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martes, 13 de septiembre de 2016

Basta de violencia y odios....

Las manifestaciones izquierdistas del 11 de septiembre tuvieron de todo, ataques
a Carabineros y periodistas, saqueos, asaltos, barricadas, incendio de vehículos,
cortes de luz y balaceras con armas de grueso calibre.
El balance del asalto extremista fue deprimente como siempre, fuera de los
inmensos daños materiales, hubo 49 detenidos, periodistas agredidos
y siete Carabineros heridos.
Los supuestos defensores de los Derechos humanos profanaron la tumba del
asesinado Senador Jaime Guzmán por parte de extremistas de los mismo
grupos que lo ultimaron.
La complicidad de la prensa en la falsificación de nuestra historia quedo
claramente demostrada con la censura de El Mercurio y La Tercera a una
publicación reivindicatoria del Gobierno Militar.
Curioso por decir lo menos es el silencio cómplice con que los medios
ocultaron los actos realizados por chilenos agradecidos de la inmensa
obra del Gobierno del General Pinochet.



La Constitución de 1980,
por Hernán Guiloff.



Junto con asumir la responsabilidad del poder en 1973, el Gobierno de las Fuerzas Armadas y de Orden, presidido por el general Augusto Pinochet, contrajo el compromiso de instaurar una nueva institucionalidad, que se tradujo, entre otras obras, en la Constitución de 1980.


Tras cumplirse un nuevo aniversario del pronunciamiento del 11 de septiembre de 1973, es justo reconocer los valores de dicha Constitución y su contribución al progreso de Chile en estos más de cuarenta años de vigencia.


Desde luego, permitió, gracias a las normas transitorias, diseñadas en1980 y no modificadas, el traspaso pacífico del poder desde el Gobierno Militar a un Gobierno Civil elegido democráticamente, luego de elecciones organizadas por el Gobierno del Presidente Pinochet. Esto fue inédito en nuestro continente.

En su articulado permanente, la Constitución de 1980 estableció una nueva institucionalidad de plenitud democrática que protege los derechos, garantías y libertades personales del modo más amplio que nuestro país haya conocido. Algunos de ellos no habían sido nunca contemplados en ordenamientos constitucionales y otros fueron reforzados en su alcance.


Otra creación de esta Carta Fundamental es el Recurso de Protección, para hacer efectivos esos derechos, y el fortalecimiento del recurso de amparo, en términos muy superiores a toda la normativa anterior. También se fijó un quórum especial para cualquier norma que pretendiera limitar o restringir esos derechos.


La Constitución sentó las bases para la modernización del país y para el establecimiento y avance de políticas sociales y económicas en directo beneficio de todos los chilenos, especialmente de los más necesitados. Asimismo, se anticipó a las tendencias sociales y económicas que luego se impondrían en todo el mundo. Sin estos principios, los gobiernos a partir de 1990 no hubieran podido enfrentar con éxito la globalización.


La opción por una economía social de mercado con un Estado subsidiario fue una fórmula que la experiencia mundial ha confirmado como la más eficaz, ya que crea las condiciones para el ejercicio de la responsabilidad individual, estimulando de esta forma la creatividad, el crecimiento de la economía y la paulatina erradicación de la pobreza. En esa referencia, cada gobierno deberá colocar las prioridades de su política económica, formulando con coherencia las políticas públicas específicas.


En el orden político, dotó al Presidente de la República de las facultades necesarias para gobernar y administrar el país, como lo habían requerido con insistencia todos los Jefes de Estado con anterioridad a 1973. Frente a este fortalecimiento del Ejecutivo, no alterado por las diversas reformas, la Constitución del 80 estableció un conjunto de equilibrios y contrapesos para evitar que la reforzada autoridad del Ejecutivo pudiere derivar en menoscabo de las libertades. Entre estos contrapesos está el Congreso, que es el principal elemento de equilibrio, pero no es el único. También existen otros: el Poder Judicial independiente, el Tribunal Constitucional no sometido ni al Gobierno ni al Congreso, la Contraloría General de la República con rango constitucional, el Tribunal Calificador de Elecciones con mayoría técnica, y el Banco Central autónomo. También la Constitución fortaleció las funciones del Poder Judicial, mediante su participación en instancias institucionales de la mayor trascendencia y las normas relativas a la organización y atribuciones de los Tribunales de Justicia pasaron a tener rango de ley orgánica constitucional, para evitar que puedan ser modificadas por simples mayorías circunstanciales que afectaran su independencia. Adicionalmente, añadió un instrumento capital para el imperio de los tribunales, cual es "impartir órdenes directas a la fuerza pública o ejercer los medios de acción conducentes de que dispusieren". La descentralización y la regionalización del país es otro de los aportes relevantes del texto constitucional.


La Constitución de 1980 ha sido modificada en diversas ocasiones para adaptarla a las nuevas realidades, pero ha mantenido su esencia y capacidad para enfrentar los nuevos desafíos que nos demanda el progreso tecnológico y científico, con los cambios sociales que ello conlleva.


El paso del tiempo permitirá que se abra camino a la serenidad y a la imparcialidad, para analizar los aciertos de la Constitución de 1980 y para valorar su efectiva contribución a la paz, la estabilidad y al desarrollo del país.



Cada día es efectivamente peor,
por Sergio Melnick.



La realidad supera la ficción.


Las semanas se siguen sucediendo con malas noticias, esencialmente producto de una mala gestión del gobierno y las pugnas interminables de la clase política que simplemente no es capaz de dar gobernabilidad ni tampoco hacer buenas leyes.


La semana partió con la tradicional encuesta Cadem que muestra un apoyo a Bachelet del 18% y un rechazo simplemente inédito. Pero el gobierno no reacciona. Al contrario, más allá de la retórica, sigue tratando de usar la retroexcavadora pero ésta ya no tiene fuerza alguna. Ahora está interviniendo de manera abierta en las campañas municipales de sus partidarios.


También recibimos la noticia del Imacec de Julio; un magro 0,5%, con la opinión del Banco Central que baja el pronóstico de crecimiento para el 2017, y que el déficit fiscal corriente será cercano al 3,5% y el estructural 1,5%. Nunca hubo brotes verdes ni lo habrá en este gobierno, es la sentencia lapidaria del Central. Más aún, algunos analistas económicos empiezan a hablar de un aumento de la probabilidad de escenario recesivo. Eso efectivamente ocurrirá si sigue cayendo el consumo como lo ha venido haciendo.


En otro frente, el enorme chascarro de la CUT y la curiosa reelección de Figueroa, con la tirada de mantel de Martínez, muestra la gran oscuridad de ese sector, junto a la mirada nostálgica y añeja por el sindicalismo de mediados del siglo pasado, basado en el conflicto y la lucha de clases. En la era del conocimiento y la inteligencia artificial necesitamos un sindicalismo moderno que mire al futuro, basado en la productividad y la colaboración. La CUT fue la autora intelectual de la pésima reforma laboral, que terminará en la justicia administrando la situación.


La nota alta de la semana es el efecto Lagos, ansioso de demostrar su valentía personal más que otra cosa al parecer, que se toma la noticia y lo quiera o no, entorpece la ya pobre gestión del gobierno. Por de pronto genera un problema en el PPD que ya está enredado. Por otro lado complica al PS. Allende le entra al ruedo de inmediato reiterando que es candidata. Insulza sigue su propio intento. La DC aumenta su disgregación porque la pone en una encrucijada. Muchos apoyan a Lagos, otros se dan cuenta de que necesitan un candidato propio para no desparecer. Guillier queda descolocado, y algo va a hacer, pero no se atreverá a ir contra Lagos.  ME-O también anuncia de inmediato su candidatura y por cierto le da duro a Lagos. El nuevo frente amplio de izquierda prepara su propia plataforma. Para la NM las cosas se van poniendo más complejas con la campaña de esa manera lanzada, por supuesto producto de las improvisaciones. En una campaña presidencial ya no es posible comulgar con ruedas de carreta y eso significa tener que distanciarse del gobierno ahí donde lo hace mal. Y ese espacio sí que es amplio. Lagos sólo tiene opción real si es capaz de proyectar a la Nueva Mayoría, lo que no le resultará. La NM se agotó completamente y ya no puede seguir en su forma actual. En mi opinión Lagos no llegará a la papeleta, y habrá dejado un enorme desorden a la pasada.


En lo cotidiano, el gobierno está completamente paralizado. No ha sido capaz de hacer el cambio de gabinete, sigue pendiente, y eso aumenta la presión de la NM. Difícil convocar gente de peso al gobierno de hoy. Las municipales sin presencia alguna. La encuesta Casen sigue en un cajón de escritorio. En educación sigue completamente perdido. Un día hacia un lado al siguiente al otro. Ahora recula con filosofía, y se da cuenta que su ley de educación superior es una bazofia total. El Parlamento literalmente la amenaza de que ni siquiera aprobará la idea de legislar si no hace cambios relevantes. Estamos hablando de una ley prometida para el 2014. Brunner dice que hay que botar esta ley y hacer otra bien hecha. El presupuesto 2017 anuncia más tempestades con la NM. El Banco Central y todos los economistas más serios señalan que el gasto público en el 2017 no debería crecer más del 2,5% a 3% y este gobierno ya tiene mucho más comprometido.


La Araucanía mantiene su violencia, y ya empieza a prepararse la nueva protesta de los camioneros. El gobierno en un año desde la protesta anterior simplemente no ha hecho nada. En forma inédita, el ministro del Interior, que brilla por su inexistencia y por las declaraciones desafortunadas, ahora agregó frente a la presión de los periodistas por la violencia y quema de camiones en La Araucanía el patético ¿y?, ¿y? que ha sido tema de gran molestia toda la semana.
De pasada esta semana nos anuncian que el puente Chacao costará mucho más, hay huelga en El Salvador, y la Roja da jugo como nunca, como lo hace el subsecretario del Trabajo en su Twitter.



¿Pertenece el socialismo al pasado?,
por Roberto Ampuero.



Nuestra izquierda jacobina suele enfatizar que nadie en Chile aspira a construir el socialismo, y que los críticos de esos regímenes viven atascados en la Guerra Fría, en un pasado irremediablemente ido. Que millones sigan padeciendo la violación de derechos humanos y el estancamiento económico en el socialismo estalinista de Cuba o Corea del Norte, o en el Socialismo Siglo XXI de Venezuela, no les importa: quien critica esos sistemas debería dar vuelta la página y referirse mejor a los temas actuales. El socialismo exhibe una hoja de parra que cubre sus vergüenzas.

Lo trágico es que las dictaduras socialistas y sus apologistas no quedaron en el pasado. Son tan actuales como Nicolás Maduro, Fidel Castro o Kim Jong-il. Lo que en la mayoría de los países del mundo pertenece ya a museos, en América Latina sigue persistiendo como amarga realidad o retrógrada utopía. Me cuesta imaginar incluso a Salvador Allende celebrando a un octogenario Castro en el poder, al nieto de Kim Il-sung dirigiendo Corea, al patético Nicolás Maduro.

En este sentido, América Latina, y particularmente Chile, es un parque jurásico: aquí se celebra a dinosaurios políticos y modelos fracasados, y hay jóvenes que cantan loas a figuras y sistemas que la historia condenó por el desastre humano, político y económico que suscitaron. Y en ese sentido el complejo pasado reciente de Chile nos sigue penando e impide proyectar una mirada conjunta de futuro. Más presente se nos vuelve el Chile de 1973 a 1989 mientras menos la Nueva Mayoría desea recordar el protagonismo de muchos de sus líderes entre 1990 y 2010.

¿A qué viene todo esto? A que en Chile, pese a que pronto sufrirá sus efectos, pasó casi inadvertido el reciente Encuentro de Partidos Comunistas y Revolucionarios de América Latina y el Caribe, realizado en Lima, con entusiasta respaldo del régimen cubano. Clave resulta su objetivo: ratificar la necesidad de conquistar para la región "una real independencia y el socialismo". No, los años no pasan en vano para los revolucionarios, nada nuevo aprenden ni nada viejo olvidan: "el socialismo es la única alternativa viable al capitalismo", aseveran ufanos en su declaración final. Junto con relanzar el socialismo, denunciaron los "golpes de Estado de nuevo tipo de la derecha y el imperialismo", solidarizaron con los regímenes de Cuba y Venezuela, y encomiaron a "Fidel, ejemplo de conducta revolucionaria". La libertad y la democracia: bien, gracias.

Los acuerdos de este encuentro, que parece un remedo del otrora todopoderoso Foro de Sao Paulo, nos permiten imaginar cómo viene la mano por ese lado para el Chile de 2017. Nos permiten imaginar, además, el nerviosismo que se apoderará de los políticos que suelen impresionarse por quienes vociferan en la calle. Si bien el PC chileno no siempre aparece en la información oficial como asistiendo al Encuentro -algo curioso-, los acuerdos de sus camaradas de la región con el PC cubano difícilmente serán desoídos en Santiago. Incidirán seguramente en la articulación de la izquierda jacobina, la radicalización de un eventual programa de la Nueva Mayoría y en el tenor de las demandas que afrontaría un eventual gobierno de centroderecha. Curioso que en Chile no hayamos prestado atención a esta cumbre, y que la izquierda tampoco la haya comentado.

Según el Encuentro, "la derecha y el imperialismo" están pasando a la ofensiva en el continente, y a "los pueblos" les corresponde enfrentarlos. Admiten duras derrotas en Argentina y Brasil, y temen por el futuro de Evo Morales y Maduro. En este contexto, azora la obsecuencia revolucionaria frente al castrismo: en los mismos días en que José Ramón Balaguer, alto dirigente del PC isleño, llamaba en Lima a sus camaradas a confiar en Fidel y Raúl, a resistir con unidad "la guerra del imperio contra América Latina y su integración", a combatir el neoliberalismo, el régimen cubano anunciaba la licitación a dos firmas francesas del aeropuerto de La Habana, recibía el primer vuelo comercial de EE.UU. y autorizaba el aterrizaje de hasta 110 vuelos diarios desde "el imperio".

¿Se trata simplemente de un episodio kafkiano, o hay algo más detrás de este aparente sinsentido? Hay algo más, e importante. Algo que ni la derecha ni el centro ni los liberales conocen ni manejan bien: el rescate y remozamiento de la leyenda política. Para cualquier observador objetivo, lo que presenciamos hoy en Cuba es una lenta transición del fracasado socialismo al capitalismo, una transición que permitirá -como en Vietnam, ex URSS y China- que altos funcionarios adquieran empresas estatales y conserven el poder dictatorial mientras las circunstancias se lo permitan. Es un final anticlimático, desde luego, práctico y brutal, nada épico, y que ante "el pueblo" necesita un ropaje romántico, legendario y utópico a la vez. Mientras el PC cubano avanza hacia EE.UU., necesita disimular sus pasos detrás de banderas rojas, cánticos revolucionarios y la barba cana y rala de Fidel Castro. El máximo líder y su revolución deben morir luchando, deben convertirse en nueva bandera, en nuevo ícono, en nuevo mito, en nuevo partido.



Sonrían, por favor…”,
por Fernando Villegas.



De Arica a Magallanes y de Costa a Cordillera prepárese el pueblo chileno para un vendaval de palabras porque ya dos o tres candidatos presidenciales por sector, quizás más, han hecho sus pinitos, reúnen a su gente, redactan proclamas, organizan cenas de apoyo, programan entrevistas, diseñan sus campañas e inventan promesas. Las habrá de todos los sabores: promesas de “profundizar las reformas”, promesas de detener las reformas, promesas de moderar las reformas, promesas de re-estudiar las reformas. La promesa, artículo siempre repleto de optimismo, es mercancía de fácil venta. Tiene un mercado cautivo donde siempre hay sintonía entre la necesidad e ilusión del comprador y el frecuente oportunismo y deshonestidad del vendedor. Eso asegura una transacción fluida y pronta. No ha de pensarse, sin embargo, que el presunto embaucado es un necio; tal vez sea buen negocio comprarse un momento de placentera fantasía al precio de creerse el cuento del Tío.


Es en dicha relación simbiótica donde reposa el nervio de la política. El político opera y prospera a base de promesas que se depositan hoy en la Cta Cte del elector y sólo en seis meses o a un año plazo son rechazadas por falta de fondos. Es un timo, pero, ¿quién le quita al ciudadano lo tomado y bailado en esos seis o doce meses previos mientras alegremente se permitía creer que lo prometido tenía sustento? Hay incluso cínicos insoportables postulando que la democracia es un sistema consistente en dotar a la población del derecho inalienable de ser engañada con una nueva mentira agradable cada cuatro, cinco o seis años en vez de serle impuesta una presunta verdad eterna por lapso indeterminado. Puesto que se la va a manipular y exprimir, la sabiduría popular consideraría no poca ganancia que al menos los hechores recubran el supositorio con una dulce capa de vaselina.


Hoy, nada…”
Dicha facilidad para la comercialización del optimismo y la promesa se manifiesta también a la inversa, cuando Voces Oficiales rechazan de plano todo pesimismo o realismo. Uno de los actuales “traders” de esa mercancía es don Marcelo Díaz, quien se gana  siete palos ministeriales cumpliendo dicha labor día por medio. No se la subestime; no es difícil engañar a quien desea no darse cuenta de nada, pero no es fácil celebrar una y otra vez similar liturgia con la misma e imperturbable cara de palo. Al locuaz funcionario lo ayuda el que muy pocos están dispuestos a enterarse de las desgracias, salvo si son ajenas; muy al contrario, lo que se le exige a los vendedores de la Versión Oficial es que nos ayuden a sepultar la cabeza en la arena para no ver ni oír las malas noticias. De ahí que la historia universal esté repleta de líderes mintiendo a granel y de audiencias creyéndoselo todo a pie juntillas. Cuántas veces no se ha visto a mandatarios diciéndoles a sus pueblos que el firmamento internacional estaba despejado de toda amenaza a sólo un mes de desatarse la guerra, de no haber problemas económicos una semana antes del crash de la Bolsa, de no venir revueltas a 24 horas de un motín y que jamás llegaría la peste cuando ya caía muerta la primera centena de infectados. A veces los engañadores primero se engañan a sí mismos. Famosa es la anotación del monarca Luis XVI en su diario de vida el día mismo cuando el populacho de París se tomaba la Bastilla: “Hoy, nada…”


Lagos…
¿Pero para qué revisar las discutibles promesas registradas en los tratados de historia si en Chile tenemos innumerables ejemplos a la mano? Hace dos semanas no acabó Ricardo Lagos de manifestar su preocupación por los problemas del país y ya saltaba el oficialismo a rechazar sus tesis, reacción que ejemplifica el eterno reflejo condicionado de los oficialismos, a saber, hacerle el quite a la verdad; con ello, por default, se hizo la falsa promesa de todo gobierno en apuros, que las cosas están bajo control. Esa postura, la obstinada costumbre de negar la existencia de problemas y la falsedad descarada con que se cacarea no deja nunca de encontrar clientes. ¿Cómo no?  Si acaso la Verdad es la primera víctima de una guerra, durante la paz es al menos la segunda. La Verdad es una sola y a menudo desagradable; la ficción, en cambio, puede elaborarse a gusto del consumidor y por eso siempre encuentra clientes. De ahí que si bien una parte de la ciudadanía se ha puesto chúcara y no le cree a la clase política en general y menos a este gobierno y su presidente en particular, hay otra parte, no desdeñable en tamaño, que sigue creyendo en su pequeña y conveniente verdad hecha a la medida. Se trata de señoras progres con o sin buenas jubilaciones, de nenes revolucionarios con matrícula gratis, de sesentones en su segunda infancia política, de apitutados públicos a tiempo completo, de combatientes y comandantes disfrutando de la impunidad, de perceptores de jugosas dietas, de allegados al Poder, cobradores de bonos, aprovechadores de lo que haya y timadores de quien sea.


Y otra vez Lagos…
Luego, una semana después, cuando Ricardo Lagos se proclamó candidato, en el acto nació aun otra promesa, una más, esa que en la Tabla Periódica de los Elementos de la Demagogia se manifiesta con valencia positiva. Fue propalada cuando a minutos de su auto proclamación un coro de voces salió a cantarle a Chile la tonada de que con don Ricardo “se cambia de rumbo”. Simultáneamente, sin embargo, Lagos ya le hacía guiños al progresismo pronunciando varias veces la palabra sacramental de la izquierda, “cambio”, aunque cuando llegue el momento -si llega el momento- sin duda al electorado en general le prometerá “moderación”, lo cual es, en el fondo, un modo de prometer que no habrán más cambios. Tal vez por eso los jóvenes de extrema izquierda, adivinando dicha pretensión de matar sus más caras ilusiones, lo acusaron de “asesino”.


Las Fotos del Álbum…
¿Qué hacer ante esta tempestuosa lluvia de promesas cuyo pronóstico, de seguro, es mucho más preciso que cualquiera que hagan los meteorólogos? ¿Y cómo evaluarlas? Quizás sea bueno recordar una cosa muy simple: así como la condición de víctima no equivale a la de mártir y la de mártir no nos convierte en apóstoles de la Verdad o la Bondad, así también NO porque Ricardo Lagos sea rechazado hoy por los termocéfalos significa que mañana NO va a buscar el voto de ese sector y NO cree en las actuales reformas. En Chile, desafortunadamente, tenemos la mala costumbre de hacer toda laya de falaces deducciones e inducciones. De ahí que confundamos una encantadora sonrisa con la capacidad de gestión y un discurso encendido con un programa factible. A este paso no es imposible que llegue el día cuando todo atropellado por un bus se convierta en “mártir del tránsito” y por serlo se transforme en candidato a la cartera del Ministerio de Transportes.


Teniendo eso en cuenta, no olvidemos entonces que a Lagos ya se lo ha oído hablando con tono afectuoso y receptivo de los “cambios” e insinuando que “son necesarios”, aunque quizás -esta parte del discurso va para la barra moderada y circunspecta- haya que hacerlos con más cuidado. En cuanto a los nenes que lo insultaron tratándolo de “asesino”, él también estaría enojado, dijo. No hay voto que por Bien no venga.


En fin, ¡qué confusa e inextricable maraña de contradicciones deberá afrontar cualquier candidato de la NM! Pero, a no dudarse, saldrán adelante con un nuevo y flamante festival de promesas. Nos venderán optimismo y unidad  aunque un minuto antes se hayan cosido a puñaladas. Olfateando un posible desastre si no se alinean, harán tripas de corazón alrededor de quienquiera les asegure la supervivencia, sea don Ricardo, doña Isabel, Alejandro Guillé o la querida y recordada Pitica Ubilla.


Todo esto nos trae a la memoria esos álbumes de fotografías familiares donde inevitablemente los grupos retratados aparecen sonriendo a destajo aun cuando sepamos que ese día reinaba entre sus miembros la discordia, el estupro y el asesinato. El fotógrafo les dijo “una sonrisa, por favor” y como por arte de magia resplandecieron las dentaduras.



Lealtad con la democracia,
por Luis Cordero.


Cuando se expanden las opiniones sobre la supuesta crisis institucional que estaría viviendo nuestro país —la más grave de las últimas décadas se indica—, los datos entregados por la IV encuesta nacional de la Auditoría a la Democracia, realizada por el PNUD, permitiría, aparentemente, confirmar esta tragedia. La crisis de confianza, la falta de identificación con los partidos políticos, la percepción sobre la élite y sus malas prácticas son antecedentes de ese diagnóstico. Pero, como sostuvo Onora O'Neill hace más de una década, estamos viviendo momentos en que la pérdida de confianza se transformó en "un cliché de nuestros tiempos".


Sin embargo, la encuesta entrega algunos datos que nos permitirían observar las cosas desde otra perspectiva. Según ésta, la democracia sigue siendo preferible a cualquier otra forma de gobierno y, lo que es más notable, las personas piensan que en diez años más Chile será un país mucho más democrático de lo que es hoy. Las personas que consideran que el sistema democrático en la actualidad lo hace muy mal indican que la principal razón de aquello es la desigualdad, y, entre aquellos que piensan que funciona solamente de modo regular, el motivo que expresan es exactamente el mismo. De acuerdo con los datos, se valoran como los derechos más importantes en una democracia aquellos asociados a que las personas tengan una calidad de vida adecuada, sean tratados con igualdad, tengan derecho a participar de las decisiones públicas y a protestar para oponerse a decisiones oficiales. Es decir, exigen dignidad, respeto y participación.


Aunque es sorprendente que los chilenos, pese a la desconfianza, consideren que es posible seguir avanzando en una sociedad mejor, los datos sobre el funcionamiento actual de las instituciones son más desalentadores. Una respecto de las cuales existe menor confianza es el Congreso; paradójicamente, la expresión clásica de la democracia. Las personas consideran que éste no representa adecuadamente sus intereses, que fiscaliza mal al Gobierno, dicta malas leyes, y que a sus integrantes no les importa mucho lo que la gente piensa.


Pese a todo esto, los chilenos siguen teniendo confianza en la democracia. Según la encuesta, las personas afirman mayoritariamente que la forma en que votan puede influir en lo que suceda en el país.


En momentos en que el desencanto puebla columnas, entrevistas, oficinas públicas y privadas, es alentador pensar que los chilenos seguimos creyendo que este mal momento lo podemos resolver con más democracia, pero una democracia en la que los ciudadanos desean ser protagonistas. Entender éste fenómeno —más que quejarse— es el principal desafío de la clase política y empresarial en la actualidad.



Un país politizado,
por Héctor Soto.



Es posible, es casi seguro, que la cosa no sea tan fácil como la pintan. El hecho de que hoy las figuras de mayor peso en el escenario político sean dos ex presidentes -Sebastián Piñera y Ricardo Lagos- no necesariamente significa que Chile está ad portas de lo que podría ser una restauración. Aquí no la habrá. Lagos plantea darle continuidad y mejorar las reformas en curso, y Piñera dice que no cabe ninguna vuelta atrás. Los países andan para adelante, no retrocediendo. Así las cosas, si alguno de ellos triunfara, nada volverá a ser igual.


Y no volverá a serlo básicamente porque el 2010 se rompieron los consensos. Podrá discutirse qué tan profunda fue esa ruptura. La evidencia estadística de las encuestas hace pensar que la ruptura fue mucho menor en la base social que a nivel de las dirigencias políticas. Pero parece ser cierto que algo se quebró. Fue por eso que la Nueva Mayoría reemplazó a la Concertación. Fue por eso que el gobierno promovió una serie de reformas que a corto andar empezó a cosechar un creciente rechazo y fue también por eso que el gobierno de Piñera, no obstante haber hecho reiterados llamados a la unidad y de haber tratado de establecer un puente de entendimiento con la DC, tuvo que batírsela con sus propias fuerzas parlamentarias para sacar adelante un proyecto de gobierno que siempre fue minoritario en el Parlamento.


No obstante que en la actualidad están soplando sobre la sociedad chilena vientos un poco más moderados, no obstante que ahora la gente coloca entre las grandes prioridades del país el desarrollo económico y el empleo y no obstante que el movimiento estudiantil pareciera ir en baja, el país sigue estando bastante dividido. Acuerdo, convergencias, consensos, hay muy pocos. Es cosa de comprobarlo en temas como la gratuidad universal, el aborto, la detención por sospecha, la marihuana o las pensiones. Por lo mismo, suenan un poco utópicas las exhortaciones a la unidad nacional. En lo que hay que fijarse ahora más bien es en los mecanismos institucionales que los chilenos encontremos para dirimir nuestras diferencias. Está claro que la decisión de este gobierno inmovilista de dejarlas flotar en el aire no favorece a ningún grupo y mucho menos al país.


Todo indica que el Chile de Piñera o de Lagos, en el supuesto de que uno de ellos vuelva a La Moneda, habrá de seguir siendo un país tan politizado como el actual. Para mucha gente, para muchos grupos políticos, como la DC o buena parte de la derecha, ese escenario es particularmente incómodo. No es casualidad que tanto a la DC como a la derecha la actual batalla ideológica que estalló el 2011 las sorprendió durmiendo siesta. La siesta de los consensos y el pragmatismo. Ese período definitivamente quedó atrás y lo más seguro es que no habrá presidente ni ex presidente que pueda restaurarlo.


Así como la transición política condujo a Chile en los años 90 y a comienzos de los 2000 a una gradual despolitización -donde todos suponíamos estar de acuerdo y todo se daba por entendido y aprobado- en el futuro próximo frente a cada dilema las posiciones se extremarán. Para allá van las cosas. Mejor prepararnos. Por un lado, hacen abandono de la cancha los árbitros, los mediadores, las instancia de acuerdo político-tecnocrático como el CEP y las comisiones presidenciales para esto y para lo otro; la última que convocó la Presidenta de hecho fue un fiasco y no se puso de acuerdo en nada. Por el otro lado, ya entraron a escena los polemistas, los ideólogos, los agitadores, los que son capaces de sacar 500 mil personas a la Alameda un fin de semana. Bienvenidos a un debate que cada día se parecerá más a un diálogo de sordos.


Ese horizonte es duro y no necesariamente malo. Chile lleva demasiado tiempo sin definirse en cosas que son bien importantes. ¿Cuánto crecimiento -por ejemplo- estamos dispuestos a sacrificar para llegar a ser una sociedad más igualitaria? ¿Nos interesa persistir en el capitalismo democrático, esto es, en el modelo en el que habíamos avanzado un poco, o nos vamos a dejar tentar por la aventura redistributiva y estatista de la Nueva Mayoría, que hasta ahora ha sido incapaz de hacerle sentir a la gente que está viviendo en un país mejor al del 2014? ¿Creemos o no creemos en el imperio de la ley y en el Estado de derecho? ¿Creen en eso los grupos políticos radicalizados, creen en eso los propios jueces? ¿Vamos a seguir condenando el lucro al voleo, y generando en consecuencia un clima antiempresarial que hoy tiene la inversión doméstica por el suelo y la inversión de los grupos chilenos en el exterior por los cielos? ¿Realmente queremos adoptar en materia de pensiones un sistema de reparto para que los grupos de presión, las Myriam Olate que nunca faltan, vuelvan a cargarle el costo de sus privilegios al resto de los chilenos? ¿Adónde queremos llegar: al modelo de sociedad gringa, al escandinavo, al norcoreano, al castrista, al chavista, al kirchnerista? Parecen preguntas estúpidas. Pero no lo son porque en algún momento habrá que explicitar las diferencias.


Y después de explicitarlas, claro, habrá que dirimirlas. Ojalá por mayorías rotundas, para facilitar la gobernabilidad. Precisamente en eso consiste una democracia sana.



CUT: No hay sistema que resista,
por Eugenio Guzmán.



En política las explicaciones sofisticadas corren el riesgo de dar paso a especulaciones y dobles lecturas. Algo semejante puede decirse en el caso de la reciente elección de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), especialmente teniendo en cuenta que hoy tanto la política como las instituciones aparecen fuertemente cuestionadas.


Así, el principal problema con la elección es comunicacional, vale decir, que el ganador termina siendo el perdedor. ¿Cómo es eso posible? Porque el sistema electoral empleado lo permite. En efecto, los trabajadores sindicalizados, que tengan sus cuotas al día y adscritos a la organización, eligen un número determinado de delegados (45) de acuerdo a ciertas normas que tienen relación con al número de trabajadores representados. Posteriormente, dichos delegados tienen el mandato de la elección de la mesa. Luego, dependiendo del número de delegados de cada lista (en esta oportunidad seis) se determina quién es el presidente y otras autoridades, pero nada asegura que la primera mayoría sea finalmente la triunfadora; eso es sólo un asunto de tradición.


En este caso, la lista de Arturo Martínez, antiguo presidente de la organización y hasta ahora secretario general, obtuvo 19 delegados. Sin embargo, un acuerdo entre la segunda y la tercera mayoría terminó eligiendo a un ganador distinto.


Así, después de una cascada de descalificaciones, de amenazas de impugnar la elección, y de acusar de fraude al ganador, cuando éste responde con una denuncia concreta sus acusadores no sólo no siguen adelante con sus denuncias, sino que organizan una mesa de transición para llamar a elecciones nuevamente… pero en seis meses más (sic). Un guirigay. Si se creía que existían irregularidades inaceptables debía seguirse adelante, precisamente para fortalecer la transparencia.


Se culpa al sistema de electoral, pero éste no es del todo responsable. El sistema permite conductas estratégicas, como que dos de las listas que compiten hasta el final después se alíen para derrotar a la primera. En Bolivia, en 1989, Paz Zamora ganó a pesar de tener la tercera mayoría, gracias al apoyo de Banzer, que tenía la segunda mayoría. Son las reglas del juego, pero ello se presta para segundas interpretaciones y conflictos, como lo hemos visto por décadas en la CUT.


No hay sistema electoral que resista si quienes lo emplean luego lo descalifican, o si el padrón electoral no está fijado con antelación a las elecciones y carece de mecanismos adecuados para calificar la pertinencia de quienes lo componen. En fin, ningún sistema electoral puede operar adecuadamente con niveles tan altos de desconfianza. Situaciones como estas se transforman en verdaderas profecías autocumplidas del mal estado de la política, que redundan en un mayor deterioro de nuestro marco institucional.



Resignación en Palacio,
por Max Colodro.



Literalmente, a La Moneda se le apareció la campaña presidencial. En rigor, la decisión del ex presidente Lagos de anticipar su voluntad de competir en la próxima contienda remeció el escenario político, abriendo un ciclo en que el gobierno comenzará a perder centralidad. Para algunos, es una señal más de su debilitada conducción y mínimo respaldo; para otros, es una oportunidad para que el Ejecutivo pueda desplazar la tensión que lo consume hacia un eje de expectativas más alejado de su labor.


Por razones seguramente más vinculadas a los misterios de la psicología que al cálculo político, la presidenta Bachelet optó en este trance por mantener el estatus quo y no hacer modificaciones en su equipo y diseño de gobierno. Frente a las constantes presiones del oficialismo para realizar un cambio de gabinete, la Mandataria prefirió dejar todo como está, aún ante la evidencia de que su popularidad -y la del Ejecutivo-, continúan su inexorable espiral de descenso. En los hechos, o no hay ya esperanza de poder provocar una inflexión sustantiva, o simplemente el obstinado cuadro de deterioro político dejó de ser una consideración relevante.


Si La Moneda no aspira a mejorar su performance y su imagen, el adelantamiento de la contienda presidencial le resultará sin duda positivo, una circunstancia donde su propio desgaste puede contribuir a desplazar la atención crítica hacia otros actores y otras controversias. Es una lógica a la que se resiste nuestro atávico presidencialismo, ya que de modo inevitable tiende a debilitar la gestión sectorial y política del gobierno. Pero eventualmente podría ser funcional a una mandataria que decidió renunciar al respaldo popular y sólo aspira a sacar adelante sus proyectos de ley, para los que cuenta con las mayorías parlamentarias requeridas.


El problema de esta alternativa, es que a la larga no puede evitar transferir el deterioro del Ejecutivo a las opciones presidenciales del oficialismo, es decir, imponer una pesada carga para cualquier alternativa que intente dar continuidad a lo que este gobierno encarna y representa. De alguna manera, renunciar al desafío de mejorar la popularidad, es renunciar también a ser un activo político, dejar a los partidos y a los candidatos sin un piso desde el cual proyectar su oferta electoral. Es cierto que en su administración anterior, una presidenta con el 80% de respaldo no pudo convertirse en un factor dirimente del resultado final, pero es mucho más claro todavía que un gobierno que anticipadamente acepta su fracaso político, pone el escenario aún más cuesta arriba.  


Con todo, Michelle Bachelet parece ya entregada a lo que seguramente siente como un destino insalvable. Así, la Nueva Mayoría no podrá contar ni siquiera con su mínimo esfuerzo para intentar revertir el actual cuadro. Los partidos y los futuros candidatos deberán remar solos en contracorriente. Y el problema es que representar a un gobierno paralizado por su impopularidad supone un peso enorme. Tomar distancia, en cambio, dejaría al oficialismo huérfano, sin nada que proyectar salvo la necesaria ‘rectificación’ de lo hecho en estos años. Más difícil aún, cuando entre sus integrantes no existe ni siquiera un acuerdo mínimo respecto a cómo seguir adelante.


En definitiva, la presidenta Bachelet y su gobierno optaron por enfrentar su crisis con negación e inmovilismo, renunciando a la posibilidad de mejorar su gestión política en lo que queda del período. Hoy pueden agradecer entonces que la contienda presidencial desplace el eje de tensiones en otra dirección. Pero es muy improbable que los partidos y sus candidatos terminen el día de mañana agradeciéndoles también esta insólita decisión.



Lagos, la peor carta de la DC,
por Juan Cristóbal Portales.



La definición presidencial del ex Presidente Lagos ha generado dos posturas en la DC. Por un lado, aquellos que ven en este caudillo del orden la posibilidad de reconducir una agenda reformista orquestada desde el caos y la improvisación. Por otro, los que asocian al "estadista" del dedo acusador implacable a una concepción añeja de la política actual. A un lobo con piel de oveja que se disfraza de modernista, que ahora sí quiere crecer con igualdad y probidad, que desempolva el concepto de democracia participativa, pero cuyas pretensiones limitan las posibilidades de la DC de instalar referentes que defiendan los pilares solidarios desde donde una agenda valórica-social se juega en plenitud.


¿Quién tiene la razón? Pareciera que los segundos. Por un lado, la evidencia reciente señala que la oferta "progresista" de Lagos, Insulza o incluso Allende va a la baja frente a una nueva izquierda de caudillos populistas, en apariencia menos contaminados, tipo Guillier. En tanto, el constructo llamado centro político está huérfano y necesitado de liderazgos alternativos al del Piñera, que defiendan una agenda solidaria responsable, transparente, bien diseñada y ejecutada.


Los números también señalan la erosión que significa —para un ideario, propuesta y referentes DC— el apoyo a un candidato presidencial ajeno a sus filas. Si se considera las parlamentarias de 2001 (con Lagos en ejercicio), 2005 y 2013 (Bachelet de candidata), la DC ha perdido en promedio en número de diputados (-5) y senadores electos (-3,3), mientras la Concertación-Nueva Mayoría ha ganado en diputados (+2), y senadores (+0,3). Lo contrario sucede cuando la DC ha apoyado a candidatos propios o tiene a uno de los suyos como Presidente. Si se suma parlamentarias de 1993 y 2009 (con Frei como candidato), y 1997 (Frei en ejercicio, previo a crisis económica), la DC ha perdido marginalmente en diputados (-0,33), y ha ganado en senadores (+1,33) electos, mientras la Concertación-Nueva Mayoría ha perdido en diputados (-2,66%) y senadores (-0,66).


Tiene mucho más asidero estratégico para la DC una opción que juegue más allá de una primaria oficialista, la obligue a redefinirse, le otorgue posicionamiento y poder negociador, y revitalice al centro político, al partido y sus candidatos, antes que vivir de las migajas de un progresismo de cartón.



Principio de autoridad,
por Axel Buchheister.



La cuidadanía ha presenciado impávida la impugnación judicial -ya nada sorprende- por parte de un fiscal regional de la decisión jerárquica del Fiscal Nacional del Ministerio Público, de apartarlo de un caso y ordenar que se instruya un sumario por declaraciones suyas a un medio de prensa.


La Corte de Apelaciones declaró inadmisible el recurso de protección intentado por el subordinado y éste ahora llevará el asunto a la Corte Suprema. La institucionalidad en máxima tensión, puesto que el Ministerio Público es un órgano constitucionalmente autónomo, lo que implica que en su funcionamiento no está sujeto a la intervención de otros órganos del Estado, lo que en el hecho sucedería si los tribunales acogen el recurso.


Varios actores políticos han terciado, aventurando que tras la decisión del Fiscal Nacional puede haber un intento de limitar las investigaciones sobre el financiamiento ilegal de la política. Opiniones autorreferentes, porque expresan las preocupaciones de quienes las emiten y que no parecen advertir la realidad: el Ministerio Público es un completo desorden y el acatamiento al principio de autoridad está dañado. Las declaraciones poco prudentes del fiscal litigante no son el primer caso. Cuando el Fiscal Nacional fijó un criterio para investigar tales casos, fue contradicho por un fiscal regional. También han existido disputas públicas entre fiscales regionales vía Twitter. Cualquier analista desapasionado tiene que concluir que en ese ambiente la realidad es más prosaica que una conspiración política para cerrar investigaciones: o el Fiscal Nacional se ponía los pantalones o pasaba a ser decorativo.


La pregunta es ¿cómo se llegó a eso? Simple: el pésimo diseño constitucional de la estructura orgánica del Ministerio Público, pues el Fiscal Nacional no puede remover a los fiscales regionales. Para hacerlo requiere el acuerdo de la Corte Suprema, la cual le da a la petición forma de juicio y falla en derecho, nada más ajeno a una apreciación de mérito sobre la pertinencia que aquéllos se mantengan en sus cargos. Difícil, entonces, que sea acogida.


Así, para los fiscales subordinados en la práctica es voluntario obedecer y como en los tiempos que corren son casi estrellas de televisión, merced a formalizaciones transmitidas “en línea”, creen que ellos deben definir el curso del órgano de persecución penal. Cuando esto compete al Fiscal Nacional. Es él quien debe definir la política de persecución de los diversos delitos y los fiscales inferiores deben aplicarla. Si la ciudadanía no está de acuerdo con la que se defina, la máxima autoridad tendrá que pagar los costos políticos por ello, pero no corresponde que los fiscales regionales impugnen sus decisiones.


Replantear el Ministerio Público, en éste y otros aspectos, es una reforma constitucional necesaria, no sólo para independizar de los tribunales el nombramiento y remoción de los fiscales, sino para hacer efectivamente responsable al Fiscal Nacional por los resultados de su gestión. Mientras, los delincuentes, esos que están esperándolo fuera de su portón, felices con el desorden existente y que nadie remedie un diseño mal orientado.



Las advertencias de Vergara,
por Pablo Correa.


Pocas veces habíamos tenido la oportunidad de escuchar a un presidente en ejercicio del Banco Central hablar tan claro como lo hiciera Rodrigo Vergara ante el pleno del Senado, en la presentación del que probablemente sea el último Informe de Política Monetaria bajo su conducción.


Más allá de la siempre clara descripción que el Banco Central entrega respecto de la marcha de la economía internacional y doméstica, y de las estimaciones coyunturales de inflación o crecimiento, en esta oportunidad Vergara aprovechó de recordarle al mundo político lo que se le puede (y lo que no) pedir a las políticas económicas.


La primera advertencia fue no pedirle peras al olmo. Vale decir, que ni el Banco Central a través de la conducción monetaria, ni el Ministerio de Hacienda con la fiscal pueden eliminar los ciclos económicos: estos dependen de otras variables como shocks externos, de precios o financieros, deterioro de expectativas o institucionales, y lo único que pueden intentar hacer (forma transitoria) es suavizar el impacto de ellos. Pero no existe una varita mágica como muchas veces el mundo político pide, para "arreglar" una economía debilitada por otras fuerzas.


El segundo mensaje fue que, si queremos que las políticas fiscal y monetaria tengan la capacidad de reducir el impacto de los ciclos negativos, se necesita que ambas sean creíbles y descansen en una institucionalidad sólida, que resista las presiones del ciclo político de corto plazo. En el caso de la política monetaria, 27 años de autonomía del gobierno de turno por parte del Banco Central más el compromiso de su Consejo han logrado que más allá de las desviaciones de corto plazo, cuando nos preguntan cuánto será la inflación en 2, 5, 10 o 20 años, la respuesta es siempre 3%, algo extraordinario que se ha transformado en ordinario.


El caso de la política fiscal es mucho más complicado: las presiones y la dependencia del mundo político es abrumadora, las reglas si bien existen son más discrecionales y con gobiernos relativamente cortos, la tentación de "pasarle la pelota" al próximo es enorme. Acá urge una solución política, que blinde la metodología del balance estructural a las tentaciones contables, que genere credibilidad y tranquilidad de que independiente del ministro de turno, en el mediano plazo la sustentabilidad de las finanzas públicas esté resguardada.


La última advertencia de Vergara fue la más dura a oídos del mundo político: el crecimiento no está garantizado, depende de las decisiones que ellos tomen, y nada, absolutamente nada, puede sustituir el rol que tiene el crecimiento económico en la generación de empleo y recursos fiscales para financiar los programas de gobierno. En otras palabras y aunque no les guste, la política sí se encuentra subordinada a la economía.



Un dolor no reconocido,
por Gonzalo Rojas.



Se acerca un nuevo once de septiembre y vuelve el dolor.


El dolor.

Sobre una mitad de la sociedad chilena la otra mitad ha lanzado su dolor. Lo ha hecho con espasmos, suponiendo que la mitad receptora nunca supo ni entendió de sufrimientos.


Eso también duele.


Duele que la otra mitad -la que se autoproclama víctima- exija una confesión unilateral, una aceptación sin contrapesos, una rendición total, sin reconocimiento alguno del dolor causado, de las culpas propias.


Por años -quizás los últimos treinta-, aquella mitad que en los 60 y los 70 decidió ser porción en conflicto y no parte armónica ha insistido en la inmensidad de su sufrimiento. Y, desde acá, se lo ha aceptado como real, como enorme. Se ha hecho un gran esfuerzo por entender ese dolor, por aliviarlo, por sanar esa herida.


Pero, ¿ha pasado algo similar en la otra vereda? ¿Alguien -más allá de Guastavino- ha reconocido algo así como "fuimos culpables de causar un enorme dolor en la sociedad chilena"? Pocos, poquísimos.

Hasta mediados de los 60, Chile era un país posible para todos. Tenía una oferta todavía muy insuficiente para los más pobres, pero a pesar de eso, era un país posible. Desgraciadamente se asomaron entonces todas las revoluciones, la revolución, y lo hicieron un país inviable: lo hicieron pedazos. Y causaron un enorme dolor.


Nuestras divisiones no eran la guerra total, eran el conflicto propio de los pueblos inmaduros.
Pero las revoluciones lo transformaron en un combate final al que llamaron lucha de clases; incitaron al odio y nos pusieron unos contra otros. Despertaron la capacidad que los seres humanos tenemos de causarnos mutuamente un gran dolor. Y así fue: una mitad fue sistemáticamente insultada, robada, expropiada, perseguida, descalificada. Para justificar el dolor que se causaba, la inteligencia se agudizó y copió del extranjero un término perverso: violencia estructural. Ya se sabe: cuando la sensibilidad agudiza su capacidad de herir, las razones tratan de acudir en su auxilio con bálsamos que no son más que placebos.


La mitad de allá, la que así se definía por contradicción con el resto, nunca aceptó que Chile era un país posible para todos.
Como esa mitad nunca quiso trabajar a favor de la unidad natural, consideró que la otra mitad debía sufrir, en el nombre de las culpas que se le enrostraban. Guerra civil declarada, aunque en 1973 una "guerra civil todavía no armada", en la lúcida expresión de Mario Góngora.


¿No le dolía eso acaso mucho a una mitad de chilenos, a esa mitad que fue creciendo y que llegó a ser en realidad unos buenos dos tercios hacia 1973?
¿No se le causaba una herida sangrante a cada uno de esos hombres y mujeres que querían vivir en paz? ¿Ese dolor no cuenta, no existió, no era igual de humano que el otro, que el consiguiente a septiembre de 1973? Porque, dígase de una vez por todas, el dolor no está vinculado solo a lo estrictamente familiar o a lo partidista, sino que afecta a todo lo humano, al amor a la vida compartida, al Chile que queríamos en común, a la relación con la tierra y con las tradiciones, al deseo de un trabajo mancomunado, de un proyecto integrador. Pero todo eso fue gradualmente destrozado desde 1964. Y dolió mucho.


Lo sabe bien la generación de chilenos que está marchándose de esta vida y que se irá con ese dolor a cuestas, ojalá sin rencor, ojalá perdonando y pidiendo perdón.


Con un dolor a cuestas, eso sí, porque esa mitad ha sido arrinconada y de nuevo denigrada, encarcelados y privados de derechos algunos de sus miembros, forzados a pedir un perdón que no se les quiere dispensar, el más claro síntoma de que es completamente unilateral el análisis de las culpas y el reconocimiento de los dolores causados.



Pueblos bien informados
difícilmente son engañados.

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Letra Marcha: Soldados del 73

Letra Marcha Soldados del 73

Autor: Rosabella Liniers
Compositor Gianfranco



Son hermanos los Infantes,
todas las armas y soldados del ayer
Carabineros, Marinos y Aviadores
Combatientes del 73.

Un sólo cuerpo, un sólo corazón,
noble misión, proteger a la Nación,
la frente en alto saliendo del cuartel,
los soldados del 73.

Ya dió la orden mi General,
para vencer tenemos que luchar,
no ha sido arriada jamás nuestra bandera,
orgullo eterno de nuestra libertad.

En el recuento se hace el silencio,
por los heridos, los caídos que no están,
lo lamento mi Capitán,
mi Sargento no le puede contestar.

La Patria es libre, llegó la paz,
en el desierto, el cielo, azul el mar,
ya nuestros hombres cantan victoria
Combatientes del 73

Ya dió la orden mi General,
para vencer tenemos que luchar,
no ha sido arriada jamás nuestra bandera,
orgullo eterno de nuestra libertad.

Piñera anuncia propuesta de reformas educacional y tributaria, gentileza EMOL

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