El
balance del asalto extremista fue deprimente como siempre, fuera de
los
inmensos
daños materiales, hubo 49 detenidos, periodistas agredidos
y
siete Carabineros heridos. |
Los
supuestos defensores de los Derechos humanos profanaron la tumba del
asesinado
Senador Jaime Guzmán por parte de extremistas de los mismo
grupos
que lo ultimaron. |
La
complicidad de la prensa en la falsificación de nuestra historia
quedo
claramente
demostrada con la censura de El Mercurio y La Tercera a una
publicación
reivindicatoria del Gobierno Militar. |
Curioso
por decir lo menos es el silencio cómplice con que los medios
ocultaron
los actos realizados por chilenos agradecidos de la inmensa
obra
del Gobierno del General Pinochet.
|
La
Constitución de 1980,
por
Hernán Guiloff.
Junto
con asumir la responsabilidad del poder en 1973, el Gobierno de las
Fuerzas Armadas y de Orden, presidido por el general Augusto
Pinochet, contrajo el compromiso de instaurar una nueva
institucionalidad, que se tradujo, entre otras obras, en la
Constitución de 1980.
Tras cumplirse un nuevo aniversario del pronunciamiento del 11 de septiembre de 1973, es justo reconocer los valores de dicha Constitución y su contribución al progreso de Chile en estos más de cuarenta años de vigencia.
Desde luego, permitió, gracias a las normas transitorias, diseñadas en1980 y no modificadas, el traspaso pacífico del poder desde el Gobierno Militar a un Gobierno Civil elegido democráticamente, luego de elecciones organizadas por el Gobierno del Presidente Pinochet. Esto fue inédito en nuestro continente.
En su articulado permanente, la Constitución de 1980 estableció una nueva institucionalidad de plenitud democrática que protege los derechos, garantías y libertades personales del modo más amplio que nuestro país haya conocido. Algunos de ellos no habían sido nunca contemplados en ordenamientos constitucionales y otros fueron reforzados en su alcance.
Otra creación de esta Carta Fundamental es el Recurso de Protección, para hacer efectivos esos derechos, y el fortalecimiento del recurso de amparo, en términos muy superiores a toda la normativa anterior. También se fijó un quórum especial para cualquier norma que pretendiera limitar o restringir esos derechos.
La Constitución sentó las bases para la modernización del país y para el establecimiento y avance de políticas sociales y económicas en directo beneficio de todos los chilenos, especialmente de los más necesitados. Asimismo, se anticipó a las tendencias sociales y económicas que luego se impondrían en todo el mundo. Sin estos principios, los gobiernos a partir de 1990 no hubieran podido enfrentar con éxito la globalización.
La opción por una economía social de mercado con un Estado subsidiario fue una fórmula que la experiencia mundial ha confirmado como la más eficaz, ya que crea las condiciones para el ejercicio de la responsabilidad individual, estimulando de esta forma la creatividad, el crecimiento de la economía y la paulatina erradicación de la pobreza. En esa referencia, cada gobierno deberá colocar las prioridades de su política económica, formulando con coherencia las políticas públicas específicas.
En el orden político, dotó al Presidente de la República de las facultades necesarias para gobernar y administrar el país, como lo habían requerido con insistencia todos los Jefes de Estado con anterioridad a 1973. Frente a este fortalecimiento del Ejecutivo, no alterado por las diversas reformas, la Constitución del 80 estableció un conjunto de equilibrios y contrapesos para evitar que la reforzada autoridad del Ejecutivo pudiere derivar en menoscabo de las libertades. Entre estos contrapesos está el Congreso, que es el principal elemento de equilibrio, pero no es el único. También existen otros: el Poder Judicial independiente, el Tribunal Constitucional no sometido ni al Gobierno ni al Congreso, la Contraloría General de la República con rango constitucional, el Tribunal Calificador de Elecciones con mayoría técnica, y el Banco Central autónomo. También la Constitución fortaleció las funciones del Poder Judicial, mediante su participación en instancias institucionales de la mayor trascendencia y las normas relativas a la organización y atribuciones de los Tribunales de Justicia pasaron a tener rango de ley orgánica constitucional, para evitar que puedan ser modificadas por simples mayorías circunstanciales que afectaran su independencia. Adicionalmente, añadió un instrumento capital para el imperio de los tribunales, cual es "impartir órdenes directas a la fuerza pública o ejercer los medios de acción conducentes de que dispusieren". La descentralización y la regionalización del país es otro de los aportes relevantes del texto constitucional.
La Constitución de 1980 ha sido modificada en diversas ocasiones para adaptarla a las nuevas realidades, pero ha mantenido su esencia y capacidad para enfrentar los nuevos desafíos que nos demanda el progreso tecnológico y científico, con los cambios sociales que ello conlleva.
El paso del tiempo permitirá que se abra camino a la serenidad y a la imparcialidad, para analizar los aciertos de la Constitución de 1980 y para valorar su efectiva contribución a la paz, la estabilidad y al desarrollo del país.
Cada
día es efectivamente peor,
por
Sergio Melnick.
La
realidad supera la ficción.
Las
semanas se siguen sucediendo con malas noticias, esencialmente
producto de una mala gestión del gobierno y las pugnas interminables
de la clase política que simplemente no es capaz de dar
gobernabilidad ni
tampoco hacer buenas leyes.
La
semana partió con la tradicional encuesta Cadem que muestra un apoyo
a Bachelet del 18% y un rechazo simplemente inédito. Pero el
gobierno no reacciona.
Al contrario, más allá de la retórica, sigue tratando de usar la
retroexcavadora pero ésta ya no tiene fuerza alguna. Ahora está
interviniendo de manera abierta en las campañas municipales de sus
partidarios.
También
recibimos la noticia del Imacec de Julio; un magro 0,5%, con la
opinión del Banco Central que baja el pronóstico de crecimiento
para el 2017, y que el déficit fiscal corriente será cercano al
3,5% y el estructural 1,5%. Nunca hubo brotes verdes ni lo habrá en
este gobierno,
es la sentencia lapidaria del Central. Más aún, algunos analistas
económicos empiezan a hablar de un aumento de la probabilidad de
escenario recesivo. Eso efectivamente ocurrirá si sigue cayendo el
consumo como lo ha venido haciendo.
En
otro frente, el enorme chascarro de la CUT y la curiosa reelección
de Figueroa, con la tirada de mantel de Martínez, muestra la gran
oscuridad de ese sector, junto a la mirada nostálgica y añeja por
el sindicalismo de mediados del siglo pasado, basado en el conflicto
y la lucha de clases. En la era del conocimiento y la inteligencia
artificial necesitamos un sindicalismo moderno que mire al futuro,
basado en la productividad y la colaboración. La
CUT fue la autora intelectual de la pésima reforma laboral, que
terminará en la justicia administrando la situación.
La
nota alta de la semana es el efecto Lagos, ansioso de demostrar su
valentía personal más que otra cosa al parecer, que se toma la
noticia y lo quiera o no, entorpece la ya pobre gestión del
gobierno. Por de pronto genera un problema en el PPD que ya está
enredado. Por otro lado complica al PS. Allende le entra al ruedo de
inmediato reiterando que es candidata. Insulza sigue su propio
intento. La
DC aumenta su disgregación porque la pone en una encrucijada. Muchos
apoyan a Lagos, otros se dan cuenta de que necesitan un candidato
propio para no desparecer. Guillier queda descolocado, y algo va a
hacer, pero no se atreverá a ir contra Lagos.
ME-O también anuncia de inmediato su candidatura y por cierto le da
duro a Lagos. El nuevo frente amplio de izquierda prepara su propia
plataforma. Para la NM las cosas se van poniendo más complejas con
la campaña de esa manera lanzada, por supuesto producto de las
improvisaciones. En una campaña presidencial ya no es posible
comulgar con ruedas de carreta y eso significa tener que distanciarse
del gobierno ahí donde lo hace mal. Y ese espacio sí que es amplio.
Lagos sólo tiene opción real si es capaz de proyectar a la Nueva
Mayoría, lo que no le resultará. La NM se agotó completamente y ya
no puede seguir en su forma actual. En
mi opinión Lagos no llegará a la papeleta, y habrá dejado un
enorme desorden a la pasada.
En
lo cotidiano, el gobierno está completamente paralizado. No ha sido
capaz de hacer el cambio de gabinete, sigue pendiente, y eso aumenta
la presión de la NM. Difícil convocar gente de peso al gobierno de
hoy. Las municipales sin presencia alguna. La encuesta Casen sigue en
un cajón de escritorio. En educación sigue completamente perdido.
Un día hacia un lado al siguiente al otro. Ahora recula con
filosofía, y se da cuenta que su ley de educación superior es una
bazofia total. El Parlamento literalmente la amenaza de que ni
siquiera aprobará la idea de legislar si no hace cambios relevantes.
Estamos hablando de una ley prometida para el 2014. Brunner dice que
hay que botar esta ley y hacer otra bien hecha. El presupuesto 2017
anuncia más tempestades con la NM.
El Banco Central y todos los economistas más serios señalan que el
gasto público en el 2017 no debería crecer más del 2,5% a 3% y
este gobierno ya tiene mucho más comprometido.
La
Araucanía mantiene su violencia, y ya empieza a prepararse la nueva
protesta de los camioneros. El gobierno en un año desde la protesta
anterior simplemente no ha hecho nada. En forma inédita, el ministro
del Interior, que brilla por su inexistencia y por las declaraciones
desafortunadas, ahora agregó frente a la presión de los periodistas
por la violencia y quema de camiones en La Araucanía el patético
¿y?, ¿y? que ha sido tema de gran molestia toda la semana.
De
pasada esta semana nos anuncian que el puente Chacao
costará mucho más, hay huelga en El Salvador, y la Roja da jugo
como nunca, como lo hace el subsecretario del Trabajo en su Twitter.
¿Pertenece
el socialismo al pasado?,
por
Roberto Ampuero.
Nuestra
izquierda jacobina suele enfatizar que nadie en Chile aspira a
construir el socialismo, y que los críticos de esos regímenes
viven atascados en la Guerra Fría, en un pasado irremediablemente
ido. Que
millones sigan padeciendo la violación de derechos humanos y el
estancamiento económico en el socialismo estalinista de Cuba o
Corea del Norte, o en el Socialismo Siglo XXI de Venezuela, no les
importa: quien critica esos sistemas debería dar vuelta la página
y referirse mejor a los temas actuales. El socialismo exhibe una
hoja de parra que cubre sus vergüenzas.
Lo trágico es que las dictaduras socialistas y sus apologistas no quedaron en el pasado. Son tan actuales como Nicolás Maduro, Fidel Castro o Kim Jong-il. Lo que en la mayoría de los países del mundo pertenece ya a museos, en América Latina sigue persistiendo como amarga realidad o retrógrada utopía. Me cuesta imaginar incluso a Salvador Allende celebrando a un octogenario Castro en el poder, al nieto de Kim Il-sung dirigiendo Corea, al patético Nicolás Maduro.
En este sentido, América Latina, y particularmente Chile, es un parque jurásico: aquí se celebra a dinosaurios políticos y modelos fracasados, y hay jóvenes que cantan loas a figuras y sistemas que la historia condenó por el desastre humano, político y económico que suscitaron. Y en ese sentido el complejo pasado reciente de Chile nos sigue penando e impide proyectar una mirada conjunta de futuro. Más presente se nos vuelve el Chile de 1973 a 1989 mientras menos la Nueva Mayoría desea recordar el protagonismo de muchos de sus líderes entre 1990 y 2010.
¿A qué viene todo esto? A que en Chile, pese a que pronto sufrirá sus efectos, pasó casi inadvertido el reciente Encuentro de Partidos Comunistas y Revolucionarios de América Latina y el Caribe, realizado en Lima, con entusiasta respaldo del régimen cubano. Clave resulta su objetivo: ratificar la necesidad de conquistar para la región "una real independencia y el socialismo". No, los años no pasan en vano para los revolucionarios, nada nuevo aprenden ni nada viejo olvidan: "el socialismo es la única alternativa viable al capitalismo", aseveran ufanos en su declaración final. Junto con relanzar el socialismo, denunciaron los "golpes de Estado de nuevo tipo de la derecha y el imperialismo", solidarizaron con los regímenes de Cuba y Venezuela, y encomiaron a "Fidel, ejemplo de conducta revolucionaria". La libertad y la democracia: bien, gracias.
Los acuerdos de este encuentro, que parece un remedo del otrora todopoderoso Foro de Sao Paulo, nos permiten imaginar cómo viene la mano por ese lado para el Chile de 2017. Nos permiten imaginar, además, el nerviosismo que se apoderará de los políticos que suelen impresionarse por quienes vociferan en la calle. Si bien el PC chileno no siempre aparece en la información oficial como asistiendo al Encuentro -algo curioso-, los acuerdos de sus camaradas de la región con el PC cubano difícilmente serán desoídos en Santiago. Incidirán seguramente en la articulación de la izquierda jacobina, la radicalización de un eventual programa de la Nueva Mayoría y en el tenor de las demandas que afrontaría un eventual gobierno de centroderecha. Curioso que en Chile no hayamos prestado atención a esta cumbre, y que la izquierda tampoco la haya comentado.
Según el Encuentro, "la derecha y el imperialismo" están pasando a la ofensiva en el continente, y a "los pueblos" les corresponde enfrentarlos. Admiten duras derrotas en Argentina y Brasil, y temen por el futuro de Evo Morales y Maduro. En este contexto, azora la obsecuencia revolucionaria frente al castrismo: en los mismos días en que José Ramón Balaguer, alto dirigente del PC isleño, llamaba en Lima a sus camaradas a confiar en Fidel y Raúl, a resistir con unidad "la guerra del imperio contra América Latina y su integración", a combatir el neoliberalismo, el régimen cubano anunciaba la licitación a dos firmas francesas del aeropuerto de La Habana, recibía el primer vuelo comercial de EE.UU. y autorizaba el aterrizaje de hasta 110 vuelos diarios desde "el imperio".
¿Se trata simplemente de un episodio kafkiano, o hay algo más detrás de este aparente sinsentido? Hay algo más, e importante. Algo que ni la derecha ni el centro ni los liberales conocen ni manejan bien: el rescate y remozamiento de la leyenda política. Para cualquier observador objetivo, lo que presenciamos hoy en Cuba es una lenta transición del fracasado socialismo al capitalismo, una transición que permitirá -como en Vietnam, ex URSS y China- que altos funcionarios adquieran empresas estatales y conserven el poder dictatorial mientras las circunstancias se lo permitan. Es un final anticlimático, desde luego, práctico y brutal, nada épico, y que ante "el pueblo" necesita un ropaje romántico, legendario y utópico a la vez. Mientras el PC cubano avanza hacia EE.UU., necesita disimular sus pasos detrás de banderas rojas, cánticos revolucionarios y la barba cana y rala de Fidel Castro. El máximo líder y su revolución deben morir luchando, deben convertirse en nueva bandera, en nuevo ícono, en nuevo mito, en nuevo partido.
“Sonrían,
por favor…”,
por
Fernando Villegas.
De
Arica a Magallanes y de Costa a Cordillera prepárese el pueblo
chileno para un vendaval de palabras porque ya dos o tres candidatos
presidenciales por sector, quizás más, han hecho sus pinitos,
reúnen a su gente, redactan proclamas, organizan cenas de apoyo,
programan entrevistas, diseñan sus campañas e inventan promesas.
Las habrá de todos los sabores: promesas de “profundizar las
reformas”, promesas de detener las reformas, promesas de moderar
las reformas, promesas de re-estudiar las reformas. La promesa,
artículo siempre repleto de optimismo, es mercancía de fácil
venta. Tiene un mercado cautivo donde siempre hay sintonía entre la
necesidad e ilusión del comprador y el frecuente oportunismo y
deshonestidad del vendedor. Eso asegura una transacción fluida y
pronta. No ha de pensarse, sin embargo, que el presunto embaucado es
un necio; tal
vez sea buen negocio comprarse un momento de placentera fantasía al
precio de creerse el cuento del Tío.
Es
en dicha relación simbiótica donde reposa el nervio de la política.
El político opera y prospera a base de promesas que se depositan hoy
en la Cta Cte del elector y sólo en seis
meses o a un año plazo son rechazadas por falta de fondos. Es un
timo, pero, ¿quién le quita al ciudadano lo tomado y bailado en
esos seis o doce meses previos mientras alegremente se permitía
creer que lo prometido tenía sustento? Hay incluso cínicos
insoportables postulando que la democracia es un sistema consistente
en dotar a la población del derecho inalienable de ser engañada con
una nueva mentira agradable cada cuatro, cinco o seis años en vez de
serle impuesta una presunta verdad eterna por lapso indeterminado.
Puesto que se la va a manipular y exprimir, la sabiduría popular
consideraría no poca ganancia que al menos los hechores recubran el
supositorio con una dulce capa de vaselina.
“Hoy,
nada…”
Dicha
facilidad para la comercialización del optimismo y la promesa se
manifiesta también a la inversa, cuando Voces Oficiales rechazan de
plano todo pesimismo o realismo. Uno de los
actuales “traders” de esa mercancía es don Marcelo Díaz, quien
se gana siete palos ministeriales cumpliendo dicha labor día
por medio. No se la subestime; no es difícil engañar a quien desea
no darse cuenta de nada, pero no es fácil celebrar una y otra vez
similar liturgia con la misma e imperturbable cara de palo. Al
locuaz funcionario lo ayuda el que muy pocos están dispuestos a
enterarse de las desgracias, salvo si son ajenas; muy al contrario,
lo que se le exige a los vendedores de la Versión Oficial es que nos
ayuden a sepultar la cabeza en la arena para no ver ni oír las malas
noticias. De ahí que la historia universal esté repleta de líderes
mintiendo a granel y de audiencias creyéndoselo todo a pie
juntillas. Cuántas veces no se ha visto a mandatarios diciéndoles a
sus pueblos que el firmamento internacional estaba despejado de toda
amenaza a sólo un mes de desatarse la guerra, de no haber problemas
económicos una semana antes del crash de la Bolsa, de no venir
revueltas a 24 horas de un motín y que jamás llegaría la peste
cuando ya caía muerta la primera centena de infectados. A veces los
engañadores primero se engañan a sí mismos. Famosa es la anotación
del monarca Luis XVI en su diario de vida el día mismo cuando el
populacho de París se tomaba la Bastilla: “Hoy, nada…”
Lagos…
¿Pero
para qué revisar las discutibles promesas registradas en los
tratados de historia si en Chile tenemos innumerables ejemplos a la
mano? Hace dos
semanas no acabó Ricardo Lagos de manifestar su preocupación por
los problemas del país y ya saltaba el oficialismo a rechazar sus
tesis, reacción que ejemplifica el eterno reflejo condicionado de
los oficialismos, a saber, hacerle el quite a la verdad; con ello,
por default, se hizo la falsa promesa de todo gobierno en apuros, que
las cosas están bajo control.
Esa postura, la obstinada costumbre de negar la existencia de
problemas y la falsedad descarada con que se cacarea no deja nunca de
encontrar clientes. ¿Cómo no? Si
acaso la Verdad es la primera víctima de una guerra, durante la paz
es al menos la segunda. La Verdad es una sola y a menudo
desagradable; la ficción, en cambio, puede elaborarse a gusto del
consumidor y por eso siempre encuentra clientes. De
ahí que si bien una parte de la ciudadanía se ha puesto chúcara y
no le cree a la clase política en general y menos a este gobierno y
su presidente en particular, hay otra parte, no desdeñable en
tamaño, que sigue creyendo en su pequeña y conveniente verdad hecha
a la medida. Se
trata de señoras progres con o sin buenas jubilaciones, de nenes
revolucionarios con matrícula gratis, de sesentones en su segunda
infancia política, de apitutados públicos a tiempo completo,
de combatientes y comandantes disfrutando de la impunidad, de
perceptores de jugosas dietas, de allegados al Poder, cobradores de
bonos, aprovechadores de lo que haya y timadores de quien sea.
Y
otra vez Lagos…
Luego,
una semana después, cuando Ricardo Lagos se proclamó candidato, en
el acto nació aun otra promesa, una más, esa que en la Tabla
Periódica de los Elementos de la Demagogia se manifiesta con
valencia positiva. Fue propalada cuando a
minutos de su auto proclamación un coro de voces salió a cantarle a
Chile la tonada de que con don Ricardo “se cambia de rumbo”.
Simultáneamente, sin embargo, Lagos ya le hacía guiños al
progresismo pronunciando varias veces la palabra sacramental de la
izquierda, “cambio”, aunque cuando llegue el momento -si llega el
momento- sin duda al electorado en general le prometerá
“moderación”, lo cual es, en el fondo, un modo de prometer que
no habrán más cambios. Tal vez por eso los jóvenes de extrema
izquierda, adivinando dicha pretensión de matar sus más caras
ilusiones, lo acusaron de “asesino”.
Las
Fotos del Álbum…
¿Qué
hacer ante esta tempestuosa lluvia de promesas cuyo pronóstico, de
seguro, es mucho más preciso que cualquiera que hagan los
meteorólogos? ¿Y cómo evaluarlas? Quizás
sea bueno recordar una cosa muy simple: así como la condición de
víctima no equivale a la de mártir y la de mártir no nos convierte
en apóstoles de la Verdad o la Bondad, así también NO porque
Ricardo Lagos sea rechazado hoy por los termocéfalos significa que
mañana NO va a buscar el voto de ese sector y NO cree en las
actuales reformas. En Chile, desafortunadamente, tenemos la mala
costumbre de hacer toda laya de falaces deducciones e inducciones.
De ahí que confundamos una encantadora
sonrisa con la capacidad de gestión y un discurso encendido con un
programa factible. A este paso no es
imposible que llegue el día cuando todo atropellado por un bus se
convierta en “mártir del tránsito” y por serlo se transforme en
candidato a la cartera del Ministerio de Transportes.
Teniendo
eso en cuenta, no olvidemos entonces que a Lagos ya se lo ha oído
hablando con tono afectuoso y receptivo de los “cambios” e
insinuando que “son necesarios”, aunque quizás -esta parte del
discurso va para la barra moderada y circunspecta- haya que hacerlos
con más cuidado. En cuanto a los nenes que lo insultaron tratándolo
de “asesino”, él también estaría enojado, dijo. No hay voto
que por Bien no venga.
En
fin, ¡qué confusa e inextricable maraña de contradicciones deberá
afrontar cualquier candidato de la NM! Pero, a no dudarse, saldrán
adelante con un nuevo y flamante festival de promesas. Nos venderán
optimismo y unidad aunque un minuto antes se hayan cosido a
puñaladas. Olfateando
un posible desastre si no se alinean, harán tripas de corazón
alrededor de quienquiera les asegure la supervivencia, sea don
Ricardo, doña Isabel, Alejandro Guillé o la querida y recordada
Pitica Ubilla.
Todo
esto nos trae a la memoria esos álbumes de fotografías familiares
donde inevitablemente los grupos retratados aparecen sonriendo a
destajo aun cuando sepamos
que ese día reinaba entre sus miembros la discordia, el estupro y el
asesinato. El fotógrafo les dijo “una sonrisa, por favor” y como
por arte de magia resplandecieron las dentaduras.
Lealtad
con la democracia,
por Luis Cordero.
Cuando
se expanden las opiniones sobre la supuesta crisis institucional que
estaría viviendo nuestro país —la más grave de las últimas
décadas se indica—, los datos entregados por la IV encuesta
nacional de la Auditoría a la Democracia, realizada por el PNUD,
permitiría, aparentemente, confirmar esta tragedia. La crisis de
confianza, la falta de identificación con los partidos políticos,
la percepción sobre la élite y sus malas prácticas son
antecedentes de ese diagnóstico. Pero, como sostuvo Onora O'Neill
hace más de una década, estamos viviendo momentos en que la pérdida
de confianza se transformó en "un cliché de nuestros tiempos".
Sin
embargo, la encuesta entrega algunos datos que nos permitirían
observar las cosas desde otra perspectiva. Según ésta, la
democracia sigue siendo preferible a cualquier otra forma de gobierno
y, lo que es más notable, las personas piensan que en diez años más
Chile será un país mucho más democrático de lo que es hoy. Las
personas que consideran que el sistema democrático en la actualidad
lo hace muy mal indican que la principal razón de aquello es la
desigualdad, y, entre aquellos que piensan que funciona solamente de
modo regular, el motivo que expresan es exactamente el mismo. De
acuerdo con los datos, se valoran como los derechos más importantes
en una democracia aquellos asociados a que las personas tengan una
calidad de vida adecuada, sean tratados con igualdad, tengan derecho
a participar de las decisiones públicas y a protestar para oponerse
a decisiones oficiales. Es decir, exigen dignidad, respeto y
participación.
Aunque
es sorprendente que los chilenos, pese a la desconfianza, consideren
que es posible seguir avanzando en una sociedad mejor, los datos
sobre el funcionamiento actual de las instituciones son más
desalentadores. Una respecto de las cuales existe menor confianza es
el Congreso; paradójicamente, la expresión clásica de la
democracia. Las personas consideran que éste no representa
adecuadamente sus intereses, que fiscaliza mal al Gobierno, dicta
malas leyes, y que a sus integrantes no les importa mucho lo que la
gente piensa.
Pese
a todo esto, los chilenos siguen teniendo confianza en la democracia.
Según la encuesta, las personas afirman mayoritariamente que la
forma en que votan puede influir en lo que suceda en el país.
En
momentos en que el desencanto puebla columnas, entrevistas, oficinas
públicas y privadas, es alentador pensar que los chilenos seguimos
creyendo que este mal momento lo podemos resolver con más
democracia, pero una democracia en la que los ciudadanos desean ser
protagonistas. Entender éste fenómeno —más que quejarse— es el
principal desafío de la clase política y empresarial en la
actualidad.
Un
país politizado,
por Héctor Soto.
Es
posible, es casi seguro, que la cosa no sea tan fácil como la
pintan. El hecho de que hoy las figuras de mayor peso en el escenario
político sean dos ex presidentes -Sebastián Piñera y Ricardo
Lagos- no necesariamente significa que Chile está ad portas de lo
que podría ser una restauración. Aquí no la habrá. Lagos plantea
darle continuidad y mejorar las reformas en curso, y Piñera dice que
no cabe ninguna vuelta atrás. Los
países andan para adelante, no retrocediendo. Así las cosas, si
alguno de ellos triunfara, nada volverá a ser igual.
Y
no volverá a serlo básicamente porque el 2010 se rompieron los
consensos.
Podrá discutirse qué tan profunda fue esa ruptura. La evidencia
estadística de las encuestas hace pensar que la ruptura fue mucho
menor en la base social que a nivel de las dirigencias políticas.
Pero parece ser cierto que algo se quebró.
Fue por eso que la Nueva Mayoría reemplazó a la Concertación. Fue
por eso que el gobierno promovió una serie de reformas que a corto
andar empezó a cosechar un creciente rechazo y fue también por eso
que el gobierno de Piñera, no obstante haber hecho reiterados
llamados a la unidad y de haber tratado de establecer un puente de
entendimiento con la DC, tuvo que batírsela
con sus propias fuerzas parlamentarias para sacar adelante un
proyecto de gobierno que siempre fue minoritario en el Parlamento.
No
obstante que en la actualidad están soplando sobre la sociedad
chilena vientos un poco más moderados, no obstante que ahora la
gente coloca entre las grandes prioridades del país el desarrollo
económico y el empleo y no obstante que el movimiento estudiantil
pareciera ir en baja, el país sigue estando bastante dividido.
Acuerdo, convergencias, consensos, hay muy pocos. Es cosa de
comprobarlo en temas como la gratuidad universal, el aborto, la
detención por sospecha, la marihuana o las pensiones. Por lo mismo,
suenan un poco utópicas las exhortaciones a la unidad nacional. En
lo que hay que fijarse ahora más bien es en los mecanismos
institucionales que los chilenos encontremos para dirimir nuestras
diferencias. Está claro que la decisión de este gobierno
inmovilista de
dejarlas flotar en el aire no favorece a ningún grupo y mucho menos
al país.
Todo
indica que el Chile de Piñera o de Lagos, en el supuesto de que uno
de ellos vuelva a La Moneda, habrá de seguir siendo un país tan
politizado como el actual. Para mucha gente, para muchos grupos
políticos, como la DC o buena parte de la derecha, ese escenario es
particularmente incómodo. No es casualidad que tanto a la DC como a
la derecha la actual batalla ideológica que estalló el 2011 las
sorprendió durmiendo siesta. La siesta de los consensos y el
pragmatismo. Ese período definitivamente quedó atrás y lo más
seguro es que no habrá presidente ni ex presidente que pueda
restaurarlo.
Así
como la transición política condujo a Chile en los años 90 y a
comienzos de los 2000 a una gradual despolitización -donde todos
suponíamos estar de acuerdo y todo se daba por entendido y aprobado-
en el futuro próximo frente a cada dilema las posiciones se
extremarán. Para allá van las cosas. Mejor prepararnos. Por un
lado, hacen abandono de la cancha los árbitros, los mediadores, las
instancia de acuerdo político-tecnocrático como el CEP y las
comisiones presidenciales para esto y para lo otro; la última que
convocó la Presidenta de hecho fue un fiasco y no se puso de acuerdo
en nada. Por el otro lado, ya entraron a escena los polemistas, los
ideólogos, los agitadores, los que son capaces de sacar 500 mil
personas a la Alameda un fin de semana. Bienvenidos a un debate que
cada día se parecerá más a un diálogo de sordos.
Ese
horizonte es duro y no necesariamente malo. Chile lleva demasiado
tiempo sin definirse en cosas que son bien importantes. ¿Cuánto
crecimiento -por ejemplo- estamos dispuestos a sacrificar para llegar
a ser una sociedad más igualitaria? ¿Nos interesa persistir en el
capitalismo democrático, esto es, en el modelo en el que habíamos
avanzado un poco, o nos vamos a dejar tentar por la aventura
redistributiva y estatista de la Nueva Mayoría, que hasta ahora ha
sido incapaz de hacerle sentir a la gente que está viviendo en un
país mejor al del 2014? ¿Creemos o no creemos en el imperio de la
ley y en el Estado de derecho? ¿Creen en eso los grupos políticos
radicalizados, creen en eso los propios jueces? ¿Vamos a seguir
condenando el lucro al voleo, y generando en consecuencia un clima
antiempresarial que hoy tiene la inversión doméstica por el suelo y
la inversión de los grupos chilenos en el exterior por los cielos?
¿Realmente queremos adoptar en materia de pensiones un sistema de
reparto para que los grupos de presión, las Myriam Olate que nunca
faltan, vuelvan a cargarle el costo de sus privilegios al resto de
los chilenos? ¿Adónde queremos llegar: al modelo de sociedad
gringa, al escandinavo, al norcoreano, al castrista, al chavista, al
kirchnerista?
Parecen preguntas estúpidas. Pero no lo son porque en algún momento
habrá que explicitar las diferencias.
Y
después de explicitarlas, claro, habrá que dirimirlas. Ojalá por
mayorías rotundas, para facilitar la gobernabilidad. Precisamente en
eso consiste una democracia sana.
CUT:
No hay sistema que resista,
por
Eugenio Guzmán.
En
política las explicaciones sofisticadas corren el riesgo de dar paso
a especulaciones y dobles lecturas. Algo semejante puede decirse en
el caso de la reciente elección de la Central Unitaria de
Trabajadores (CUT), especialmente teniendo en cuenta que hoy tanto la
política como las instituciones aparecen fuertemente cuestionadas.
Así,
el principal problema con la elección es comunicacional, vale decir,
que el ganador termina siendo el perdedor. ¿Cómo es eso posible?
Porque el sistema electoral empleado lo permite. En efecto, los
trabajadores sindicalizados, que tengan sus cuotas al día y
adscritos a la organización, eligen un número determinado de
delegados (45) de acuerdo a ciertas normas que tienen relación con
al número de trabajadores representados. Posteriormente, dichos
delegados tienen el mandato de la elección de la mesa. Luego,
dependiendo del número de delegados de cada lista (en esta
oportunidad seis) se determina quién es el presidente y otras
autoridades, pero nada asegura que la primera mayoría sea finalmente
la triunfadora; eso es sólo un asunto de tradición.
En
este caso, la lista de Arturo Martínez, antiguo presidente de la
organización y hasta ahora secretario general, obtuvo 19 delegados.
Sin embargo, un acuerdo entre la segunda y la tercera mayoría
terminó eligiendo a un ganador distinto.
Así,
después de una cascada de descalificaciones, de amenazas de impugnar
la elección, y de acusar de fraude al ganador, cuando éste responde
con una denuncia concreta sus acusadores no sólo no siguen adelante
con sus denuncias, sino que organizan una mesa de transición para
llamar a elecciones nuevamente… pero en seis meses más (sic). Un
guirigay. Si se creía que existían irregularidades inaceptables
debía seguirse adelante, precisamente para fortalecer la
transparencia.
Se
culpa al sistema de electoral, pero éste no es del todo responsable.
El sistema permite conductas estratégicas, como que dos de las
listas que compiten hasta el final después se alíen para derrotar a
la primera. En Bolivia, en 1989, Paz Zamora ganó a pesar de tener la
tercera mayoría, gracias al apoyo de Banzer, que tenía la segunda
mayoría. Son las reglas del juego, pero ello se presta para segundas
interpretaciones y conflictos, como lo hemos visto por décadas en la
CUT.
No
hay sistema electoral que resista si quienes lo emplean luego lo
descalifican, o si el padrón electoral no está fijado con
antelación a las elecciones y carece de mecanismos adecuados para
calificar la pertinencia de quienes lo componen. En fin, ningún
sistema electoral puede operar adecuadamente con niveles tan altos de
desconfianza. Situaciones como estas se
transforman en verdaderas profecías autocumplidas del mal estado de
la política, que redundan en un mayor deterioro de nuestro marco
institucional.
Resignación
en Palacio,
por
Max Colodro.
Literalmente,
a La Moneda se le apareció la campaña presidencial. En rigor, la
decisión del ex presidente Lagos de anticipar su voluntad de
competir en la próxima contienda remeció el escenario político,
abriendo un ciclo en que el gobierno comenzará a perder centralidad.
Para algunos,
es una señal más de su debilitada conducción y mínimo respaldo;
para otros, es una oportunidad para que el Ejecutivo pueda desplazar
la tensión que lo consume hacia un eje de expectativas más alejado
de su labor.
Por
razones seguramente más vinculadas a los misterios de la psicología
que al cálculo político, la presidenta Bachelet optó en este
trance por mantener el estatus quo y no hacer modificaciones en su
equipo y diseño de gobierno. Frente a las
constantes presiones del oficialismo para realizar un cambio de
gabinete, la Mandataria prefirió dejar todo como está, aún ante la
evidencia de que su popularidad -y la del Ejecutivo-, continúan su
inexorable espiral de descenso. En los hechos, o no hay ya esperanza
de poder provocar una inflexión sustantiva, o simplemente el
obstinado cuadro de deterioro político dejó de ser una
consideración relevante.
Si
La Moneda no aspira a mejorar su performance y su imagen, el
adelantamiento de la contienda presidencial le resultará sin duda
positivo, una circunstancia donde su propio desgaste puede contribuir
a desplazar la atención crítica hacia otros actores y otras
controversias. Es una lógica a la que se resiste nuestro atávico
presidencialismo, ya que de modo inevitable tiende a debilitar la
gestión sectorial y política del gobierno. Pero eventualmente
podría ser funcional a una mandataria que decidió renunciar al
respaldo popular y sólo aspira a sacar adelante sus proyectos de
ley, para los que cuenta con las mayorías parlamentarias requeridas.
El
problema de esta alternativa, es que a la larga no puede evitar
transferir el deterioro del Ejecutivo a las opciones presidenciales
del oficialismo, es decir, imponer una pesada carga para cualquier
alternativa que intente dar continuidad a lo que este gobierno
encarna y representa. De alguna manera, renunciar al desafío de
mejorar la popularidad, es renunciar también a ser un activo
político, dejar a los partidos y a los candidatos sin un piso desde
el cual proyectar su oferta electoral. Es cierto que en su
administración anterior, una presidenta con el 80% de respaldo no
pudo convertirse en un factor dirimente del resultado final, pero
es mucho más claro todavía que un gobierno que anticipadamente
acepta su fracaso político, pone el escenario aún más cuesta
arriba.
Con
todo, Michelle Bachelet parece ya entregada a lo que seguramente
siente como un destino insalvable. Así, la Nueva Mayoría no podrá
contar ni siquiera con su mínimo esfuerzo para intentar revertir el
actual cuadro. Los partidos y los futuros candidatos deberán remar
solos en contracorriente. Y el problema es que representar a un
gobierno paralizado por su impopularidad supone un peso enorme. Tomar
distancia, en cambio, dejaría al oficialismo huérfano, sin nada que
proyectar salvo la necesaria ‘rectificación’ de lo hecho en
estos años. Más
difícil aún, cuando entre sus integrantes no existe ni siquiera un
acuerdo mínimo respecto a cómo seguir adelante.
En
definitiva, la presidenta Bachelet y su gobierno optaron por
enfrentar su crisis con negación e inmovilismo, renunciando a la
posibilidad de mejorar su gestión política en lo que queda del
período. Hoy
pueden agradecer entonces que la contienda presidencial desplace el
eje de tensiones en otra dirección.
Pero es muy
improbable que los partidos y sus candidatos terminen el día de
mañana agradeciéndoles también esta insólita decisión.
Lagos,
la peor carta de la DC,
por
Juan Cristóbal Portales.
La
definición presidencial del ex Presidente Lagos ha generado dos
posturas en la DC. Por un lado, aquellos que ven en este caudillo
del orden la posibilidad de reconducir una agenda reformista
orquestada desde el caos y la improvisación. Por otro, los que
asocian al "estadista" del dedo acusador implacable a una
concepción añeja de la política actual. A un lobo con piel de
oveja que se disfraza de modernista, que ahora sí quiere crecer con
igualdad y probidad, que desempolva el concepto de democracia
participativa, pero cuyas pretensiones limitan las posibilidades de
la DC de instalar referentes que defiendan los pilares solidarios
desde donde una agenda valórica-social se juega en plenitud.
¿Quién
tiene la razón? Pareciera que los segundos. Por un lado, la
evidencia reciente señala que la oferta "progresista" de
Lagos, Insulza o incluso Allende va a la baja frente a una nueva
izquierda de caudillos populistas, en apariencia menos contaminados,
tipo Guillier. En tanto, el constructo llamado centro político está
huérfano y necesitado de liderazgos alternativos al del Piñera, que
defiendan una agenda solidaria responsable, transparente, bien
diseñada y ejecutada.
Los
números también señalan la erosión que significa —para un
ideario, propuesta y referentes DC— el apoyo a un candidato
presidencial ajeno a sus filas. Si se considera las parlamentarias de
2001 (con Lagos en ejercicio), 2005 y 2013 (Bachelet de candidata),
la DC ha perdido en promedio en número de diputados (-5) y senadores
electos (-3,3), mientras la Concertación-Nueva Mayoría ha ganado en
diputados (+2), y senadores (+0,3). Lo contrario sucede cuando la DC
ha apoyado a candidatos propios o tiene a uno de los suyos como
Presidente. Si se suma parlamentarias de 1993 y 2009 (con Frei como
candidato), y 1997 (Frei en ejercicio, previo a crisis económica),
la DC ha perdido marginalmente en diputados (-0,33), y ha ganado en
senadores (+1,33) electos, mientras la Concertación-Nueva Mayoría
ha perdido en diputados (-2,66%) y senadores (-0,66).
Tiene
mucho más asidero estratégico para la DC una opción que juegue más
allá de una primaria oficialista, la obligue a redefinirse, le
otorgue posicionamiento y poder negociador, y revitalice al centro
político, al partido y sus candidatos, antes que vivir de las
migajas de un progresismo de cartón.
Principio
de autoridad,
por
Axel Buchheister.
La
cuidadanía ha presenciado impávida la impugnación judicial -ya
nada sorprende- por parte de un fiscal regional de la decisión
jerárquica del Fiscal Nacional del Ministerio Público, de
apartarlo de un caso y ordenar que se instruya un sumario por
declaraciones suyas a un medio de prensa.
La
Corte de Apelaciones declaró inadmisible el recurso de protección
intentado por el subordinado y éste ahora llevará el asunto a la
Corte Suprema. La institucionalidad en máxima tensión, puesto que
el Ministerio Público es un órgano constitucionalmente autónomo,
lo que implica que en su funcionamiento
no está sujeto a la intervención de otros órganos del Estado, lo
que en el hecho sucedería si los tribunales acogen el recurso.
Varios
actores políticos han terciado, aventurando que tras la decisión
del Fiscal Nacional puede haber un intento de limitar las
investigaciones sobre el financiamiento ilegal de la política.
Opiniones autorreferentes, porque expresan las preocupaciones de
quienes las emiten y que no parecen advertir la realidad: el
Ministerio Público es un completo desorden y el acatamiento al
principio de autoridad está dañado. Las
declaraciones poco prudentes del fiscal litigante no son el primer
caso. Cuando el
Fiscal Nacional fijó un criterio para investigar tales casos,
fue contradicho por un fiscal regional. También han existido
disputas públicas entre fiscales regionales vía Twitter.
Cualquier
analista desapasionado tiene que concluir que en ese ambiente la
realidad es más prosaica que una conspiración política para cerrar
investigaciones: o el Fiscal Nacional se ponía los pantalones o
pasaba a ser decorativo.
La
pregunta es ¿cómo se llegó a eso? Simple: el pésimo diseño
constitucional de la estructura orgánica del Ministerio Público,
pues el Fiscal Nacional no puede remover a los fiscales regionales.
Para hacerlo requiere el acuerdo de la Corte Suprema, la cual le da a
la petición
forma de juicio y falla en derecho, nada más ajeno a una apreciación
de mérito sobre la pertinencia que aquéllos se mantengan en sus
cargos. Difícil, entonces, que sea acogida.
Así,
para los fiscales subordinados en la práctica es voluntario obedecer
y como en los tiempos que corren son casi estrellas de televisión,
merced a formalizaciones transmitidas “en línea”, creen que
ellos deben definir el curso del órgano de persecución penal.
Cuando esto compete al Fiscal Nacional. Es él quien debe definir la
política de persecución de los diversos delitos y los fiscales
inferiores deben aplicarla. Si la ciudadanía no está de acuerdo con
la que se defina, la máxima autoridad tendrá que pagar los costos
políticos por ello,
pero no corresponde que los fiscales regionales
impugnen sus decisiones.
Replantear
el Ministerio Público, en éste y otros aspectos, es una reforma
constitucional necesaria, no sólo para independizar de los
tribunales el nombramiento y remoción de los fiscales, sino para
hacer efectivamente responsable al Fiscal Nacional por los resultados
de su gestión. Mientras, los delincuentes,
esos que están esperándolo fuera de su portón, felices con el
desorden existente y que nadie remedie un diseño mal orientado.
Las
advertencias de Vergara,
por
Pablo Correa.
Pocas
veces habíamos tenido la oportunidad de escuchar a un presidente en
ejercicio del Banco Central hablar tan claro como lo hiciera Rodrigo
Vergara ante el pleno del Senado, en la presentación del que
probablemente sea el último Informe de Política Monetaria bajo su
conducción.
Más
allá de la siempre clara descripción que el Banco Central entrega
respecto de la marcha de la economía internacional y doméstica, y
de las estimaciones coyunturales de inflación o crecimiento, en esta
oportunidad Vergara aprovechó de recordarle al mundo político lo
que se le puede (y lo que no) pedir a las políticas económicas.
La
primera advertencia fue no pedirle peras al olmo. Vale decir, que ni
el Banco Central a través de la conducción monetaria, ni el
Ministerio de Hacienda con la fiscal pueden eliminar los ciclos
económicos: estos dependen de otras variables como shocks externos,
de precios o financieros, deterioro de expectativas o
institucionales, y lo único que pueden intentar hacer (forma
transitoria) es suavizar el impacto de ellos. Pero no existe una
varita mágica como muchas veces el mundo político pide, para
"arreglar" una economía debilitada por otras fuerzas.
El
segundo mensaje fue que, si queremos que las políticas fiscal y
monetaria tengan la capacidad de reducir el impacto de los ciclos
negativos, se necesita que ambas sean creíbles y descansen en una
institucionalidad sólida, que resista las presiones del ciclo
político de corto plazo. En el caso de la política monetaria, 27
años de autonomía del gobierno de turno por parte del Banco Central
más el compromiso de su Consejo han logrado que más allá de las
desviaciones de corto plazo, cuando nos preguntan cuánto será la
inflación en 2, 5, 10 o 20 años, la respuesta es siempre 3%, algo
extraordinario que se ha transformado en ordinario.
El
caso de la política fiscal es mucho más complicado: las presiones y
la dependencia del mundo político es abrumadora, las reglas si bien
existen son más discrecionales y con gobiernos relativamente cortos,
la tentación de "pasarle la pelota" al próximo es enorme.
Acá urge una solución política, que blinde la metodología del
balance estructural a las tentaciones contables, que genere
credibilidad y tranquilidad de que independiente del ministro de
turno, en el mediano plazo la sustentabilidad de las finanzas
públicas esté resguardada.
La
última advertencia de Vergara fue la más dura a oídos del mundo
político: el crecimiento no está garantizado, depende de las
decisiones que ellos tomen, y nada, absolutamente nada, puede
sustituir el rol que tiene el crecimiento económico en la generación
de empleo y recursos fiscales para financiar los programas de
gobierno. En otras palabras y aunque no les guste, la política sí
se encuentra subordinada a la economía.
Un
dolor no reconocido,
por Gonzalo Rojas.
Se
acerca un nuevo once de septiembre y vuelve el dolor.
El dolor.
Sobre una mitad de la sociedad chilena la otra mitad ha lanzado su dolor. Lo ha hecho con espasmos, suponiendo que la mitad receptora nunca supo ni entendió de sufrimientos.
Eso también duele.
Duele que la otra mitad -la que se autoproclama víctima- exija una confesión unilateral, una aceptación sin contrapesos, una rendición total, sin reconocimiento alguno del dolor causado, de las culpas propias.
Por años -quizás los últimos treinta-, aquella mitad que en los 60 y los 70 decidió ser porción en conflicto y no parte armónica ha insistido en la inmensidad de su sufrimiento. Y, desde acá, se lo ha aceptado como real, como enorme. Se ha hecho un gran esfuerzo por entender ese dolor, por aliviarlo, por sanar esa herida.
Pero, ¿ha pasado algo similar en la otra vereda? ¿Alguien -más allá de Guastavino- ha reconocido algo así como "fuimos culpables de causar un enorme dolor en la sociedad chilena"? Pocos, poquísimos.
Hasta mediados de los 60, Chile era un país posible para todos. Tenía una oferta todavía muy insuficiente para los más pobres, pero a pesar de eso, era un país posible. Desgraciadamente se asomaron entonces todas las revoluciones, la revolución, y lo hicieron un país inviable: lo hicieron pedazos. Y causaron un enorme dolor.
Nuestras divisiones no eran la guerra total, eran el conflicto propio de los pueblos inmaduros. Pero las revoluciones lo transformaron en un combate final al que llamaron lucha de clases; incitaron al odio y nos pusieron unos contra otros. Despertaron la capacidad que los seres humanos tenemos de causarnos mutuamente un gran dolor. Y así fue: una mitad fue sistemáticamente insultada, robada, expropiada, perseguida, descalificada. Para justificar el dolor que se causaba, la inteligencia se agudizó y copió del extranjero un término perverso: violencia estructural. Ya se sabe: cuando la sensibilidad agudiza su capacidad de herir, las razones tratan de acudir en su auxilio con bálsamos que no son más que placebos.
La mitad de allá, la que así se definía por contradicción con el resto, nunca aceptó que Chile era un país posible para todos. Como esa mitad nunca quiso trabajar a favor de la unidad natural, consideró que la otra mitad debía sufrir, en el nombre de las culpas que se le enrostraban. Guerra civil declarada, aunque en 1973 una "guerra civil todavía no armada", en la lúcida expresión de Mario Góngora.
¿No le dolía eso acaso mucho a una mitad de chilenos, a esa mitad que fue creciendo y que llegó a ser en realidad unos buenos dos tercios hacia 1973? ¿No se le causaba una herida sangrante a cada uno de esos hombres y mujeres que querían vivir en paz? ¿Ese dolor no cuenta, no existió, no era igual de humano que el otro, que el consiguiente a septiembre de 1973? Porque, dígase de una vez por todas, el dolor no está vinculado solo a lo estrictamente familiar o a lo partidista, sino que afecta a todo lo humano, al amor a la vida compartida, al Chile que queríamos en común, a la relación con la tierra y con las tradiciones, al deseo de un trabajo mancomunado, de un proyecto integrador. Pero todo eso fue gradualmente destrozado desde 1964. Y dolió mucho.
Lo sabe bien la generación de chilenos que está marchándose de esta vida y que se irá con ese dolor a cuestas, ojalá sin rencor, ojalá perdonando y pidiendo perdón.
Con un dolor a cuestas, eso sí, porque esa mitad ha sido arrinconada y de nuevo denigrada, encarcelados y privados de derechos algunos de sus miembros, forzados a pedir un perdón que no se les quiere dispensar, el más claro síntoma de que es completamente unilateral el análisis de las culpas y el reconocimiento de los dolores causados.
Pueblos
bien informados
difícilmente
son engañados.
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