mi salud.
Entonces me pregunto: ¿qué pasa con el alumno
que sí quiere estudiar, que no quiere perder tiempo, que ama su futura
profesión? Para el que vota por el paro es muy fácil, porque en casa siempre le
espera pan, techo, abrigo, el amor de mamá y poco costo de su propio bolsillo.
Como en todo hay excepciones.
Liliana Bernhard.