Retrato
póstumo de los forjadores de la
República
de Chile. De izquierda a derecha:
José
Miguel Carrera, Bernardo O'Higgins,
José
de San Martín, Diego Portales.
Chile
festeja las Glorias del Ejército con la Gran
Parada
Militar, en la que participan todas las
Ramas
de las FFAA y de Orden, el 19 de
septiembre
en el Parque O´Higgins.
Fiestas Patrias,
¿Que Festejamos?
18 de septiembre.
El 18 de septiembre
festejamos la constitución de la Primera Junta de Gobierno de 1810, suceso que
podríamos considerar como el primer paso o el primer grito con que Chile
iniciara la lucha por la liberación del país de la tutela del reino de España.
Aunque la Junta no
constituyó un acto independentista como tal, permitió que los criollos buscaran
y discutieran la mejor manera de dirigir a Chile, tarea que no fue fácil, pues cada grupo de quienes aspiraban a la independencia
luchaban por imponer “su” mejor fórmula para el país.
La Junta de Gobierno de 1810 permitió el nacimiento
del período conocido como “Patria Vieja”, lapso en que se crearon la bandera y
escudo nacionales, y se libraron batallas importantes contra el ejército
español, momento histórico en que se
distinguieron nuestros héroes nacionales
Bernardo O’Higgins y José Miguel Carrera, entre otros.
Hasta el 18 de
septiembre de 1810 Chile era manejado política y administrativamente al reino
español, que por más de 300 años habían subyugado a los nativos de esta tierra,
a la que además se habían integrado una mezcla hispano-indígena y los criollos
nacidos en esta tierra.
Después de la “Patria
Vieja” vino el duro periodo de la “reconquista”, en el que hubo fieros
enfrentamientos con los españoles, con disimiles resultados, hasta que el 5 de abril de 1818, en la Batalla de Maipú, las
tropas chileno-argentinas, dirigido por San Martín, pusieron el fuga a los
realistas.
La emancipación de
Chile se concretó el 12 de febrero de
1818 mediante el Acta de Independencia de Chile, aprobada por O´Higgins en
Talca el 2 de febrero, la que fue
signada por el Director Supremo, Bernardo O´Higgins, independencia que
España reconoció el 24 de abril del 44.
19 de septiembre.
Desde el año 1915,
bajo el Gobierno de Don Ramón Barros Luco, se celebra en esta fecha las Glorias
del Ejercito Chileno, que se conmemora con la gran Parada Militar, en la que
los soldados de todas las ramas de nuestras Fuerzas Armadas y Carabineros
desfilan ante las Autoridades Nacionales e invitados especiales.
Así en el hoy llamado
Parque O´Higgins las fuerzas de tierra, aire, mar y de nuestra policía uniformada nos dan una
demostración de sus capacidades, mostrándole al mundo la gallardía de esos
hombres y mujeres que tienen la misión de proteger a nuestro territorio de
agresiones exógenas y mantener el orden interno.
Se acabó el año... y no
pasó nada,
por Francisco José Covarrubias.
Ha llegado el 18 de
septiembre. ¡Ya estamos en octubre! Luego vienen las municipales. ¡Bienvenido
noviembre! La Teletón, la Navidad, y el año se acabó. Nada inesperado pasa en
Chile después de Fiestas Patrias. O casi nada...
Los agoreros de la
revolución nos advirtieron que este año sería el año decisivo. Que después de
los estudiantes vendrían las regiones. Que después de la educación lo que venía
era el sector salud. Que después del movimiento estudiantil de 2011 este año
sería mucho más masivo y más profundo. Todo eso se dijo. Y todo eso -casi con
certeza- ya no pasó. El movimiento estudiantil se desinfló, los
"indignados" desaparecieron de las calles y la efervescencia del
"vallejazo" de 2011, definitivamente ya pasó.
La crisis
institucional no era tal. El fin del capitalismo no llegó. Y las guillotinas
aceradas que algunos "intelectuales" llamaron a preparar para la
revolución que se venía tendrán que ser guardadas para otra ocasión.
Un país cuyas
discusiones centrales son el margen de error de la encuesta Casen, el derecho
que tienen los Ministros de comentar los fallos de la Corte Suprema o el límite
de la reelección de los Parlamentarios, no es un país que está en crisis. Basta
mirar a Argentina o Venezuela para saber lo que se discute en países con
problemas institucionales de verdad.
Quedan, sin embargo,
dos preguntas por resolver y una oportunidad por tomar.
La primera pregunta
es práctica y atañe al Gobierno. ¿Por qué en un año que terminará siendo
"tranquilo" -donde el fantasma de la ingobernabilidad desapareció- el
Gobierno no ha podido despegar? La respuesta está en la política. Si bien los Ministros
en general están bien evaluados (y en general lo están haciendo más o menos
bien), es claro que persiste un déficit político importante. Con un Ministro
del Interior que creyó que sería el próximo Presidente, y que terminó siendo
irrelevante, y con un Presidente que no ha logrado encontrar la sintonía con la
ciudadanía.
La segunda pregunta
es más de fondo. Si no era la revolución, ¿qué era entonces?
No es fácil
responderla. Pero parece ser que simplemente la gente se empoderó -en buena
hora- y que no hay tolerancia con los abusos de las empresas y de la política.
Pero la ciudadanía no espera que "se vayan todos" los políticos, ni
el chileno quiere salir a quemar las empresas. Basta mirar, por ejemplo, la
última encuesta CEP donde la mayoría dice que la principal responsabilidad por
el sustento económico debe estar en las personas mismas. O la encuesta de la
UDP, conocida esta semana, donde -por ejemplo- sólo una minoría plantea que los
colegios subvencionados deben pasar a manos del Estado.
Los excesos del
capitalismo hay que abordarlos, tal como lo pensaba el propio Adam Smith, con
más competencia y con algo de regulación. El resto es música.
Detrás de las dos
preguntas aparece una oportunidad dada por la coyuntura. Una Concertación que
está destruida, pero convencida de que llegará al poder con Bachelet, ahora sí
tiene incentivos para buscar acuerdos en materias que serán clave para el
próximo Gobierno. Mal que mal, si no se resuelven ahora, las deberán resolver
ellos si llegan al poder. El Gobierno debe aprovechar eso para consensuar los
cambios que se necesitan hacer -por ejemplo en energía y política (binominal
incluido)- y empujar el carro.
Pese a que este año
"ha terminado" y que 2013 "está perdido" por las
elecciones, hay espacio suficiente para seguir haciendo los cambios que Chile
requiere. No para evitar la revolución, sino para seguir haciendo camino al
andar...
Choque entre estilo y
gestión,
por Andrés Benítez.
Nadie discute que
Obama es el Presidente con más estilo del mundo. La reciente convención
demócrata fue una prueba más del extraordinario manejo de las formas de su Gobierno.
Si hubiera sido una película, de seguro hubiera ganado los premios Oscar a la
mejor producción, mejor guión y mejor actuación. Los magistrales discursos de
Michelle Obama y Bill Clinton; el glamour de estrellas como Scarlett Johansson
y Natalie Portman; la magia de los Foo Fighters interpretando su éxito My Hero.
Por ello, cuando finalmente llegó el turno de Obama, el ambiente estaba
preparado. Al Presidente le bastaron sólo 40 minutos de discurso para desatar
la locura.
Pero todo este
impacto de estilo choca con otra realidad. Obama no ha sido un buen Presidente,
partiendo por una economía que no repunta y muestra un desempleo a niveles
récord. La promesa de hace cuatro años de que Estados Unidos volvería a ser la
tierra de la esperanzas no se cumplió, dejando el “yes we can”, el eslogan de
su llegada a la Casa Blanca, como algo vacío, poniendo su reelección en duda,
algo impensable hace poco tiempo.
Es interesante lo que
sucede con Obama, porque de alguna forma es lo inverso que le pasa a Piñera.
Nuestro Presidente es siempre criticado por su estilo: es poco carismático, le
falta cuento y opera de formas poco adecuadas. Pero si ese es su problema,
tiene a su favor un gran activo: puede mostrar resultados, especialmente donde
su par norteamericano es más débil, que es la economía. Se puede decir,
entonces, que ambos se mueven en mundos opuestos. Donde uno es fuerte, el otro
es débil. La pregunta que salta a la vista es simple: ¿Qué es más importante?
¿Ser estiloso o ser eficiente?
Claro, desde el punto
de vista país, siempre es mejor tener resultados que estilo. Pero desde el
punto de vista político, la situación no es tan clara, y da la sensación de que
ambas son importantes; que la gente toma el conjunto de las cosas, en una
suerte de que no basta ser, sino también parecer. Esto es claro al mirar las
encuestas. Ninguno es popular. Obama, antes de la convención, tenía un índice
de aprobación de 39%, en tanto que un 54% de la gente rechazaba su gestión.
Piñera, por su parte, tiene una aprobación de 36% y un 57% de rechazo.
En este contexto,
ambos tienen un enorme desafío por delante. Obama, para demostrar que lo suyo
no es sólo glamour y palabras bonitas, tiene una tarea gigantesca por delante.
Piñera también, porque sus éxitos en materia de gestión siempre se ven opacados
por la forma, algo que tampoco es fácil de cambiar. En el intertanto, los dos
siguen jugando a lo suyo, con resultados inciertos. Obama, luego de la
convención, subió su aprobación a 45%, demostrando que su estilo sigue vendiendo,
pero sin claridad de que será suficiente para alcanzar la reelección.
Piñera, a punta de
resultados, ha subido 10 puntos en las encuestas en los últimos seis meses,
pero con un avance por goteo para el tiempo que le queda. Por ende, apostar a
lo mismo parece insuficiente, y el verdadero punto de inflexión sucederá cuando
ambos mejoren sus puntos débiles, haciendo que estilo y gestión no sigan
chocando. Porque, al final, nadie duda que un poco de resultados le harían un
favor enorme a Obama. Lo mismo que un poco de estilo ayudaría a Piñera en forma
significativa.
La cueca larga
por
Alfredo Jocelyn-Holt.
ES TIPICO nuestro, no
tanto sentirnos nosotros mismos tal cual somos, sino preguntarnos
incansablemente acerca de qué es “ser” chileno, qué es lo propio, cómo se nos
ve desde afuera; últimamente, en qué lugar figuramos en las tablas comparativas
respecto al mundo, si subimos, si bajamos, si nos cotizan.
Según Joaquín Edwards
Bello, “carecemos de toda noción de nosotros mismos, por ello preguntamos
afanosamente: ¿qué impresión habremos causado?”. Por eso recurrimos, además, a
ese cuento publicitario de la “marca país” y a la fe incontrovertible en
encuestas y rankings, a lo nuestro de siempre, a la constatación y rito
obligado por estas fechas, el del sí, ay sí, si ya van 202 y a mucho orgullo
somos y seguimos siendo lo que siempre hemos sido: “chilenos todos”. Nuestra
“cueca larga”. En palabras de Pedro Balmaceda a fines del siglo XIX, algo
agotado de tanto estribillo machacado: “Conozco gentes cuya vida no es más que
una perpetua canción nacional”. Hoy diríamos “un eterno partido de fútbol” y
aunque a menudo goleados, seguimos entonando “el canto de todos es mi propio
canto”, el “si es con la camiseta puesta, qué más da, si somos chilenos todos”.
Me van a perdonar,
pero ésta, la nacionalista, es como de curados y una pésima manera de pensar.
No hay que ser entendido en fútbol para saber que no es aconsejable seguir
comprometiendo tan humillantemente nuestro orgullo patrio en esa cancha; si ha de
ser en deportes como nos definimos,
sería mejor que simplemente retomáramos el “palín” o chueca. De igual
manera que no tiene mucho sentido seguir insistiendo en el huaso y en los
caballos corraleros como íconos nacionales, no después de la reforma agraria,
en un país 80% urbanizado, y que, de hecho, conoce (no digamos que las vacas)
sólo la carne de asado comprada en un supermercado. Es tan así, gústenos o no,
que no hay huaso hoy que no parezca disfrazado de huaso, o pelotero de pichanga
de futbolista en serio.
Lo mismo ocurre con
las encuestas. Los “encuestólogos” pretenden generalizar sobre el país a partir
de muestras subjetivas (la vulgar y engañosa “doxa” que objetaba Platón),
basados en universos escuálidos, y en preguntas las más de las veces
tendenciosas, y eso que nadie los desmiente. Circula un “estudio” sobre la
percepción de los chilenos sobre sí mismos. En una de sus entradas un 76% de
los consultados afirma que es propio de los chilenos “no decir las cosas de
frente”. La lógica me dice que de ser efectivo todas las respuestas consignadas
en dicha muestra son discutibles (incluida esa respuesta) e invalida de paso
todas las encuestas.
Criticamos a
políticos, militares y curas, pero nadie pone en cuestión la prédica constante
e irresponsable de sociólogos y encuestadores que, en nombre de
cuantificaciones pseudocientíficas, osan hablar del estado de opinión del país
sobre los más variados temas, empezando por los políticos (inflan a candidatos
de por sí inflados) reduciendo posibilidades y afectando nuestro futuro.
Lo que de verdad
importa -no es la “identidad”, tampoco una supuesta “opinión” media
empadronada- es la historia y pensarla ilustrada e inteligentemente. Y esto de
estar permanentemente mirándonos el ombligo (“Te pito o te henua”),
ubiquémonos, es más polinésico que chileno.
La Casen en perspectiva.
Por más de 25 años la
Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) ha sido la fuente
de información para el análisis de políticas sociales en nuestro país. Ella ha
permitido documentar los cambios que Chile ha experimentado en materias educacionales
y laborales, entre muchas otras. Ha influido en la forma en que los hacedores
de políticas miran al país, dando oportunidad de estudiar en detalle los
efectos de los distintos programas sociales. También el mundo académico se ha
beneficiado de ella. El número de trabajos escritos sobre la base de sus datos
ilustra la importancia de estas encuestas: una simple búsqueda en Google
Scholars arroja más de 17.000 resultados para Casen.
Históricamente, los
temas de pobreza y desigualdad han sido los predilectos de los expertos que
trabajan con Casen. Esto no sorprende, pues como su nombre lo indica, esta
encuesta nació por la necesidad de caracterizar las condiciones socioeconómicas
de la población, y ha cumplido su propósito largamente. Chile cuenta con un
reconocido prestigio en materia de estadísticas sociales, con series
comparables a través de varias décadas. Pocos países de nuestra región pueden
exhibir un récord parecido. Pero, más importante aún, menos son los que pueden
mostrar el éxito que ha experimentado nuestro país en materias de reducción de
pobreza e indigencia a lo largo de los años. Chile ha cambiado profundamente, y
la Casen nos ha permitido recordar el pasado y estudiar el presente. Hoy, la
preocupación es su futuro.
Pasado y presente
En 1987, según la
Casen, más del 45 por ciento de la población vivía en situación de pobreza, y
casi dos de cada 10 chilenos eran indigentes. Estas cifras hablan de un Chile
pobre, con un ingreso per cápita bajo 2.800 dólares. En la década siguiente, el
crecimiento económico permitió avances significativos en la batalla contra la
pobreza. Sustentados en la acumulación de factores productivos y mejoramientos
en eficiencia, en promedio crecimos casi 5% anual en los años 90, con un
extraordinario período de expansión entre 1987 y 1995, en el que la tasa de
crecimiento de la economía superó el 7% anual. Así, en 2000, la pobreza ya
mostraba un importante retroceso respecto de los años 80, alcanzando el 20,2%.
También la indigencia se redujo, llegando a 5,6% -un nivel inimaginable pocos
años atrás-.
Durante los años
siguientes, pobreza e indigencia continuaron reduciéndose, pero con menor
vigor. Un nuevo impulso se dio en 2006, cuando la pobreza alcanzó un mínimo
histórico de 13,7 % (la indigencia bajó a 3,2%). En su momento críticas
metodológicas sugirieron que se podría haber subestimado el número de pobres,
pero los estudios demostraron que la caída se produjo por un aumento
significativo de los ingresos del trabajo de los primeros deciles, y por
cambios demográficos en la población (hogares más pequeños), factores que
también se explican por el crecimiento económico. La crisis mundial de
2008-2009 modificó el rumbo. La economía retrocedió -1,0% en 2009, la tasa de
desempleo nacional estuvo en torno al 11% ese año, y el precio de los alimentos
aumentó por sobre la variación del IPC. Como resultado, la pobreza aumentó a
15,1%. Las transferencias del Estado evitaron que ese número fuese aún más
alto.
En 2011, una
interpretación desapasionada de los resultados de la última Casen sugiere un
estancamiento en la pobreza y una reducción significativa de la indigencia
respecto de 2009. El crecimiento económico y la generación de empleos explican
las mejores condiciones de los más vulnerables. Por otra parte, el estancamiento
en la pobreza no debe sorprender. Los retornos del gasto social son
decrecientes, y cada vez es más difícil identificar quién efectivamente
califica como pobre. El desafío es claro: mejorar la eficiencia de las
transferencias del Estado, que según la Casen superan los dos mil millones de
dólares.
Cuestionamientos y futuro
Pero la Casen ha
estado sumergida en la polémica. Primero se plantearon cuestionamientos
técnicos que, desafortunadamente, fueron luego utilizados con fines políticos.
Con todo, esto puede también responder a los cada vez más altos estándares
técnicos que se exigen al país. Pero la clave es cómo se conducen y responden
los cuestionamientos, y en esta dimensión la mala institucionalidad en torno a
la Casen ha sido caldo de cultivo para quienes alimentan injustificadas
suspicacias.
Por ejemplo, el ex
funcionario de CEPAL a cargo de la Casen, Juan Carlos Feres, solicitó al
Gobierno la publicación del pre-test sobre la base del cual él incorporó la
pregunta "y11", lo que a la postre redujo la pobreza de 15 a 14,4%.
En efecto, el Gobierno comunicó al experto la existencia de un pre-test que
validaba técnicamente la inclusión de esa pregunta. Sin embargo, a juicio del
experto, la polémica suscitada hace aconsejable que el Gobierno dé a conocer de
inmediato dicho pre-test, indicando, además, que es necesario conocer qué
institución lo llevó a cabo. Cabe presumir que el Ministerio de Desarrollo
Social entregará un informe técnico preparado hace meses. Asimismo, sería
conveniente que, para despejar dudas injustificadas, diera a conocer toda la
información y la base de datos completa, en particular la variable "y11"
que se debate. Se trata de demoras y postergaciones que pueden ser miradas como
comprensibles o como retardos burocráticos, pero precisamente eso aconseja
revisar la institucionalidad de la Casen.
El otro debate «verde»
que llegará al Congreso.
El cariz
medioambiental que han tomado los debates energéticos en los últimos años ha
puesto en el tapete la necesidad de avanzar en regulaciones que sean
compatibles con la preocupación por la contaminación y los riesgos de los que
alerta la comunidad científica. Se percibe una creciente sensibilidad de la
sociedad chilena al tema, preocupada, según la última CEP, por la contaminación
del aire, la eliminación de la basura y la contaminación del agua, mencionadas
por el 40%, 12% y 11% de las personas, respectivamente.
Esta avalancha ha
irrumpido en el mundo político, haciendo que lo “verde” adquiera un atractivo
altísimo, al punto que, cuando se diseñó la propuesta de reforma tributaria
—que ya partía generando oposición—, se pensó que una buena forma de aunar
fuerzas en pro de la iniciativa era ingresar un capítulo de “impuestos verdes”
que convocara a diferentes sensibilidades. Un par de meses más tarde, sin
embargo, fue uno de los ítemes sacrificados, pues se dio un consenso amplio en
cuanto a que no era la manera adecuada para lograr que quienes contaminen
paguen los costos por ello.
En Chile, el 40% de
los residuos domiciliarios se van a vertederos y basurales, y el otro 60% a
rellenos sanitarios. Se estima que sólo el 10% de ellos se “valorizan”, según
un informe de la Conama de 2010. Estos residuos no reciclados generan costos
ambientales y económicos. Entre los primeros, daños a la calidad del agua,
emisiones de efecto invernadero, enfermedades, etc. En lo económico, suponen
una carga para los municipios que deben manejar su disposición.
Las falencias de los
«impuestos verdes». Partieron de un concepto correcto:
gravar bienes que generan externalidades negativas, y se usan en otras partes
del mundo. Por ejemplo, en Estados Unidos se gravan las baterías y los
neumáticos, y en Holanda y Dinamarca, los envases. En Chile, en la propuesta
tributaria desechada, se sumaba, además, una lista que incluía aceites, pilas y
ampolletas.
Sin embargo, los
técnicos convocados a analizar la reforma advirtieron que, dado que la demanda
por estos bienes es altamente inelástica (cuesta imaginar, por ejemplo, que el
parque automotor se estanque por las alzas en las baterías), el sistema podría
terminar operando sólo como mecanismo recaudatario, pero sin reducir las
externalidades ni incentivar un menor uso de los productos involucrados.
Además, se cuestionó en la tramitación la falta de evidencias para respaldar el
criterio de selección de la lista de productos afectos al eventual impuesto.
Por último, surgieron
temores de que los mayores costos que involucraría el tributo llevarían a las
industrias intensivas en el uso de los productos gravados a retrasar acciones
necesarias para resguardar la seguridad de las personas. Por ejemplo, se
planteó el riesgo de que la industria del transporte pudiera terminar no
renovando con la periodicidad adecuada los neumáticos de sus flotas.
Reciclar, reciclar,
reciclar. El peso de los argumentos echó abajo la
propuesta del Ejecutivo. En cambio, el Gobierno anunció que este segundo
semestre enviaría un nuevo proyecto “verde”, pero no basado en impuestos sino
que enfocado en el fomento del reciclaje, tema que desde hace largo venía
trabajando el Ministerio de Medio Ambiente. El proyecto aún no se ha dado a
conocer, pero para su elaboración se ha escuchado a diversas empresas que
reciclan y a organizaciones dedicadas al tema. Se trata de una industria que,
se estima, mueve hoy en Chile unos US$ 400 millones al año, y en la cual, lejos
de lo que podría suponerse, participan importantes grupos económicos. Por
ejemplo, Cristalerías de Chile (del grupo Claro) recicla botellas de vidrio
hace 2 décadas, lo que representa un tercio de la materia prima que utiliza.
Otro caso es el de Gerdau Aza que al año procesa medio millón de toneladas de
chatarra de fierro (cuatro veces el Estadio Nacional, calculan). CMPC y otras
grandes también están en este negocio que podría expandirse con el nuevo
proyecto. Y precisamente el actual involucramiento de grandes empresas hace
pensar que, más que a subsidios, como se ha planteado algunas veces, las
políticas deben apuntar a sumar más actores.
El proyecto del
Gobierno, según se ha conocido, sigue el concepto de la llamada
«Responsabilidad Extendida del Productor» (REP), en la idea de que apunta a que
el que produce el neumático, la pila, las baterías o los envases, entre otros
bienes que contaminan, debe en algún grado hacerse cargo de lo que ocurra
después de la venta y lograr el reciclaje. Se incluiría también un fondo que
incentive el procesamiento. El modelo, que fue adelantado por Medio Ambiente en
el contexto de la discusión tributaria pasada (lo que no quiere decir que se
mantenga para el futuro proyecto pero da referencias), es de coordinación
público/privada, con metas, plazos y planes de gestión por producto, y control
y seguimiento.
Medio ambiente en el
Congreso. De ingresarse prontamente, este proyecto
entrará a un área legislativa que ha tenido muy poca actividad en los últimos
meses: en el último medio año no se ha aprobado nada. Lo que ya está en trámite
es el proyecto que crea el Servicio de Biodiversidad y Áreas Verdes Protegidas,
parte de la nueva institucionalidad medioambiental. Ingresó en marzo 2011 y
sigue en primer trámite. Es un debate tan complejo —hay una pugna entre la
preservación y el desarrollo sustentable— que se tuvo que convocar a un comité
técnico para avanzar en el acuerdo.
Ante ese panorama, es
de esperar que el proyecto de reciclaje, una vez ingresado al Congreso, dé pie
a un debate serio y técnico, que supere las simplificaciones en que suelen caer
los parlamentarios al tratar el tema y que ello permee positivamente en la
opinión pública. Sería todo un giro en la forma de enfrentar los asuntos
ambientales.
Efervescencia en el
mundo musulmán.
Una película producida
en Estados Unidos que ironiza con la figura de Mahoma ha provocado una dura
reacción a lo largo del mundo musulmán, la que se ha traducido en ataques en
más de una docena de países contra representaciones diplomáticas
norteamericanas y en el asesinato del embajador de esa nación en Libia.
La violencia, que
recuerda a la producida en 2006 luego de que un diario danés publicara
caricaturas que representaban a Mahoma, parece haber desbordado a los gobiernos
de la región, que intentan controlar a grupos que, en algunos casos, podrían
actuar bajo el influjo de sectores salafistas o de Al Qaeda.
Los ataques sirven
para recordar la extraordinaria fuerza y capacidad de movilización que
conservan los grupos fundamentalistas en los países musulmanes. Estas fuerzas
son capaces de organizarse con mayor efectividad gracias a las reformas
democratizadoras que han sacudido a la región desde el estallido de la
Primavera Árabe, que sacó del poder a numerosos gobernantes autocráticos e
instaló en su lugar a autoridades que en muchas ocasiones han sido elegidas de
manera democrática. La inestabilidad de los nuevos regímenes que han emergido
en Medio Oriente y el norte de África es preocupante, y los disturbios que se
han venido registrando esta semana sólo ratifican los riesgos por los que
atraviesan sociedades que se encuentran en pleno proceso de cambio.
Para EEUU, los
ataques constituyen un enorme desafío, en especial cuando se critica a
Washington por haber perdido influencia en una zona altamente inflamable,
dejando un vacío que puede ser llenado por enemigos. Los acontecimientos en
Medio Oriente han puesto el foco de la campaña presidencial en un tema hasta
ahora ausente de ella: la política exterior.
Señor Director:
Luz roja: Trilogía
preocupante.
Hay tres fenómenos
que se están percibiendo sombríos y que proyectan una situación de peligrosidad
para la integridad política y moral del país. Son pivotes que recorren nuestra
historia patria: su fisonomía política, sus Fuerzas Armadas y la Iglesia. Ellos
han cimentado determinantemente nuestra libertad democrática, reciedumbre
castrense y el ascendiente de la voz de la Iglesia.
Hoy se percibe una
grieta que estaría atravesando estas tres columnas: en lo político, una
reemergencia del PC, conservando intactos sus principios y sus métodos de
acción en procura de la revolución con todo lo que ella significa como fin de
la libertad y su imposición por vía de la fuerza.
En lo castrense, el
debilitamiento inevitable y destructor de su vida profesional y exigencias del
cumplimiento de su misión específica, por la interpretación equivocada de una
ley.
Y en cuanto a la
Iglesia, algunos lamentables episodios de desórdenes morales, tratados muchas
veces de modo inadecuado, y de los cuales sus tradicionales enemigos, sin mirar
ni de soslayo sus vigas oculares, están haciendo un caudal que le reste
injustificadamente su ascendiente pastoral.
Urge reaccionar con
sentido de bien público y justicia ante estas situaciones inquietantes.
Sergio Rillon
De nuestra realidad actual:
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