Buscando las causas de la obstinación Presidencial,
por
Roberto Ampuero.
Tal
vez una de las grandes preguntas que nos plantea el actuar del
Gobierno es la siguiente: ¿Por qué si su
programa de reformas causa vasto rechazo ciudadano e inquietantes
resultados, Michelle Bachelet insiste en implementarlo de modo cabal?
¿Se debe a una perseverancia inagotable, al respeto dogmático a lo
que prometió como candidata pero casi nadie leyó, al deseo de dejar
un legado histórico, a simple contumacia, a una incapacidad para
enmendar, o a una lamentable desconexión con la realidad? ¿O
hay otras razones? ¿A quién hace la
Presidente un guiño al insistir en medidas nocivas e impopulares sin
cambiar una coma del programa?
Si hacemos memoria, Bachelet obtuvo en la elección un caudal de votos que, en relación con el universo electoral, llegó a 26%, y si añadimos la considerable merma en aprobación popular, hoy parecería razonable, responsable y realista admitir ante la ciudadanía los tropiezos y desavenencias entre las fuerzas Gobernantes, los errores de cálculo y las dificultades económicas que se avecinan, y reajustar el rumbo. Al final de cuentas, las críticas no vienen solo de la oposición. Por el contrario, a esta le resulta difícil superar el calibre de la munición que emplean sectores oficialistas contra La Moneda. Vivimos bajo el peor Gobierno desde el regreso a la democracia, pero la Mandatario sigue sin dar señales de querer rectificar. ¿Por qué?
Supongo que la causa de la terquedad con que la administración se aferra al programa es de carácter ideológico. Tal vez se debe al historicismo, a esa convicción esencial para la izquierda que bebe del marxismo, siente nostalgia por el socialismo real o simpatiza con íconos como Castro, Guevara o Chávez; es decir, una izquierda que goza de una desproporcionada influencia en el Gobierno. Para esa izquierda, el advenimiento del socialismo es una ley de la historia, y su reciente desplome, un accidente por errores de conducción, mas no su muerte definitiva.
Karl Popper, Isaiah Berlin y Friedrich Hayek advirtieron, en otro contexto, que el historicismo genera una filosofía determinista de rasgos no democráticos que, en ciertos casos, como en Stalin, Castro o Guevara, desemboca en totalitaria. ¿Qué es lo clave del historicismo? Un postulado que Karl Marx eleva a la categoría de científico: la historia del ser humano está escrita y tiene un trazado definido: comenzó con el comunismo primitivo, transitó a la esclavitud, luego al feudalismo, y siguió al capitalismo, y desde allí -gracias a la conciencia política de los partidos "proletarios"- avanzará hacia la construcción del socialismo y la instauración del comunismo.
Lenin, Stalin, Honecker o los hermanos Castro rechazan las elecciones libres no solo porque son políticos totalitarios, sino también porque creen que el capitalismo tiene sus días contados y será sustituido por el socialismo. Para ellos, la tesis marxista es correcta, la historia tiene su final establecido, el socialismo representa la nueva etapa, y es lo mejor para el pueblo. Esta "revelación" mayor no es discutible. La gran responsabilidad de sus líderes es saber conducir al pueblo al socialismo. Creen que si en algún momento un pueblo no coincide con sus líderes, a la larga comprenderá que ellos tenían la razón. Tras el desplome del socialismo real, la izquierda populista modificó su estrategia: acepta en un inicio las formas democráticas de la sociedad que aspira a sustituir, pero convencida de que la historia está escrita, destruye las formas parlamentarias: solo el líder y el partido saben guiar al pueblo.
Supongo que la Presidente, al igual que Salvador Allende, socialistas y comunistas, cree que el socialismo está inscrito en el horizonte del país, que es superior al capitalismo y que su misión es acercarlo en alguna medida. Si no fuera así, no sería socialista. Por eso no debe extrañarnos la obstinación con que insiste en un programa impopular y de efecto desalentador. Los líderes que conocen el rumbo de la historia saben qué le conviene al pueblo, y aunque éste no los entienda hoy, a la larga sí lo hará. Quien siente nostalgia por la vida detrás del Muro y admira a Fidel cree de buena fe que su medicina es la adecuada, que quien conoce el curso de la historia sufre a veces la incomprensión temporal de quienes lo ignoran, pero que el futuro le dará la razón. Por ello, no hay nivel de desaprobación alguna que lo desaliente u obligue a rectificar. La cuestión no es medir qué siente una mayoría circunstancial sino contribuir a que la historia avance en la dirección de su utopía.
¿De
mal en peor?,
por Sergio Melnick.
Hay
países que progresan, avanzan, construyen, y hay otros que se
deterioran y se van encaminando a grandes crisis que son por cierto
recurrentes en la historia. Hay
buenos Gobiernos y malos Gobiernos. Los imperios también caen. La
causa de estos ciclos es cuando se abandona la lógica de la
colaboración y se reemplaza por la descalificación del adversario,
que se lo ve como enemigo.
Cuando una ideología se victimiza y acusa de todos sus problemas a
sus adversarios, o cuando reclama una superioridad moral que nunca es
tal. También ocurre así cuando un sector aprovecha su ventaja
transitoria y pasa por encima de los otros. El fundamentalismo (los
dueños de la verdad) y el populismo (los caricaturistas de la
sociedad) son los peores obstáculos para el progreso de las
sociedades complejas de hoy.
Es
lo que está ocurriendo en nuestro país. Cada día está
efectivamente siendo peor.
Uno de cada cuatro chilenos piensa que el Gobierno es muy malo, y que
el país va por mal camino. Hace dos años las cifras eran
exactamente al revés.
La explosión pública de la total incompetencia del Sename muestra cómo el Gobierno vive en la estratósfera, en permanentes disquisiciones ideológicas, en sueños refundacionales y completamente alejada de los temas propios y concretos de un poder “ejecutivo”. No son las instituciones las que funcionan, son los medios de comunicación que denuncian.
A
eso debemos sumar los nuevos escándalos de Gendarmería, uno de los
varios cotos de caza de la repartija política. Las “malas
prácticas” diría Velasco con razón. Lo
relevante en este caso es la incoherencia del discurso de la
izquierda. Una vez más queda en evidencia lo fácil que es ser
generoso con la plata de los demás, las arbitrariedades del poder, y
el peso de la influencia política en temas personales.
Qué fácil es hablar de un sistema de reparto sin hacer los números
y ver la evidencia de sus distorsiones. Ahora revienta además el
escándalo de las licencias médicas en Gendarmería, que ya había
tenido otros escándalos de boletas a honorables políticos. Esto va
acompañado por la oscuridad de una votación en la que se dice que
por error alguien votó por Andrade. Ya nada es creíble. En paralelo
también hemos visto el escándalo de las pensiones truchas de falsos
exonerados amparados por cartas de recomendación de algunos
Parlamentarios, incluso una precandidata a la Presidencia.
El
ex Comandante en jefe, Juan Emilio Cheyre, es un personaje brillante
intelectualmente, como pocos. Pero es muy poco querido por sus pares
militares, y muy querido por la Concertación. Da la impresión que
se equivocó de equipo y confió en quien no debía. Los odios son
muy profundos. La peor herencia de Cheyre es la Ordenanza General del
Ejército, hoy escondida lo más que se pueda por el Ejército. Es
como la Ley de reforma agraria de Alessandri, que fue posteriormente
usada por Frei y Allende. En el proceso de Cheyre, se le pide
innecesariamente prisión preventiva, y al día siguiente se le da la
libertad bajo fianza. Es obvio que no era peligro para la sociedad.
¿Es racional todo esto?
Las
malas noticias siguen. El
proyecto de educación superior es literalmente un mamarracho, y ni
siquiera los Ministros se entienden entre sí.
Siguen los slogans ideológicos, y la pobreza técnica de las
propuestas. El objetivo es claro y ya se anuncia: cerrar
universidades privadas y pasar los alumnos a las Estatales.
Ahora
se suma el escándalo de Iván Fuentes manipulado por la DC,
mostrando la mala calidad de nuestra política y la falta de
competencia de algunos honorables. Vuelve a emerger el tema del avión
de ME-O, siguen las protestas estudiantiles, TVN sigue su crisis
esperando el maná Estatal para cubrir su incompetencia.
Para
rematar la mala semana, las cifras económicas empiezan a anticipar
una crisis mayor.
Nuevamente el Gobierno baja su pronóstico de crecimiento tanto para
este año como el próximo, sube la predicción del déficit Fiscal
corriente y estructural, y se anticipa nueva disminución en
crecimiento del consumo, que es lo único que sostiene el pequeño
crecimiento actual. Los analistas coinciden que la próxima
proyección será nuevamente a la baja. Ello significa más
desempleo, menos productividad, menos inversión. La
venta de acciones de Falabella y Cencosud, y el nuevo socio de Latam
es el mejor predictor de los problemas que prevén los dueños de
esas empresas.
Codelco anuncia uno de los peores años para la empresa.
Mientras
tanto, se despliegan ya abiertamente las candidaturas Presidenciales
de Lagos, Allende, Piñera, Walker, Goic, Guillier, Ossandón,
Velasco, y la Mandatario y su Ministro del Interior siguen
esencialmente ausentes de la realidad nacional. El
pronóstico es delicado.
¿El
mercado y la globalización los culpables?,
por Hernán Büchi.
El
mercado es una instancia de intercambio libre entre personas o
agrupaciones voluntarias de ellas. La libre elección de lo que se
puede intercambiar y compartir no tiene límite -bienes, servicios,
ideas, música, etc.-. La globalización no es más que darle a dicho
intercambio un alcance cada vez más amplio, en cuanto a la geografía
y diversidad cultural de quienes lo realizan.
La paradoja es que mientras en todo el mundo las personas abrazan con pasión la posibilidad de relacionarse libremente, sin importar fronteras -comprando, vendiendo o intercambiando ideas, fotos, experiencias segundo a segundo-, ciertos ideólogos y políticos insisten en imponer la perspectiva del daño que supuestamente genera el mercado, especialmente cuando logra alcance global.
En compañías como Amazon, millones de personas de todos los credos compran diariamente infinidad de productos de todos los precios. Instagram cuenta con la participación de 500 millones de usuarios mensuales, de los cuales, 300 millones están activos diariamente. Estos son solo ejemplos de un universo mayor que está recién emergiendo.
Al mismo tiempo, en Chile, el Gobierno se empecina en cercenar la libertad de elección de los ciudadanos -la limitación a la diversidad e independencia en educación son un ejemplo simbólico de ello-. Las posiciones anti mercado e integración expresadas en las primarias americanas, tanto por demócratas como por republicanos, también van en el mismo sentido. Sin duda, muchos votaron por el Brexit con temor a un mundo más global.
Hay claras razones para que parte de los políticos exacerben los supuestos peligros del mercado y la globalización. Para muchos de ellos es una pérdida de poder, que limita sus posibilidades de beneficio personal o las de imponer su visión a los demás. Lo que en Chile acabamos de conocer respecto de la jubilación de la ex esposa de un líder socialista vociferante en contra de los privilegios de particulares, es una demostración más de que el poder también se busca para propio beneficio. Recordemos el caso cuando se vuelva a insistir en el viejo esquema de Estatizar los ahorros para la vejez. El tipo de abuso que hemos conocido pasaría a ser pan de cada día, como lo fue en el Chile de hace décadas.
Pero aun más nocivo que la búsqueda del beneficio personal puede ser pretender limitar la libertad de las personas en temas esenciales, en aras de una visión ideológica. La Presidente Bachelet ha demostrado estar empecinada en estas materias. Al presentar el proyecto de educación superior nos dijo que quería asegurarse de que su visión quedara irreversiblemente plasmada hacia el futuro. Olvida que cuando se cercena el motor del progreso nada es irreversible. Los supuestos beneficios de los países comunistas que ella ha dicho que añora de Alemania comunista, tenían pies de barro y no se pudieron sostener. Su diseño del Transantiago solo sobrevive gracias a que la pujanza del resto de la economía, especialmente la no regulada, ha permitido hasta ahora financiar su mala concepción. Pero ha extremado su visión ideológica, y sus embates a la libertad de enseñanza y a la estabilidad Constitucional calan mucho más hondo que el Transantiago.
La desgracia es que si bien reformas mal concebidas finalmente fracasan, no se vuelve con facilidad a una senda de progreso. Las buenas intenciones y políticas del nuevo Gobierno argentino tienen al frente un muro de problemas que les pesarán por mucho tiempo. Venezuela, que acaba de militarizar su economía ante los problemas de abastecimiento, tendrá un arduo camino por delante el día que enmiende su rumbo.
Es cierto que aún no vivimos estas dificultades en el país. Pero cada día la información económica es más consistente con un cuasi estancamiento. Con el último Imacec conocido podemos estimar que en los pasados cinco meses la economía se ha expandido un magro 1,7%. El segundo trimestre se visualiza más débil que el primero. El desempleo del INE está lejos del 9,4%, último dato de la Universidad de Chile. Pero en el Gran Santiago, el dato equivalente es ya de 7,3% y la ocupación asalariada disminuye. A nivel nacional, es el empleo por cuenta propia el que modera las cifras.
La autoridad económica ha hecho bien en reconocer que el crecimiento este año será menor al que preveía, centrándolo en 1,75%. Es valioso que recuerde, además, las implicancias en la recaudación Fiscal de esta nueva realidad. Ojalá modere los impulsos anti libertad y progreso imperantes.
En el plano externo, hay algunos aspectos que vale la pena destacar. El progreso mundial ha sido espectacular en las últimas décadas. Desde la integración de China al mundo, luego de la muerte de Mao, todos los que han querido ser parte del mayor intercambio se han beneficiado. Después de la crisis del 2008, el progreso ha sido menor, pero consistente. Ha superado numerosas crisis e incertidumbres. La velocidad con que los mercados mundiales dejaron atrás las dudas producidas por la votación del Brexit ha sido notable. En los últimos días se han rozado récords históricos. Y no deja de ser paradójico que el menor crecimiento y la mayor volatilidad tienen, en parte, explicación en los nuevos intentos regulatorios lentos e inconsistentes de los burócratas que dificultan la estructuración de instituciones financieras nuevas y pujantes.
Uno de los aspectos que alimenta la visión anti mercado y globalización a nivel intelectual, son los datos que supuestamente muestran que solo se ha beneficiado una élite. Son esgrimidos con vehemencia y sin espíritu crítico por quienes, como Piketty y Sáez como ejemplos paradigmáticos, ven en ellos confirmar su teoría. Aseveran que en base a los datos de declaraciones de impuestos en EE.UU. se demuestra que entre 1979 y 2007, el 91% de la ganancia de productividad lo recibió el 10% de la población y solo un 9% quedó para el 90% restante; de igual modo, se postula que ese 90% solo vio su ingreso crecer en un 5% mientras que el producto per cápita subía 74%. Estas cifras claramente no representan la realidad. La evidencia práctica de mayor bienestar en todos los aspectos del consumo e incluso la opinión de los mismos afectados lo ratifica.
Indicábamos hace unos meses que entre muchos análisis que desmienten esos datos, los del profesor Stephen Rose, en base a información de diversas fuentes, entre otras la de la Oficina de Presupuesto del Congreso, son dignos de estudiar. Todos los grupos mejoraron notablemente en el período. Es cierto que dentro de EE.UU. y en un mundo más competitivo mejoraron menos los menos calificados. Pero es dudoso que en una economía más cerrada lo hubieran hecho mejor en términos absolutos. Un trozo mayor de una torta más chica sería probablemente menor que lo que tienen hoy.
Finalmente, en el mundo globalizado que hoy vemos florecer indefectiblemente, es el intercambio voluntario lo que nos hará paulatinamente más iguales, con las desigualdades propias de la diversidad, y no la fuerza de una autoridad burocrática, muchas veces ni siquiera elegida popularmente, imponiendo requisitos previos para poder participar. Así es el caso de la Comunidad Europea. Los Gobiernos, a través de las exigencias de la burocracia de Bruselas, se han ido imponiendo condiciones previas para producir, comerciar e innovar, coartando la soberanía de culturas construidas por siglos. Si el Reino Unido post Brexit actúa teniendo ello en mente, puede transformar su país, según lo propuesto por George Osborne, hasta hace poco encargado de las finanzas, en un baluarte de apertura y oportunidades de crecimiento, a la par que respetuoso de sus tradiciones y costumbres. Serían con ello un positivo ejemplo para Europa. Por el contrario, si los ingleses miran hacia adentro y copian malos ejemplos que abundan en el continente, será un claro retroceso para ellos y el resto del mundo.
Reparto
de pensiones,
por Axel Buchheister.
Se
ha visto que en Gendarmería existía la práctica de ascender a
ciertos funcionarios en situación de próxima jubilación a un grado
elevado, con el consiguiente incremento sustantivo de remuneración,
o de beneficiarlos con una suculenta asignación especial de “función
crítica”. El
beneficiado podía, incluso, esperar para jubilarse el mes de pago de
un bono de desempeño, con un incremento adicional -aunque
circunstancial- del sueldo y obtener así una pensión equivalente al
“último mes”,
no importando lo que hubiere cotizado.
Fue
el caso de Myriam Olate, quien logró una pensión parcial de $ 5,2
millones. Parcial, porque sólo tenía 21 de los 30 años para
jubilar con pensión máxima. Si los hubiera tenido, habría
conseguido unos $ 8 millones de jubilación.
Nos explicó que su caso hace ver la vergüenza del sistema de las
AFP, en que se jubila en función de lo ahorrado, donde la gran
mayoría de las personas lo hace con montos que no son ni la sombra
de lo que ella merecidamente ha logrado con el “sistema de
reparto”. Una pensión que triplica el sueldo que tenía al asumir
este Gobierno.
¿Cómo
se llegó a esto? Con Leyes que se hicieron sin atender a razones
técnicas. Cuando el “Movimiento Lautaro” mató a cuatro
Gendarmes para rescatar a un preso suyo, se tomó nota que los
custodios de prisiones, que tienen un trabajo de alto riesgo,
carecían de un sistema de protección de accidentes del trabajo, el
que si bien era obligatorio para el sector privado, el Estado no se
lo exigía a sí mismo. Pero
en vez de corregir esto -como años después se hizo para todos los
funcionarios públicos-, se tomó una medida más popular:
traspasarlos a Dipreca y sacarlos del sistema de AFP, mezclando en el
problema las pensiones de retiro.
Así el gremio de los Gendarmes quedaba feliz, ya que además de la
protección de accidentes laborales, podían jubilarse
prematuramente, lo que no pagarían ellos, sino otros.
En
el traspaso se incluyó a los funcionarios civiles, que no comparten
los riesgos de un Gendarme, ni hay razón para que se jubilen
anticipadamente,
que pudiera haberla tratándose de los últimos, pero en tal caso la
solución razonable es que el Fisco pague una cotización adicional
en el fondo de pensiones. Como debiera hacerse con las FFAA y
Carabineros, cuyo sistema de pensiones está en una profunda crisis
financiera.
Luego
vino la Ley que otorgó retribuciones adicionales para funciones
críticas, que incluyó a Gendarmería, y que posibilitó elevar las
remuneraciones en los términos ya anotados. Nadie se preocupó de
sustraer esos montos de la base de las pensiones o exigir, al menos,
que éstas se calcularan sobre un promedio de las remuneraciones
percibidas.
El Gobierno anterior se dio cuenta de la situación y mandó un
proyecto de Ley que excluía a los funcionarios civiles, pero fue
rechazado en el Congreso porque los Parlamentarios no toman medidas
impopulares.
Los
abusos que hemos conocido eran predecibles, pero no se hizo nada
efectivo para prevenirlos o ponerles atajo. Es
lo que pasa cuando las pensiones las financia Moya en un sistema que
sugerentemente se llama de “reparto”.
Gobernando
los mercados,
por
Luis Cordero Vega.
La
semana pasada se obtuvieron dos importantes resultados en el Congreso
para el adecuado funcionamiento de los mercados. Por un lado, fue
despachado el proyecto de modificaciones a la legislación de libre
competencia, y por otro, se avanzó sustancialmente en la creación
de la Comisión de Valores, consagrando la delación compensada en
términos amplios.
¿Por
qué son importantes estas dos reformas? Disciplinar
los mercados es una cuestión elemental para lograr el funcionamiento
de una economía justa y sin privilegios. Como ha señalado Von
Wallwitz —interpretando las lecciones de A. Smith—, "el
Estado debe velar para que no le engañen unos cuantos avispados,
pues de otro modo la riqueza y el bienestar acabarán en manos de
unos pocos en perjuicio de todo el país".
El
proyecto aprobado en libre competencia no sólo establece un nuevo
ilícito anticolusorio, sino que además permite la delación
compensada eximiendo de la sanción al primer delator. Además,
establece reglas de coordinación con la persecución penal, regula
las operaciones de concentración y dispone del establecimiento de
acciones de clase para los consumidores, entre las más relevantes.
Por
otro lado, el Ejecutivo aprobó en el Senado la delación compensada
en materia de reforma a la institucionalidad del mercado de valores.
Aunque algunos se han opuesto a esta regla, porque no sería una
figura igualmente relevante como en libre competencia, esa opinión
incurre en un error sustantivo.
La
crisis de 2008 dejó en evidencia las capacidades limitadas de los
reguladores financieros para detectar la operación de carteles que,
encapsulando operaciones y funcionando en espacios de arbitraje
regulatorio, cometían ilícitos de difícil o imposible detección.
En los mercados financieros —a diferencia de lo que puede suceder
en otros ámbitos— esas operaciones no sólo terminan por
perjudicar a los accionistas y clientes, sino que pueden
producir un efecto sistémico desastroso que compromete el
funcionamiento de la economía del país, afectando especialmente al
empleo.
Por
eso utilizar la delación compensada en mercados financieros —de un
modo equivalente a como ha sido aprobado para libre competencia— es
una medida correcta.
Las experiencias comparadas demuestran que, una vez puesta en marcha
esta herramienta, la detección de carteles aumenta, los riesgos
sistémicos se reducen y se da origen a programas de cumplimiento que
los operadores del mercado deben llevar a cabo.
A
veces la contingencia impide ver resultados positivos. Por estos días
el Ejecutivo y el Congreso han avanzado con la aprobación de
herramientas útiles para que los mercados funcionen de un modo leal,
algo de lo cual nos beneficiamos todos.
¿Hay
o no futuro?,
por Héctor Soto.
¿Cuánto
tiempo hace que el futuro, el largo plazo, la meta a la cual nos
gustaría llegar, dejó de ser tema en la sociedad chilena?
¿Qué
ocurrió que ya no es parte del imaginario nacional? No solo eso:
¿hasta cuándo vamos a seguir hundiéndonos en las escaramuzas
políticas del pasado o del día a día, mientras todos los
indicadores de la vida pública, desde los anímicos hasta los
económicos, dan cuenta de que vamos por mal camino?
Las
oportunidades que Chile se ha estado farreando en los últimos tres
años -porque la deserción comenzó antes, apenas quedó claro que
Michelle Bachelet regresaría a La Moneda sí o sí- son
imperdonables y múltiples.
Tanto es así que a los observadores extranjeros les resulta difícil
entender por qué a un país al que le estaba yendo bien -y
extraordinariamente bien, si se quiere, en el contexto regional- y
que había dado un salto cualitativo en la escala de sus
preocupaciones, ahora, por un asunto que es de pura desconfianza en
nosotros mismos y en lo que estábamos haciendo, esté tan complicado
y sumido en la depresión.
Por
cierto, había problemas. Por cierto ni el Estado ni el mercado
estaban respondiendo como el país quería en todos los ámbitos. Era
mucho que había que corregir, perfeccionar, complementar. En
sus líneas gruesas, sin embargo, el proceso iba bien encaminado.
Ahora, cuando todo cambió, se diría
que los horizontes de la discusión se achicaron o degradaron. Y
aunque el fenómeno ocurrió por dinámicas que son complejas, lo
concreto es que el país pujante de ayer ha vuelto a toparse con los
fantasmas del desempleo y la polarización.
Las inversiones se evaporaron, el desarrollo se frenó y el gran
dilema de muchos actores económicos -errados o no- es si irse o
quedarse. Hacienda, que en otro tiempo gastaba imaginación en
contener los riesgos del sobrecalentamiento, ahora se dedica cada dos
o tres meses a recortar las proyecciones. Como de modernización
nunca más se volvió a hablar, reaparecieron en el aparato estatal,
no solo por lo ocurrido en Gendarmería, los viejos tumores del
clientelismo político, la desidia, la captura de privilegios y la
corrupción. Ya
la pregunta dejó de ser adónde queremos ir. Hoy con suerte nos
estamos preguntando hasta adónde nos podría alcanzar con el
combustible que nos queda.
Nadie
está contento. No lo está desde luego la derecha, que de un día
para otro se dio cuenta de que el puro crecimiento y la sola
eficiencia no generan capital político; ni el centro, que mintió
compartir por razones de oportunismo político un programa de
Gobierno que traicionaba sus convicciones, y tampoco lo está la
izquierda, que al menos en privado acepta que las reformas se han
estado haciendo tan mal, con tanta chapucería e irresponsabilidad,
que ya no hay modo de reflotarlas. Ni siquiera está muy contento el
gobierno, desgarrado por divergencias y tensiones internas.
Pretender
que la administración pueda recapacitar a estas alturas, más que
una quimera, es simplemente una bobería, sobre todo después que
Jorge Burgos quemara sus naves en las playas del realismo y la
gradualidad.
Las cartas ya están jugadas y pocas veces un Gobierno mostró mayor
rigidez que el actual en términos de ataduras ideológicas y de
incapacidad para adaptarse a las circunstancias y leer la realidad.
De su lado, por lo tanto, nada más cabe esperar. Esto era y esto
será. Al margen de que las cosas empeoren o sigan como están, el
Gobierno hasta aquí llegó.
Lo
que cuesta aceptar es que esta también sea la fatalidad del país.
Quizás esta resistencia es lo que está detrás de las candidaturas
o precandidaturas Presidenciales que se están perfilando. A ellas
les va a corresponder convencer a los chilenos de que hay vida
-margen de acción, oportunidades, futuro- después del desastre.
Lo tendrán que hacer desplegando con claridad sus respectivos
proyectos porque, en principio, al menos -en función de la mala
experiencia de estos años- la ciudadanía no va a estar disponible
para volver a comprarse eslóganes y soluciones mesiánicas como las
que encarnó Bachelet, con mucha emoción y muy poca cabeza.
Si
eso llegara a ser así, y si el populismo no vuelve a meter la cola,
la próxima elección Presidencial, con todos los candidatos
mostrando honestamente sus cartas, podría ser una experiencia
bastante nueva en Chile.
Confrontar proyectos de país envuelve para la derecha no sólo el
desafío de explicitar lo que no le gusta del Gobierno, cosa que es
fácil, sino el de señalar hacia dónde cree que hay que ir, cosa
que es bastante más desafiante y que aún no ha hecho. Lo mismo
corre para el centro socialdemócrata y el centro DC: ya no podrán
seguir culpando a la derecha de sus inmovilismos y tendrá que
aclarar si están por un desarrollo capitalista con énfasis social o
por persistir en nuevas aventuras refundacionales. Hasta la izquierda
más dura debería clarificar posiciones, puntualizando qué salva,
qué reprueba, a qué le ve algún destino entre todo lo que se hizo
en estos dos años y de qué modo espera proyectarlo.
¿Serán
capaces las fuerzas políticas de plantear sus opciones con
franqueza? La pregunta es menos ingenua de lo que parece. Y lo es
porque la política chilena ha estado jugando durante demasiado
tiempo con las máscaras.
De hecho, los cuatro Gobiernos de la Concertación ganaron con un
discurso de cambio y Gobernaron, en la práctica, desde el
continuismo. El de Piñera prometió que no iba a mover mucho el bote
y que se limitaría básicamente a hacer las cosas mejor que los
anteriores.
Está
bien: era lo que convenía o lo que se podía. El asunto es que, en
mayor o menor medida, renunciaron no sólo a explicitar el futuro,
sino también a construirlo.
Eso, que pudo de ser suficiente en su momento para retener o
conquistar el poder, hoy a todas luces ya no lo es para sacar al país
adelante.
Mecánica
electoral,
por
Eugenio Guzmán.
Insinuaciones,
declaraciones de intenciones de participar en primarias o primera
vuelta, candidaturas abiertas y hasta renuncias a los partidos: la
enjundia Presidencial se ha tomado la semana. ¿Era previsible? En la
medida que la popularidad del Gobierno disminuye surgen incentivos
para que los partidos —oficialistas y de oposición— busquen
posicionarse. Además, los candidatos y
partidos que desean desafiar el statu quo, ya sea para obtener
ventajas electorales o para llevar adelante sus agendas, tienen una
oportunidad invaluable.
Cuando
existe un candidato posicionado, como es el caso de Piñera, estas
razones adquieren mayor peso. Lo mismo es válido para las
precandidaturas de Lagos, Allende, Ossandón, Guillier y los que
aparezcan. Hasta que no estén definidas las
precandidaturas finales, habrá un constante movimiento de audiencias
a favor de uno u otro candidato, siendo el hito central lo que suceda
después de las Municipales.
La
mecánica electoral genera presiones para que el proceso se acelere
después de la Municipal. Que los partidos
puedan postular en bloques o listas no disminuye la tentación de
crear nuevas formaciones, y que la competencia al interior de cada
bloque sea aun mayor que con el binominal. Al aglutinar Distritos y
aumentar el número de cargos, candidatos que antes competían
prácticamente solos, o que compartían lista con un candidato débil,
ahora deberán enfrentar a postulantes fuertes de sus partidos y
listas. El contendor no estará al frente, sino al lado.
Más
cupos también incentivan a que quienes van a la reelección sean muy
celosos de quién será su compañero de lista. Los
que van por primera vez enfrentan una triple carga: hacerse
conocidos, competir con el incumbente y con los candidatos de las
otras listas. Que las listas deban contener
una cuota de género (40%) genera otros desafíos a la ingeniería
electoral. Y, como la probabilidad de obtener un escaño para un
partido pequeño en la lista crece, las presiones son aun mayores.
La
mecánica Presidencial y Parlamentaria requiere un nivel de
alineación y ajuste difícil de lograr, pues supone altos niveles de
acuerdo. Ello pasa por muchas negociaciones,
ya sea para no debilitar al candidato del bloque o a los postulantes
al Congreso. De otro modo habrá más "descolgados", con
mayor capacidad de daño electoral.
Insaciables
Cocodrilos,
por
Fernando Villegas.
El
caso de la ex señora de Osvaldo Andrade, conocido y locuaz
Benefactor del Pueblo, así como el caso de un “actor social” que
contaba ya con un expediente de beatificación en el Vaticano pero
que, pese a eso, ha financiado sus diligencias como dirigente y su
campaña como candidato a Diputado con dineros provenientes del arcón
del enemigo -aunque se trataría de un lamentable caso de excesiva
inocencia; el receptor de los dineros, lejos de ser cómplice, sería
víctima de las acciones corruptoras de la derecha- nos ilustran de
modo pintoresco y anecdótico que no hay modo de satisfacer a un
cocodrilo hambriento, pero además tampoco es fácil reconocerlo
porque suele deslizarse disfrazado de inocente tronco o aguarda su
presa escondido en el agua cenagosa.
Posiblemente,
nos ilustra “Animal Planet”, sea casi tan insaciable como los
lobystas y los operadores políticos.
Hay quienes han pretendido domesticar a unos y a otros, a cocodrilos, lobystas, operadores y camaradas por igual, pero hasta la fecha han fracasado. Por muchas salchichas que les arrojen, siempre piden más y no dejan de apuntar hacia el aterrado benefactor una bocaza repleta de filosos dientes. Cada porción adicional no aplaca sino aumenta su hambre. Al final el amable distribuidor de salchichas, sea el amaestrador o el Estado, termina como plato de fondo. El cocodrilo, sin embargo, podría argumentar en descargo que es un niño de pecho en comparación con la clase política, infinitamente insondable en sus demandas y depredadora en casi todos sus actos. Podría decir que a él sólo lo mueve el hambre fisiológica, mientras a sus colegas de depredación los moviliza el apetito, de naturaleza cerebral y por ende sin fondo conocido.
La
ex señora de Andrade, es verdad, hizo algunos méritos; laboró 21
años despachando -con estufa y vaporosa tetera debajo del
escritorio- tal vez hasta un comunicado de Gendarmería a la semana,
pegando recortes de prensa para el jefe y posiblemente dirigiendo la
revista institucional para informar a los funcionarios que el equipo
de baby fútbol de Punta Peuco ganó 5 a 4 al de la cárcel pública
de Santiago.
En su último período esa ardua labor le significó un salario de
media docena de palos o más y cuando jubiló logró una apetitosa
pensión de unos cinco millones. Al hacerse público dicho milagro
administrativo, en el acto hizo estallar un escándalo. A raudales
brotó la irritación envidiosa de don Juan y doña Juanita, la
plancha de su ex marido fue colosal, la del partido de la señora –
el socialista- no fue menor, hubo los habituales anuncios de
“Tribunales Supremos”, se presentaron demandas Judiciales, se
iniciaron investigaciones y la prensa y las redes sociales dedicaron
casi todo su espacio y su tiempo paleando carbón al horno de la ira
pública.
Y
sin embargo, ¿qué hizo ella de distinto a lo que haría cualquier
otro ciudadano si se le ofreciera una pensión de ese calibre?
Seguramente en cinco minutos ya habría encontrado buenas razones
para justificarla y legitimarla. ¿Quién está en condiciones, en
Chile, dulce patria de la deshonestidad expresa o tácita, de arrojar
la primera pensión?
Los
Insaciables.
La
ex señora Andrade no está sola en su disfrute de tan generoso
aporte del Estado. Muchos funcionarios de la misma repartición se
beneficiaron de algo parecido, aunque
su número no es nada comparado al de los MILES de camaradas,
combatientes y comandantes de ambos sexos que han entrado a la
administración pública para promover la causa popular.
Aun no jubilan, pero si algún día se descubre su insuficiencia y
los despiden, entonces podrán alegar la patética condición de
“exonerados”, esto es, de víctimas, con la cual adquirirán
derecho legal y moral para estirar la poruña.
Pero
si por razones de alta política se abrieron las Grandes Avenidas del
saqueo al erario público y los camaradas se han puesto insaciables,
no son los únicos a merced de dicho impulso tan primario.
Insaciables son los estudiantes, quienes partieron con el humilde
tema del carnet escolar y ahora no están satisfechos con que un 70%
de ellos obtenga total gratuidad para la universidad, nada menos.
Insaciables son los dirigentes sindicales no bastante contentos con
sus fueros, cotizaciones y cómodas jornadas laborales, por lo cual
pretenden ahora el monopolio, al estilo de El Padrino, del manejo de
todo lo que los trabajadores pretendan, demanden o ambicionen.
Insaciables son los rectores de las universidades tradicionales pues
no cejan en encontrar “insuficientes” los aportes basales donados
para la alimentación de sus caimanes académicos. Insaciables son
las demandas de ese barril sin fondo que es la salud modelo 2016, la
cual recibe un aporte Fiscal tras otro sin más resultado que
déficits en escala cada vez mayor. Insaciables los profesores, el
grupo que más aumentos ha recibido en los últimos diez años, pero
siempre dispuestos y ganosos para exigir otros nuevos. Insaciable el
sector público, cuya productividad es discutible y/o se mide por los
estorbos que pone en el camino de los privados. E insaciable es la
oligarquía política, la cual por el afán de satisfacer sus
ambiciones, está dispuesta a transar con el Diablo a cambio de
dinero para empapelar el país con sus gigantografías.
El
Chancho y el Afrecho.
Enormemente
injusto sería concentrar el tema de la insaciabilidad en las
personas y sus presuntas “malas prácticas”. Ninguno de los
protagonistas es otra cosa que un ser humano, frágil criatura a
merced de todas las tentaciones. Cabe aquí un simple silogismo:
“Todos los humanos son insaciables, Pedro, Juan o Diego son
humanos, ergo, son insaciables”. Más
vale centrar el análisis en las condiciones que permiten crecer
dicha propensión más allá de lo que es normal y tolerable. Y
aceptado ese punto es cuando y donde entra a tallar en el debate no
el tema de la presunta “mala práctica”, sino el del una mala
política.
En efecto, la insaciabilidad que ha llevado y sigue llevando a toda
laya de distorsiones se ha manifestado y ha crecido porque ha sido
abonada a porfía. Se le ha dado abundante afrecho. En verdad se le
dio afrecho aun antes que los actuales Gobernantes entraran a la
bodega donde se guardaba el ahora agotado producto. Se prometió a
borbotones y desde el primer día se estuvo dando sin que hubieran
“brotes verdes” para reproducirlo; además y a poco andar el
chancho engordado se convirtió en un cocodrilo famélico que no se
llena con nada.
Estas
políticas alimenticias jugando contra el tiempo tienen nombres
glamorosos: pensiones “dignas”, inversión social, emparejamiento
de la cancha, subsidios, deuda histórica, aportes basales, equidad,
gratuidad, etc.
Y al mismo tiempo estas políticas tienen resultados desastrosos,
como lo vemos en un caso extremo, de caricatura, con el proceso
revolucionario y bolivariano de Venezuela en virtud del cual miles de
ciudadanos de esa nación, lucero de Latinoamérica a juicio del
Senador Navarro, deben cruzar la frontera hacia Colombia para ir a
comprar papel higiénico. Venezuela sencillamente agotó su stock de
salchichas.
El
cocodrilo.
Todo
eso es lo que hace del cocodrilo una metáfora servicial porque, como
sucede con las masas, es muy difícil convencerlo de que se acabaron
las salchichas. El
Gobierno sabe que debe interrumpir o acotar el suministro, pero no
quiere hacerlo con la voz y el rostro de Su Excelencia, de modo que
endosará el deber y el poco querer al Ministro Valdés.
Sin embargo a La Moneda no le será posible lavarse las manos. Hay
un solo Pilatos, el PC, el cual desde la cómoda postura de un pie en
el Gobierno y otro en la calle afirmará que se privilegia la
satánica calculadora financiera del capitalismo en vez de priorizar
al encantador mantra “cambiar las estructuras”.
Todos los demás habitantes de Palacio quedarán haciendo de Herodes
y no se avizora cómo se sacarán el bulto. O tal vez se lo sacarán
con un último espasmo de voluntarismo suicida y seguirán adelante
con la idea de resolver “la cuestión del poder”.
Después
ya se verá si el país sigue a flote.
Todos
somos Europa,
por
Cristina Bitar.
En
el curso de pocos días, Europa ha hecho noticia por hechos que
tienen un mismo eje: los peligros del conflicto entre tradición y
modernidad, y la incertidumbre por el futuro.
El
Viejo Continente es la expresión histórica de nuestra civilización,
una cultura que se ha sobrepuesto a las amenazas que han arriesgado
su supervivencia. Sólo en el siglo XX
resistió la barbarie nazi y la bota comunista. El liderazgo de
Churchill, Margaret Thatcher y Juan Pablo II, unido al poderío
norteamericano, hizo que, al final de la centuria, el Tercer Reich
fuera solo un recuerdo. Los restos de los campos de concentración
son sólo el recuerdo del horror y el derrumbe del Muro de Berlín
sepultó más de cuatro décadas de Guerra Fría.
Sin
embargo, Europa vuelve a estar bajo una amenaza de desestabilización
brutal, sólo que, a diferencia de los peligros pasados, el de ahora
es difuso. Medio siglo del llamado Estado de
bienestar ha generado una combinación imposible de administrar en el
mundo globalizado actual: economías incapaces de competir con los
países emergentes —especialmente de Asia—, pero que siguen
atrayendo a millones de inmigrantes que buscan seguridad y
estabilidad social.
La
resistencia de las naciones europeas a asumir los cambios inevitables
se refugia en el mito xenófobo, que culpa a la inmigración de todos
sus problemas. Allí estuvo el principal
argumento de los partidarios del Brexit, que anticipaban la
hipotética llegada de 70 millones de turcos si es que ese país
ingresaba a la Unión Europea. Francia, con siete millones de
ciudadanos musulmanes que no encuentran espacios reales de
integración, viviendo en auténticos guetos, tiene una verdadera
bomba de tiempo en su interior. Y Turquía, que en todo sentido es la
frontera y la puerta del continente, sufre precisamente de su
condición de ser una especie de moneda de dos caras: una mira a
Europa y la otra, al Oriente. En esa posición, la tensión cultural
y geopolítica ha hecho crisis a consecuencia de la presión que
ejercen sobre ella Occidente y el Estado Islámico.
Lo
que le sucede a Europa, le sucede a nuestra civilización y, por lo
tanto, nos ocurre a nosotros. Por eso, parafraseando al Presidente
Kennedy, todos somos europeos y no podemos mirar desde fuera lo que
ocurre al otro lado del charco: tarde o temprano viviremos los
efectos y el desenlace de esta crisis. Además, este conflicto de
Europa también se puede ver reflejado, de alguna manera, en nuestro
país. El avance hacia un Estado de bienestar
expansionista y una política de inmigración laxa, que no tiene por
objeto la integración, pueden también convertirse en una bomba de
tiempo. No hemos importado los conflictos
religiosos, pero sí estamos iniciando un proceso similar que debiera
llamarnos la atención.
Dispersión
política,
por
Max Colodro.
El
Senador Manuel José Ossandón renunció a RN con lo que se suma a la
decisión tomada hace unas semanas por el Diputado José Antonio Kast
de abandonar la UDI y preparar una candidatura independiente para
competir en primera vuelta. Con
el desembarco de Ossandón en la centroderecha ya hay cuatro opciones
en carrera: las dos mencionadas corriendo por fuera de Chile Vamos,
el ex Presidente Sebastián Piñera y el líder de Evópoli Felipe
Kast dispuestos a disputar una primaria.
Si este escenario es el que termina al final imponiéndose, habrá
tres candidatos del sector compitiendo en la próxima elección
Presidencial.
En
la centroizquierda el panorama no se observa menos despejado:
las señalas públicas hasta ahora hacen previsible una primaria de
la Nueva Mayoría donde se enfrenten el ex Presidente Ricardo Lagos,
junto a los Senadores Isabel Allende y Alejandro Guillier; un cuadro
que con seguridad forzaría a la DC a presentar también una
alternativa, para no quedar completamente fuera y desdibujada.
Asimismo,
aunque el oficialismo logre articularse en torno a una sola
candidatura, es muy probable que desde la izquierda surjan más
opciones. En efecto, a pesar de las críticas por el financiamiento
de su anterior campaña, Marco
Enríquez mantiene un respaldo importante en las encuestas, que
anticipa un lugar casi seguro en la papeleta de primera vuelta.
Y sectores vinculados a la
izquierda social y ‘autónoma’ buscan también estar presentes;
de hecho, se encuentran evaluando alternativas que van desde el ex
dirigente sindical Cristián Cuevas, hasta el actual rector de la U.
de Chile Ennio Vivaldi.
Pero
eso no es todo; hay también fuerzas que se han descolgado de los
bloques tradicionales, y que buscan representar una alternativa de
centro que pueda llenar el vacío que la DC ha ido dejando en los
últimos años.
En ese esfuerzo convergen Amplitud, cuya opción Presidencial es la
senadora Lily Pérez, y Ciudadanos, que tiene como candidato al ex
Ministro Andrés Velasco. Se ha plantado la posibilidad de que ambas
fuerzas realicen entre sí una primaria, pero no es descartable que,
al final, los dos terminen optando por perfilar sus proyectos
políticos compitiendo en primera vuelta.
Así
las cosas, por primera vez desde el retorno a la democracia
proliferan alternativas que generan un escenario de alta
incertidumbre, donde las debilidades del actual liderazgo de Michelle
Bachelet incentivan a su vez un adelantamiento de los tiempos.
Es cierto: en la Presidencial de 2013 hubo nueve candidatos en
primera vuelta, pero en esa oportunidad el enorme respaldo a la
opción de la actual Mandatario hizo que el resultado de dicha
contienda tuviera grados muy bajos de incertidumbre. Hoy,
en cambio, no hay aun candidatos con niveles de apoyo destacables,
todos tienen márgenes abultados de rechazo o, al menos, de
indiferencia.
La
atomización puede restar votos en primera vuelta a los candidatos de
los dos bloques principales, pero paradójicamente podría ayudarlos
a asegurar su paso a la segunda contienda. Volveríamos así al
escenario de siempre. Con todo, la
dificultad que anticipa este escaso entusiasmo por las actuales
opciones, viene a sumarse al preocupante grado de deterioro de los
partidos, un cóctel que ya muestra una de sus primeras y delicadas
consecuencias:
más de treinta colectividades se encuentran hoy en vías de
inscripción legal. En síntesis: pura y preocupante dispersión.
Adelantamiento
de la carrera Presidencial.
Aun
cuando resta todavía un año y medio para las próximas elecciones
Presidenciales, la carrera por alcanzar la
primera Magistratura parece estar adelantándose. El ex Presidente
Ricardo Lagos confirmó hace algunos día que “lo estaba pensando”,
no obstante que se esperaba alguna definición de su parte recién en
marzo del próximo año, según él mismo lo había declarado. El ex
Presidente Sebastián Piñera, si bien ha evitado pronunciarse en la
materia, últimamente también ha estado activo en la elaboración de
ideas y planteamientos sobre el futuro del país. Otras
personalidades tanto de la Nueva Mayoría como de Chile Vamos también
han hecho ver sus intenciones Presidenciales.
Las
razones para este fenómeno parecen ser variadas. Desde luego,
resulta natural que ante la proximidad de las elecciones Municipales
las distintas fuerzas políticas busquen potenciar sus candidatos
asociándolos con figuras bien posicionadas en la carrera
Presidencial. También puede incidir la necesidad de comenzar a
marcar presencia en ciertos estudios de opinión pública, cuyo
trabajo de campo podría estar llevándose a cabo o pronto a
iniciarse. Esas variables no podrían
desestimarse, pero probablemente el factor más incidente tiene que
ver con la sensación de vacío que se produce cuando un Gobierno se
debilita políticamente -tanto la gestión Presidencial como de
Gobierno se encuentran en sus niveles más bajos de aprobación-,
acompañado de un cuadro económico muy poco favorable, con
perspectivas cada vez más negativas en cuanto a crecimiento y
empleo.
Frente
a ese vacío aparece la oportunidad de volver a posicionar ideas y
orientaciones que permitan trazar un camino distinto al que se ha
seguido hasta ahora, caracterizado por un ánimo reformista que ha
desoído el saludable consenso técnico y que ha optado por llevar
adelante un programa en su vertiente más ideológica.
El adelantamiento de la carrera Presidencial parece ser reflejo de un
cierto desgaste, y en la medida que las distintas fuerzas buscan cómo
posicionarse podría ocurrir que el debate experimente un giro y se
oriente hacia los cambios que el país requiere. Sin embargo, una
prematura entrada a la contienda electoral también tiene el
potencial de debilitar a un Gobierno, lo que no resulta inocuo, por
el riesgo de que se dispersen energías y la agenda Legislativa
termine trabándose.
En
medio de este cuadro, llama la atención que sean dos ex Presidentes
los que aparezcan posicionándose en la arena electoral. Ambos
representan opciones moderadas, cuyos respectivos Gobiernos mostraron
cifras saludables en cuanto a resultados económicos y fueron capaces
de generar altos niveles de confianza, porque siempre prevaleció la
noción de que los grandes consensos finalmente resultaban útiles
para asegurar la sustentabilidad de cualquier proceso de reforma.
Ambos ex Presidentes mantienen diferencias en
una serie de ámbitos -la pertinencia de cambiar la Constitución es
uno de ellos, y probablemente también hay diferencias profundas en
cuanto al tamaño del Estado-, pero en sus intervenciones públicas
ambos han tratado de elevar la mirada, pensando en aquellos grandes
desafíos que deberá enfrentar el país en pleno siglo XXI,
desconfiando del reformismo. Puede haber aquí
una oportunidad para rescatar miradas más reflexivas y de largo
plazo.
Facebook
y conversaciones secretas.
Según
anunció en los últimos días, Facebook incorporará "conversaciones
secretas" —o sea, encriptadas— a su plataforma Messenger. La
aplicación, que en 2014 tenía 200 millones de usuarios mensuales,
hoy suma 900 millones, aproximándose velozmente a los más de mil
millones de WhatsApp, también de Facebook.
El
anuncio de las "conversaciones secretas" crea la ilusión
de que existe un fortín para cada vida privada. Pero persisten
muchas dudas sobre la real seguridad de los datos personales. Om
Malik, emprendedor digital y ex periodista, dijo hace un par de meses
al diario británico The Guardian: "Oyes el cacareo de que
Facebook está conectando al planeta, pero decir que lo hace por
razones de benevolencia es un sinsentido. Está conectando el
comercio, no a las personas".
Europa
ha reaccionado al vasallaje de los datos personales, por ejemplo, con
la Ley Orgánica 15/1999 de protección de datos de carácter
personal de España y la Directiva 95/46/CE del Parlamento Europeo,
que regulan y precisan las responsabilidades de los proveedores de
servicios de redes sociales, en cuanto a la recolección, protección
y manejo de los datos personales. Además existe el Memorándum de
Roma, de 2008, que propone que cuando un usuario se registre en una
red social exista por defecto una configuración respetuosa de la
vida privada, modificable por el propio titular de la cuenta.
En
Chile existe la Ley 19.628 de Protección de Datos de Carácter
Personal, que data de 1999. Sin embargo, las más de 70 mociones
parlamentarias introducidas desde entonces para perfeccionar el
tratamiento de los datos personales dan cuenta de su insuficiencia
orgánica.
Para
reparar esta flaqueza, Parlamentarios han propuesto, entre otras
medidas, consagrar en la Constitución el
derecho a la protección de datos personales, y la modificación del
artículo 1 de la Ley 19.628, para agregar el derecho de toda persona
a exigir de portales, redes sociales y motores de búsqueda la
eliminación de sus datos personales, incluido el curioso "derecho
al olvido".
La
reforma Constitucional está estancada en el Congreso, mientras que
la modificación legal fue enterrada por el Gobierno para reiniciarla
desde cero. Organizaciones de la sociedad civil, como la ONG Derechos
Digitales, esgrimen la necesidad de promover una nueva Ley acorde con
estándares internacionales, y que antes del "derecho al olvido"
es necesario pensar críticamente el sistema de datos personales en
Chile para que, por ejemplo, aquél sea una excepción y no una regla
que choque con derechos superiores.
Otro
de los puntos clave que debiera contemplar una Ley es que la
protección de los datos personales debe ser un imperativo tanto para
empresas establecidas en Chile como para aquellas transnacionales que
hagan tratamiento de datos en nuestro país.