Sin duda es la foto de la semana: El Juez
Daniel Urrutia dejó con arraigo nacional al ex Subsecretario del Interior,
Patricio Rosende, y a la ex Director de la ONEMI, Carmen Fernández, y seis
personas más por cuasidelito de homicidio, configurado por la inexistencia de
Alerta de maremoto el 27 de febrero de 2010. Nosotros insistimos en que no
deben pagar solo los ratones y que faltan las Autoridades superiores presentes
en la Oficina de Emergencia esa madrugada, Michelle Bachelet, Edmundo Pérez
Yoma y Francisco Vidal, los que con su sola presencia asumieron, por su grado
en la jerarquía pública, el manejo de la situación.
El
difícil día después de la CEP
Coincidencia
o no, el último gran conflicto interno vivido por el oficialismo -la
crisis desatada por el acuerdo RN-DC- había ocurrido en enero,
cuando el Gobierno intentaba remontar los lapidarios resultados de la
encuesta CEP de diciembre. Ahora, un nuevo estudio de ese repite casi
con exactitud las malas cifras y amenaza ya no sólo el cuidadoso
trabajo político de La Moneda por ordenar a sus partidarios en torno
a las reformas educacional y tributaria, sino la convivencia misma al
interior de la Alianza. En efecto, el episodio que llega a su clímax
con la carta de la directiva de Renovación protestando por la
asistencia del ministro Golborne a un acto en Recoleta, es una
muestra práctica de lo que puede ocurrir cuando se mezclan una
administración debilitada en su evaluación ciudadana, y por tanto
disminuida en la capacidad para disciplinar a sus propias huestes, y
el adelantamiento precipitado de la carrera presidencial.
Porque
sin la confluencia de esos elementos, explicitados crudamente y a la
vez acentuados por la CEP, parece muy difícil imaginar a la mesa de
un partido acusando de proselitismo y de uso de autos fiscales a un
presidenciable del mismo sector, quien, por tanto, podría llegar
eventualmente a ser su propio candidato. Una protesta que bien podría
leerse por los partidarios de Golborne (incluida la mesa UDI) como
declaración de guerra, en un conflicto que, si no se encauza, además
de enturbiar gravemente la gestión de la segunda mitad del mandato
de Sebastián Piñera, corre el riesgo de volverse un nuevo ejemplo
del canibalismo político tan recurrente en la derecha.
Lanzados.
La semana partió con la celebración del
aniversario RN y sus aires de proclamación de un ministro (Allamand)
que ha expresado explícita intención presidencial. Eso, para que
luego su colega y rival Golborne concurriera a una celebración de
las madres, en Recoleta, muy parecida a un acto de campaña y a cuya
salida pidió preocuparse por los votos para la alcaldesa UDI,
protagonista ella misma de una pugna al interior de su partido.
Después vinieron los reclamos de la oposición -incluso pidiendo la
renuncia de ambos secretarios de Estado- y ahora la dura carta de
protesta de la directiva RN. Todo, a sólo quince días de la
anterior escaramuza entre los ministros y de los llamados de atención
respectivos: una sucesión de capítulos que dejan en mal pie la
autoridad presidencial y ayudan poco a espantar la aborrecida figura
del «pato cojo». No sólo eso. Su reiteración acerca aquel punto
en que la permanencia en el gabinete se vuelve incompatible con otras
aspiraciones, por razones que van desde la ética política hasta el
entrabamiento de la propia gestión ministerial. ¿Conviene eso a
alguien? Partidarios de Allamand han planteado que, fuera de su
cargo, Golborne "perdería el «Ferrari» ", es decir, las
ventajosas condiciones de perfilamiento que le ofrece el MOP; sin
embargo, no es nada claro que el adelantamiento vaya a mejorar la
posición del titular de Defensa. En cuanto al Gobierno, obviamente
le perjudica la señalada imagen de incapacidad para controlar a sus
ministros, pero tampoco sus alicaídas cifras de popularidad le
facilitan la tarea de poner en vereda a secretarios de Estado mejor
evaluados que el propio Presidente. Los trascendidos sobre la
molestia del Mandatario con lo que está pasando y los llamados de
atención a ambos bandos por parte de los ministros políticos son
indicativos del nivel de preocupación que esto desata.
Cómo
van? El ministro de Obras Públicas
lleva hoy la ventaja, según confirman la CEP y también algunos
hechos políticos, como la (tímida) aparición de golbornistas en RN
y las señales de una UDI cuya supuesta carta natural, Pablo
Longueira, quedó relegada a lugares segundarios en la encuesta. Pero
también los números delthink tank dejan a los secretarios de Estado
muy a la zaga de una Michelle Bachelet que parte con el 51% de las
menciones espontáneas. ¿Tienen perspectivas? Las cifras CEP y
Adimark hacen ver lejano aquel objetivo del Gobierno de llegar a un
40% de apoyo a su gestión antes de la municipal y sentar así las
bases para su proyección. Con todo, las apuestas por un buen
resultado en esos comicios siguen como la gran esperanza del
oficialismo para un repunte... expectativa que podría acabar del
todo frustrada si la virulencia de estas horas no logra ser
controlada.
Contraste
exacerbado es el que se ve entre
Michelle Bachelet copando favoritismos y una Concertación no sólo
mal ponderada en las encuestas, sino enredada en interminables
disputas. Esta vez, la vehemencia de Osvaldo Andrade para pedir
"sentido común" -leída como un intento por evitar la
realización de primarias- terminó siendo un boomerang que obligó
incluso a los democratacristianos bacheletistas (con excepciones: el
vicepresidente Víctor Torres) a apoyar -al menos por ahora- ese
mecanismo y que puso más aún en entredicho el discutido acuerdo
DC-PS. Ello, paradójicamente, justo cuando la misma CEP mostraba que
los competidores de Bachelet intra Concertación se debaten entre las
bajas de popularidad (Velasco) y la intrascendencia. Sólo Marco
Enríquez-Ominami aparece hoy como un adversario, dentro de la
izquierda, capaz de incomodarla... aunque parece claro que él no irá
a primarias y apostará a la primera vuelta. En todo caso, la
situación misma de Bachelet también implica algunos dilemas para el
bloque opositor. Desde luego, el nunca descartable escenario de que
decidiera no volver a postularse. Pero, también, el de proclamarla a
partir de un mecanismo que no huela a los execrados acuerdos
cupulares, pero tampoco la exponga a desgastes.
La
sombra del tsunami. Aparte de la
batalla presidencial y las encuestas, el otro hecho clave de la
semana se desarrolló en el Centro de Justicia, en las audiencias de
formalización por el 27/F. El caso en sí tiene alcances
controvertidos (desde la evaluación penal de responsabilidades
políticas, hasta la extensión del procedimiento, con verdaderos
ribetes de antejuicio). Pero, además, pone en el primer plano uno de
los aspectos más débiles de la gestión Bachelet: el lamentable y
desorientado manejo frente a esa catástrofe, tema que resurgiría
sin duda en su eventual campaña presidencial.
Amedrentamiento
a Rector de la Usach
Un
grupo de seis individuos encapuchados incendió el martes en la
mañana el automóvil del rector de la Universidad de Santiago en
dependencias de la Usach. Se trata de un acto de violencia que
despertó una condena unánime de diversas autoridades y de la
ciudadanía, y que debe ser investigado a fondo para conocer las
motivaciones de los agresores, determinar la identidad de éstos y
conseguir que sean puestos a disposición de la justicia.
Parece
evidente que el objetivo del atentado fue amedrentar a la máxima
autoridad del plantel universitario y generar un efecto intimidador
en la comunidad universitaria. El rector calificó el episodio como
un “acto irracional y terrorista”, a la vez que descartó
-sin entregar fundamentos para la aseveración- la posibilidad de que
los perpetradores del mismo fueran estudiantes de esta casa de
estudios superiores. En virtud de los primeros antecedentes que se
conocen, quienes cometieron el hecho actuaron con clara
intencionalidad, mostrando un grado importante de organización y
coordinación, pues conocían muy bien el recinto y cuál era el auto
del rector. El que hayan tardado sólo 30 segundos en llevar adelante
la operación habla del grado de preparación que tenían. Esto
sugiere la presencia de un grupo coordinado que actuó de manera
premeditada.
El
atentado confirma una vez más la existencia de grupos dispuestos a
realizar actos de violencia con el fin de infundir temor y tratar de
forzar determinadas acciones o decisiones. La experiencia debe servir
a para que se tomen mayores resguardos en la Usach. Esta no cuenta
con las medidas mínimas de seguridad que son exigibles en momentos
de alta efervescencia estudiantil como los actuales. Es necesario
recordar que, en el pasado, la actuación de los manifestantes ha
obligado a la fuerza pública a ingresar al campus para poner orden y
evitar que los violentistas busquen refugio en éste.
Sueldo
mínimo con ingreso ético familiar
La
aprobación por el Congreso del proyecto gubernamental sobre ingreso
ético familiar ha venido a arrojar una luz nueva sobre la discusión
respecto del monto del sueldo mínimo, que había resurgido luego que
el presidente de la CUT, Arturo Martínez, solicitó que éste suba
de 182 mil a 250 mil pesos. Esa cifra es similar al salario ético
del que habló monseñor Goic hace algunos años, y al monto al que
se comprometió durante la campaña el Presidente Piñera para el
"ingreso ético familiar". La ministra del Trabajo, Evelyn
Matthei, descartó que el monto planteado por Martínez vaya a ser
acogido por el Gobierno, ya que hacerlo tendría directas
consecuencias adversas sobre las nuevas contrataciones de personal de
menor calificación. En efecto, las personas de baja productividad y
que no tienen empleo en la actualidad tenderían a no ser contratadas
con un sueldo mínimo reajustado de manera exagerada, manteniéndolas
en una situación de pobreza. En cambio, serían beneficiados por esa
alza del salario mínimo quienes actualmente trabajan y ya lo están
percibiendo, pues recibirían un aumento automático, lo que no le
ocurriría al resto de los trabajadores. Sin embargo, como dicho
mínimo lo perciben en general quienes laboran en pymes cuya
fragilidad económica les hace muy difícil absorber dicha alza, su
fuente laboral también podría terminarse.
El
número de trabajadores que recibe un sueldo mínimo es inferior al
11 por ciento de los asalariados según la encuesta Casen, por lo que
no resulta prudente ni aconsejable elevar el salario mínimo más
allá de unos pocos puntos sobre la inflación. Esto, especialmente
en un escenario en que la creación de empleo está experimentando un
aumento vigoroso, y de manera natural los salarios reales tienden a
crecer en términos reales, pues un número creciente de trabajadores
de salario mínimo comienzan a percibir remuneraciones que sobrepasan
este nivel, sin correr el riesgo de desempleo que crearía un aumento
artificialmente alto y definido por ley.
Este
problema se aborda mejor por la vía de definir un ingreso mínimo
familiar, como lo ha hecho el Gobierno. En tal caso, se complementa
el salario mínimo (o valores cercanos a él) con subsidios, algunos
de los cuales se entregan a las familias por el solo hecho de estar
en situación de pobreza, y otros según mérito, que puede estar
relacionado con el esfuerzo que las personas desplieguen en el
cuidado y estudio de sus hijos, aunque también podría estar
asociado al hecho de tener trabajo con una remuneración cercana al
mínimo. Así se pueden elevar los ingresos de las familias en peor
condición, sin distorsionar negativamente el mercado del trabajo y
evitando que crezca el desempleo.
Sectores
cercanos a la CUT y a los partidos políticos que sienten representar
genéricamente a los trabajadores son en general muy escépticos
respecto de aumentos salariales provenientes de la situación del
mercado laboral. Sin embargo, en la actualidad hay sectores como la
minería y la construcción, en los cuales es muy difícil encontrar
mano de obra, y cuyas remuneraciones han experimentado fuertes alzas,
desmintiendo ese escepticismo. Por eso, es preferible asegurar las
condiciones para un crecimiento sostenido de la economía, que
incremente la demanda por mano de obra, junto con otorgar mejor
educación a la población, para subir su productividad, y que esos
factores eleven las remuneraciones de manera permanente. En cambio,
hacerlo por ley y de manera exagerada tendría efectos nocivos y
contrarios a los buscados.
Mal
resultado de los docentes
Un
examen a los egresados de las carreras de pedagogía básica de 49
universidades y centros de estudios superiores arrojó resultados
francamente insuficientes. La prueba tiene un carácter voluntario y
sólo se ha informado en detalle de aquellas instituciones que
pudieron presentar a 12 o más egresados. En conjunto, el 42 por
ciento de los futuros profesores no alcanza el mínimo en cuanto a
conocimientos pedagógicos, y un asombroso 69 por ciento no alcanza
tampoco el mínimo en conocimientos disciplinarios de las materias
que van a enseñar a los alumnos. Si se considera que se trata de lo
que debe aprender un niño menor de 12 años, el desconocimiento de
los futuros docentes es doblemente inquietante, pues se esperaría
que esas materias las supiera todo alumno que egresa de la enseñanza
media y, por cierto, todo universitario.
Este
lamentable resultado, sin embargo, no debiera sorprender a nadie,
pues ya existían antecedentes muy serios del bajo nivel de
preparación de los egresados de las escuelas de educación chilenas.
Entre 2007 y 2008, una prestigiosa organización internacional que
evalúa la educación en varios países examinó los conocimientos
matemáticos y pedagógicos de los futuros profesores en 16 países.
El rendimiento de los alumnos nacionales mal podría ser peor. Entre
quienes egresaban para enseñar a los niños del segundo ciclo de
educación básica, por ejemplo, Chile ocupaba el último lugar,
aunque participaban países pobres, con ingresos muy inferiores a los
nuestros.
La
inquietud social por la calidad de la educación aparece
crecientemente respaldada por las mediciones más serias. Reflejan
ellas una deficiencia profunda, no explicable por ninguna medida
específica adoptada por algún gobierno, sino más bien por la baja
prioridad que la sociedad chilena le ha dado a la educación. Bajos
salarios a los profesores, malos puntajes de ingreso a las carreras
pedagógicas, prestigio social disminuido y, dentro de las
universidades, poco respeto académico por las disciplinas
educacionales, son todos indicios de una baja valoración social de
la educación. No obstante, esto parece estar cambiando, y hoy todos
los sectores sociales y políticos afirman que le otorgarán primera
prioridad al tema.
Con
todo, los avances han sido lentos, pero no menores, pues entre el año
2000 y 2009 fue el país que más avanzó en los exámenes de
capacidad lectora de los estudiantes y quedó situado, junto a
Uruguay, como uno de los mejores en América Latina. Por cierto, las
comparaciones con los países de la OCDE no son favorables para
Chile, ya que nuestro nivel está aún muy por debajo de los países
desarrollados.
Junto
a estos avances alentadores, que suelen quedar en el olvido, otras
señales son muy decepcionantes. En 2006 se instituyó un sistema
nacional de aseguramiento de la calidad en la educación superior,
para lo cual se establecían procesos de acreditación como el
instrumento para garantizar a los estudiantes una buena formación.
No obstante, las facultades de Educación cuyos resultados se han
revelado desastrosos no tuvieron dificultades para lograr su
acreditación, con lo cual han dejado al sistema en tela de juicio.
Incluso se observa un plantel que no logró que ninguno de sus
egresados llegara al mínimo, pero había obtenido una acreditación
por cuatro años.
El
país ha tomado conciencia de la importancia de la educación, así
como de sus deficiencias mayores. Las soluciones no siempre han dado
resultados y -lo que parece agravar las circunstancias actuales- el
interés por aprovechar políticamente el descontento social conspira
contra la búsqueda de acuerdos sólidos y técnicamente bien
diseñados. En la historia de Chile, misiones extranjeras tuvieron
notable participación en el mejoramiento de nuestras instituciones
educacionales, y quizá sea el momento de buscar una asesoría
técnica de la mayor jerarquía, que pueda pasar por sobre las
diferencias políticas.
Un
momento crucial para las economías europeas.
La
difícil situación económica por la que atraviesa Europa cobró el
domingo una nueva víctima política con la derrota del Presidente
francés, Nicolas Sarkozy, quien perdió la reelección ante el
candidato socialista, Francois Hollande. Sarkozy se suma de esta
manera a la larga lista de gobernantes europeos que han salido de sus
cargos a raíz de la crisis de la deuda soberana de los miembros de
la eurozona.
El
triunfo de Hollande fortalece la posición de quienes pretenden
revisar el pacto fiscal acordado por la Unión Europea a fines de
2011, el cual supuso la adopción de severas medidas de austeridad en
los diversos países afectados por la crisis. Bajo el impulso del
gobierno alemán de la canciller Angela Merkel y del propio Sarkozy,
las naciones europeas han venido experimentando una brusca reducción
del gasto público, acompañada en algunos casos de alzas
tributarias. La consecuencia ha sido una caída en el crecimiento (al
punto que España, por ejemplo, se encuentra en recesión) y una
aguda alza del desempleo, todo lo cual, a su vez, ha generado
descontento social, el auge de posturas extremas a la izquierda y a
la derecha del espectro político (como quedó en claro en las
elecciones legislativas griegas del domingo y tras la primera vuelta
de las presidenciales francesas) y el surgimiento de potentes voces
que sostienen que la austeridad no es el camino más adecuado para
recuperar las economías de la región y demandan, en cambio, un
aumento del gasto como medio para dejar atrás la crisis.
El
debate europeo se ha situado de esta forma en un momento crucial.
Mientras el gobierno alemán, el Banco Central Europeo y el todavía
influyente Bundesbank señalan que no habrá salida de los problemas
sin un doloroso ajuste estructural que transforme las bases del
modelo económico para remover de él la enorme presencia que hasta
ahora ha tenido el aparato estatal, algunos líderes del sur de
Europa y el Presidente francés electo apuntan a que es posible
superar la compleja coyuntura, generando crecimiento a partir del
aumento del gasto, adoptando programas de estímulo que sirvan para
poner de nuevo en marcha la economía. Sin embargo, parece obvio a
estas alturas que este último tipo de planes no ha tenido utilidad y
que sólo haría más difíciles las cosas, postergando soluciones de
fondo, aumentando los déficit fiscales y elevando el riesgo país
(con la consecuente alza de las tasas de interés a las que es
posible endeudarse) de las economías europeas. La misma Francia,
cuya deuda pública se empinó durante el gobierno de Sarkozy hasta
un equivalente al 90% del PIB, es la muestra más palpable de que el
aumento del gasto no sirve para reimpulsar una economía que,
mientras no haga un ajuste profundo, seguirá sufriendo graves
problemas de credibilidad.
Lo
más prudente parece ser adoptar una política de austeridad, pero
sin caer en excesos que terminen ahogando las posibilidades de
recuperación. El Fondo Monetario Internacional ha advertido
recientemente acerca de este peligro, señalando que, aunque resulta
urgente tomar medidas para enfrentar el alto endeudamiento (en las
economías avanzadas, éste alcanzará en promedio al 109% del PIB en
2013), también es necesario buscar soluciones que reimpulsen la
actividad. La directora del FMI recalcó ayer este punto, afirmando
que es posible adoptar estrategias que promuevan de forma simultánea
la estabilidad y el crecimiento.
Después
de la batalla,
por
Jorge Edwards.
La
contienda electoral fue áspera, y yo, por razones obvias, no podía
comentarla en columnas de prensa. Pero el día 8 de mayo, fecha de
conmemoración del fin de la Segunda Guerra Mundial, la ceremonia
tradicional en el Arco de Triunfo congregó a los dos contendores, al
presidente candidato, derrotado hacía dos días, Nicolás Sarkozy, y
al candidato socialista y presidente electo, François Hollande. Me
limito a dar una impresión personal, ambiental, por decirlo de
alguna manera, bastante compartida: el apretón de mano entre los dos
personajes, su presencia en la primera fila, tuvo un efecto general
apaciguador. Se recuperaba la vieja tradición republicana, el
sentido de consenso, de unidad por encima de la diversidad. Parecen
palabras, pero todos esperan que esto sea más que palabras. Lo que
ocurre es que aquí hay una tregua, después de una trepidante
batalla, y además de eso una economía sólida, que tiene muchas
maneras de defenderse, pero en otros lados de Europa, y sobre todo en
Grecia y en España, los signos inquietantes se multiplican. Alguien
me comenta que los neonazis griegos, con su odio al sistema
construido por los europeos, forman una de las hordas más peligrosas
del mundo contemporáneo. Podemos imaginar lo que sería una Europa
recorrida por bandas ultranacionalistas, fascistoides. Sería un
regreso a pasados tenebrosos, que parecían enteramente olvidados.
Una ceremonia republicana, democrática, en que las divisiones
internas se olvidan, al menos por el espacio de una mañana, pasa a
ser entonces un episodio digno de ser observado y respetado. Que
Lionel Jospin, ex Primer Ministro socialista, converse y discuta con
François Baroin, el ministro de Economía saliente, y que el señor
Fillon, Primer Ministro hasta el día cercano de la transmisión del
mando, escuche por encima del hombro, son situaciones civilizadas y,
por eso mismo, no desdeñables. Que terminen las bandas militares y
se vuelvan a tirar sartenes y cucharones por la cabeza, ya es otro
asunto.
Entretanto,
en mi calidad de diplomático intermitente, me acuerdo de anteriores
ceremonias frente a la llama del soldado desconocido. En un mayo del
año 71 o del año 72, un comienzo de primavera más bien frío,
ventoso, con un sol que se asomaba por entre nubarrones, estuve
sentado al lado de Alejo Carpentier, el novelista cubano de El reino
de este mundo. Como se sabe, por razones de alfabeto, el protocolo
colocaba siempre a Chile al lado de Cuba y de China. Miguel Barnett,
escritor bromista, que se había alineado en el castrismo oficial
después del «caso Padilla», se inclinó una vez por detrás de la
espalda del embajador de Pekín, en una reunión oficial, y me dijo:
“China nos separa”. No era poco, y él sabía que la separación
venía por otros motivos. Pues bien, con Alejo Carpentier, que había
sido musicólogo antes de dedicarse a escribir novelas, aprovechaba
para hablar de música. Conocía a fondo la música francesa de
finales del siglo XIX e incluso de comienzos del XX. Podíamos
transitar entre Offenbach, Massenet, Chabrier, Camille Saint Saens,
llegando hasta Poulenc y Pierre Boulez, a lo largo de imponentes
ceremonias. Las bandas militares atacaban una pieza musical
cualquiera y él conocía la biografía del autor, los lugares donde
la música había sido estrenada, las más diversas circunstancias.
Ahora
leo unos textos del gran mexicano Alfonso Reyes, prologados y
recopilados por el señor Bernardo Hernández Amor, jurista, miembro
del Tribunal Internacional de La Haya, y comprendo que Reyes escribió
con notable agudeza, con buen sentido, acerca de sus experiencias de
diplomático en Buenos Aires, en Río de Janeiro, en Madrid, en
diversos lugares y circunstancias. Era un escritor en la diplomacia,
pero fue también un gran diplomático en la literatura. Reyes se
ocupaba de los manteles, la vajilla, la cuchillería, hasta los
mayores tratados internacionales. En una etapa se endeudó hasta la
camisa para representar mejor a su país en Europa. Fue amigo de
Gabriela Mistral, de Manuel Bandeira (poeta brasileño), de Jorge
Luis Borges. Bandeira escribió un poema para su despedida en un
hipódromo de la ciudad de Río. Me acuerdo de dos versos: Alfonso
Reyes partindo / e tanta gente ficando. Los que se van, en contraste
con los que se quedan, suelen no estar bien escogidos. Alfonso Reyes
cuenta que las embajadas mexicanas de su época, en un tiempo de
guerras civiles, de revoluciones, de conflictos, estaban en un estado
penoso de abandono. Una vez llegó a su residencia, se acostó en un
catre relleno con aserrín y el catre se vino abajo. Es entre
divertido y penoso, pero no me extraña en lo más mínimo. Yo me
tendí un buen día en la cama de la mansión de la avenida de la
Motte-Picquet, a poco de haber llegado y con la mayor inocencia, y la
cama también se vino abajo. Como es muy grande, me las arreglé para
dormir en uno de sus costados. Al día siguiente me explicaron que
estaba ya muy gastada, con la madera un poco carcomida por el paso de
los años y las décadas, y que el catre solía arquearse y terminar
por derrumbarse. Son las llamadas delicias de Capua, más gratas en
la distancia, pero considero que existen algunas compensaciones. Al
fin y al cabo, hablar de música francesa con Alejo Carpentier,
sentado en una gradería frente al Arco de Triunfo, en medio de los
tambores y las trompetas ceremoniales, bajo un cielo que por momentos
se despejaba, ha sido un privilegio extraordinario. Los ocasionales
cototos pueden olvidarse con toda tranquilidad.
(Los
textos de esta edición fueron seleccionados de diarios de
circulación nacional).