La
desaprobación ciudadana a la gestión de la Presidente
Michelle
Bachelet llegó a cifras inimaginables de un 70%,
su
aprobación llega a un modesto 20%. |
Valoramos
el retorno de José Piñera a nuestro país, es
una
demostración de que aún hay gente con la decencia
y
el valor necesarios para defender sus ideas. |
El
agresivo exabrupto del Canciller de Bolivia, David
Choquehuanca,
que es una clara amenaza belicista,
que
simplemente no puede ser tolerado.
|
Tenemos
lo que nos merecemos,
por
Roberto Ampuero.
Impresiona
ver cómo un país que navega entre turbulencias, perdiendo altura y
con pilotaje deficiente, termina por extenuar, desencantar y
atormentar a sus habitantes. Esto acarrea pérdidas -en armonía
social, tranquilidad de espíritu, felicidad y calidad de vida,
entre otras- que nadie cuantifica y de las cuales nunca nos
indemnizan. Al contemplar a Chile desde lejos, seguir sus medios y
debates, su rumbo errático y la pérdida de la autoconfianza, uno
nota que hoy es un país carente de sueños de futuro, tiranizado
por la inmediatez, la minucia, la descalificación y el
resentimiento.
Vivir en Chile es como viajar en un tren bala, pero no porque nos dirijamos raudos a un destino cierto, sino porque no alcanzamos a comentar el paisaje que pasa ante nuestros ojos. Son tan numerosos los desaguisados gubernamentales, los escándalos en torno a la relación entre política y negocios, los fiascos oficialistas y opositores, la crisis de las instituciones y los desórdenes, que resulta difícil digerir los problemas que se suscitan cada día. Los recientes borran los anteriores; quien se queda comentando el último traspié de La Moneda, al día siguiente está passé. Como cada jornada es más nefasta que la anterior, se torna arduo abordar en profundidad la incesante cascada de problemas y proponer soluciones razonables e innovadoras.
¿Hay responsabilidad de la ciudadanía en todo esto? Muchos políticos no lo dirán, pues dependen de los votos para permanecer en el poder o acceder a él, y nada peor en este sentido que leerle las levitas al pueblo. Pero nosotros, ciudadanos, tenemos gran responsabilidad por lo que ocurre. Basta de buscar culpables solo en los demás. Unos son responsables por no votar y dejar en manos minoritarias el país. Otros, por dejarse influir por la cultura del espectáculo, la adicción a la frivolidad y la adoración de la popularidad, por no votar por el más capaz, mejor preparado y con mejor currículum, sino por el más simpático, dicharachero y cercano, como si las elecciones al Municipio, el Congreso o la Presidencia fuesen un concurso para paliar la falta de afecto en la familia o entre conocidos. No estamos para pensar mucho, nos embaucan con un discurso que promete un Estado rico, sabio y que lo hará todo, y una selfie con el candidato para mostrar a los amigos. Después esperamos que los ganadores actúen como gente capacitada.
Conviene echar un vistazo a los requisitos para postular a Diputado, Senador o Presidente. En rigor, basta con tener cierta edad y educación, residencia o ser chileno. No hay exigencias que filtren un poco más y seleccionen a candidatos que estén por formación a la altura de los desafíos de un mundo cada vez más complejo, en el cual al menos los Parlamentarios deberían tener además nociones de inglés, Legislación, computación y economía, cuando no título superior. Hay Parlamentarios que en sus CV incluyen "tener estudios de", grado académico inexistente. O se tiene un grado o no. El empeño solo no debería ser registrado, pues induce a engaño.
Una población que busca a los culpables solo en los políticos y no se mira en el espejo para preguntarse si votó de modo informado y crítico ante las promesas irrealizables, también tiene responsabilidad en cuanto ocurre. No debe solo victimizarse e indignarse. Con una población así, que es acrítica, ingenua, indiferente o entiende su voto como moneda de cambio, todo es posible. Los mismos que en 2013 desconocieron el modelo que perfeccionaron desde 1990, buscan hoy en baúles los atuendos que vestirán para distanciarse de lo hecho desde 2014. Cambiarán otra vez de nombre y redactarán nuevo programa, y habrá quienes seguirán creyendo en ellos. En esto, la izquierda es magistral: desde hace cuarenta y tres años mantiene etiquetados a sus adversarios de "pinochetistas", mientras ella misma, celebrando una supuesta lealtad a los principios y al pueblo, se ha transfigurado desde entonces: de ultrarrevolucionaria pasó a socialdemócrata, luego a cuasi-neoliberal, y desde 2013 a una repentina enemiga furibunda del modelo. Ahora remienda paños para la transfiguración de 2017, cuando se cumplirá un siglo del primer modelo que celebró con pasión: la revolución rusa.
¿Hemos aprendido de los riesgos que implica votar por el candidato más acogedor o simpático? ¿Seguiremos premiando a quienes ejecutan la milagrosa transfiguración? ¿Apoyaremos de nuevo a quienes desde la calle incitan a derribar la casa común sin garantizar la existencia de un techo bajo el cual pernoctar? ¿Nos identificaremos otra vez con quienes idealizan al Estado y postulan que debe resolvernos los problemas? Habrá que ver. Pero una cosa es evidente: hoy tenemos lo que nos merecemos.
Historia
repetida,
por
Jorge Navarrete.
Conocemos
el libreto. Un cierto hecho instala la necesidad del cambio de
Gabinete, lo que es secundado por los partidos políticos que
componen la coalición oficialista, la oposición acusa que se trata
de una señal de debilidad, el Gobierno lo desmiente pero, más
temprano que tarde, se renueva el elenco de los principales
colaboradores del Presidente de la República.
¿Qué habría de
ser distinto en esta ocasión? Sólo quizás el momento y la forma.
En efecto, y por razones muy distintas, la entrevista del ex
Presidente Lagos aparecida el pasado jueves o los resultados de
aprobación del Gobierno que publicará la encuesta Cadem este lunes,
pudieran haber alterado los ritmos con que La Moneda debió haber
manejado este nuevo capítulo de tan vieja teleserie. Pero
la mayor dificultad, me parece a mí, estriba en la titánica tarea
de convencer a un grupo de profesionales -especialmente si éstos
disponen de un cierto prestigio y patrimonio político que quieren
preservar y proteger- de que asuman la tan temeraria como peligrosa
tarea de ingresar a este Gobierno y por el tiempo que le resta.
Así las cosas,
la Presidente de la República puede optar entre tres alternativas.
La primera, para
estos efectos diremos la minimalista, es simplemente limitar el
cambio de Gabinete al reemplazo de todos los Ministros o
Subsecretarios que pretendan ser candidatos en la próxima elección
Parlamentaria y Senatorial, como es el caso de la Ministro Claudia
Pascual. En
este escenario, no deberíamos tener grandes expectativas de lo que
ahí resulte, pues se trataría de una modificación más bien
sectorial, por no decir lateral, la que poco y nada debería incidir
en la gestión de este Gobierno.
La segunda, de
carácter práctica, es mover las piezas internas de las que
actualmente se dispone para, en una suerte de reconocimiento a la
tarea bien cumplida, promover a los colaboradores que han efectuado
bien sus tareas y eventualmente desprenderse de aquellos que
abiertamente defraudaron las expectativas. Bajo esta posibilidad es
que, por ejemplo, podríamos ver al Ministro Máximo Pacheco
acercarse al Palacio de La Moneda, para así reforzar el equipo que
deberá liderar la última etapa del Gobierno.
La
última, más radical y quizás por eso menos probable, la que
también puede combinarse con las dos anteriores, es repetir el
libreto que Bachelet ya escribió una vez y hacer una modificación
profunda del equipo político del Gobierno.
Tal opción, además de las dificultades inicialmente descritas en
esta columna, enfrenta el problema de que el Ministro del Interior
fue recientemente elegido y, en el caso del titular de Hacienda, su
segunda remoción sería una señal muy compleja de explicar, tanto
en Chile como en el extranjero.
Puestas
así las cosas, quizás la más importante novedad y dónde estará
centrada la atención, sea en el destino del actual Ministro Nicolás
Eyzaguirre; cuestión que tampoco contribuirá a mover
significativamente la aguja de las expectativas públicas y privadas.
El
rey va desnudo,
por
Luis Cordero.
La
decisión del Gobierno de remover a la Rector de la nueva Universidad
de Aysén, luego de que ésta decidiera no renunciar, ha generado una
nueva controversia sobre los alcances de la autonomía de las casas
de estudio, y ha logrado concitar el rechazo unánime en el mundo
universitario. Está en juego el rol del Ejecutivo en la gestión de
estas instituciones, sean públicas o privadas, por lo que este caso
puede terminar generando un escenario diferente para el proyecto de
educación superior, que quizá no se evaluó antes.
Es cierto que de
acuerdo con la Ley, y mientras no se aprueben los estatutos de esta
universidad, el Presidente de la República puede remover a su
autoridad máxima "por motivos fundados". Esta exigencia
implica que la autoridad no tiene completa discrecionalidad, algo que
la Contraloría debe evaluar, sobre todo considerando que el actual
Contralor precisamente viene del mundo universitario. La última vez
que la Contraloría intervino en algo semejante fue en 1990, en la
remoción de la Rector de la Universidad de Playa Ancha. En esa
oportunidad rechazó la solicitud y el Gobierno debió insistir.
La autonomía
universitaria ha sido en los últimos noventa años una cuestión
compleja en el sistema institucional. En la década de los 30 existió
una ácida disputa entre la Contraloría y la Universidad de Chile
sobre los alcances de la autorregulación universitaria, en la que
finalmente triunfó el organismo Contralor. La reforma Constitucional
de 1971 buscó consagrar la autonomía universitaria como una
garantía Constitucional que evitara la intromisión del Estado en
las decisiones de las comunidades universitarias y permitiera su
autogobierno. Sin embargo, bajo la Constitución de 1980 las
universidades Estatales han sido consideradas igual que cualquier
organismo de la administración pública y el Tribunal Constitucional
ha terminado por reafirmar ese criterio.
Cuando el
proyecto de educación superior se estaba transformando en una
oportunidad para discutir la verdadera naturaleza de las
universidades Estatales y el rol de las universidades públicas, el
Gobierno decide acudir a la remoción unilateral de un Rector. Con
eso reaviva los fantasmas de la intervención Gubernamental en el
sistema universitario y con ello también genera incentivos para
alianzas que hasta hace pocos días eran impensables. El discurso ha
terminado siendo otro: es necesario respetar la autonomía
universitaria aunque el Estado sea propietario o financie con fondos
públicos su operación. El Ejecutivo logro rápidamente que los
Rectores Vivaldi, Sánchez y Peña estén plenamente de acuerdo en
algo.
Así
entonces, como en el cuento de H. C. Andersen, lo obvio está a la
vista de todos: el Gobierno va desnudo nuevamente.
Las
ideas si tienen sexo,
por
Sergio Melnick.
Una manzana puede
alimentar una persona. Es excluyente en el consumo, si me la como yo
tú no puedes hacerlo y por eso aparece la economía; la gestión de
las limitaciones de la materia.
Una gran
idea, sin embargo, puede alimentar a millones y hasta cambiar la
realidad como la percibimos. Cambia la historia. Lo curioso es que no
sabemos exactamente que son las ideas. Para hablar de las ideas
necesitamos ideas, y eso nos deja en el punto inicial. El verdadero
desarrollo depende de las ideas, y esa es la mejor inversión
posible.
Eso es la verdadera definición de la educación: por un lado el
logro de la autodidaxia universal y por otro la producción de buenas
ideas de acuerdo al talento. Eso
es justo lo que no hacemos en nuestro país.
Las ideas tienen
algunas características interesantes. Por ejemplo no ocupan un
espacio predeterminado. Pueden moverse a la velocidad de la luz. Y no
son excluyentes en el consumo. Si te doy mi idea o traspaso un
conocimiento, no lo pierdo, ahora la tenemos ambos. Al contrario,
podría crecer ya que se junta a la base de ideas del otro que yo no
conozco. Lo más interesante es cuando se cruzan tus ideas y las
mías.
En
efecto, las ideas, como los genes, de hecho se cruzan entre sí. Con
los genes la biología evoluciona. Con las ideas evoluciona la
cultura. El equivalente a los genes, en la cultura se llama Memes (R.
Dawkins). Las ideas al cruzarse engendran crías normalmente
superiores a sus padres. Y es curioso que cuanto más antagónicas
aparecen en principio, más valiosos son los hijos.
Es el viejo modelo dialéctico tesis-antítesis-síntesis. La
síntesis es un acto creativo, integra las polaridades, las
trasciende, las eleva a otro nivel que las define de otra manera. Por
cierto la nueva síntesis se transforma en tesis y aparece de
inmediato otra antítesis y así sigue el proceso de abstracción que
significa síntesis. ¿Hasta dónde llega la síntesis de los
opuestos? Ese es el tema de la espiritualidad, de la trascendencia,
de las creencias cosmogónicas, que no es del caso aquí.
Lo
relevante es que si cruzamos siempre las mismas ideas consigo mismas
se producen los mismos resultados del incesto: empiezan a fallar. En
la práctica eso es el fundamentalismo, la ceguera incluso a ver la
evidencia disponible o a considerar realmente el mérito lógico de
la mirada del opuesto. Eso es lo que pasa en Chile. Nadie escucha al
otro de verdad. Nadie debate seriamente. A nadie le interesa
realmente la verdad sino sostener sus propias creencias.
Yo soy el bien, el otro es el mal. Pero somos adversarios, no
enemigos. Los fundamentalistas no quieren un espacio libre para vivir
sus ideas, quieren que todos vivan como ellos, ese es el drama.
Luchan por el
poder para obligar a ello. Es la teoría de la retroexcavadora. No
debe quedar registro alguno de la herejía de los otros. Unos
bárbaros queman los libros, otros matan a los adversarios, otros
destruyen sus símbolos, otros organizan inquisiciones etc.
La síntesis de los polos contiene lo mejor de ambos. ¿Qué pasaría si la izquierda y la derecha realmente intentaran colaborar en vez de destruirse? Es la maravilla de la paz. Es decir, ¿qué pasaría si esas ideas tuvieran sexo y engendraran otras nuevas, más poderosas, y que las incluya a ambas? El amor genera los hijos deseados, que son cuidados, educados y estimulados a crecer. La polaridad del amor es el poder, el control, la dominación.
En la
política la forma más poderosa del amor (a su misión y el prójimo)
es en primer lugar el conocimiento real de los temas (no la Wikipedia
y dogmas) y la coherencia. La sociedad moderna no admite caricaturas.
Luego el amor se expresa a través de las virtudes de la humildad, la
tolerancia, el respeto, la transparencia, la honradez, la probidad,
la verdad, y la pureza de intención. Ahí está la falla de nuestra
política.
Veamos un par de
ejemplos. La reforma tributaria fue aceptada por la derecha por el 3%
del PIB. Ese era el gran objetivo. ¿Por qué no acordar con la
derecha la mejor manera de hacerlo? Por el fundamentalismo del poder.
La gratuidad es un tema difícil pero la derecha acepta una buena
dosis de ella, por cierto no la universal. ¿Por qué no acordar un
camino de mutuo acuerdo? ¿Cómo sería? ¿Por qué transformarlo en
un tema simbólico del poder?
En educación
lo que interesa es que los muchachos aprendan y progresen, en salud
que las personas estén más sanas. Ese es el real objetivo. ¿Por
qué poner los medios a la altura de los objetivos si sólo son
medios? Es decir ¿por qué debe ser Estatal necesariamente? Si
coincidimos en el objetivo, los medios son instrumentales. Pero si
somos fundamentalistas siempre hay una sola forma superior de hacerlo
todo, y es la que “yo” creo.
Nadie
disputa la importancia ni existencia del Estado. Otra cosa es el
Gobierno. El Estado debe regular sin duda, pero ¿cómo puede ser
Juez y parte si además administra? De nuevo confundimos los fines
con los medios.
Es tiempo de que permitamos que las ideas opuestas tengan sexo y nazcan nuevas ideas capaces de hacer evolucionar nuestra cultura hacia el desarrollo y la buena convivencia.
Debates
actuales,
por
Eugenio Guzmán.
La
semana pasada se lanzaron dos libros que, aunque difieren en sus
temáticas y estilos, aportan una ayuda significativa a la
comprensión en los debates actuales en el país. Me refiero al libro
de Rolf Lüders, Gert Wagner y José Díaz, y al de Mauricio Bravo,
quien compila y analiza junto a Mauro Salazar entrevistas sobre la
reforma a la educación superior a políticos e intelectuales. En
éste participan Fernando Atria, Jaime Bellolio, José Bengoa, Andrés
Benasconi, Harald Beyer, José Joaquín Brunner, Juan Eduardo
García-Huidobro, Ricardo Paredes, Luis Riveros, Pedro Pablo Rosso,
José Rodríguez, Claudia Sanhueza, Federico Valdés, Camila Vallejo
y Ennio Vivalvi.
¿De qué modo
libros de objetivos tan diversos nos aproximan al debate actual? El
primero es una radiografía en cifras del desarrollo social y
económico del país entre 1810 y 2010, que nos permite constatar una
realidad innegable: nunca nuestro país había alcanzado un
desarrollo social y económico como el actual. Más aún, al analizar
las cifras de los últimos 30 años, la mayoría —si no todos—
los indicadores socio-económicos muestran un desempeño y velocidad
notables, tampoco antes vistos. Sin embargo, paradójicamente,
la sensación ambiente es de pesimismo y se culpa al "modelo"
de una serie de males que la evidencia claramente niega, pues los
hechos hablan de lo contrario: el cambio de una sociedad de la
miseria a una sociedad de mayor prosperidad, incluso si se compara a
nivel latinoamericano e incluso mundial.
Por su parte, el
trabajo de Bravo, cuya metodología consiste en poner sobre la mesa
las distintas visiones de intelectuales y políticos, proporciona una
amplia batería de herramientas deliberativas en la discusión sobre
el tema. Así, proporciona al lector de los modelos y propuestas que
distintos entrevistados tienen sobre la educación superior. Lejos
de retroexcavadoras y frases ad hoc armadas para atraer la atención
irreflexiva, el texto nos proporciona las bases sobre las que se
cimenta dicho debate. El libro nos permite comprender por qué la
discusión actual sobre el actual proyecto de Ley no logra suscitar
acuerdo. Ello no sólo se concluye de las discrepancias entre los
entrevistados, es decir, de cómo es entendida la naturaleza del
problema y las soluciones derivadas de sus visiones, sino que también
del hecho de que ante un tema de tanta complejidad, la metodología y
el diseño de soluciones son altamente complejos y requieren de mayor
inclusión, reflexión y deliberación.
Lo
anterior no supone que en política debiéramos evitar tomar opciones
cuyos costos puedan ser altos, sino que ellas deben enfrentarse con
un margen tal que opaque las promesas de campaña, o, más
exactamente, evitando que las campañas y programas de Gobierno sean
capturados por las promesas, para que de ese modo la política sea un
quehacer prudente.
Vuelta
a los liderazgos,
por
Héctor Soto.
Cuando en
política hay descuido en las terminaciones, incluso la obra gruesa
puede quedar puesta en entredicho. Por lo mismo, no es raro que tanto
la UDI como Chile Vamos estén en estos momentos bajo los efectos del
escándalo que supuso cambiar a última hora, al filo del cierre de
las inscripciones, el nombre del candidato a Alcalde de Las Condes.
Todo lo que el sector había ganado poniéndose de acuerdo en la
confección de una plantilla única de candidaturas a Alcaldes
-desafío que, huelga decirlo, no fue fácil- quedó empañado por
ese resabio de política fáctica que recuerda prácticas de las
cuales la derecha -al menos la derecha que quiere calificar para el
futuro, la derecha más sintonizada con la transparencia democrática-
debería arrancar como de la peste.
Impresentable. Es
lo que menos se dijo. El episodio vuelve a poner de relieve la
distancia que media entre la gente y la clase política, o al menos
entre la gente y una fracción de las dirigencias. El episodio es
lamentable no sólo por razones de principios, sino también porque
no había necesidad. El Alcalde De la Maza estaba en todo su derecho
de no respostularse. Lavín tenía sobrados méritos para ser
candidato. Pero
esta especie de traspaso del mando dinástico y de facto obviamente
que devuelve a la derecha a una matriz patronal que está enteramente
reñida con los valores de la participación y la transparencia, por
un lado, y con el respeto que merecen los partidos, los liderazgos y
las instituciones del bloque opositor, por el otro.
Mal precedente.
Pésimo, porque la candidatura de Lavín parte con un peso muerto que
le jugará en contra. Y porque si el Alcalde actual se sentía
llamado a responsabilidades políticas mayores, cosa que es
enteramente atendible y legítima, esta es probablemente la mejor
manera de defraudarlas. No es así como se debuta en las ligas
mayores de la actividad pública.
En una
época en que la política se hace más a partir de testimonios que
de discursos, errores como este pueden costar caro. La opinión
pública al día de hoy está mucho más abierta a perdonar las
equivocaciones que a tolerar las inconsecuencias.
¿Acaso no
había consenso, por ejemplo, en que el escándalo de Caval alcanzó
las proporciones que tuvo no por ser un negociado entre rifleros y
rifleras que andan al cateo de la laucha, sino por contrariar en los
hechos el discurso de la igualdad de la Presidente de la República?
¿Acaso no estábamos de acuerdo en que el Chile actual ya no tolera
una sola divergencia más entre lo que se dice y lo que se hace?
Bueno, pareciera
que no todos piensan así. Por lo visto, todavía quedan actores
políticos que creen posible seguir estirando la cuerda y
confiando en las bambalinas.
Nadie está libre
de cometer errores. El cometido por la Ministro Delpiano esta semana,
sin ir más lejos, al referirse en términos descomedidos a la
Universidad Autónoma, no obstante describir con entera
franqueza un desenlace de la política de gratuidad que el Gobierno
no previó, fue a todas luces una imprudencia. Pero ella se disculpó
y apenas lo hizo el tema dejó de serlo. En el caso de Las Condes, en
cambio, el entuerto se va a estirar como chicle durante un tiempo, en
explicaciones y contraexplicaciones, cada una más inconducente que
la otra y, al final, toda esta cháchara en torno al despropósito no
hará otra cosa que poner al desnudo la fragilidad de los partidos,
la persistencia del caciquismo en la derecha, la debilidad de las
directivas y la impunidad con que pueden seguir operando los
caudillos.
Tal como
se han estado dando las cosas, parece difícil que la salida a la
actual crisis pueda provenir de la orgánica de las instituciones.
Eso significa que, bien o mal, tendrá que venir de los liderazgos,
lo cual -siendo más riesgoso- también puede ser más rápido y
efectivo.
Desgraciadamente, como sociedad, no tenemos ni la racionalidad ni la
densidad cívica para recuperar a través de los partidos (muy
desprestigiados), de los bloques políticos (frágiles por donde se
los mire) o de los poderes del Estado (indolentes, además de
desacreditados) una sintonía básica entre lo que piensa la gente y
lo que piensan las cúpulas políticas. Por
eso, las miradas ahora se dirigen a llaneros más o menos solitarios,
a figuras como Piñera, como Lagos, como Insulza, que son cartas
probadas y que por mucho que no dialoguen muy bien con lo que es el
Chile actual, como lo cree mucha gente, ofrecen sí lo que en estos
momentos está haciendo falta: brújula, experiencia y mando.
Aunque la cátedra
está expectante de lo que pueda ocurrir en las próximas Municipales
-que, como dijo esta semana el Presidente Lagos, nos van a confirman
lo que ya sabemos: que la gente está muy ajena al sistema político
y que, en una altísima proporción, no va a ir a votar-, lo más
probable es que las incertidumbres comiencen a disiparse antes de esa
elección, cuando en dos o tres semanas más se conozca la nueva
encuesta CEP. Este factor va a ser tanto o más gravitante que la
elección y las figuras que encabecen el sondeo serán las llamadas a
cubrir el actual vacío de poder.
No habla muy bien
de la masa crítica de una sociedad y del sistema político en su
conjunto que el futuro dependa tanto de los líderes. Pero una cosa
es lo que uno quisiera y otra es lo que las cosas son. Chile ya
apostó con Bachelet por un liderazgo que parecía imbatible,
catártico, y que no resultó. Ahora
vendrá otra apuesta, también por una figura. Y habrá que cruzar
los dedos para que quien sea el elegido tenga un capital mínimo de
sensatez y prudencia para empezar a resolver la crisis. Este Gobierno
no lo tuvo y, bien mirado, nunca quiso tenerlo.
El
rubicón de Lagos,
por
Max Colodro.
En su última
entrevista en La Tercera, el diagnóstico del ex Presidente Lagos fue
sencillamente demoledor: a su juicio, obviando el golpe militar de
1973, Chile atraviesa hoy la crisis política e institucional más
grave de su historia; en rigor, no sabe si el país resistiría un
año y medio más en la misma situación, entre otras cosas, porque
‘pareciera haber’ un claro vacío de poder. Expresiones todas
plagadas de sentidos y connotaciones delicadas, que abren por tanto
un caudal de interrogantes sobre sus reales alcances.
En los
hechos, se podrá o no compartir los términos y el fondo del
análisis, pero lo cierto es que la visión sobre el momento actual
exteriorizada por Ricardo Lagos lo ubica en las antípodas de la
coalición que hoy Gobierna el país; un bloque de partidos que
paradójicamente tendría que ser la obligada base de sustentación
de una eventual candidatura Presidencial.
Así, esta distancia cada vez más insoslayable entre el ex
Mandatario y la Nueva Mayoría, ya puede anticiparse como el primer
gran desafío político que deberá sortear si finalmente decide
reiniciar un camino de retorno a La Moneda.
Es cierto que
Ricardo Lagos no adjudicó responsabilidades directas del Gobierno en
la génesis y el desarrollo de la presente crisis institucional. Pero
sus dudas respecto a si el país puede resistir un año y medio más
fue en clara referencia al lapso de tiempo que le resta a la actual
administración, algo que no pudo ser una mera casualidad. En efecto,
dicha mención sólo vino a reforzar el vínculo establecido por el
propio Lagos entre la secuencia temporal de la crisis, y el intervalo
que aún resta para la asunción de un nuevo Gobierno.
Así las cosas,
una visión muy crítica del presente sumada a los disensos que cada
vez con más fuerza recorren a la Nueva Mayoría, parecen ser la base
desde donde el ex Mandatario decidió iniciar la construcción de su
eventual propuesta política. El malestar y el descrédito general,
junto al imperativo de una rectificación lo llevan a plantear la
necesidad de un proyecto de unidad nacional, algo que también
contrasta con la lógica polarizadora con que la actual
administración ha desplegado su esfuerzo reformista.
El tono,
el énfasis y no poco del contenido planteado por Ricardo Lagos en
esta entrevista poseen algo muy cercano al reconocimiento de un
fracaso del proyecto político encarnado en la Nueva Mayoría.
Y la pregunta obvia es, entonces, cuánto de ese planteamiento tiene
o tendría real acogida en el oficialismo; cuántos de quienes hoy
son parte del ethos Gobernante podrían sentirse efectivamente
representados por un discurso y una propuesta de esas
características.
En
síntesis, no sin una importante cuota de riesgo, el ex Presidente
Lagos optó por iniciar un reposicionamiento ubicando en primera
línea el enorme contraste que en la actualidad existe entre su
visión del momento político y la de aquellos que se mantienen aún
firmes en torno al imaginario de la Nueva Mayoría.
Decidió de algún modo cruzar el Rubicón fijando una línea
divisoria respecto de la cual no es ni será fácil volver atrás,
precisamente porque lo único esperable de ella es que ayude
establecer un nuevo eje ordenador para la centroizquierda, un margen
para el futuro realineamiento de fuerzas en el sector al que aspira a
representar.
NO+AFP,
por
José Ramón Valente.
Durante
años, las AFP fueron el niño símbolo del milagro chileno. No había
país que nuestros Gobernantes visitaran en el cual no se les
felicitara por la creativa y exitosa transformación de nuestro
sistema de pensiones. En
el plano local, académicos de distintas tendencias políticas daban
cuenta de los beneficios de las AFP,
en cuanto promotoras del crecimiento económico y principales
responsables del acelerado desarrollo de nuestro mercado de
capitales.
Lamentablemente, durante todos esos años nos olvidamos de destacar
entre los propios trabajadores chilenos el principal atributo del
sistema de AFP, que
no es su aporte al crecimiento, no es su aporte al desarrollo del
mercado de capitales y no es su contribución a fomentar el ahorro
nacional.
El principal beneficio del sistema de AFP es haber entregado cuentas
de ahorro individuales a millones de trabajadores chilenos, que
ningún político, o
grupo de interés organizado puede arrebatarles, como si lo hicieron
durante décadas en el sistema de reparto que existía previo a las
AFP.
Como
consecuencia de lo anterior, muchas personas bien intencionadas
pueden haber esperado que,
así como el sistema de AFP había obrado milagros para la economía
chilena, obraría también milagros para su propia pensión.
Obviamente, la desilusión es grande al constatar que no hay nada
milagroso en las AFP. Estas instituciones son simplemente
administradoras de los ahorros de los trabajadores.
Las AFP han hecho una muy buena labor multiplicando el esfuerzo de
ahorro de los trabajadores a través de acertadas decisiones de
inversión. La razón de quienes aparecemos defendiendo a las AFP es
precisamente esa. Pero lamentablemente, si no hay ahorro tampoco
habrá buenas pensiones.
Quienes no son
tan bien intencionados se han aprovechado de la baja importancia que
los trabajadores le confieren al hecho de contar con sus propias
cuentas de ahorro individual, del olvido de cómo era realmente el
sistema antiguo de reparto en Chile y de la ignorancia de la gente
respecto de rol que les compete a las AFP en la determinación del
monto de la pensión que ellos van a obtener. Todo
esto con el objetivo de retrotraer el sistema de pensiones chileno a
la situación previa a la existencia de las cuentas de ahorro
individual.
¿Pero qué ganan
los detractores mal intencionados del sistema de AFP? Retomar
una fuente de recursos que permite comprar votos, conseguir empleos
para sus correligionarios y otorgar pensiones como las de la ex
señora del Diputado Andrade para sus familiares y amigos. Si sumamos
los dineros que hay en las más de 9 millones de cuentas individuales
que tienen hoy a su nombre los trabajadores chilenos, la cifra
llegaría cerca de US$ 150 mil millones.
Esto es diez veces el tamaño del fondo soberano que Chile tiene para
hacer frente a los embates de las crisis internacionales. Con
un botín de esa magnitud solo podemos esperar que el embate contra
las AFP este recién comenzando.
Lo
que los trabajadores chilenos deben saber es que quienes hoy hacen
flamear la bandera que dice NO+AFP son los mismos que, de ser
exitosos, le arrebataran sus ahorros de toda una vida. A
cambio le ofrecerán una mejor pensión, promesa que obviamente no
serán capaces de cumplir.
¡Mira
el salar del litio!,
por
Nicolás Luco.
Tesla
construye en EE.UU. una megaplanta para fabricar baterías de ion
litio para sus autos eléctricos.
Si estuviera en el complejo deportivo del Estadio Nacional en Santiago, de 63 hectáreas, esa planta ocuparía 53. Inmensa. Estará lista en 2018.
Para ese año, Tesla piensa producir 500 mil autos eléctricos. (El último año, Honda, por ejemplo, produjo 2,06 millones de vehículos). Más de 14 marcas en el mundo apuntan a producir automóviles con baterías de litio.
El 85% del litio está en un triángulo que abarca Chile, Argentina y Bolivia: suscita inversiones internacionales. Y el precio sube, no porque el mineral sea escaso, sino por la demanda a futuro. Todavía el litio cuesta poco: una astilla del valor de la batería.
El miércoles, la U. de Massachusetts publicó una investigación sobre el salar de Atacama, donde está nuestro litio. (El salar ocupa 3 mil km {+2} , espacio para 5.600 megafábricas Tesla).
Midieron la profundidad de la cuenca del salar y llegaron a 1.200 metros. Y estudiaron la succión y evaporación del agua que lo ha ido formando. (Ya en 1972, Gerardo Díaz del Río y otros geólogos en la U. de Chile habían publicado estudios similares).
En volumen, yo calculo el material de la cuenca en 3,6 billones de metros cúbicos. Harto. (No es todo litio; el 10% es agua).
Calculé que 566 Parques Metropolitanos de Santiago cabrían enterrados en el Salar. ("Más o menos" porque: imaginé el material del Parque Metropolitano como un cubo ficticio formado por la mayor altura, 880 m, multiplicada por la superficie, que son 722 hectáreas). Podrían ser el doble, porque el cubo imaginario tiene una altura idéntica en todos los puntos: podrían ser unos mil 200 Parques Metropolitanos los "enterrados" en el Salar.
En enero, el profesor Rachid Yazami, director del programa de baterías de la Universidad de Nanyang, Singapur, dijo en el Congreso del Futuro, que la cuenca de nuestro salar no solo era profunda, sino que contenía el litio de mayor pureza del mundo. Además, la sequedad del desierto asegura el mejor ambiente para procesar el mineral.
Es un talismán para Chile, otro recurso no renovable que explotar.
Pero, ¿y la naturaleza?
Cuando uno pisa el Salar, divisa la fauna: miles de flamencos, para empezar. Bello. Yo fui por esos lares acompañando al Premio Nacional de Ciencias Pedro Labarca, del CECS, Valdivia, y su equipo. Recogían microorganismos, llamados "extremófilos" por sobrevivir en las peores condiciones. Sus cualidades, escritas en sus genes, podrían aprovecharse en plantas y animales para un planeta sediento.
Ver todo eso convence de que la ambición por el litio no podrá arrasar con la vida, el medio ambiente.
Pero el litio cambiará el vivir. Habrá que crear formas de generar, transmitir y distribuir energía, distintas al hoy. Lo dijo Daniel Olivares, profesor de Ingeniería PUC, el lunes pasado: pidió imaginar la demanda eléctrica de automovilistas cargando todos de noche sus baterías de litio.
Baterías de ese litio del futuro que se ha ido formando, por cientos de miles de años, en nuestro inmenso salar.
Cuestionamientos
al sistema de AFP.
La
masiva marcha del fin de semana (“No más AFP”) puso en primera
plana la discusión respecto al actual sistema previsional chileno,
en lo que se busca presentar como un descontento masivo de la
población a raíz de las bajas pensiones que estarían entregando
las AFP. Parece evidente que el sistema de
capitalización individual, que fue diseñado hace casi 40 años,
necesita una serie de perfeccionamientos de modo que el objetivo de
lograr tasas de reemplazo cercanas al 70% se cumpla en la mayoría de
los casos. Sin embargo, el país cometería un grave error si
cambiara este sistema para volver al antiguo sistema de reparto, el
que Fiscalmente resultó insostenible, además de profundamente
discrecional en los beneficios que entregaba.
Uno de los beneficios más evidentes para los trabajadores del actual sistema previsional ha sido la exitosa administración de los fondos, pues a pesar de las crisis que han afectado a la economía mundial en estas tres décadas, la rentabilidad promedio anual para sus aportantes supera el rendimiento de sistemas similares presentes en otros países de la OCDE. De los más de US$ 150 mil millones que hoy administra el sistema, algo más de US$ 50 mil millones corresponden a aportes de los trabajadores; el resto es fruto de la rentabilidad.
Quienes proponen volver a un sistema de reparto deberían transparentar que dicho esquema no sólo ha sido ineficiente en entregar las pensiones que promete -en Francia, por ejemplo, un 61% de los trabajadores recibe como pensión un monto inferior al que ese mismo país se fijó como referencia-, sino que desde el punto de vista Fiscal pone una presión que resulta insostenible, especialmente cuando las expectativas de vida aumentan y las sociedades envejecen, realidad que también está ocurriendo en nuestro país. Los manejos discrecionales en el monto de las pensiones no son posibles bajo el sistema de AFP, y la posibilidad de cometer irregularidades con los fondos es muy baja -de hecho, no hay antecedentes de que algo así haya ocurrido-, dado el alto nivel de fiscalización que tiene el sistema. Un beneficio adicional ha sido el favorable impacto que los mayores niveles de ahorro e inversión han tenido sobre el crecimiento del país y desarrollo del mercado de capitales.
Sin duda, el flanco más complejo tiene que ver con el monto de las pensiones. Ello pasa en buena medida porque desde el punto de vista político se tomen decisiones complejas, pero a la vez indispensables. El gran desafío es flexibilizar el mercado laboral, de modo que más personas tengan empleos formales, coticen y eviten lagunas previsionales, la principal razón de las bajas pensiones. También cabe Legislar sobre elementos fundamentales para incrementar las tasas de ahorro como el aumento de la edad de jubilación, cobertura del sistema y monto de ahorro -el 10% de la renta es insuficiente a la luz de la realidad-. Australia, Canadá, Hungría y el Reino Unido, entre otros países, han aumentado gradualmente la edad legal de jubilación. Seguir posponiendo la entrada en vigencia de la cotización de los independientes tampoco resulta razonable. Todo ello es perfectamente posible de complementar con un mayor pilar solidario del Estado.
No es afortunado que las AFP hayan desaprovechado este tiempo para sensibilizar a la población de las ventajas de la capitalización individual, y que la dirigencia política haya postergado el necesario ajuste de los parámetros del sistema. El debate que se ha abierto brinda la oportunidad de introducir estos perfeccionamientos de manera responsable.
Pueblos
bien informados
dificilmente
son engañados.