Chile ya perdió,
por Hernán Büchi.
Estas líneas fueron entregadas antes del
partido del viernes. El título no se refiere a que esperamos una derrota que
nos deje fuera del mundial. Por el contrario, ojalá el resultado nos lleve a
Brasil.
Su significado se refiere a la contienda
electoral que vive su etapa final. De ser cierta la aseveración, como creo es
el caso, afectará los anhelos de muchos chilenos. Muchas veces la política se
centra en quien gana una elección. Pero de nada sirve el triunfo si al final se
imponen ideas que permean la sociedad trabando la creatividad de un pueblo,
llevándolo a una lucha distributiva inútil e hipotecando su progreso. Hay
ejemplos de quienes parecían ser candidatos equivocados y que fruto del entorno
o de su convencimiento posterior llevaron a sus pueblos por la senda correcta.
También existen quienes prometían como líderes pero que fueron llevados por la
corriente en la dirección contraria.
Hoy en la boleta Presidencial hay más
candidatos que nunca. Pero tendríamos que mirar las elecciones previas al
intento de imponer el marxismo en Chile para encontrar tantas propuestas que
desconfían del individuo, que ven como enemigas a las personas de esfuerzo
impulsoras del progreso, que buscan que el Estado gaste más y acorrale a la
gente con su maquinaria. Abundan los planteamientos rupturistas, que
disfrazados de palabras como democracia o participación buscan dotar a los
políticos de más poder y liberarlos de su obligación de buscar consensos.
Existen posturas que no siguen ese patrón, pero
son honrosas excepciones. También es cierto que lo que vemos en la campaña no
es más que la culminación de un proceso progresivo de los últimos años.
Paulatinamente, el acuerdo sobre cómo se progresa,
que Chile conquistó tras vivir las consecuencias dolorosas de excesos
ideológicos y promesas fáciles, se está desvaneciendo. Dado este universo de
propuestas y medidas, no podemos más que aseverar que independientemente de
quién gane la contienda Presidencial, Chile ya perdió.
El progreso vivido en las últimas décadas es
fruto del trabajo de años en que las políticas cooperaron. A su vez, desde
mediados de los 2000 nos beneficiamos por el alza del cobre, pero ya consumimos
esa bonanza a través de una demanda que crece más que el producto y con un
aumento de costos que erosiona fuertemente los márgenes de las empresas,
especialmente Codelco.
Si queremos un Chile ganador, nuestros debates
deben centrarse en cómo dar más empleos y mejores remuneraciones con un cobre
que no ayudará. Tenemos algún tiempo, pues el país tiene una sólida posición
financiera y el 2014 será el primer año normal de la economía mundial desde la
crisis de 2008. Pero el tiempo es escaso y la inercia del ambiente puede ser el
golpe de gracia que nos haga perder esta oportunidad.
Es imprescindible revertir la desconfianza en
las empresas, que son las que generan la riqueza que necesitamos. El problema
energético es grave y tiene solución solo si se enfrenta con coherencia y
realismo; lamentablemente pocas propuestas concretas hay al respecto. La mejora
de la productividad es esencial para crecer; si hay ideas sobre la materia, no
se oyen, y abundan medidas para entrabar las inversiones, el empleo, las
tecnologías, la flexibilidad operativa y así, avanzar es imposible. Las ideas
para aportar más recursos a educación, especialmente a las universidades Estatales,
son muchas, pero es pobre la discusión de cómo mejorar la preparación de los
jóvenes en conocimientos, valores y creatividad para el mundo diverso del
futuro.
Ofrecer pensiones es simple, sobre todo si
cargamos el costo de esas promesas a las nuevas generaciones. Discutir cómo
cambiar los incentivos y adaptar los beneficios a las nuevas expectativas de
vida es poco atractivo, pero indispensable.
La lista de lo que debiéramos debatir es larga
si queremos ser ganadores. Lo que vemos hoy nos pone en el equipo perdedor. En
un país exitoso, incluso las visiones alternativas se debaten sin caer en
consignas y medias verdades.
Los que ahora proponen avanzar con fuerza hacia
un Estado de Bienestar deben explicar por qué no caeríamos en el populismo del
sur de Europa. Cuando se da como ejemplo de éxito a países nórdicos, hay que
recordar que fueron los iniciadores del capitalismo. Holanda e Inglaterra
comienzan la revolución industrial.
Hay que señalar también cómo la homogeneidad de
la población, la mayoría aún son monarquías, contiene al populismo y cómo la
diversidad producida por la inmigración los pone en riesgo. Las propuestas de aumentar
el gasto público no pueden separarse de las medidas que eviten que los
incentivos políticos lo desvíen con demagogia e ineficiencia.
Nada de eso sucede entre nosotros. Solo el
natural optimismo del ser humano puede evitar que en este ambiente los chilenos
que son el motor de la riqueza se desanimen y que, con ello, garanticen nuestra
pertenencia al club equivocado.
El Estado de la Nación,
por Hermógenes Pérez de Arce.
El país está como de costumbre, es decir,
pintoresco, desinformado y desorientado, como lo reveló el debate de quienes
aspiran a conducirlo, y que ganó por gran distancia Evelyn Matthei, porque no
dijo nada insensato y ofreció regalar menos que todos los demás.
De éstos sólo me quedaron chispazos: oyendo a
Sfeir tuve la certeza de que si él Gobernara nos quedaríamos sin luz; ME-O me
hizo recordar al "Negro" Piñera, que relató haberle pedido a su
hermano "un solo millón de dólares, tú que tienes tantos", pues aquél
pidió a los que tienen más de un millón de dólares que le dieran "el uno
por ciento, nada más que el uno por ciento", lo que, según mis cálculos,
equivale a aumentar el impuesto a la renta en cincuenta por ciento; y también
de ME-O recuerdo una muy buena descripción del comando de Bachelet, que
"incluye desde la Camila Vallejo hasta el Presidente de la Asociación de
Bancos"; de Jocelyn-Holt recuerdo que estaba muy irritado por la falta de
autoridad, en lo cual coincido con él; de Parisi, que tiene un problema con los
Luksic, pero no me quedó claro por qué, y que le gustaría un salario mínimo más
alto, pero yo sé que él piensa que sería mejor para los más pobres uno más bajo
(con el actual, el 40 por ciento de los jóvenes pobres y sin educación no encuentran
trabajo; ¿no los habrá visto en las esquinas de Comunas populares ofreciendo
limpiar vidrios o haciendo contorsiones a cambio de unas monedas?); en cuanto a
la Roxana, me quedó claro que va a "meter presos a todos los ladrones de
La Moneda", pero no precisó quiénes eran; de Ricardo Israel sólo recuerdo
su ponderación, pero no su pensamiento; y de Marcel Claude, que hay que volver
a Estatizarlo todo.
A la vez, de las cincuenta medidas de Michelle
Bachelet sólo se me quedó la impresión de que habrá más Ministerios, Superintendencias
y reparticiones Estatales, que naturalmente van a satisfacer la principal
expectativa de todos los izquierdistas del país, consistente en "tener una
pega Fiscal". La candidata promete menos pobreza y más igualdad, pero en
su Gobierno aumentaron la una y la otra. No obstante, sigue encabezando las
encuestas, tanto que el Presidente de la República manifestó a
"Cosas" su impresión de que ella va a ganar la elección (¿otra
"ayuda" suya a Evelyn Matthei?)
Lo más fantástico de las últimas 48 horas, en
todo caso, fue que un funcionario de Gobierno culpara a Pinochet de no haberse
obtenido ahora la sede de los Panamericanos de 2019. Dice que el rechazo se
debió a que el General hizo esperar en exceso al dirigente mexicano Vásquez
Raña en 1987 y renunció a organizar esos Juegos. Lo que el país no recuerda es
que el terrorismo socialista-comunista de los '80, que ha sido borrado de la
memoria de los chilenos por la "Historia Oficial" y el "Informe
Rettig", fue una consideración fundamental para no organizar los Juegos en
los '80.
Sebastián ya tenía el avión preparado para
viajar a Toronto a hacer lo que más le agrada (estar en el centro de la foto) y
a atribuirse la consecución de los Juegos, no obstante que generosamente iba a
decir que había sido mérito "de todos los chilenos", empleando tres
sinónimos.
Otras conmociones sufridas por la
"Historia Oficial" en estas últimas 48 horas provinieron de las
declaraciones de Michael Townley, agente norteamericano que goza de inmunidad e
impunidad en su país (éste nunca deja abandonados a sus agentes) tras haber
puesto las bombas que asesinaron a Orlando Letelier y Carlos Prats.
Dijo, en efecto: "Mi firme convicción es
que Pinochet no tenía conocimiento de que el asesinato de Letelier hubiera sido
realizado o instruido por la DINA". Esto mismo lo había aseverado ya hace
años el hijo de Letelier, Juan Pablo, el Senador socialista, en entrevista dada
a Raquel Correa, pero la "Historia Oficial" tampoco ha tomado nota de
esto.
Y Townley, en fin, también aclaró que la
fabricación de gas sarín no tenía relación con la represión interna, como dice
la "Historia Oficial", pues precisó: "En esa época Perú tenía
una fuerza militar muy poderosa y la idea del sarín era poder usarlo como un
arma defensiva en el norte de Chile (...) ése era el origen del proyecto".
Al escribir esto estoy mirando el noticiario de
TVN, que no ha mencionado ninguno de los aspectos mencionados y, al contrario,
se extendió, a través de declaraciones de Caucoto, Andrés Aylwin y otros sobre
el "carácter criminal" de la "red de exterminio de
opositores" del Gobierno Militar.
La mayoría de los medios ha ocultado los dos
aspectos más arriba destacados de las declaraciones de Townley, como es natural
que suceda en este país tan parecido al de la novela "1984" de
Orwell.
Reunión de ciegos,
por Joaquín García Huidobro.
Chile sufrió un “terremoto blanco”. Con estas
palabras resumió el Ministro Felipe Larraín lo que ha pasado en la agricultura
en este último tiempo. Desde Copiapó hasta el Biobío, las heladas arrasaron con
miles de hectáreas de frutales y hortalizas, dejando en la ruina a muchos
pequeños y medianos empresarios. Pero la cadena de damnificados es mucho más
amplia, porque incluye desde temporeros hasta transportistas.
Mucha gente no solo perdió todo, sino que, por
el ritmo anual de la agricultura, recién empezará a recibir dinero en febrero o
marzo de 2015. Mientras tanto, deberá pagar las deudas, conseguir plata para
financiar su trabajo de 2014, regar y fumigar (porque los árboles exigen los
mismos cuidados tengan frutos o se hayan helado). La situación es especialmente
grave en la mediana empresa, esa clase media de la agricultura, que no tiene
acceso a Indap ni dispone de capital para arreglárselas por sí sola, pero que
origina el 60% de nuestra producción agrícola.
Uno pensaría que una catástrofe semejante iba a
conmover especialmente a nuestros candidatos a la Presidencia, y que iba a
ocupar una parte importante de su debate del pasado miércoles.
En efecto, los ciudadanos tenemos derecho a
imaginar que quienes buscan ocupar la Presidencia de la República saben bien
que no podemos apostar todo al cobre, y que la agricultura es fundamental para
diversificar nuestras exportaciones. Al menos habrán leído en el diario que
China acaba de comprar en Ucrania una cantidad de tierra equivalente a nuestra
Región de La Araucanía, para asegurar la alimentación de su población en el mediano
plazo. Semejante noticia los habrá hecho pensar que la agricultura importa.
Uno pensaría que si el debate fue en la IV
Región, habrán podido ver que padece una sequía terrible desde hace varios
años, y que las heladas aniquilaron buena parte de lo poco que había. O que se
habrán impactado con las palabras del Senador Jorge Pizarro, cuando nos
advierte sobre los miles de puestos de trabajo que se han perdido, y el riesgo
consiguiente de un masivo éxodo del campo a la ciudad, con todas las
consecuencias sociales que ese fenómeno lleva consigo.
Uno esperaría todas estas cosas en gente que se
ha preparado con esmero para hablarle al país sobre las cosas realmente
importantes.
¿Qué valor le dieron al problema nacional más
urgente del momento? ¿Qué palabras tuvieron para esos miles de pequeños y
medianos propietarios que pasan momentos de máxima angustia?
Ninguna. Ocho silencios y una ausencia. Aunque
hablen de Regionalización, nuestros candidatos parecen ser ciegos a los
problemas del campo. Aunque digan que son o que representan al pueblo, lo
cierto es que su mundo es el del cemento, el de las calles pavimentadas y los
edificios. Son ajenos a la tierra. Si en Santiago hubiese habido una catástrofe
semejante, no habrían hablado de otra cosa. Pero no podemos albergar grandes
esperanzas: el próximo Presidente de la República (haya participado en el
debate o haya estado ausente por pensar que un foro organizado por la
Asociación Nacional de Prensa en Regiones no importa demasiado) estará ciego
para las necesidades del mundo agrícola, que constituye el núcleo de la vida de
varias Regiones.
Es más, no faltan los que, en la fiebre de las
promesas electorales, han propuesto aumentar todavía más el número de las Regiones.
Si se propusieran llevar a cabo un plan maquiavélico para debilitar el poder de
las Regiones, no lo harían mejor. Su propuesta fortalece el centralismo. En
realidad, lo que Chile necesita no es tener muchas Regiones débiles y
atomizadas, sino, por el contrario, contar con pocas y fuertes, capaces de hacerle
el peso a Santiago. Los estudiosos de la Regionalización nos dicen que nuestro
país debería contar con unas seis Regiones. Nuestros candidatos, en cambio, las
multiplican. Miles de productores agrícolas piden no limosnas, sino un apoyo
crediticio y Legal que se ha dado a otros sectores en momentos difíciles de la
historia; nuestros candidatos, en cambio, les ofrecen cambios en la
Constitución. ¿Es maldad? No, lamentablemente, porque la maldad tiene cura. Es
pura y simple ceguera, y eso difícilmente tiene arreglo.
Cambiar la apuesta,
por Axel Buchheister.
Asistimos al primer debate televisado, y tal
como lo anticipáramos en una columna anterior, fue un antidebate. Con ocho
contendientes presentes, fue imposible una confrontación productiva de ideas y
proyectos, amén de haberse transformado en un festival de consignas populistas,
carentes de sentido en un país con el nivel de desarrollo conseguido por el
nuestro. Pareciera que 40 años han pasado en vano. En efecto, para los que
tienen pocas posibilidades, su mejor oportunidad es llamar la atención
extremando posiciones.
Así, cabe preguntarse si fue bueno para Evelyn
Matthei haber asistido, cuando además Michelle Bachelet no acudió (con una
excusa que no le creyó nadie, tanto que decidió concurrir al siguiente debate,
que será radial). Habrá opiniones que sí, porque precisamente marcó la
diferencia: está dispuesta a debatir. Pero eso es discutible, cuando éste se
transformó en el debate para definir quién ocupará el segundo puesto. La
candidata de la centroderecha no puede aceptar que se instale la idea de que está
luchando por una derrota honrosa, la típica victoria moral chilena -que no era
más que un pretexto para justificarnos de nuestras derrotas- que creíamos
desterrada de nuestra realidad (y no sólo en el fútbol). En política, además,
ser segundo sirve de muy poco, porque la situación se “resetea” al día
siguiente de la elección, y es muy dudoso que prevaleciendo esa percepción se
puedan obtener buenos resultados en las Parlamentarias.
Pero tampoco le conviene asistir a un debate
con ese formato, porque como ya dijimos en aquella columna, Matthei es la que
encarna al modelo y son ocho contra ella criticándolo. Lo increíble es la
imagen de nuestra sociedad que se transmitió: nada puede ser peor que vivir en
esta sufrida tierra. Chile parece ser el paraíso de los abusadores, el epítome
de la injusticia y la desigualdad. El asunto no da para más, aunque nuestros
logros provoquen envidia en muchas latitudes: no por nada somos objeto de una
inmigración sin precedentes en la historia reciente. Envidia que hiere nuestro
sentimiento de solidaridad y mejor volver a la mediocridad.
Quizás allí está la receta para la candidatura
de la centroderecha: apostar a cambiar toda esa carga de negativismo sin
fundamento. Más que seguir ofreciendo medidas populares, donde el sector
siempre será superado por las restantes candidaturas sin ruborizarse, la clave
puede estar en ofrecer optimismo. Que no es cierto que todo sea terrible; muy
por el contrario, que hemos construido una sociedad con grandes oportunidades,
que ha traído un bienestar desconocido para todos y que nuestros padres ni
pudieron imaginar, y que aún podemos más. Que esa es la senda que hay que
seguir. Por lo demás, así lo dijo la propia candidata al presentar su programa,
pero no constituye el eje de su campaña, que al final carece de un sueño o al
menos de un relato.
Algunos pensarán que es riesgoso negarse a ir a
un debate cuando no está Bachelet o bien vender una visión distinta de la
realidad ante un Chile repleto de quejas, ya que podemos perder. Como si fuéramos
derechito a la victoria. Einstein sugería: si haces siempre lo mismo, no
esperes cambiar los resultados.
El mejor escenario en Argentina,
por Andrés Oppenheimer.
La cirugía de cráneo a la que fue sometida la
Presidente argentina Cristina Fernández de Kirchner esta semana, que según se
anunció oficialmente la obligará a guardar reposo hasta después de las
elecciones Legislativas del 27 de octubre, ha dado lugar a todo tipo de
especulaciones sobre el futuro del país.
Ya antes de la cirugía del 8 de octubre para
extraerle un hematoma en la cabeza, las encuestas indicaban que el partido Gobernante
de Fernández perdería las inminentes elecciones Legislativas, y Fernández no
tendría los votos en el Congreso para cambiar la Constitución y presentarse a
una reelección en 2015.
Ahora, tras la operación, las especulaciones
políticas van desde que la Presidente saldrá políticamente fortalecida, hasta
que convocará a elecciones Presidenciales adelantadas. Entre los escenarios
posibles, se cuentan:
—El escenario “Fernández sale fortalecida”:
Según esta teoría, el partido de Fernández obtiene mejores resultados de lo
esperado en las elecciones del 27 de octubre, gracias al “efecto compasión”
hacia la Presidente enferma. Y su período de reposo médico de cuatro semanas la
aislaría del costo político de la derrota de las elecciones Legislativas, ya
que ahora no podrá hacer campaña por los candidatos de su partido.
Según este escenario, Fernández podría ganar
suficientes bancas en el Congreso como para seguir siendo una Presidente fuerte
hasta el final de su período, y tal vez incluso convertirse en una poderosa
figura política más allá de 2015, aun cuando no pueda ser reelegida.
Sin embargo, los escépticos dicen que con
Fernández no habrá un “voto compasión” como el que la benefició tras la muerte
de su esposo, Néstor Kirchner, en el 2010, porque el contexto es diferente. La
economía está mucho peor, y su Vicepresidente Amado Boudou —que está actuando
como Presidente interino— es uno de los políticos más impopulares de Argentina.
Un sondeo del diario Clarín reveló que el 61%
de los encuestados dijo que la licencia médica de la Presidenta no tendrá
ninguna influencia sobre las elecciones Legislativas, mientras que el 15% dijo
que beneficiará al Gobierno, y el 12% dijo que beneficiará a la oposición.
—El escenario “No pasa nada”: El partido de
Fernández pierde las elecciones del 27 de octubre, tal como lo prevé la mayoría
de las encuestas, y Fernández llegará con los mismos altibajos de los últimos
años hasta el final de su período Presidencial. Probablemente siga acusando a
los empresarios y a los medios por la gradual decadencia del país, a pesar de
que Argentina se ha beneficiado de la mayor bonanza económica de su historia
reciente por los altos precios de las materias primas durante su Presidencia.
“Si se recupera, estamos en un escenario de
continuidad, en que puede aumentar el control Gubernamental sobre la economía”,
dice Daniel Kerner, del Grupo Eurasia en Washington D.C.
—El escenario de la “sucesión Constitucional”:
Los problemas médicos y políticos de Fernández se agravan y —ya sea por presión
de sus hijos, o por no querer cometer el error de su esposo antes de morir
cuando desoyó los consejos de sus médicos— la Presidenta decide dimitir.
Fernández trataría de dejar a cargo a un aliado, pero muy probablemente no a su
Vicepresidente Boudou, quien enfrenta varias investigaciones de corrupción, y a
quien se le haría difícil Gobernar el país. Fernández postularía a algún otro
político en la línea sucesoria.
—El escenario de “las elecciones anticipadas”:
La salud de Fernández no mejora, la economía sigue empeorando, y la Presidente
decide llamar a elecciones anticipadas, con la esperanza de ayudarle a triunfar
a alguno de sus aliados. “El mercado parece estar previendo un cambio de
régimen”, dice Alberto Bernal, de Bulltick Capital Markets, señalando que la
bolsa de valores de Buenos Aires ha subido 6% desde las elecciones primarias de
agosto, en las que el partido de Fernández obtuvo magros resultados, y más de
1% desde la cirugía de cráneo de Fernández.
“Si la convalecencia de la Presidente se
extiende más de lo esperado, Boudou no podrá sucederla, y cualquier cambio será
en dirección a un Gobierno más amigo del mercado”, dice Alberto Bernal.
Mi opinión: El escenario más probable será el
de “no pasa nada”, seguido por el de “la sucesión Constitucional”.
En cualquier caso, Argentina tiene un sistema
político híper Presidencial, y el resultado de este nuevo drama dependerá más
de factores médicos y psicológicos que de factores políticos. El futuro del
país dependerá de lo que pase en la cabeza de la Presidente.
En cuanto al escenario más deseable, sería el
que me mandó un argentino cuando les pregunté a quienes me siguen en Twitter
qué creen que pasará en Argentina: “Nada. Espero que (la Presidente) se
recupere, que termine tranquila su mandato, y nos permita no equivocarnos de
nuevo”, decía el mensaje.
Cuidar la confianza.
Los años de bonanza del cobre y el buen
desempeño de nuestra economía han abierto grandes expectativas. Será formidable
el desafío que enfrentará el próximo Gobierno para aplacar la impaciencia y
acomodar las aspiraciones ciudadanas —exacerbadas por algunos incluso hasta la
desmesura— a las reales posibilidades del país. El último informe del FMI habla
de un mundo que recupera la normalidad, pero sigue plagado de riesgos. Prevé
que Chile puede seguir creciendo a buen ritmo, pero que está especialmente
expuesto a una posible caída del cobre.
Los candidatos Presidenciales no están ayudando
a calmar las expectativas. En el debate del miércoles pasado, los ocho
asistentes (Bachelet se excusó) parecieron dar por un hecho que Chile puede
seguir creciendo, creando empleos y generando más ingresos tributarios para el Fisco,
sin mayor esfuerzo de ahorro, inversión y productividad. Hay amplio acuerdo
entre los expertos en que eso simplemente no es viable. El contenido y el tono
de los planteamientos de varios de los postulantes no pueden sino causar alarma
entre los ahorrantes, inversionistas y emprendedores. La candidatura de Evelyn
Matthei ha presentado un programa de Gobierno mucho más realista, pero no ha
aclarado cómo se financiarían los muchos planes que se anuncian.
La candidatura de Michelle Bachelet hasta ahora
ha optado por la ambigüedad. No ha despejado la duda de si con el Partido
Comunista mantiene un mero pacto electoral o pretende incluirlos en su Gobierno,
pese a que aquel es visceralmente opuesto a la economía social de mercado que
nos rige. Aparentemente, las marcadas diferencias ideológicas en el interior de
la “Nueva Mayoría” han ahora impedido hasta configurar un programa de Gobierno.
Aun así, Bachelet ha anunciado grandes cambios que alientan grandes
expectativas, sin precisar medidas, y dado a conocer 50 compromisos
notoriamente vagos.
Parece olvidarse que la confianza es condición
sine qua non para el buen desempeño de la economía. Tal vez nuestros dirigentes
políticos pueden todavía girar contra ese valioso patrimonio de confianza
construido por más de 30 años de administración seria y realista de los asuntos
públicos. Pero la confianza es siempre frágil. En las cinco semanas que restan
de campaña, los candidatos habrán de realizar un especial esfuerzo por despejar
las incógnitas que despiertan la nebulosa de las ambigüedades y la persistente
lluvia de promesas demagógicas. De lo contrario, pueden terminar ahuyentando
los talentos y los capitales que Chile necesita para crecer, dar trabajo y,
paulatinamente, satisfacer las demandas de los votantes.
Ausentismo y privilegios Parlamentarios.
Pese a la abultada agenda Legislativa y a
despecho de compromisos adquiridos, el ausentismo en el Congreso crece a medida
que se acercan las elecciones. La situación es reveladora de una serie de
vicios que han ido ganando espacio entre los Parlamentarios y cuya erradicación
ha sido postergada por demasiado tiempo.
La situación es más crítica en la Cámara de
Diputados, que se renovará en su totalidad en noviembre y en la cual dos
tercios de sus miembros van a la reelección. Aunque en abril las distintas bancadas
se habían comprometido a trabajar hasta el 17 de octubre, desde hace unas
semanas es visible la baja asistencia, pese a que en agenda hay proyectos
relevantes, como el voto de los chilenos en el extranjero, el que fortalece el
orden público o el relativo al Acuerdo de Vida en Pareja, entre otros. De esta
forma, muchos Parlamentarios están dejando de cumplir con un acuerdo que ya
generó polémica en su momento, lo cual seguramente profundizará la mala imagen
de la actividad política entre la población.
El ausentismo no tiene costos para los Diputados,
que sólo verían caer en 1% su remuneración si su inasistencia hace fracasar una
sesión. Esto constituye una enorme ventaja para los Parlamentarios que buscan
la reelección, pues en la práctica el sistema subsidia su ausencia, situación
muy distinta a la que deben enfrentar quienes buscan desafiarlos
electoralmente, obligados a cubrir sus gastos bajo su propio riesgo. El
resultado de este y otros privilegios -semana distrital, asignaciones anexas a
la dieta, pasajes aéreos gratuitos, etc.- es hacer mucho más difícil la
renovación de los cuadros políticos, pues dichas condiciones dificultan de
forma injusta la posibilidad de desbancar a un Parlamentario en ejercicio.
Edición tardía.
Problemas con nuestra comunicación y
dificultades de conexión retrasaron la subida de esta edición, por lo que
rogamos a nuestros amigos y amigas nos disculpen por las molestias ocasionadas.
Pueblos bien informados
difícilmente son engañados.