La
encuesta Cadem, develada ayer, da cuenta de un Gobierno rechazado
por
la mayoría de la ciudadanía y la preocupación de gran parte del
pueblo
ante la expectativa de perder el trabajo. |
La
marcha contra las AFP, realizada el domingo con la participación de
unas
50
mil personas, es una evidencia de que el país se mueve por eslóganes
y no
por
razones. |
La
democracia en el siglo 21,
por Sergio Melnick.
Iván
Krastev, un brillante cientista político búlgaro, pone el dedo en
la llaga. De todos los juegos políticos del poder, la democracia es
el mejor, nadie lo duda. La fuerza es reemplazada por las ideas.
Pero, ¿qué pasa si las personas ya no quieren participar? En el
mundo cada vez menos gente va a votar. ¿Será porque no gustan las
opciones? ¿Habrá alguien que realmente me represente? ¿Será
porque pueden quizás cambiar Gobiernos, pero no las políticas?
La democracia es un invento humano y por ende imperfecto. Debe
evolucionar hacia adelante, no hacia atrás. Los niños ya no juegan
Ludo, juegan Nintendo.
La
era tecnológica tiene paradigmas mucho más entretenidos y
enormemente más productivos para la gente. Las revoluciones de antes
tenían nombres ideológicos como comunismo, liberalismo,
nacionalismo, islamismo etc. Hoy tienen otros nombres: Internet,
Facebook, Tuiter, realidad virtual, Wb 3.0., globalización. Y estas
nuevas formas de revolución son como múltiples big bang simultáneos
que se retroalimentan entre sí. El contenido ya no es importante, es
el medio.
En
los últimos 50 años, la democracia acoplada a la fuerza creativa de
los mercados y la innovación, ha hecho algunas cosas bien y otras
mal. Sin duda ha traído progreso, bienestar y diversidad, ha
instalado un sinnúmero de derechos, ha generado libertad, movilidad,
acceso a la información, botó los muros y una enorme evolución
cultural-tecnológica. Aun así está entrando en descrédito masivo.
La respuesta es que debe haber fallado en algo. En la sociedad del
conocimiento la popularidad es necesaria pero ya no suficiente.
La clase política es crecientemente tipo Wikipedia. También ha
generado una revolución de expectativas y de la velocidad para
cumplirlas, lo que genera malos políticos y formas de populismo.
La
tecnología en sí misma está llena de sombras sociales. Ni hablar
de la web profunda y los controles de los que no nos percatamos o la
cantidad de basura que circula en redes sociales. La gran capacidad
de manipulación, la ira que se desborda en forma anónima.
La neurociencia descubrió cómo tomamos decisiones: no son las
ideas, son las emociones y la democracia entonces empezó a
manipularlas abiertamente. Se instaló una cultura de la desconfianza
por diversos motivos.
Más aún, los políticos insisten en subir los impuestos para tener
más poder y control.
La
revolución digital es implacable. La coherencia imposible porque
efectivamente cambiamos de opinión, necesitamos hacerlo, pero no se
nos perdona. Nos llaman traidores. Los políticos seguirán así
insistiendo en sus errores. La transparencia por sí misma no es el
antídoto último. El control ciudadano tampoco, aunque necesario. No
cambiará la confianza en las instituciones ni menos en las personas.
Será más difícil mentir, robar, y matar, pero la transparencia, si
lo pensamos bien, no es más que una herramienta de gestión de la
desconfianza y esa es la clave central.
La
sociedad moderna está siendo basada cada vez más en la desconfianza
y la democracia básicamente descansa en la confianza, en la
representación del poder por otros. Hay un tipo de desconfianza que
es fundamental pero tiene que ver con la fuerza de ideas y el diseño
con pesos y contrapesos. Es una desconfianza creativa. Es la
falsificación de las teorías científicas, el debate fecundo. Pero
eso es otra cosa diferente a la que ocurre hoy. La política se ha
transformado literalmente en la administración de la desconfianza.
Lo que se transparenta por un lado se oculta por el otro. La
transparencia siempre será selectiva.
Ya
no es el “gran hermano” vigilando, serán las masas vigilando y
desconfiando. Todos son sospechosos de algo. Más tarde o más
temprano una media verdad los desprestigiará.
¿Qué ciudadanos decentes querrán ir a los cargos públicos para
sufrir de la eterna desconfianza y escrutinio sin ética?
¿Será eso una sociedad verdaderamente libre? La confianza es la
clave.
Las
instituciones democráticas han perdido credibilidad. Chile es un
ejemplo patético de ello en este momento. La brecha entre la opinión
de los políticos y de las personas es abismante. Las élites se
autorreproducen y perpetúan como tales. La revolución tecnológica
nos lleva a la complejidad y su herma teoría del caos. Pero la
política debe trabajar con la ambigüedad, con lo cualitativo, y eso
es sujeto de desconfianza.
La
tecnología, sin duda, amplía el dominio del control ciudadano y
aporta luz, pero también la semilla de la desconfianza. Donde hay
mucha luz también hay una gran sombra.
Los
cabildos y el desprecio,
por Pablo Correa.
Para
lo público, estas últimas semanas han estado cargadas de malas
noticias: la captura de tal o cual servicio
por parte de un partido, el abuso de la norma para beneficio
personal, justificaciones legalistas, descrédito, etc. Frente a este
desfile de mediocridad y maltrato al Estado, es totalmente esperable
la desafección ciudadana por la vida política, como lo refleja la
baja participación en los cabildos provinciales.
De
todos los problemas que genera la captura del Estado, uno de los
mayores es que alimenta la apatía política, entendida no desde un
punto de vista de participación partidista, sino como la total falta
de interés por involucrarse en la búsqueda de aglutinadores
colectivos. Nos hemos convertido en ciudadanos
sin espíritu crítico, renunciando a las mismas herramientas que una
sociedad abierta y democrática nos entrega. El desprecio por lo
político y lo público, la apatía por lo colectivo, el
individualismo materialista, el reemplazo de la actitud crítica y de
las manifestaciones culturales por una sociedad de información
vacía, son el mayor desafío que enfrenta nuestra sociedad.
Este
es un riesgo enorme, porque estamos en un contexto de permanente
lucha entre democracia y totalitarismo. Nunca debemos renunciar a
defender la democracia, puesto que solo ella nos proporciona un
marco institucional capaz de permitir las reformas sin violencia y,
por consiguiente, el uso de la razón en los asuntos políticos.
Y
la democracia se defiende a través de la política, que no puede ser
simplemente entregada a un grupo de burócratas, profetas o
charlatanes. Es rol de cada uno involucrarse en la discusión
política, puesto que siempre será preferible que la moralidad del
Estado sea controlada por los ciudadanos y no a la inversa.
La
forma de hacerlo implica hacerse responsable. No podemos dejarnos
vencer por la prevalencia de lo individual. Por el contrario, y
desde el punto de vista de la construcción de instituciones
colectivas, necesitamos impregnar lo público de los valores éticos
que ponen al hombre y a su dignidad como fin; tales como la justicia,
la libertad, la empatía o la igualdad.
Esta
carrera nunca es corta ni definitiva. Siempre es de avances y
retrocesos, siempre amenazada y siempre de victorias parciales. Con
todo, es posible y consecuencia del éxito de la libertad en todos
los ámbitos: sociales, políticos, culturales, institucionales y por
supuesto, también en el económico.
No
más maniobras,
por
Axel Buchheister.
La
renuncia de Manuel José Ossandón a Renovación Nacional ha
despertado críticas. Se le acusó de ser personalista y de estar
preocupado únicamente de su candidatura, en desmedro de la unidad de
Chile Vamos, cuando el momento no está para darse gustitos.
Son
críticas sin fundamento y de quienes no tienen autoridad para
formularlas, cuando hace tiempo vienen operando para que Sebastián
Piñera sea el candidato Presidencial, inventando argumentos y
realizando maniobras para que lo sea sin competencia. La primera, no
decir de frente que es candidato. Pero igual nos plantean que es la
única alternativa válida; debe ser porque él no es personalista.
Asimismo, que al calificar a un segmento importante de adherentes
de la derecha de “cómplices pasivos”, estaba pensando en la
unidad y en representar a todos los que lo apoyamos con nuestro voto.
¿Qué
sería no darse un gustito?: apoyar a Piñera.
A su turno, Joaquín Lavín, un “bacheletista” declarado (nunca
se ha disculpado ni retractado de eso, y ahora se extraña que las
bases de centroderecha no lo apoyaran como esperaba), ha dicho que
constituye la única opción y que lo demás “es música”.
Tanto Ossandón como Piñera, y cualquier otro que tenga la ambición,
tienen derecho a ser candidato Presidencial y a participar en un
proceso institucional para ello.
La competencia aporta y no divide, pues motiva a las bases, que
sienten que fueron consideradas y que el ganador es su indiscutido
representante.
La
renuncia de Ossandón tuvo una sola causa: la fundada sospecha de
que lo iban a tramitar hasta que llegara el plazo de un año antes de
la elección, en que quedaría impedido -como le sucedió a Cristián
Labbé- de presentarse a primera vuelta como independiente, por ser
militante de un partido (“ley antidíscolos”). Y que en ese mismo
momento le negarían la realización de una primaria, con el
argumento que no cabe dañar la opción del ungido con personalismos
y candidaturas sin destino. Cuando las candidaturas tienen el
destino que les dan los votantes, y no las opiniones interesadas.
Pretender
ser candidato no es ser personalista, porque si es así, todos lo
son. Lo es querer ser candidato con la “sandía calada”,
minimizando costos propios; o sea, pensar antes que nada en sí
mismo.
Personalismo es retirarse cuando se advierte que no hay agua
suficiente en la piscina, dejando huérfano al sector que lo ha
apoyado. ¿Acaso no es el nivel de agua lo que está midiendo
Sebastián Piñera antes de declararse candidato? Así, ¿quién
garantiza que declarado tal no se retirará, para evitar costos
personales, si advierte que el nivel del agua al final no dio? Lo que
necesitamos son más candidatos como Felipe Alessandri, que quiere
ser y no arranca si se pone difícil, como muchos creyeron que se la
estaban poniendo. De ese temple están hechos los ganadores. Lástima
por Carolina Lavín, que terminó fuera por secretaría y que era una
opción prometedora que no se midió.
No
más maniobras, que haya competencia. Y no más el argumento que es
mejor evitarla porque pueden ganar los otros, y que las cosas pueden
ir peor. Nunca
es inoportuno hacer las cosas bien y menos ahora con los peligros que
se enfrentan.
De
superhéroes a juego de tronos
por Luis Cordero.
John
Higgs explicó que una de las características de los inicios del
siglo XXI es cómo la manera de comprender los problemas cambió,
desde los superhéroes, a los juegos de tronos; es decir, de
historias basadas en personas con altos valores que luchan
individualmente por la justicia, a relatos complejos del poder en
donde es difícil identificar quienes están en lo moralmente
correcto.
Esto
es, en parte, lo que ha vivido nuestro país en los últimos años.
Descansamos durante un tiempo sobre el relato de los héroes de la
democracia, de aquellos que hicieron posible su retorno, redimiéndose
incluso de un pasado culpable por la pérdida de la misma. Ese relato
se acabó cuando la derecha demostró que democráticamente podía
volver al poder, lo cual no sólo implicaba la recuperación de éste
mediante el voto, sino que también su capacidad para Gobernar.
Desde
entonces hemos vivido una especie de juego de tronos, en donde ambas
coaliciones han desatado disputas internas a ratos intestinas,
recurriendo a todo tipo de alianzas, hasta que el escándalo del
financiamiento irregular de la política demostró que las
complejidades del poder eran bastantes más difíciles de abordar de
lo que muchos creían. Al final del día, en la opacidad de su
ejercicio existían relaciones que sobrepasaban los límites de lo
tolerable. La relación del dinero y la política terminó siendo
el símbolo de una verdad vergonzante, difícil de reconocer para
todos.
Esto
no es muy distinto de lo que ha sucedido con la Ministro Blanco por
estos días. Entre acusaciones de desgobierno en su sector a uso
indebido de herramientas de contratación de personal, nadie puede
desconocer otra realidad bochornosa: los vínculos de la política
con la repartición de cargos en la administración pública, algo en
lo que Blanco no es más que un símbolo de una práctica transversal
en el sistema institucional, y en lo cual ninguna de las coaliciones
puede ostentar superioridad ética.
En
un contexto de esas características hemos decidido entregar, con
cierta irresponsabilidad, la solución de los problemas de la
política a los Fiscales –algo de lo cual la experiencia comparada
no muestra buenos resultados–, como si esto fuera un relato de
ciencia ficción en donde héroes persiguen a villanos, las reglas
para que eso suceda importan poco y lo relevante es el castigo.
En
un mundo así, desconocemos las complejidades de la política,
preferimos el integrismo moral del juicio a la vergüenza que nos
lleva el reconocimiento del error y la adopción de medidas
correctivas, promoviendo una sociedad en que –como en Ciudad
Gótica– existan "personas que sólo quieren ver arder el
mundo", sin importar los resultados finales de dicha hoguera.
Daño
institucional,
por
Max Colodro.
Los
últimos tres Gobiernos terminaron por consagrar una práctica que ha
afectado el normal y buen funcionamiento del Congreso: designar a
Parlamentarios en ejercicio en cargos de Ministro,
instalando una expectativa que vino a debilitar la necesaria
independencia que deben tener los Legisladores a la hora de evaluar
las iniciativas del Ejecutivo, y que altera además una decisión
soberana ejercida en las urnas.
Ahora
la Presidente Bachelet fue aún más lejos: designó en un alto cargo
de Gobierno -Director Nacional del Sename- a una ex Fiscal que tuvo
en sus manos la investigación del caso 27-F, es decir, la causa en
que se debían establecer las responsabilidades civiles y penales por
la fallida alerta de tsunami ocurrida en 2010; un juicio en que
‘casualmente’ estuvo involucrada la anterior administración de
Michelle Bachelet.
En
dicho proceso, la ex Fiscal Solange Huerta decidió interrogar a la
Mandatario en calidad de testigo y no como imputada, resolviendo al
final que los responsables últimos de un ‘error’ que costó
numerosas vidas humanas, fueron el ex Subsecretario Patricio Rosende
y la ex Directora Nacional de Onemi Carmen Fernández.
La Presidente Bachelet fue en rigor exculpada de toda responsabilidad
en los hechos, una decisión que a la luz del cargo que desde ahora
ejerce la ex Fiscal, no puede sino generar un lamentable manto de
dudas.
Pero
el asunto es más de fondo: como ya ocurre con los Parlamentarios,
desde
hoy los Fiscales tendrán también la expectativa de pasar a ocupar
cargos en un actual o futuro Gobierno, afectando inevitablemente las
resoluciones procesales que decidan tomar,
más aún cuando ellas puedan comprometer a autoridades en ejercicio.
Así, la Presidente Bachelet instaló otro precedente nocivo, que
debilitará la autonomía de juicio del órgano persecutor y cuyas
implicaciones a futuro son sin duda impredecibles.
Resulta
delicado que un Gobierno opte por no cuidar las instituciones,
precisamente en un contexto donde la desconfianza y el desprestigio
de las mismas se expanden como una densa mancha de aceite. Poco o
nada puede decir entonces la autoridad cuando la Cámara de Diputados
aprueba una moción sobre financiamiento de la educación pública
sabiendo que es abiertamente inconstitucional; o cuando se decide
intervenir en un proceso judicial en curso, citando a la sede
Parlamentaria a un imputado con arresto domiciliario por el brutal
crimen del matrimonio Luchsinger-Mackay, contraviniendo el principio
Constitucional de que -salvo Fiscales y Jueces- ningún otro poder
público puede ‘abocarse al conocimiento de causas pendientes’.
Entre otras cosas, porque los Diputados tienen la facultad de
solicitar la remoción de los Jueces de los Tribunales superiores, de
los Fiscales Regionales y del Fiscal Nacional.
Chile
vive hoy una espiral de deterioro institucional donde las actuales
autoridades, más que parte de la solución, están siendo parte del
problema. Durante
este Gobierno, la seriedad y el rigor técnico de las políticas
públicas se han venido deteriorando. A lo que se agrega ahora una
falta de cuidado con las instituciones que no es seguro que sea
completamente involuntaria.
En rigor, no puede descartarse que la intencionalidad detrás de
muchas de estas decisiones tomadas por el Ejecutivo y por
Parlamentarios oficialistas tenga de base un deseo consciente de
debilitar el orden institucional, un modo de hacer viable lo que
algunos todavía consideran un imprescindible ‘cambio de modelo’.
Proyección,
por Adolfo Ibáñez.
Cuando
se trata de proyectar al país, los partidos de izquierda parten de
la base que, por sus ideologías, hay que cambiarlo todo: rebelarse
contra el pasado y partir de cero. Y la derecha, pensando solo en
números o cifras, cree que todo es cuestión de eficiencia en la
gestión. Y ya sabemos, por larga y reiterada experiencia, que no es
ni lo uno ni lo otro: ni los Gobiernos tipo Alessandri-Piñera, ni
los tipo revolución años 60 y 70-Nueva Mayoría. En la derecha,
además, se agrega un problema tremendo: su complejo de no ser
izquierda, lo que la hace plegarse a cualquier solución que venga
de ese lado, con tal que no sea tan extrema. Así
la realidad del país queda relegada, olvidando que somos lo que
somos, valga la redundancia. Y que a esto es a lo que hay que
aplicar la acción de Gobernar.
Se trata de abrirnos al futuro y de generar mística para levantar el ánimo, sobrellevar las dificultades y aunar los espíritus. Es preciso proyectarnos en el tiempo valorando lo que somos. Es decir, hay que reconocer lo valioso que recibimos del pasado junto con fortalecer el deseo de seguir manteniendo nuestra identidad. En este sentido el atropello de las instituciones rompe la continuidad que proviene de los años. En ellas ha quedado plasmado el tiempo vivido, por cuanto son producto de diálogos y debates anteriores, algunos posiblemente muy remotos, pero siempre presentes. Las retroexcavadoras, las marchas y las ocupaciones de locales violentas y destructivas no son formas de diálogo cívico, sino que apuntan a imponer, nunca a comunicarse con los demás.
Desarrollarse en conformidad a los valores que vienen del pasado, y que hay que actualizar permanentemente para proyectarse al futuro, es propio de gente libre, es decir, de quienes viven en la libertad que nace desde el fondo del alma, que es lo más propio de lo humano. Lo contrario es salirse de la realidad y rebelarse en contra de sí mismo: es propio de esclavos, empleando metafóricamente este último término. De allí solo resulta la decadencia por destrucción del legado, atados a un presente sin soporte alguno porque carece de futuro: es el cese de la herencia espiritual que se transmite a través de las generaciones y que da forma a las diferentes culturas.
Valorar y fortalecer la libertad de alma es la base de sociedades dinámicas que se proyectan al futuro, ampliando sus horizontes y dando cabida material y anímica a las nuevas generaciones. Esto último es lo que se echa de menos como trasfondo de los debates actuales.
La
gasificación y la solidez,
por
Héctor Soto.
Posiblemente
sea esperar peras del olmo pretender que la Nueva Mayoría reconozca
el fracaso de su proyecto político.
Es obvio que la coalición no lo puede hacer mientras quede alguien
-como la Presidente, quizás como algún dirigente o partido
político- que todavía siga confiando en su viabilidad histórica.
De una manera u otra, el bloque necesita salvar a lo menos las camas
y dicen que la esperanza es lo último que se pierde. De
ahí que la estrategia oficialista sea enfrentar los próximos
desafíos electorales con cortinas de humo tipo la nueva
Constitución.
Sea o no una buena idea, hay que reconocer que no es mala como
maniobra para sacar la discusión pública de la desastrosa gestión
política y económica que hasta aquí ha tenido este Gobierno.
El
país, sin embargo, discurre en otra frecuencia, y donde más esto se
nota es en el peso político que vuelven a recuperar figuras como
Ricardo Lagos en la centroizquierda y Sebastián Piñera en la
derecha.
Más
allá de lo que digan las encuestas, este es un hecho de la causa.
Nadie más distinto de Bachelet que Lagos y que Piñera.
En medio de la gasificación del escenario político, ambos son
percibidos como referentes sólidos. Detrás de Lagos hay un largo y
probado magisterio republicano. Detrás de Piñera se advierte un
capital no menor de eficiencia y sentido común. Y
si bien esto no significa que vayan a ser ellos necesariamente los
candidatos, el retorno del liderazgo de uno y otro responde a un
vacío que La Moneda en estos momentos simplemente no puede llenar.
No lo llena Bachelet, que sigue decepcionando, ni lo llenan sus
Ministros. Tampoco lo hace un precandidato o candidato continuista,
que reivindique como suyo el deprimente legado de este Gobierno.
Lagos y Piñera, entonces, son la respuesta de la opinión pública a
la necesidad de un cambio de rumbo o golpe de timón. Un
cambio muy drástico si Piñera fuera el sucesor; a lo mejor no tan
drástico, pero sí muy marcado si fuera Lagos.
No
es que los ex Presidentes tengan el camino despejado. No lo tienen.
Es cierto que el viento el año pasado y este ha corrido a favor de
Piñera. Fue tal vez el único liderazgo político que, además de
resistir, incluso se fortaleció. El caso de Lagos es distinto,
porque su nombre se ha estado imponiendo, más que por iniciativa
suya, porque el oficialismo comienza a inquietarse ante lo que
percibe como una evidente experiencia de orfandad. Cuando fracasa la
madre, vaya que se vuelve necesario el padre. Para estos fines, de
momento al menos, nadie representa mejor esa figura que Lagos. Pero
tampoco es número puesto. Falta que él se decida. Falta que marque
más en las encuestas. Buena parte del bloque hasta hace poco lo
estuvo demonizando y no hay oráculo que garantice que en el tiempo
que queda para la campaña logrará remover todos los vetos que le
impuso la izquierda.
No
habla tal vez muy bien de la renovación de la política que el país
tenga que volver a convocar liderazgos del pasado.
Después del largo cantinfleo que supuso el discurso sobre el
derrumbe de las viejas elites, y sobre la emergencia de un
contingente de valores jóvenes que venía a jubilar a los viejos
tercios, es
un poco matapasiones tener que apelar a cartas ya probadas. Una
manera de asumirlo es diciendo que este es el regreso de los muertos
vivientes,
que los carcamales nunca se rinden a la primera, que Lagos está
siendo inflado por la derecha o que Piñera se ha fortalecido sólo
por su insaciable apetito de poder. Pero son simplismo y leseras, por
cierto. La
realidad es más fina y tiene más peso. Si la ciudadanía está
mirando a uno o a otro es porque no quiere saber nada de la eventual
continuidad de este Gobierno. Nunca la palabra cambio interpretó a
más gente que ahora.
En
todo caso, lo que venga no va a tener nada que ver con una hipotética
restauración. Los países no progresan a salto de mata, sea para
adelante, sea para atrás. Progresan con gradualidad, a partir de lo
que tienen y del rumbo que quieran tomar.
Lo que sí tiene sus días contados es el mito refundacional, que
implicó en un momento que Chile partía de cero,
que el cambio de modelo era inevitable, que había que abjurar de
todo lo que había significado la transición y que había que
corretear a palos de la escena política a los cuadros que habían
dirigido el país de los últimos 30 o 40 años.
En
rigor, nada de eso se cumplió. Con la llegada del Ministro Burgos a
Interior, la vieja Concertación tuvo que acudir a la sala de
urgencia para salvar a la Nueva Mayoría de la calamitosa gestión de
Peñailillo, Arenas y la G90. El programa de reformas se comenzó a
hundir semana a semana, mes a mes, en cifras concluyentes de rechazo.
La ciudadanía pidió un poco más de respeto a los desprestigiados
consensos del pasado y el anunciado reemplazo de las viejas elites
por las nuevas nunca se produjo como se anunció que se iba a
producir: de un solo paraguazo.
Definitivamente,
las cosas no funcionaron así. A menos que se produzca un quiebre
revolucionario, en realidad nunca funcionan así. Aunque no le guste
al utopismo mesiánico, todo es mucho más lento y gradual. Algunos
ajustes, sin duda, que eran necesarios. Alguna renovación, de hecho,
se produjo. Algún malestar, indudablemente, existía.
Y parece estar fuera de discusión que algo había que hacer. El
problema es que el diagnóstico que acompañó al Gobierno de la
Nueva Mayoría fue errado, y tanto lo fue que ahora la propia
Presidente dice que el crecimiento es prioridad de su administración.
En buena hora. Eso quizás no significa mucho, porque una cosa es
decirlo y otra muy distinta es demostrarlo.
Como
declaración de intenciones, simpática. Como decisión de gobierno,
tardía.
Quién
debe ser el titular de la acción penal en los
delitos tributarios? El caso chileno,
por
Nelson Pozo.
Desde el año 2014, el país
viene conociendo un conjunto de hechos que han originado, en materia
tributaria, numerosas investigaciones en sede administrativa, a
través del Servicio de Impuestos Internos y en sede del ente
persecutor, esto es, el Ministerio Público, lo que ha suscitado una
controversia jurídica respecto de determinar a quién corresponde
la investigación y la titularidad de la acción penal ante la
existencia de un delito tributario.
Al respecto, es ilustrativo dar una mirada a la legislación extranjera, la cual ha fijado tres parámetros para determinar el órgano competente en materia de acción penal tributaria. Por un lado, la primacía del órgano administrativo, como entiende en la práctica la legislación chilena; en una segunda hipótesis, la primacía del órgano persecutor penal (Ministerio Público) y, un sistema mixto, que permita la actuación conjunta de ambos órganos.
La recomendación del comité de expertos que ha elaborado el "Corpus Iuris", de la Comunidad Económica Europea partiendo del informe del Comité Rokroskill sobre la situación en Inglaterra, Escocia e Irlanda, ha advertido los riesgos de permitir que esta materia se conozca por Jueces legos y se ha mostrado partidaria de la especialización judicial.
De ahí que el artículo 26 del Corpus, sobre la fase de enjuiciamiento de los delitos contra los intereses financieros de la unión, señale que las jurisdicciones "se compondrán obligatoriamente de Jueces profesionales, en la medida de lo posible, especializados en materia económica y financiera, y no de simple jurado o escobinos".
Por su parte, la tendencia nacional radica en el SII la exclusividad de la acción penal en los delitos tributarios o delitos contra el erario público, como los conoce la doctrina foránea, a partir de que el conflicto en el ejercicio de las potestades administrativas, atendido el actual sistema reformado por la Ley N° 19.806, sobre Normas Adecuatorias a la reforma procesal penal, viabiliza que es el servicio el que investigue, en una fase de carácter exclusivamente contencioso-administrativo, la determinación y procedencia en la aplicación de una multa en materia impositiva, en el entendido que se trata del único órgano técnico establecido en nuestro ordenamiento jurídico que tiene las competencias técnico-profesionales para realizar dicha indagación.
En un segundo plano, y luego de agotada la investigación de naturaleza administrativa, el Servicio de Impuestos Internos tendrá los presupuestos objetivos para establecer técnicamente si estamos o no en presencia de una infracción tributaria.
En tercer lugar, y como posterior paso a la investigación de carácter administrativo, el Servicio de Impuestos Internos podrá formular cargos sancionables con multas, y si el mérito lo requiere, deducir la imputación penal correspondiente.
Necesario es precisar que el servicio ejerce la facultad privativa que le otorga el artículo 162 del Código Tributario a partir de criterios históricamente consolidados, tales como: la gravedad de las irregularidades detectadas; la reiteración en la comisión de los delitos; el efecto ejemplarizador o pedagógico en otros contribuyentes; el perjuicio Fiscal; la calidad y suficiencia de la prueba reunida (motivación de los hechos o presupuestos fácticos), y la factibilidad de obtener una condena.
En este sentido, cabe ponderar la doctrina tradicional del SII, en la persecución penal del delito tributario, para lo cual tiene especial relevancia la decisión adoptada por ese servicio no solo por la no ubicación del contribuyente o que este no haya aportado sus antecedentes y que su boleta o factura haya sido rectificada por la empresa emisora, sino que por su concurrencia al SII para aclarar su situación, aportando su contabilidad, prestando declaración, acompañando informes y todos los antecedentes que permitan acreditar la materialidad y efectividad de los servicios prestados.
Es a contar de estos elementos que surge el dilema de la exclusividad de la acción penal tributaria, la cual aparece cuestionada, no tanto en su materialidad, sino en la forma en que se ha ejercido la atribución del Director del servicio para perseguir criminalmente a unas personas, y no hacerlo respecto de otras; ello obliga a reflexionar sobre su compatibilidad con los estándares de un Estado de Derecho.
Creemos que la opción de facultar al Ministerio Público con la exclusividad de la acción penal tributaria sería atentatoria a dos criterios: al aspecto técnico-profesional de su fase indagatoria administrativa, y en un segundo criterio de carácter orgánico-funcional, que es el Servicio de Impuestos Internos, el órgano público, afecto al principio de legalidad de todo órgano del Estado, que vela por su imparcialidad y objetividad; además, del criterio funcional propiamente tal, por ser el SII el organismo del Estado que más experticia y conocimiento tienen sobre recaudación y tributos. (Extracto Ponencia XII Seminario de Derecho Constitucional Tributario en Iberoamérica, organizado por la Suprema Corte de Justicia de México, Julio 2016).
Género,
militancia y Gran Labor Previa…,
por
Fernando Villegas.
Ha
sido una semana de intensa y animada vida social; mientras una
romería de autoridades y Congresales visitaba en turnos horarios
preacordados a la Ministro de Justicia para manifestarle apoyo por y
para su Gran Obra, casi simultáneamente doña Solange Huerta estaba
siendo ungida como Director del Sename. Ya era hora.
El Sename está a cargo de la rehabilitación de menores en problemas
y por ese motivo resultaba poco presentable que en sus recintos hayan
-hasta la fecha- muerto 186 de ellos.
Es el tipo de situaciones que crean delicados temas de imagen
corporativa. Indudablemente se necesitaba con suma urgencia la
intervención decidida y eficaz de un o una titular en posesión de
los debidos requisitos y doña Solange los cumple a satisfacción de
La Moneda. Sus méritos son múltiples, pero en lo que toca a los que
demanda su flamante destinación pesaron decisivamente los tres que
en esta, la era de las transformaciones profundas, son de estratégica
importancia: la militancia, el género y la gran labor previa del
candidato. En cada uno de esos ítems ella cumple a cabalidad. En
efecto, la señora Huerta está relacionada con el PS, colectividad
en la cual militó alguna vez, pertenece al género debido -cosa de
la mayor relevancia para la Presidente, quien no por nada dirigió
varios años el Centro de Madres del Planeta- y desde luego cumplió
una gran labor en su anterior rol como Fiscal a cargo del caso 27/F,
proceso en el que con serena firmeza y femenina energía llevó a la
justicia sin dejarse influir por la majestad del cargo a todos los
implicados en el más sonado, colosal y letal fracaso de los órganos
del Estado. Era un antecedente que debía tomarse en cuenta y ser
recompensado para satisfacción de grandes y chicos.
Un
Gobierno curricular
Ha
sido uno de los méritos más destacables de este Gobierno
precisamente ese, el considerar en lo que valen los antecedentes
laborales de los Ministros e incluso hasta de las más medianas y
oscuras autoridades del “Staatsapparat”. Si alguien tiene dudas
sobre esta materia, basta, para despejarlas, examinar las virtudes de
los miembros del Gabinete.
Véase
el caso de Educación. La Secretario de Estado Adriana Delpiano
indudablemente puede ostentar, como la señora Huerta, el género
debido, la militancia que corresponde y por cierto una Gran Labor
Previa. En Justicia y con gran lucimiento está en el timón doña
Javiera Blanco, quien puede dar muestras de una adecuada militancia,
del género correcto y una Gran Labor Previa, aunque por razones
ajenas al servicio y de las cuales la dirección no se hace
responsable la señora Blanco ha requerido, para sostenerse, del
apoyo solidario de toda la NM. En Trabajo, la cartera la maneja doña
Ximena Rincón. Rincón quizás tiene una militancia con gusto y olor
a arroz graneado, PERO en subsidio posee con más méritos que
ninguna otra Secretario de Estado los encantos del género y además
una Gran Labor Previa como dama de compañía de la Mandatario. En
Vivienda, la señora María Paulina Saball militó en consagradas
instituciones, como el Comité Pro Paz, la Vicaría de la Solidaridad
y en la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación y por lo tanto
y de seguro ha cumplido una Gran Labor Previa. En Minería, la
cartera está en manos de Aurora Williams, quien amén de mujer
milita donde se debe y seguramente ha cumplido una Gran Labor Previa.
En el Ministerio del Deporte la señora Riffo milita en las filas del
progresismo y ha cumplido una Gran Labor Previa en abdominales. En
Salud ni qué decirlo: la señora Castillo, la Ministro, no sólo es
dama y milita con las huestes que conducen la nación a la Felicidad
Eterna, sino además, como es público y notorio si se revisa el
libro de contabilidad de su cartera, ha cumplido no sólo una Gran
Labor Previa sino también Presente. El
Ministerio de la Mujer no requería una Gran Labor Previa porque no
existía antes nada parecido. Bastaba sólo la condición de mujer y
la militancia.
¿Y
los hombres?
También
hay hombres en el Gabinete, pero muchos compensan esa lamentable
identidad de género con rasgos personales y laborales de condición
y expresión vaporosa y exánime, sino exangüe.
¿Quién sabía, por ejemplo, que hay un señor Céspedes en
Economía, un señor Furche en Agricultura, un señor Osorio en
Bienes Nacionales, un señor Badenier en Medio Ambiente, un señor
Ottone a cargo (¿?) de las Artes y la Cultura y un señor Barraza en
Desarrollo Social, sea lo que sea que esta última expresión
signifique?
Es
verdad que hay especímenes Ministeriales masculinos que no han
tenido el tino suficiente para hacerse invisibles. Son
inevitablemente más conocidos porque tienen ciertos méritos o
curiosas peculiaridades. El recién llegado señor Fernández, quien
fue puesto a cargo de Interior, tuvo el mérito de hacer apostasía
de sus viejas creencias y adoptar la agenda Presidencial como
devocionario de cabecera. Hizo noticia, además, inventando la
denominación que corresponde a la posición que hoy disfruta la decé
en la repostería y cocina de Palacio. Por
su parte, el señor Eyzaguirre ha sido alguna vez, según lo registró
el Diario Oficial, Ministro de Educación. Su labor en ese ramo del
saber y del hacer quizás haya pasado algo desapercibida, pero ahora
ayuda a conducir los destinos de la patria desde una cartera llamada
Ministerio Secretaría General de la Presidencia cuya labor ha sido y
será siempre ignota.
El verdadero mérito de Eyzaguirre, el que lo diferencia de los
Osorio o los Badenier, es que suelta de vez en cuando simpáticos
chascarros al estilo de su madre, la maravillosa actriz Delfina
Guzmán. Lo distingue además un aire general de pije progresista que
suscita sospechas en el proletariado, pero es un defecto que compensa
con su férrea lealtad a la Mandatario. Eso vale su peso en oro. El
mérito y notoriedad de Marcelo Díaz radica en su capacidad para
desplegar en sus vocerías una tolerable imitación del buenazo de
Cantinflas. En cuanto a Rodrigo Valdés, quien primero se hizo notar
llegando a La Moneda en calidad de salvavidas financiero, hoy es
conspicuo por su velocidad para admitir errores luego de súbitos
telefonazos de la Presidente y advertencias del Vicepresidente en las
sombras, el señor Teillier. Oportunamente y en cada ocasión se le
ha hecho ver la luz y su obsecuencia o consecuencia ha brillado
resplandeciente.
Extras
en acción
A
los méritos que con tanta abundancia manan del Gran Elenco
Ministerial, el Estado, afortunadamente, también puede sumar los
abnegados servicios de miles de militantes repartidos en cada una de
las docenas de reparticiones que constituyen su organigrama.
De la competencia y capacidad promedio de estos servidores públicos
la ciudadanía puede todos los días recabar muestras contundentes en
la gestión que celebran en sus unidades administrativas y de lo cual
los medios de comunicación informan diariamente, a veces con
innecesario tono de alarma. No siempre se les conoce y por eso es
difícil averiguar los detalles de su Gran Labor Previa. Dicha
ignorancia por parte del pueblo soberano es posiblemente el
complemento de la privacidad de la que esperaba disfrutar Dávalos,
el Primer Hijo de la República, pero un aciago destino se cruzó en
la senda de su invisibilidad y tronchó prematuramente su carrera.
Así es; el anonimato y la discreción es el territorio que prefieren
habitar los actuales servidores del pueblo. Nada de vacías
vanidades, sino Gran Gestión y dignas pensiones.
El
lado bueno de las cosas,
por Joaquín García Huidobro.
Manuel
José Ossandón ha anunciado su retiro de Renovación Nacional y su
deseo de emprender, más o menos por cuenta propia, su camino hacia
la Presidencia de la República. Esta noticia tiene un lado malo
para el país, pero también representa una oportunidad que la
centroderecha bien podría aprovechar.
El lado malo tiene que ver con una posible "peruanización" de la política chilena. Perú es un país magnífico, con gente muy agradable y que todavía conserva restos del Virreinato, aunque tiene una grave falencia política: la debilidad de sus partidos. De hecho, la mayoría de las agrupaciones que participaron en la última elección Presidencial se habían formado unos meses antes (la de Kuczynski es de fines de 2014). Los partidos se hacen y deshacen con la misma facilidad con que uno arma un equipo para jugar fútbol un sábado en la mañana. Esto es peligrosísimo, porque se presta para toda suerte de caudillismos y hace muy difícil la tarea de Gobernar.
Si cada uno de nuestros candidatos se encamina hacia la Presidencia por una vía propia -es decir, si los partidos comienzan a ser irrelevantes o constituyen una compañía poco útil cuando uno quiere mostrar una cara grata ante el electorado-, entonces no nos extrañemos si empiezan a surgir los aventureros. Y ya suficientes problemas tenemos en Chile como para empezar a hacer de nuestra política una forma de lotería.
En este sentido, es comprensible que los líderes de los partidos de centroderecha y distintos Parlamentarios hayan manifestado su molestia por esta migración un tanto intempestiva. Necesitamos partidos fuertes, y la renuncia de Ossandón apunta en la dirección contraria.
Pero veamos ahora el lado bueno, de cara a la próxima elección Presidencial. No sé lo que pensaron ustedes, pero a mí me horrorizó la cantidad (proporcionalmente inversa a la calidad) de candidatos que tuvimos en nuestra elección presidencial de 2013. En Chile es muy fácil ser candidato: basta con contar con el patrocinio ciudadano del 0,5% de los votantes de la última elección para Diputados (6.698.524). Eso lo consigue cualquiera, porque entre los amigos de los amigos no es difícil llegar a 33.493 firmas.
No se trata solo de que un acto tan importante como una candidatura Presidencial se esté tomando en Chile con la misma seriedad con que alguien organiza una presentación en una fonda dieciochera. Sucede que, por definición, una campaña Presidencial supone un debate, confrontación de posiciones, y formular propuestas al país acerca de los temas fundamentales de nuestra convivencia. Pero con nueve candidatos parloteando no hay diálogo posible, y resulta muy fácil que alguien nos pase gato por liebre: así nos sucedió con la ganadora de la última elección Presidencial.
Recordemos un momento los debates que tuvimos la oportunidad de presenciar. Era tal el cúmulo de disparates que se oían, que la pobre Evelyn Matthei parecía una extraterrestre; así, Michelle Bachelet pudo colocarse en el medio, como la candidata de la moderación. Y ciertamente parecía mesurada, en comparación con Roxana y otros.
Todo hace pensar que el año próximo volveremos a tener un circo semejante. Por eso, resulta imprescindible que haya más de un candidato que diga cosas mínimamente razonables, y aquí Ossandón juega un papel importante. Ya que no podremos tener una primera vuelta con 3 o 4 candidatos, al menos hay que conseguir que, del tiempo total que se dedica a la discusión pública, haya un porcentaje significativo de minutos en que se oigan cosas mínimamente sensatas: que nadie debe gastar más de lo que tiene; que Fantasilandia está bien, pero solo para ir de paseo con los niños por unas horas; que la voz de la calle no es necesariamente la voz de Dios, y que existe una institución que se llama familia, que es necesario proteger.
Dicho con otras palabras, en la próxima elección podríamos tener varios candidatos (él, Velasco, Piñera u otro, Kast) que, por encima de sus diferencias doctrinales, sean capaces de mantener un pie a tierra. En suma, se trata de conseguir un ambiente poco propicio para los fumadores de opio (para emplear la certera expresión del gran Escalona), lo que será bueno para el país, que, después del experimento de la Nueva Mayoría, necesita una cura de realidad. De este modo, podremos decir que esta escapada de Ossandón habrá terminado por beneficiar al partido de la sensatez.
Deporte
y genética.
El
Comité Olímpico Internacional hizo públicas las sanciones contra
Rusia tras demostrarse que adulteró las pruebas antidoping de sus
atletas durante los Juegos Olímpicos de Invierno 2014, en Sochi. El
COI decidió no expulsar a Rusia, pero exige que cada deportista ruso
demuestre ante su federación internacional que no es culpable y
cumple con los estándares de competitividad, entre otras
condiciones.
Es
un juicio lapidario contra el Estado ruso y un desafío
extraordinario para las federaciones, que deberán analizar un
sinnúmero de apelaciones en un tiempo brevísimo, de cara a los
JJ.OO. de Río, que comienzan el 5 de agosto. La sanción condena el
complot Estatal de Moscú, otorgando el beneficio de la duda a los
individuos. Pero, a la vez, no hace sino dibujar interrogantes sobre
el futuro del deporte.
Es
una obviedad decir que un hombre no podrá naturalmente correr los
100 metros planos en cinco segundos. Y que los superatletas están
llegando a los límites de la eficiencia tolerada públicamente,
aunque casi nada se sepa de lo que ocurre en la intimidad de los
laboratorios deportivos. ¿Cuál será la razón y el corazón de la
alta competencia, entonces, con la tecnología colonizando la
biología humana?
Vanessa
Heggie, historiadora de la U. de Cambridge, recuerda que siempre las
personas han temido que técnicas artificiales corrompan el deporte.
A comienzos del siglo XX eran regulares los reclamos contra los
deportistas que sacaban una ventaja entrenando meses o semanas para
una carrera, cuando lo natural
era que los corredores llevaran una vida relativamente normal.
Heggie
recuerda los casos de Caster Semenya y Usain Bolt en el Mundial de
Atletismo de 2009. Mientras a la atleta se la sometió a un indigno
examen de sus órganos para confirmar que era mujer, aunque con
características sexuales masculinas y femeninas, ni a Bolt ni a
ningún atleta hombre se les han hecho test genéticos para dilucidar
si tienen la excepcional condición cromosómica 47-XXY, que gatilla
un crecimiento veloz en la niñez, una ventaja en potencia
(¿ilegítima?) para los atletas. Qué es normal y qué no, es la
pregunta.
A
fines de 2015 un grupo de académicos publicó el libro "The
future of sports". Afirman que en algunos años los atletas
estarán autorizados a usar mejoras genéticas para prevenir
lesiones, y proyectan que habrá dos tipos de ligas: la de los
atletas naturales —amateurs— y la de los potenciados
genéticamente.
Andy
Miah, profesor de la U. de West of Scotland, plantea que el verdadero
peligro para el deporte es el determinismo genético. Lo que amamos
del deporte profesional es el drama, la heterogeneidad, los
jovencitos o jovencitas que se roban la película. Pero si la alta
competencia se reduce a biologías casi indiferentes diseñadas para
el triunfo, estaremos más cerca de un circo romano que de la paideia
griega.