La imagen desagradable del dia es sin duda la
llegada del tirano cubano Raúl Castro a nuestro
país.
El esfuerzo de Jovino,
por Gonzalo Rojas Sánchez
La
justificada queja de Jovino Novoa se suma a muchas otras.
Antes que
él, los directores de la Fundación Jaime Guzmán y del Instituto Libertad y
Desarrollo ya habían formulado similares planteamientos. Desde este mismo
espacio -obviamente sin personería alguna- se viene afirmando lo mismo desde
enero del 2009.
Los
destinatarios de las críticas han sido diferentes, pero, en cierto sentido, son
uno solo: los partidos de la Alianza, el entonces candidato Piñera y su
programa, el gobierno de la Coalición. Eso que parece Derecha, eso a lo que no
le gusta llamarse Derecha, eso que no define aún la articulación interna entre
principios conservadores y elementos liberales.
Eso.
Desde dentro
-porque nunca se vive en el limbo cuando se está en la vida pública- se sufre
un buen poco por las inconsistencias de eso.
Se sufre
porque toca vivir durante una etapa de la Derecha chilena en que se ha
preferido a los técnicos por sobre cualquier otra mirada, en especial la de los
intelectuales, a quienes se ha desplazado con especial rudeza. Ya manifestaba
su rechazo a los teóricos el ministro Hinzpeter por allá por junio del 2010.
Porque se ha
preferido la eficacia de los resultados sobre el reforzamiento de los
fundamentos. Casi siempre la mirada ha sido puesta en los índices numéricos,
mientras se olvidan o diluyen las coordenadas básicas sobre la vida humana en
la familia, la escuela y el trabajo.
Porque la
insistencia en el desarrollo resulta obsesiva -casi patológica, pero propia de
una sociedad en que importan tantísimo las endorfinas-, mientras el concepto de
un Chile humanizado apenas aparece. Entonces, obviamente se cree que son más
importantes el per cápita que la natalidad, y el acceso a los bienes de consumo
que la filiación legítima.
Porque se ha
preferido reforzar al Estado buscando instalar en su maquinaria más y más
atribuciones que -quizás a corto plazo- quedarán en las peores manos, mientras
se ha ido gradualmente olvidando la necesidad de reforzar -en el discurso y en
las políticas- el poder de las personas, la fuerza de los talentos, la
creatividad de los emprendimientos sociales.
Y así,
cuánto más de esta curiosa desviación.
Ciertamente
existe la posibilidad de que las nuevas dos candidaturas corrijan el rumbo.
Pero esa opción es mínima.
Durante su
último año de gobierno, atemorizada por la ola creciente de socialismo
ambiental, bajo la sombra de la candidata zero, la Derecha entregará dos
programas -¿cabe alguna duda?- muy similares entre sí y apenas distinguibles de
la actual mentalidad gobiernista.
Lo que
impriman en papel los equipos de Golborne y Allamand adolecerá casi en su
totalidad de los mismos defectos mencionados: tecnicismo, resultadismo,
desarrollismo, estatismo disfrazado de protección social.
Es casi
imposible que resulte de otro modo, porque los equipos que integran ambas
candidaturas se parecen a su vez tanto entre sí (desde liberales evolucionistas
hasta conservadores trascendentalistas) que las transacciones darán dos
resultados de muy similar factura. Se perderá una vez más la oportunidad de
tener un programa liberal y otro programa conservador: una auténtica
confrontación de proyectos distintos en la Derecha (lo que ciertamente
requeriría, además, la presencia de un candidato conservador).
Bueno, pero
al fin de cuentas, ¿qué importan los programas si en las primarias se votará
por las personas?
Cuando se
diga o se oiga justamente ese argumento, puede estar seguro el emisor, pueda
comprobar el receptor, lo ya tantas veces repetido: a esta Derecha ni le
interesan sus ideas ni tiene temor a diluirlas en las de sus rivales.
Descansen en
paz.
Políticas de reconocimiento,
por Daniel Mansuy.
Para
enfrentar el conflicto indígena, el Presidente Piñera anunció el reconocimiento
constitucional y la creación de un consejo de pueblos originarios. Como de
costumbre, el gobierno aparece reaccionando, lo que autoriza algunas preguntas:
¿estos anuncios son fruto de la reflexión o de la improvisación? ¿Tiene el
gobierno un proyecto elaborado capaz de dar respuesta más o menos integral al
problema mapuche? Es cierto que es difícil dar con respuestas adecuadas a
problemas tan hondos, pero en este tema todo atajo se paga muy caro.
En
principio, puede decirse que la política de reconocimiento satisface una
aspiración legítima y, en ese sentido, no cabe criticarla por ser simbólica:
justamente allí reside su mérito. Por de pronto, esta política implica el
abandono del liberalismo clásico, porque importa asumir que hay derechos y
deberes colectivos que no pueden explicarse a partir del individuo aislado.
“Reconocer” supone asumir que nuestra historia y nuestra identidad narrativa
pueden (y deben) jugar un rol en la articulación política de nuestras
libertades. El individuo titular de derechos escondido tras un velo de
ignorancia nos dice muy poco sobre nosotros mismos, y de hecho, nos impide ver
nuestra deuda objetiva con el pueblo mapuche.
Reconocer
también tiene riesgos. Desde luego, supone separar a unos de otros en base a
criterios raciales, obviando el mestizaje, que es quizás el fenómeno
explicativo de Chile. Un reconocimiento mal manejado puede terminar complicando
aún más la integración, porque tenemos dos deseos antinómicos: queremos
reconocer a los mapuches en su singularidad al mismo tiempo que queremos
erradicar toda diferencia en el trato. Ninguna política será exitosa mientras
no resolvamos esa tensión.
Ahora bien,
reconocer es un arma de doble filo. Muchos recuerdan hoy la tesis de Kojève,
según la cual la historia humana es una lucha por el reconocimiento. El
problema es que en toda lucha se impone el más fuerte: las batallas por el
reconocimiento -no nos engañemos- no son sólo batallas morales, son también
batallas de fuerza. El mundo de Kojève es la guerra de todos contra todos.
Para salir
de esa situación poco amistosa tenemos que contar con criterios racionales, que
nos permitan distinguir las demandas legítimas de las otras. Una pregunta
sencilla puede servir para ilustrar la dificultad: ¿estamos dispuestos a darle
un reconocimiento a algún otro grupo?, ¿o la lista se acaba aquí?, ¿por qué?
Debemos ser capaces de explicitar las razones por las cuales nos parece justo
reconocer al pueblo mapuche o a los pueblos originarios en general, porque ni
el sentimentalismo ni el discurso políticamente correcto son argumentos
suficientes.
Estas
preguntas nos llevan a otra consideración: la multiculturalidad puede ser tanto
una riqueza como una bomba de tiempo, y no nos haría mal mirar la experiencia
comparada. En Europa, los esfuerzos “multiculturales” han fracasado, porque
llaman a cada grupo a vivir su propia singularidad sin generar espacios
comunes: lo multicultural puede ser una ocasión de encierro más que de encuentro.
En el fondo, el reconocimiento sólo tiene sentido si es algo más que una
reacción a la coyuntura, pues debe ir acompañado de una idea clara de lo que
vamos a poner en común. Y allí, me temo, andamos bien perdidos.
David Gallagher,
por Los derechos y la cumbre.
Entre las
magníficas anécdotas que contaba Gabriel Valdés, había una sobre una visita de
Eduardo Frei Montalva a Francia. Decía Valdés que después de un día de mucha
pompa, De Gaulle tomó a Frei a un lado para decirle que no se acostumbrara
demasiado a los viajes: los presidentes lo pasaban tan bien en el exterior, le
advirtió, que arriesgaban terminar odiando a su propio país. Valdés agregaba
que había compartido esta anécdota con algunos de nuestros presidentes más
recientes, cuando estaban por viajar, y que a ninguno le había hecho mucha
gracia.
Me acordé de
la anécdota al reflexionar sobre la inmensa cumbre que está por celebrarse en
Santiago. ¿Por qué se han multiplicado tanto las cumbres en el mundo? ¿Por qué
tanto viaje de jefes de gobierno, cuando se ha vuelto tanto más fácil
comunicarse sin viajar? Tal vez sea que los ciudadanos están más díscolos, y
que el alivio de abandonarlos por unos días se haya convertido en una necesidad
más recurrente. Es posible que a muchos jefes de gobierno les dé un respiro
estar algunos días en nuestra lejana capital, y que no pocos vuelvan a su
propio país con algo de desgano. Pero con todo es mejor que se junten a que
peleen.
Para Chile
es muy bienvenida esta cumbre. Es positivo que nos conozcan tantos visitantes
ilustres. Entre ellos, las estrellas van a ser Angela Merkel y Raúl Castro.
Merkel por su capacidad, en esa gran democracia que es Alemania, de combinar
liderazgo con popularidad, y porque de ella depende en alguna medida el futuro
de nada menos que Europa; Castro porque preside uno de los poquísimos países
totalitarios que quedan. Merkel y Castro están en las antípodas de la filosofía
política, tanto más por haber Alemania sufrido bajo Hitler uno de los peores
totalitarismos de la historia, y por haber sido Merkel criada nada menos que en
la dictadura comunista de Alemania Oriental, donde hubo que levantar un muro
para retener a la gente.
Ella
representa a una Democracia Cristiana para la cual es inconcebible un pacto con
un partido comunista. Por eso mismo, le van a interesar las negociaciones que
se están dando justo ahora entre la Concertación y el PC: su partido, a través
de sus fundaciones, es un importante financista de la DC chilena.
Por cierto
la reticencia a criticar a Cuba no es privativa del PC. Todos nos acordamos de
la Presidenta Bachelet corriendo ansiosa cuando Fidel Castro la citó
intempestivamente a una reunión: fue una rara ocasión en que su encanto no
surtió efecto, porque el día después, Fidel sacó una despectiva columna que
exigía que Chile le entregara mar a Bolivia. Por otro lado el presidente del
Partido Socialista, Osvaldo Andrade, dijo de la prohibición cubana a que Rosa
María Payá viajara a Chile: "mire, que entre o salga me da lo mismo".
Recordemos que el padre de Rosa María era un disidente que murió hace poco en
un extrañísimo accidente de auto.
Es increíble
que partidos chilenos que fueron víctimas de esa barbarie que fue el exilio no
sean capaces de entender el drama que es para un pueblo estar, al revés,
encerrado en un país. Es cierto que en Cuba ya no hay que sacar permiso de
salida para viajar, pero en una isla en que está prohibido salir en bote, aun
si es a pescar, viajar significa comprar un costoso pasaje aéreo. No es como
Alemania Oriental, donde al caer el muro, la gente salía a pie.
La izquierda
chilena nunca ha atropellado los derechos humanos como lo hizo el gobierno de
Pinochet. Sin embargo su complacencia ante atropellos en países que parecen
serle emotivamente afines sugiere por lo menos una reprobable relativización de
los principios fundamentales involucrados. Viene al caso hacerles una pregunta
a amigos de izquierda. ¿A quién admira más, a Castro o a Merkel?
Lejos de la épica.
Los gestos
testimoniales y los forcejeos por Raúl Castro, así como las expectativas en
torno a las cumbres del fin de semana y el desafío que ellas representan para
el Gobierno, podrán monopolizar las cámaras, pero, en tanto, una parte
sustantiva de la política interna se está desarrollando en otra parte.
Concretamente, en reuniones y conciliábulos donde se definen desde candidaturas
parlamentarias hasta pactos de gobernabilidad. Y es que, tras la sucesión de
actos partidarios masivos y lucidas proclamaciones que marcaron la primera
mitad de enero, una más silenciosa fase de «cocina» política, propia de un año
electoral, copa la atención de los dirigentes.
La hora de
los pragmáticos. En esa línea, la oposición se encuentra a punto de dar un paso
decisivo, con el documento que sus presidentes discutieron esta semana y que
esperan finiquitar en los próximos días, si es que las discrepancias en la
discusión paralela sobre las primarias no afectan su concreción. Allí, se
expresaría la voluntad no sólo de enfrentar unidos los comicios regional,
parlamentario y presidencial de 2013, sino, además, de compartir una plataforma
programática y comprometer su apoyo al gobierno que esperan elegir. El
texto-compromiso vendría así a sellar la alianza política entre la Concertación
y (aparte de grupos menores) el Partido Comunista, yendo más allá de todos los
entendimientos electorales previos. Que ése sería ante todo un triunfo del más
desnudo pragmatismo queda claro, por ejemplo, en las disímiles posiciones (y
pasiones) que suscita entre los miembros de ese eventual pacto la figura del
mismo Castro, apellido venerado por el PC y execrado por democratacristianos.
Pero las dudas sobre la coherencia van mucho más allá de un tema aislado de
política exterior, e incluyen las muy disímiles valoraciones que sus firmantes
hacen de la obra gubernamental realizada entre 1990 y 2010, y las conclusiones
que de ello se deriven hacia el futuro... aunque, en rigor, tal debate divide
desde hace tiempo a la propia Concertación.
A todo eso
se añade la otra gran interrogante sobre cómo entiende cada suscriptor el
compromiso con un eventual gobierno. Como dejó claro Camila Vallejo cuando
habló de que el PC podía estar al mismo tiempo «adentro» y «afuera», el punto
suscita interpretaciones disímiles incluso entre los propios comunistas.
¿Pesará
Orrego? El paso de los días permitirá constatar si el documento en cuestión
logra responder en algo esas interrogantes, pero también observar cómo se ubica
frente a ellas el recién electo candidato presidencial DC, Claudio Orrego. Este
se plantea con una imagen que rescata la identidad socialcristiana y que no teme
marcar diferencias con la izquierda, perfil que le permitió imponerse en la
primaria frente a Ximena Rincón. Por lo mismo, sería natural que la impronta
que lo identifica (y también al timonel, Ignacio Walker) se expresara en la
negociación opositora, más allá de polémicas verbales y disquisiciones sobre si
se está construyendo una nueva coalición política o una «sólo» de gobierno.
Pero las posibilidades del ex alcalde para influir en el futuro curso opositor,
pese al aval que le dan las 60 mil personas que votaron en la primaria DC,
estarán determinadas por su capacidad de comprometer efectivamente a todos los
sectores del partido con su candidatura. Las cautas reacciones de los diputados
—que mayoritariamente se oponían a esta elección interna—, luego de su triunfo,
advierten que en estas materias la tarea para Orrego está lejos de concluir. Y
en ese contexto, su decisión de no jugarse por ninguno de los postulantes para
la mesa DC que hoy se perfilan y en cambio propugnar una directiva de consenso
se entiende en quien necesita afianzar el apoyo de sus camaradas.
Primarias en
la medida de lo posible. El documento que redacta la oposición debiera servir
también como marco conceptual para las definiciones de la plantilla
parlamentaria. Se trata, ésta, de un área en que las entusiastas declaraciones
iniciales en favor de una primaria están dando paso al pragmatismo de ideas
como “el que tiene mantiene” o “conservar los equilibrios”. Todo indica que si
llega a usarse el mecanismo, será en un rango muy acotado y en el contexto de
una plantilla ya previamente negociada; que el bloque hoy discuta con el
Servicio Electoral si la ley permite o no hacer primarias en uno solo de los
dos cupos de un distrito es la mejor prueba de que el método, hoy indiscutido
en materia presidencial (pese a objeciones pendientes de los postulantes
Velasco y Gómez en cuanto a procedimientos), a nivel parlamentario es visto
casi como un problema. El fenómeno, en todo caso, es transversal; si no, basta
observar los conflictos que enfrenta la UDI tras abrirse a la idea de zanjar
por esta vía sus circunscripciones más disputadas, partiendo por las dos
metropolitanas, hoy enredadas en un puzzle donde se juntan la incógnita abierta
por el actual senador Jovino Novoa (quien no la resolvería hasta marzo) y las
aspiraciones del presidente del partido, Patricio Melero, y el ex alcalde
Zalaquett en el sector poniente, sumadas a la guerra entre Iván Moreira y Ena
von Baer en la zona Oriente.
Todo este
escepticismo en torno a las primarias para congresistas se expresa justo cuando
un nuevo rechazo a cambiar el sistema electoral desata controversias y quejas
sobre las restricciones que él impone, y una profusión de nuevos proyectos. El
asunto amerita cautela. Respecto de las primarias, junto a sus muchas ventajas
y valores, existe no poca evidencia de que su uso en electorados más pequeños
también tiene riesgos, como el de consagrar viejas prácticas de caudillismo y
acarreo. En cuanto al binominal mismo, están claras sus debilidades para una
real competencia y los aprietos en que puede poner a una coalición de más de
dos partidos; dudoso resulta, en cambio, que la discusión del tema en año
electoral y por parte de los propios incumbentes vaya a llegar a resultado
satisfactorio.
Efectos de la elección primaria en la Democracia Cristiana.
La elección
primaria celebrada el sábado pasado por la Democracia Cristiana tuvo un efecto
que va más allá de la elección del ex alcalde de Peñalolén Claudio Orrego como
el precandidato presidencial de esa colectividad, dejando en el camino a su
contendora, la senadora Ximena Rincón. Por de pronto, el partido liderado por
Ignacio Walker se anotó una importante victoria política, al ser el primero y
único en realizar una elección primaria abierta y vinculante en todo el país
para elegir a su candidato presidencial, la que convocó a más de 56 mil
personas, la mayor parte de ellas independientes, cifra que sorprendió incluso
a los propios organizadores. El esfuerzo desplegado, pese a la escasa adhesión
que exhibían ambos candidatos en las encuestas, rindió sus frutos, y establece
un precedente. Tal como dijo Orrego al celebrar su triunfo, "la señal que
se ha dado es muy potente: no a la dictadura de las encuestas y sí a la
política de la calle, de escuchar y del debate de ideas".
El éxito de
esta elección primaria parece echar por tierra cualquier pretensión que hayan
podido tener algunos políticos de oposición de elegir al candidato de ese
sector por un mecanismo distinto, como encuestas, que evite la participación
directa de los ciudadanos y la confrontación de ideas. Por más amplia que sea
la ventaja que Michelle Bachelet muestra en los sondeos de opinión pública
respecto de sus posibles contendores -Andrés Velasco, José Antonio Gómez y
Claudio Orrego-, la primaria va siendo validada hoy como una opción necesaria.
Y esto solo puede ser mirado con buenos ojos, pues forzará el debate de ideas,
llevará a los candidatos a recorrer el país y escuchar a la gente, y, más aun,
hará que midan sus capacidades unos frente a otros, de cara a los ciudadanos.
Será interesante observar este ejercicio democrático inédito en el país, y sus
efectos, en los meses que siguen hasta el 30 de junio.
Pero la
fórmula para definir su candidato al interior de la DC no solo tendrá
repercusiones en la carrera presidencial. Sumándose a lo que ya se vivió en las
elecciones municipales, esta primaria viene a confirmar el interés ciudadano
por participar, lo que puede transformarse en un castigo para aquellos
candidatos al Parlamento que prefieran obtener su nominación a través de
designaciones cupulares. Esto último es precisamente lo que se está negociando
en las conversaciones internas de los partidos -en el oficialismo y en la
oposición-, que buscan limitar el uso de primarias a su mínima expresión,
recurriendo al mecanismo que Andrés Velasco ha denominado como "el que
tiene, mantiene".
La ley de
primarias -junto con la del voto voluntario y otros proyectos de ley que aún se
discuten en el Congreso- vino a hacerse cargo del malestar ciudadano con el
sistema político, y la experiencia está demostrando que este mecanismo de
participación estuvo correctamente pensado, pues ha sido bien evaluado por los
votantes. Por eso, la respuesta de los políticos no puede quedar circunscrita a
la sola proposición y aprobación de dicha ley. Hoy las personas quieren hacer
uso de ella, no todas desde luego, pero sí aquellas que con más probabilidad
serán las que concurran a las urnas en la elección final de noviembre. No
cumplir con esa expectativa, que los propios políticos acertadamente han
fortalecido a través de la ley, generaría insatisfacción. Hoy la vara es más
alta, pero al mismo tiempo existe un mecanismo concreto para alcanzarla, que le
hace bien a la democracia.
Hoy la vara
es más alta y existe un mecanismo para alcanzarla.
Expectativas de cumbre CELAC-UE.
Mientras
avanzan los preparativos para recibir al conjunto más numeroso de jefes de
Estado y de Gobierno que haya visitado nuestro país, existen visiones muy
diferentes acerca del impacto concreto que tenga la realización de esta magna
asamblea. Para Chile, como anfitrión, el compromiso es serio, tanto en materia
de cordial acogida y seguridad para los huéspedes como de eficacia en la
organización y productividad del trabajo. CELAC, como reciente espacio de
relaciones internacionales derivado del Grupo de Río, vincula al total de las
naciones latinoamericanas y del Caribe (aunque por ahora esté fuera Paraguay),
a diferencia de otras entidades como la Alianza del Pacífico, Unasur , Mercosur
y —en la intención de su promotor Hugo Chávez— con prescindencia de Estados
Unidos, como un contrapeso a la OEA. Si bien esto último no parece haber pesado
mucho, su primer gran desafío es hoy el de ampliar y mejorar las relaciones de
la región con el poderoso bloque de la Unión Europea, cuya crisis actual puede
contribuir a estimular nuevas formas de colaboración.
Además de la
justificada desconfianza en la multiplicación de organismos y cumbres que nos
aqueja, y por el escaso cumplimiento de promesas anteriores, cabe temer por el
efecto de las profundas diferencias que hay en las estrategias económicas y en
la institucionalidad política de nuestros gobiernos, como base para un
entendimiento eficaz frente a una realidad europea mucho más homogénea. Símbolo
inevitable de ello será la asunción de Raúl Castro a la presidencia pro tempore
de CELAC. Sin embargo, más allá de su origen y limitaciones evidentes, el hecho
es que la oportunidad existe y sin renunciar a los principios, haciéndolos
expresos cada vez que sea posible, debemos procurar que ella opere a favor del
bien de todos y, en especial, del interés nacional.
Un rasgo
poco habitual y que merece destacarse es el del respaldo que otorga a un
enfoque más global y comprensivo de la situación de los respectivos países y a
la posible obtención de avances concretos en diversos rubros, la realización
previa o simultánea de “cumbres” representativas de los sectores académico,
empresarial, parlamentario e incluso judicial. Otro, igualmente importante, es
el mecanismo de trabajo explicitado por nuestro Canciller, que busca facilitar
encuentros más informales y directos entre los mandatarios, donde puedan
tratarse temas específicos diferentes de los acuerdos solemnes, y en ocasiones
declamatorios, suscritos en conjunto. De paso, esto permitirá consensuar puntos
de vista y conclusiones prácticas a lo menos entre quienes comparten
orientaciones similares dentro de los dos grupos de naciones.
Para Chile,
tampoco es desdeñable, por cierto, la presencia de figuras determinantes de la
política mundial, algunas incluso en visita oficial, como Angela Merkel o
Mariano Rajoy, y en el ámbito regional, la bastante retardada presencia de
Dilma Rousseff. Y aparte de la puesta en vitrina del país por obra de los
medios extranjeros de comunicación, que debería ser positiva, en cuanto a
logros de largo alcance, está la actualización del tratado con la Unión
Europea, necesaria por el tiempo transcurrido, a la que esa comunidad se
declara disponible y que, en vista de las otras reuniones aludidas, habría de
ampliarse más allá de lo comercial. Como se ve, pese a las inconsecuencias
doctrinarias internas de la “troika” encargada del manejo del CELAC en este
período y del aberrante hábito democrático que se le presta a una dictadura
hereditaria de medio siglo, es posible que el acontecimiento abra nuevos y
diversos cauces de ida y vuelta en beneficio de ambos mundos.
El síntoma de la Quinta Normal.
Las 15
toneladas de basura y desperdicios que dejan los visitantes de la Quinta
Normal, pero especialmente las muestras de crudo vandalismo que dañan las obras
hace poco inauguradas del más tradicional pulmón verde de Santiago, deberían
provocar una campaña nacional de cuidado y preservación de los espacios
públicos, para sancionar e impedir, hasta donde sea posible, la incultura de
algunos usuarios.
Desde 1841,
el notable conjunto de grandes árboles, prados, laguna artificial y museos
instalados en el recinto de la Quinta, fue un largo tiempo objeto de orgullo.
Desde los años treinta del siglo pasado, sus grandes extensiones fueron
depredadas por el propio Estado, que otorgó toda suerte de concesiones a
organismos públicos y educativos para levantar allí edificaciones ajenas al
propósito del parque y que disminuyeron y afearon su presentación.
Inseguro,
desaseado y mal cuidado en sus especies botánicas, hace muy poco se inauguró
una completa remodelación con una significativa inversión de $2 mil 585
millones que beneficia a 800 mil personas que lo visitan al año. A pesar de
esta recuperación, el vandalismo ha sido más fuerte, y ahora ya se está en
proceso de implantar cercos y medidas mínimas de protección contra daños
mayores.
Pero no es
solo mano dura frente a los antisociales lo que falta, sino que una política
que reeduque a las personas en el cuidado de nuestro patrimonio natural y
cultural. Las municipalidades deberían promover la formación de voluntarios que
ejerzan una labor de vigilancia en los parques y de enseñanza para quienes los
visitan, de manera que puedan ayudar a conservar la belleza del entorno, y la
riqueza recreativa que ellos ofrecen. Lo que ahora se ha comprobado por los
propios trabajadores del Parque Quinta Normal es la acción de inescrupulosos
cuyo mal comportamiento destruye sin motivo lo que se ha construido para
beneficio de todos. Si bien la alcaldesa de Santiago, Carolina Tohá, ha sido
enfática en señalar que "el parque Quinta Normal es parte importante del
patrimonio de Santiago y, por lo mismo, queremos que todos los vecinos lo
sientan como un espacio propio y nos ayuden a cuidarlo", el paso necesario
es realizar esta acción de tal modo que pueda servir de ejemplo y motivación al
cuidado de todos los parques públicos.
Elección de Cores y el riesgo de la confusión.
Mediáticamente
desapercibida ha pasado la aprobación por la Cámara de Diputados del proyecto
que regula el sistema de elección de consejeros regionales, iniciativa que
ahora deberá discutir el Senado. Se trata de un paso positivo, pero también
tardío, en cuanto apunta a dar cumplimiento a la reforma constitucional que en
2009 estableció que los cores debían ser elegidos de modo directo. El retraso
en dictar la normativa que hiciera operativa esa disposición ya originó un
bochorno el año pasado, cuando vencía el período de los consejeros en
ejercicio, sin que existiera un mecanismo definido para la nominación de sus
sucesores (el sistema indirecto hasta entonces vigente había sido tácitamente
derogado por la reforma de 2009). La situación sólo se pudo salvar recurriendo
a la poco estética —pero en este caso necesaria— fórmula de prorrogar el
período de los cores en funciones. Ello, a través de la aprobación de una norma
constitucional transitoria en la que se estableció que por esta vez los nuevos
consejeros serían elegidos en noviembre de 2013, conjuntamente con los comicios
presidenciales y parlamentarios; además, se fijó como plazo el 20 de julio para
la entrada en vigencia de la ley que regulará el proceso, la misma cuyo
proyecto acaba de despachar la Cámara.
El texto
recién aprobado propone la constitución de consejos cuyo número de integrantes
variaría entre 14 y 28 miembros, dependiendo del tamaño de la región
respectiva. Ellos serían electos, a través de un sistema proporcional, en
circunscripciones que en la mayoría de los casos corresponderían a las actuales
provincias; sin embargo, se determinó que algunas deberán dividirse en dos o
más agrupaciones, lo que ocurriría con Valparaíso, Santiago y Concepción, entre
otras. La fórmula se justifica por el tamaño poblacional de esos lugares, pero
resulta inevitable que surja la sospecha de hasta qué punto, aprobando esta
medida, los parlamentarios no buscan también evitar el perfilamiento político
que podrían lograr los cores que alcancen primeras mayorías en zonas muy
populosas, donde incluso su votación podría superar a la de algunos diputados.
Lo que resulta claro, al margen de tal sospecha, es que esta división no
contribuirá a la fácil comprensión del sistema que debutará en noviembre,
aspecto que debiera ser parte central del debate del proyecto en sus siguientes
etapas, considerando que las funciones de los cores, pese a su importancia, son
hoy virtualmente desconocidas por el común de las personas.
En esa
línea, ya el atraso de esta legislación ha creado un escenario poco propicio.
En efecto, la idea original de la iniciativa apuntaba a hacer coincidir estos
comicios con los municipales, lo que resultaba más coherente con el carácter regional
y no nacional de las autoridades a elegir, hubiera contribuido a resaltar la
impronta descentralizadora de la medida y favorecido un mayor espacio para
discutir las cuestiones locales. Difícilmente ello podrá ocurrir esta vez,
cuando el escenario político se encuentre copado por las campañas presidencial
y parlamentaria, y la elección de cores aparezca como una suerte de apéndice de
las otras votaciones. Lamentablemente, el proyecto que aprobó la Cámara da un
paso más allá en esta línea y hace permanente esta coincidencia, lo cual,
aparte de las incoherencias conceptuales, enfrentará a los votantes, en un
mismo acto, a tener que utilizar cuatro papeletas y tres sistemas electorales
distintos.
Un último
elemento de confusión estará dado por la forma en que los partidos políticos
asuman esta reforma. Y es que el sistema puede terminar siendo usado como una
manera de «compensar» a quienes queden fuera de las listas para el Congreso o
resulten perdedores en elecciones primarias. Dicha opción, tentadora para las
colectividades, estaría muy lejos del sentido que debiera animar este cambio.
CELAC y Unión Europea en Santiago
En el umbral
del inicio de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(CELAC) con la Unión Europea (UE) y del posterior encuentro entre los
mandatarios de CELAC, surgen esperanzas de remover obstáculos a la integración
continental y, a la vez, más concretas expectativas para abrir una nueva etapa
en el diálogo y la cooperación de Latinoamérica y el Caribe con Europa.
El encuentro
en Santiago es la culminación de una prolija e intensa preparación que reúne a
mandatarios de cerca de 60 países, la mayor cita internacional de gobernantes
jamás realizada en nuestro país. Han precedido a las cumbres de esta semana
numerosas reuniones de alto contenido de la academia, de la sociedad civil,
empresariado, sindicales y de representantes de los poderes judiciales y
parlamentos de los países participantes.
La
organización de estas citas confirma la eficiencia de la Cancillería chilena,
atrae la atención internacional en la promisoria realidad nacional y es una
oportunidad para estrechar los vínculos bilaterales con los gobiernos del
continente y de Europa.
CELAC está
llamada a asumir una indispensable función coordinadora de la multiplicidad de
organismos creados para la integración de América Latina y del Caribe. Ello
exige revisar los mecanismos existentes para evitar duplicidades e incluso
recomendar la eliminación de aquellos inútiles. La maraña y burocratización de
instituciones entorpece la urgente necesidad de romper el inmovilismo en el
proceso de integración latinoamericana y del Caribe, insinuado hace más de
medio siglo y virtualmente detenido desde hace varias décadas. Un segundo
aporte de CELAC es servir de interlocutor frente a otras comunidades de
naciones y lograr mayor simetría y representatividad en los entendimientos
extrarregionales.
En esta
dimensión cobra especial relevancia la cumbre CELAC y UE. La madurez alcanzada
por la UE es un ejemplo de asociación para la región y exige que las
contrapartes eleven los contenidos y modalidades en los diálogos
intercontinentales. Ello requiere dejar de lado el asambleísmo, la
politización, los ideologismos, la retórica, los nacionalismos y los
populismos, que han predominado y hecho fracasar las innumerables cumbres
latinoamericanas que han culminado aumentando las divisiones y conduciendo al
desprestigio de estas reuniones y de la imagen internacional de la región.
El esfuerzo
de organización de CELAC, la buena convocatoria alcanzada y la disposición
europea deberían fructificar en un giro positivo para la integración
continental y para alcanzar entendimientos que contribuyan al desarrollo y a la
satisfacción de las legítimas oportunidades de bienestar de los pueblos representados
en esta cita.
Una mirada
retrospectiva da espacios para anticipar el escepticismo sobre sus resultados.
Sin embargo, hay razones alentadoras que no deben desestimarse. Desde luego, la
interdependencia y la cooperación entre estados y continentes se hacen cada vez
más evidentes y necesarias. Europa y América Latina, además de contar con
vínculos históricos y valores y principios compartidos, se encuentran en un
momento en que la complementariedad podría permitir reforzar las economías y
las instituciones latinoamericanas y, a la vez, acelerar la recuperación
económica del Viejo Continente.
El
Presidente Piñera y la Cancillería han cumplido sobradamente con la tarea de
organizar esta importante cumbre y sentar las bases para el funcionamiento de
CELAC. Corresponde ahora a los restantes protagonistas llevar a feliz término
estos encuentros y fortalecer la nueva instancia que sirve de interlocutora de
Latinoamérica y el Caribe. Para estos cometidos no resulta auspicioso que Cuba,
la única nación de Occidente que no respeta la democracia, asuma el liderazgo
de CELAC.
Correspondencia de lujo:
Señor
Director:
¿Huinca yo?
Concurro, en
mi universidad, a un panel sobre la cuestión mapuche. No hay opiniones
matizadas. Impera una soviética unanimidad. Todos los expositores son indígenas
e indigenistas. Desde mi butaca me atrevo a discrepar con algunas tesis. De
inmediato soy etiquetado de “huinca”. Esa expresión, en mapudungún, significa
“extranjero” y “ladrón”.
Al agravio
replico que, en su momento —50 años antes del ingreso a Chile de Pedro de
Valdivia—, los denominados “araucanos”, procedentes de la planicie pampeana,
tramontando el macizo andino, invaden la franja que hoy es Chile, desplazando a
picunches y huilliches. Desde otro ángulo, mis ancestros figuran en la historia
del país desde la segunda mitad del XVI.
Eso de
“huinca” constituye un insulto carente de fundamento. En su defecto, también
deben aceptarlo, por lo anotado, aquellos que se creen “originarios”. Excluyen
de tal condición a 16 millones de mestizos morenoides. Insisto: son también
“originarios” ¿Acaso no es mestizo, por ejemplo, Matías Catrileo Quezada?
Prof. Pedro
Godoy P.
Señor
Director:
Grave
desconcierto.
Golpea la
memoria histórica la venida de Raúl Castro. Se podrán dar variadas razones
diplomáticas para esta presencia en la cumbre CELAC-UE, pero no deja de ser
motivo de desorientación que un autor de permanentes agresiones contra Chile,
venga al propio país que ha sido víctima de su acción. En efecto, la opinión
nacional no ha olvidado la permanente ayuda cubana al terrorismo y a la revolución
marxista chilena y, entre otros hechos, la cuantiosa internación de armas de
guerra, el adiestramiento de guerrilleros, la negación a la extradición de uno
de ellos acusado del asesinato del senador Guzmán, etcétera.
Para
comprender estos sentimientos, es necesario ponerse en la perspectiva de los
años sesenta y setenta que estuvieron marcados por dos agresiones. La primera,
el proyecto de la Unidad Popular, que pretendía construir una República
Socialista, “integral, científica y marxista leninista”, abriendo paso en Chile
a un Estado de partido único, demoliendo para siempre su entidad y las ricas
manifestaciones que permite la libertad.
La segunda
agresión se originó directamente por la Guerra Fría, en que dos potencias
mundiales con capacidad de destrucción masiva se disputaban la hegemonía del
mundo. Una de ellas, el “Hermano Mayor”, tenía pretensiones revolucionarias
planetarias para transformar a todo el orbe en una estructura de la misma
conformación socio-política de la Revolución de Octubre. Esta bipolaridad hacía
irreversible la recuperación de una nación que cayera bajo el imperio
soviético, confirmado en la práctica por la aplicación de la llamada “doctrina
Brezhnev”.
No es
posible concebir desde la perspectiva de las funciones fundamentales de la
Seguridad Nacional, para cuyo resguardo existen las FF.AA., desafíos mayores
que los dos señalados. De no haber ellas cumplido con su deber juramentado —y
visto el acuerdo de la Cámara de Diputados de 22 de agosto de 1973—, ninguna de
las instituciones democráticas nacionales habría subsistido.
Sergio
Rillon
Señor
Director:
Ley del Cobre.
"El
Mercurio" publica un artículo de Rosendo Fraga, quien al explicar la
situación por la que atraviesa la Armada de Argentina, grafica las
consecuencias de las drásticas reducciones presupuestarias que han sufrido sus
FF.AA.
Confío en
que los parlamentarios chilenos tomarán nota de lo que podría pasar si se
elimina la Ley del Cobre sin un reemplazo coherente.
Independientemente
de los discursos, en tiempos de paz las FF.AA. siempre tendrán la última
prioridad presupuestaria, porque la contingencia es más demandante y reditúa
más votos.